Two-Shot Las quemaduras del dolor [Mao] [S.S Rol]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 20 Junio 2020.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Título:
    Las quemaduras del dolor [Mao] [S.S Rol]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    652
    Amelie , te dije que haría un fanfic en su honor, así que aquí me vengo con el drama: Porque si escogiste el periodo Edo, sabías que ibas a ver sufrir a todos (?)
    rapuma , que tu personaje siempre estará relacionado a todo lo que escriba de Mao.


    Ehem, mi Mao esta de luto, siento penita, porque ella vive con penita ;w; (PeroEsoEraNormalEnAquellaÉpoca,AsíQueNadaQueHacerle)(Aparte,AmoEscribirDrama)




    Las quemaduras del dolor

    El legado de un Kobayashi




    El sonido de las cigarras, el susurro del frío viento, la calidez de hojas marchitas y las florecientes flores rojizas; todo era doloroso, pero innegablemente bello. No era necesaria una foto, ni una radio, mucho menos una ilusión; porque el recuerdo estaba grabado a flor de piel en su corazón, y no bastaba más para tener claro cuales eran sus intensiones en su, probablemente, corta vida.

    Mao no subestimaba a nadie; ella era consciente de qué acciones la llevarían a la muerte, y estaba dispuesta a enfrentarla. El hilo de la verdad lo tejería ella y nadie más.

    Sonrisas, juegos, peleas sinsentido; todo bañado por la calidez de la infancia, no perdonaría más al Clan Taira, que los manchó de escarlata brillante. A sus mayores alegrías, a su único orgullo, a lo que más anhelaba y defendía; El Clan Maldito se los arrebató, y el Clan Minamoto no ayudó en nada; ninguno se merecía su perdón, era ella quien se merecía el perdón de ellos...

    Y sus hermanos también, pero nunca se los darían... Ya era un caso perdido ante los brillantes ojos ámbar.

    Kenzaburo se lo enseñó; el oscuro y retorcido mundo que acechaba a Japón todos los días, y al cual él fascinado pertenecía... Cegado por la avaricia. Mao no podía culparlo, pero tampoco le iba a dar la razón; por lo tanto, cuando vio que Kenzaburo ya no tenía nada más que enseñarle, se lo propuso: Dividir sus caminos, porque deseaba no volver a cruzar sus destinos, pues eso solo era un sinónimo de desgracia; pues deseaba ir tras ella: Ir tras los Taira.

    Una chica sin apellido, porque no pertenece a ningún clan, y el único hombre al que respeta; también fue dejado de lado por la jerarquía japonesa. Odiaba su país, pero era su hogar; y ella no podía escupir la mano que le dio de comer, por lo que prefería ser una cobarde que le daba la espalda. Y sería una cobarde siempre; en busca del camino más andrajoso, deshonroso y fácil: No tenía nada que perder, porque el día de su nacimiento fue sentenciada a dejarse ganar. No le importara como la llamaran, ni que hablaran a sus espaldas; a ella solo le hacía sentido su pasado, la única forma de ir hacia el futuro.

    Pero después había hombres como él; aquel desventurado caballero que parecía poseer alma de niño, y le dolía verlo, pues sus leves gestos solo le traían malos recuerdos... Y el destino era de todo, menos piadoso.

    Lo conoció el mismo día que murió; lo mismo pasó cuando Kenzaburo la encontró.

    Masuyo Kobayashi ya no existía; su memoria había sido borrada del mapa. ¿El líder de los Kobayashi tenía una hija? ni idea; él nunca estaba pendiente si la pequeña aún vivía. Su madre no podía llorar la trágica vida de su niña, porque la abandonó antes de tiempo... junto a sus hermanos. Así, ante el desolador panorama, Masuyo decidió abandonar todo lo que alguna vez tuvo.

    Solamente para acabar con quién liderara a la peor escoria de los clanes; Taira. Lloraría si tenía que llorar, gritaría con todas sus fuerzas si tenía que gritar; no le negaría su mano a nadie, y mucho menos les prohibiría sentir el frío de su katana...

    Los únicos que se salvaban eran los niños y niñas... y a ratos algunas mujeres.
     
    Última edición: 20 Junio 2020
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    Kaisa Morinachi

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    Grullas de papel
    Volando por el cielo





    Kimura y Hiro; dos almas ejemplares, como la de cualquier pequeño que no a saboreado la crueldad del mundo. Curiosamente, la señora Kobayashi era la encargada de nombrar a sus hijos; había amenazado al líder del Clan para conseguirlo, aunque eran amenazas vacías, porque ella sabía que estaba dispuesto desde hace muchos años permitírselo. La unión era esencial, y el amor entre ellos iba más allá de lo individual; Ella estaba orgullosa de ser Kobayashi, porque él se esmeró demasiado en lograr persuadirla, ser cabeza dura iba en la sangre. Así que, como la letrada que era, sus hijos tenían que tener nombres dignos de un Kobayashi; porque ellos serían el rostro visible de unos de los pilares de los honrados Minamoto... si es que quedaba aún algún rastro.

    La vida en aquel pueblo perdido en el pequeño bosque japones era demasiado pacifica, tanto que era casi un pueblo fuera del mapa; perdido entre montañas nublosas, conocidos solo por viajeros bienaventurados.

    Masuyo se crió dentro de las murallas de la residencia Kobayashi, no conocía el exterior, pero sabía todo lo que una futura gran mujer debía conocer; todo aquello indispensable para el samurai que arriesga su vida en el campo de batalla. Costura, cocina, telar; canto, baile, orar; defenderse, atacar: Versatilidad, debía estar lista para pisotear a cualquier mujer y ser envidia de cualquier hombre; pero a la niña no le decían que ese era el objetivo. Solo le enseñaban a ser buena y amable.

    Y su madre hizo un trabajo maravilloso con ello; lo comprobó cuando Kimura nació. El heredero del Clan Kobayashi era un niño muy especial, y Masuyo le protegía como tal. Su padre nunca se enteró de esto; estaba ocupado erradicando seguidores del Clan Taira, por lo que no tenía tiempo para disfrutar de sus hijos. En cambio, la madre si vio como Masuyo era una mujer peculiar, aunque tal vez era simple soberbia; todos sus hijos, que surgieron de sus entrañas, eran especiales; para una madre siempre lo serían. La niña, con sus cinco años, era en extremo atenta con el pequeño de apenas doce meses de vida. No lo tocaba, y cuando lo escuchaba llorar o quejarse; iba corriendo a avisarle a cualquier mucama, guardiana o a la ama del lugar, sí no se encontraba ocupada; era como si el pequeño Kimura tuviera una conexión especial con su hermana, parecía cosa del destino que Masuyo haya nacido primero que los dos únicos hombres que pudo traer su madre a la vida; la líder lo sentía en cada célula viva, porque cuando nació Hiro, Kimura le protegía como si fuera de cristal, porque solo replicaba la preocupación constante y el amor que Masuyo depositaba en él.

    Una cadena; eso eran. El líder velaba por ella, la líder por Masuyo, la niña por su hermano heredero, este último atesoraba al retoño más pequeño.

    Y a pesar de todo, los tres eran sumamente independientes. Masuyo tenía una disciplina atemorizante; a diferencia de su madre, que de pequeña lloraba y se quejaba por todo, Masuyo solo acataba ordenes; se frustraba cuando las cosas las hacía mal, era condenadamente devota... Era como su padre.

    En cambio, Kimura era demasiado parecido a ella; tal vez debido a que ya se había acostumbrado a la vida en el pequeño y perdido bosque, Kimura no era más que fruto de ese pacifico lugar. Masuyo siempre tuvo un gran vozarrón, cosa que tuvo que aprender a suavizar, porque no era bien visto que las mujeres alzaran tanto la voz. Kimura, en cambio, era de muy pocas palabras, como un bosque taciturno en una constante primavera; Hiro era el otoño mismo, alegré, bullicioso, rápido y demasiado ansioso, pero extremadamente perspicaz, con tan solo 6 años de edad.

    Era increíble como, con una ardua educación, los pequeños empezaban a aparentar cosas en contra de su naturaleza. El invierno abrazador que era Masuyo se convirtió en primavera genuina; y Kimura, siempre fresco como una flor de loto, se volvió sofocante como el verano; el único que no alcanzó a mutar fue Hiro, fue el único que su otoño quedó inmortalizado... en el corazón de Mao.


    —¡One-cha~n! ¡¿Qué haces One-cha~n?! —gritaba eufórico Hiro, mientras miraba como Masuyo doblaba hojas de papel blanco impoluto. Kimura sostenía la mano del menor, mientras este daba saltitos inquieto; él solo miraba, en un sepulcral silencio curioso, como su hermana mayor hacía su labor.

    —Grullas de papel.

    —¿Grullas de papel? ¡¿Qué es una grulla, Masu~One-chan?! —. El pequeño jamas se quedaba sin preguntas.

    Masuyo aguardo en silencio, sin desconcentrarse de su trabajo; al finalizar, les mostró una perfecta grulla de papel. Ambos la miraron asombrados.

    —Esta es una grulla, echa de papel —dijo la chica mientras alzaba el ave hacía el sol, y los chicos la miraban ensimismados. La leve sonrisa de Masuyo era totalmente genuina.

    —Son asombrosas —dijo Kimura.

    —¡Eres asombrosa, One-chan! —exclamó siempre fuerte; Hiro.

    La chica tan solo sonrió avergonzada.

    —Ustedes serán más asombrosos que unas grullas de papel —. Kimura desvió la mirada al suelo, indeciso; a Hiro solo le brillaron los ojos; era claro quien quería llevar las riendas de la familia, pero la elección no la hacían ellos.

    >> Confíen en mi, por algo soy su hermana mayor.

    Y Kimura compartió miradas cómplices con su hermana, mientras Hiro salía corriendo a algún lugar desconocido; seguramente iba a alardear que sería una asombrosa grulla de adulto.


    Mao se levantó en la madrugada, hacía un calor abrazador. Al salir del hostal dónde se hospedaba, muchas miradas curiosas la observaban; no le habían dado ni tiempo a ir a lavarse al río.

    —Esto... —habló el mayor del pelotón de niñas y niños, del condenado pueblo; ante la forastera que había llegado hace dos noches.

    >> ¿Nos puede contar otra historia, señorita Mao?

    Ella sonrió suavemente, asintiendo con la cabeza.

    —Acompáñenme al río, hoy les tengo la historia sobre una grulla.

    Los chicos le preguntaron que era aquello, y ella empezó con su narración.
     
    Última edición: 21 Junio 2020
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    Una niña que perdió todo y a la vez ganó el odio, el rencor y el sufrimiento que solo puede dar un camino de paria. Mao es sumamente fuerte! Pero no creo que sea gracias a Kenzaburô; él le dió unas pocas herramientas y la ayudó a alistarse en el camino del errante. La fuerza de voluntad es solo y únicamente de ella.
     
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    Yo lo sé, el problema es que ella no (?)

    Yo solo sé que amo escribir cosas con ella XD
     
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    Amelie

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    Me encanta que explores a Mao como personaje, sólo hay algo que debes explicarme a fondo y es su odio a los Minamoto; el clan fue destruìdo mucho antes de que Mao naciera; y a penas resurge hace dos años en anonimato.
     
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    Es que eso no lo sabía cuando le creé le historia.

    Pero bueno, ella era del Clan Kobayashi, que seguía como el "Legado" del otro gran clan; No es que odie a los Minamoto, odia a su propio Clan, y no puede echarle la culpa a los suyos, porque siente que de eso ya se encargan los Taira.

    Al final, es un odio justificado, y ella no es que los odie; simplemente los usa para desahogar sus furias y enojos, por precisamente ser un clan que apenas está resurgiendo; si se va de cara contra los Taira siente altas probabilidades de morir.

    Esa es mi justificación XD, porque sinceramente, me perdí mucho con las fechas mientras hacia la historia.

    Oh, y a final de cuentas; todo lo relacionado a clanes y samurais lo detesta XD Que se relacione con ellos ya es para poder cumplir sus objetivos personales.
     
    Última edición: 21 Junio 2020
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    Te resumo mi opinión de este capítulo o en una sensación que me deja luego de leerlo esta palabra es a la vez que el título de una de mis peliculas favoritas y significa miseria o caos aunque se ajusta más a la miseria no la palabra RAN
     
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    Karl Orphen Fei D´lyra

    Karl Orphen Fei D´lyra Usuario común

    Virgo
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    Qué bonito capítulo en cualquier momento creí que todo se iba a torcer pero me gustó como lo seguiste cómo lo terminaste ya que esa sensación de tranquilidad hogareña sin quitar el ¿qué habrá pasado? deja tranquilo al lector Aunque la duda está ahí
     
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