Long-fic de Inuyasha - Las hermanas del equilibrio [Inu&Kag]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Lunella, 14 Septiembre 2013.

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    Lunella

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    Aries
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    12 Septiembre 2013
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    Título:
    Las hermanas del equilibrio [Inu&Kag]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    970

    Capítulo I

    “Demonios Colosales”

    Era un atardecer rojizo, como nunca antes se había visto en Sengoku, por lo menos no en muchos años, ya que ningún ser viviente, humano o demonio sería capaz de recordar un color escarlata tan brillante como aquel que revestía el firmamento.

    Tan solo una figura alta y de largos cabellos plateados miraba de frente la puesta. Reposaba sobre la rama de un árbol y tenía una mirada ausente con semblante reflexivo.

    Habían pasado ya ocho años desde que la batalla por la perla de Shikon hubiese acabado, y cinco años más desde el regreso de Kagome, todo había estado en paz y perfecta armonía, los demonios mantenían la distancia de aldeas, pero otros comenzaban a mezclarse cada vez más entre los humanos y el número de híbridos iba en aumento, esto despertaba cierta inquietud entre los mismos demonios de más alto rango quienes consideraban que se acercaba el fin de su raza, a ese paso desaparecerían por completo dentro de unos siglos, y esa idea los mantenía a distancia y a la defensiva, no querían buscar problemas, tan solo buscaban sobrevivir y seguir extendiendo sus líneas sucesivas de sangre demoniaca pura.

    Pero era evidente que sus esfuerzos serían en vano, después de todo en la época origen de Kagome los demonios no existían, debía ser entonces un destino irremediable.

    Inuyasha bufó de pronto, le molestaba pensar demasiado en ese tipo de cosas, y es que no estaba seguro de como sentirse al respecto.

    -¡Inuyasha!- El híbrido había volteado segundos antes de que esa mujer le llamara pues su inconfundible y dulce aroma le había despertado de sus cavilaciones, y ahí estaba ella: su paz, su certeza, su seguridad, su fortaleza y a la vez debilidad. A su lado ¿Qué importaba si los demonios desaparecían o no?

    -Hum… ¿Inu…yasha?De pronto se encontró a sí mismo delante de ella contemplándola maravillado, no se había dado cuenta ni siquiera como había llegado frente a ella, la atracción magnética que ejercía sobre él era cada vez mayor con el paso de los años, probablemente fuera porque había aprendido a aceptar sus sentimientos con tanta naturalidad como el agua que fluye río abajo, ya no estaba dispuesto a perder el tiempo, jamás volvería a cometer el mismo error.

    Poco a poco la distancia entre ellos disminuía buscando el encuentro de sus labios, pero apenas habían alcanzado un roce cuando Inuyasha percibió un aroma diferente en el aire: sangre.

    Inmediatamente miró en dirección al origen del rastro, desde la arboleda comenzaron a escucharse unas pisadas apresuradas, no pasaron muchos segundos cuando surgió un anciano con semblante agobiado y una niña ensangrentada e inconsciente en sus brazos.

    -¡Ayuda…! ayuda por favor, se los ruego… ¡ayuda! -El anciano cayó pesadamente sobre sus rodillas aferrándose a la pequeña.

    En cuestión de segundos Kagome se había acercado a ellos y examinaba a la pequeña, tenía una terrible herida en un costado que se extendía hacia abajo y también presentaba múltiples golpes en la cabeza y brazos.

    -Debemos llevarlos a la aldea ahora mismo -Dijo al mismo tiempo que arrancaba un trozo de tela de su manga para tratar de detener la hemorragia.

    Inuyasha se apresuró a levantar al anciano en su espalda y Kagome a la niña en sus brazos.

    Poco a poco la luz del alba había desaparecido y del rojizo atardecer solo quedaban leves resplandores violáceos en el horizonte.

    Ya era de noche cuando llegaron a la aldea, y ya instalados en casa, Kagome se dispuso a atender a la niña, por suerte aquel día había recolectado muchos materiales y hierbas medicinales, e Inuyasha le había hecho el favor de traer suficiente agua del arroyo más cercano.

    -Oiga anciano, ¿Qué fue lo que sucedió?Pregunto Inuyasha mientras la anciana Kaede le servía algo de comida caliente.

    -Demonios…horribles demonios de tamaño colosal…nunca…jamás había visto algo parecido…destruyeron nuestra aldea…me atrevería a decir que mi nieta y yo…somos los únicos sobrevivientes…-Concluyó el anciano con voz quebrada.

    -Pero eso es… es extraño… hace tanto que no sabíamos acerca de ataques a humanos por parte de demonios… ¿Cómo sucedió esto?- Kaede tenía un semblante realmente serio y preocupado.

    -No lo sé…pero…después del ataque fuimos a las aldeas aledañas a buscar ayuda, y todas estaban destruidas tambiénEl anciano se veía muy hambriento sin embargo sus manos temblaban, dificultándole sostener el tazón.

    De pronto Kagome salió de la habitación, se había lavado y cambiado, y se sentó junto Inuyasha suspirando profundamente.

    -Bueno, no se preocupe anciano, su nieta estará muy bien, pero en estos momentos necesita muchos cuidados, deberán quedarse aquí unos días, yo me encargare de todo…también…iremos a investigar a esos demonios, tenemos que detenerlos… ¿Inuyasha?

    -¡Je!, no tienes ni que preguntar, hace mucho que no tengo una buena pelea, pero dudo que esos demonios sean un verdadero problema para mí.

    Y ahí estaba de nuevo, el Inuyasha de siempre, orgulloso e impulsivo, Kagome no pudo evitar soltar una leve risa, lo amaba tanto.

    Permanecieron unos minutos más, cenando y conversando con el anciano hasta que decidieron ir a descansar, al día siguiente partirían temprano en busca de esos demonios.
     
    Última edición: 14 Septiembre 2013
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    Nota de autora:
    Este FanFic lo he publicado en otros lugares, bajo el nick de Amberiel :)
    Espero les guste, es el primero que hago <3
    Lo había publicado en el foro general pero luego vi que pedían que lo publicaramos en su área correspondiente, so aqui está :D
    Este es sólo el comienzo, se pondrá muy bueno, ya tengo muchas buenas ideas ;D
    Agradezco que lean y comenten :)
     
  3.  
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    Las hermanas del equilibrio [Inu&Kag]
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    Aventura
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    3
     
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    1177
    Capitulo II

    "Un cambio en el corazón"


    Partieron al amanecer, llevaban consigo algunas provisiones, suficiente para los dos días de camino a su destino, Inuyasha solo llevaba su colmillo y Kagome su arco con múltiples flechas, además llevaba consigo algunas hierbas y amuletos de protección y purificadores. Todos esos años le habían traído experiencia y gran conocimiento sobre cómo ser una buena sacerdotisa, con la guía de Kaede, Miroku y otros amigos además de personas que había conocido en el transcurso de esos siete años. Lo que más amaba de ser una sacerdotisa era que podía ayudar a tanta gente, sabía que era una responsabilidad pero lo sentía como algo maravilloso, era tener suficiente fuerza para ayudar y proteger a otros.
    El otoño ya había comenzado, así que constantemente se topaban con árboles de cerezo y caminos forrados en pequeños pétalos y flores rosas, era una visión increíble, y aún más increíble era sentir la cálida mano de Inuyasha, sosteniendo la suya a medida que caminaban, haciendole sentir invencible.

    Una hora después de su partida, una jovencita de quince años, con cabellos oscuros y largos hasta la cadera salía de su hogar a prisa y miraba en todas direcciones buscando a Kaede. Por fin la encontró recogiendo algunos frutos en una canasta, debía cuidar del anciano y su nieta herida mientras Kagome e Inuyasha no estaban.

    -¡Anciana Kaede!

    -Ah, buenos días Rin

    -¿Ya se fueron Inuyasha y Kagome?

    -Sí, se han ido al amanecer- Contesto distraídamente.

    -Oh…no…-La joven agachó la mirada, entre sus manos sostenía un pequeño paquete forrado en una fina tela.

    -¿Necesitabas algo Rin?

    -Yo…yo solo…bueno, quería pedirles que si veían al señor Sesshoumaru, le dieran esto, es un regalo especial que le hice –Dice sin poder disimular una gran sonrisa.

    -Oh ya veo, dudo mucho que Inuyasha y Kagome se lo encuentren y menos aún que vayan a visitarlo, en todo caso ¿por qué no se lo das tu misma?

    -Pues…es que…-De pronto su sonrisa fué reemplazada por un semblante apenado-…es que el señor Sesshoumaru…no me ha visitado en meses…-dice finalmente con un hilo de voz.

    -Oh…bueno, no te desanimes, seguro vendrá pronto, ahora debe estar muy ocupado –dice Kaede no muy convencida- Dale tiempo niña.

    Rin asiente levemente y regresa a su hogar, una vez dentro sintió una profunda tristeza, de pronto se sintió tonta al mirar el regalo que le había hecho a Sesshoumaru: un hermoso collar de colmillos y cuentas de jade. Tal vez a él ni siquiera le gustaría aquel tipo de regalos, era lo más probable.

    El señor Sesshoumaru ya no era el mismo de antes, desde el momento en que había cumplido doce años, muchos pretendientes la habían buscado, en su mayoría hombres muy ricos con grandes propiedades y comerciantes, ella los había rechazado a todos y cada uno sin estar segura de porqué, desde ese momento, la dulzura, las atenciones, el cariño y preocupación del amo habían desaparecido, parecía más distante, y cada vez aparecía menos por la aldea para visitarle, era como si ya no le importara en absoluto lo que sucediera con ella.

    De pronto recordó la última vez que tuvo una larga conversación con él, ella estaba por cumplir trece años y se sentía abrumada por tantas proposiciones de matrimonio, quería huir.

    ***Inicio de recuerdo***

    Aquel día estaba atardeciendo y el señor Sesshoumaru estaba por irse.

    -Señor Sesshoumaru…yo necesito decirle y preguntarle algo.

    -¿Hum? –Sesshoumaru ni siquiera la miraba, parecía muy apurado por irse.

    -Yo me he vuelto una chica muy fuerte ¿sabe?, pronto voy a convertirme en una gran sacerdotisa, además estoy aprendiendo a usar la espada, conozco todo sobre hierbas medicinales, y también…cocino muy bien…-Dijo esto último sintiendo un leve rubor y calor en sus mejillas, de pronto Sesshoumaru le miró con esa glacial mirada que tanto le caracterizaba, aquello por poco le hacía flaquear, pero reunió todo su valor y fuerza de voluntad para seguir- …me preguntaba si podría acompañarlo en sus viajes…como…como antes…

    Sesshoumaru sostuvo la mirada en la pequeña, y esta a su vez se la sostuvo con gran decisión y gran esfuerzo por no comenzar a temblar, ella no temía de Sesshoumaru, pero era cada vez más difícil para ella estar tan lejos de él, le causaba una gran angustia, por eso había empezado su entrenamiento, para volverse más fuerte y que Sesshoumaru considerara llevarla a su lado por ser útil, tenía grandes esperanzas, sabía que su esfuerzo debía darle buenos resultados en algún momento.

    -No.

    -¿Ah…? pero…-No podía creerlo, y sabía que no habría forma de convencerlo, el nunca cambiaba de parecer así como asi.

    De pronto sintió una mano sobre su cabeza, Sesshoumaru le acarició levemente como cuando era niña, con cariño, era su forma personal de tranquilizarla o zanjar un asunto.

    Rin se sintió frustrada y agachó la mirada, cuando la volvió a levantar, Sesshoumaru se alejaba sin más como siempre, y esta vez ella no se despidió alegremente de él como siempre, esta vez se quedó en silencio mirándole alejarse, con un nudo en la garganta.

    ***Fin del recuerdo***

    No, el señor Sesshoumaru no había cambiado, había sido ella misma quien cambió, su forma de pensar, sus intereses, sus sentimientos por él.

    -Lo amo -Dijo en voz alta a la habitación vacía, sabía que nadie podría escucharla, pero decirlo era una revelación incluso para sí misma, sabía que le gustaba pero hasta ese momento no había considerado que lo amaba, pero ahí estaba, era obvio, todas sus decisiones, entrenamientos, rechazos a múltiples a pretendientes, todo eso era porque el señor Sesshoumaru ya ocupaba un lugar importante en su corazón y solamente deseaba estar a su lado.

    De pronto se levantó y comenzó a cambiarse de ropa por la de entrenamiento, era una prenda muy parecida a la de la gran Sacerdotisa Midoriko, a quien Rin admiraba mucho, pero con una armadura más ligera, también peino sus largos cabellos en una trenza que caía sobre su espalda. Comenzó a empacar unas cuantas provisiones, el regalo para el Sesshoumaru y una yukata, una de sus favoritas que él le había regalado en su cumpleaños pasado.
    Aún no tenía una espada propia, tan sólo una de entrenamiento hecha de madera, pero la llevaría pues seguro le serviría mucho en algún momento.

    Una vez lista salió a hurtadillas tratando de pasar desapercibida, no quería que nadie se diera cuenta de que se iba, ni que intentaran persuadirla de quedarse.
    Buscaría a Sesshoumaru, le enseñaría lo fuerte que se había vuelto y le confesaría sus sentimientos. No había vuelta atrás.
     
    Última edición: 15 Septiembre 2013
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    Lunella

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    1089
    Capítulo III
    "La noche que lo cambió todo"



    Kagome corría descalza por el bosque húmedo, sus cabellos estaban revueltos, parte de sus ropas estaban desgarradas y sucias. De vez en cuando trastabillaba sobre el lodo, de pronto atorándose o resbalando y luchando desesperadamente por no detenerse ni un segundo, pero de pronto frente a ella un enorme árbol cayó en su camino obligándole a detenerse y resbalando sobre el barro.

    Aún en el suelo, tomó su arco y una flecha y rápidamente apuntó hacía un costado, podía percibir perfectamente como algo se acercaba desde aquella dirección, permaneció así poco menos de un minuto, la lluvia caía pesada sobre su cabeza empapando su visión segundo a segundo pero ella utilizó toda su entereza para permanecer con la flecha bien tensa y lista para atacar.

    De pronto volteó y disparó la flecha instantáneamente logrando atinar al pecho de un youkai que le doblaba la estatura, sin esperar a ver si este caía, giró sobre sí misma y disparó otra veloz flecha que asestó la cabeza de un segundo youkai, la misma escena se repitió con un tercer y un cuarto youkai, de pronto se dió cuenta que no contaba con más flechas, había gastado el resto del carcaj antes de empezar a correr.

    -¡Kagome!-La voz desesperada de Inuyasha en las lejanías se confundió con el sonido de la lluvia que arreciaba.

    -¡Inuyasha!-La sacerdotisa volteó en dirección a la voz solo para encontrarse cara a cara con un joven de melena roja y brillante como la sangre misma, y unos ojos tan dorados como los de Inuyasha, el joven sonreía ampliamente. Ella no tuvo tiempo de siquiera preguntarse quién sería aquel extraño.

    Lo último que vió fue un resplandor plateado, lo último que escuchó fue a Inuyasha llamándola a gritos con el terror reflejado en su voz cada vez más lejana, lo último que sintió fué un agudo dolor en el vientre que la sumió en la inconsciencia.

    ….

    -Kagome, ¡Kagome!

    Kagome abrió los ojos de golpe, un sudor frío perlaba su frente y su respiración era agitada. Poco a poco comprendió que solo había sido un sueño, o más bien un recuerdo de seis años atrás sobre aquella terrible noche donde casi perdía la vida, y donde todo había cambiado para siempre.

    -Kagome… ¿estás bien?, ¿has tenido un mal sueño?

    Kagome se limitó a asentir suavemente, Inuyasha le acercó un poco de agua fresca y ella bebió sin decir nada.

    -Ya estoy mejor-dijo por fin.

    Había comenzado a llover, llevaban tres días caminando, y ya habían pasado por dos aldeas que estaban totalmente destruidas. Si aquellos demonios eran tan grandes como el anciano los había descrito, solo podrían estar ocultos en los grandes bosques de las montañas, así que les quedaba por lo menos un día más de viaje, pero Kagome estaba cansada, así que decidieron acampar en una casa que había quedado casi intacta en medio de una aldea abandonada y en ruinas.

    Inuyasha había reunido algo de madera para encender un buen fuego, ya que el clima frío y húmedo del otoño se sentía con más fuerza que antes y debían protegerse, especialmente Kagome quien en su condición humana era aún más frágil.

    La sacerdotisa se había vuelto a dormir con el arrullo de la lluvia sobre el techo, esta vez acurrucándose en los brazos de Inuyasha quien la envolvió en un abrazo protector.

    Ella no le había dicho nada, pero él sabía a la perfección que Kagome aún tenía pesadillas sobre aquella ocasión seis años atrás en que casi la arrebataban de su lado.

    Al clavar la vista en el techo pudo recordar con claridad aquella oscura noche, en el momento en que había llegado para encontrar a Kagome inconsciente y desangrandose en brazos de un youkai que la dejo caer en el lodo al notar la presencia de Inuyasha. Con el semblante pálido y frío y la sangre hirviendo en sus manos, Inuyasha arremetió sin dudar contra aquel youkai quien sólo se dedicó a esquivar sus ataques y luego sin más desapareció sin dejar rastro.

    El hanyou corrió a atender a Kagome quien ya había perdido mucha sangre por una herida con cuchilla en el vientre, la cubrió con la parte superior de su traje de rata de fuego y la llevó de prisa con Kaede y Jinenji.

    Fueron días de profunda angustia, el medio demonio descubrió que Kagome estaba esperando un hijo suyo y que por supuesto lo había perdido aquella misma noche, además ella no despertaba y todos los días debían hacer curaciones a sus heridas. Inuyasha había viajado en busca de brujas, monjes, curanderos, había buscado hierbas y cristales que solo se encontraban en lugares peligrosos y recónditos, todo para intentar salvarla. Su esperanza pendía todos los días de un frágil hilo, y cuando todo parecía perdido…Kagome finalmente despertó.

    Inuyasha utilizó toda su fuerza de voluntad para no estrujarla entre sus brazos, se veía tan pálida y frágil que no se atrevió siquiera a tocarla, pero las próximas semanas no se despegaría de ella ni un segundo.

    El crepitar de la madera despertó a Inuyasha de sus cavilaciones para pasar a observar a su querida sacerdotisa durmiendo. Inuyasha apretó la mandíbula con pesar.

    “Ojalá hubiera podido protegerla…protegerlos a los dos…”

    Pero Inuyasha se había jurado desde aquel día que jamás permitiría que la lastimaran de nuevo. Y hasta la fecha había cumplido bien su promesa, no se había separado de ella, se había vuelto más cariñoso e incluso más paciente. Ella sin embargo parecía no sonreír como antes y a menudo parecía sufrir en silencio. En cambio había comenzado a obsesionarse con volverse más poderosa y ser una gran sacerdotisa, por lo que había entrenado muy duro.

    Su querida Kagome se parecía cada vez más a la fallecida Kikyo con el paso de los años, y él no podía alegrarse por eso, pues aunque se había vuelto más fuerte, amaba con todo su ser a Kagome tal cual había sido desde el día en que la conoció, con su espíritu enérgico, alegre y lleno de luz.

    Claramente parte de esa Kagome había muerto junto con el hijo que ya nunca podrían tener, pues la herida en el vientre le había afectado de tal manera que sería imposible que tuviera hijos. Pero él permanecería a su lado sin condición, sin dudas, sin miedos, porque la amaba de verdad y tan solo deseaba volver a verla sonreír y ser feliz.
     

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