La vida de Mammon de la Avaricia

Aviso, en esta historia, algunos de los carácteres (más bien de todos) tal vez, estén cambiados totalmente.




Capítulo 1


— ¡MAMMON!— aquella llamada me llamó por sorpresa, haciendo que pegara un bote.




Me giré lentamente y salí de la cocina. Allí tumbado en el sofá estaba mi señor Kanon, un antiguo sirviente de Kinzo, en la mansión de los Ushiromiya. Pero un año después había conseguido llegar a un nivel de aprendiz de "Brujo". Maria, le había dicho que solo podía convocar a una de las siete hermanas del Purgatorio, sino el chico moriría. Así que mis hermanas y yo nos jugamos el papel de enseñar a Kanon, con el estúpido juego de "Piedra, papel y tijeras". Mientras decíamos las tres palabras yo pensé que ellas escogerían todas lo mismo y así fue, pero yo no. Ante mí tenía las seis manos de mis hermanas y la mia. Todas ellas habían escogido papel, pero yo, en cambio, tijeras. Durante unos pocos segundos me quedé parada, pero para no levantar sospechas, salté para atrás a la vez que gritaba "¡Yo gané!"


Y ahí me encontraba, sirviendo y enseñando a Kanon. Solo cuando mi señor aumentase hasta tal nivel, él podría invocar también a mis hermanas, pero de momento solo estaba yo.


— ¡Mammon!— me volvió a gritar —. ¿Cuántas veces te deberé llamar para que me hagas caso?


— Lo siento, lo siento— le dije con varias reverencias —. Lo siento mucho, ¿Qué deseas?


— Bueno, por lo menos te disculpas— dijo mi señor removiéndose en el sofá —. Tráeme un taza de té.


— Como usted deseé— le dije antes de volver a la cocina.


Los dos nos encontrábamos en la desierta mansión de los Ushiromiya. Hacía doce años en aquel edificio vivían una numerosa familia, pero todo empeoró. Beatrice, mi antigua señora nos encomendó a mí y a mis hermanas, matar a todos ellos.


— ¡MAMMON!— la llamada de mi señor me devolvió a la tierra —. ¡Vamos, que tampoco estan difícil!


— Lo siento, lo siento— me disculpé a la vez que le dejaba la taza sobre sus manos.


Observé como Kanon me miraba con el ceño fruncido, pero noté un calor en su interior.


— Siéntese — me ordenó mientras se incorporaba y me señalaba a su lado.


Hice una reverencia y obedecí. Mi señor dejó la taza sobre la mesita y me miró con una línia recta como labios.


— Señor, ¿Qué deseas?— le pregunté inclinando hacia delante la cabeza.


Observé, como lentamente, él acortaba la distancia que había entre nosotros. Le miré sonrojada, estaba muy cerca de mí.


— ¿Qué le ocurre?— le pregunté extrañada.


— Mammon...— me susurró.— Estás caliente— y deslizó su dedo índice por mi mejilla.


Desvié la mirada hasta el suelo y noté como me acariciaba el cuello.


— Señor, por favor, explícame lo que quieres— le pedí alzando los ojos hasta clavarlos en los suyos.


Poco a poco sus labios se acercaron a los míos, hasta que se tocaron. Abrí los ojos como platos, pero, ¿qué pretendía? Rápidamente me aparté de él y me levanté de golpe. Me sentía avergonzada, utilizada. Con una reverencia le dije.


— Lo siento, señor— lo miré y agregué.— Dime lo que deseas y lo más seguro es que pueda ayudarte.


— Lo siento, lo siento— se disculpó él tapándose el rostro con las manos.— Que tonto he sido, lo siento mucho.


Me sentí mal por él, pero me había besado sin mi permiso, sin pedirme, sin darme ninguna inderecta, para que yo hubiese podido saber su intención. Bajé la mirada hasta el suelo, triste. Respiré hondo y me senté a su lado. Lo miré y cuando unas lágrimas se deslizaron por su rostro, tragué saliva y deseé que lo que iba a hacer estuviese bien.


Lo agarré de los hombros y a la vez que lo echaba hacia atrás, golpeando su espalda contra el respaldo del sofá, lo besé. Vi como él abría los ojos como platos, pero no se retiró, sino que me estrechó entre sus brazos. Entonces, mi acción estaba bien.


— ¿Por qué haces esto?— me preguntó entre besos.— No estás obligada.


— Simplemente me gustas— le confesé mientras le daba pequeños mordiscos en el cuello.— ¿Yo a ti no?


— Me encantas— y deslizó su mano por mi espalda, acariciando mi estrecho "bañador".


Sabía que mis hermanas, invisibles, a causa de no poderlas invocar, nos estaban observando y pude adivinar sus rostros: de asombro.


— Hermana, ¿Qué haces?— me preguntó Lucifer.


— Señor, ¿eso no está mal?— le preguntó Asmodeus.


— Callaros— le ordenó mi señor a la vez que mi lengua se deslizaba por su clavícula.


En ese momento sentí como si mis seis hermanas desapareciesen, pero deduje que no del todo, sino, de aquella habitación. Noté el cambio brusco de Kanon. Me agarró de los hombros y me tumbó boca arriba sobre el sofá, apoyando mi cabeza sobre el posabrazos. Lentamente acercó sus labios hasta que tuvieron contacto con mi cuello. Estaban húmedos y aquello hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.


Aquello era real y me alegré por ello. Siempre soñaba en sus cálidos brazos, caricias, besos, etc. Pero aún así era nuevo para mí.


Mientras me agarraba a su espalda noté sus manos desabrochando mi polo.

 

Abrí los ojos lentamente. Respiré hondo. ¿Todo aquello había sido un sueño? Había sido tan real. Los rayos de Sol se filtraron por los enormes ventanales de la gran sala. Me incorporé hasta sentarme, pero algo me hizo que me sobresaltase. Giré la cabeza y abrí los ojos como platos al contemplar a mi señor estirado a mi lado. Estudié su rostro: sudoroso, así que...no había sido ningún sueño.


Me llevé las manos a la cabeza. ¿Qué había hecho?


Solté un grito de rabia antes de volver a dirigir la mirada en el dormido Kanon. Era bello, pero era mi señor, debía verle como alguien superior y él no se podía rebajar hasta mi altura. Tragué saliva y seguidamente me levanté dejando caer prendas de ropa al suelo. En seguida me percaté que no llevaba nada puesto. Me sonrojé y recogí lo más rápido posible mi ropa. Me la puse y me dirigí hacia la cocina. Debía entretenerme con algo y quitarme de la cabeza la noche que había pasado.


Aún la recordaba con perfección. Respiré hondo a la vez que sacudía la cabeza, deseaba quitármela de la cabeza. Había sido vergonzoso, pero a la vez maravilloso. Desde siempre había amado a Kanon, pero desde que vi que subía de nivel, tuve que observarlo como un ser superior.


Puse las manos en el mármol y agaché la cabeza. Los brazos comenzaron a temblarme, intenté soportarlo, pero decidí parar de apoyarlos. Me di la vuelta y apoyando la espalda alcé la cabeza y me cubrí el rostro con mis manos.


— Hermanita, no te sientas culpable-me susurró una voz en el interior de mi cabeza...Lucifer.—Tú lo amas y él a ti ¿Qué tiene de malo?


— Hermana, tú no lo puedes entender-le dije volviéndome a dar la vuelta y apoyando mi sudorosas manos sobre el frío mármol.—Ha sido vergonzoso...—dejé una pausa, para poder aguantar las lágrimas.—Pero, ¡¿Por qué lloro?!—a la vez, di un fuerte puñetazo sobre el mueble.


— ¿Mammon?—reconocí aquella voz: Kanon. Rápidamente me di la vuelta mostrando mi rostro e hice una reverencia.—Mammon...—se acercó a mí y deslizando su dedo índice por mi mejilla agregó.—¿Has llorado?


— Señor Kanon...—lo llamé.


Pero él me interrumpió posando su dedo sobre mis labios, impidiendo que hablase.


Chist— me sonrió y rodeando mi cintura con un brazo añadió.—No me llames así— y puso los ojos en blanco.— Para ti: cariño.


Seguidamente sentí sus labios posándose sobre los míos y toda mi vida cambió.

 

Meses después me fui acostumbrando de que Kanon ya no era mi señor, sino, mi novio. Mis hermanas ya no me susurraban de que estaba loca queriendo a un señor, lo habían aceptado y me daban las felicidades.

Un día, sentada en el sofá de la gran sala de estar, Kanon vio corriendo hacia mí. Extrañada me eché a un lado, dejando el libro a mi costado. Eché la cabeza hacia atrás y lo observé.

—¿Qué te ocurre?—le pregunté acariciándole las mejillas.

Él cogió una bocanada de aire antes de contestarme.

—Mammon, cariño—me plantó un beso en los labios.— Me ha parecido ver a Beatrice entre los árboles de aquí al lado.

Parpadeé varias veces. ¡¿Qué?! ¿Beatrice, aquí? Kannon se sentó a mi lado y cogiéndome de las manos me preguntó.

—Cariño, ¿estás bien?—deslizó su mano por mi mejilla.— ¿Te ocurre algo?

—La verdad es que no pero es que no me lo puedo creer—y le dediqué una pequeña sonrisa.— Vayamos a ver, por favor, llévame hasta ella.

Él asintió con la cabeza y agarrándome de la mano me guió.

A fuera de la mansión, los rayos del Sol cayeron sobre nosotros. Hacía un espléndido día, extraño en aquella extraña isla. Los dos, juntos, bajamos las largas escaleras y recorrimos el jardín de rosas. Aquello me hizo recordar cuando María, la pequeña de la familia Ushiromiya, lloraba descontroladamente por no encontrar la rosa que Beatrice le había entregado. Mis hermanas y yo, no estábamos presentes, físicamente, pero si, en la mente de la Bruja.

—¿Recordando?— me preguntó Kannon a la vez que salíamos del recinto y nos adentrábamos en el denso bosque que rodeaba la mansión de los Ushiromiya.

Le sonreí y aceleré la carrera. Él me entendió y también aceleró. A causa de eso, comenzó una carrera entre nosotros dos. Yo llevaba tacones y hacía muchos días que no volaba. Ahora me comportaba como una simple humana, aunque en el interior de mi corazón solo fuese un vulgar mueble.

Hermana, ¿qué haces?—me preguntó la voz de Lucifer en mi interior. Fruncí el ceño, no debía despistarme o caería.— Parecéis críos, no te comportes así.

—¿Por qué no?— pregunté en susurro, lo posible para que Kannon no me oyese.— ¿Qué tiene de malo?

—Primero: le obdeces como una sirvienta, segundo: te lo tiras como si nada y tercero, como postre jugas con él como si tuvieséis ocho años— me explicó Lucifer.

—Hermana, entiéndeme, os echo de menos— le informé en susurro a la vez que saltaba para pasar por encima de un pequeño tronco tendido en el suelo.— Necesitaba contacto físico.

—Sí, demasiado contacto físico tuviste— me recordó.

En ese momento mi mente se quedó parada, pero mis piernas seguían corriendo. Aquella última frase que había dicho mi hermana me pilló por sorpresa. ¿Quería decir que nos había visto? Si era así...¡que vergüenza!

—Hermana, ¿nos vistéis?—pregunté con las mejillas teñidas de rojo.

—Lo siento, Ma pero no era mi intención— dejó una pequeña pausa.— Todas estábamos en la otra habitación pero se te escuchaba mucho y fui para ver si te pasaba algo y...os vi.

Paré en seco, derrapando. Aquello hizo que mis mejillas se sonrojaran totalmente. Lucifer me había visto...
Kannon se detenió a mi lado y poniendo una mano sobre mi hombro me susurró entre bocanadas.

—Cariño, ¿Con quién hablabas?