Leyenda Popular La Santa Compaña

Yo era una persona normal, como cualquiera, tenía un buen trabajo y una buena familia, no era perfecta, pero no me podía quejar. Un día para celebrar que habíamos terminado un trabajo difícil mis compañeros de trabajo y yo decidimos irnos unos días de vacaciones a un pueblo de Galicia porque nos gustaba el lugar y queríamos pasar un tiempo alejados de los mundanales ruidos de la ciudad. Cuando llegamos al pueblo nos fascinó el aire tan puro que podíamos respirar allí, así que tomamos nuestras maletas y nos dirigimos a la posada donde nos hospedaríamos, al llegar nos atendió una anciana muy amable, al llegar a nuestras habitaciones nos advirtió que tuviéramos cuidado si paseábamos por la zona a medianoche ya que a esa hora era cuando la ánimas comenzaban a profesar por la zona para avisar de la próxima muerte de alguien, esas ánimas eran guiadas por un mortal portando una cruz y agua bendita esa profesión era llamada La Santa Compaña y si nos encontrábamos con ella el mortal nos entregaría la cruz y el agua y seríamos obligados a dirigir la profesión hasta que encontráramos otro mortal para ejecutar la misión.

Todos nos lo tomamos a broma, ya que sería una leyenda típica del lugar o una historia para asustar a los turistas, así que comenzamos a instalarnos sin hacer demasiado caso a la historia, era imposible que existiera tal cosa, para celebrar el primer día de vacaciones fuimos a un bar de la zona, algo alejado de la posada. Estuvimos celebrándolo hasta pasadas las once de la noche cuando tenían que cerrar, fuimos de vuelta a la posada tomando ese camino en el que había que atravesar un bosque, yo me desvié porque tenía ganas de hacer mis necesidades, así que salí del camino mientras mis amigos seguían hacia la posada. Mientras hacía mis necesidades comencé a escuchar unos extraños ruidos de cadenas arrastrándose y un olor a cera quemada junto a un aire frío, extraño ya que, era verano y no había bajado las temperaturas desde que comenzamos a volver a casa, cuando terminé volví al camino y por los sonidos y el olor tuve miedo y comencé a correr, corría y corría mientras los sonidos de cadenas y olor a carea quemada, aún sin ver ninguna luz de alguna vela se hacía más intenso hasta que llegué a un cruce de caminos y me topé de lleno con una persona pálida y con el rostro denotando un gran cansancio portando una gran cruz y un caldero de agua seguido por muchas personas encapuchadas en dos filas portando velas sin luz, pero oliendo a cera quemada, en ese momento se me heló la sangre al recordar la leyenda que me contó la anciana, la persona que portaba la cruz y el agua bendita me las dio mientras unas últimas palabras salían de su boca Ahora te toca a ti. Yo las tomé, acto seguido esa persona cayó al suelo inmóvil y mis pies comenzaron a moverse sin que yo lo quisiera, estaba comenzando a guiar a la Santa Compaña.

Al día siguiente no recordé absolutamente nada de lo que pasó la noche anterior y así sucedió durante las siguientes noches, en donde yo era obligado a profesar la Santa Compaña, mis amigos cada día me notaban más pálido y con un rostro que, cada día denotaba un mayor cansancio, pero yo no recordaba nada de lo que pasaba en la noche.

Ahora estoy procesando a la Santa Compaña en la que se supone que es mi última noche de vacaciones en Galicia, mientras dirijo la profesión comienzo a escuchar unos gritos, extrañamente esos gritos gritan mi nombre, creo que reconozco la voz. Me estoy acercando a un cruce de caminos, por favor Dios, si escuchas mis plegarias, por favor haz que me encuentre con alguien ahí, me da igual quien sea, pero por favor sácame de este sufrimiento.

Llego al cruce y para mi alegría me he encontrado a alguien, por fin saldré de esta condena y le cederé el testigo a otra pobre alma que sufrirá lo que he estado sufriendo yo, pero también para mi desgracia resulta que es uno de mis compañeros que me buscaba, y no cualquier compañero, es mi mejor amigo, tiene el mismo rostro que tenía yo cuando me encontré con la Santa Compaña. En mis pensamientos solo está la idea de escapar de este sufrimiento y lentamente le voy dando a mi mejor amigo la pesada cruz y el caldero de agua bendita con los que he sido obligado a vagar estos días, el los toma mientras yo comienzo a cerrar los ojos y caer al suelo mientras comienzo a recordar toda mi vida hasta llegar al momento donde me encontré con mi fatídico destino, lo último que ven mis ojos es a mi amigo comenzar a profesar la Santa Compaña tal y como yo lo hice días atrás mientras unas últimas palabras salen de mi boca dedicadas a mi amigo.

Lo siento amigo, pero ahora te toca a ti.