One-shot de Pokémon - La reaparición de Spiritomb en Kalos

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por Ruki V, 20 Octubre 2021.

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    Ruki V

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    Escritora
    Título:
    La reaparición de Spiritomb en Kalos
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1874

    Las familias del Pueblo Boceto, en Kalos, se preparaban para celebrar Noche de Brujas.

    Una familia en particular, compuesta por una amorosa madre y sus cuatro hijos, estaba muy emocionada y llena de energía. El menor de la casa, de nombre Kuro, había decidido que quería disfrazarse de Absol ese año, y probablemente era el niño más feliz de todo el pueblo esa noche al tener puesto su tan esperado disfraz, cariñosamente elaborado por su madre.

    —¡Me encanta!— exclamó el pequeño de ocho años viéndose al espejo.

    Se trataba de un pantalón y chamarra blancos: a la capucha de la chamarra se le habían pegado cuernos como los de Absol, y a los pantalones se les había cosido una cola. La madre del pequeño además había hecho lo que se podía para elaborar unos guantes que se asemejaran a las garras del Pokemon. Aunque hacer algo similar para los pies era mucho más complicado para ella, así que para ello Kuro se limitó a usar zapatos deportivos azules.

    —Me alegra mucho que te guste, cielo— dijo la madre rodeándolo con sus brazos.

    —¡¡Ya quiero salir a pedir dulces!!

    Los hermanos de Kuro también estaban emocionados. Aunque eran ya algo mayores para pedir dulces, habían decidido acompañar a su hermanito con disfraces más sencillos. Las gemelas Runa y Nikki, de 13 años, tenían guardado un sombrero de bruja cada una, y simplemente los combinaron con un atuendo negro a juego. Mientras tanto Eijiro, de 16 años, usaba una capa y antifaz de tela rojos que una de sus hermanas uso el año anterior para vestirse de súper héroe, simplemente sumando un pantalón de mezclilla y playera blanca (además de que cargaba con su mochila con sus pokebolas, por costumbre).

    —¿Te acordaste de buscar tu canasta de pokebola, Kuro?— se acercó a preguntarle Eijiro.

    —¡Sí! La dejé en el buró junto a mi cama— respondió Kuro corriendo hacia su habitación.

    —¡Sin prisa, Kuro!— le gritó Nikki. —Ni que se fueran a acabar los dulces en el pueblo.

    —De ser así, creo que podríamos pasarnos un rato a Pueblo Acuarela— sugirió Runa.

    Eijiro había empezado su viaje para convertirse en entrenador Pokemon a los 14 años, pero había tardado menos de dos años en decidir que tratar de convertirse en campeón de Kalos no era para él. La última Noche de Brujas que había pasado con sus hermanos antes de irse, su madre les dio permiso de ir a pedir dulces también a Pueblo Acuarela; después de todo, no quedaba muy lejos y era algo más grande. Eijiro supuso que Runa y Nikki querrían volver a ir ya que era la última Noche de Brujas antes de que ellas, juntas, se embarcaran en su propio viaje como entrenadoras Pokemon. Él estaba más que feliz de estar de vuelta y pasar aquel rato con sus hermanos: su familia era su todo. Y Kuro siempre lo había admirado muchísimo.

    —¡¡¡Listo!!!— Kuro bajó las escaleras con su canasta en mano y su Eevee siguiéndole detrás.

    —Ah, veo que viene el quinto acompañante que no puede faltar— dijo Eijiro sonriendo.

    —Todos los años recibe al menos un pokelito— respondió Kuro acariciando a Eevee.

    —¡Eevee!— exclamó con gusto el Pokemon.

    —Estoy segura de que este año no será la excepción— dijo Runa.

    —Muy bien, pues nos vamos— dijo Nikki abriendo la puerta.

    —Tengan cuidado, chicos. Y no vuelvan muy tarde— los despidió su madre.

    —¡Eevee!— exclamó el Pokemon como en señal de despedida.

    Los hermanos salieron de su hogar dispuestos a tocar el timbre de todas las demás casas en su pequeño pueblo. Todo el que les abriera felicitaba a Kuro por su disfraz, lo que lo ponía muy contento. La mayoría de las casas también estaban preparadas con bayas para regalar a Pokemones que acompañaban a los niños, como Eevee; y varias contaban con los tan esperados pokelitos. Alguna incluso decidieron darles algunos dulces a Eijiro, Runa y Nikki, que simplemente los guardaban en sus bolsillos. Cuando llegaron al pueblo vecino, tuvieron básicamente la misma suerte.

    Fue cuando llegaron al final de Pueblo Acuarela y estaban a punto de darse la media vuelta, que Kuro los detuvo, señalando una casa en ruinas en los límites del pueblo.

    —Esas ruinas no estaban ahí el año pasado— dijo mirando a las chicas.

    —No… no lo estaban— dijo Nikki.

    —Eevee…— el Pokemon parecía tampoco recordar las ruinas.

    —Bueno, probablemente tuvieron que demoler la casa que estaba ahí por alguna razón— opinó Eijiro.

    —Pero tampoco había una casa ahí el año pasado— añadió Runa, con una expresión algo petrificada.

    Involuntariamente, Eijiro dio medio paso atrás, demasiado sorprendido ante la idea de que aquel terreno siempre hubiese estado vacío y de la nada aparecieran las ruinas de una casa que nunca existió realmente.

    —¿Podemos ir a ver las ruinas?— preguntó Kuro. —Me da la impresión de que hay algo ahí.

    —¡¿Huh?! ¡Cla-claro que no!— exclamó Runa. —E-es muy extraño, y e-es hora de volver.

    —Pero creo que hay algo importante ahí. ¿No nos ha contado mamá que se encontraba todo tipo de cosas en lugares inesperados cuando hizo su viaje de entrenadora Pokemon?

    —No eres entrenador aún, Kuro— dijo Eijiro tomando la mano de su hermanito. —Y cuando lo seas, por favor, por favor, no busques objetos en lugares potencialmente peligrosos.

    —Por favor, Eijiro— imploró Kuro con ojos de cachorrito.

    —…Creo que deberíamos ir— habló Nikki.

    Tanto Runa como Eijiro miraron a su hermana con los ojos bien abiertos, muy sorprendidos.

    —Kuro— Nikki se agachó para verlo a los ojos. —Si Runa tiene miedo, y Eijiro no cree que sea buena idea llevarte, yo iré a revisar por ti.

    —N-no, n-no seas ridícula, Nikki— Eijiro negó con la cabeza. —Si insistes en ir, sabes perfectamente bien que tendremos que ir contigo.

    —¡Excelente!— exclamó Nikki antes de alejarse a paso veloz hacia las ruina.

    —¡Nikki!— Runa le gritó, y después volteó a ver a Eijiro. —¿De verdad iremos?

    —Cuando no puedas contra ella, únetele: es muy necia, nunca la dejes sola. Tómalo en cuenta para cuando finalmente se vayan juntas a convertirse en entrenadoras Pokemon.

    —¡¡Sí!! ¡¡Ruinas!!— exclamó Kuro alegremente.

    —¡Eevee!

    Cuando llegaron al terreno, Nikki estaba en cuclillas frente a un bulto de escombros en el centro de las ruinas. Viéndola un poco más de cerca, había comenzado a mover algunas de las piedras y pequeños montos de tierra. Estaba ensuciándose de gris su atuendo negro, pero parecía estar muy concentrada.

    —Miren esto— les dijo pocos segundos después de haber estado escarbando escombro.

    Debajo de todo eso, se encontraba una gran extraña roca; era tan grande que era un poco más grande que Eevee. No era del mismo color que el resto del escombro, y si te detenías a mirarla parecía que tenía un rostro grabado en ella. Eijiro se acercó con cierta curiosidad a tratar de cargarla para verla mejor.

    —Wow, está algo pesada— se quejó Eijiro.

    —Pero tenemos que llevárnosla— dijo Nikki.

    —¿P-por qué?— preguntó Runa.

    —¿No quiere vivir aquí?— preguntó Kuro.

    Nikki asintió sin despegar la mirada de la roca. No sabía exactamente a qué se debía, pero estar frente a esa roca era como si alguien le hablara. Más bien, como si varias personas le hablaran.

    —Ya sé— dijo Eijiro, pues se le ocurrió una idea.

    Se descolgó su mochila para sacar una pokebola, de la cual surgió el pokemon Heracross; éste muestra una fuerza increíble, que le permite levantar cien veces su propio peso sin inmutarse, por lo que sin duda sería de ayuda para llevarse aquella roca.

    —¿De verdad será buena idea?— preguntó Runa.

    —Mamá será la que decida al final, ¿no?— opinó Kuro.

    —Exactamente— dijo Nikki.

    Entonces los cuatro hermanos, Eevee y Heracross cargando la roca se dirigieron de vuelta a casa. Runa aún tenía algo de miedo, pero Nikki decidió sostener su mano y tratar de transmitirle calma con una pequeña sonrisa. Kuro caminaba entre Heracross y Eijiro, mirando la roca con mucha curiosidad.

    Cuando finalmente llegaron a casa, su madre los estaba esperando con la cena lista.

    —¿Cómo les fue?— preguntó desde la cocina.

    —¡Heracross!— el Pokemon parecía estar nervioso, y llevaba queriendo soltar la roca desde que entraron de vuelta a Pueblo Boceto, así que la dejó caer semi cuidadosamente cerca de la entrada de la casa.

    —¿Hmm? ¿El Heracross de Eijiro?— la mujer se asomó y se sorprendió un poco de ver a Runa tan nerviosa y a los otros tan serios. —¿Está todo bien, chicos? … ¿Y esa roca qué es?

    —Había una casa en ruinas al final de Pueblo Acuarela— dijo Kuro.

    —Pero no recordamos que la casa existiera el año pasado— añadió Runa.

    —Kuro y Nikki insistieron en investigar, y Nikki decidió traer esta roca— dijo Eijiro.

    —Me… pareció que la roca… no quería estar ahí— dijo Nikki, con cierta inseguridad.

    La mujer se agachó a inspeccionar la roca; no trató de cargarla, pues supuso que si Heracross había tenido que ayudarlos a llevarla hasta ahí se debía a que era bastante pesada. Luego de inspeccionarla un poco, se dio cuenta de que le resultaba algo familiar. Entonces, se dirigió a una estantería y sacó un librero para buscar una página en específico y leérselas a sus hijos.

    —“Cuenta la leyenda que hace 500 años, 108 espíritus de personas de almas impuras se unieron en una bola de gas. Dicho gas provocó catástrofes y propagó el caos, incendiando aldeas e inundando ciudades. Incluso estuvo a punto de destruir la Tierra. Se dice que entonces un héroe anónimo lo encerró en la piedra espíritu. A ésta se le dibujó una cara, y a través de la boca esa bola gaseosa podía salir, pero nunca separarse de la roca. Se le conoce como Spiritomb, porque al salir esa bola gaseosa, parece una tumba encantada.”

    Los chicos se quedaron en silencio por unos cuantos segundos.

    —Ahora es un Pokemon— entendió de pronto Kuro.

    —Número 442 en la Pokedex Nacional— aclaró su madre.

    —Pero, ¿por qué apareció de pronto?— preguntó Runa.

    —Es noche de brujas— la mujer se encogió de hombros y sonrió. —Parece que el universo conspira para que los Pokemones tipo fantasma abunden justo en esta alegre festividad.

    —Y, ¿por qué en Pueblo Acuarela, en un terreno antes baldío?— añadió Nikki.

    —Bueno, la leyenda nunca ha especificado ni siquiera en qué región fue que el supuesto héroe finalmente encerró el maligno gas. Tal vez ese evento tuvo lugar en el pueblo vecino.

    —Entonces… ¿crees que es malo que lo hayamos traído a casa?— preguntó Eijiro.

    —Es posible que Nikki tuviera razón— dijo volteando a ver la roca. —Puede que Spiritomb no quisiera estar en ese lugar. De haberse sentido perturbado, creo que ya habría atacado.

    Los chicos voltearon a ver a la roca también. Kuro seguía sumamente intrigado, Runa se veía más calmada, Eijiro había devuelto a Heracross a su pokebola y estaba mirando a Nikki; quien miraba a Spiritomb.

    —Cuando emprendamos nuestro viaje como entrenadoras, trataré de llevarlo conmigo— dijo Nikki.

    Por alguna razón, Nikki sentía una especie de conexión con aquel extraño Pokemon fantasma. Creía ser capaz de percibir lo que querían aquel o aquellos espíritus dentro de la enorme roca. Y esperaba, aunque no estaba segura exactamente de por qué, un día poder traerle a Spiritomb la paz que, presentía, no había tenido en 500 años.


     
    Última edición: 26 Octubre 2023
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    Que buenaa, mencanto la temática y la ambientación halloowenisca. Una segunda oportunidad para spiritbomb plz
     
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