Limerencia

Tema en 'Relatos' iniciado por RedAndYellow, 25 Febrero 2017.

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    RedAndYellow

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    Escritor
    Título:
    Limerencia
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    622
    ─¿A dónde iras? ─Se cubrió su desenfadado cuerpo con una sábana blanca; cuantas cosas había visto esa sabana.

    Se rascó el hombro, un pequeño mosquito había terminado por picarle ahí; los mosquitos últimamente estaban demasiado activos en esa parte de la ciudad, y no se iban por más que se lo pedía una y otra vez. Su sudado cuerpo le recordaba un vaso de agua rebosándose después de ser servido en un día demasiado caluroso, de hecho, había sido exactamente los hielos quienes lo habían rebosado. Se rascó la nariz, le picaba bastante. Había terminado finalmente de ponerse su camisa de color azul rey, le gustaba demasiado ese color, le recordaba al mar en el que se perdió más de una vez; pero nunca había montado en barco, con tan solo verlo desde el puerto, le bastaba.
    Le bastaba poner su vieja silla de plástico de color verde en el filo del muelle, cerca del amanecer para que su cabello castaño, tirando a negro, no se llenara más de grasa; de por sí ya era grasoso. Recibir el viento salado, acompañado del sol en su piel morena y el olor a mar, era ese olor que tanto extrañaba al asistir a la universidad; había confirmado que eso no era lo suyo en ese momento. Realmente nada era lo suyo. Era de los que pensaban que el amor dura demasiado poco, muy poco como para tener una relación y aun peor para traer más humanos a un mundo lleno de ellos.

    ─Ey, te hice una pregunta.

    Le tocó el hombro lentamente, esa tela le gustaba tanto. A penas eran las tres de la mañana, muy temprano para que se fuera sin dormir con ella; al final, no todos los días se descubre al amor de tu vida en una fiesta, y además terminar acostándote con él, era un dos por uno. La sabana había terminado absorbiendo todo el sudor que sus cuerpos habían soltado, no es que estuviera empapada, ya habían pasado unas horas, pero el olor delataba las acciones. Era su casa.
    Seguía sin contestar, ya estaba poniéndose lentamente el pantalón; era un jean azul bastante apretado; le debe quedar incomodo pero le quedaba demasiado bien. Le soltó el hombro. Lamió su labio de abajo y apretó la almohada, algo no estaba bien. Pero ahora debía afrontar la actualidad, el coito había terminado siendo tal cual ella lo imaginó, y hasta donde sabía también cualquier hombre normal.
    Tenía tiradas las bragas por la cama, no se habían caído al suelo, podía ponérselas desde ya. Quizá ese era su estilo.

    ─A mi casa ─ Se había terminado de vestir, y ya estaba parado aplastando las pocas arrugas que habían quedado en su camiseta ─Tienes una bonita casa, igual que tu cara.

    Sus zapatos hacían el típico sonido al caminar, escuchaba algunas lágrimas cayendo en la cama. El ciclo se repetía, entre más se alejaba de otra chica más la sentía, y más se guardaba en su álbum de fotos personal. Pero al final eso sería excelentemente bueno, y lo seguirá siendo; podían volver a hacerlo en sueños, tanto como él quisiera, podía empotrarla en su cama, personalmente y cuando él quiera. Eso era lo que valía la pena.
    Su casa estaba al otro lado de la ciudad. Sería una larga caminata que había tenido que hacer cientos de veces, por cientos de chicas distintas a las que besó en la boca. En las bocas.
    Y después de tantas caminatas se seguía sintiendo vacío, el amor no existía pero el sexo tampoco; el sexo le enseño que el sexo no es todo y, sobretodo, no basta.

    Finalmente vio a lo lejos la silla, la brisa ya empezaba a elevar su cabello, y secar su sudor.
     
    Última edición: 26 Febrero 2017

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