Contenido oculto: Advertencia Esta historia tiene contenido violento, guerra y crímenes de guerra, esta advertido Contenido oculto: Sinopsis En medio de una de las mayores guerras que han tenido los Elfos y Humanos, la Federación Humana inicio una nueva operación para acabar con una vez de todas para acabar con la guerra. Esta parte en la Gran Guerra Élfico-Humana seria conocida como "La Guerra Indeseable" un evento que ambas partes deciden ignorar al recordar esta sangrienta guerra. Prologo-Una confrontación sin final "¿Paz? Con el Elfo nunca podrá haber paz, solo alargar lo inevitable" -Cónsul de la Federacion de Naciones Humanas Itsván Hadjú (1867-1928) Desde los primeros días de la existencia, Elfo y Humano tuvieron que convivir en un mismo mundo, sus primeros encuentros aunque pacíficos siempre fueron desde una desconfianza entre ambos pueblos. Con recelo ambas civilizaciones se desarrollarían en medio de conflictos internos entre las primeras naciones, intentando que los asuntos de unos nunca involucraran a los otros, consiguiendo que las relaciones Elfo-Humana fueran casi anecdóticas durante siglos. Solo fue con la llegada de la era de la exploración por parte de ambas civilizaciones durante el siglo XVI de la Nueva Era que las primeras fisuras de esta paz se vieron. Con el descubrimiento del continente de Hjark donde los Reinos Élficos y Humanos iniciaron procesos de colonización tambien comenzaría una enemistad entre ambas especies. Los lideres Elfos según los cronistas de esa época, vieron las ansias de control y poder de los Humanos sobre la tierra, que destruirían por completo cualquier territorio que ellos habitaran a largo plazo, con su tala de bosques, la minería y la rapidez en que el Humano se reproducía levanto malas auras dentro de las filas Élficas, comenzado con el inicio del supuesto "destino" que tenían los Elfos en este mundo, evitar que el Humano devastara todo a su paso. Mientras que los Reinos Humanos empezarían a verse celosos del potencial mágico único en los Elfos, magia que los mismos Elfos nunca utilizaban en beneficio si no en rituales que eran vistos por parte de la Humanidad como una "perdida de tiempo". Y de esa forma lo que empezó como una simple animosidad ligera, termino en lento desprecio al otro, el comercio y el intercambio cultural entre razas seguiría, pero siempre desde la desconfianza, situación que solo se haría mas obvia con la partición del mundo por parte de ambas civilizaciones a mediados del Siglo XVIII de la Nueva Era y la eventual unificación civilizatoria que tendrían ambos pueblos. La Humanidad se organizaría en la "Federacion de Naciones Humanas", creado primero como una alianza entre naciones republicanas y parlamentarias, pero después de las "Revoluciones Carmesí" y el fin de la nobleza en los diferentes Reinos Humanos, la Federacion se convertiría en la asociación política, organizativa y militar de todos los Humanos, pasando por los continentes del oriente como Krodzia y Kobun, y yendo hasta las lejanas colonias en las islas de Anzoria y el sureste de Hjark. Los Elfos por otra parte, habiendo observado como los Humanos habían masacrado a sus dirigentes durante sus revoluciones, decidieron unir a los diferentes Reinos, Ducados y Principados en una solo entidad controlada por el Alto Elfo Qilan IV de Vriemver, asegurando la estabilidad de ahora llamado "Sacro Imperio Élfico" que controlaría el continente madre de Sudenslein y las colonias de ultramar en Anzoria y Hjark. Con estas unificaciones y el fin de los conflictos internos, las civilizaciones Humano y Élfica empezarían un proceso mutuo de "distanciamiento", donde las rutas comerciales -tanto marítimas, como terrestres en el caso de Hjark- entre la Federación y el Imperio poco a poco fueron disminuyendo, hasta el punto en que todo acuerdo económico con miembros de otra raza era mal visto por los gremios y consorcios, lo mismo pasaría con el intercambio académico y cultural, cerrando puertos a los extranjeros, fortificando fronteras como en Hjark y prohibiendo a finales del siglo XIX la entrada a los "indeseables". Por otra parte -y en secreto- ambas potencias iniciarían una escalada en su producción militar en el caso de la Federacion y una industrialización acelerada en el caso Élfico -con obvias protestas desde las esferas de poder tradicionalistas-. Desde los mando militares -tanto Élficas, como Humanas- se sabia que habría una guerra, ya fuera por controlar por completo alguna zona colonial -como las islas de Anzoria y Hjark- y obtener los recursos minerales de esos territorios, o fuera para "eliminar" del camino al otro en una guerra rápida. Solo tenían que convencer a sus pueblos de la amenaza existencial del otro. Y a comienzos del nuevo siglo XX una oportunidad de prender el fuego del conflicto se presento. A principios del año 1925 de la Nueva Era, el Sacro Imperio Élfico y la Federación Humana tuvieron varios conflictos fronterizos y escaramuzas puntuales en varios territorios de ultramar. Lo que al principio eran combates aislados y malentendidos entre ambas potencias pronto se convertirían en el catalizador para un conflicto bélico a escala internacional. Ninguna de las ambas partes intentaron detener esta escalada de violencia entre sus sociedades, al contrario, alimentarían el miedo y la paranoia entre la población con propaganda, aumento del presupuesto militar y movimientos de tropas por todas partes de sus territorios. La hostilidad de ambos pueblos, latente desde mucho antes de la escalada, se intensifico con ataques a las comunidades fronterizas en Anzoria y Hjark, a los pocos comercios extranjeros por parte de ambas sociedades y el aislamiento cada vez mas intenso por parte de la diplomacia de ambas potencias. Al final esta inevitable guerra comenzaría al amanecer del 12 de julio de ese mismo año, cuando una compañía de tropas humanas asaltarían una fortaleza en el norte de Hjark en un intento de toma rápida por parte de las fuerzas Federales, que termino en una batalla por aquella fortaleza, este movimiento por parte de la Federación seria respondida con una declaración de guerra por parte del Sacro Imperio y la movilización de cientos de legiones para hacer frente a las divisiones Humanas. De esta forma una de las mayores guerras en la historia de este mundo comenzó, millones de jóvenes de ambas naciones serian movilizados para luchar en este conflicto. La guerra Élfica-Humana sería el escenario de grandes batallas alrededor de diferentes frentes. Desde las estepas del continente de Kobun habiendo sido invadidas por los Elfos al comienzo del conflicto, hasta las miles de islas de Anzoria donde los frentes serian poco claros debido a la poca distancia entre islas, pasando por los mares del oriente y los aires de Krodzia, el continente madre humano. Pero de todos los frentes el que más importancia terminaría teniendo fue el frente de Hjark donde millones de Humanos y Elfos perderían la vida en los campos y trincheras de todo el continente durante aquellos años de guerra continua. Tanto el Humano como el Elfo subestimaron al otro. El Humano no se imagino que la magia Élfica podía ser algo mas que rituales y cultivos, la alquimia combinada con la fabricación militar dio resultados horribles para el Humano, desde proyectiles y bombas que al estallar esparcía una clase de sustancia que causaba graves quemaduras, incendios y gases tóxicos, dirigibles y aviones biplanos, que a pesar de su retrase tecnológico, eran mucho mas resistentes que las aeronaves Humanas, convirtiéndose en serios dolores de cabeza para la naciente fuerza aérea militar Federal. En cambio los Elfos no tuvieron en cuenta el grado de industrialización Humana y lo avanzado de su tecnología, mientras ellos al principio de la guerra usaban fusiles de retrocarga de una bala y caballería ligera, las fuerzas Federales usaban fusiles de cerrojo y tanquetas, además de una producción en masa que aseguraba que cada avión, acorazado y tanqueta destruido por la artillería mágica fuera reemplazado en poco tiempo. Fue gracias a este raro balance que ninguno de los bandos logro tomar la iniciativa al principio de la guerra, solo pudiendo alargar la misma debido al orgullo de los mando militares Federal e Imperial. A medida que los años pasaban y ninguno de los dos bandos lograba derrotar al otro sin importar la expansión de sus ejércitos o las victorias logradas en campo de batalla, la sociedad de ambas naciones poco a poco se tuvo que acostumbrar a esta nueva realidad. Desde el Sacro Imperio la población "Silvestre" tendría que aumentar su produccion de granos como nunca lo habían hecho, las ciudades -antes relegadas a una función gremial y de reunión social- se convirtieron en focos donde los "Oscuros" -la servidumbre Élfica- trabajaba hasta el cansancio para mantener una economía de guerra en una nación no acostumbrada a este tipo de velocidad industrial, y desde las academias de magia repartidas por todo el continente madre, los aprendices en vez de ser entrenados en las nobles artes de la magia utilitaria -revitalización de suelos y naturaleza- o ritualista -la conexión con la misma tierra- eran instruidos en los usos militares -alquimia industrial, vuelo militar y uso de fusiles mágicos- para ser enviados a los diferentes frentes. Mientras tanto, en la Federación Humana la vida civil se sacudió de una forma nunca antes vista, el Comité de Salvacion de la Humanidad seria fundado por el senado Federal para centralizar el esfuerzo de guerra y separar las obligaciones civiles de la militares, pero esto dejo paso libre para que las fuerzas armadas de la Federación -quienes querían una victoria total contra el Sacro Imperio- no solo obtuvieran poderes de emergencia -creando la figura del "Consul" para administrar todo el poder militar, censurando periódicos por los crímenes de "derrotismo" o "traición contra la victoria Humana" y arrestando senadores por "conspirar para asegurar la derrotada Humana"- sino tambien aumentando el presupuesto militar a escalas nunca alcanzadas y peligrosas para la economía. Y de esta forma la guerra continua por años y años sin cambio alguno en los frentes, la economía de ambas naciones sufriría por los esfuerzos de guerra, el desabastecimiento general ante el excesivo gasto militar y la caída de la producción de bienes por armamento, sobre todo en temas alimenticios donde ambos bandos atentaban continuamente en la agricultura del otro para provocar hambrunas. Mientras en el Sacro Imperio se debatía entre tradicionalistas que clamaban por seguir con la santa cruzada contra los Humanos y reformistas que buscaban negociar para terminar con esta incruenta guerra, en la Federación Humana por su parte se vio crecer el autoritarismo del propio Comité de Salvación, que suprimió toda disidencia o reformismo en nombre de la victoria y convirtiendo al senado en un aparato mas de aquella dictadura militar. Diez años de trincheras y muertes infructuosas llevaron a ambos imperios al borde del colapso... hasta que, en 1936 después de una década de guerra continua sin tregua, todo cambió. a comienzos del año de 1936 la Federación lograría finalmente un avance significativo en la guerra al abrir un pequeño corredor en el frente de Hjark obligando a las fuerzas Élficas a la retirada. Esta sorpresiva retirada fue aprovechada por las diferentes divisiones de la humanidad para seguir presionando hasta la aniquilación del 5 grupo de legiones del Sacro Imperio en la batalla de New Uppon -una derrota que fue adjudicada al heredero Imperial, el Principe Qatius-. Esto dejo al mismo Sacro Imperio contra las cuerdas al perder una gran cantidad de territorio y mano de obra, con lo poco que quedaba de sus territorios en Hjark siendo los enclaves costeros en el noroeste del continente. La situación para la Federación también mejoraría en los diferentes frentes repartidos por el mundo. En Kobun después de sangrientas batallas por las diferentes regiones del continente se lograría expulsar a las fuerzas imperiales de la misma. En las islas de Anzoria durante los meses de marzo a septiembre una serie de desembarcos por parte de la marina Federal lograría aislar a docenas de legiones Élficas en diferentes territorios de ultramar, imposibilitando al Sacro Imperio rescatarlas. En solo un año la Federación había logrado derrotar al Imperio en todos los frentes que tenia, al mismo tiempo que su armada y aviación imponían un bloqueo al continente madre del Sacro Imperio a la espera de la inminente rendición. Ante la posibilidad de poder acabar con la guerra y al mismo tiempo con el Sacro Imperio, el Comité de Salvación de la Humanidad dio inicio a la muy planificada operación Días de Verano, un ambicioso plan ofensivo que involucraba el uso del IV Cuerpo Expedicionario Aerotransportado para tomar todo el sureste del continente madre Élfico al desplegar en un asalto paracaidista a un total de mas de 50 mil tropas para conquistar la región suroeste hasta una eventual desembarco de tropas. El mayor problema de la operación era que a pesar de que la operación tenia años de planificación a sus espadas gran parte de la operación seguía dependiendo de información desactualizada, poco confiable o nula sobre el terreno o las unidades a enfrentar una vez en tierra, además de que "Días de Verano" gastaría una gran cantidad de recursos, equipamiento y personal humano en una operación arriesgada que podría fallar con horribles consecuencias, aun así el mando supremo de la Humanidad no podía esperar mas, el Sacro Imperio estaba contra las cuerdas y la población estaba desesperada en acabar con la guerra. Y de esa forma el 1 de agosto de 1937 más de 50 mil paracaidistas serían enviados por aire hasta su destino en el continente de Sudenslein, en un nuevo capítulo de esta guerra sin final entre el Sacro Imperio de los Elfos y la Federación Humana, un capítulo que dejaría marcas en ambos bandos.
"Adaptarnos es la única forma de vencer a los Elfos, tenemos que luchar hasta la destrucción completa del Sacro Imperio" -Cónsul Hendrika Van Hoff, durante su juramentación el 1 de enero de 1934 de la Nueva Era 30 de julio de 1937 de la Nueva Era, New Workin 07:40 P.M: Aquellos días en la capital de la Federación eran de incertidumbre y terror ante las noticias que noche tras noche llegaban de los diferentes frentes por parte de la radio y los periódicos. Las suplicas y llantos de cientos de personas por sus seres queridos muertos o desaparecidos en combate solo eran superados por el malestar social que se podía sentir en aquellas calles y avenidas abarrotadas en aquel sombrío verano del 37, a pesar de que la victoria parecía inevitable el pueblo en general de la Federación no parecía estar dispuesto a seguir sacrificando a sus hijos en esta guerra tan larga. Para la población Federal a pesar de las noticias rimbombantes con titulares como "LA VICTORIA ES NUESTRA" en primera plana, las radios transmitiendo día y noche los increíbles avances por Hjark y lo que parecía la inevitable derrotada de los Elfos, muchos solo podían sentir una sola cosa, cansancio. Años de guerra, hambre y dolor habían minado la moral y la resistencia ciudadana, lo que antes podría haber sido los días más felices en la capital de la Humanidad, ahora solo eran semanas y meses de espera para saber cuándo el racionamiento y los aun constantes bombardeos Élficos terminarían. Mientras el ministerio de la cultura daba respuestas poco claras a importantes preguntas sobre las ramificaciones de la victoria en New Uppon y las posibles consecuencias a largo plazo sobre la Federación, una gran cantidad de soldados salían a todas partes de los diferentes frentes restantes para asegurar de una buena vez la victoria. La policía y la guardia nacional fueron llamados a una mayor acción para salvaguardar la seguridad interna de la nación ante posibles protestas que pudiesen ocurrir, aun con la apatía de la ciudadanía presente. Ante este escenario el Comité de Salvación Humana se reuniría por quinta vez consecutiva para discutir sobre el rumbo de la guerra y dar un duro golpe al Sacro Imperio Élfico, la tan esperada operación "Días de Verano" En aquella noche nublada las cuatro personas más importantes del gobierno Federal estaban reunidos en medio de una sala subterránea a más de veinte metros bajo el suelo del palacio de gobierno. La habitación solo tenía una mesa de madera, unos mapas de los diferentes frentes y una veintena de sillas (que casi nunca eran llenadas), además de una pobre iluminación. En la habitación solo estaban el Mariscal y Jefe de las fuerzas terrestres Gervasio Miniati, con la mirada en los planes operativos de aquella noche, su casaca verde oliva resaltaba por la pulcritud a diferencia del resto de la sala, donde el polvo y la suciedad era lo que abundaba, a su izquierda estaba el Mariscal y Jefe de las fuerzas aéreas Desmont Haywood, con la gorra de oficial aun puesta sobre su cabello blanco a pesar del calor en la habitación, a diferencia de Miniati, Haywood estaba de brazos cruzados mirando fijamente a la silla del frente, nadie se sentaría allí, pero el viejo Mariscal se sentía mejor fingiendo que estaba a los ojos a su superior. No pasaría mucho de aquel silencio cuando llegaría a la habitación la Almirante y jefa de las fuerzas navales Harika Allouche vestida con uniforme blanco de la marina Federal. Con 51 años y siendo la más joven del Comité de Salvacion la Almirante ni siquiera les dirigiría las palabras a los mariscales, simplemente caminaría hasta su asiento, el que estaba al lado de la silla donde se sentaría la jefa del Comité y cónsul de la Federación. Ninguno de ambos almirantes le importaría esto, cada uno estaba en sus propios pensamientos como para prestarle atención. Los miembros del Comité esperaban impacientes la llegada de su miembro mas importante, la Cónsul Hendrika Van Hoff. Cuando finalmente llego entro caminando con paso lento pero firme, acompañada por dos agentes del Servicio Interino de Seguridad que apenas la aventajaban en estatura, su abrigo verde olivo olía a polvo viejo y humedad, y el crujido de sus botas resonaba en la sala como un recordatorio constante de su presencia. No saludó, ni sonrió, las bolsas debajo de sus ojos azules y las múltiples canas de su despeinado cabello marrón la hacían ver mas como una vieja general y no la actual cónsul. Los tres altos mandos se pusieron de pie de inmediato, como autómatas. -¡Larga Vida a la Federación! -proclamaron al unísono, aunque sin convicción. Después de varios segundos de silencio entre los miembros del Comité. Van Hoff clavó los ojos en el mapa frente a ella. Tenía los dedos delgados, nudosos, marcados por la artritis, y los apoyaba sobre la mesa como si la sostuvieran más a ella que al papel. -Camaradas, buenas noches-diría ella mientras se sentó en su silla esperando un momento para que el resto hiciera lo mismo-espero que todos hayan tenido...un buen día-dijo ella sin mucha convicción mientras miraba el mapa que estaba frente a ella. Tanto Miniati como Allouche tenían un mal presentimiento de esta reunión, pero primero tenían que dar sus respectivos reportes a la cónsul. -No quiero perder tiempo-dijo la cónsul-Hagamos un repaso rápido a todos los frentes antes de ir con lo que nos compete esta noche -Bueno Cónsul-comenzaría el mariscal Haywood-Tanto en Hjark como en Kobun las aeronaves Élficas se retiran a su continente madre Miniati, que no levantaba la vista del mapa, intervino con tono seco -Dejando sin recursos ni apoyo a sus tropas cercadas -¿Y qué hay de la armada Imperial? -Preguntaría la cónsul mirando de forma directa a la almirante a su lado La almirante Allouche, aún rígida en su asiento, respondió con una voz nítida y tensa -La armada Imperial se retira lentamente de las costas de Kobun, en Hjark apenas se intentan asomar...y ya ni siquiera intentan romper nuestro bloqueo sobre Anzoria-Explico la almirante Miniati no pudo evitar un gesto de desdén -Lo único que evita que sus fuerzas en Anzoria mueran de hambre es la aviación Imperial-Diría Miniati -Cuestión que será resuelta, yo supongo, por el mariscal Haywood-Comentaria Van Hoff con una sonrisa que no alcanzó sus ojos -Si...Aun tenemos varios inconvenientes-Murmuro-Pero estoy seguro que antes de que termine el año los cielos de Anzoria estarán despejados de la plaga Élfica Con esa respuesta la cónsul miraba con una ligera sonrisa el mapa, la Federación finalmente estaba rompiendo el "empate" que su antecesor le dejo, y con la lenta, pero segura retirada Imperial de sus dominios coloniales era seguro afirma que la guerra estaba llegando a su final. -Cónsul...Hemos logrado nuestros objetivos militares, creo que podemos... -No, no podemos Miniati-Interrumpiría de forma tajante la Cónsul Todos los miembros se tensaron con esas palabras -La operación Días de Verano comenzó hace apenas unas horas, ahora mismo miles de paracaidistas pertenecientes a la vanguardia están surcando los cielos de los mares del norte antes de llegar a su destino, la provincia Imperial de Anvetheas-Van Hoff hizo una pequeña pausa mientras miraba al Mariscal Haywood, este solo dio un leve asentimiento con la cabeza -De una u otra forma obtendremos la victoria-Declaro Haywood, aun cuando sus palabras no parecían tener verdadero animo Van Hoff sonrió, esta vez sí, con entusiasmo. -Solo un paso más...y el Elfo no volverá a ser un problema para la Humanidad-dijo Van Hoff con una sonrisa, más amplia que la anterior La habitación cayo en un silencio incomodo ante las últimas palabras de la Cónsul, no era secreto que para todos los miembros del Comité menos la propia Van Hoff que "Días de Verano" era en toda regla una apuesta arriesgada para acabar con "el enemigo de la Humanidad" como declaraba el ministerio de cultura. El mariscal Miniati intentaba mantener la cabeza baja. Su dedo tembloroso recorrió lentamente la línea punteada que indicaba el recorrido de la primera oleada de paracaidistas. Lo conocía de memoria, pero una parte de él aún esperaba encontrar un error, una salida. Recordó los primeros días del conflicto, cuando aún creía que todo esto terminaría en cuestión de meses, cuando aún podía mirar a los jóvenes oficiales a los ojos sin ver en ellos un destino sellado. Mientras el mariscal pensaba en los posibles escenarios fallidos que podría tener la operación, la desactualizada inteligencia sobre Anvetheas podría terminar en un desastre en potencia si las guarniciones resultaban ser más numerosas o con mejor armamento al esperado por el Servicio de Inteligencia Militar. A su lado la almirante Allouche era la que más había manifestado su frustración con la dictadora por impulsar "Días de Verano" hasta el punto de amenazar con dimitir si la operación no contaba con alguna clase de "limite seguro" que en palabras con menor eufemismo era la forma de decir que si la vanguardia de la operación no lograba cumplir sus objetivos el resto del Cuerpo Expedicionario se retiraría de nuevo a sus bases en los mares del norte, de esa forma no se perderían recursos valiosos en una lucha inútil. Claro que con el "inconveniente" de dejar a su suerte a miles de soldados que con toda seguridad serian masacrados por las legiones Élficas. -Cónsul... -dijo finalmente Miniati, con voz grave-si las defensas en Anvetheas han sido reforzadas y el terreno está más saturado de lo que suponemos... ni la aviación ni el apoyo naval llegarán a tiempo. Estaríamos lanzando a nuestros hombres y mujeres a una trampa. Van Hoff lo miró, impasible. -¿Tiene usted pruebas de eso, mariscal? El mariscal Miniati no respondió. Solo negó con la cabeza, derrotado por la falta de información real. -Ahora camaradas sé que algunos tienen dudas muy justificadas por "Días de Verano" y sobre las expectativas sobre la misma operación, pero yo tengo toda mi confianza en la victoria de la humanidad en esta nueva campaña-Van Hoff miro de reojo a la almirante Allouche antes de continuar, como si lo que fuera a decir fuera un pecado -Es por eso por lo que antes de continuar quiero sinceramente con ustedes, he ordenado al Cuerpo Expedicionario el despliegue total, no habrá limite seguro Antes de que la cónsul terminara de explicar la almirante se levantó de golpe de su asiento y dio un golpe seco a la mesa. -¡Señora Van Hoff!, usted me prometió que habría un límite en esta operación suicida, ¿acaso dejara que miles mueran por una simple oportunidad de victoria? Van Hoff se irguió lentamente, con una rabia apenas contenida. -Si, sacrificaría hasta a mis propios hijos y nietas si eso significa terminar esta guerra-Exclamaría Van Hoff elevando su voz por sobre la de la Almirante -Los suyos aceptarían, pero que pasa con el resto de los hijos e hijas de la Federación-Respondería la Almirante-¿A ellos si podemos enviarlos al infierno sin su voluntad? -Lo dice como si la historia de nuestra Federación no estuviera llena de sangre de nuestros hermanos-Van Hoff también se levantaría de su asiento y empezaría a alzar a un más su voz -Los magos y brujos elfos sobrevolaban los cielos de Krodzia a principio de la guerra, pero gracias a los sacrificios de la en esa época naciente fuerza aérea logramos expulsarlos de nuestros cielos Dio una rápida mirada al mariscal Haywood quien asintió en una obvia señal de estar de acuerdo con ella -Los ejércitos en la isla de San Ramin en el 27 cuando fueron cercados en el único puerto de la isla, los comandantes prohibieron la evacuación y lucharon codo a codo junto a sus soldados hasta la liberación de la isla meses después La fuerte mirada de la Cónsul se posó en los ojos del preocupado mariscal Miniati quien intento parecer desinteresado por la discusión Las miradas de Van Hoff y Allouche se encontraron, la almirante sabía que no debía seguir con su postura si lo que quería era mantener su rango, así que para su propio pesar y la de sus camaradas del Comité ella se sentó ante la mirada impaciente de la Cónsul. Los ojos de Miniati -"Adaptarse o Morid" es lema no oficial que muchos aviadores, soldados y marinos en todas partes de la Federación usan mientras están en batalla, debemos aceptar que habrá numerosas bajas, lo natural en una guerra... pero si logramos acabar con el Sacro Imperio de una vez por todas todo sacrificio habrá valido la pena La sala quedo en silencio después de aquellas palabras, todos sabían lo radical que era la Cónsul con sus planes, sobre todo si involucraban derrotar de alguna forma a los Elfos o hacerlos sufrir. El reloj de la sala daba las 08:00 de la noche, ya nada podían hacer para evitar una posible catástrofe militar. La almirante Allouche empezó a rezar en silencio mientras el resto del Comité intentaban mantener la calma, pero la única persona que estaba en completa tranquilidad era la Cónsul segura tanto en el exterior como en el interior de que la operación saldría bien. -¿Y si falla? -preguntaría casi como un susurro la almirante-¿Y si toda falla? Van Hoff se levantaría, y se acercaría lentamente hasta quedar a un palmo de su rostro. Entonces, almirante... -susurró-Tendré el honor de informar a los padres y madres que sus hijos murieron valientemente por la causa Humana El reloj seguía su marcha ante sus ojos. "Días de Verano" había comenzado.
"La fortaleza del humano es su capacidad para sacrificar todo en pos de la victoria, incluso sus vidas...su maldición deriva de esto mismo, no pueden valorar la vida de la misma forma en que nosotros valoramos la nuestra" -Príncipe Imperial y comandante de las Fuerzas Terrestres Qatius de Sudenstlein. 30 de Jurnakel (Julio) de 1937 N.E, Vriemver, 11:40 P.M Los Elfos siempre han tenido un sentido del tiempo distinto al Humano, los años pasaban sin muchas preocupaciones en la capital, aun con más de una década en guerra continua, el constante desabastecimiento y las listas de bajas que llegaban desde los diferentes frentes, la población Élfica resistía, sabían que, a pesar de todo el dolor y perdida, esta guerra solo era un simple lapso en la larga rueda del tiempo. Pero con el inicio de las retiradas masivas desde la derrota en New Uppon y las derrotas contra los Humanos algo en el tiempo cambio para los Elfos y desde los últimos meses el mismo tiempo habían pasado con gran lentitud no solo para los plebeyos, sino también para los nobles y militares, pues noticia tras noticia que llegaba desde el frente solo traían la visión de un futuro peor que la vida actual. Aquel día el pueblo marcho por primera vez en la larga historia Élfica, en contra de su Emperador. Marcharon en los caminos de mármol que rodeaban el Alto Consejo cientos de veteranos con sus uniformes blancos, acompañados por sus familias, orando en voz alta interrumpiendo al Consejo en sus actividades. Marcharon a través de las calles de la capital miles de ciudadanos nobles con sus vestimentas doradas y plateadas con antorchas encendidas cuando la noche se hizo presente, iluminando las calles de toda la capital, también rezando por todo el camino. Hasta en las afueras los campesinos marchaban con sus herramientas en sus manos obligando a que las autoridades enviaran a la Guardia Imperial para monitorear las manifestaciones, al igual que el resto de las marchas los campesinos rezaron durante toda la marcha. Aunque para las diez de la noche la población volvió a sus hogares, cansados y agotados, los efectos de aquellas marchas se sintieron en el palacio imperial, que, aunque rodeada por grandes murallas, vallas y guardias leales, el malestar había logrado colarse en las altas esferas del poder Imperial. En aquellas horas los miembros más importantes de la cúpula imperial se habían reunido en la sala del trono del palacio para evaluar el rumbo de la guerra. La Sala del Trono, a pesar de su inmensidad, parecía más vacía que nunca. El gran trono de oro blanco -cincelado con las runas del linaje imperial- permanecía desocupado, lanzando una sombra imponente sobre quienes se habían atrevido a reunirse en su presencia ausente. Reunidos estaban el primer ministro Zalius Zu Vanderkerg el más imponente del grupo, no solo por su altura -más de dos metros- sino por su rigidez, era reconocible por su rostro afilado, sus fríos ojos color plata que nunca pestañaban, su túnica negra estaba adornada con franjas verticales de color púrpura y runas que denotaban su linaje racial. Al lado del primer ministro estaba parado Heuphis Zu Hermokorg el líder del alto consejo, era viejo incluso para un Elfo, Heuphis tenía la piel arrugada como la corteza de un árbol milenario y unos ojos tan opacos que parecían haber visto el nacimiento del mundo, se mantenía erguido con la ayuda de un bastón de madera de roble blanco, su túnica ceremonial era de un tono gris, gastada por los siglos y por los años de debates. Mientras tanto cerca del trono, casi aguardando el mismo, estaba el comandante de la Guardia Imperial, el General Uveranthor Zu Keagen con su blanco uniforme perfectamente planchado, y cada botón brillaba como si lo hubiese pulido él mismo, de rostro severo y mandíbula cuadrada, su cabello recogido en una coleta alta aún conservaba su color castaño, raro entre su gente, pero que no le quitaba su presencia imperturbable. Finalmente estaba el más importante de esa noche, el comandante en jefe y heredero de la corona Qatius de Sudenstlein. Con poco más de dos siglos, Qatius era considerado joven por los estándares élficos. Tenía la piel pálida como el marfil, cabello largo y liso de un color dorado como el de un amanecer que caía hasta su cintura, y unos ojos dorados que a veces parecían emitir una tenue luz propia, vestía con su uniforme de campaña negro adornado con filigranas de oro. Sus hombros estaban caídos, no por debilidad, sino por el peso de una responsabilidad que parecía no terminar jamás. Ahora, estaba parado al frente del trono, esperando el escrutinio del resto. -Príncipe Qatius-comenzó el General Uveranthor con una reverencia más por protocolo que por respeto-nos debe muchas explicaciones, sobre todo sobre nuestros debilitados frentes -Antes de empezar, quiero dejar algo en claro-comenzaría el príncipe-nuestras derrotas son reversibles, podemos volver a inclinar la balanza a nuestro favor -con todo el respeto que merece príncipe...no estamos interesados en oír sus piadosas mentiras-comentaría Zalius-esta reunión no ha sido convocada para escuchar sermones ni profecías reconfortantes. No queremos promesas: exigimos hechos. Y hasta ahora, los hechos son derrotas. -Las promesas hágalas frente al Alto Consejo, nosotros queremos saber la verdad-complementaria Heuphis con su voz gastada pero firme-acaso no sintió lo que nuestro pueblo quiso decir en las marchas, están cansados, agotados y molestos con el rumbo en el cual la guerra está actualmente -Lo sentí, todos lo hicimos, pero no podemos flanquear solo porque nuestros ciudadanos dudan de nosotros, debemos -No solo son nuestros ciudadanos príncipe -interrumpió el general, cruzando los brazos-. he notado ciertas... dudas en los ojos de nuestros legionarios, oficiales y hasta de mi...-el general vaciló un segundo, bajando la mirada por primera vez- digo, nuestra orgullosa Guardia Imperial La mirada del primer ministro se posó brevemente en la figura del general, con algo de duda antes de seguir -También siento esas dudas emanar desde el Alto Consejo, no es que quiera señalar a honorables miembros en particular...pero son muchos -General, primer ministro, es normal tener dudas, sobre todo si no son calmadas por nuestros "lideres"-respondió Qatius mirando con desdén a Heuphis-quiero decir, ¿acaso la elite no entiende sobre los costos de una guerra? -pregunto el príncipe con una leve sonrisa -Príncipe le puedo garantizar que desde el Alto Consejo sus honorables miembros entienden lo suficiente de temas militares, sobre todo cuando se trata de sus...disculpa, nuestras derrotas en todos los frentes-respondió Heuphis -Quisiera profundizar en eso -dijo el general-Príncipe, hemos perdido la iniciativa en todos los frentes, en Anzoria nuestras legiones mueren de hambre junto a los colonos, los enclaves en Hjark sufren de desabastecimiento y sobre población debido a los refugiados de todas partes de ese continente y en Kobun la línea de defensa en cada vez menos clara -Por todos los Dioses Antiguos, aún tenemos posibilidades de salvar el frente de Kobun, y lo mismo digo con Anzoria y Hjark, nuestras fuerzas aéreas y navales pueden superar el bloqueo -No sin poner en riesgo al resto de la armada, a la aviación y dejar sin protección a todo el continente madre -comentaría Uveranthor -Eso sin mencionar que nuestra economía sufre con cada día en que esta lamentable guerra se alarga -diría el primer ministro- nuestros campesinos batallan para producir lo suficiente para ellos, y ni hablemos de los Oscuros que mueren a cientos cada mes en las fabricas -Y desde las provincias sureñas como Anvetheas el malestar es mayor -alzaría la voz Heuphis con obvia preocupación- ¿cree que lo de hoy fue preocupante?, en esa provincia el duque me ha informado la presencia de desertores, ¡y hasta bandidos! - ¿Y qué proponen entonces? ¿Una rendición? ¿Una retirada total? -dijo Qatius, esta vez con un tono más duro-. Veo que no les falta valor para cuestionarme, pero sí para proponer soluciones a nuestros problemas -Principe, no estamos proponiendo rendiciones ni armisticios, solo queremos saber la v... La voz del general seria interrumpida por la del príncipe Qatius - ¡No me interrumpa, general! -Gritó Qatius dejando escapar su acumulada ira- Usted no lee los informes del frente, yo si -diría el príncipe con un tono más elevado- Ustedes no han ido a los frentes de forma personal, ¡yo he estado en cada uno! -dijo el, esta vez dirigiéndose a todos en la sala- -Príncipe, no fue mi intención faltarle el respeto -respondería el general bajando la cabeza en señal de perdón- pero debe entender que esta guerra amenaza la misma estabilidad política de nuestro Imperio -Eso es cierto...desde el Alto Consejo los reformistas quieren "regular" la guerra con la Federación, y temo que esa opinión se expanda entre los consejeros como el polvo -diría Heuphis Con eso se hizo un silencio momentáneo en la sala, nadie sabe cómo continuar sí que la reunión se volviera en una discusión entre el príncipe y los que debían ser sus subordinados. En esos segundos Qatius solo podía mirar al trono vacío, esa noche sabía que estaba peligrando su posición, no solo comandante sino de heredero a la corona, sabía que un error más seria su perdición. Y entonces como si se tratara de una señal de la mala fortuna, irrumpieron en la sala un grupo de mariscales y generales. - ¡Príncipe Qatius! -diría el de mayor rango- necesitamos que venga -Mariscal Delsarran, estamos en una reunión, usted no puede venir y reclamar el preciado tiempo del príncipe -diría firmemente Uveranthor- Rápidamente uno de los generales se acercaría al príncipe, susurrándole para evitar que el resto oyera, tanto el primer ministro como Heuphis se mirarían con obvia preocupación cuando observaron los ojos del príncipe abrirse con gran consternación. -Señores...tengo asuntos que resolver -diría el príncipe mientras caminaría a la puerta donde lo esperaban el resto de los militares- -Príncipe Qatius, ¿a qué debe esta inoportuna interrupción? -preguntaría el primer ministro- -Solo son...asuntos que requieren la presencia del comandante en jefe -explicaría Qatius para seguir, dejando a que los militares cerraran la puerta detrás de el- La sala caería en otro silencio absoluto, pero en esta ocasión no duraría mucho. -Siento que el príncipe esta frente a un desafío que le será imposible de superar-dijo Heuphis interrumpiendo aquel silencio- - ¿Usted como lo sabe? -preguntaría Uveranthor- no sabemos por qué se tuvo que ir, puede ser algo menor -Seguramente otra ofensiva de la plaga Humana en Hjark -complementaria Zalius, aunque sin mucha convicción- por ahora tenemos que apegarnos a las leyes Imperiales y dejar que el Príncipe haga su voluntad - ¿Y dejar que sus errores afecten al resto de las instituciones...no me parece lo mejor -respondería Heuphis- - ¿Y cuál sería la solución honorable consejero?, ¿destituir al... -el primer ministro no terminaría su pregunta ante la mirada del general Uveranthor- o.…Olvide lo que dije...tengo que irme Con eso Zalius se dirigiría a la puerta, dejando a solas a Heuphis y al general Uveranthor -El primer ministro parece estar perdiendo la fe en el príncipe- Comentaría el general mientras miraba el pasillo por donde se fue el Zalius- -Es normal en los suyos, los plateados son muy...desconfiados ante las dificultades inesperadas -diría el viejo consejero- Creo que también tengo que irme...general, espero que tenga una buena noche Ahora con solo el general Uveranthor en la sala del trono, este solo podía mirar al mismo trono de oro blanco, aquel donde tan solo unos meses estaba el Sacro Emperador antes de caer ante las enfermedades que ahora lo dejaban en cama. Una parte del general tenía las mismas dudas que el primer ministro, pero el que Qatius fuera comandante en jefe fue decisión del Sacro Emperador, y como buen soldado Uveranthor debía obedecer las órdenes del Elfo al que confiaba su propia vida, aunque esa misma orden no pareciera tener sentido para él, el general sabía que el Sacro Emperador debió ver algo en el príncipe, algo que los sacaría de la actual crisis. El gran reloj de la sala sonó con fuerza, anunciando la llegada de un nuevo día, un día el cual el general no sabría su importancia hasta muy tarde. Mientras tanto en la Comandancia Suprema, Palacio Imperial: La habitación de la comandancia era mucho más tranquilizadora para Qatius que la propia sala del trono, a pesar de la inminente crisis que se enfrentaba aquella noche por lo menos estaba en su terreno, apenas llego todos los comandantes, generales y oficiales del estado mayor dieron una reverencia ante su comandante en jefe. El príncipe pude ver la angustia en sus caras, pocas veces los había visto tan asustados y confundidos. -Me han llamado debido a una situación que podría afectar al continente madre -Iniciaría Qatius caminando hasta la mesa de la comandancia, en él estaba el mapa del mismo continente- No quiero perder tiempo, ¿Qué es lo que sucede? -Ese el problema príncipe, con exactitud no sabemos que sucede -respondería el Mariscal Delsarran- -Lo que sí sabemos es que los magos en el sureste han detectado una gran acumulación de energía calórica -diría el Mariscal aéreo Tanyl, sin alterar su tono, como si expusiera una verdad matemática y no un peligro- en particular en los mares cercanos a las provincias de Anvetheas, Olbun y Khor-Zai - ¿Y ya han enviado exploradores? -preguntó el príncipe- -Si príncipe -declaro la coronel Margiiala- Hemos enviado varias alas de combate mágicos para iniciar patrullajes por todo el sureste del continente -Debe ser una flota aérea humana -propuso el príncipe mientras se sentaba y revisaba el mapa justo en el punto del sureste- Una de las más grandes que hemos presenciado -Pero cuál será su propósito, no creo que simplemente vayan a bombardeos los campos sureños como lo hacen siempre -dijo Delsarran- -No, debe ser algo mucho más grande...de seguro deben tener más que solo bombarderos, han de tener dirigibles y cazas -aventuro Tanyal- -Debe de ser una incursión aérea contra nuestros navíos en las costas surestes -plantearía el almirante Ilythor, su tono era más de rabia que otra cosa- ¡Debemos defender nuestros astilleros y puertos! -O puede que vayan a intentar incinerar nuestros campos agrícolas en el centro -sugeriría el teniente coronel Elas Olaxys, ajustándose las gafas con dedos temblorosos- debemos alertar a las milicias en el centro de nuestra nación -Lo que me queda claro es que la actual situación podría generar otra crisis si dejamos que cualquiera de las dos situaciones ocurra -diría el príncipe- nuestro curso de acción será dar alarma a las provincias sureñas y centrales, alejar momentáneamente a la armada de los astilleros y que las guarniciones mágicas se activen para vigilar el espacio aéreo - ¡Si su Majestad! -Exclamaron todos los oficiales de la habitación Y sin esperar ni un segundo más, todos los operadores de telégrafos, radios y mensajeros comenzaron con sus deberes, los oficiales se levantaron junto a su comandante en jefe. -Príncipe, le tengo que dar la noticia, es leve, pero podría ser de importancia -diría el teniente coronel- -Pues es que tenga o no relevancia lo decido yo -dijo el príncipe mientras caminaba a la salida de la habitación- -En Anvetheas hay fallas en la comunicación debido a los múltiples bombardeos en las últimas semanas pasadas que dañaron los centros de radio y telégrafo -respondería Elas- -Para algo tenemos a los mensajeros en las provincias aledañas, envíalos y que mantengan comunicación usando a los mismos mensajeros -ordenaría el príncipe mientras se dirigía a afuera de la habitación- por ahora avísenme de inmediato si algo más ocurre - ¿Qué hará príncipe? -preguntaría Delsarran- -Le comunicare al Sacro Emperador la situación...espero que este de humor para recibirme Con eso ultimo el príncipe saldría de la comandancia, dirigiéndose hacia los aposentos del Sacro Emperador, mientras cruzaba los largos pasillos acompañado de varios miembros de la Guardia Imperial. El príncipe sabía que este podía ser el momento en que no solo su carrera militar fuera truncada, sino también el fin de todo su sueño como heredero al trono, aunque sentía temblores en sus piernas mientras se acercaba cada vez más a la alcoba del Emperador, también sabía que debía ser firme, a él lo eligieron sobre muchos para ser el heredero y no permitiría que los Humanos destruyeran su futuro, ni el del Sacro Imperio.
"Que Korin se apiade del espíritu Élfico, porque nosotros no lo haremos" Lema no oficial del Cuerpo Expedicionario Aerotransportado 1 de agosto de 1937 de la Nueva Era, cielos de la provincia de Anvetheas: Por los aires del continente de Sudenstlein miles de aviones de transporte, cazas y dirigibles surcaban con seguridad los cielos ante lo que el alto mando denominaba el punto ciego del Sacro Imperio. Entre los miles de aeronaves estaban las pertenecientes al Grupo Móvil de Paracaidistas, una unidad de vanguardia destinada a capturar o destruir una serie de puentes que conectaban la provincia de Anvetheas con el resto de las provincias sureñas. Mientras el aparato aéreo llegaba a su punto de lanzamiento la treintena de paracaidistas dentro rezaban para llegar a salvo a su destino, el sonido de sus ligeras suplicas se mezclaba con el aire filtrándose por toda la aeronave. La oficial al mando de aquel pelotón del GMP era la teniente de 2 clase Tiffany O'Leary quien estaba en la salida del aparato lista para saltar si era necesario hacerlo antes, ella miraba con preocupación a sus camaradas, O'Leary sabía que la mayoría vería su primer combate hoy y con seguridad para algunos seria también el ultimo. Su mente intentaba enfocarse en el objetivo inmediato de su unidad, además de matar a cualquier Elfo que intentara detenerlos. Mientras el aparato tenía una pequeña turbulencia, la teniente se ajustó los lentes de montura metálica -diseñados para no caerse incluso en medio de un salto- mientras sus mechones castaños, siempre descuidados, se agitaban con el viento que se filtraba por la puerta del avión. Sus ojeras profundas, marcadas por noches sin dormir, intentaban mantenerse completamente abiertos. Bajo la guerrera verde oliva, su cuerpo delgado pero fibroso denotaba años de entrenamiento. Los nervios que la teniente sentía por su cuerpo los intentaba esconder bajo una fachada de tranquilidad absoluta, su mirada se posaría en el soldado Dragomir el más joven del pelotón con apenas 18 años, parecía aún más frágil bajo el peso del equipo. Su cuerpo delgado y sus ojos verdes -tan vívidos como los de un ciervo- miraban la puerta del avión, esperando con ansias el salto. Las mangas de su chaqueta verde oliva le quedaban un poco largas, como si el uniforme hubiera sido pensado para alguien más robusto. Wellington -quien estaba al lado de Dragomir- a simple vista era un hombre bastante intimidante no solo por su estatura y hombros que parecían llenar todo el espacio a su alrededor, sino también por su historial como veterano de Hjark, pero O'Leary podía notar como sus ojos azules, usualmente serenos, ahora reflejaban un pavor que su físico imponente no podía ocultar, a la vez que el sostenía con fuerza la correa de su metralleta como si tuviera miedo de que se soltara el arma de sus manos. La teniente miro a su lado izquierdo, allí se encontraba la soldado Ouyang quien al verla asintió con nerviosismo, su moño -típico de las regiones orientales- asomaba bajo el borde del casco "sopera". La soldado llevaba el cabello recogido en una cola de caballo que apenas lograba ocultar bajo la tela del uniforme, como si ese pequeño gesto fuera un último vínculo con su hogar. - ¿Estas bien Soldado? -pregunto la teniente alzando la voz para que la escuchara- -Si señora...solo un poco nerviosa-respondió Ouyang, sus ojos marrones se dirigieron hacia la puerta- Nunca he hecho esto - ¿Saltar? -pregunto Dragomir- pero si lo hemos hecho varias veces en el entrenamiento -Exactamente Mihail, en entramiento-respondería por Wellington- Es normal que Ouyang tenga sus dudas...yo también tengo las mías -Si, pero... Una voz al lado izquierdo de la teniente interrumpiría a la soldado Ouyang -Esto es una estupidez-dijo aquella joven pelirroja Aquellas palabras desconcentraron a la teniente al ella oírlas. Estas mismas venían de la ingeniera Pjetri cual se quejaba nuevamente de la misión, ya era la tercera vez que lo hacía desde que habían despegado y O'Leary no sabía si debía callarla o dejar que siguiera quejándose, pues a nadie parecía molestarle las palabras de Pjetri. Aquella joven ex universitaria era con normalidad alguien serena y obediente a las órdenes de sus oficiales y a pesar de la diferencia de edad y experiencia, O'Leary consideraba a la ingeniera como una soldado responsable que siempre respetaba las ordenes de ella. Ahora esa misma actitud había desaparecido gracias a los nervios del momento que la volvieron más grosera a ojos del resto. Lo que más quería la teniente en esos momentos era afirmar su autoridad a la soldado y al resto del grupo, pero ella sentía que sus palabras caerían en oídos sordos. Y parecía que el resto de la unidad también pensó lo mismo, pues nadie decidió corregirla, pues tanto el nervioso Wellington y Ouyang se quedaron callados ante Pjetri. Ante todo, O'Leary decidió cerrar sus ojos mientras su mente divagaba sobre como era su vida antes de unirse al ejército. Solo podía recordar el trabajar como sirvienta personal para diferentes familias del este de Krodzia desde que tenía los 5 años, probablemente nunca habría aspirado a nada grande en su vida, no fue hasta que llegaron los reclutadores a su ciudad buscando voluntarios. Ella se ofreció, no por la Federación, el heroísmo o un sentimiento de odio a los Elfos, solo lo hizo por simple aburrimiento provocado por su vida monótona. Eso fue hace hacia más de 4 años atrás, ahora sabia a la perfección en que se había metido. Mientras ella sentía el viento frio de aquella noche en su rostro aun podía recordar las palabras del coronel Gauvier horas antes de que fueran subidos a los aparatos aéreos, un hombre cuya espalda encorvada y mirada apagada lo hacían parecer décadas mayor. La voz del coronel que siempre denotaba aburrimiento y cansancio tomo un tono más serio de lo normal. -Esta es una misión suicida-O'Leary recordaba la sorpresa en el rostro del resto de los oficiales presentes debido a la franqueza en las palabras del coronel. -Las posibilidades de éxito son por mucho inferiores a las del fracaso absoluto-Los ojos cansados del coronel recorrieron toda la habitación viendo las diferentes reacciones a sus palabras-Pero si tenemos éxito en esta operación abriremos un nuevo frente que a la larga le dará una oportunidad única a la Federación para acabar con esta guerra El discurso bailaba entre la desesperanza y el realismo típicos del coronel Gauvier, pero fueron las últimas palabras de este las que seguían resonando en su cabeza. -Quiero que recuerden que cuando termine la noche y salga el primer rayo del sol, la mayoría de sus soldados habrán alcanzado la gloria eterna Mientras la teniente seguía perdida en sus propios pensamientos el resto de su unidad se preparaban para el momento de saltar. Los paracaidistas se aseguraron los cascos "sopera", esos recipientes de acero que parecían tazones invertidos, mientras las ramas atadas a ellos crujían con el viento. El sargento De Palma iba de ultimo para asegurar que todos saltaran del avión sin retraso alguno. Barreta y Guller con sus ametralladoras ligeras Brees rezaban para llegar a tierra con vida, la especialista Eizenberg sudaba mientras maldecía en voz baja su mala suerte al cargar con el peso de la radio de la sección. Otros como Acevedo una soldada de apoyo anotaba en su libreta las municiones que cargaba, en un ejercicio para intentar calmarse. A su lado los hermanos Leo y Theo Carbinetti revisaban con ahínco su equipamiento y paracaídas para evitar un horrible accidente en aire o tierra. El cabo Hoobler y la soldado Wayland eran los más aterrados pues eran los que peor puntuación tuvieron durante los entrenamientos en paracaídas, Hoobler por su avanzada edad de 58 años y Wayland por su miedo a las alturas. El único en el pelotón con apariencia de verdadera calma era el tirador Zych, quien para O'Leary parecía estar más aburrido que otra cosa. Excepto por De Palma y la propia teniente casi todos en el avión no tenían experiencia combatiendo a los Elfos, O'Leary sabía que entre aquellos soldados había posibles combatientes de elite, como el sargento menor Sternikov un joven universitario disciplinado que se había ganado el rango gracias a su actuación en los entrenamientos. Pero la teniente ya había visto muchos buenos reclutas siendo vencidos por el miedo y el pánico de su primer combate. La teniente finalmente se saldría de sus propios pensamientos cuando el aparato se sacudiría de forma violenta y repentina causando un momento de absoluto temor entre los paracaidistas. La que mayor manifestaría sus quejas entre el grupo seria la ingeniera Pjetri quien comenzaría a insultar al mando, al ejército y a los pilotos del aparato quienes obviamente ignoraban sus quejas. -Maldita operación, maldita Van Hoff, maldita aerotransportada, malditos pilotos, maldi... - ¡Cállese la boca Pjetri o le juro que le quito el paracaídas! -ordeno la teniente La soldado inmediatamente callo ante la orden de su teniente, aunque esto crearía un silencio poco cómodo entre la tropa, algunos como Hoover o Wayland aunque no querían admitirlo, pensaban que Pjetri tenía alguna razón en sus palabras. Otra sacudida hizo que O'Leary empezara a preocuparse por la seguridad del aparato, miro por la salida de este intentando saber dónde estaban, solo para encontrarse con la vista perfecta de un banco de nubes inmenso que bloqueaba la vista hacia la tierra élfica. Al ver esas espesas nubes O'Leary se preguntaría cual sería la reacción del enemigo al ver como miles de aviones salían de las nubes mientras de ellos se lanzaban miles de paracaidistas. En el momento en que ella pensaba en las posibles reacciones de los Elfos, el sargento menor dio un rápido aviso, las luces de lanzamiento estaban en rojo, era momento para prepararse para saltar. Los 30 paracaidistas se levantaron al unisonó de sus asientos y engancharon sus arneses al equipo de lanzamiento del avión, sus chaquetas se hinchaban como velas bajo el viento cada vez más fuerte. El sargento De Palma reviso su arnés, equipamiento y paracaídas, al terminar grito lo siguiente -¡De Palma listo! El siguiente era Baretta, quien haría lo mismo que el sargento -¡Baretta listo! Los siguientes en la formación revisaban y confirmaban al resto que estaban preparados para saltar, mientras el avión seguía en aquel banco de nubes. O'Leary se preocupaba cada vez más, pues parecía que tendrían que saltar en medio de aquellas nubes sin poder ver bien donde terminarían aterrizando. Las confirmaciones seguirían hasta la penúltima que era Pjetri, quien, a pesar de haber dejado de maldecir, se le notaban los nervios -¡Pjetri lista!.... para morir Era el turno de O'Leary para verificar que su equipo estuviese en orden. Mientras revisaba su arnés una nueva sacudida del aparato casi la hizo perder el equilibrio, después de unos segundos de silencio de su tropa ante aquello ella volvería a lo suyo intentando no darle importancia -¡O'Leary lista! Ahora lo único que faltaba era que la luz roja cambiara a verde para saltar, lo cual todos esperaban con ansias, sobre todo Pjetri quien daba miradas cada ciertos segundos a la luz. De repente los paracaidistas sintieron una gran sacudida en todo el avión, como si fuera una onda expansiva seguida de otras de menor intensidad, solo para que segundos más tarde sintieran como el aparato era golpeado múltiples veces en todo el fuselaje por lo que parecía ser granizo. Los nervios de la teniente se intensificaron al voltear y ver las caras de terror de casi todos sus camaradas, tanto ella, sus paracaidistas y los pilotos sabían que era lo que pasaba, pero debido a la nula visibilidad que tenían gracias a las nubes a su alrededor era difícil saber cuál era la magnitud del fuego Élfico. Solo cuando el avión pudo salir de aquel banco de nubes los paracaidistas y pilotos pudieron ver a que se enfrentaban. El aparato en el cual iba la teniente y su unidad, como otras a su alrededor estaban al alcance del fuego antiaéreo élfico. Munición trazadora de color amarrillo y rojo pintaron el cielo como si se tratara de un amanecer, a la vez que comenzaron las explosiones que indudablemente venían de los cañones antiaéreos élficos. Ante esto los diferentes pilotos de las aeronaves aceleraron e intentaron llevar a cabo maniobras evasivas. Los paracaidistas junto a O'Leary fueron zarandeados por todo el aparato, la teniente podía volteo su cabeza para ver a sus soldados aferrándose al arnés, algunos como Wellington y De Palma se tambaleaban, otros como Ouyang o Zych se lograban sujetarse con fuerza de sus arneses, y estaba Wayland que casi se hubiera resbalado si no fuera por la ayuda del cabo Hoobler. - ¿Estas bien Wayland? -pregunto la teniente mientras tuvo que alzar la voz para ser escuchada - ¡Si...!si señora! -Exclamo Wayland, aunque se notó el temblor en su voz. El resto de la tropa esperaban atentos a que la luz verde se encendiera y pudieran saltar. La teniente vio atrás, a Pjetri le faltaba el aire, respiraba con dificultad mientras miraba al suelo, ni siquiera intento insultar o decir algo a la teniente, no tenía palabras para ese momento. Cuando la teniente intento abrir la boca para tranquilizarla, de repente sintió una agitación fuerte, como una onda expansiva, vio rápidamente a su ventana derecha, allí pudo contemplar como uno de los cazas de asistencia era derribado por la artillería élfica, dejando una estela de fuego y humo, antes de desaparecer de su vista. Todos sabían que cada segundo de espera era mortal y antes de que O'Leary pudiera decir algo los gritos comenzaron. -Aumenta la velocidad o estamos muertos-Se pudo oír desde la cabina - ¡No quiero morir en esta... chatarra! -exclamo Wellington, resistiendo de gritar alguna obscenidad - ¡Saltemos ahora teniente! -Exclamo De Palma, señalando la ventana donde estallaba un caza-. ¡O nos fríen aquí mismo! -Tenemos ordenes que cumplir sargento - O'Leary le clavó la mirada-hasta que la luz se haga... -Maldita sea teniente! -grito Pjetri, con los ojos aguados y su boca templando del miedo-Vamos....a morir quemados a este paso...nos....-la voz de la ingeniera se apagó hasta un sollozo El resto de la tropa se sorprendió ante el grito de Pjetri, ya el sargento estaba a punto de gritar, cuando la teniente volteo. O'Leary solo pudo mirar a Pjetri, intentando mantener su autoridad aun si solo fuera una mirada, pero solo pudo asentir levemente ante Pjetri. -Tranquila-dijo con suavidad la teniente-todo...todo estará... De repente luz que iluminaba el rostro de la teniente cambio del aquel rojo al verde. - ¡VERDE! ¡VERDE! ¡SALTEN, MALDITA SEA! —De Palma rugió desde la cola, empujando a Hoobler hacia adelante Con eso la teniente volvió a voltearse, quería seguir tranquilizando a su ingeniera, pero no podían perder más tiempo. - ¡Pelotón!, a saltar-ordeno la teniente mientras se dirigía con dificultad a la salida del avión. Al estar en la salida O'Leary miro con desconfianza el vacío del cielo nocturno, en el cual se distinguían el rastro rojo y amarrillo de las balas trazadoras surcando el aire, las explosiones de los proyectiles y los destellos blancos que la teniente identifico como hechizos de luz. Por un momento al cuerpo de O'Leary le invadieron las dudas, pero al voltear brevemente y ver a sus camaradas vio sus rostros de terror y pavor, todos debían saltar si querían salir vivos. Y sin perder más tiempo la teniente se abalanzo al vacío. Durante aquellos segundos antes de abrir el paracaídas, la teniente solo podía imaginar que terminaría siendo el blanco en medio de aquellas balas y explosiones. Ella sabía que no debía temer, ya lo había hecho antes en el frente de Anzoria, pero sin importar su propia veteranía, la teniente no podía acostumbrarse a aquellos arcos de fuego antiaéreo que se formaban ante sus ojos, ni el sonido de las balas silbando en el frio aire, ni la imagen de miles como ella saltando. En el momento en que la teniente abrió el paracaídas sintió un tirón más fuerte de lo común, era obvio que pasaría, los pilotos iban demasiado rápido para el gusto de cualquier paracaidista, aunque no podía culparlos. Al descender O'Leary pudo ver mejor donde aterrizaría, para su mala o buena suerte en medio de un camino de piedra, uno que esperaba que no fuera tan usado por los Elfos. En el momento en que toco tierra la teniente sintió durante un segundo como sus peores miedos se desvanecían a pesar del dolor momentáneo al aterrizar de forma tan brusca. Al segundo ella se levantó y con rapidez tomo su navaja de su guerrera para liberarse del paracaídas, después de cortas las cuerdas y soltarse del mismo, tomo su carabina aferrada a su hombro para prepararse. Sus ojos vieron para todas partes, examinando sus alrededores en medio de la oscuridad, además de aquel camino a su izquierda y derecha había árboles, arbustos y pasto mojado, además de una neblina espesa que no dejaba ver mucho por ambas direcciones del camino. Sin saber dónde había caído o donde podía orientarse la teniente decidió agacharse y gatear hasta los arbustos a la derecha de aquel camino. Allí O'Leary decidió revisar su brújula para saber en qué dirección estaba su posición. El objetivo principal del GMP y en especial del pelotón B de O'Leary era la de "limpiar" la zona de lanzamiento E-108 y crear un perímetro de seguridad para la llegada de los planeadores con el armamento y refuerzos para las tropas. La teniente sabía que debía dirigirse al sur -cerca de una aldea llamada "Novis Dievers"-, pero al revisar a su alrededor pudo ver un cartel en el camino, el cual indicaba en Élfico que a unos doscientos metros hacia adelante estaba "Renveller-Hu-Norch" un pueblo que según recordaba la teniente, estaba en el noreste en los mapas. -Maldita sea-se dijo a sí misma la teniente mientras miraba hacia la otra dirección del camino, serian un kilómetro y medio de camino hasta donde debía llegar, unos veinte minutos si caminaba, aunque O'Leary sabía que el a mitad de camino podía haber cualquier cosa, desde puestos de la policía Élfica, baterías antiaéreas y unidades milicianas recorriendo todas partes de aquellos caminos. Mientras pensaba que hacer de repente vio como del cielo caía un paracaidista, al verlo la teniente se acercó lentamente, este no pudo verla debido a la profunda vegetación y la neblina que todo cubría, y al llegar al suelo este mismo tomo su carabina y al ver a la teniente apunto contra ella. -Humano o...-el soldado con rapidez reconoció el rostro claramente humano de la teniente, bajando el arma- Lo...lo lamento...¿teniente? -dijo el soldado al ver la barra dorada en su insignia en su hombro. -Teniente O'Leary del Grupo Móvil, tranquilo-dijo la teniente- la verdad es que fue imprudente acercarme de esa forma-reconoció la teniente mientras miraba el cielo nocturno- venga conmigo un momento -dijo arrastrando al soldado consigo hasta el arbusto donde ella estaba antes El joven soldado parecía ni tener edad de beber, pensó la teniente. Con sus pecas esparcidas como salpicaduras de barro sobre la nariz, apretaba el mango de su carabina con manos temblorosas mientras intentaba ver el cielo, esperando que otros aterrizaran en esa zona. - ¿De qué unidad es usted? -pregunto la teniente -Ah...cierto-dijo el soldado dando un breve saludo militar-soldado Luk Lemort...del quinto regimiento de paracaidistas - ¿Quinto regimiento? -pregunto O'Leary-¿Dónde debías aterrizar soldado? -En....en -Luk se rasco el casco pensando- Cree...creo que cerca de Novis...¿Duievers? -Novis Dievers -aclaro la teniente- Eso está en el sur de esta posición, si queremos reunirnos con nuestras unidades será mejor movernos Con eso tanto la teniente O'Leary como Lemort comenzaron a seguir el camino, usando los arbustos profundos como forma de ocultarse. La vegetación y los frondosos setos, aunque servían para caminar con seguridad, también dificultaban la visión, eso y la neblina que combinado con la oscuridad de la noche y el comienzo de las descargas lejanas de fusil que parecían venir de todas las direcciones. O'Leary veía como cada disparo que oían hacían temblar a Lemort, leves en su mayoría, pero que lo mantenían inquieto. Después de apenas unos metros, ambos lograron ver como caían un grupo de tres paracaidistas en el camino que seguían. -Esta vez creo que sería mejor...-antes de que pudiera terminar O'Leary le interrumpiría -No confiarse...si-dijo la teniente, un poco avergonzada por lo de antes-déjame sacar el silbato La teniente tomo de uno de sus bolsillos de la guerrera un silbato, cilíndrico y pequeño, de un color dorado. Al ver como los paracaidistas cayeron cerca y mientras estos se libraban de sus paracaídas, O'Leary uso su silbato y dio tres silbidos ligeros, el sonido le era familiar a O'Leary, pues era como el de los silbatos de caza que su amo usaba. Al escuchar los sonidos los tres paracaidistas prepararon sus armas y apuntaron al arbusto, la teniente tuvo que sostener a Lemort para evitar que este se cayera del susto. -Flor-dijo uno de los paracaidistas, su rostro ensombrecido por la oscuridad, su voz con un raro acento. -Carmesí-Respondió de inmediato la teniente, completando la frase de seguridad-Teniente de segunda clase Tiffany O'Leary, del grupo móvil-susurro mientras se acercaba con lentitud al grupo -Y yo Soldado Luk Lemort, del quinto regimiento-dijo el soldado mientras acompañaba a la teniente Ante eso los tres paracaidistas se presentaron casi al unisonó. -Soldado Gallegos Moran mi señora, segundo regimiento-dijo, O'Leary pudo notar su acento rural Krodziano -Soldado D'Angelo, radio operador del segundo regimiento-dijo mientras vio a su camarada Gallegos -Soldado Verinskaya...cuarto regimiento-dijo la soldado mientras veía con incomodada a los otros dos, era la más pequeña del trio. O'Leary se dio cuenta para su pesar de que tendría que organizarse con un grupo de completos desconocidos, y era seguro que todas las unidades tenían objetivos distintos a los de su pelotón. - ¿y ahora qué? -preguntó el cabo D'Angelo -Primero vamos a los arbustos-ordeno la teniente La tropa improvisada rápidamente se ocultaría entre los setos a la derecha del camino, allí la teniente les mostró el camino que debían seguir. -Mi teniente, si no es molestia, ¿puedo hacerle una pregunta? - pregunto el soldado Gallegos -eso ya es una pregunta Pio - dijo el cabo -Tranquilo cabo, solo espero que sea importante soldado-dijo la teniente - ¿Dónde está su unidad? -El salto fue... Impreciso, por así decirlo -respondió la teniente mientras miraba a la tropa-pero estoy segura de que mis soldados sabrán que hacer -Pero... ¿Qué haremos? -pregunto Lemort -Bueno... A un kilómetro y medio hacia el sur debe estar la aldea de Novis Dievers, nos reuniremos con los soldados del grupo móvil y... -pero teniente, mi regimiento tenía... La voz de la soldado Verinskaya fue interrumpida por el ruido de pasos provenientes del sur del camino. El grupo se agachó entre los setos mientras los pasos se acercaban. Una voz vino de esa dirección -Come on troop!, Renveller's militia needs support-declaró el que claramente era un Elfo Eran fusileros Élficos, el color blanco de sus uniformes y su forma de marchar -en dos filas de cuatro fusileros con el que parecía ser el oficial al frente- lo hacían más obvio. -Teniente-le susurro el cabo D'Angelo- ¿deberíamos hacer... Algo? -mejor los ignoramos-recomendó Lemort con la voz como un hilo -De ninguna manera, si ellos van a algún lugar, allí estarán nuestros camaradas-respondió la teniente-Lemort... Usted lanzará una granada al centro de la formación, el resto disparad al resto de la unidad, y si es posible acaben primero con el oficial-ordeno la teniente -Eso último considérelo cumplido mi señora, el oficial no parece muy inteligente-comento Gallegos -entonces se lo encargo a usted-dijo la teniente Mientras la unidad Élfica se acercaba Lemort saco una granada de su guerrera y se preparó para lanzarla, D'Angelo, Gallegos y Verinskaya se acomodaron para disparar. Los pasos y gritos del oficial Elfo se hicieron más cercanos hasta que finalmente la neblina dejó ver a la tropa enemiga correr con paso firme, tenían prisa y se notaba al no mirar a sus alrededores. Cuando los Elfos se habían acercado lo suficiente, Lemort quito el de su granada y la arrojó contra la unidad Élfica. El oficial vio el explosivo mientras este se acercaba a ellos - ¡Grena-El oficial sería silenciado por un disparo en su garganta En el momento en que el cuerpo del oficial cayó al suelo ante las miradas de terror de sus fusileros la granada explotó, hiriendo y confundiendo a la tropa Élfica. El siguiente disparo después de la explosión salió del fusil de Gallegos, seguido por las carabinas de O'Leary, Verinskaya y D'Angelo. La teniente apuntó al operador de radio enemigo quien había abandonado su fusil y fue en ayuda del ya moribundo oficial, el primer tiro le atravesó el pulmón derecho, obligándolo a caer de rodillas mientras intentaba tapar su herida con sus manos, el segundo tiro fue directo al cuello, los ojos del Elfo se volvieron blancos desmayándose ante su inminente muerte. El tiroteo se intensifico mientras los Elfos intentaban retroceder al otro lado del camino, pero otra granada -esta vez lanzada por Verinskaya- acabo con sus pretensiones. La nueva explosión provoco escalofríos en de la tropa paracaidista, tanto O'Leary y el cabo D'Angelo recordaban sus experiencias en el frente Anzoria y Hjark respectivamente al escuchar los gritos de dolor de los Elfos, sabían que no podían distraerse, pensaron ambos mientras vaciaban los cargadores de sus carabinas en el cuerpo de otro fusilero. La tropa Élfica iba disminuyendo, pasando los segundos desde el primer tiro, tanto su oficial como el operador de radio estaban en las entradas de la muerte, tenían a tres heridos en el suelo por las explosiones y tenían un muerto confirmado por las balas de la teniente y el cabo. Los últimos tres fusileros de pie finalmente llegaron al otro lado del camino e intentaron responder al fuego con sus fusiles de cerrojo, uno de los Elfos tomo una de sus granadas con su mano temblorosa, pero a pesar de la neblina y la oscuridad, Gallegos pudo oír el particular sonido del seguro de una granada siendo retirada. Cuando el Elfo estaba a punto de arrojarla contra la posición de los paracaidistas, un disparo certero de Gallegos alcanzo la mano derecha donde sujetaba el explosivo, dejando caer el mismo ante sus pies, hiriéndolo a él y a su camarada de al lado. Después de un minuto entero de combate, el ultimo Elfo que quedaba disparando, viendo que sus camaradas habían muerto o estaban heridos, lanzo el arma hacia un lado y alzo las manos gritando: -Don't shoot! I surrender! Con una mirada de desconfianza antes las palabras del Elfo, la teniente se acercó a Lemort -Ve y asegúrate de que los Elfos que quedan...mueran-le susurro O'Leary Los ojos de Lemort se le abrieron ante la orden de la teniente, pero al ver los ojos de desconfianza, solo asintió y salió del arbusto, el resto seguían apuntando a los heridos y al Elfo rendido. Lemort lentamente se acercó al otro lado del camino, ignorando a los heridos que gimoteaban y maldecían mientras pasaba, uno de estos -herido en la pierna- intento sacar su cuchillo, solo para recibir una bala que destrozo su lóbulo frontal. - ¡Maldición! -exclamo Lemort, viendo de donde vino el tiro -Vaya tranquilo señor-le dijo Gallegos, el que había propiciado el tiro Lemort obedeció y siguió hasta llegar con el elfo rendido -Please! Please, we surrender to you, I we promise. Luk en respuesta subió su carabina hasta la cabeza del Elfo. -No...No...No, please i... El disparo resonó en los oídos de todos los presentes, Lemort sintió la sangre salpicando sus botas, pero siguió hasta los otros dos heridos tendidos cerca, estos ni siquiera se resistieron cuando el soldado los apunto, estaban demasiado heridos como para hacer algo de todas formas. Después unos segundos Lemort siguió con los que estaban en el camino, ya uno de los Elfos se había desangrado con su rostro contorsionado mirando el cielo, a su lado su compañero gravemente herido por la explosión intento levantarse, solo para ser derribado por la carabina de Lemort. El ultimo estaba gateando, parecía intentar escapar, aun si sabía que no era posible, Luk se acercó a este Elfo y con un disparo en la cabeza acabo con él. Al terminar de rematar a los Elfos, la teniente se levantó del arbusto junto al resto de la unidad, podía ver como Verinskaya y D'Angelo parecían disgustados por aquella masacre, el único tranquilo era Gallegos, aunque notaba como apartaba la mirada del cadáver del oficial que mato. - ¿Era... necesario? -Pregunto Verinskaya con la voz quebrada- Ni siquiera se defendieron -Lo era...órdenes del mando Federal, durante las primeras horas no podemos cargar con prisiones...nos retrasaría-le respondió el cabo, aunque no se notaba convencido con lo dicho- en esta noche son ellos o nosotros Ante esas palabras Lemort se sentó al lado del camino, era obvio para la teniente que necesitaba un descanso, aunque fuera un momento. -Gallegos, D'Angelo y Verinskaya...Revisen los cuerpos, tomen...documentos, granadas y cualquier objeto que vean útil-dijo O'Leary terminando con aquel silencio-Y nada de tomar baratijas, ¿está claro? -pregunto la teniente La tropa musito un "si señora" en voz baja, para después empezar a cumplir con la orden. D'Angelo con la serenidad que caracterizaba su rango, husmeo entre los cadáveres, mientras Gallegos vigilaba el camino, con sus ojos marrones inquietos buscando el movimiento, mientras Verinskaya confirmaba las bajas enemigas...aun si sabía que no era necesario. La teniente fue por el cuerpo del oficial Elfo, pudo ver su cara, una mueca, no de dolor, sino de miedo puro cubría su rostro, la teniente se agacho y cerró los ojos del fallecido oficial. Hacía meses que ella no veía a un Elfo, casi se le había olvidado que ellos podían sufrir. Alejo esos pensamientos de su cabeza, y al ver como el cabo buscaba con ahínco en los bolsillos del radio operador Elfo quería saber si había encontrado algo - ¿Hay información útil señor? -se le adelanto Gallegos -No mucho...creo-respondió D'Angelo mientras tenía en sus manos una clase de libreta-No lo sé, apenas puedo entender lo que está escrito -Guárdalo, de seguro que nos encontramos con el traductor cuando lleguemos con el resto del grupo móvil-ordeno la teniente Al terminar sus labores el resto de la tropa se levantó, incluyendo Lemort aun con la cabeza baja, acercándose a O'Leary. - ¿Y ahora qué? -preguntó en voz baja Verinskaya -Me siguen...hasta que encontremos a sus unidades, y en eso no hay debate-respondió la teniente de forma tajante- ¿Entendido? La tropa respondió con un apagado "Si Señora" al unisonó, la unidad volvió por los setos manteniendo la cabeza baja, esta vez tendrían que tomar rutas alternas si querían evitar más encuentros con los Elfos. El cielo volvió a iluminarse con la explosión de otro aparato aéreo, pero todos siguieron los pasos de la teniente, sabían que, si no cumplían con los objetivos en las próximas horas, la invasión fracasaría y ellos serian condenados a "Resistir y Morir" La noche continuo, al igual que Días de Verano.