Fantasía La Tierra y el Mar.

Tema en 'Relatos' iniciado por Leid, 5 Abril 2022.

  1.  
    Leid

    Leid ¡Bu! ♡.

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    Escritora
    Título:
    La Tierra y el Mar.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2321
    Cuando el tiempo comenzó a ser tiempo, cuando la noción de las cosas surgió, las tres islas del universo emergieron desde el fondo del estanque, desde una gran extensión azulada y purificadora que navegaba aleteando como una mantarraya cósmica sobre las galaxias, sin un rumbo.

    Admes, Bane y Noz; estas tres estrellas formaban la cúspide del cosmos, y en cuanto las tres islas se deslizaron debajo de ellos, quedaron encantados ante la hermosura y majestuosidad de la tierra y el mar juntos.

    Las islas giraron en parábola encima de la constelación Árbino -la correspondiente a nuestros protagonistas- regresando a toda velocidad debajo de ellos. Bane, tomó la posición de la tercera isla, la más pequeña, mientras que Admes, se adueñó de la primera isla, la más grande, y Noz, se posó sobre la segunda isla, la mediana. En cuanto las tres estrellas tocaron la humedad y tranquilidad de la tierra, la luz que los envolvía se deslizó hacia todos lados alcanzando una distancia cegadora, y moldeó a tres fuertes hombres, que al dar el primer paso sobre la tierra, ésta se sacudió y se cubrió de fauna y vegetación. Eran tres verdaderos paraísos.

    Gracias a las caricias y el amor que Admes, Noz y Bane entregaron a sus islas, éstas se colmaron de habitantes, se envolvieron de la esencia de cada uno, y cada isla representó lo que sus divinidades tenían dentro del corazón.

    La isla de Bane estaba llena de personas pequeñas, y en su mayoría, los habitantes eran animales humanizados, la vegetación constaba en figuras geométricas perfectas, y las tonalidades variaban dentro de lo pálido. Bane amaba las cosas pequeñas.

    La isla de Noz, se caracterizaba porque el equilibrio reinaba en cada rincón de la tierra, incluso en las profundidades del mar. Las tonalidades corrían desde lo más pálido, hasta los colores más llamativos. Los habitantes convivían con fervor al lado de los animales y las bestias, su flora variaba dentro de todas las formas y relieves posibles.

    La isla de Admes, carecía de color y de formas, sus habitantes se asesinaban entre sí, reinaban las disputas dentro de cada hogar y debajo de cada madriguera, las aguas se teñían del rojo carmesí que adornaba la sangre, y la vegetación iba desde la fruta más mortífera, hasta las raíces más viles.

    Cada que se celebraba la creación de los tres paraísos, Bane y Admes viajaban sobre el mar hacia la isla de Noz, pues era la que se encontraba en medio de todas. Justo en esta celebración, Noz anunciaría el nombre de su isla. Cada una de ellas se conocía como la propiedad de los tres reyes, pero él deseaba que su adorada tuviese un nombre propio.

    Dentro de su palacio, debajo del trono, sus dos hermanos y los habitantes miraban con anhelo hacia Noz, quien alzó una mano y la cerró en puño. Cuando la sala quedó en silencio, carraspeó su garganta y bajó del trono, sonriendo hacia los niños y cachorros que tomaron asiento en el suelo y lo miraban con alegría.

    –Mis queridos amigos, y amados hermanos, he decidido que nuestra isla tenga un nombre. Yo soy su rey, pero nunca sería su dueño, soy quien rige y guía los pasos de nuestra gente, pero nunca seré su consciencia. A partir del día de hoy, esta tierra se llamará Bayo, y tendrá esta nombre, hasta que alguna otra divinidad logre reinar con todo el cariño y justicia con la que yo lo hice. Ustedes decidirán quién será el digno que cambiará esto.

    Todos los habitantes cantaron y bailaron de gozo en una gran fiesta, mientras que, dentro de la isla de Admes, la noticia se había propagado por todos lados. La única fiesta de recibida que obtuvo Admes, fueron miles de reclamos y amenazas de sus habitantes. Presa de la histeria y el pánico, se vio obligado a poner un nombre a su isla. La llamó, Mun, y con esto no fue suficiente; Noz lanzó al aire y oídos de la gente un nuevo decreto, el cual radicaba en que cada habitante podría incluir magia en las maquinarias de sus talentos.

    Originalmente, sólo los tres reyes podían hacer uso de la magia, pero desde que Noz se dio cuenta de la gran utilidad que esto traía al reino, decidió que cada habitante pudiese usarla para desempeñar sus trabajos y agilizar el desarrollo del reinado.

    Esto llegó a oídos de Admes, y él decretó que todos pudieran usar la magia como quisiesen, y esto causó aún más caos y discordias entre los habitantes.

    Bane, por su lado, se mantenía dentro de su isla, mirando en silencio cómo su hermano echaba a perder el poco paraíso que quedaba dentro de su tierra. Los habitantes de Mun, o mejor dicho, los pocos habitantes que quedaban en Mun, pasaban los días con temor y el recuerdo triste de sus amigos o familiares fallecidos; algunos, vivían esta tristeza con venganza. Debía intervenir, o todo se saldría de control…

    Se puso en rumbo hacia la primera isla. Al llegar, notó que todo estaba desolado. Había viejas viviendas abandonadas, pertenencias esparcidas por el suelo, no había ni un solo fruto apetitoso, ni nada que se asemejara al verde de la naturaleza. La poca gente que lo miraba a lo lejos, tenían unos ojos llenos de miedo, de interés o de envidia por sus ropas, su impecable apariencia, y las joyas que le adornaban las manos.

    Divisó a lo lejos el palacio de Admes, que más que un palacio, ya sólo era un techo, columnas, y paredes agrietadas. Entró lentamente a lo que quedaba del lugar, y se encontró con el rey sentado en un trono sucio, casi sin respaldo y sin descansabrazos.

    –Admes… vengo a hablar contigo… –se acercó en una inevitable marcha desconfiada.

    –¿Qué quieres aquí?, ¿tú también vienes a exigirme algo? –se puso de pie rápidamente y comenzó a caminar alrededor del palacio como una pantera enjaulada, hirviendo por escapar o hacer algo fuera de lo común, evitando la mirada de su hermano.

    –Admes, te lo digo en serio, mira este lugar… nunca fue un paraíso y está lejos de serlo, recuerda que desde el principio, nuestro objetivo era embellecer y cuidar de las islas, nosotros amamos estas tierras desde que las vimos. –Bane seguía a Admes por todas las ruinas de su palacio, poco a poco veía cómo una de las venas de Admes se hinchaba en su cuello.

    –Bane, ¡déjame en paz!, ¡lárgate a tu isla y deja que yo haga las cosas a mi manera! –vociferó Admes.

    –Somos hermanos, y nos amamos, los tres; no dejaré que hagas esto con la isla. Tendré que avisarle a Noz si no me dejas otra opción.

    La túnica de Admes se hondeó cuando él giró a toda velocidad hacia Bane, estaba cansado de recibir los sermones y quejas de todos, y no permitiría que alguien incapaz viniese a decirle qué hacer. Alguien débil.

    Lanzó uno de sus brazos hacia Bane, le sujetó el cuello, y lo alzó sobre el suelo. Bane era considerablemente más pequeño que él.

    –¡Noz siempre es la respuesta, ¿no?! ¡Noz esto, Noz aquello!, estoy cansado de él, y tú también deberías estarlo… fue una gran equivocación que vinieras a soltar tu lengua conmigo. Espero que aprecies tus últimas palabras, que aprecies tu basura, porque no volverás a pronunciar palabra alguna. –Ciñó su mano alrededor del delgaducho cuello de Bane, y apretó.

    Entonces, el más pequeño de los hermanos sintió cómo su garganta se retorcía y contraía, impidiendo el movimiento de sus cuerdas vocales. Intentaba zafarse del agarre mortal que le estrujaba el cuello... y casi la vida. Sólo pataleando, logró soltarse y caer al suelo.

    Asustado y sollozante, se alejó de la isla de Admes, con su garganta burbujeando en sangre, dolor, y siendo incapaz de hablar. Llegó a la isla de Noz, empujando a los habitantes que se cruzaban en su camino, pues el pánico y el miedo, ya se habían adueñado de su ser.

    Al llegar al palacio, Bane entró a la sala del trono con las mejillas húmedas y pálidas, agitando sus manos en un vago intento por hablar. Escupía una gelatinosa combinación entre sangre carmesí y sangre coagulada, junto a su saliva.

    – ¿Qué pasa, Bane? –Noz bajó del trono en cuanto notó el sollozo de su hermano. Su rostro detonó una auténtica sorpresa, con un sutil matiz de confusión. Cayó en cuenta, y tanto su mirada como su sangre hirvieron. La tranquilidad que siempre inundaba su rostro se fue por el caño. Ahora entendía por qué Bane trataba de hablar en señas, y estaba harto de vivir entre los problemas de sus hermanos. Todo esto aturdiría su paz.

    “Tienes que ayudarme, Noz… por favor…”, los ojos de Bane suplicaban y se quebraban en suaves sollozos.

    –Retírate, Bane. Estoy harto de escuchar cómo hay desequilibrio y peleas entre nosotros. Cada quien debe gobernar su isla como pueda, y sólo vienen a alterar las cosas en la mía. Vete, por favor. –Noz le dio la espalda y a cortos pasos, regresó hasta su trono. No voltearía hasta escuchar al tercer hermano salir.

    Bane, frustrado, tambaleándose y casi desmayándose de dolor, se fue a su isla con rencor y odio hacia su hermano, pues había esperado que Noz revirtiera el hechizo y pudiese escucharlo como el hombre justo que parecía ser.

    Admes, hastiado ya con la superioridad de Noz, ceñido por la envidia, por el odio y la codicia, salió de su isla rumbo a Bayo. Noz advirtió su presencia cuando un par de habitantes llegaron al palacio, y le avisaron que había destruido su hogar, y venía camino al palacio.

    Antes de que Noz lograra reunir a sus habitantes y pudiera resguardarlos, Admes derribó el portón que daba paso a la sala del trono, y para su suerte, se encontraron. El rey de la segunda isla estaba listo para encararlo.

    Admes soltó una risotada al aire, y se relamió, deseoso por poder lastimarlo. Intentó utilizar el mismo hechizo con el que lastimó a Bane, pero el segundo hermano fue aún más rápido y logró bloquearlo. Consiguiente al bloqueo, Noz lo paralizó con tan sólo susurrar un par de palabras. Raíces espinosas y oscuras, idénticas a las de la tierra de Admes, emergieron resquebrajando el suelo de mármol y se envolvieron, punzantes, en el cuerpo del rey corrompido.

    Antes de permitir el uso de la magia, Noz se encargó de perfeccionar la suya y volverse sumamente capaz, por si necesitaba mediar entre los habitantes.

    Se aproximó a Admes, con una nostálgica sonrisa sobre los labios. Verdaderamente sentía pena por su hermano, pero no podía hacer más que despojarlo de sus poderes y de cualquier oportunidad de decidir, tal vez hasta mandarlo a la soledad y el dolor eternos. No podía sentirse más triste al verlo gritar maldiciones, amenazas, y cosas hirientes.

    –Maldito… ¡maldito serás por toda la eternidad!, puedes hacer conmigo lo que te venga en gana, pero te aseguro que volveré en algún momento, y seré tu más grande problema. Acabaré contigo y tu ridículo paraíso. No te lo mereces, Noz. Eres muy poco para esta tierra. Yo debí tenerla toda desde un principio.

    –Mientras te mantengas alejado de mis habitantes, y de las islas, puedes maldecir, hacer, y deshacer todo lo que quieras, Admes. Es una pena que los tres hayamos llegado a estas islas con las mismas ilusiones, con los mismos objetivos, y que tú hayas tomado el camino fácil, que tú sólo hayas visto por ti, y que no aprendieras nada dentro de la travesía que comenzamos juntos. Tendré que desterrar a un hermano, y eso, ni mil paraísos podrían compensarlo.

    –¡Tuve poder, y tuve a la gente a mis pies, también tendré a la tuya cuando vuelva! Puedes desterrarme de donde gustes, hermano. ¡Nunca podrás lograr nada sin nosotros, como siempre ha sido! –Admes gritaba y escupía las palabras como dagas afiladas. Su humanidad se desvanecía cada vez más, hasta que su rostro comenzó a deformarse y los trozos de piel caían al suelo emitiendo un olor desagradable a putrefacción.

    Los ojos de Noz comenzaron a escocer, y al gimotear y desviar la mirada de Admes, el suelo tembló, se agrietó en gran extensión, y un oscuro abismo apareció a sus pies. Las raíces se enterraron en su cuerpo, él gritó e intentó liberarse, para darse cuenta de que éstas lo arrastraban dentro de la oscuridad. Cayó sobre su pecho y manoteó el suelo, lo arañó e intentó aferrarse a cualquier cosa. Fue inútil, pues terminó arrastrado hasta la penumbra que él mismo se encargó de oscurecer cada vez más con sus acciones.

    La tierra volvió a unirse, como si nada hubiera pasado y con ello, el grito de Admes se cortó de tajo, como si su existencia nunca hubiese ocurrido.

    Noz sorbió su nariz, y salió del palacio a pasos lentos. Echó un vistazo hacia las casas del alrededor, y después, miró hacia la isla de Bane. Después de que Bane se había ido, ningún pueblerino de su isla lo volvió a ver. Volteó hacia la isla de Admes, y notó que las tierras eran infértiles, oscuras, y el cielo estaba cubierto de una neblina espesa. Tenía un largo camino que recorrer, que reparar, y para su buen fortunio, aún tenía mucho amor por entregar a la majestuosidad de las tierras y el mar juntos.

    Noz remendó, y unió las tres islas; las acunó, purificó, y le mostró la felicidad a las personas que habitaban los otros dos reinos. Creó un lazo inquebrantable, un abrazo cálido, que envolvió a las tierras, y como a un bello diamante, lo pulió hasta formar a la tierra como la conocemos ahora.

    Noz llegó al final del camino.

    En memoria a sus hermanos, le entregó a la tierra todo el amor que los tres pudieron haberle dado. La amó, la ama, y la amará hasta que deje de ser.
     
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  2.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
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    Mensajes:
    305
    Pluma de
    Escritor
    Interesante mito.
    Aunque he de decir que, ya sea intencionado o no, no estoy de acuerdo con como la narración no parece poner nada de culpa de lo ocurrido en la pasividad de Noz respecto a las heridas de uno de sus hermanos y la actitud del otro. Justamente porque me gusta cuando mitos de esta estilo son más ambiguos, como pasa aquí.
     
  3.  
    Nao Sharp

    Nao Sharp Usuario popular Lectora empedernida del 2023

    Aries
    Miembro desde:
    14 Febrero 2021
    Mensajes:
    703
    Pluma de
    Escritora
    Muy interesante, aunque deja con un sabor agridulce.

    Solo un apunte:

    Entiendo que en esa frase falta el "vez" que puse en rojo.

    Besos!
     

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