Saint Seiya Las apariencias engañan

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Arkannos, 22 Julio 2022.

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    Arkannos

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    Escritora
    Título:
    Las apariencias engañan
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    6590
    Los personajes pertenecen a Masami Kurumada. Los Ocs son míos (No tienen mucha relevancia).

    Aclaración; En esta historia Aioria tiene 17, Afrodita tiene 19, Ángelo y Shura 20, Saga 25. Hay varias referencias a películas infantiles y de terror xD

    Saga de Géminis es la reencarnación de Ares, se me hace mas cool xD Y también le cambie el color de cabello y ojos; En mi imaginación se ve más mortífero y sexy. Ambos (Saga y Ares) comparten su cuerpo, tal y como se ve en el anime; En un momento Saga es bueno y luego malo (Por la influencia del sexy Dios).

    Las frases en cursiva corresponden a Ares cuando habla directamente a la mente de Saga y "entre comillas" cuando el gemelo le responde xD

    ADVERTENCIA: No es un fic yaoi. Humor muy, muy negro. Sangre, violencia desmedida por causa de un Saga histérico. Humillación con ciertos personajes. Adulterio… No hay contenido sexual, solo leves referencias a ello xD

    Disfruten la lectura y recuerden;


    Las apariencias engañan


    En los muchos paseos que había realizado por la simpática y pintoresca aldea de Rodorio desde que Ares usurpo el poder del Santuario hace diez años, jamás se había topado con un recibimiento tan extraño. Por así decirlo.

    El inútil de Gigas siempre se apresuraba a anunciar a los lugareños con varios días de anticipación para que se limpiaran las calles y él, el falso Patriarca, pasara sin riesgo a mancharse la blanca túnica.

    Los residentes se apresuraban a limpiar las callejuelas y sin falta alguna lo esperaban en la entrada del sitio llevando consigo algún obsequio, ya fueran flores, collares o anillos de la más fina plata, vinos, cartas, pinturas y prendas con bordados exquisitos. En su recibimiento siempre había niños, hombres, mujeres y ancianos esperándole con entusiasmo y alegría.

    La multitud siempre, siempre, era variada no como en esos momentos; Había solo hombres esperándole y por la cara que traían no era para algo bueno.

    Saga, tras la máscara plateada, alzo una ceja un tanto sorprendido. Pudo sentir como propia la curiosidad que Ares sintió al ver a través de sus ojos a los presentes allí reunidos.

    Cuando tenía que visitar Rodorio para saber cómo se encontraban, Ares le cedía un poco de control para que tratara con los asquerosos e inútiles mortales, como solía llamarlos. El Dios de la Guerra entendía a la perfección que el Santuario y el pueblo se mantenían uno a otro. La villa les proveía de sustento, comida, ropa, carne y el Santuario les brindaba la protección de Athena. Era algo mutuo.

    Y Saga no dudaba en ayudarles en cuanto podía. Los escuchaba y si estaba en sus manos no dudaba en ayudarles. Ayudaba a los enfermos e intentaba hacerles la muerte más llevadera, con su cosmos les brindaba algo de confort.

    Una vez que terminaba su recorrido y llegaba al Santuario era Ares el que retomaba el mando, enviándolo a ese pequeño rincón de su mente, donde era consciente de lo que pasaba a su alrededor y no se perdía ninguna sola de las acciones que tomaba el destructor de hombres. No era más que un espectador que vociferaba a viva voz cada que tenía oportunidad.

    Era el único gusto que se daba, ser el constante dolor de cabeza de Ares. Aunque cuando el otro se lo proponía lo enviaba a un lugar oscuro donde no sentía nada más que angustia. A veces lo dejaba semanas en ese sitio para que aprendiera solamente a ver y callar, pero una vez que lo dejaba regresar se mantenía tranquilo unos días para luego volver a molestar a ese ser divino. Era divertido.

    Sabes que me molesta que divagues tanto, Saga. —la voz imponente del dios resonó en su cabeza, haciendo que arrugara el entrecejo. El carruaje se detuvo por completo —Quizá esos mortales que tanto te empeñas en proteger nos han descubierto. —antes de que le pudiera responder volvió hablar —No, no lo creo, son demasiado estúpidos para ver más allá de sus narices... Aunque no me caería nada mal jugar un rato, hace tanto que no huelo el dulce aroma de la sangre... —susurro un tanto nostálgico.

    —Si quieres matar a alguien, que sea a Gigas. —le respondió en voz baja. Ambos habían adquirido la maña de hablarse de esa manera, era entretenido. En cuanto le abrieron la puerta bajo con elegancia, agradeciendo al lacayo con un cabeceo.

    Aún me sirve... —le respondió al cabo de unos minutos —Creo...

    "Si tú lo dices" quería decirle a viva voz, pero se abstuvo hacerlo, ya cuando estuvieran a solas se encargaría de decírselo.

    Cuando estuvo a un par de metros de distancia de los lugareños, estos se hincaron con respeto. Trato de ignorar la risilla burlona de Ares, le encantaba tener a los fieles devotos de Athena, su hermanita, a sus pies. Y cuando los que se arrodillaban ante él era alguno de sus amados Santos se volvía más eufórico, gustoso... Hasta cierto punto, feliz.

    Aunque muchas veces le había dejado bien en claro que lo que más le hacía feliz era sacarles las tripas a los enemigos y bañarse en su sangre.

    —Pueden ponerse en pie. —les dijo, con voz tranquila, indicándoles con un gesto de su mano que se levantaran. Un hombre que no pasaba de los cuarenta años miro a los otros, inquieto y nervioso. Era Bemus, el comerciante de telas.

    Al ser el regente del Santuario, tenía que saber el nombre de todos y cada uno de los habitantes.

    —Patriarca Arles, representante de nuestra Señora Athena, queremos pedirle unos minutos de su tiempo antes de que inicie su recorrido por su pueblo. —le dijo con voz entrecortada.

    Saga ladeo la cabeza, ambas cejas se alzaron ante la petición.

    Dile que no, dile que no ¡No tenemos tiempo! —farfulló Ares, inquieto —Tenemos hambre, dile que ya después.

    —Sí, está bien, les concedo la palabra. —respondió, asintiendo levemente. Ares resoplo.

    Otro hombre de cabellos rojizos llamado Nicos, hablo;

    —Nos gustaría que fuese a solas, Patriarca. —su mirada se posó en el cochero, el lacayo y los dos guardias que estaban a un par de metros de distancia.

    —Muy bien. —volteándose hacia sus cuatro acompañantes, con voz seria les ordeno; —Retírense.

    —¡Pero señor! —protesto uno de los guardias exaltado—¡No podemos dejarle...! —Saga alzo una mano, haciéndole callar en el acto.

    Merece morir ¿Cómo se atreve no obedecerte? Descuida, lo matare por ti en cuanto lleguemos al Santuario.

    "No harás tal cosa" replico Saga a lo que Ares simplemente soltó una risilla traviesa.

    —Obedezcan mi orden. —el tono de su voz, que siempre era amable y tranquila, no daba derecho alguno a replica —Adelántense, yo les alcanzare después.

    Ambos guardias bajaron la cabeza, dando una torpe reverencia se despidieron, comenzaron a caminar rumbo al pueblo, atravesando la multitud de hombres que aún estaban de rodillas. El cochero y el lacayo se miraron uno a otro para luego imitar a los dos soldados.

    En cuanto Saga los perdió de vista, le hablo a Bemus, que era el vocero del grupo.

    —¿Qué querían decirme? —inquirió, acercándose un par de pasos. Los hombres se levantaron, pero en ningún momento alzaron la cabeza.

    —Como decirlo, señor... —Bemus carraspeo, su rostro estaba más rojo que un tomate —Lo que quiero... queremos —se corrigió —decirle... tiene que ver con uno de sus Santos Dorados...

    Por un par de minutos en el lugar no se escuchaba más que el suave canto de los pajarillos que andaban entre los árboles que en esos momentos les protegían de la luz del sol.

    —¿Con uno de mis Santos? —pregunto más para sí mismo que para ellos.

    Ahora que hicieron esos estúpidos... —le dijo Ares, molesto.

    —Sí señor, lamentablemente no sabemos muy bien cuál de ellos es. —hablo un señor de estatura baja, regordete y de una calva impresionante. El bigote frondoso impedía que se le notaran los labios. Era el dueño de la cantina; Giles.

    —Solamente hay tres Santos Dorados en el Santuario en estos momentos... —dijo Saga, recordando a los traidores de Shura, Afrodita y Ángelo. Ese trío había aceptado a Ares como su señor sin duda alguna, pues el sentido de justicia que empleaba el bélico Dios les parecía correcta. Aioria había partido a una misión y dudaba mucho que se metiera con los pueblerinos. La única queja que tenía del león era sobre su relación amorosa con la Amazona de Águila. Eso a él no le interesaba, mientras cumplieran con su deber, además, por palabras suyas y de Ares, los dos jóvenes hacían una bonita pareja —Deathmask de Cáncer, Afrodita de Piscis y Shura de Capricornio.

    —Patriarca, le parecerá tonto, pero no conocemos a los Santos, solo de vista. No sabemos sus nombres, solo su rango y a que casa protegen. —dijo Bemus, apenado —Patriarca... Ah... —un suspiro cansado escapo de su boca —Señor, esto es tan vergonzoso que... —soltó varios bufidos y se revolvió los mechones, demasiado nervioso y molesto.

    —¡Bem! ¡No es momento de dudar! —grito Nicos. Las voces de los demás presentes le animaron a continuar.

    —¿Qué sucede? —demando Saga, ya impaciente, algo le decía que lo que iba a escuchar no le gustaría nada.

    ¡Ya hablen pedazos de basura inútil! ¡O les arrancare la lengua uno a uno y creare una cuerda con ellas para ahorcarlos de este puto árbol!

    "¡Tu cállate!" luego añadió "¡Y cálmate!"

    —Señor, uno de esos tres se mete con nuestras esposas e hijas. —dijo al fin Bemus, mirando a todos lados menos al Pontífice.

    Saga abrió la boca, impactado.

    —¿Qué? —dijo en voz tan bajita que era imposible que alguno de los presentes lo hubiera escuchado.

    Te apuesto a que fue Death ¡Ese es mi gallo! —grito Ares —No creo que haya sido Afrodita, no tiene el porte de ser un golfo y no tiene el tipo de cualidades que busca una mujer... Shura quizás...

    "¡Cállate carajo!"

    —Hace tiempo que la mayoría de nuestras esposas nos engañan... —hablo el cantinero —No pregunte como fue que lo descubrimos...

    Encontraban la colcha manchada y de seguro la esposa les dijo que era la sopa del bebé... —se burló Ares.

    —Así que decidimos ponernos todos de acuerdo y decir que iríamos de cacería. —prosiguió el hombre —Esa noche nos mantuvimos alerta, cada uno oculto cerca de nuestras casas... Hasta que los gritos de Aeneas nos alertaron —señalo a un hombre de cuarenta y pico de años, tenia cabellos castaños y ojos negros. Su semblante era el de la derrota y la tristeza —Corrimos rápido a su casa armados con palos y antorchas, dispuestos a matar al que se atrevía a mancillar a nuestras señoras...

    Ellas que se dejaban ¿Acaso los mortales no saben que es algo mutuo? Yo jamás he sometido a una mujer, todas me buscan...

    Saga ignoro la voz de Ares y continúo escuchando su relato.

    —Cuando llegamos una luz dorada nos cegó por completo, era como si el mismo sol hubiese caído en Rodorio a mitad de la noche. —explico, moviendo sus manos conforme hablaba —Y así como apareció se esfumo, sin dejar rastro... Aeneas obligo a su esposa a confesar quien era su amante y lo único que obtuvimos fue eso, que era un Santo Dorado a su servicio. —termino de decir, mirándolo directamente —Se negó a decirnos su nombre o detalles de su armadura.

    —Yo forcé a mi inocente hija de 18 años a confesarme quien era el hombre que la había mancillado una noche que llegué temprano. —respondió Bemus —Usted sabe bien que entre mujeres se cuentan todo y mi hija me dijo que había un hombre demasiado guapo que les ofrecía noches de placer a casadas, viudas y solteras. Que la mayoría ya había caído bajo sus encantos y lo habían aceptado como amante, incluida Elena, mi niña.

    —Ese hombre visita a nuestras mujeres en cuando tiene oportunidad —dijo Nicos, demasiado enojado que hasta se notaba en su voz —No tiene ningún respeto por nadie, incluso se atreve a dejarles ostentosos regalos como...

    Desde ese punto, Saga dejo de escuchar lo que le decían. Sintió como su sangre comenzaba a hervir de rabia y vergüenza. Quería llamar subir a la carroza y emprender el regreso al Santuario para hacer picadillo a ese idiota que se atrevía a seducir a cuanta mujer se le pusiera enfrente.

    Incluso Ares, que no hacía más que reír, se quedó callado al sentir la molestia de su portador. Sabía bien que Saga detestaba toda clase de traiciones y el saber que uno de los Santos Dorados además de traicionar a la Diosa Athena, hacia que las mujeres casadas engañaran a sus esposos le enojaba más.

    Sigue tu propio consejo, Géminis: Cálmate.

    "CA-LLA-TE"

    —Patriarca... —hablo Aeneas por primera vez, sacándolo de sus pensamientos —Se que usted no tiene tiempo para cosas tan banales como esto —señalo —y le ofrezco una disculpa si este tema le incomoda, pero solicitamos su ayuda para frenar a ese Santo. —dijo con resentimiento—Nuestras esposas ya fueron advertidas sobre su conducta y amenazadas con el abandono si continúan así.

    Saga permaneció por unos momentos callado, intentando aplacar las ganas de gritar y desaparecer a ese trio de idiotas que tenía por caballeros, aunque solo uno de ellos fuera el donjuán.

    Se irguió, y miro a cada uno de esos hombres, con voz mortalmente seria les dijo;

    —Ofrezco una disculpa por el ultraje de dicho Santo —alzo la mano para callarlos cuando Bemus alego que no era su responsabilidad pedir perdón por ese despojo de hombre —Les prometo que jamás volverán a tener noticia alguna de él, yo en persona me encargare de él... El conocerá su furia —les señalo —por mi propia mano, se los juro...


    En cuanto llego al Santuario, cada ser que se cruzó en su camino salía prácticamente corriendo al sentir su amenazante cosmos energía envolviéndolo. Su manera de caminar, su aura, todo él enviaba una mortal advertencia aquél que se atreviera a dirigirle solo la palabra.

    Sí, así es, ¡Huyan, huyan! —celebró Ares al ver correr a un par de doncellas. Incluso aquellos que no poseían cosmos sabían bien que el Pontífice estaba de malas.

    En el viaje de regreso al Santuario, Ares había permanecido callado, al igual que Saga. La rabia de su reencarnación se acrecentaba más y más conforme subía las escaleras en dirección al Salón del Patriarca.

    El Dios se deleitaba con los pensamientos homicidas del gemelo. En su mente el Santo creaba los castigos más atroces para luego imaginar otro aún peor. Ares apoyaba todos y cada uno de ellos, y entre más sangre hubiera de por medio era mejor. Quería saber cómo terminaría ese tremendo lio ocasionado por un chiquillo caliente, por ello había dejado a Saga en control de su cuerpo por más tiempo del que le daba.

    —¡Abran! —grito Saga, asustando a los pobres soldados que estaban vigilando la entrada al Salón.

    Los hombres no tardaron en cumplir su demanda; con movimientos torpes le abrieron la puerta. En el fondo, a un lado del trono, se encontraba Gigas de rodillas.

    —Sea bienvenido Sumo Sacerdote... —le dijo el hombrecillo en cuanto estuvo a escasos metros de distancia.

    —¡Trae ante mí a Ángelo de Cáncer! —vocifero Saga, yéndose a sentar. Gigas tembló de pies a cabeza, asintió varias veces —¡¿A que esperas?! ¡¿Acaso tengo que hacerlo por ti?!

    —¡No señor! —chilló.

    —¡Quítate de mí vista ahora mismo y haz lo que te ordeno! —grito, señalando en dirección a la puerta —¡Lo quiero aquí ahora mismo Gigas! ¡Ve inmediatamente si no quieres que te arranque los malditos ojos! ¡Ve!

    Gigas salió corriendo del Salón como alma que llevaba el diablo en dirección a la cuarta casa.

    Saga... Ya que tienes cierta manía por defender lo indefendible, que en este caso son los humanos...

    —¿A que carajos viene eso? —espeto, su ronca voz hizo eco en el lugar.

    Si Gigas se equivoca alguna vez, ¿No tendrás ningún inconveniente en que le arranque un ojo? —pregunto el Dios con voz infantil.

    La falta de respuesta por parte del gemelo le dio a entender que hiciera lo que se le pegara la gana con el viejo.


    —Señor Ares... —Ángelo se arrodillo, mirando al hombre frente a él —Me alegra que este de... Ah, eres . —dijo con desgano en cuanto se quitó la máscara de plata y el casco.

    Aunque sus cabellos aun fueran de un negro intenso, sus ojos verdes mostraban que era Saga quien estaba frente a él, pues cuando era Ares sus ojos eran azul grisáceo con matices rojizos.

    Pero la mueca de odio que adornaba ese perfecto rostro no distaba mucho de la típica mueca del Dios de la Guerra.

    —Sí, soy yo. —dijo con voz modulada —Saga. —Ángelo chasqueo la lengua.

    —¿Qué quieres entonces? —demando saber. Para él, Saga no era más que un simple portador de un poder que cualquiera moriría por poseer.

    Era un ser débil, que se dejaba manejar por sus sentimientos y no hacía más que llorar por los rincones del Santuario cuando Ares solamente limpiaba el mundo de los débiles e inútiles. Ares era justicia y Saga era un simple enclenque que entorpecía su divina labor.

    —Antes que nada... —una sonrisa nació en su rostro, una sonrisa que no le auguraba nada bueno al santo pues sintió un súbito escalofrió —No vuelvas a hablarme en ese tono si no quieres que arranque tu asquerosa cara y la cuelgue en la entrada de Cáncer ¿Estamos?

    Ángelo alzo su ceja y ladeo el rostro.

    —¿Estás seguro de que eres Saga? —dijo, mirándolo de arriba abajo.

    En un parpadeo, la palma de Saga se estampo en su mejilla, sacudiéndole las neuronas. Con la lengua se palpo la dentadura, probando el sabor de su propia sangre.

    ¡No jodas Saga! ¿Le diste una cachetada? ¿Acaso somos una mujer? ¡Dale un puñetazo! ¡Jooodeeer!

    —No hables a menos que te lo ordené, Ángelo, y haz el puto favor de hacer caso ¿Entiendes? —el caballero asintió, sin dejar de sobarse el cachete que estaba empezando a ponerse rojo —Hoy, como cada domingo, fui a la villa de Rodorio. —con elegancia, comenzó a caminar de un lado a otro, con ambas manos en la espalda. Su voz tranquila solo era la calma que precedía a la tormenta —¿Y qué crees? La mayoría de los hombres estaban a las afueras de la aldea, esperándome.

    Ángelo le miro confundido ¿Eso que tenía que ver con él?

    —¿Sabes que es lo más simpático de la situación? Que me estaban esperando para decirme que uno de mis Santos Dorados, los más fuertes de la orden, estaba haciendo el deber que a ellos les correspondía en la cama con sus esposas. Incluso se atrevió a corromper a una joven de dieciocho primaveras.

    Saga guardo silencio, esperando una respuesta y lo único que recibió fue un;

    —¿Eh? —exclamo, patidifuso —Espera, no entendí... ¿Quieres decir que uno de nosotros se está follando a las hijas de los campesinos?

    —Oh, no, no, no... —ese sarcasmo en la voz del gemelo no le estaba gustando nadita —No solo a las hijas, también a las viudas, solteras y casadas. Sin importar las edades, creo.

    Ángelo parpadeo varias veces, abría y cerraba la boca, sin saber realmente que decir.

    Cuando Saga arqueo la ceja algo en su cabeza hizo clic.

    —Espérame un momentito —se puso de pie, moviendo las manos en ademan tranquilizador —¿Piensas que soy yo el puto? ¿Enserio?

    —No solo lo pienso yo, también Ares. —un breve destello rojizo apareció en su mirada, indicando con ello que el Dios también estaba presente en esa extraña conversación —Incluso se alegró por tu descaro, cosa que a mí no me agrada en lo absoluto... Y por ello, me tomare la libertad de hacer justicia por esos esposos desesperados... —chaqueo los dedos y se materializo el báculo que siempre usaba.

    Por un momento, Ángelo sintió que Saga era capaz empalarlo.

    —Espera, espera, espera —demando —Permíteme hablar y defenderme de tus acusaciones.

    —Por los aldeanos hablo. —Ángelo alzo las cejas, esa frase se le hacía familiar.

    —Ajá... Bueno —se rasco la nariz, haciendo un gesto gracioso —, lamento decirte que no soy tu tipo, así que suerte para la próxima. —se aguantó las ganas de darse la vuelta y salir de ahí, pues estaba seguro que el geminiano no tardaría en pescarlo de las greñas para hacerlo volver. Saga alzo ambas cejas, mirándolo con una expresión aburrida —¡Estoy diciendo la verdad! —sus manos abanicaron el aire —No tendría por qué mentirte...

    Dale el beneficio de la duda... Se lo merece, es un buen perro fiel... Bueno, también tiene cara de perro.

    —Además, a mí no me interesan las casadas, eso no va conmigo... —prosiguió el cangrejo —Prefiero a una mujer soltera, sin compromiso alguno...

    —No te creo, Ángelo. —le interrumpió Saga con voz distante.

    —¡Oh vamos! —chasqueo la lengua —Quizá por mi carácter creerás que me meto con cualquiera, pero déjame decirte que hasta cierto punto soy un niño bien...

    Saga soltó una carcajada.

    —¿Tú? ¿Un niño bien? No me hagas reír.

    —Pues, aunque no lo creas, si lo soy. —refuto, cruzándose de brazos, un poquito ofendido —Cuando me meto con una mujer prefiero hacerlo con alguien ajena a mi vida real, suelo tener mis quereres cuando salgo de misión. —se encogió de hombros —Un par de noches de pasión y un adiós nada más, nada serio, solo sexo.

    El silencio que le siguió a sus palabras era tan inquietante. Esperaba que el gemelo le dijera algo o le diera un indicio que le creía. Ángelo si era un maldito asesino despiadado, mataba a todos por igual, pero de ahí a estar con alguien comprometido era una distancia muy grande.

    De solo imaginar que besaba los labios de una dama y que su saliva venia mezclada con la de su prometido le asqueaba. No, no, no, eso no era para él.

    O eran solteras o nada, así de fácil.

    Y pobre de aquella que se atreviera a mentir respecto a su vida sentimental. Ya tenía un par de bonitos rostros adornando su pared.

    ¿Le crees? —dijo Ares de pronto. Saga entrecerró la mirada, Ángelo en ningún momento aparto sus ojos del pelinegro —Porque si es verdad lo que dice. En su mirada se nota. Me siento tan decepcionado...

    —No me interesa saber cómo te sientes. —dijo Saga, soltando un gruñido. Cáncer no dijo nada, sabía bien que el Dios y Saga se la pasaban peleando todo el tiempo, el mismo había sido testigo de sus constantes platicas; era como lidiar con un loquito —Llama a Shura por medio de cosmos... —le ordeno, dándose la vuelta para sentarse en el trono —Y quédate aquí.

    Ángelo arrugo la frente, pero prefirió no protestar, por el momento el gemelo estaba tranquilo, no estaba de más ser precavido.

    Alzo levemente su cosmos, buscando al Capricornio. En cuanto sintió la cosmoenergía del peliverde en su casa no dudo avisarle que tenía que llegar cuanto antes al Salón del Patriarca.

    En cuanto corto la llamada sintió que se le quitaba un peso de encima, el mandar a llamar a Shura significaba que le creía. Eso también significaba que habría barbacoa de cabra enana.

    —Saga... —murmuró —Tú y yo sabemos cómo es Shura, es muy mojigato para andar de golfo.

    —¿Tomaras el papel de abogado defensor por Capricornio? —se burló —Que tierno.

    —¡Claro que no! Solo estoy diciendo lo obvio. —volteo el rostro, indignadísimo —La Cabra lechera es más virgen que la Diosa que tanto te empeñas en amar. —con rapidez se apartó de la trayectoria del casco, por poco y le daba en la cabeza —Es una broma.

    —Guárdate tus malditas bromas, Jaiba. —dijo mordazmente —Admito que tienes cierta razón en tu defensa. —murmuro, meditabundo —Llama a Piscis. —Ángelo alzo ambas cejas.

    —¿Nemo? —dijo, refiriéndose al Santo con el apodo que le había puesto —¿Crees que alguna mujer va a querer algo con ese dannato? Tiene cara de nena. —arrugo la nariz —Yo creo que es Aioria.

    Cara de perro tiene razón, aunque el gatito tenga novia no hay que descartarlo.

    —No te estoy preguntando quien crees que es, dije que le llames y ya. —la molestia volvió a teñir su voz. Ángelo asintió e hizo lo ordenado —Y, Cáncer —le hablo, cuando corto la comunicación con el doceavo guardián —Ares me está diciendo que no te ve de rodillas.

    Y como si le hubieran dado una descarga eléctrica, se puso inmediatamente de rodillas.

    Pero si yo no he dicho nada. —farfullo el destructor de hombres. Al reparar en el silencio de Saga y la pequeña diversión que sentía se dio cuenta de algo —A veces eres más maldito que yo, no lo niegues.

    Géminis no respondió, solamente se limitó a mirar con desprecio al traidor que tenía frente a él. Odiaba a ese trio igual de lo que se odiaba a sí mismo.

    Y si tenía oportunidad de humillarlos, lo haría sin pensar.


    En cuanto las puertas fueron abiertas, sintieron que algo no andaba bien.

    Shura y Afrodita se miraron de reojo, como si en la mirada del otro encontraran la respuesta a la situación que estaban a punto de enfrentar.

    Con porte regio, digno de un Santo Dorado, caminaron sobre la alfombra para llegar a donde se encontraba Cáncer. Una vez allí, imitaron su postura, hincándose sobre su rodilla y agachando la cabeza en señal de respeto. Saga permaneció dándoles la espalda, sin dedicarles una sola de sus miradas.

    Afrodita carraspeo levemente, el Patriarca se tensó.

    Ángelo chasqueo la lengua, atrayendo la atención hacia él. Rodo los ojos cuando Afrodita abrió la boca al ver su mejilla roja e hinchada. Ahorita tenían problemas más graves que eso.

    Con gestos extraños señalaba al Sumo Sacerdote, alzaba las cejas y movía, casi imperceptiblemente, la cabeza. Movía los labios con lentitud para que ese par entendiera su mensaje; "Ese es Saga" decía "Y está muy encabronado"

    Shura solo le miro como si estuviera loco y Afrodita solo alzo su ceja.

    Par de imbéciles.

    —Hace unos momentos tuve una charla muy entretenida con Cáncer. —dijo Saga de repente, los tres volvieron la vista al suelo —¿Verdad, Angie?

    —Algo así. —murmuró, soplándose el flequillo.

    —El motivo de esta inesperada reunión —se dio la vuelta, mirando de uno a otro —es por cierto comportamiento poco aceptable para mí y para los habitantes masculinos de Rodorio. —tomo el báculo con forma de lanza de su trono y con pasos decididos se acercó a Shura, con la punta del bastón le hizo alzar la cara. En cuanto Capricornio reparo en esos ojos verdes, trago saliva —Así que no aceptare respuestas a medias ¿Entienden? —el español asintió. El gemelo dio un par de pasos hacia el sueco y realizo la misma acción.

    —Saga... —dijo en voz baja el peliazul. Casi nunca hablaban con Saga, siempre era con Ares. En ese instante el gemelo inspiraba el mismo temor y respeto que el bélico Dios.

    —Díganme, pedazos de idiotas, ¿Quién es el imbécil que se está acostando con las mujeres de media aldea? ¿Mmm? —entrecerró los ojos, mirando de uno a otro —Ángelo ya me juro y perjuro que no es él. —Shura sintió un sudor frio de repente. Era bien sabida la reputación de Saga cuando aún era un aprendiz para Santo de Géminis. Implacable, serio, autoritario e imponente. Capaz de hacer temblar al más valiente y ahora lo estaba probando en carne propia. De no ser porque Ares le limitaba el uso de su propio cosmos estaba seguro que de ellos no quedaría ni el recuerdo —Así que solo me quedan ustedes dos como posibles sospechosos. —al ver que ninguno de los dos no decía nada gruño molesto —Bien. Es comprensible que ese hombre, siendo capaz de acostarse con cuanta mujer tiene enfrente, importándole muy poco si es soltera o no, tiene muy pocos pantalones para enfrentarse a sus acciones.

    Ya Saga, intenta calmarte, ya me estas dando miedo a mi también. Vas hacer que se caguen encima.

    "Si no vas a decir nada bueno hazme el favor de callarte, Ares. Y tampoco me pidas que me calme"

    —Niños, niños, háganme el favor de evitarme la pena de traer a la esposa de Aeneas o a Elena, la hija de Bemus. —murmuro, jugueteando con el báculo, pasándolo de una mano a otra —Las obligaría a señalarme cual de ustedes dos es el estúpido que te atreve a calentar camas ajenas.

    —Maestro... —balbuceo el español.

    —¿Vas a confesar, Shura? —sus ojos verdes parecían dagas, hasta por un momento creyó que tenía la capacidad de matarle con solo seguir viéndole así.

    —Saga... —los tres voltearon a ver al peliceleste —Soy yo al que buscan esos pueblerinos. —se sopló los flequillos. Hasta ahí habían llegado sus aventuras —Soy el hombre que las visita todas las noches cuando los maridos no están. —se encogió de hombros, indiferente —Creí que no lo descubrirían, pero los chismes empezaron a correr y una noche me emboscaron en la casa de un pobre idiota. —la diversión tiño su voz, le pasó desapercibida la expresión asesina de Saga —Tuvo su momento divertido.

    ¿Afrodita? El mundo esta patas arriba el día de hoy... Con esa cara tan mona de no romper ni un plato... No cabe duda que las apariencias engañan...

    —¿Divertido, dices? —la amenaza ya era más clara que el agua. Ángelo tenía ganas de decirle a Nemo que saliera corriendo de ahí en cuanto tuviera oportunidad —¿Divertido? —la sombra de Saga se cernió sobre Afrodita y este se sintió como un niño de cinco años —¡¿Sabes la maldita vergüenza que tuve que pasar por tu culpa?! ¡Por la culpa de tu maldito culo caliente que no sabe controlarse! —con rudeza le asió por las hombreras, poniéndole de pie —¡No sabes las ganas que tenia de que me tragara la tierra al escuchar todas sus quejas respecto al puto Santo que se metía con sus esposas! —dijo, zarandeándole como si fuera un muñeco de trapo —¡¿Por qué carajos se te hizo una buena idea irte a meter con esas mujeres?! ¡¿Eh?! ¡Contesta! —vocifero, lanzándolo al suelo. Interpuso el báculo entre los otros dos y Afrodita —Ni se les ocurra ayudarle...

    —Yo... —Piscis apretó los puños con rabia contenida, sentía como sus ojos se humedecían, la humillación a la que estaba siendo sometido se le hacía muy excesiva para su falta tan pequeña —Yo les estoy haciendo un bien...

    —¿Perdón? —espeto, incrédulo —¿Qué maldito bien les puede hacer que rompas su matrimonio?

    —¡Yo no estoy rompiendo nada! ¡Al contrario! ¡Las hago sentirse otra vez amadas y queridas!

    —¡Eres un maldito golfo!

    —¡No soy un golfo! —se defendió, apartando de un manotazo el báculo, con dificultad se puso de pie —¡Estoy haciendo un bien al pueblo! ¡Ayuda comunitaria!

    —¡¿Ayuda comunitaria?! —Shura y Ángelo dieron un par de pasos hacia atrás, sorprendidos miraban de uno a otro. Saga estaba actuando como un padre muy, muy enojado y Afrodita era un hijo rebelde en plena pubertad —¡Terminaras contrayendo algo con esa condenada vida que llevas! ¡Podrías embarazar a una chica!

    —¡Uso condón! Para que te lo sepas...

    —¡Eso no es suficiente! ¿Cómo carajos se te ocurre meterte con casadas? —siseo, dándole un par de golpecitos con el dedo índice en la sien —¡¿Qué tienes en esa maldita cabeza, Emil?! ¡Maldito golfo!

    —¡No me llames así! ¡No me gusta mi maldito nombre! —grito, fuera de sí ¡Al carajo que Saga fuera la reencarnación de un dios! —¡Ademas, tu no eres quien para decirme algo, si luego estas encerrado con mas de cinco doncellas en las termas!

    —En primer lugar... —siseo, golpeando el pecho del mas joven —No estamos hablando de mi, en segundo lugar, el que se encierra con ellas es Ares... El puto es él, no yo.

    ¡Oye! ¡A mi no me metan en esto! ¡Y deberías agradecerme! Si por ti fuera aun seguirías virgen...

    ¡Si, seguiría siendo virgen! —grito, hablándole al Dios —¡Ahora hazme el favor de cerrar la boca y no meterte! —miro severamente al peliceleste, en su frente se marcaba su vena por tanto coraje que traía encima —¡Ahora tu, maldito golfo del demonio...!

    —Y ya te dije que no soy un golfo —le interrumpió —, soy un servidor social...

    —¿Un prostituto?

    —¡Cállate! —le gritaron los dos al mismo tiempo a Ángelo.

    —Yo lo único que hago es regalarles un poco de felicidad a esas pobres mujeres abandonadas por sus maridos... —dijo, modulando su voz —No hago más que darles horas de placer a esas desdichadas mujeres, pues sus "hombres" poco agraciados no tienen ni una puta idea de hacer bien el amor. —Saga abrió la boca, respirando con dificultad —¡Había algunas que jamás habían recibido un oral por parte del marido! ¡Yo hice lo que esos imbéciles no! Ya varias conocen el kamasutra gracias a mí ¡A mí!

    Eso era el colmo, el maldito colmo.

    —¿Y las solteras qué? —pregunto, apretando los puños.

    —Se me hizo de muy mal gusto no compartir mis 22 centímetros con esas damas. —respondió sin vergüenza —Tengo suficiente para todas.

    Antes de lo esperado, Saga ya tenía pescado a Afrodita del cuello. El aire comenzó a faltarle, intento golpear los antebrazos del gemelo, pero era inútil, este le ganaba en estatura y peso.

    Shura tomo a Saga de los hombros y Ángelo hizo lo mismo con Afrodita, intentando separarlos.

    —¡Suéltenme!

    ¡YA SAGA! ¡ME LO VAS A MATAR! —grito Ares, una punzada le atravesó el cráneo, pues el Dios estaba intentando recuperar el control. Pero Saga sentía tanta rabia, tanto coraje que no se lo dejaría fácil —¡TODAVIA ME SIRVE!

    —¡Me importa una mierda si todavía te sirve, Ares! —le respondió, Shura tiro de él con fuerza. El agarre sobre el cuello del sueco se incrementó más —¡Escucha bien, Emil, la próxima queja que tenga de ti no dudare ni un momento en hacerte pedacitos! ¡¿Entiendes?! Voy hacer que maldigas el día que... ¡AGH! —sus manos salieron disparadas a su cabeza, cerro los ojos con fuerza. Cayo de rodillas ante la mirada asombrada de los tres.

    Shura se alejó de un salto al sentir la cosmoenergía del mayor, su cabello por escasos momentos se volvió azul, para luego adquirir su tono negro.

    Afrodita tosía varias veces, boqueando como un pez por un poco de oxígeno. Ángelo en ningún momento se apartó de su lado.

    Por un par de minutos estuvieron en completo silencio, viendo como Saga luchaba con Ares por mantener el control de su cuerpo. Un segundo después Saga se puso de pie, una sonrisa divertida se extendió por su rostro. Sus ojos azul grisáceo miraban de uno a otro, con frialdad mal disimulada.

    —Vaya día ¿Eh? Hoy Saguis se puso más rebelde de lo normal, está muy molesto. —se alisó la sotana y se dio la vuelta —Ángelo, lleva a Afrodita a la fuente de Athena. —dijo, frunciendo los labios con disgusto, como odiaba decir ese nombre —Tu, Shura, puedes irte. —el español hizo una reverencia y salió disparado de ahí.

    Afrofita se apoyó en el peliazul, tosiendo todavía se encamino a la salida. Estaba seguro que su cuello lucía hinchado y tendría algo de suerte si podía hablar al menos un poquito.

    —Afrodita... —la voz de Saga... O Ares, en ese momento, les hizo detenerse —Tengo un mensaje para ti de parte de Saga. —carraspeo —A la próxima queja de los aldeanos, no solo será tu cuello es que sufrirá, él mismo tomará el primer cuchillo que encuentre y cortará tus bolas junto a tus 22 centímetros para luego metértelos por la boca para que los tragues. Eres uno de la elite Dorada, no un simple soldado.

    Afrodita abrió ampliamente los ojos y asintió lentamente. Agradeció el sutil apretón que le dio Ángelo en el hombro, con ese gesto le brindaba su total apoyo.

    —Y una cosa más, esto es de parte mía. —con elegancia se sentó, cruzo una pierna sobre la otra y se apartó los mechones del rostro —Yo no estoy en contra de que te metas con cuanta mujer se te cruce enfrente. Es de conocimiento popular mi relación con cierta Diosa —sonrió —Por mí no hay problema si te metes con casadas, viudas o solteras, solo hazme el favor que no sean de la villa... —nuevamente, el sueco asintió —En caso de que lo repitas, yo me encargare de hacer lo que Saga desea hacerte en estos momentos, y no solo quiere castrarte... Saga es muy imaginativo cuando esta molesto —murmuro —Desollarte vivo se me hace excesivo viniendo de él ¿Has visto Hannibal? —Afrodita no contesto —Pues, hay un tipo al que le abren el cráneo y cocinan su cerebro para luego dárselo de comer —hizo una mueca de asco —Bueno, ¿Sabes a donde quiero llegar, pececito?

    Afrodita trago saliva, asintió por tercera vez.

    —Bien, puedes irte... —comenzaron a caminar —¡Y por último! —¡Con un demonio! ¿Ahora que más? Se sentía como un gato con el pelaje erizado —Dice Saga que pobre de ti que hayas embarazado a alguien, castrarte no sería suficiente para saciar su ira.

    Antes de que el Sumo Pontífice dijera algo más, salieron de ahí.

    Ángelo sostuvo con fuerza a su compañero, los silbidos que hacía al respirar no le gustaban nada. De pura suerte el Géminis no le había roto el cuello. Cáncer no se consideraba buena persona, ni muy amistoso, pero Afrodita era lo más cercano que se podría llamar a un amigo... Algo así.

    —Tranquilo, estúpido Nemo, ya no hay de que preocuparse... Si te soy sincero, jamás pensé que Saga fuera más atemorizante que Ares. —Afrodita dibujo una sonrisa minúscula en sus labios, para luego suspirar melancólico —Ya no te preocupes, con el tiempo se le pasara... Además, no lidiaremos con él por mucho tiempo. —el sueco negó con la cabeza —¿Qué te preocupa entonces? —inquirió, mirándolo de reojo.

    Los ojos azules de Afrodita se posaron en él, agobiados.

    Que si esos imbéciles del pueblo ya descubrieron que hay un santo dorado que se acuesta con sus chicas, no tardaran en descubrir que el hijo que tendrá Elena es mío... Y no tardaran en decirle a Saga. —le dijo, vía cosmos.

    Ángelo estuvo callado un largo rato, analizando la nueva información, hasta que exclamo;

    —¡¿Eh?!

    Que Elena está embarazada. Voy a ser papá a mis escasos diecinueve años. —suspiro y gimió al mismo tiempo ¡Su cuello dolía horrores! —Y, al parecer Calandra, la esposa de Aeneas, es posible que también este embarazada.

    Ambos se estuvieron mirando uno a otro, sin saber que más decirse.

    Ángelo resoplo, a la vez divertido y un poco preocupado por el Piscis.

    —¿Sabes...? —dijo el italiano, humedeciéndose los labios —Te va a llevar el carajo. Ares y Saga se van a enojar. —chasqueo la lengua y le revolvió los cabellos al menor —Yo que tú me suicidaba, es más sencillo que lidiar con el histérico de Saga.

    Y Afrodita no pudo hacer más que darle la razón al Cáncer.


    —Fin—


    Emil; Nombre que decidí asignarle al santito del pez xD

    Dannato; Maldito en italiano.

    ¡Deseo que les haya gustado está loca historia! Una disculpa por si el contenido es medio oscuro, pero eso sale cuando mezclas café, los juegos del hambre y pelis sangrientas :D

    ¡Muchas gracias por su lectura!


    SafiroBipolar
     

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