Historia larga Lazos Oscuros

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Sangre Negra, 13 Octubre 2016.

  1.  
    Sangre Negra

    Sangre Negra Iniciado

    Géminis
    Miembro desde:
    17 Febrero 2016
    Mensajes:
    10
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Lazos Oscuros
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    651
    Hola!!Aquí estoy de nuevo , con una nueva novela.
    Y sin más ,empiezo.

    Prólogo

    Despertó. Sus parpados caídos pesaban, pero a pesar de todo pudo abrirlos.

    Aspiro con anhelo el aire, ¿invernal? ¿primaveral? Quien sabe, pues no sentía ni frío ni calor. ¿Estaba muerta? ¿Eso era el Paraíso todo lo contrario?.

    Se tocó la cabeza. No recordaba nada. Pero realmente nada.

    Ni su nombre, ni su apellido, si tenía pareja, cabaña, chozas, libros, perros.

    "Debe ser el golpe en la cabeza. Ya recordare todo" se dijo a si misma levantándose del pasto crecido.

    Para su sorpresa se tomó su amnesia de un modo muy calmado. Demasiado calmado. Un ligero estremecimiento le recorrió la espalda.

    Cerró los ojos otra vez.

    ¿Por qué estaba tan calmada? ¿Era una anciana de ochenta acaso?

    Se miró las manos sólo para descubrirlo.

    Piel blanca, joven, tersa y fresca. Debía estar casi cerca de los 27 o 25 quizá menos.

    Sentía todo. Sobre todo, el río correr por los verdes prados.

    Un momento. No había nada cerca de ella. Todo lo que estaba a su alrededor era pasto crecido y húmedo por el roció, lleno de hormigas y grillos, sin flores.

    Trato de recordar cuales eran sus flores favoritas ¿lirios? ¿Rosas? ¿Margaritas? Nada. Ya se vería después.

    Aspiro fragancias a flores recién cortadas a lo lejos.

    Camino hacia el lugar, sin darse cuenta de que pronto comenzó a correr.

    Sintió el viento azotándole el rostro, alborotando su cabello castaño.

    ¡Se sentía tan ligera! ¡Se sentía tan bien!

    En el camino, contemplo hermosas mariposas de diferentes tonos, negras, blancas, multicolores.

    Sentía el aletear de sus alas justo en sus oídos. Maravilloso.

    Finalmente, llego al lugar de las flores, como ella decidió llamarlo.

    Una joven con las flores allí, observándola aterrada, con los ojos abiertos.

    No se le hacía muy familiar. Pero, quizás la joven la conocía ¿no? Quizás pudiera decirle quien era ella.

    Quizás hasta pudieran ir a tomar algo y saciar esa sed que le quemaba la garganta.

    - ¿Cómo te llamas?- pregunto con voz suave.

    La muchacha retrocedió de miedo.

    - Giselle –

    "Es un nombre bonito. ¿Yo tendré un nombre bonito? "pensó ella, sin entender por qué Giselle estaba tan asustada con su presencia.

    Cierto, ella vestía como una campesina no humilde, directamente pobre.

    Giselle, en cambio, vestía como una dama rica y noble de la época medieval.

    "Al menos recuerdo en que época estoy" se dijo, sintiendo que la sed se hacía cada vez más fuerte. No le dio importancia. La sed siempre calmaba, se dijo.

    Giselle comenzó a retorcer unos pasos más.

    "¿Qué le pasa?" pensó, con fastidio. ¿Acaso nunca había visto una campesina atravesar corriendo un campo de flores?

    Giselle comenzó a correr. Ella se sorprendió, pero dio solo dos pasos para ella y la alcanzo.

    Y Giselle grito. Y ella trato de calmarla, mas entonces observo su cuello. Sus venas.

    Inco sus colmillos en el cuello de Giselle. Succiono la sangre de las dos pequeñas heridas abiertas. Succiono y luego, bebió, así sucesivamente.

    "El sabor de la sangre es delicioso "pensó, soltando a Giselle, cuando noto que su sed calmo.

    Observo el cuerpo de Giselle, desplomándose en el campo de flores.

    "No" pensó alarmada la joven, arrodillándose al lado del cadáver de Giselle y sacudiéndolo.

    "¿Que he hecho?" se preguntó.

    Nunca había sentído emociones fuertes; al menos, lo que ella recordara, que era en verdad nada.

    Se sentido triste, devastada, asqueada de sí misma. Había matado. ¿Acaso era eso? ¿Una asesina?

    Comenzó a llorar. Las lágrimas comenzaron a aparecer en sus mejillas, pálidas y perfectas.

    Hasta llegar a sus carnosos labios.

    Disfruto el sabor de sus propias lágrimas.

    Una lagrima cayo en el rostro de Giselle.

    Una lagrima color roja, una lagrima de sangre.

    - ¿Qué? – se preguntó a sí misma.

    Toco su rostro. Lágrimas de sangre.

    ¿Qué era? ¿Siempre fue así?

    ���@�y

    Me gustaría que comentaran y me dijeran que les parece.
     
  2.  
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
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    13
    Aca les dejo el book trailer que hice.

     
  3.  
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    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2801
    Capítulo 2 : Giselle,mi nuevo nombre.

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    Las lágrimas de sangre continuaban fluyendo de esos ojos rojos, junto con la culpa y el arrepentimiento.

    Se secó las lágrimas y se tambaleo. Había perdido fuerzas en esos cuatro interminables minutos que lloro a su víctima.

    Se sintió mareada. Lloro tanta sangre que su cuerpo parecía haberse quedado casi sin ella.

    Necesitaba más, lo sabía y, lo más preocupante, lo quería.

    Dejo de mirar el cadáver de Giselle, no podía más con ello.

    Simplemente, lo hizo. Corrió, lejos, lejos de allí, del prado de flores manchado con la muerte y la sangre.


    Cuando se quiso dar cuenta, ahora se encontraba…en otro lugar. Parecían ser los límites de un poblado, debido a que veía con claridad un pueblo a lo lejos.

    Se tambaleo, la falta de sangre se hacía cada vez más y más intensa, casi agonizante.

    Se apoyó contra un árbol y, finalmente, se desplomo sobre el pasto.

    Allí, en la sombra del robusto árbol, escondió su rostro en sus rodillas, logrando que el largo pelo caoba le cubriera el rostro.


    “No llores, no llores” se repetía a sí misma, con desesperación.

    Mas la preocupación más urgente era otra ¿Beber o no beber? ¿Vivir o morir?


    León jugaba a las escondidas con sus amigos. Pero no podía encontrarlos.

    “Se habrán escondido muy bien” pensó el niño, enfadado.

    Miro a todos lados de ese pequeño poblado.

    Nada. ¡Y eso que busco en la mitad del pueblo!

    “¡Seguro hicieron trampa y se ocultaron en el bosque!” se enfurruño, otra vez.

    Y sin pensarlo siquiera unos segundos, se adentró en la espesura de las flores, hasta adentrarse en el bosque.

    Luego de unos pasos muy sigilosos, (¡quería darles a sus amiguitos una sorpresa!), escucho un ruido a unos pocos pasos de él.

    “¡Ya he encontrado a uno!” se alegró y muy sigilosamente camino unos pasos más, sin hacer ningún tipo de ruido.

    Un sollozo ahogado es oyó luego. Alguien llorando.

    El pequeño miro a su alrededor. Arboles enormes, de más de cinco metros y con los troncos tan robustos que, quien sea que estuviera llorando, quizás se habría escondido detrás de uno de ellos.

    Unos pasos más a la derecha y descubrió quien era el que sollozaba.

    Mejor dicho, la bella que sollozaba. Aunque con el rostro tapado por sus rodillas, se veía hermosa. A ojos de León era la mujer más hermosa que él hubiese visto jamás.

    Él solo conocía campesinas y a algunas nobles que pasaban por sus carruajes por el pueblo. Algunas, incluso asomaban su cabeza por la ventana de su elegante carruaje.

    Algunas, tanto campesinas como nobles, eran bonitas, pero no tenían comparación con ella.

    Ella poseía la piel más blanca que la nieve, muy similar a los ángeles de los que León había oído hablar en la Iglesia.

    Le toco el hombro para llamar su atención.

    - ¿Señorita? ¿qué le pasa?



    La joven alzo el rostro y toda la belleza que pudo ver el niño en ella, se vio totalmente opacada por la sangre que cubría su hermoso rostro.

    Ella se levantó, sus ojos rojos chispeando hambrientos. Ante la mirada de horror del pequeño, la joven lo tomo por los hombros y lo mordió .Grito, le dolía, pero, poco a poco, ese dolor se fue transformando en sopor debido a la pérdida de sangre.


    Un sopor que lo acompaño hasta la muerte.

    Ella soltó el cuerpo del niño. Se tocó la cabeza, sus fuerzas rehabilitadas y sus sentidos, otra vez, al máximo.

    Y , con ellos , otra vez , la culpa.¿ Cuánto debería haber tenido ese pobre niño?¿ Seis años?¿ Ocho?. Una familia que nunca lo vería regresar del bosque y una vida que él jamás podría vivir. Pero se negó a llorar. Sabía que de hacer ello solo la haría más peligrosa.

    Acomodó el cadáver del niño y, asustada con la idea de que los aldeanos la descubrieran, corrió entre los árboles.




    Pasaron dos semanas y Giselle, como decidió llamarse en memoria de su primera víctima, comenzó a notar cambios en ella.

    Por ejemplo, nunca sentía hambre o sed, más si fatiga por caminar o sueño.

    La sed no había vuelto en esas casi dos semanas.

    Por los días y las tardes viajaba pueblo en pueblo, tratando de buscar alguna cara conocida.

    Dormía en el bosque, en una “cama” de hojas que ella misma se hacía cada noche.

    Ese día se cumplían las dos semanas, pensó, levantándose de su “cama” y bostezando abiertamente. Quizás lo de aquellas dos semanas solo sucederían un par de veces y ya.

    Quizás no era una asesina para toda la vida.

    El día de ayer había llegado a ese pueblo, pero no tenía oro para pagar la posada. De todos modos, ya se estaba acostumbrando a dormir en las hojas y el pasto con roció.

    Se quitó una hoja del pelo, ahora más enmaraño que nunca.

    “Es hora de darme un baño” pensó, después de sentir en su piel el aroma a sangre, sudor y tierra.


    ¿Dónde podía bañarse? Ya daba asco como olía y así no quería seguir viajando. Del tema del oro se ocuparía después.


    Camino unos metros hasta la orilla de un pequeño lago.

    Perfecto. No había nadie en los alrededores y se podría darse un baño tranquila.

    Se desvistió. Pese al aire fresco de la mañana que soplaba, no sentía frio. Como siempre.

    El agua, fresca y cristalina, le borro, físicamente, todos los recuerdos acontecidos en esas dos semanas.

    Se froto el cuerpo hasta acabar con la sangre impregnada en su piel.

    Sintió una presencia a unos metros de ella.

    Un hombre barbudo se hallaba en la orilla del rio, con una sonrisa pervertida en sus labios. Rápidamente, se bajó los pantalones, y, adentrándose al lago, nado hacia donde estaba Giselle.

    - No intentes gritar, preciosura. Nadie te oirá- comenzó a decir, devorando el cuerpo desnudo de la joven con la mirada.

    Giselle no sintió miedo, ni vergüenza. Sólo asco y odio hacia ese tipo.

    También, el ardor en el cuello que volvía.

    - ¿Sabes que, desgraciado? Creo que nadie te oirá gritar a ti… - dijo y se acercó, ante la mirada de terror del hombre, sus colmillos crecieron y sus ojos se tornaron rojos.

    El tipo se hecho a gritar, y luego a nadar, tratando, en vano, de llegar hasta la orilla.

    No pudo. Giselle uso su velocidad, lo atrapo. Sonriendo, una sonrisa llena de satisfacción por lo que pasaría un segundo después, mordió al hombre en la yugular.

    Al principio, el tipo se resistió, pataleando en el agua y moviendo los brazos, en un esfuerzo inútil por liberarse.

    En unos pocos minutos dejo de gritar y tratar de soltarse para caer en un sopor. Unos segundos luego, estaba muerto.

    La joven observo el cuerpo flotar en el lago, manchando de sangre fresca toda esa hermosa agua cristalina que, minutos atrás, ella había admirado.

    Giselle sonrió. Sus carnosos labios se curvaron en una sonrisa peligrosa. Por primera vez, disfruto matando.

    Ahora, el tema era este ¿cómo hacía para deshacerse del cadáver del hombre?


    Se llevó el cuerpo con ella hasta la orilla.

    “Pero, primero, tengo que vestirme “pensó.

    Lo hizo rápidamente y cuando termino, observo el bolso del tipo.


    Lo abrió y se encontró con un pequeño emparedado de carne de cordero, un mapa, tres mudas de ropa y diez monedas de oro.

    “Esto me va a servir” se dijo y observo el cuerpo sin vida.

    - En cambio, tú ya no me sirves de mucho - comento, despectivamente.


    Tenía que buscar una forma de deshacerse del cadáver. Observo a su alrededor. Piedras de diferentes tamaños se hallaban en la orilla del lago. Espinas en un árbol y la camisa del hombre deshilachada.

    Con todo eso, abrió el vientre de su víctima con la ayuda de las espinas. Coloco piedras de gran tamaño dentro. Y, con la ayuda del hilo y de la espina ya manchada de sangre que le sirvió de aguja improvisada, cosió el estómago.


    Levanto el cuerpo en el aire con facilidad, sorprendida por su propia fuerza y lo lanzo a la parte más profunda del lago.


    Se peinó con sus dedos sus largos cabellos.


    Ahora tenía algo de oro y ropa para seguir con su viaje, sin descubrir aún, que, más allá de lo que le dijera su conciencia, estaba comenzando su adicción a la sangre…



    Los siguientes tres días, fueron de pueblo en pueblo. Según el mapa estaba en Rumania, Valaquia.


    Quería ahorrar todo lo posible sus monedas y, por esa razón, en esos días siguió durmiendo en el bosque.


    Pero, esa mañana, se cansó de dormir en las hojas.


    Podría darse el pequeño lujo de dormir en una cama en una posada ¿no?


    Camino unos metros fuera del bosque, en donde comenzaba la aldea.



    Vio a un par de niños jugando a las escondidas y sintió una opresión en el pecho.

    Ver a las jóvenes tampoco ayudó mucho, le recordaban a Giselle.

    ¿Así iba a ser su vida? ¿Torturada por los recuerdos de sus homicidios?

    Ladeo la cabeza y fue a la posada más barata del pueblo. Pidió una habitación por una noche.


    La posadera, una mujer regordeta, la observo con desagrado. Sus ropas de hombre le quedaban muy grandes.

    Giselle, al notar esto, ahogo un suspiro de fastidio.

    - ¿Eres una viajera?

    - Si, voy aquí, allá, usted sabe, a donde me lleve el viento.

    - En ese caso, deberías comer algo. Estas muy pálida- sentencio la mujer, poniéndole delante un trozo de pan de ajo.

    - Gracias – agradeció Giselle, tomando el trozo de pan. Luego, se lo llevo a la boca y lo mastico despacio.

    - No des las gracias. Es una moderna de níquel por ese trozo –

    - ¿No está incluido en el alquiler de la habitación?- pregunto ella, enfadada.

    - No, niña- respondió austeramente la posadera.

    Giselle termino de comer el bendito pan de ajo y, sin saber qué hacer, se quedó aburrida en su habitación.

    La cama no era mullida, pero que más daba, era una cama al fin y al cabo, pensó.


    “¡Que aburrimiento! “ pensó con desgano.


    Se entretuvo todo el día conociendo la aldea y tratando de buscar, otra vez, alguna cara conocida.


    Sentándose en un banco, miro al cielo, manchado con algunas nubes.

    Ya no sabía qué hacer para luchar contra el aburrimiento.

    Por fortuna, eso cambio al caer la noche.

    Observo, con curiosidad, a un grupo de aldeanos formando una hoguera, juntando madera.

    Giselle decidió ser parte y ayudo trayendo un poco de leña por aquí, otra por allá.

    Dos o tres personas le agradecieron y la invitaron a oír historias alrededor del fuego.



    Con ella, veinticinco personas se juntaban al calor de la fogata.

    Un anciano, con el rostro surcado de arrugas, propuso que el que lo deseara, contara una historia para pasar el tiempo.


    Tres o cuatro niños pidieron a sus padres (sentados en cuclillas, al igual que todos) cuentos de hadas.

    Hansel y Gretel, Blanca Nieves, y la Cenicienta fueron algunos de los muchos que pidieron los pequeños.

    El anciano lanzo un trozo más de leña al fuego y les pregunto a los niños si querían una “historia de miedo”

    - Pocos lo saben, pero Diablo, no mejor dicho, los portadores del poder del Diablo están en la Tierra, caminando junto con nosotros. Es muy posible y horrible a la vez, que te encuentres con uno de ellos en la noche y no te des cuenta siquiera que estás viendo a un monstruo.


    Varios niños, jóvenes e incluso algunos adultos, sintieron escalofríos.

    - ¿Y cómo se llama ese demonio?-pregunto un niño, con la voz temblorosa.

    - Se los conocen como Moroi.

    - ¿Son muy feos verdad?- inquirió una niña.

    - ¿Porque han de ser así ?Son, físicamente, todo lo contrario. Después de todo, Lucifer fue, antaño, el ángel más bello del cielo. Los vampiros son hermosos, viven para siempre, son extremadamente fuertes y veloces, pero, para eso, deben consumir sangre humana. Matan por ella y no tienen reparo alguno en hacerlo. Además, poseen el poder de hipnotizar a la gente mirándola directamente a los ojos.

    - ¿Nacieron así?- volvió a preguntar la niña.

    - No, pequeña. Fueron humanos alguna vez, pero vivieron toda su vida en pecado y, a causa de ello, perdieron su alma y ahora vagan por la tierra en busca de sangre fresca.


    Giselle, aun con el rostro inexpresivo por fuera, solo miro al fuego.

    Por dentro, anudada por la verdad recién descubierta.

    ¿Eso era ella? ¿Un Moroi?


    Se preguntó, consternada, que tipo de mujer fue para que Dios la castigara así.

    Nunca podría vivir en la luz, enamorarse, casarse, tener hijos, envejecer junto a ellos. Tendría que pasar la eternidad asesinando por la sed.

    Mas se negaba a llorar, de hacerlo, descubrirían que era.


    Con esos pensamientos, jugueteo con la cruz atada con un simple cordón al cuello.

    - Es muy bueno que siempre tengamos, como usted, señorita- comenzó a decir el anciano, señalándola.

    - Un símbolo religioso a nuestro lado. Los Moroi temen a los símbolos de nuestro Señor, se queman y no pueden acercarse a la persona que los sostiene. Ah , también el ajo los repele-

    “¿Y cómo es que yo, siendo un Moroi, puedo sostener esta cruz sin quemarme? Aparte, comí un trozo de pan de ajo hoy. Algo no encaja…”pensó la moroi.


    - ¿A qué otras cosas les temen los Moroi?- pregunto, tratando de sonar asustada en vez de interesada.

    - Es de vital importancia que deben hacer cuando un Moroi se les aparezca. El Moroi no puede salir a la luz del día, lo destruiría. Una estaca clavada en su corazón también le daría la muerte.

    Bien, ella podía salir al Sol todos los días y sin embargo, compartía todas las características de los Moroi.

    No podía quedarse con la duda, ni siquiera con su esperanza de recuperar su memoria.

    Ahora tenía en mente un nuevo objetivo: conocer a los suyos, a los Moroi.

    Se quedó un tiempo más alrededor del fuego, oyendo, de a ratos, como los padres trataban de calmar a sus hijos, asustados, con fabulas cómicas.

    Bostezo y se levantó. Iría a la posada a dormir.

    Aprovecharía su oportunidad de dormir en una cama por esa noche, no sabía ni cuando tendría la oportunidad de dormir en una cama en un tiempo prolongado.

    Para no despertar sospechas, pidió a “la posadera obsesa”, como ella la había apodado, un trozo de pan y un poco de té.

    Se sentó en la barra, tan enfrascada en esas revelaciones que ni siquiera disfruto el poco sabor de su cena.

    Ni siquiera notaba que la comida era muy mala en esa bendita posada.

    Tampoco noto, en un principio, a un hombre sentado en la barra junto a ella.


    El tipo la miraba de forma lasciva. La joven en verdad poseía una belleza y una sensualidad innata, pensó el.

    “Además, viste como una vagabunda. Quizás pueda usar su pobreza a mi favor, quien sabe” se dijo a sí mismo, al notar la mísera ración de alimento que ella comía despacio.

    - ¿Cuánto me cobrarías por una noche contigo?- pregunto el tipo, abiertamente y sin rodeos.

    Giselle abrió los ojos por la sorpresa y la furia.

    Lo miro directamente a los ojos y pensó

    “¡Yo no me acostaría contigo ni por todo el oro del mundo!”


    La cara del cambio de pervertida a directamente tonta, asintiendo como un estúpido.

    La moroi tardo unos segundos en darse cuenta de que, de hecho, lo tenía hipnotizado.

    “Quizás esta sea la solución a mi problema” se dijo, pues entendía que si quería viajar y encontrar a otros moroi, necesita oro.

    ¿Y qué otra forma de conseguirlo tenia, después de todo?


    Le sonrió con coquetería y le pregunto, mentalmente


    “¿Tienes amigos? Responde mentalmente, estúpido”

    Él asintió con la cabeza y luego dijo , mentalmente.

    “Están todos dormidos”

    “Escucha, bastardo, deseo que me traigas todas las monedas de tus amigos y me las entregues, a media noche, junto con las tuyas propias, en mi habitación. Luego de ello, volverás a tu cuarto y olvidaras que me conociste”

    “Sí”


    Giselle termino de comer, mientras el tipo subía escalaras arriba.

    Unos minutos después, la moroi también subió y se quedó en su habitación, mirando a través de la pequeña ventana la noche estrellada.

    El sonido del pestillo de la puerta al abrirse la hizo incorporarse del lecho.

    El hombre, aun bajo su trance, llevaba en cada mano dos bolsas medianas de paño.

    “Vuelve a tu ha citación y olvídame para siempre” ordeno.


    Él asintió tontamente y se fue, cerrando la puerta tras sí.

    Giselle no perdió tiempo. Tomo su bolso de viaje y puso en el las bolsas con modernas.

    Salió a través de la ventana y se adentró, otra vez, en la espesura del bosque.
     

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