Las noches sin luna La hermosa mujer de piel canela yacía en una cama pequeña situada en una habitación en San Mungo… a su lado se encontraba el hombre que había sido su esposo durante los últimos 15 años. La pelirroja gimió débilmente por el sufrimiento, abrió los ojos lo más lento posible para soportar la picazón que le ocasionaban los rayos del Sol que se filtraban por la ventana de su habitación temporal. Intentó llevar sus brazos a la cabeza para mitigar el dolor que sentía en esa zona pero la sensación cálida en la mano derecha no se lo permitía, giró su rostro con suavidad a la dirección del azabache y miró a su marido durmiendo pacíficamente mientras sostenía su mano con fuerza. Había caído enferma durante dos meses y sabía que no le quedaba mucho tiempo, no quería morir pero ya no tenía oportunidades para sobreponerse a la enfermedad. La culpa la consumía, tal vez la sensación de enfrentar a la parca sin haber expiado sus pecados la hacían delirar para confesar lo que ocultaba tanto tiempo, la verdad. Una noche sin luna de hace casi 17 años, oculta con la ayuda de las sombras que las nubes le proporcionaban en el entorno, ejecutando un plan que nació por los celos y el egoísmo… el mismo plan que dio forma a una familia aparentemente amorosa conformada por los padres y 3 hermosos niños, ese plan que rompió a pedazos el corazón de su peor enemiga quien curiosamente fue y seguía siendo su mejor amiga, aquel plan que por cargo extra destazó algunos fragmentos del alma de su ahora cónyuge. Muchos pensarían que ya no tenía caso, pues a pesar que su marido en poco tiempo sería viudo su mejor amiga estaba casada; pero, la pelirroja no dudaba acerca del amor entre la rubia y su pelinegro esposo… cuando los ojos verdes reflejaban aquellos zafiros, el brillo que irradiaban era hermoso, una chispa de nostalgia y ansiedad, un susurro de agonía que exigía de manera silenciosa un tacto apasionado. Un amor tan profundo que el ritual oscuro que la pelirroja creó para separarlos nunca pudo extinguirlo, las lágrimas que una vez derramó al escuchar a su esposo susurrar el nombre de la rubia a causa del cansancio físico y mental después de la intimidad probaba dicha teoría. Tal vez para expiar sus pecados, quizás para tener una oportunidad en el purgatorio y evitar el infierno o porque se arrepentía con total sinceridad; tampoco ella sabía exactamente la razón, pero al sentir que su calor corporal aumentaba y cocía su cuerpo decidió despertar abruptamente a su marido con el fin de exigirle que encuentre a su amiga porque necesitaba verla con urgencia. Una sonrisa genuina se dibujó en el rostro de Ginny, la muerte esperaba paciente. La pelirroja no se preocupaba por sus hijos pues la ojiazul los cuidaría con su amor maternal. Tal vez dentro de algunos meses más; Harry Potter ya no pasará, las noches sin Luna.
