One-shot Lavadora

Título: Lavadora
Fandom: Pokémon Rol Championship
Palabras: 1325
Personajes: Épsilon, Ípsilon.
Summary: ¿Alguien se acuerda de los reclutas Épsilon e Ípsilon? ¿Cómo es su vida desde su deserción del equipo Gamma?
Advertencias: Nah... N-No es como si pudiese haber algún tipo de shipping discreto en esta historia (?)


—¡Te he dicho que no funciona!

—¿Pero le has dado bien, o qué?

El joven flacucho y de mirada cansada estaba agachado junto a aquel condenado aparato. Por algún motivo, por más que presionaba el botón, aquel cachivache no reaccionaba. ¡¿Por qué no?! No podía ser tan complicado, se dijo.

—Vamos a ver, ¿qué te crees? ¿Qué esto es una nave espacial? ¡Si es darle a un maldito botón, por favor! ¿Cómo no voy a darle bien?

Su amigo, mucho más corpulento que él, pero con un rostro no mucho más destacable que el de su amigo, se acercó a él, y lo observó desde arriba, colocando el brazo contra la pared.

—Tío, si le das y no reacciona, es porque algo estás haciendo mal. ¿Qué otra explicación puede haber?

—Pues no sé, ¿que se ha roto, por ejemplo?

—Uhm, bueno, sí... eso también.

El mayor rio a carcajadas mientras el más flaco lo miraba desde abajo, con rostro cansado y mirada de reproche. Se levantó y lo miró de frente, de brazos cruzados.

—No tiene gracia. ¿Sabes qué? Arréglala tú, listo. Yo paso, voy a hacerme algo de comer.

Trató el flaco de salir del pequeño espacio donde sólo podían encontrarse aquella condenada lavadora y un tendedero donde había colgados algunos calzoncillos y varias camisetas. Además de eso, ahora, junto a la lavadora, dos enormes cestas cargadas hasta arriba de ropa decoraban el lugar. Cuando fue a cruzar, su compañero de piso puso el brazo para obstaculizarle la salida.

—Eustace, no empieces. Déjame salir.

Eustace, quien antes era nombrado por todos con el nombre en clave de "Épsilon", sonrió mientras se encogía de hombros.

—¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema?

El flaco suspiró hondamente, y tuvo que agacharse para pasar por debajo del brazo de su amigo.

—Es tan divertido molestarte —dijo en voz alta Eustace, mientras se agachaba ahora él junto a la lavadora averiada, para examinarla.

—Sí, sí, ya sé que te encanta —espetó el que antes era llamado Ípsilon.

Mientras el flaco avanzaba por el diminuto piso que ahora compartían, viviendo una vida normal, los dos ex reclutas en la Ciudad Témpera, en el salón minimalista se topó con un nuevo obstáculo: el enorme Stoutland de su compañero de piso se estaba echando una siesta, tranquilamente, en la mitad del pasillo, impidiéndole entrar en la cocina. Suspiró, mientras pasaba con cuidado por encima del pokémon, tratando de no pisar su pelaje o despertarle. Stoutland podía tener muy mal humor si se le molestaba, pese a que solía ser tranquilo.

—A veces creo que lo hace a posta —susurró, mientras cruzaba.

Al fin alcanzó su objetivo. Como era costumbre, su Crobat también pululaba por la zona, posado tranquilamente sobre la encimera. Abrió uno de los amenazantes ojos, y al verlo entrar, agitó velozmente sus alas un par de veces, desplazándose lo suficiente como para saltar sobre la cabeza del excomandante, que se tambaleó.

—Cuidado, Crobat, me vas a hacer perder el equilibrio —le dijo, mientras se rascaba la parte baja de la espalda, por encima de los calzoncillos que dejaba al aire, libres de cualquier tipo de pantalón, abriendo la nevera casi vacía frente a él. Y suspiró otra vez—. Qué depresión de cocina —se lamentó.

Crobat, rápidamente volvió a saltar, y aleteó unas cuantas veces más, hasta perderse de su vista. El antiguo Ípsilon se giró, curioso, para mirar a dónde iba. Cuando salió de la cocina, sin lograr su simple propósito de comer cualquier cosa, se encontró conque, ahora, Crobat se había recostado entre los largos bigotes de Stoutland, y ambos dormitaban juntos, silenciosos y tranquilos.

No pudo evitar sonreír al mirar la escena, apoyado contra la pared.

—Eh... ¿Ingus? —gritó Eustace, desde la "lavandería", a tan solo unos metros de su compañero, los pocos metros que tenía el piso, claro. Pero él no lo oyó, pues estaba demasiado hundido en sus pensamientos.

Pudo ver cómo Stoutland abrió un ojo, y, al ver a Crobat junto a él, se movió ligeramente, lo justo para que su cabeza quedase a la altura del cuerpo del murciélago, y frotó su rostro contra el del pokémon, en un gesto de cariño que le conmovió. Con ternura dibujada en su rostro, por un momento recordó cuán simple y vacía había sido su vida siempre; nunca tuvo padres, nunca tuvo familia, y desde bien pequeño tuvo que ganarse la vida en trabajos mal pagados y de cuando en cuando delinquiendo como única vía. Hasta que acabaron en los Gamma. Por suerte, todo eso había acabado. La cuestión era que, en todo ese tiempo, Ingus había tenido siempre a su lado a su fiel compañero, a su amigo, a su confidente: a Eustace. Siempre, siempre había estado con él. Desde el principio, y hasta el final, juntos.

—¡Iiiiiingus! —seguía gritando el otro, nuevamente sin oír nada su compañero.

Ingus sólo miraba al frente, a Stoutland y a Crobat. Ellos dos estuvieron juntos, también, desde que eran un Lillipup y un Crobat. Y no tenían problemas ni reparos en mostrarse su cariño, en abrazarse. ¿E-Estaba mal si él, a veces, deseaba ese contacto de parte de Eustace? ¿Era eso... normal? No sabía si era algún tipo de atracción diferente de la amistad, o si simplemente era una mala interpretación del cariño, pero la cuestión es que Eustace era la única persona del mundo que le había dado algo de cariño, algo de afecto: todo cuanto conocía de la amistad, de las relaciones humanas y de la sensación de querer, de un modo a otro, a alguien, partía de él y acababa en él. Entonces... ¿no era, acaso, natural desear que jamás se separasen y desear, simplemente, que le diese un fuerte abrazo y le dijese que él también le apreciaba y quería tanto como él lo hacía? No quería nada más.

—Ingus —dijo, por fin captando su atención, al tiempo que golpeaba su hombro—, hum, tengo algo importante que decirte.

Por un momento, el pulso se le aceleró.

—¿Eh? Oh, v-vale —¿por qué dudaba tanto? No era nada malo. No era necesariamente nada romántico, nada extraño. Tan sólo quería expresarle su cariño, ¿no? ¿No era solo eso?—. Sí, yo también quiero decirte algo.

—Uh, sí, vale, pero, antes, quiero decírtelo yo.

Ingus estaba tan abstraído en sus palabras que casi no oía el traqueteo de un objeto pesado dando pequeños saltitos y azotando el suelo con sus temblores.
Asintió, dándole permiso tácito para empezar a hablar.

—Uh, la lavadora ya funciona, pero... eh... funciona demasiado.

Justo entonces, antes de que pudiese siquiera percatarse de lo imbécil que había sido al pensar que iba a decirle algo verdaderamente importante, una lavadora que parecía tener vida propia apareció por el pasillo, arrastrando tras de sí el cable que la mantenía conectada y temblando de manera completamente alocada, impulsado su movimiento por ese traqueteo. La vieron acercarse lentamente, en su movimiento.

—Oh...

—Madre...

—Mía —exclamaron los dos al unísono, cuando la lavadora se detuvo justo frente a ellos, y se encontraron abrazados y con ojos cerrados, como tratando de minimizar el inminente daño.

¡Pum! La lavadora cedió, el cajón del detergente se abrió, así como la tapa, y el agua salpicó sus rostros y sus torsos, mientras la ropa mojada que había dentro salió disparada, quedando un par de calcetines sobre los cabellos de Eustace y unos pantalones en el hombro de Ingus.

Estaban empapados cuando Ingus abrió los ojos de nuevo y se percató de que se había abrazado como por un impulso a Eustace. Sin siquiera separarse, el grandote le dijo:

—... tenías razón, tío. Estaba rota.

Y comenzó a reír una vez más, esta vez acompañado por la risa del flaco.

—¿Oye, qué era lo que tú me ibas a decir, eh?

—... —ese era Eustace, después de todo. Así era, despreocupado, torpe y alocado. Así era, y así era como él quería que fuese siempre— que tenemos que comprar una nueva lavadora, tío.