LalitaLalita es muy rara. A veces le digo que venga conmigo al terreno abandonado, ése que huele a azufre. Allí encontré un hormiguero, parecen pequeños puntos negros. Uno detrás de otro, mecánicamente como si no pensaran por si mismas. Me gusta pisarlas, las ordenadas filas se interrumpen. Se vuelven locas si no siguen un orden. Ella se ríe y corre, sacudiendo su cabeza como si huyera de mí. Me pregunto qué hice, pero Lalita es así. Le jalo las trenzas negras, ella se molesta. Intenta golpearme duro, le hago creer que no me duele y le da con más fuerza. Las lágrimas salen de sus ojos, no las puede contener. Después mami me pregunta por esos golpes, yo le respondo Lala. Mi mamá piensa que la estoy llamando ladilla, me pellizca y me castiga. Lalita se queda viendo el vacío, hacia arriba. De repente sonríe como si le hubiesen contado el peor chiste de la bolita del mundo, de ésos que son tan malos que provocan risa. Apoya su cabeza, diciéndome coño de madre sin convicción. Es una palabrota de adultos, le digo pero no me escucha y se queda dormida. Le digo que me muestre su pantaleta, la tela es de cuadros y líneas como su falda. No me dice no, sólo lo hace y ya. Bájate el pantalón, ordena. No, no quiero. Es tu turno, cabezón. Está bien, no me llames así orejona. Me gustan los carritos verdes. A mí también, yo los escogí. Se queda mirando mi pipí, embelesada. Jamás había visto uno tan pequeño, confiesa maravillada. No sé si eso es bueno o malo. Ella se baja la pantis y enseña un poco del chocho. Vi el lunar otra vez, es negrito y está pelado. La señora Carmen toca la puerta, arrecha. Lalita se asusta y se sube el cierre. Me pega y hace que la copie. Paula, te he dicho miles de veces que no cierres la puerta cuando estés con Nando, carajo. Perdón mami. Mantenla abierta, suspira. Coloca su dedo en la boca, shhss. Volvamos al juego de adultos. ----- No respondo si el escrito está patético. Me oxidé D: Siempre he pensado que los niños son sinceros, sin darle tan vuelta a las cosas para referirse a esto o a aquello.