One-shot Lethal

Tema en 'Bleach' iniciado por rhapsodic, 30 Septiembre 2015.

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    rhapsodic

    rhapsodic кучко. Comentarista empedernido

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Julio 2010
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    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Lethal
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    6976
    Título: Lethal.
    Capítulo: Único. (1)
    Autora: Junichiblue.
    Sitios del autor: Fanfiction.net.
    Géneros: Angst/Drama.
    Advertencias y/o notas: Shonen-ai.
    Disclaimer: Bleach y sus personajes le pertenecen a Tite Kubo. No obstante, esta historia es propiedad de Junichiblue. Nosotros sólo nos hemos encargado de traducir su obra, con el respectivo permiso.
    Colaboradores:

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    Lethal
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    Hoy voy a poder salir.

    Tras seis malditos largos años en este infierno, hoy saldré.

    No he podido dejar de pensar en esto, desde que me avisaron hace ya dos meses.

    Hasta el momento en que me dormí anoche, permanecía en mi mente.

    Y en el momento en que me desperté esta mañana, después de que aquél agradable momento entre el sueño y la realidad se desvanece, todo viene de nuevo hacia mí. En un instante, la sensación también está de vuelta... Sacudido por el miedo y la ira me despierto, y se mezclan para crearme un nudo en el estómago muy tóxico.

    Este día llegó más rápido de lo que creí posible.

    Pero es la espera lo que realmente me está matando.

    Recuerdo el día en que arrastraron mi trasero a través de las puertas dobles de este pozo del demonio y me acompañaron a mi suit de lujo de seis por nueve, hace ya seis largos años. Recuerdo cómo lucía desde el exterior, y que a pesar de lo que sabía, pensé que algún día podría llegar a verlo de nuevo, puesto detrás de mí.

    Bueno, ese día al fin llegó. Hoy voy a poder salir.

    Pero esta vez no por la puerta principal. Van a sacarme por la parte trasera de este lugar.
    Hoy voy a morir.

    ...

    Tengo que dejar de decir eso. Me está volviendo loco. Las palabras están atrapadas en un bucle infinito. No puedo dejar de repetirlas en mi mente. Y cada vez que lo hago, mi cuerpo reacciona. Me está diciendo que corra. Que escape. Es luchar o escapar. Es vivir o morir. Me siento destrozado. Frenético.

    Mi cuerpo se comporta extraño. Asustadizo. Tembloroso. No puedo dejar de dar vueltas.

    Está asustado, porque lo sabe.

    Tengo miedo.

    Hace una semana, un oficial vino a mi nueva celda y me entregó una orden de ejecución. Me dijo que tenía que leerla. Luego me hizo una pregunta y no estuve seguro de si lo escuché bien.

    Después de que te matemos… ¿qué desearía que hicieran con mi cuerpo? ¿Tenía familia o amigos que querrían reclamarlo? Recuerdo tener que tragar bilis antes de gritarle que se fuera a la mierda. Él simplemente dijo que volvería luego.

    Recibí las noticias dos meses atrás. Y hace una semana, me movieron a otra celda. Es en un lugar al que llaman la casa de la muerte. Hay seis celdas en esta ala pero yo soy el único aquí. Ellos programan las cosas para tener sólo un prisionero cada vez. Es más fácil para el personal. Algunos guardias no dicen mucho, así que básicamente, estás solo con tus pensamientos durante una semana, máximo; menos, si estás tranquilo. Depende de cuán preocupados estén sobre tu estatus mental. Nos traen aquí, para que no molestemos a los otros prisioneros, y nos ponen donde podamos ver la muerte de cerca. Hay dos guardias viéndote en todo momento para que no trates de acabar contigo. Sabes que se supone que debe estar entre tus mejores intereses, que se haga antes de que llegue el día de la ejecución. Pero sientes, realmente, que es así para que ellos puedan hacer el trabajo sucio por sí mismos. Para que puedan doblarte a su voluntad una vez más. Tener la última palabra en tu vida.

    A medida que pasan los días, desearía tener un trozo de cuerda o un cuchillo. Si me quieren muerto, bien, pero me gustaría morir en mis propios términos. No en los suyos.

    Ni siquiera es la indignidad de desnudarte hasta los calzones y morir frente a testigos lo que me molesta. Es la libertad de poder elegir el cómo me quiero ir, esa elección que ellos me han quitado.

    Me lo merecía. Lo sé, tomé una vida... dos, de hecho.

    El líder de mi banda, Aizen, me ordenó matar a una chica. Ella había visto nuestro escondite, sabía de nuestro negocio y amenazó con abrir su bocota a la gente equivocada. Iba a causarle un montón de problemas a mi familia si no la callábamos.

    Entonces, hice lo que se me ordenó y le disparé a la perra desde un auto en movimiento. Hice lo que debía para proteger a mi familia.

    Y si hubiese elegido no hacerlo... Si hubiese tenido el valor, visto en el fondo de mi alma y defendido mis verdaderos ideales... Yo habría estado en la bolsa para cadáveres.

    Aizen quizá haya sido nuestro líder y haya clamado amarnos como a su familia, llamándonos hermanos y hermanas, pero él no era conocido por soportar mierda de sus subordinados. Desobediencia y cagadas significaban severas palizas y, a veces, la muerte. Y en mi caso, lo habría sido.

    Dos días más tarde, me detuvieron durante una redada en una fiesta. Habíamos estado disfrutando la buena vida esa noche. Incluso alguien brindó por mi primer asesinato. Sin embargo, yo no levanté mi copa por ello. Sólo estaba feliz de que mi familia estuviera a salvo. Me concentré en eso. La perra sólo era un trabajo que debía hacerse. Ése era mi mantra. Ella se lo buscó. Estaba hecho y no iba a mirar hacia atrás.

    Justo después de que me arrastraron fuera de la fiesta esposado y acusado formalmente de asesinato en primer grado, las noticias salieron.

    La perra estaba embarazada. Sólo seis semanas. ¿Cómo iba yo a saber? Nunca me anoté para eso.

    ...

    Supongo que debo considerarme afortunado. Las ejecuciones ocurren de manera diferente en distintas instituciones y éste lugar es uno de los mejores. Kurosaki Isshin, el alcaide que dirige el lugar, cree que debe ser tan amable como puede con sus prisioneros. Él dice que, teniendo en cuenta lo que vamos a atravesar, no quiere hacerlo más difícil de lo que en realidad ya es. Él no tiene ira hacia nosotros. No es su lugar.

    Justo después de que me trasladaran a la celda de observación, un guardia me entregó un formulario de solicitud para mi última comida y me preguntó si tenía alguna otra última petición. Le dije, sí, quiero ver el cielo cuando muera. Él cerró los ojos y me contestó que sabía que no podían hacer eso. Así que dije, bien, no me maten entonces.

    Me dijo que lo llamara si tenía una última petición.

    Entonces pensé al respecto, y no se me ocurrió nada que valiera la pena hacer. De todas formas, no es como si fuera a conservar mis memorias durante mucho tiempo; y cualquier cosa que me hiciera pensar en los buenos, viejos tiempos, sólo me recordaría lo que nunca podría tener otra vez.

    Pero hablando del cielo, era en serio. Amo el cielo. Es tan azul. Abierto. Infinito. Es libertad.

    Cuando era un niño, mamá tenía que arrastrarme dentro para que pudiera comer, y yo casi me lanzaba la comida a la garganta sólo para volver a salir de nuevo. Por eso, incluso luego de que ella muriera y me perdiera a mí mismo en el sistema, pasé mucho tiempo huyendo. Las calles me atrajeron. No tuve que sentarme en un salón de clases, o ser acarreado ahí de noche. No me importó la vida allí afuera. No fue fácil, pero encontré un sitio al cual pertenecer. Últimamente, he pasado mucho tiempo viajando por el tiempo a mi antigua vida, a los lugares y sonidos, viendo los rostros de mis amigos, reviviendo los buenos tiempos.

    Reviviendo...

    Viviendo...

    Dios. Vale la pena recordar incluso los malos momentos desde este punto de vista. Fue duro, especialmente para un tipo con el cabello como el mío. Siempre atrajo mucha atención. En serio. No tienen idea de en cuántos problemas me metió.

    Recibí muchas burlas por mi cabello. Aún las recibo. Es azul, como el cielo. Como mis ojos. Todo sobre mí pertenece al aire, como si yo fuera una pieza perdida de un rompecabezas, que cayó a la tierra. Y desde entonces no he sido capaz de encontrar mi camino de regreso.

    Joder.

    No hay ventanas en mi celda. Sin embargo, ya me he acostumbrado a eso. No llega la luz del sol aquí, no hay referencia del tiempo, así que no puedo decir si es de día o de noche, o si está soleado o llueve. Ya no se me otorga tiempo al aire libre. Durante toda la semana, estoy confinado a mi celda. Hay una radio y una televisión montadas en la pared fuera de las barras, y he tratado de usarlos pero no puedo concentrarme en todas esas inútiles imágenes y sonidos. Simplemente, todo se vuelve estática en mi cabeza.

    Mi ejecución está programada para las 9 pm.

    Mi abogado tiene menos de catorce horas para encontrar una forma de aplazar la ejecución.

    Ambos sabemos que eso no pasará, pero él sigue luchando por mí. No me lleva muchos años, pero luce más viejo de lo que parecía hace seis años, y más desilusionado.

    Tampoco soy quien solía ser desde que llegué aquí. Ni siquiera soy el mismo desde que fijaron la fecha. Parece que la vida se ha apagado para mí. La persona que entró aquí es un recuerdo. Tiempo atrás, yo era desafiante y engreído, y mis primeros dos años aquí pasé mucho tiempo en solitario. Me tomó mucho tiempo entender que pelear, herir y demandar respeto no te lleva a ningún lado en éste lugar. Ya no soy tan engreído.

    La primera vez que tomó mi caso, Starrk estaba confiado en que quitaría la soga de mi cuello en cuestión de meses. Grimmjow, dijo, te sacaré del corredor de la muerte y cumplirás tu condena en una prisión de máxima seguridad.

    Honestamente, eso no sonó mucho mejor. No obstante, esta opción existía, lo cual habría hecho mi vida muchísimo más fácil. Pero yo no lo haría. El estado quería que llamara a Aizen. Si lo hacía, me sacarían del corredor de la muerte y con buen comportamiento, eventualmente, podría ser un candidato apto para libertad condicional. Sería una forma sencilla de verlo tras las rejas por un tiempo.

    Sonaba como una idea genial, pero también significaba mi muerte el minuto en que él saliera de prisión. No había forma en la que pudiera escapar de él.

    Sin embargo, casi lo acusé dos veces. Después de los primeros dos años, mi apelación fue negada. Starrk me dijo que la madre de la chica estaba librando una campaña para mantenerme en el corredor de la muerte.

    Ella quería ver cómo me freía en la silla eléctrica. Ella esperaba que mi polla cogiera fuego. Maldita vaca.

    Que pena por ella. Ellos no hacen electrocuciones aquí.

    Así que Starrk inició otra apelación y mi caso se prolongó durante casi cuatro años más. Odiaba tanto este maldito lugar. Y después de ver a tipos mayores a los que había conocido en nuestras horas diarias en la sala común, y en nuestro tiempo al aire libre dos veces cada semana, me rendí con las apelaciones y pedí ser ejecutado de una maldita vez... Dios.

    Estaba dispuesto a arriesgar mi vida en el exterior, sólo para salir de aquí. Al menos, si moría, moriría libre.

    Y ahí fue cuando Aizen, el maldito bastardo, fue y consiguió que le dispararan. Murió asesinado.

    Eso fue todo. El acuerdo estaba fuera de mi alcance. El maldito de Aizen se volvió descuidado.

    Y me mató junto a él.

    ...

    La mañana se prolonga, realmente se prolonga, y de un momento a otro me encuentro bostezando, pero no tomo ninguna siesta. Me niego. En lugar de eso, termino el libro que estaba leyendo. La única razón por la que puedo hacerlo es porque me queda poco más de medio capítulo, y es un libro muy bueno. Realmente bueno. Pero tengo que leer cada línea tres veces para que tenga sentido y poder comprenderlo. Llamo a Starrk un par de veces, pero sé que no tiene buenas noticias para mí. Así que acabo completando el papeleo de último minuto, declarando mis pertenencias personales, y tomo el desayuno de la prisión. Y al final, lo único que he comido ha sido una pieza de tostada y un huevo.

    Al menos tendré algo que vomitar después.

    ...

    Al mediodía, me dejan salir de la celda. Un gesto compasivo del alcaide, y tengo permitido pasar el resto del día, y de mi vida, en la privada sala común junto a mi bloque de celdas. Puedo recibir visitas si lo deseo, pero he perdido casi todo el contacto con mi "familia". He recibido cartas de algunos amigos cercanos, pero no quieren venir a ver mi ejecución. Y no deseo que lo hagan. No necesitan ese recuerdo. Deben recordarme como lo que era; libre, arrogante, condenadamente hablador, un santo terror y un Dios sensual de ojos azules. No un prisionero condenado atado a una mesa.

    Y tampoco les he pedido que me visiten. Ninguno tiene porqué poner el pie en un lugar que no tiene nada que ver con ellos.

    Tampoco pedí ser visitado por un cura, pero en ese asunto Isshin insistió. No sé por qué. Soy ateo. Yo no creo en Dios, ni en la vida después de la muerte, ni en ángeles o demonios, en ninguna de esas mierdas.

    Pero después del mediodía, el tipo me visita. Y yo sólo lo miro. Tiene el cabello despeinado. Es jodidamente naranja y brillante.

    Se presenta como Kurosaki Ichigo. Está vestido con una sotana negra y lleva el tradicional alzacuellos blanco. El negro le sienta bien. El blanco, sin embargo... Tiene un brillo en sus ojos que me dice que ha tenido que hacer grandes cambios en su vida para ganárselo.

    El cura, Ichigo, se sienta conmigo durante horas. No tiene porqué, pero lo hace. Sólo tenía que venir una o dos horas antes de la ejecución. Pero él me dice que está aquí por mí. Y yo le pregunto por qué. Ni siquiera me conoce.

    ¿Por qué perder su tiempo en alguien que va a morir dentro de nada? ¿Por qué molestarse por un tipo que ni siquiera cree en Dios?

    ¿Qué le importa a él si entro en pánico o grito? ¿O si voy callado y tranquilo; completamente resignado hacia un destino de mierda?

    Él sólo me mira y dice, todo hombre tiene corazón y alma, y nadie merece morir solo.

    Después de eso, no digo nada durante un tiempo.

    Simplemente miro la mesa, tratando de respirar. Me sigue golpeando en oleadas. El conocimiento. La dura verdad. Que se acerca mi final, que voy a morir. Mi corazón se acelera de nuevo y al mismo tiempo todo en mi cuerpo se relentiza y se congela. Oleada tras oleada me golpea, y me estoy ahogando. Es como tratar de romper una barrera que tú mismo te has impuesto. Tirar abajo una pared de sólida roca y negaciones. Es mi propia mente conspirando contra mí. ¿Por qué sencillamente no me deja tras las barricadas? No quiero saber esta verdad. Ya no quiero pensar en la muerte.

    No quiero más nada de esto.

    Él vuelve a hablar. Mi mirada lo encuentra, y él la sostiene. Esta vez lo escucho sin interrumpir. Repite lo que ha dicho y eso me deja perplejo. No se sienta con todo el mundo, sólo con aquél hombre que tiene remordimientos.

    Hay maldad en el mundo, explica, y hay gente que toma malas decisiones.

    Ignoro lo último. Suena a compasión.

    ¿No se supone que los tuyos aman a todo el mundo por igual?, le pregunté.

    No, me dice, ese es el trabajo de Dios.

    Suelto una risa por la nariz y meneo mi cabeza en dirección al cura. Le digo, claro, él te ama, pero te sigue mandando al infierno.

    Te estás burlando de mí, me responde con calma.

    Enarco las cejas y me inclino sobre la mesa, dándole una mirada a través de mi flequillo tal vez demasiado largo. Y le espeto, ¿sabes qué, imbécil? Lo último que quiero el día de hoy es estar encerrado en una habitación con un cura, teniendo un maldito debate teológico.

    Estoy enfadado. Me estoy desahogando con él. Pero parece no importarle. Y de algún modo, eso logra irritarme más.

    Deberías largarte, le digo, porque yo no tengo remordimientos. Le digo que hice lo que se me había ordenado y que si no hubiera matado a aquella chica, alguien más lo habría hecho.

    Él inclina su cabeza, repleta de ese puntiagudo cabello naranja, y me sonríe. Me sonríe, maldita sea. Sin decir nada. Porque lo sabe. Sabe que soy una porquería. Sabe que desearía no haberlo hecho, no sólo porque acabé en prisión, no sólo porque estoy a punto de morir, sino porque si hubiera tenido alguna otra opción aquella vez, yo habría dicho que no.

    Aguanto las ganas de saltar sobre la mesa y usar mi puño para arrugarle ese cuello blanco que usa. Hubiese sido lo mejor. Pero parece que realmente quiere estar aquí, así que eventualmente cedo. Al principio soy reacio a dejarme llevar, como si no tuviese permitido sentirme bien en un día que trata de sentimientos funestos. Pero pronto nos encontramos hablando sobre cualquier estupidez. Incluso logra sacarme una verdadera carcajada. Es un gran tipo este Ichigo. Quisiera conocerlo más.

    No me doy cuenta de lo tarde que se ha hecho hasta que, mientras hablamos, el guardia viene y me pregunta si estoy seguro que no quiero una última comida. Nunca les entregué ese pedazo de papel. Y después de tirar mi desayuno en algún punto de esta mañana, mi estómago tiene el tamaño de una nuez y no planeo poner nada más ahí.

    Me levanto de la mesa y la golpeo con mis manos mientras le empiezo a tirar mierda. La mano del guardia se mueve hacia su costado, pero Ichigo se levanta y se interpone entre nosotros. Voltea a ver al guardia y le dice, Grimmjow no tiene hambre ahora, pero gracias.

    Quito una mano de la mesa y la paso por mi cabello. ¿Última comida? Maldita sea. Deben estar bromeando. Es como si quisieran humillarme. Burlarse de toda esta puta mierda. ¿Quién demonios podría comer algo...?

    Y giro mi cabeza para ver el reloj que ha estado avanzando en silencio todo ese tiempo detrás de mí.

    ... cinco horas...

    ... antes...

    Me levanto y camino por la habitación con mis manos rodeando fuertemente mi estómago mientras Ichigo me mira desde su sitio, del otro lado de la mesa de metal. Del lado seguro.

    Tienes que irte, le digo. Tienes que irte. Vete. Vete.

    ¿Estás seguro, Grimmjow? pregunta.

    Sí, ya no quiero hablar contigo, gruño. ¿Acaso no ves lo que hiciste? Señalo el reloj violentamente. ¡Era el maldito medio día cuando llegaste y mira ahora!, le grito.

    Los guardias están en la puerta listos para entrar, pero Ichigo alza su mano y ambos vacilan. Los mira, con una de sus suaves sonrisas y sus ojos color avellana, y ambos retroceden. Es como si tuviera alguna clase de poder que no puedo ver. Pero puedo sentirlo.

    Entonces me pregunta, ¿preferirías estar sentado, solo, mientras ves el reloj, Grimmjow?

    ¿Lo… preferiría?

    Veo todo rojo en un instante, luego veo a Ichigo de cerca porque mi puño está aferrado a su estúpido collar blanco.

    Y de repente veo estrellas porque Ichigo resulta ser muchísimo más fuerte de lo que parece, y mi cabeza se golpea contra la pared lo suficientemente fuerte como para aturdirme.

    Y siento fuego corriendo a través de mis venas que no había sentido en seis años. Me levanto y con mis brazos rodeo los suyos, llevo mis manos atrás de su cuello, ignorando el dolor de sus nudillos moliéndose contra mi clavícula. Y lo beso. Es completamente inapropiado, ridículo y loco. Me sorprende que los guardias todavía no me tengan esposado y en el suelo, pero por alguna razón no lo han hecho, y no voy a quejarme.

    Lo beso y por un segundo, él me deja. Calor me invade y gimo al sentir el toque de un ser humano otra vez. Y es hermoso. No me resisto cuando se separa de mis labios y me jala hacia él, sus manos se posan atrás de mi cuello, sus dedos enredándose en los cabellos azules de mi nuca.

    No te dejaré morir solo. Me susurra con más convicción de la que nadie jamás podría imponer.

    Estoy temblando desde dentro hacia afuera, y él cae conmigo de rodillas mientras las mías ceden y me desplomo. Sus palabras son como dinamita, y el dique se rompe. No estoy en el estado mental para estar avergonzado o que me importe. Piscinas de sal pican mis ojos antes de correr libres por mi cara y terminar en el material negro del hombro de Ichigo. Él sólo se aferra. Toma mis lágrimas.

    Son por mí. Y por mis errores. Y por todos los que perdieron la cordura en este lugar, todo aquel que se rindió en la batalla y perdió su vida. Por cada persona que he perdido, cada persona que he matado... Mierda. Porque no puedo retractarme. No puedo cambiarlo. Estoy atrapado en el fluir del tiempo como todos los de demás y no hay forma de salir hasta llegar al final.

    Y es ahí a donde voy.

    Los minutos pasan. Ichigo espera conmigo, cerca de la pared, en silencio. Después de un rato mi cabeza se despeja. Todo el pesimismo se ha ido. Puedo ver al responsable. Me está viendo con sus ojos ámbar. Sus cálidos ojos me recuerdan que no tengo tiempo que perder. Quiero disfrutar el tiempo que me queda. Me recupero después de un momento, y nos sentamos y hablamos de todo y de nada.

    Él no me ve como un asesino sin corazón, como un horrible crimen cometido en un pedazo de papel.

    Él ve a través de todo eso. Él me ve.

    Me cuenta su propio pasado, me deja ver la vida que ha vivido. Las pérdidas que ha soportado, su deseo de proteger, la fuerza que encuentra en aquellos que piensan haberla perdido. Resulta ser que Ichigo es un gran tipo. Me hace sentir, otra vez, digno de vivir. De amar. Me hace pensar que pudimos haber sido buenos amigos. Su suave sonrisa me engancha. Sus ojos ámbar. Puedo ver que él se siente igual.

    Siento que el peso abrumador del pesimismo que me azotaba, se aligera un poco. Las siguientes horas no pasan tan rápido y estoy muy agradecido por eso. Quiero hacer que esto dure tanto como se pueda.

    Él me hace sentir algo que no había sentido desde que era un niño.

    Como si fuera la primera vez que me he sentido ligado a alguien.

    ...

    Tengo que volver a mi celda una hora antes de la ejecución. Me llevan de vuelta esposado y con cadenas en los tobillos y volteo a ver la sala común donde Ichigo sigue de pie.

    Parezco tranquilo por fuera, pero por dentro estoy peleando con una creciente ola de pánico. Me llevan lejos de él. Mi único consuelo.

    Él dice que me estará esperando. Se refiere a en la cámara.

    ...

    La hora pasa y estoy adormecido. Mi cerebro está muy cansado para pensar algo más. Se acabó el tratar de encontrar una manera de escapar de esta pesadilla. Ha tratado de hacer muchas cosas todo el día, llevándome al pasado, enseñándome el futuro, tratando de hallar una solución al problema al que se enfrenta. Y al menos por ahora, está exhausto.

    Es mejor así. Como si estuviera sedado.

    No tengo que pensar en la inyección letal. La letal dosis de tiopental sódico, un anestésico de rápido efecto que me noqueará. Se supone que lo dan en una dosis lo suficientemente alta para matar a una persona por sí misma, pero sólo para estar seguros hay dos drogas más.

    Y la última es deprimente. Cloruro de potasio. Hace que el corazón de una persona entre en paro cardíaco. Un atroz dolor final. Y si eso no es suficiente, si todavía no han terminado contigo cuando te lo inyecten, es como fuego en tus venas.

    Pero no puedo pensar en eso en este momento.

    No puedo pensar en eso. Soy un zombi. Ya estoy muerto.

    Casi deseo estarlo. Que ya todo hubiera terminado. Apenas empieza.

    La hora pasa como si fueran minutos, y dos guardias aparecen en la puerta de mi celda y mi cerebro empieza a trabajar otra vez, y de inmediato desconfío de ellos. Están aquí para llevarme. Son mis escoltas en el baile al que nunca fui. Grimmjow es el preso favorito de todos esta noche.

    Realmente, no los miro enojado, pero levanto mi barbilla y espero a que entren. Los malditos van a tener que esforzarse.

    Vienen, uno a cada lado de mí y toman mis brazos, y yo murmuro, ¿dónde está tu doble de acción cuando lo necesitas? Uno de los guardias resopla y, de verdad, me mira con diversión. No había oído esa antes, él dice.

    No sé de dónde está saliendo está bravuconería. Tal vez mi tiempo con Ichigo ha resucitado a mi salvaje niño interior, el que yo creí que había muerto desde hace mucho tiempo en éste lugar.

    Salimos de la celda y giramos a la izquierda. El pasillo es corto y una gran puerta de acero gris, espera al final. Sé que es la cámara de ejecución. He estado viviendo justo al lado de ella todo este tiempo.

    Nos toma exactamente veintidós pasos para llegar a la puerta de la cámara. La misma cantidad de años que me tomó llegar a la puerta frontal de la prisión.

    Un tercer guardia se mueve para dejarnos pasar.

    El ruido de un cerrojo me golpea como disparos en el silencio, y la puerta se balancea abierta. Es brillante adentro y parpadeo antes de que mis ojos se acostumbren.

    El olor a antiséptico golpea mi nariz.

    Algo estalla. Todo el duro trabajo y confort de Ichigo se desintegran. Mis pies se pegan al suelo e inclino mi peso en dirección al pasillo, girando y empujando con toda la fuerza en mis piernas contra el suelo estéril. Pero ellos pensaron en eso. Todo está planeado. Meticulosamente. Diabólicamente. Las estúpidas sandalias que me dieron no tienen agarre, así que mis pies no encuentran mucho apoyo contra el suelo.

    Me siento como un ratón arrojado dentro de una caja de cristal, arañando las paredes con desesperación frenética sin llegar a ningún lado. Y la serpiente está hambrienta.

    Los guardias agarran mis brazos con más fuerza, dejándome moretones. Uno de ellos me dice que deje de luchar. Dice mi nombre.

    No. No mi nombre. Por favor, no el mío. No yo. El de alguien más. Consigan a alguien más para hacer esto. No quiero hacer esto.

    Quiero alejarme, arremeter, atacarlos, herirlos, derrumbarlos y correr. Me están agarrando tan fuerte ahora que apenas puedo retorcerme. Así que levanto mis pies y los apoyo en el marco de un lado de la puerta. Sé que mis ojos son salvajes, maníacos. Me estoy perdiendo. Nunca dije que planeara irme en calma, sin una pelea, pero pensé que tal vez lo… tomaría como un hombre. Pero nunca antes me sentí tanto como un niño. Dependiente de otros por mi existencia. Haciendo lo que me ordenan, cuando lo dicen, como me lo digan. Soy de ellos. Alimentado, vestido, alojado. Puesto a dormir. Sólo necesito sentir que tengo la oportunidad de hacer otra elección en mi vida, antes del final.

    Una última elección.

    Estoy jadeando y temblando, y mi cara está siendo presionada con tanta fuerza contra el frío suelo, donde los guardias me han inmovilizado, que seguramente tendré un moretón en mi pómulo mañana. Mi mente me da una respuesta a eso. No habrá un moretón. No hay mañana.

    Grimmjow. Ni nombre de nuevo. ¿Tenemos que sedarte? Grimmjow. Otra vez. Deja de luchar. ¿Necesitas que te sedemos?

    Gruño. No.

    Seré bueno. Seré bueno por lo cual lo que queda de mí pueda estar completo cuando me lleven allí. Por un momento, me siento triunfante. Los hice darme algo. Los hice darme una opción.

    Me levantan del suelo de mis brazos y me voltean hacia la puerta de nuevo.

    Una respiración profunda. Paso por la puerta. Tan pronto como empezamos a pasar el umbral, los guardias prácticamente tienen que sostenerme porque mis piernas ya no quieren funcionar. Están temblando. Me tropiezo un par de veces hasta el borde de la cama. Veo blancas, limpias sábanas y correas de cuero. No me gustan esas correas. Pero los brazos reposan en ese ángulo a cada lado. Me aterran.

    En cuanto esté en esas correas, no podré luchar más.

    Miro la habitación y lo primero que noto es un agujero sobre la cama y una ventana tintada. No sé quién estará detrás de ella, pero soy consciente de que serán mis verdugos.

    De nuevo he de mirar hacia otra parte, así que esta vez estudio al alcaide, al sacerdote, a dos guardias más, y a otra persona más que parece que va a conectar los tubos. Espero que sepan qué hacen. Y le digo al alcaide también.

    Él asiente y me da una seria pero amigable mirada, sí Grimmjow. Mi personal es competente. No vamos a meter la pata.

    El alcaide... Isshin, es un buen tipo. No me tomó mucho darme cuenta de ello. La mayoría de los presos que están aquí le tienen respeto, ya que él da lo mejor para hacer una excepción y tratarnos como hombres. Ha estado a cargo de este lugar por mucho tiempo. Ha acabado con a muchos hombres. Tal vez sesenta. Tal vez menos. Tal vez más. No importa. Sé que sólo una vida que morirá en tus manos es suficiente para cambiarte. A veces de mala manera, a veces de buena. Pero de todas formas, nunca eres la misma persona que eras antes de apretar el gatillo.

    Asentí y luego observé a los guardias soltarme los tobillos para así poder mecer mis piernas sobre la mesa. Me senté en el borde y me removieron las esposas de las muñecas. Sé lo que sigue. Esta es la parte difícil. Tengo que recostarme.

    Sólo recostarme y relajarme.

    Tengo que dejar que me aten. Debo seguir la corriente, esperar pacientemente a que pasen las correas de cuero alrededor de mis muñecas, y luego limpiarán un lugar en cada uno de mis brazos, sobre una de mis venas. Trato de pensar en eso. Pensar en positivo. Si no lo hago, voy a empezar a llorar. Tengo buenas venas porque soy joven, fuerte y tengo buena contextura; y porque nunca jugué con drogas. Al menos puedo estar seguro de que mis venas no colapsarán o terminarán perforadas. La mierda que van a darme actuará como se supone. Rápido e indoloro.

    Si todo sale bien, mi muerte será rápida e indolora. Si todo sale bien, moriré.

    En unos pocos minutos, ellos van a asesinarme.

    Estoy temblando ahora, y los guardias tienen que empujar mis hombros hacia abajo porque mi cuerpo se niega a recostarse. Prefiero morir sentado. No trabado en una cama.

    Tengo que dejarme de buena gana. Tengo que cooperar. Si soy bueno en eso, esto será más fácil. ¿Para quién? No me hagan empezar. Nada sobre la tierra podría hacer esto más fácil para mí. Para ellos, tal vez; pero no para mí.

    No me gusta lo que hice, pero lo que hice, lo consideré una guerra urbana.

    Esto es más como una maldita matanza ceremonial. Es como esos aztecas sacrificando alguna virgen sobre una losa. Y no, no soy una virgen, pero ha sido un tiempo lo suficientemente largo desde que alguien me tocó, como para considerarme uno otra vez.

    Mi jodida mente estalla al pensar en cómo ellos pueden hacer esto con tanta calma.

    Son clínicos. Eficientes. Justo como yo lo era. Nadie me mira a los ojos mientras ajustan las correas. Sólo soy un trabajo que debe hacerse. Soy su trabajo. Y yo mismo me lo busqué. Al igual que ella.

    Mi corazón está latiendo muy rápido.

    Una vez, tenía todo el tiempo del mundo. Años a tener en cuenta. Y de repente, en cuestión de momentos, en un franco asunto de palabras, se redujo a meses, a semanas, después días, luego horas…

    Ahora, se resume a minutos.

    Faltan ocho minutos para que sean las nueve, y yo sólo quiero arrancar el maldito reloj de la pared y lanzarlo contra la ventana de vidrio, romperlo todo. Sé que no detendrá el tiempo, pero al menos no tendría que verlo marcar, viendo mi vida desaparecer a unos pocos tics del reloj de segunda mano.

    Lo único que puede detener esto es un aplazamiento de última hora para la ejecución. Pero sé que eso no pasará. Presenté dos apelaciones y ambas fueron rechazadas. Es la madre de la chica. La perra ha estado detrás de mi sangre desde el primer día. Ella es la razón por la cual fui condenado. Ella no cesaría, porque le arrebaté a la única familia que tenía. Su hija y su nieto. Sé que ella va a estar ahí afuera cuando terminen de engancharme y abran la cortina. Espero que esto la haga malditamente feliz. Y entonces espero que se ahogue.

    No me estremezco en lo absoluto cuando siento que insertan las agujas que me administrarán las drogas. Estoy temblando como una hoja y respirando rápido, y compruebo la restricción, mordiéndome el labio para darme algo en que pensar. Realmente no puedo moverme mucho.

    Mi cabeza se dispara cuando la puerta de la cámara se cierra. Es tan ruidosa y estoy tan al borde que casi me da el ataque cardíaco que ellos quieren inducirme. Exhalo con fuerza, tratando de calmar mi corazón mientras dejo caer mi cabeza pesadamente sobre el reposacabezas. Miro hacia el techo gris, luego me obligo a examinar el resto de la cámara, tratando de ver lo más que pueda de la última habitación que alguna vez veré.

    Alguien camina hasta mi lado, y estoy agradecido de que ha oscurecido mi vista. No quiero ver esta habitación.

    Usualmente, ellos no dejan entrar al sacerdote a esta habitación, pero Ichigo está aquí. Fue mi última petición, porque algo sobre él me calma.

    Escucho las cortinas siendo deslizadas, abriéndose para el cuarto de testigos. Ni siquiera les dedico una mirada. Son sólo reporteros, algunos testigos al azar, la perra y Starrk. Sé que él lo intentó. Y sabe que no voy a mirar hacia afuera. Temprano le di las gracias por su ayuda. Dijimos nuestras despedidas.

    Ichigo me dice que puede sostener mi mano, si quiero. Él está tratando de ayudarme a través de esto. Lo miro y veo la compasión en sus ojos ámbar. Aparto la mirada y sacudo mi cabeza. La habitación está un poco borrosa.

    Él sujeta mi mano de todos modos, y yo la aprieto de vuelta lo más que fuerte que puedo.

    Y entonces, escucho a alguien hacerme una pregunta. No me doy cuenta quién me preguntó. No me importa. Sólo escucho la pregunta.

    Grimmjow Jaegerjaquez. Has sido encontrado culpable de asesinato en primer grado, y has sido sentenciado a muerte por inyección letal por este Estado, para ser iniciado a las veintiún horas de éste día, el veintinueve de julio del dos mil doce.

    ¿Tienes algunas últimas palabras?

    Siento al sacerdote, Ichigo… Ichigo… Ichigo aprieta mi mano otra vez y miro dentro esos profundos ojos ambarinos una última vez. Él está compungido. Tiene que dejarme ir. Nadie puede tocarme una vez que empiezan las inyecciones. No estoy listo. Aprieto de vuelta. Su mano es tan cálida. La mía ya está fría porque estoy en shock por el estrés del momento. Su mano es suave y llena de vida, y en unos pocos minutos la mía estará tiesa, fría y azul. No quiero estar frío. O azul.

    Me pierdo en esos ojos por un momento, me escapo allí, y a pesar de que nunca había planeado decir nada que no fuese váyanse todos a la mierda por ésto, algo perdido cambia dentro de mí y respiro algunas palabras, lo suficientemente bajo como para que Ichigo se incline hacia adelante, y el micrófono por encima de mí probablemente ni siquiera logra captarlo.

    “Lo siento.”

    Lo estoy mirando y él me está mirando, y sé que entiende. Que me arrepiento de lo que hice. Que lamento haberme acostado con esa chica y haber sido imprudente. Que lamento que Aizen me hiciera arreglar mis propios errores. Y que siento no haber conocido a Ichigo antes de mandarlo todo a la mierda. Sólo tengo veintiocho años. Sigo en la primavera de mi vida y lo he jodido todo.

    Dónde está el maldito botón de deshacer, me pregunto. Mi voz está llena de una amargura que ni siquiera trato de disimular.

    Ichigo asiente. Su expresión es neutra, pero sé que también tiene algo de tristeza. Suelta mi mano y, a regañadientes, dejo la suya.

    No tengo tiempo para estar triste.

    Giro mi cuello para ver a dónde va, porque necesito saber que realmente está aquí. Que no estoy solo. El alcaide está a un lado, detrás de mí. Ichigo camina hasta él, pero sus ojos no me dejan. Y por primera vez, me doy cuenta de que tienen el mismo apellido. Padre e hijo. Y veo lo parecidos que son.

    Dos guardias están en la habitación con nosotros, y los observo. Trato de no mirar los tubos que cuelgan de mis brazos. Sé que pasan por detrás de mi cabeza y desaparecen a través de un agujero en la pared.

    Todos los ojos están sobre mí, pero nadie se mueve. Ni siquiera parecen reales, o vivos. Son como estatuas sin emociones.

    No quiero hacerlo, pero mis ojos se posan en el reloj y veo como la segunda aguja ronda el seis y la primera se acerca peligrosamente al doce. Una nueva oleada me golpea. Un maldito maremoto. Uno no está preparado para esto. Lo intentas, pero no lo estás. Quiero gritar y suplicar por mi vida, rogarles que se detengan. ¿Cómo esto puede ser justo? Ella ni siquiera lo vio venir. Dos disparos y murió en un instante. No tuvo que esperar por ello.

    No quiero entrar en pánico. No es agradable perder el control. Pero dentro de mí todo clama por una salida. Por seguridad. Todas las alarmas de mi mente se activan como cientos de sirenas.

    Mi corazón martillea.

    Y estoy hiperventilando.

    Entro en pánico. Como un animal salvaje confinado en una jaula. Tengo que salir de aquí. Van a detener, van a detener mi jodido corazón. Me levanto y tiro de las correas de cuero. Pero no se rompen. Son seguras. Apretadas. Inquebrantables.

    Un grito de rabia escapa del fondo de mi garganta. Y entonces desaparece.

    Alguien ha pulsado el botón.

    Puedo sentirlo detrás de la garganta. Noto cómo llega.

    No me siento cansado. Pero mis párpados quieren cerrarse. Quieren cerrarse. Peleo. Lucho por mantenerlos abiertos, pero ellos se deslizan y entonces...

    Ichigo ya no está más conmigo.

    Ahora estoy solo.

    Jadeo a medida que el calor se propaga por mi piel y soy consciente de que es el veneno que corre a través de mí. El calor que me escuece desde la garganta hasta debajo de mi barbilla. Trago saliva, pero mi garganta no quiere abrirse. De alguna manera lo hace, y jadeo de nuevo. El material va directamente al cerebro y los músculos de la cara son los primeros en verse afectados. Es por eso que no puedo abrir los ojos. Es por eso que no puedo tragar.

    Pero todavía estoy aquí.

    Aún sigo vivo.

    Siento que mis brazos y piernas comienzan a relajarse y mi corazón se está ralentizando. Ahora es más normal. Más tranquilo. Mis pensamientos también lo son. Todo se va, desaparece, pero en segundos estoy aterrorizado de nuevo. Porque no hay nada después de esto. Y ni siquiera sé cómo puede ser mejor que nada, pero lo es.

    Jadeo de pura desesperación. No me importa si mis gritos ahogados molestan a la gente.

    No me quiero ir.

    Creo que la segunda inyección serpentea a través de mis venas porque ahora apenas puedo mover mis pulmones. Y me pega. Aún no estoy inconsciente. Hay mucha adrenalina en mis venas. Mi cuerpo está luchando contra el anestésico. Porque quiere seguir viviendo tanto como yo quiero. Es joven y saludable y fuerte y va a luchar para mantenernos vivos a ambos tanto como yo. Así que sigo despierto. Y me están llenando de toda esta mierda.

    El adormecimiento se propaga rápidamente, pero me las arreglo para exhalar un par de débiles respiraciones. Pero no es suficiente. Me empieza a arder. Mis pulmones están en llamas y mi presión arterial está por las nubes debido al estrés. Puedo sentir la sangre golpeando debajo de mi piel, bajo la cara y el cuello.

    Sólo quiero volver a respirar. Y eso hago.

    Lucho con todo lo que tengo, y respiro una vez más antes de que mis músculos se congelen y todo se detenga. Mi cuerpo está fuera de mi control. Nadie lo sabe. O a nadie le importa. Ni siquiera puedo gritar porque estoy cayendo en el abismo. Esto se supone que es humanitario, y aunque duele y estoy aterrorizado; aunque sé que estoy muriendo, me aferro a la conciencia con uñas y dientes por unos segundos más.

    Porque eso es todo lo que me queda.

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    Minaki Kaeden

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    A ver, a ver. Felicito de verdad a todos los que trabajaron en esto. ¡Qué personas tan increíbles! Sinceramente yo no hubiera podido hacerlo, posiblemente por que me cansaría y lo dejaría como al tercer párrafo #tienenanteustedeslapersonamásflojadelplaneta.

    @Somereed. ¡No me jodas que lo tradujiste! ¡A eso se le llama constancia! Ufff, tú más que nadie sabes el patatús que me dio la primera vez que leí esto, no puedo creer que ahora esté en español. Me parece que hicieron una traducción insólita. Si yo lo hubiera hecho (cosa que sería muy improbable #flojera) hubiese quedado algo así como 'Yo Tarzán, tú Jane.' Los adoro por hacer esto. Están locos todos. Qué bolas. <3
     
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