Chūō Leshy Tattoo Studio [Estudio de tatuajes]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 29 Noviembre 2022.

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    Zireael

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    Estudio de tatuajes administrado por Tessa Myska, está ubicado en el segundo piso de una vieja torre de apartamentos que ahora vende o alquila los pisos al mejor postor. El espacio está pintado en su mayoría de un tono oscuro de rojo, interrumpido por algunos sectores o decoraciones negras y blancas; las paredes están decoradas por ilustraciones de todo tipo que van desde trabajos neotradicionales, blackwork y otros de corte más académico, como vistas de edificios con perspectivas exageradas, vistas de planta de diferentes estructuras y paisajes.

    En un rincón de la amplia sala están apiñados el escritorio, un mueble con los materiales, una silla de oficina, una torre de sonido bastante moderna y una mesa de dibujo. En el centro está la silla para los clientes y al costado izquierdo de la puerta principal hay una camilla.

    Está dividido en dos secciones bien diferenciadas, la pared que los separa permite el ingreso por una puerta negra con cerradura digital. La primera área al entrar por la puerta principal corresponde a la zona del estudio, donde se atiende a los clientes, y la segunda oculta al público es el pequeño apartamento de Myska.

    Barrio de Tokio: Chūō


    [​IMG]

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    Edad: 26 años
    Utilidad en Leshy Tattoo Studio: Tatuadora y dueña del estudio.
     
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    Gigi Blanche

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    No —fue mi reacción inmediatísima a cuando me dijo que ya habíamos hablado de nuestros cumpleaños, se lo solté volviendo a medio girar el rostro y escuché el resto, ceño fruncido, porque tozuda se nacía.

    Nos detuvimos, lo seguí con la mirada y las neuronas se me iluminaron en cuanto mencionó lo de la chispa de luz. ¡Ah, en la máquina expendedora! El recuerdo se me atravesó de golpe, creía había sido la primera vez que había mencionado a sus hermanos. También fue cuando llegó a la escuela con la hostia en la cara. Mierda, se me había borrado por completo. Era bastante impropio de mí.

    No way —insistí, no porque no le creyera, sino de indignación conmigo misma—. ¿Me estoy poniendo vieja? ¡Ya tengo demencia!

    Bueno, daba igual, entonces faltaba un huevo para su cumpleaños. A ver si no me lo olvidaba de nuevo, ni idea. Me quedé medio enfrascada en la absoluta estupidez porque me descuidabas un minuto y me reprochaba medio siglo cualquier clase de error, aunque el rollo del casco me distrajo lo suficiente. Una vez lo sentí enganchado, bajé la cabeza y escuché su respuesta, la cual me torció ligeramente la sonrisa. ¿Que si me gustaba más como caballero?

    —¿Asumiendo que me gustas? Bold —lo molesté, hablando un poco al aire, y el resto se lo dije habiéndonos reunido en torno a la moto—. Aunque, aquí entre nos, los caballeros pueden ser... bastante aburridos, ¿no?

    Una vez estuvimos sobre la moto, noté el movimiento de sus brazos y mi primer instinto fue aflojar el agarre que ya había bloqueado alrededor de su torso; al final no fue necesario. Sus manos encontraron mis piernas, me las acomodó un poco mejor y atendí a sus indicaciones, tragándome las ganas de volver a molestarlo. Era bastante cute cuando se ponía en modo niñero, ni modo.

    Alright, sir~

    Estaba dele soltar estupideces en inglés, cosa que realmente no noté y, por ende, no llegué a relacionar con el alcohol. Mantuve la posición que él me había indicado, oí la ignición y luego su voz. Quizá planeé responderle, quizá no, la verdad que el asunto desapareció por completo de mi mente. El muy cabrón aceleró a fondo, me pilló desprevenida y de pura inercia me abracé con fuerza a su cuerpo, conteniendo el gritito que se me quiso escapar. Había dicho que no iba a darme un síncope, ¡tenía una reputación que mantener!

    Era mi primera vez andando en moto, e incluso con su cuerpo de por medio, la forma en la que pegaba el viento era totalmente diferente a andar en patineta. Ágil, helado y casi agresivo, azotaba con insistencia y, a medida que me fui habituando, me resultó más y más emocionante. Las luces de la ciudad se desdibujaban a una velocidad increíble, duraban lo que un parpadeo y pensé, otra vez, que había algo sumamente extraño en la velocidad. En jugarte el pellejo, también.

    Porque era precisamente lo que estábamos haciendo.

    Quise quejarme al notar el primer semáforo en rojo que había ignorado, pero su puta madre iba a escucharme así que lo dejé estar. Cuando se dignó a frenar en uno, vete a saber por qué, aflojé un poco el agarre y le dejé espacio para que girara el rostro. Noté su sonrisa, recordé la risa que había sentido vibrar en su pecho hacía un rato y supe que el cabrón genuinamente lo estaba disfrutando. No tenía que haber una sola duda en su cabeza, ¿cierto? Incluso si se jugaba la vida cada vez que le metía al acelerador. El corazón me iba con un poco de ganas, no iba a negarlo.

    Era una mezcla extraña de miedo y emoción, un auténtico chute de adrenalina.

    Asentí con ganas ante su pregunta, el visor del casco no le permitiría verme con nada de precisión pero la risa que se me soltó fue bastante evidente.

    —Siento que me enchufaron a dos veinte, pero sí, todo bien.

    La energía que me corría por el cuerpo seguía ahí desde la tontería del parque, el grupo de niños y la botella de cerveza, era diferente al piloto automático en el que llevaba tanto tiempo configurada y de a ratos me sentía una cría en un parque de diversiones, con todo y los riesgos de andar a semejante velocidad.

    Arata había dicho que no faltaba casi nada y así fue. Las luces rojas bañaron los alrededores y, cuando finalmente nos detuvimos, fue... un poquito decepcionante. El idiota había ido tan rápido que el viaje se me pasó en un pestañeo. Relajé el cuerpo poco a poco, desenredándome de él, y recordé lo que me había indicado del tubo de escape para bajar del lado correcto. Ya de pie, me quedé a su lado para desengancharme el casco y pasárselo. Tuve algo de cuidado para no alborotarme demasiado el cabello, aunque aún así no lo conseguí del todo.

    That was fun —reconocí, jugueteando ligeramente en el manubrio, y repasé los alrededores con un vistazo rápido antes de volver a él—. ¿La visita tentativa al Cielo fue mi recompensa por habernos pillado la botella de cerveza?


    al final posteé acá directamente para avanzar un poquitito y poner que llegaban, o si no mi post no iba a aportar nada nuevo. Hope u dont mind unu

    Tampoco sé exactamente dónde estacionaron, por eso lo dejé super vago


    pd: perdón sa-chan, tú no lo habrías olvidado, pero tu cñora madre con demencia sí lo hizo
     
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    Zireael

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    Con tanto estrés que tenía esta chica metido en el cuerpo incluso antes del desastre con el par de estúpidos, la verdad es que era una sorpresa que la memoria medio le funcionara y que ahora se hubiese olvidado de esa conversación no era nada demasiado raro. Igual no lo solté para echárselo en cara ni nada, asumí que ella lo sabía, pero eso no quitó que cuando dijera lo de la demencia acabara riéndome.

    Si supiera que la otra estaba allí reprochándose una tontería como esa me habría detenido a soltarle una regañina, pero no era el caso así que lo dejé estar con lo del casco y solo corrió sin más. Mi comentario le torció la sonrisa, me di por servido y repasé sus gestos sin ninguna intención en particular, permitiéndome una sonrisa que fue más para mí mismo que para ella.

    —Al menos en eso concordamos —atajé medio al aire—. Lo de que los caballeros pueden ser aburridos, quiero decir. Lo de que te gusto lo tenemos clarito como el agua desde antes~

    Era pura mierda, solo la estaba molestando como hacía con todo el mundo, pero no iba a negar que aunque siguiera soltando todas las estupideces que me cruzaban el cerebro sin filtrarlas por ninguna parte, llevaban un poco menos de ganas de fastidiar de verdad. Eran puyas relativamente inocentes, de las que soltaba aquí y allá con mis chacales en un día cualquiera.

    Para haber pretendido huir de esta chica me permitía demasiadas cosas a su alrededor.

    Quizás por eso mismo había intentado cerrar las puertas de golpe.

    Atendió a lo que le dije, me respondió en inglés y me tragué la risa porque estaba soltando más cosas en idioma que antes, así que seguro se le había patinado un poco el cerebro con la cerveza. Si me quiso responder no le di tiempo, le metí gas a la moto y todo lo que supe fue que se sujetó con fuerza a mí, como era de esperarse si no quería irse volando en una curva.

    Cuando le hice caso a uno de los semáforos y le solté la pregunta sentí que su agarre se aflojó ligeramente, no tuve que verla para saber que al menos una parte de ella entendía el rollo que me traía con la velocidad, jugarme el pellejo y toda la mierda. Lo supe porque me respondió, no sonaba a que le fuese a dar un venazo ni nada y se permitió una risa que reflejé casi de inmediato.

    —Un chute de adrenalina nos viene a todos de vez en cuándo —comenté al aire un instante antes de que el semáforo se pusiera en verde de nuevo.

    Apenas unos minutos más tarde tomé un desvío, suficiente para colarme en algunas de las callejuelas secundarias que sabía estaban más vacías, aunque igual bajé un poco la velocidad por aquello de que me saliera alguien de la nada. Acabamos por llegar al edificio donde estaba el estudio de Myska, estacioné enfrente a sabiendas de que no me dirían nada y esperé a que Sasha bajara para hacerlo yo luego.

    Recibí el casco cuando me lo regresó, lo acomodé en asiento o algo así, y estiré la mano izquierda hacia ella para acomodarle la parte de atrás del cabello aunque la vi jugueteando con el manubrio y tal. Su comentario me hizo sonreír, pero fue el resto lo que me arrancó la risa y regresé la mano a mi espacio dando un par de pasos lejos de ella.

    —Podríamos verlo de esa manera, sí —respondí con la diversión impresa en la voz—. Lo importante es que no te moriste, ¿no crees? Imagina haberme tenido que desviar al hospital, no no.

    Crucé los brazos sobre el pecho, le dediqué una sonrisa bien grande y me acordé de repente que ni siquiera le había dicho a Tessa que iba aparecerme a estas horas, así que di un respingo en mi lugar, me saqué el móvil del bolsillo y me dispuse a marcarle. La intención se me cortó a medio camino, una voz se alzó desde el fondo de la callejuela y me hizo desviar el rostro.

    —Ya decía yo que una puta moto sonando aquí a estas horas era una señal del fin del mundo. —Fue lo primero que soltó, fue brusca al decirlo pero su voz no acabó de corresponder con eso, sonó algo sedosa a pesar de todo—. Arata Shimizu aka el jinete del desastre haciendo su aparición estelar.

    Tessa venía con una bolsa de la tienda y no tenía pinta ni por asomo de pretender, no sé, irse a dormir pronto como la gente decente. El cabello lacio le enmarcaba el rostro y los ojos grandes, pero era un chiste en sí mismo que la tatuadora no tuviese ni una sola raya o perforación visible.

    Me estudió con la vista unos segundos y hasta que estuvo más cerca fue que hizo dos más dos al reparar bien en la presencia de Sasha; la miró directamente y le dedicó una sonrisa, con todo y el malgenio que tenía no era amargada por deporte.

    —¿Vas a decirme que trajiste a esta pobre niña tan bonita hasta aquí en esa cosa? —Señaló la moto, cruzándose de brazos, y negó suavemente con la cabeza—. Una barbaridad. Todavía el día que trajiste a Drácula se te dejaba pasar, pero esto no tanto.

    Suspiró con cierto dramatismo, balanceó la bolsa y yo levanté las manos en señal de rendición, aunque igual se me aflojó la risa.

    —Sabrán disculparme por no tener una limusina, ¡es lo que merece la señorita!

    La chica agitó la mano libre frente a ella, quitándome importancia, y se acercó un par de pasos más a nosotros. Puso toda la atención en la pelirroja, que le sacaba un par de centímetros apenas, y pretendió hablarle en secreto aunque seguro la escucharon hasta la otra cuadra.

    —Si te molesta mucho me lo dices, ¿de acuerdo? Y le reviento una lata de estas en la cabeza. —Sonaba a broma aunque quizás no lo era—. En fin, pueden pasar, es en el segundo piso. ¿Cómo te llamas? Me gusta mucho tu color de pelo.


    no problem, pa eso abrí la salita uwu

    a mí sabrás disculparme el tocho once again, me vine a vivir a tocholandia wth wa tratar de comportarme
     
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    Gigi Blanche

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    Era bastante probable que el imbécil este no fuera a cansarse nunca de molestarme con... bueno, los eventos de la mascarada. Tampoco podía culparlo, suponía, si en general se movía como un bufón y ese era material de calidad. De invertir la situación quizá también aprovecharía el bug de vez en cuando para meterme con él, porque era divertido y punto. Lo había entendido siempre, la diferencia radicaba en cómo me afectaba. En su momento le había tirado agua encima por traer el tema a colación, ahora... ahora rodé los ojos y solté una risa nasal, sin perder la sonrisa.

    Había pasado mucho, ya ni me apetecía molestarme por semejante tontería.

    Arata fue colándose por callejuelas secundarias hasta que se detuvo frente a un edificio de apartamentos que, a decir verdad, no lucía precisamente residencial. Quizá lo hubieran reciclado y ahora contuviera apiñatadas un montón de mierdas diferentes; en definitiva, no me daba ninguna pista de qué hacíamos aquí. Le di el casco, se bajó de la moto y accedí naturalmente a que me acomodara un poco el cabello. Eran gestos que aún me sorprendían un poco viniendo de él pero que al final del día me agradaban, así que lo dejé correr.

    —O a la morgue —agregué, lo hice en un tono tan casual que me dio gracia—. Ya sabes, mejora la anécdota.

    La sonrisa que me dedicó fue realmente amplia, parpadeé con ligereza y aguardé, en lo que daba el respingo, se alejaba y sacaba el móvil. Fue apenas un instante, un chispazo de lucidez, donde se sucedieron frente a mí todas las mierdas que me habían ocurrido la última semana y advertí cómo ahora parecían... bueno, no parecían tan importantes.

    La voz femenina que se alzó a nuestras espaldas me distrajo y medio giré el torso en dicha dirección. Conocía a Arata, así que supuse que ella era parte de la sorpresa. Mantuve una sonrisa cordial en mi rostro todo el rato, pues porque con pandilleros o no seguía siendo una señorita, y además estaba prácticamente entrenada para ser amable con cualquiera. En cuanto recibí su atención, le correspondí el gesto y su comentario/acusación me ensanchó la sonrisa, divertida. Vete a saber quién era "Drácula". Me había metido en el terreno y los círculos de Arata, y así como apenas me había dado una clase introductoria sobre el famoso Triángulo del dragón, pues... era todo un mundo nuevo.

    Saber que hablaba de Sonnen, sin embargo, habría sido cuanto menos curioso.

    Arata se defendió como pudo, elevando bastante mis pretensiones. La tontería me arrancó una risa.

    —La señorita está aquí presente —repliqué, divertida—, y dice que la moto está perfecta. De una limusina no me quejaría, igual.

    La chica se me acercó, entonces, pude detallar mejor sus facciones, la cortina de cabello negro, y cuando mencionó lo de las latas bajé la mirada a su bolsa por inercia. Regresando a sus ojos, renové la sonrisa y asentí, muy obediente.

    —Por supuesto. Aunque, al menos para defenderlo un poco —agregué, echándole un vistazo de reojo a Arata—, se ha estado portando bastante bien esta noche. Todo un caballero~

    ¿Seguía pretendiendo defenderlo o me había subido al carro de molestarlo por la cara? Vaya, quién sabe.

    —Sasha, ¿tú? —respondí, empezando a caminar junto a la muchacha. Algo me chispeó en el semblante cuando halagó mi cabello, no lo calculé y la sonrisa me cerró los ojos—. Thanks! El tuyo también es muy lindo, tiene un montón de brillo. Me cuesta bastante conseguir alisármelo, los rizos están muy marcados y por mucho que lo planche, puff. —Hice con las manos como si se explotara un globo, o algo parecido—. En dos horas ya regresan.

    Dejando de lado la charla de chicas, le eché un vistazo al edificio en el cual estábamos adentrándonos y le hablé a Arata.

    —¿Y bien? ¿Vas a mantener el misterio hasta la mismísima puerta, cielo?


    como te dije, ya quedó editaditto el primer post con la cintita de Tessa, por si en algún momento quieres narrar con ella <3
     
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    La verdad era que me esperaba cualquier cosa cuando traía el tema de la mascarada sobre la mesa, era un poco como jugar a la ruleta rusa aunque también entendía que habían pasado demasiadas cosas desde ese día a este como para que fuese una molestia real. El Infierno se había desatado, luego se había aplacado de forma moderada y allí estábamos, puede que esperando otro estallido en nuestra burbuja donde nada parecía tocarnos, cuando en realidad todo lo hacía.

    Si lo pensaba a profundidad, el estado actual no era diferente a cómo vivía siempre.

    Así como la pasaba picando con estupideces también le acomodaba el pelo o me acostaba en su regazo, me movía de un extremo al otro sin dificultad. Era esa clase de confianzudo, no me detenía lo suficiente a pensar nada cuando alguien parecía verdaderamente molesto, imagínate si no detectaba esa molestia en ningún sitio. Era bueno y malo a partes iguales suponía, pero eso le correspondía decidirlo a ella.

    Su comentario de la morgue pretendía ser una broma, como los míos sobre que la gente se partiera la cabeza por andar en mi moto sin casco, pero algo palpitó de forma incorrecta y la idea, aunque delirante, me picó en el cuerpo como un montón de hormigas rojas. Ya lo había dicho Hikari, los Ootori y quién sabe cuánta gente más, pero la muerte era uno de los miedos reales que tenía. Ni siquiera era por un rollo de qué pasaría después, que si el Más Allá o no sé qué, era porque si la palmaba mis responsabilidades se veían interrumpidas. El resto, bueno, venía del incidente Yako.

    Ni siquiera cambié los gestos a pesar de todo, seguí subido en mi perpetua estupidez y en esas me fui en lo de intentar llamar a Tess antes de que ella fuese la que me interrumpiera. Noté que Sasha ya estaba en el chip de "ser amable con todos" y la dejé estar, conocía a Tessa hace demasiado tiempo como para preocuparme que fuese a decir algo que incomodara a alguien que viniese conmigo.

    La respuesta de Sasha le arrancó una risa a Tessa que estuvo a nada de ser una carcajada, quizás se lo viese venir o quizás no, pero sin duda le había venido en genuina gracia. Yo me quedé al margen en lo que ambas intercambiaban algunas palabras, me había dejado el móvil en la mano así que revisé algunos mensajes que tenía, uno de esos era de Sei que me decía que Izumi ya estaba mucho mejor.

    —¿De verdad? —Escuché que dijo Tess al comentario de la pelirroja en mi defensa—. Pero míralo nada más, con esa cara de perro~

    Al final me di cuenta que habían comenzado a caminar, así que las seguí en lo que le respondía a mi hermano y su conversación me siguió llegado de fondo.

    —¿Sasha? Siempre me gustó ese nombre —dijo la mayor medio al aire—. Ah, yo soy Tessa, puedes decirme Tess sin problema.

    La explicación de la pelirroja de lo del cabello la hizo reír, puede que también el halago y le echó un vistazo a la melena ajena, asintiendo con la cabeza como diciéndole que seguro era una misión pretender alisar los rizos.

    —Y a mí un rizo no me dura dos minutos. Pierdes unas por otras —respondió con calma.

    Sasha soltó la pregunta hacia mí, así que regresé el móvil al bolsillo y me detuve a mirar a las dos chicas, porque Tessa se había quedado a la expectativa. Se le notaba entretenida con todo el rollo, pero intercambió miradas conmigo y coló el cuerpo dentro del edificio, por la puerta de entrada, y le soltó un golpe a un interruptor que había dentro. Unas lucecillas trémulas iluminaron la fachada del lugar, hasta ahora a oscuras, y yo me permití una sonrisa de suficiencia.

    Entre la oscuridad que ya había bañado la callejuela en su mayoría más allá de los postes fuera, en la calle principal, y la falta de luz en la fachada la cosa se había perdido bastante, pero bastó ese poco de iluminación para que se notara. Ni idea de quién le había dado el permiso sobre la propiedad, pero durante años Tessa se las había arreglado para cubrir una buena parte de la fachada al nivel de la calle con sus dibujos, la cosa era casi un mural ya. Casi todos eran del estilo de mis tatuajes, uno que Tess arrastraba desde que apenas entraba a los veinte.

    —Tienes ante ti a la culpable de cada gota de tinta que me he metido en la piel —dije presentando a Tess como si fuese, no sé, la ganadora del Nobel.

    —Más bien la que te ha sacado cada moneda sobrante del bolsillo —corrigió la otra y le dio un toquecito a Sasha en el brazo para que siguiera avanzado—. ¿Te trae de tour entonces, Sasha?

    Con eso retomamos la marcha sin especial prisa, las escaleras eran estrechas pero acabarían por llevarnos a la puerta principal del estudio de la mayor en el pasillo de arriba. En defensa de Sasha, la entrada tampoco era demasiado fuera de lo común, si ignorábamos los dibujos de afuera nadie esperaría que detrás de una puerta corriente estuviese el espacio de Tess, después de todo los tatuajes seguían sin ser demasiado aceptados en este pedazo del mundo.


    thanks a lot uwu
     
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    Haber soltado una broma del estilo quizá fuera impropio de mí, no estaba segura. Había un punto en el cual ya no soportaba ni mis propias paredes, pero era quizá demasiado específico; todo lo existente alrededor, fuera en la dirección que fuera, prefería mantenerse alejado de esa pequeña pizca oscura. Decía una estupidez así como si no conociera la muerte, como si la jodida mierda no se hubiera colado en mi casa y nos hubiera respirado en la nuca hasta que, finalmente, se llevó a uno de nosotros. Lo decía aunque luego me costara un mundo entrar a un hospital sin que el estómago se me diera vuelta.

    Era cortesía de la torre, claro.

    No encontraba coherencia en muchas de las cosas que hacía, pero tampoco lo conseguía viendo al mundo. La injusticia en sí misma era la más grande de las incoherencias, y partiendo de esa base ¿qué quedaba? Apostar pequeños trozos de cordura a cambio de sobrevivir, quizá. Tampoco lo pensaba demasiado, no me había configurado para revolverme en torno a dilemas innecesarios. Prefería ser útil, diagramar y ejecutar; y si no, meterme en clubes cagadísimos y subirme a la motocicleta de un loco de la guerra.

    En definitiva, no sobrepensaba nunca nada.

    La morena que se había unido a nosotros se rió con mi comentario, lo cual me permitió relajarme un poco más. Su sorpresa ante mi defensa de Arata, fuera genuina o no, igual me causó gracia. Buscó aseverarlo y yo asentí un par de veces, muy convencida. Claramente estábamos molestándolo en un cincuenta por ciento y medio halagándolo el tiempo restante, lo cual lo volvía más divertido.

    —Lo sé, a mí también me sigue sorprendiendo —acordé—. Pero bueno, supongo que hasta los más amargados tienen soft spots.

    Tessa me dio su nombre y mi sonrisa volvió a ensancharse, ya que había halagado el mío. Ni modo, a veces era una chica sencilla, con dos palabras bonitas ya me dejabas contenta. Ella cargaba la straight curse y yo, la curly curse. Qué gran tragedia.

    —No poder tener lo mejor de dos mundos —me lamenté en broma, desinflándome los pulmones—. O al menos intercambiar maldiciones de vez en cuando, como mínimo para ver qué se siente, ¿no? ¿Eres de esas que se duchan, se van a dormir y amanecen con el cabello perfecto? ¡Yo ni puedo soñar con eso!

    Cuando le solté la pregunta a Arata noté que ambos intercambiaron una mirada antes de que Tess se metiera al edificio. Aquello era una confirmación parcial más que clara, el rompecabezas acabó de armarse casi por completo al detenerme en la decoración de la fachada. Recordé de golpe la conversación que habíamos tenido en la piscina, la tontería de los tatuajes, y al mirar al chico me tragué su sonrisa. Tenía que estar en su salsa, el muy jodido.

    Y Tess era la flamante tatuadora, por supuesto.

    No me había costado nada mantener la fuck it attitude hasta ahora, pero con la inminente idea de hacerme un tatuaje me cayeron algo de nervios encima. Me había negado la vida entera, después de todo. Repentinamente esto se sentía como un rito de iniciación.

    Quizá lo fuera.

    —Yo le di la opción de que fuera sorpresa —le respondí a Tess en lo que subíamos, lamentándome con una risa breve—. ¿En qué estaba pensando?

    Lo menos divertido del asunto era que me quedaban... cinco minutos para tomar una decisión. Pillé aire y lo solté un poco de golpe, denotando la puerta que debía ser nuestro destino final. Ni siquiera había razones de peso para mi eterna negación a hacerme tatuajes, si me gustaban cuando los veía en los demás y creía ridículo que por ello acabaran discriminando. El problema era que, como a todo, no le había dado muchas vueltas.

    Y ahora me lo estampaban en la cara.

    Sea como fuera, llegamos frente a la puerta y simplemente me corrí un par de centímetros para que Tess pudiera abrir. Sería poco, pero cinco minutos seguían siendo cinco minutos. Siempre había sido buena economizando el tiempo, ¿no? En lo que la chica hacía lo suyo, aproveché la ventana para acercarme a Arata e inclinarme ligeramente en su dirección. No estaba molesta, no realmente, era más lo desprevenido del asunto.


    —Me vas a deber una buena después de esto, Shimizu —le solté entre dientes, buscando luego sus ojos; una sonrisa ligera me torció los labios—. Mejor ponte creativo.
     
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    Uno bromeaba con un montón de mierdas que quizás no debería, una parte de ello venía justamente de que al hacer el peso que significaban en realidad disminuía de forma ilusoria. Desde la muerte, la cárcel, la noción de encierro y el usar a las personas en tanto nos fuesen útiles, no importaba a dónde se mirara o por qué, siempre había un tema que se tocaba cuando en otras circunstancias había estado a nada de destruirnos la vida. Así como el trono de humo, esa clase de cosas ayudaban a que uno no perdiera la cordura.

    Al final del día todo se basaba en eso. En crear un soporte que aguantara las sacudidas de un mundo que parecía no desearnos en él.

    Igualmente puede que una parte de que Sasha y yo lográramos acoplarnos el uno al otro a pesar de un montón de diferencias esenciales venía de eso, de la capacidad que teníamos para meter el destrozo en una caja y seguir avanzando. También del hecho de que no nos deteníamos a sobrepensar nada porque, para variar, no teníamos tiempo.

    Debíamos ser útiles, nada más.

    Diagramar.

    Ejecutar.

    Producir resultados exitosos sin importar el costo.

    Tess estaba subida al barco de Sasha con lo de molestarme, se veía, continuó soltando la risa cuando dijo lo de que hasta los más amargados tenían soft spots y asintió con la cabeza con ganas. Como si la pelirroja le hubiese dicho una verdad absoluta o quién sabe qué cojones, tampoco me lo cuestioné. Vivía metido entre un montón de imbéciles con cara de perro, desde Hikari pasando por Ratel hasta llegar a Sonnen y todos los que hubiesen en medio.

    Todos teníamos un punto ciego, uno donde quedábamos desprotegidos o nos volvíamos la versión que habíamos sido hace tanto tiempo que casi habíamos olvidado. A veces era el miedo el que nos reseteaba los sistemas, luego de la charla de mierda de la piscina Sasha podía terminar de corroborar esa información y yo, bueno, debía insistir en que si esta chica algún día quisiera regresarme un disparo tenía todas las cartas para dejarme inútil.

    Como tal la mayor no contestó más que con el asentimiento, así que la conversación siguió corriendo en sus cosas de mujeres y yo medio desconecté. No me molestaba, la verdad, seguro podían maquinar mi muerte que me daba lo mismo, me sentía cómodo con ambas y ya.

    —Ojalá —atajó a lo de intercambiar maldiciones y luego se desinfló los pulmones con cierto dramatismo—. Esa misma. Te seré honesta, a veces no me peino. Imagino que tú amaneces en modo león, ¿no?

    Luego nos montamos el numerito de las luces, me imaginé que Sasha no anticipaba que me montara la tontería de los tatuajes el mismo día que lo de la moto y me tragué la gracia en lo que le respondía la pregunta a Tessa. En mi defensa, le había dicho que era un hombre de palabra y me estaba encargando de demostrarlo.

    —Mala idea, linda —añadió algo entretenida con el asunto—. Nota mental número uno: No dejar que Arata planee las sorpresas. Siempre incluyen experiencias cercanas a la muerte o de dudosa moralidad en general.

    La cerradura de la puerta principal era de las corrientes, llave y punto, pero la chica se puso a buscar en los bolsillos del jeans y en lo que abría Sasha aprovechó el tiempo como bien sabía hacer. Se acercó ligeramente, giré el rostro para mirarla y su advertencia me hizo soltar una risa por la nariz.

    —Puedes pedirme lo que quieras después de que cruces la puerta, cariño —murmuré suavizando el tono a posta y estiré la mano para tomar la suya con tal de arrastrarla adentro cuando Tessa abrió—. Mucho teatro y lo que quieras, pero puedes verlo como que te traje a casa de una amiga y ya, ¿no~?

    Tess había entrado de primera, así que siguió caminando hasta el escritorio que tenía en el rincón para dejar allí la bolsa. Se acercó a la puerta de adentro, la de cerradura digital, ingresó la clave y abrió para entrar. Luego de unos segundos volvió arrastrando un puff, luego el otro, y los dejó cerca de una de las paredes luego de cerrar la puerta.

    —Por si quieren sentarse más cómodos —dijo medio al aire, haciéndose la tonta de todo el rollo que me traía con Sasha—. No me quedó nada de la cena, pero les puedo ofrecer papitas o algo así, supongo.
     
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  8.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Era gracioso que no tuviéramos ni cinco minutos de habernos conocido y ya anduviéramos conversando tan casuales con esta chica; era una tontería, pero me alegraba. Nunca había sentido demasiada resistencia al acercarme a los demás, sabía que contaba con cierta facilidad para que las personas se relajaran a mi alrededor, pero al mismo tiempo me costaba cuajar con otras chicas. Al menos de los intentos que recordaba, bueno, exceptuando a Saki casi siempre acababan en desastre. El ejemplo más claro era Alisha.

    Girl, you're so lucky —se me escapó en inglés junto a una risa fresca, meneando la cabeza, resignada—. Modo león es el más amable, los jodidos parece que cobran vida de noche como Medusa o algo. Se enredan e inflan en las formas más alucinantes posibles. Una vez se me había acabado la crema de peinar y me había dormido con el cabello húmedo. Te digo, no fue bonito.

    Luego de lamentarme por haber habilitado la sorpresa de Arata, la respuesta de Tess se oyó muy divertida y yo también me reí, ya que había dado en el clavo. ¿Experiencias cercanas a la muerte o de dudosa moralidad?

    —Y si anda inspirado, mete las dos en el mismo saco —secundé, acercándome ligeramente a la chica.

    Arata suavizó el tono a posta cuando le caí con la pseudo amenaza, sabía que de intimidante no tenía nada y tampoco lo había pretendido. A decir verdad, el abanico de posibilidades sí se oía interesante. Su complacencia me hizo parpadear sin prisa y ladear ligeramente la cabeza, suavizando la sonrisa; era muy probable que mis intenciones sólo hubieran sido esas, contar de repente con un cupón all inclusive. ¿Iba a usarlo? Quizá no, era el simple placer de tenerlo.

    De que me lo dieran, más bien.

    Cuando buscó mi mano, me dejé arrastrar y aboqué mi atención a la habitación. Era un estudio de tatuajes en toda su gloria, bastante bien puesto y con las paredes rebosantes de ilustraciones. Me distraje detallándolas poco a poco, en lo que Tess desaparecía detrás de otra puerta. Estaba bastante entretenida allí como para prestar atención a que pudieran escucharme o no.

    —"Cielo, ¿qué hiciste anoche?" —murmuré, emulando a papá, mientras caminaba lentamente siguiendo los dibujos—. Oh, you know, nothing much. Me invitaron a un casino de la yakuza, robé una botella de cerveza, maté el rato con un tío que lleva cuchillos encima, me subí a una motocicleta. Ah, and I got a tattoo. Easy night.

    Un rato después, Tess regresó con unos puff y di por concluido mi auto tour. Tomé aire, lo solté y me colgué de lo que la chica acababa de decir para... eludir lo inevitable, quizá.

    —Papitas suenan bien —concedí, acercándome a ella con una sonrisa de las inocentes de siempre—. ¿Te ayudo a prepararlo?
     
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  9.  
    Zireael

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    Que Arata llegara sin avisar no era ninguna sorpresa, estaba acostumbrada ya, lo hacía desde que tenía más o menos quince años. Le había tomado un año entero tomar esa confianza, eso sí, porque había llegado a mí con catorce añitos y cara de limón escupido por el diablo, cuando yo apenas estaba comenzando a tatuar en un agujero de Taitō.

    Tenía veintiún años entonces y ya me había dado cuenta que no me adaptaría a las universidades japonesas, pasando de empollona de las Ciencias Exactas a artista underground sin escalas en ninguna parte. Me conformaría con las escuelas de artes.

    Desde entonces venía solo o con alguno de los otros dos que se solían tatuar conmigo, Sugino y Takizawa. Había sido hasta este año que había llegado acompañado del muchacho de apellido alemán y solo eso hizo que verlo aparecer con esta chica no fuese raro. Sabía que Arata era picaflor, en términos medio family friendly, aunque nunca había traído aquí a una chica, se le había empezado a notar hace unos tres años.

    Lo había visto crecer, al muy imbécil.


    Había cosas que así como sus famosos chacales solo yo podía notar.

    La niña era preciosa, por amor a Dios, y en todo el rato con solo verla, la conversación sobre el cabello y esas tonterías, no pude evitar preguntarme en qué mundo una chica de estas acababa metida con un rechazado como Arata. No terminaba de tener sentido, pero tampoco me correspondía preguntarlo así que solo seguí fluyendo.

    Su comparación con Medusa me hizo reír, la imagen mental fue una joya y asentí con la cabeza al resto de lo que dijo. La verdad es que con esas complicaciones prefería mi cabello que no sujetaba ni una liga por más de quince minutos.

    —Pobrecilla —dije en medio de la risa—. Te doy el pésame tardío por esa tragedia.

    Mi añadido a lo de la sorpresa de Arata la hizo reír y a mí se me estiró un poco la sonrisa con su respuesta. Razón no le faltaba, lo sabíamos los tres.

    —Lo más fuerte es que casi siempre anda inspirado. Ni los mejores pintores hablan tanto con las musas, te lo digo en serio —dije aprovechando que el otro estaba momentáneamente desconectado.

    Mientras abría la puerta me comí el numerito de forma indirecta, oí más la respuesta de Arata que la pseudo-amenaza de ella, pero las piezas fueron encajando. Lo noté arrrastrarla dentro de la mano también, pero hice la vista gorda y seguí en lo mío sacando los puffs, aunque escuché lo que ella dijo sobre la noche.

    Un casino de la yakuza.


    No había podido salir limpia.

    ¿Qué debía tener ? ¿Diecisiete, dieciocho años?

    No los estaba viendo, pero escuché a Shimizu aflojar la risa. Fue burlona a su manera, pero también me pareció más relajada y algo en eso me hizo aflojar el cuerpo, incluso si no estaba tensa. Llevaba tiempo sin oírlo riéndose de forma diferente, era siempre altanero, siempre se reía como si buscara hacer daño con el gesto.

    —¡Todo se hizo por el bien de la anécdota! —soltó bien orgulloso—. Será una historia de puta madre, no me lo puedes negar.

    Cuando dejé los puffs en su lugar les dije lo de las papitas y la chica, que parecía estar evitando el que creía era su destino, se ofreció a ayudarme. Intercambié miradas con Arata un segundo, el otro me dedicó una sonrisa increíblemente sosegada y se quitó la chaqueta sin prestarnos especial atención, terminó arrojándola sobre la camilla del estudio y se puso a mirar las paredes como si no se las supiera de memoria.

    —Claro, Sash. Nada más discúlpame el desorden —concedí regresando sobre mis pasos para abrir la puerta que se había cerrado tras de mí. Al entrar lo que nos recibió fue el diminuto salón que estaba conectado a la cocina y me puse a dejar los platos y las ollas de la cena en el fregadero—. Suele venir solo, no tiendo a preocuparme mucho por ordenar más allá de la segunda puerta.

    Saqué un par de bowls del mueble de la cocina, escarbé por algunos paquetes de patitas y me encontré también una bolsa de mini-marshmallows. Ni idea de por qué la tenía, pero qué más daba.

    —¿Quieres refresco o una cerveza está bien? —pregunté con aire distraído vertiendo una de las bolsas de papitas en un bowl y luego me puse un poco chismosa—. ¿Conoces a Arata de la escuela? La escuela nueva, quiero decir.
     
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  10.  
    Gigi Blanche

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    Comparar a Arata con un artista era... era de lo último que se me ocurriría hacer, la verdad, pero viniendo de ella me hizo gracia y tenía sentido, suponía. Eran las lentes con las que cada quien veía el mundo, ¿no? Y la lente de esta chica probablemente fuera muy diferente a la mía, a juzgar por sus paredes. Allí donde yo colgaba cientos de espejos, ella se manchaba los dedos de carbonilla y fragmentaba el mundo, dejando porciones de sí misma en cada hoja.

    Jamás lo entendería.

    Luego de mi mini monólogo innecesario, escuché la risa que soltó Arata y lo miré, divertida. Se lo notaba bastante orgulloso por la hazaña aunque también parecía tener la necesidad de justificarla, cosa que me hizo imitar su gesto.

    —Eso si alguien alguna vez la escucha, claro —repliqué. Era el mismo concepto de la broma sobre la morgue, la velocidad y la muerte.

    Podíamos joder al respecto, pero en el fondo me molestaba un huevo y medio ocultarle cosas a papá. Lo hacía, y al mismo tiempo no me pesaba lo suficiente para detenerme. Era una contradicción algo extraña, suponía. Lo dejé correr, en definitiva, y me acerqué a Tess. Aceptó mi ofrecimiento, cosa que ensanchó mi sonrisa y le eché un vistazo a Arata antes de desaparecer tras ella. Si la memoria no me fallaba era la primera vez que llegaba a ver los tatuajes de sus brazos, al menos hasta los hombros, así que me distraje ahí un segundo extra.

    —No te preocupes, vivo con tres niños así que estoy habituada al desorden —le respondí a Tess, en tono liviano. A lo sumo tenía los trastos sin fregar, no era ninguna locura pero entendía el reparo—. Permiso~

    Ingresé con cierta modestia por lo mismo de antes, porque era una señorita. Me limité a seguir a Tess hasta la cocina y aguardar por que sacara los bowls; ya con las bolsas de papitas también, empecé a abrirlas con cuidado para llenarlos. Había dicho que Arata solía venir solo pero no vi necesidad de responder, así que atendí directamente a su pregunta con una sonrisa.

    —Oh, más cerveza, ¿por qué no? ¿Qué puede salir mal? —bromeé junto a una risa bastante relajada y seguí mi tarea, esta vez con los malvaviscos—. ¿Hmm? Ah, sí. Lo conocí en una fiesta, en verdad, una bien pija que hizo en Chiyoda una tía de la escuela. Fue en una mansión victoriana, no exagero, y el tema era mascarada.

    Esa noche me traía recuerdos de todos los colores, pero me limité a la anécdota. Pensar en el beer pong trajo a mi mente esa escena y se me aflojó otra risa.

    —¿Puedes creer que el muy imbécil se puso a lanzarle cuchillos a los vasitos del beer pong? —lo mandé al muere, bastante divertida—. Creo que porque había perdido, ya no me acuerdo, estábamos ahí todos muy tranquilos y de repente ¡zas! Cuchillazo.

    Con los bowls listos, apiñé las bolsas vacías en mis manos y me giré hacia Tess.

    —Ah, ¿el tacho de basura?


    me toretticé por el chismecito de chicas
     
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  11.  
    Zireael

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    Puede que lo único de artista que tuviese Arata en el cuerpo fuese lo errático de su comportamiento, por cliché que pudiese ser, contenerlo y dominarlo era un jodido sueño de fiebre. Hacía lo que quería, cuándo y cómo se le antojara, sin mencionar que en el centro del pecho se le revolvía una inconformidad, una ira muy semejante a la que movía a varios de los artistas más caóticos y de los que más incomodaban a la sociedad. Los que señalaban aquello que estaba mal siempre caían como una patada en el culo, incluso si eran parte del mal que condenaban.

    Por eso, a pesar de las paredes que tenía a mi alrededor, me había quedado en una zona de comfort.

    Alimentaba a las bestias de Tokyo sin ser una de ellas.

    La respuesta de Arata a lo de que la anécdota sería una maravilla solo si alguien la escuchaba lo hizo tomar aire ligeramente ofendido, fue un legítimo gasp que me hizo sonreír para mí misma allí donde estaba. No era de mi incumbencia, sin duda, pero insistía en que verlo relajado era bueno en sí mismo y los motivos importaban entre poco y nada, incluso si quizás tenían todo que ver con existencia repentina de esta chica.

    No respondió nada más, ambos lo dejaron correr y pronto Sasha estuvo conmigo, noté que le echaba un vistazo al chico antes de seguirme. Por la manera en que se distrajo, imaginé que fue por tener la vista completa de los tatuajes, quería decir, de las mangas completas. Había sido un trabajo de meses y meses, con descansos intermitentes, cada dibujo parecía desconectado al irlo haciendo, pero luego todo se volvió una amalgama.

    El comentario de la muchacha a lo del desorden me hizo sonreír más para mí misma que para ella, no podía imaginar el caos que era convivir con tres niños, así que realmente algo de preocupación sí me quitó. Entró detrás de mí, esperó a que sacara las cosas y una vez listo se puso a vaciar todo en los bowls, ya de pasó aceptó la cerveza y reí por lo bajo.

    —Eso mismo digo yo. Va, las latas venían frías así que ahora que volvamos puedes tomar una. —Pesqué un par de papitas de la bolsa que había vaciado y me las llevé a la boca en lo que oía su respuesta—. ¿Una fiesta pija en Chiyoda en una casa victoriana? No me jodas, con esas pintas de bebé de la yakuza.

    Creí que la cosa iba a quedarse en eso, pero siguió hablando y lo que contó me soltó una risa que estuvo a nada de convertirse en una carcajada. El hijo de puta siempre cargaba por lo menos un cuchillo encima, lo sabía muy bien, pero que se hubiese puesto a lanzarlos ya era otro tema. Se veía que había querido presentarse por todo lo alto, el muy estúpido.

    —Te creo eso y más —añadí todavía con la risa colada en la voz—. Y te respeto por andar con el mismo idiota que arroja cuchillitos en la fiesta, también.

    Cuando me preguntó por el tacho de la basura abrí una de las puertillas del mueble de la cocina, justo bajo el fregadero, y le indiqué que estaba allí. En los intermedios tomé uno de los bowls, le dejé el otro a ella y di un par de pasos en dirección al estudio de nuevo.

    —Aunque sin dudas la anécdota está de puta madre, ¿no? —La molesté un poco, tragándome la risa al repetir lo que había dicho el otro idiota—. Todo empieza por un juego de beer pong normal y corriente, pero de repente ¡zas!


    yo estaba chismorreando bien a gusto y mE RE DORMÍ HELP
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Tess se había acercado para pillar las papitas del fondo de la bolsa, esas que no habían entrado en el bowl. Su reacción a la fiesta tenía todo el sentido del mundo, ni hablar de la vistosa incorporación del cara de perro viejo ahí.

    —Por eso el énfasis en mascarada —anoté, alzando el índice brevemente, divertida—. Con las máscaras todo se desdibujaba bastante, la verdad.

    Al menos hasta que peló los cuchillos, pero eso era arena de otro costal. El agregado a la anécdota le arrancó una buena risa, dijo que me creía y el resto me hizo encogerme de hombros. Una pizca de vergüenza se me revolvió en la mente pero supuse que estando allí, metida en los huecos oscuros de Tokyo, nadie iba realmente a juzgarme.

    —Sí, bueno, mientras él arrojaba cuchillos yo le andaba robando cosas a los demás sólo por diversión. Luego se las dejaba por ahí para que las encontraran, pero supongo que sigue siendo un hobby cuestionable. Y me quedé un chicle. —Decirlo se sintió... bastante bien, de hecho, busqué sus ojos y la sonrisa se me amplió. Alcé las manos como un criminal descubierto—. Ah, pero no te preocupes, hoy me comportaré.

    Con el tacho de basura a la vista, dejé caer adentro el cúmulo de bolsas plásticas y luego pillé el bowl restante, ya dirigiéndonos de regreso al estudio. Lo que soltó fue idéntico a lo que Arata había dicho, asumí la intención y me reí.

    —Va a resultar que el niño sí ofrece buenas anécdotas, ¿eh? —concedí, cuidando el volumen, y cuando alcanzamos el estudio y ya Arata podría oírnos, agregué—: Pero no se lo digamos, que después se agranda.

    Esperé a ver dónde dejaba Tess su bowl para imitarla, ya de paso pillé una papita y, ahora que me sentía más cómoda, me quité la chaqueta blanca. La dejé encima de la de Arata y señalé la bolsa de la tienda que había quedado encima del escritorio, mirando a la chica.

    —Las cervezas están ahí, ¿no?
     
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  13.  
    Zireael

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    Su recordatorio de que por eso aclaraba que era una mascarada me vino en gracia, solo contuve la risa porque estaba masticando y asentí con la cabeza, cediéndole razón. Digamos que tenía sentido a medias, porque los tatuajes, incluso si solo se le veían en el dorso de las manos, lo cantaban como si alguien hubiese arrojado una bengala en pleno mar. Si alguna vez Arata había tenido el poder de camuflarse en el mundo de la gente normal, lo había perdido hace tanto tiempo que parecía no haberlo tenido nunca.

    Era la piedra que uno arrojaba en el estanque solo por el placer de ver el reflejo romperse con las olas del agua.

    La pelirroja siguió hablando y me soltó el resto de la sopa, haciéndome alzar las cejas, aunque pronto aflojé los gestos y con ello volví a reírme. La repasé con la vista un segundo, ni siquiera lo hice con la intención de juzgarla con lo que había oído ya, pero pues para terminar de creerme el pedazo de dúo del desastre que se había venido a juntar aquí.

    —¿De verdad? —La diversión se me notó desde la otra cuadra y asentí satisfecha cuando dijo lo del chicle—. Muy bien, me habría decepcionado esta historia si no te dejabas algo, ¿dónde habría quedado la emoción? Y sí, por favor no me robes los chicles, linda, no quiero tener que volver a la tienda en una misma noche.

    Con las cosas de picar listas y las intenciones de volver al estudio, la chica me respondió a la tontería haciéndome soltar una risa por la nariz. Me encogí de hombros, como quitándole importancia a algo tan insignificante como cederle razón a Arata; seguimos caminando, salidos de la parte del apartamento y mientras cerraba la puerta la otra agregó algo, sabiendo que él iba a escucharla.

    —¿No decirme qué? —soltó sin voltear a mirarlas con la atención puesta en uno de los dibujos recientes que había colocado en la pared—. Se me va a subir a la cabeza incluso si no sé de qué hablan, porque me lo voy a inventar.

    —Pues invéntate la película que quieras, Shimizu —contesté—. ¿Por qué tendría que decirte nada de lo que estuve hablando con Sash? ¡Es secreto de chicas! ¿Verdad que sí?

    Luego de decir eso me acerqué a la mesa de dibujo, la reajusté para que quedara sin el ángulo en que la usaba, y coloqué allí el bowl sabiendo que la muchacha haría lo mismo. Ya de paso se sacó la chaqueta, la dejó con la de Arata y señaló la bolsa para preguntar si allí estaban las cerveza, a lo que asentí.

    —Sí, sírvete —respondí antes de acercarme a Arata y estirar la mano para hacerlo doblar el cuello hacia la derecha, entonces repasé los últimos trazos que le había hecho a principios de año, los del krait que venían desde su brazo, pasando por el hombro y terminando en el cuello—. ¿Te sanó bien esto? No viniste más luego y la otra noche ni me acordé.

    —¡Pero me vas a desnucar, mujer! ¡Avisa al menos! —Se quejó aunque no se hizo a un lado ni nada—. Sí sí, como siempre. Ahora suéltame o el caballero tendrá que pasar por la pena de pedirle ayuda a la princesa.

    —¿Hmh? ¡Oh, mi estimada señorita! ¿Salvaría usted a su feo caballero? —dije sobre todo para molestarlo a él, aunque acabé por soltarlo y revolverle el pelo como si tuviese diez años—. Ya, deja de ser tan llorón solo porque estás aquí. Si al final no eres más que un mocoso buscando la atención de la chica que le gusta.

    —¿Asumiendo que me gusta? —repetí robándome las palabras de Sasha de hace un rato y miré a pelirroja de refilón, estirando la sonrisa con ganas—. Qué atrevida.
     
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  14.  
    Gigi Blanche

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    Tal y como había supuesto, por suerte, Tess prácticamente se rió del asunto. Era un don y una maldición, quizá, tomarse a broma cosas como estas. Hablaba de la cotidianeidad, también, los hábitos y las exigencias que el mundo nos forzaba encima. Asentí en cuanto buscó confirmación y volví a reírme, alzando las manos en señal de inocencia.

    —Descuida, no me meto con amigos. Ni amigos de amigos.

    ¿Y esos códigos de delincuencia de dónde habían salido?

    Ya de regreso en el estudio, Arata mordió el anzuelo que había lanzado y me sonreí, sin hacer mucho por suplir sus dudas. Lo miré a la pasada (su espalda, más bien), estaba detallando una ilustración y seguí a Tess para dejar las papitas. Apenas la chica afirmó que eran secretos de chicas, me tragué la gracia y asentí, bien erguida.

    —Tendrás que morir con la duda, sorry~

    En lo que hurgaba por las latitas de cerveza dentro de la bolsa, noté de reojo lo que los otros dos hacían. La forma en la que Arata se quejó me vino en gracia, aunque no les presté especial atención ni nada. Me hice con tres bebidas, asumiendo que tomaríamos todos. Me agarró algo de imprevisto caer colada en la conversación, giré el cuello hacia ellos con las cejas alzadas y sonreí, divertida. Por poco parecía que le estaba haciendo una llave al pobre imbécil. Al final lo soltó, revolviéndole el cabello, y quizá fuera una tontería pero una parte de mí se alegró mucho de ver cuán bien se llevaban. Me resultaba inevitable con las personas que me importaban, en cierta forma siempre acababa velando por su bienestar.

    También estaba yo siendo una blandita, claro.

    Lo que sí me agarró en frío fue la última tontería que soltó Tess, eso de... la chica que le gustaba. Me cayó encima una cuota de nervios, de repente sentí que no debería haber estado prestándoles atención pero fue demasiado tarde. Arata usó mis palabras de hace un rato, buscó mis ojos y el cuerpo me reaccionó en automático, acercándome a ellos con dos latas. El otro imbécil había dicho que eso de gustarme ya estaba clarito como el agua y tenía motivos para mofarse. Yo, no tantos.

    Pero todo se podía convertir en arma, ¿no?

    —Ahí te equivocas, Tess —murmuré, exageradamente apenada, y les extendí las cervezas con mi atención puesta en la chica—. ¿La fiesta de la que te conté? No tienes idea la liviandad con la que me rechazó.

    Suspiré, poniendo ojos de cachorro mojado y todo para quedarme junto a ella.

    —No sé, quizá no le gustan las pelirrojas.
     
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  15.  
    Zireael

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    Tess era otra que no tenía ganas de sentar a condenar a nadie por sus pecados, en tanto aparecieran personas que le pagaran por su trabajo se daba por servida porque el origen del dinero de la gente no le correspondía. De la misma forma, en tanto no se metieran con sus cosas lo que la gente hiciera o dejara de hacer le daba más o menos lo mismo, por eso Sasha podría soltarle cualquier cosa que la chica no la juzgaría.

    No le quedaban muchas ganas de juzgar las decisiones de un montón de críos.

    De ahí aceptara sin más que Sasha le dijera que no se metía con amigos, ni con amigos de amigos. El estándar de delincuencia no era muy alto, pero a todos nos servía y punto, tan fácil como eso. Si quería vaciarle los bolsillos a todos los demás, bueno, pues pobrecitos ellos. No tenía mucho sentido darle demasiadas vueltas a algo como eso.

    Sabía que había mordido el anzuelo, pero la verdad me dio igual así que me quedé allí esperando las respuestas de ambas y me desinflé los pulmones con pesar impostado al oír a Sasha. Era de esperarse, justamente por eso había dicho que si no me lo decían me lo inventaba y por muy a broma que pudiese sonar, puede que no lo fuese tanto.

    —¡Pues me invento la película entonces! —solté como toda respuesta unos segundos antes de que Tessa me cayera encima.

    En medio de la tontería no pude ver la reacción de la pelirroja al acabar colada en la conversación, además de que estaba sacando las cervezas por lo que pude intuir, así que quedé mirando la pared en lo que Tess me revisaba. Cuando me dejó ir, revolviéndome el pelo, solté el aire por la nariz como un perro viejo y giré el cuerpo en dirección a Sasha para soltar el resto de la estupidez.

    Se acercó con las latas en la mano, empezó a hablar y yo acepté la cerveza un poco en automático, haciéndome el tonto como siempre. La mayor tomó la lata también, la abrió de un movimiento casi mecánico, y comprimió los gestos al escuchar lo que dijo Sasha, mirándome como si fuese un puto extraterrestre.

    —¿Tú rechazando a esta niña? ¿Estás ciego o algo? ¿Eres una copia del Arata de verdad? —soltó completamente indignada luego de pegarle un trago a la cerveza—. ¿Resulta que lo único rojo que rechazas es el pelo? Es discriminación eso.

    Había abierto mi propia lata y estaba pegándole un trago, así que agité la mano libre como para restarle importancia, aunque estuve a un pelo de atragantarme cuando vi los ojos de cachorro mojado de Sasha. Tosí hacia un lado, bajé el brazo con la lata y luego me aclaré la garganta.

    —Fue la peor decisión de mi vida, luego de ese momento de estupidez terminé metido en una puta pelea callejera en Taito y tratando de salvarle el culo a Drácula. —Me quejé medio en broma, medio en serio—. Si le hubiese comido la boca a la chica linda podría haberme ahorrado ese numerito, tenía que haber sabido que era una receta para el desastre. Eso se lleva uno por querer hacerse el interesante y hacer las cosas diferente.

    Suspiré por puro efecto dramático, me acerqué al escritorio para hacerme con un puñado de papitas y seguí caminando hasta los puffs que había sacado Tess, dejándome caer en uno. Negué con la cabeza, el gesto fue para mí mismo, pero pronto alcé la vista a Sasha aunque la deslicé a la morena unos segundos después. Me permití una sonrisa que anunció que no iba a dejar el asunto quieto en el futuro próximo.

    —Ojalá la hubieras visto, llevaba un vestido blanco que le quedaba como un guante. Abertura en la pierna y todo el rollo, hasta que daba gusto. —Le di otro trago a la cerveza, entretenido con mi propia gracia, y dejé caer la cabeza en la parte de atrás del puff. La mayor me miró con una complicidad estúpida como si me estuviese leyendo la mente y se permitió la sonrisa más amplia desde que nos había hablado afuera—. Qué va. Puede que más bien me guste más de lo que ella estima~

    ¿Y esa confesión tan gratuita?
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    En otro contexto, otro lugar e incluso otro momento del día, ponerme tan imbécil y bromear con mierdas como esas me habría significado más vergüenza que salir en ropa interior a la calle; puede que mañana al recordarlo lo sintiera así, incluso, pero en el momento... no pareció tan descabellado ni terrible. Había intuido que Tessa se pondría de mi parte, por supuesto, y esa fue la razón principal por la cual lo solté. No ganaba nada sustancial consiguiendo aliados, tampoco lo había hecho engatusando al grupito de idiotas por la cerveza y, si me preguntaban, lo haría otra vez. Había algo estúpida e innegablemente satisfactorio en conseguir el favor de la gente, daba igual la situación.

    La chica comprimió el gesto y miró a Arata de una forma que casi me hizo reír. Él se había hecho el imbécil hasta entonces, Tess le reprochó sus decisiones y, como me estaba montando el teatro, mantuve la cara de angelito herido para encogerme de hombros.

    —Al final será que el mundo sí tiene algo contra los pelirrojos —secundé, mirando a la chica—. Viste que dicen que damos mala suerte y todo eso, como si fuéramos gatos-

    Dejé la idea a mitad de camino porque me distraje con el ruido que hizo Arata al toser. Por un segundo pensé que la cerveza le había bajado por el tubo incorrecto, pero no fue nada grave y, sin darme cuenta que las había tensado apenas, relajé las facciones. Total que tenía la atención puesta en él cuando empezó a responder. La "peor decisión de su vida" sonaba bastante exagerado, pero suponía que entendía la idea. Lo de la pelea callejera completó la información bastante vaga que ya me había dado antes, la primera vez que quedamos en la piscina. En su momento había sido críptico a cagar, ahora las mierdas ganaban consistencia y pensé que eran cosas con las que debía aprender a lidiar sin inmutarme si pretendía meterme en este mundillo. Ya de paso, el famoso Drácula de vuelta. El resto de la estupidez me avergonzó un poco, pero yo solita me había metido en el lío; ahora tocaba aguantar.

    Suspiró, pilló papitas y se dejó caer en uno de los puffs. Había seguido sus movimientos en silencio, con el ligero presentimiento de que seguiría marcandose el numerito, y así fue. Rodé ligeramente los ojos apenas se puso a describir mi vestido de esa noche, desvié la atención a Tess y me volvieron a caer algo de nervios encima. La sonrisa de esos dos cabrones no auguraba nada bueno, por contradictorio que sonara.

    La confesión del final fue la puta cereza del postre, tuve que cambiar el peso entre mis pies para regular la incomodidad y solté el aire por la nariz, forzándome a no bajar la mirada ya que, como siempre, lo primordial era mantener la compostura. Debía insistir, yo solita me había metido en el baile. El orgullo imbécil con el que cargaba no me permitiría jamás retroceder.

    Solté una risa nasal, fue bastante floja y repiqueteé las uñas contra la lata justo después de darle un trago.

    —¿Tan bien lo recuerdas, hon? —repliqué, refiriéndome al vestido—. Me halagas~

    Avancé sin prisa hasta estar justo frente a él, me acuclillé y le di un par de toquecitos a su rodilla, para que irguiera el cuello y me mirara. La mano la dejé ahí.

    —Aunque te estás relajando demasiado, me parece a mí, siendo que tenemos trabajo que hacer. —Sonreí con cierta diversión y mi pulgar lo acarició vagamente por encima del jean—. ¿O planeabas no ayudarme a elegir el tatuaje?

    ¿Se suponía que fuera una recompensa?

    En definitiva estaba siendo un buen chico, ¿no?
    Giré el rostro hacia Tess sin moverme de mi posición ni deshacer el contacto, echándole un vistazo al estudio en general para enfatizar mi punto.

    —¿Tienes aquí de esos libros grandotes que salen en los programas de estudios de tatuajes? Ya sabes, con diseños estándar y esas cosas.

    estos días voy a estar respondiendo con más delay as you can see porque no ando en mi casita, aviso pos porque nobleza obliga uwu7
     
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    Habían cosas que uno solo se permitía en ciertos espacios de genuina estupidez y yo lo sabía, incluso si lo aplicaba a cualquier espacio donde pusiera un pie. Habían cosas que la gente hacía o decía solo por estar allí de las que luego, algo más consciente, era capaz de avergonzarse. Suponía que era lo normal, pero desde hace mucho tiempo había dejado de sentir cosas como la vergüenza, así que a veces genuinamente olvidaba que las personas a mi alrededor todavía podían hacerlo.

    Sasha se había dejado la carita de víctima bien puesta en lo que Tess cuestionaba mi mera existencia y yo, bueno, por eso me atraganté. Ya estaba visto que si tenía que revolverme con el diablo encarnado lo hacía, pero como cualquier desgraciado tenía un pequeño punto débil con las caras de cordero degollado de vez en cuando, sobre todo cuando no me las esperaba.

    Tess miró a Sasha cuando estaba soltando lo de que decían que los pelirrojos daban mala suerte, como si fuesen putos gatos, así que no me vio estar al borde de morir pero sí que soltó una risa apenas escucharme. Se mantuvo al margen entonces, en lo que yo respondía por fin toda la estupidez, y se alejó para hacerse con un puñado de papitas también.

    Sabía que a la pelirroja no le había dado información completa de mis mierdas ni una sola vez, ni sobre el desastre con Hikkun y Altan, mucho menos del caos con el que se hacía llamar mi padre y ahora ya debería estar medio muerto en alguna parte del corazón de Tokyo, a manos de los perros salvajes de Yuzu. Le soltaba fragmentos inconexos, como piezas de rompecabezas, y lo dejaba estar.

    A esta chica no le correspondía nada de eso.

    Claro que lo mismo podía decirse de su problema con el Dúo Dinámico, pero yo había metido la nariz.

    Era un maldito hipócrita.


    En medio de las pausas que iba haciendo al hablar me fui comiendo las papitas, entretenido con mi propio teatro, noté que Sasha medio rodaba los ojos y seguí con la estupidez como si nada. Cambió el peso de un pie al otro, solo entonces pensé que quizás estaba incómoda o lo que fuese, pero ya era tarde para retroceder y de por sí ella nunca echaba atrás tampoco. La vi repiquetear las uñas en la lata, así que me preparé para la respuesta de turno y cuando la oí estiré la sonrisa.

    —Podré ser un imbécil, pero no estoy ciego, cariño —respondí sin alzar demasiado la voz.

    Me distraje dándole un trago a la lata y ya que me había quedado sin papitas me quité los restos de sal o el condimento que fuese que tuvieran de los dedos, muerto de hambre y desvergonzado se nacía, así que lo hice con la lengua. Estaba en eso cuando Sasha se acercó para acuclillarse y me llamó la atención con los toquecitos en la rodilla, dejando la mano ahí.

    No permití que su numerito me cortara la tarea, si acaso la alargué más en lo que la escuchaba y cuando me detuve solté una risilla baja, con la neurona clavada en la caricia vaga en mi rodilla. Suspiré por puro amor al teatro, pero no me moví de donde estaba sentado.

    —No sabía si la señorita requería de los servicios del caballero para eso —concedí suavizando el tono a posta—. Estaba esperando instrucciones~

    ¿Desde cuándo era yo de esperar instrucciones?

    Tess reaccionó a la pregunta de la chica, dejó la cerveza en el escritorio y se puso a escarbar en la gaveta del escritorio dándonos la espalda a medias. Aproveché la situación para estirar la mano hacia Sasha, encontré su rostro aprovechando que había girado para mirar a Tessa y le pellizqué la mejilla suavemente, como si fuese una mocosa. En mi mente puede que no fuese más que una cría de hecho, algo en sus ojos tenía la alegría de la que yo carecía, incluso luego de haber pasado por el Infierno.

    No dije nada, solo esperé a que me mirara, deslicé la vista a sus labios un segundo pero volví a sus ojos y le sostuve la mirada. Tal vez fue mi manera de hacerle una pregunta silenciosa o varias, si estaba cómoda aquí metida y si realmente pretendía hacer la mierda del tatuaje o todo seguía la misma línea de estupideces que tantas otras cosas. Vaya, solo quería saber que no le había impuesto nada.

    —¡Listo! —soltó Tess, triunfal, alzando un cuaderno que parecía un álbum de fotos sobre su cabeza todavía sin girarse hacia nosotros. Vete a saber qué agujero negro había en esa gaveta, porque hasta sonó aliviada de encontrarlo; se puso a revisarlo y nos habló desde allí—. Aquí tengo puros cromitos que hago cuando tengo tiempo libre, nada muy grande ni muy complejo. No recuerdo la mitad, pero digo yo que alguno servirá.

    —Tess —llamé a la mayor regresando el brazo a mi espacio como si nada—. Que Sasha ponga música, me estoy durmiendo aquí~

    ¿Y ese desvío tan precario? Qué más daba.

    Como fuese, sirvió para que la chica encendiera la computadora para que el aparato fuese arrancando y también la torre de sonido, solo después de eso regresó la atención a nosotros, con intenciones de darle el álbum a Sasha.


    no worries uwu gracias por haber avisado <3

    más bien perdona la demora as well, me anduve matando con unos compañeros de trabajo de la uni por una entrega final y luego me hiperfocuseé para variar en FF, pERO YA VENGO A TODO GAS

    EDIT: porque mi five lo olvidó, pero ya imaginarás que Tess sacó un cuaderno con puros diseños de este rollo
    [​IMG]
    y más weas así, relativamente sencillas (?
     
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    Gigi Blanche

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    El idiota se andaba literalmente chupando los dedos cuando me acerqué a él, supuse que la atención se le dividió a la fuerza y por eso acabó funcionando a media máquina, cosa que me hizo arrugar la nariz ligeramente junto a la ya sonrisa de turno; sabía que no iba a importarle, así que a mí tampoco. Me limité a depositar la cerveza en el piso y llevar la mano libre al bolsillo trasero de mi jean, acuclillada como estaba, para deslizar fuera un pedazo de papel; se lo lancé sin fuerza encima del regazo. Era probable que todos los bolsillos de todos mis pantalones tuvieran cosas así dando vuelta, nunca estaban de más y los niños, en particular, eran bastante propensos a resfriarse o andar con los mocos colgando. Quizá fuera curioso, porque si yo me asemejaba a una cría frente a sus ojos, de vez en cuando me ocurría lo mismo con él.

    Y es que todos necesitaban cuidado de vez en cuando.

    Su respuesta siguió siendo tan estúpida como siempre, ya me iba acostumbrando bastante bien a esto de que prefiriera dar vueltas y hacer el tonto. Mi mano en su rodilla le dio una simple palmadita, solté el aire por la nariz y reajusté un poco la posición de mis pies, que estar así acuclillada tampoco era lo más cómodo del mundo.

    —Dije que andabas diligente y no me creyeron —le respondí en voz baja, la sonrisa amplia, y le propiné otro par de palmaditas—. Bueno, en ese caso, la señorita solicita oficialmente la asistencia profesional del caballero. ¿Sería tan amable de concedérsela?

    Con eso zanjado, giré el rostro para hablarle a Tess y apenas seguí su camino hacia el escritorio cuando sentí que Arata me pellizcaba la mejilla. Regresé a verlo en automático, sus ojos subieron a los míos y me mantuve también allí, en silencio. El ruido de la chica escarbando sus cajones me alcanzaba en segundo plano, fui repentinamente consciente del ritmo de mi respiración y me pregunté si valía la pena asumir. Decidí que sí. Le sonreí, mi pulgar acarició su rodilla instintivamente y no salió un sonido de mis labios, sólo hice la mímica con los labios.

    I'm okay.

    Tess proclamó su hallazgo de repente, me hizo parpadear y, en cierta forma, romper esa burbuja que no tenía idea cómo se había formado; al menos yo lo había sentido así. Me tomé un segundo para bajar la mirada, exhalar y, otra vez, girar el rostro hacia la chica. Como si nada, claro. Le sonreí en cuanto nos dedicó su atención, me valí de la rodilla de Arata para erguirme y me acerqué a Tess para aceptar el libro. Ahora resultaba que tenía que poner música, así que lo pensé en mi camino hacia la computadora.

    —Ah, qué gran responsabilidad —bromeé, dejando el libro a un lado para buscar una canción.

    No lo compliqué demasiado y elegí una banda de mi país que escuchaba a veces, concretamente una canción, suponía, kinda chill. Con eso listo, le di un buen trago a la cerveza y me aboqué al libro, moviéndome apenas, suavemente, al ritmo de la melodía. Comencé a pasar las hojas, observando los diseños. No tenía ninguna idea concreta en mente, estaba más en el mood de topar con algo concreto y sentir... una corazonada, o algo así.

    —Están muy buenos —alcé la voz para que Tess me escuchara, sin interrumpir mi tarea.

    Pasé y pasé páginas hasta que la famosa corazonada apareció. Me detuve, deslicé la yema de los dedos alrededor del dibujo y me di cuenta que, en verdad, no había otra cosa, otra opción posible. Puede que nunca la hubiese habido.

    Hon —llamé a Arata con calma, moviendo la cabeza para indicarle que viniera—. Llegó tu hora de la verdad.

    Lo que había en la hoja eran un par de diseños similares, todos eran de luciérnagas en diferentes estilos o complementos. Uno, en concreto, había llamado particularmente mi atención: había un pequeño frasco conteniendo planetas enteros, y de él salía volando una luciérnaga. Las manitos de Danny aparecieron frente a mí, sostenían la jarra sobre su cabeza, frente a la inmensa negrura, para que las estrellas regresaran al cielo; y en esa inmensa negrura, si me esforzaba lo suficiente, aparecerían los destellos del universo que le pertenecía.

    I like this one —murmuré en voz muy baja, deslizando los dedos hasta marcárselo, y busqué sus ojos—. Pero la pregunta es: ¿dónde?


    sé que dijiste diseños sencillos pero vamos a pretender que para Tess esto es un diseño sencillo (??
     
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    Zireael

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    Era posible que esta chica pudiese descojonarse en mi cara y a mí no me importara en lo más mínimo, de nuevo por la mierda de que no era el individuo más apropiado para sentir vergüenza y esas cosas. La vi arrugar la nariz a pesar de la sonrisa que tenía en la cara y seguí a lo mío, aunque medio me distrajo su movimiento para sacarse algo del bolsillo. La señorita Cuido a Mis Hermanos me lanzó un pedazo de papel encima, no había que ser ningún genio para saber que seguro tenía mierdas así en cada bolsillo de los jeans, así que lo acepté sin más.

    Soltó lo de que había hablado de mi diligencia y no le había creído, la estupidez me hizo sonreír más para mí mismo que para ella y aunque era eso, una estupidez, recordé la mierda que le había dicho a Wickham en la azotea.

    ¿Quién me va a creer nada a mí, con esta jodida cara?

    Si le dices que la vendí a los perros luego de todo el espectáculo que se montaron, se lo cree.

    Incluso si no seguía técnicamente atascado allí, si continuaba moviéndome y viviendo como si nada, a veces las mierdas me llegaban a la cabeza y comencé a pensar que quizás nunca fuese a parar. Que Sasha estaba aquí, me había creído, pero también les había creído a ellos y lo entendía perfectamente, que si cualquier día decidía sacarse los lentes de hermana mayor de la cara y verme por lo que era, ni siquiera me dolería en realidad. Era como Cayden sacándose el arpón que le había clavado en el pecho o Yuzu amenazándome por haber dejado que lo lastimaran. Tomaba lo que merecía, lo aceptaba y seguía.

    Hasta que los espejos de los que vivía se partían en pedazos y la bestia formada de ira volvía a mirarme directamente, sin el vidrio que la cubría.

    Alcé la mirada al techo como si pensara lo que acababa de pedirme, por mucho que ambos supiéramos que iba a aceptar sin más, y unos segundos después acabé por mirarla de nuevo para asentir con la cabeza. Desvió la atención a Tess, pero mi tacto la hizo regresar la atención a mí y aunque lo di por asumido, eso confirmó que no tenía que hacerle la pregunta de forma directa, su pulgar me acarició e hizo la mímica con los labios para responderme.

    Había tensado ligeramente los gestos sin darme cuenta, pero en ese momento los relajé y me di por servido. La voz de Tess rompió la suerte de burbuja que se había creado. Sasha se apoyó en mí para levantarse, yo me quedé sentado y me bajé algo más de la cerveza mientras las miraba, la pelirroja puso la música y el sonido me alcanzó, haciendo que volviese a recostar la cabeza en el puff.

    Se había puesto a mirar el cuaderno de Tess luego de eso, balanceando el cuerpo suavemente al ritmo de la música y la sonrisa que me alcanzó el rostro fue diferente, ni siquiera me di cuenta, pero era increíblemente calmada en comparación. Como me había dicho Izumi en sus delirios de fiebre, todo el tiempo sonreía mal, como si me burlara de todo y de todos.

    —Gracias, linda —concedió la mayor al comentario de Sasha sobre los diseños en lo que ajustaba el volumen de la música. Me pareció que me miró con el rabillo del ojo, pero no me quedó claro y lo dejé correr—. ¿Tú no vas a querer nada, Arata?

    —Estoy bien —respondí desde mi posición, calmado.

    Mis diseños eran diferentes, todos los había elegido y pedido por razones específicas para completar la imagen del fragmento del mundo en el que vivía, pero sabía que en este caso Sasha estaba esperando que algo le hablara. Le di su tiempo hasta que detuvo el pasar de páginas, así que ya me estaba levantando cuando me llamó directamente, dejé la lata en el suelo y caminé hasta ella para mirar lo que le había gustado.

    La página estaba llena de dibujos de luciérnagas, habían estilos diferentes, algunos más lineales, otros con algo más de dimensión y pocos tenían el estilo actual que trabajaba Tess casi siempre, el de mis tatuajes neotradicionales con toques sutiles del arte japonés. Uno de esos, algo más complejo, fue el que le habló a Sasha y aunque desconocía los motivos, la luciérnaga saliendo del frasco me hizo pensar en su tontería de la chispa de luz de nuevo. Las estrellas, arriba en el cielo, eran los destellos que habían dejado este mundo, ¿no?

    Allá arriba estaba nuestro Yako, desconectado.

    —Depende del tamaño —sospesé unos segundos después de que preguntara. Ahora que tenía la mano libre la estiré hasta encontrar su cuerpo, dejé los dedos a un costado justo sobre sus costillas—. Aquí, aunque dicen que es un mal lugar para empezar. Duele mucho.

    —Lo sabrías si dejaras que siguiera trabajando más allá de los brazos —atajó Tess desde otro rincón del espacio, buscando cosas otra vez—. El umbral de dolor de las mujeres es más alto de todas formas. He tenido más hombres lloriqueando que chicas, incluso si les estoy metiendo agujas casi en el alma. Ella puede elegir el tamaño que guste, casi todo está digitalizado y lo puedo adaptar, como bien sabes.

    Suspiré con pesadez al comentario de la mayor, me acomodé detrás de Sasha y apoyé el mentón en su hombro, confianzudo como me había mostrado desde el primer momento. Despegué la mano de sus costillas, encontré la cara anterior su antebrazo y le di un toquecito con el índice, señalando otro posible lugar, y luego hice lo mismo con la cara superior de su muslo, pero el último toquecito se lo di en la espalda, sobre el omoplato.

    —Todo depende de si preferirías que se vea o no. Japón tiende a ser más... indulgente con la tinta de las personas que no nacieron bajo su bandera —dije en voz baja, relajando algo de peso en su dirección, como un gato que no parece demasiado interesado en el espacio que invade—. Igual creo que es perfecto para ti. No preguntes, solo parece que dice Sasha.


    que cambie la definición de simplicidad FOR MY QUEEN? YES, MA'AM *kneels*
     
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    Gigi Blanche

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    Tess me había agradecido, aunque mantuve mi atención puesta en el cuaderno y así oí también el resto del intercambio. Para cuando giré el rostro y llamé a Arata, él ya se estaba incorporando. Se detuvo junto a mí, observó los diseños de la página y su mano encontró medio el borde del top, medio mi piel, justo sobre mis costillas. El dolor me daba bastante lo mismo, la verdad, mi única preferencia era que no fuera un lugar eminentemente visible; los tatuajes en Japón estaban mal vistos, por muy indulgentes que fueran con los extranjeros.

    Tess habló desde atrás y medio giré el rostro hacia ella, lo que soltó me hizo sonreír y deslicé los ojos a los brazos de Arata. Estaban tan llenos de tinta que simplemente había asumido que el resto del torso repetía la historia, así que me sorprendió un poco la gran revelación. El chico suspiró y se movió, ubicándose a mi espalda. Regresé la atención al cuaderno, sentí el ligero peso de su cabeza en el hombro y me alcanzó un vago rastro de su aroma. De las costillas pasó a marcar mi antebrazo, lo alcé para observarlo, medio imaginar el tatuaje ahí, y siguió ofreciendo opciones. Descendió, alcanzó mi muslo, y al final lo sentí en mi espalda. Cada toquecito me cosquilleó suavemente en la piel, incluso por encima de la ropa.

    Relajó algo de peso sobre mí y volvió a hablar, por la posición lo hizo cerca de mi oído. El brazo, aunque quedaría bonito, quedaba descartado; demasiado visible. Lo mismo el muslo, además de que era mi opción menos preferida. Aunque el dolor me diera igual tampoco era masoquista, y las costillas sonaban casi a terreno pedregoso para la aguja. Eso nos dejaba con una alternativa.

    También había dicho que lo creía perfecto para mí, y sonreí.

    Thanks —murmuré, con la vista puesta en el diseño del tatuaje, y no renegué en absoluto de su cercanía—. No sé si recuerdas lo de las chispas de luz, que no son eternas y bajan a morir con nosotros. Eso son las luciérnagas, al menos para el pueblo de mi abuela. Aquí, en Japón, se relacionan a las hitodama. Es curioso que un bichito pueda significar cosas tan parecidas en culturas completamente distintas, como si... todos estuviéramos conectados, desde la primera hasta la última persona en el mundo.

    Era, de hecho, lo que creían los koori. Que el manto de estrellas llevaba escrito en él la historia de la humanidad. Pasado, presente y futuro convergían sobre nuestras cabezas, en cada punto de luz, como un flujo constante y eterno de energía. Así, incluso si moríamos, en verdad nunca desaparecíamos.

    Sólo nos transformábamos.

    —Además a Danny le fascinan, está casi obsesionado —agregué junto a una risa breve—. Nos encantaba acampar o hacer picnics en verano, esperar al anochecer y recolectar todas las luciérnagas que pudiéramos en un frasco. Era muy divertido.

    Quizá debiéramos mantener la tradición, la verdad, incluso si Eloise nos había dejado.

    Me había marcado un mini monólogo bastante innecesario. Cuando lo pensé medio giré el rostro para sonreírle a Arata, fue una suerte de disculpa y me removí ligeramente, buscando que se quitara de mi hombro para voltear el cuerpo en su dirección.

    —Creo que en el omóplato quedaría bien —definí en voz alta, piqué la nariz de Arata con la punta del índice y me alejé de él para ir junto a la chica—. Y el tamaño... ¿mediano? Como para que abarque la zona, quizá similar a mi palma.


    ah pero bueno *shy sa-chan noises*
     
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