Otro La Realidad Atravez de un sueño

Se levantó, la noche anterior se había quedado alunado de sus propios pensamientos, buscando pensamientos propios que pudieran darle una idea de sí mismo; quizá había fracasado, realmente no era algo nuevo pero sus ojos reflejaban cada día, una vez más, a otra persona, una nueva persona que cumpliera, por lo menos de lejos, las características que hace años había olvidado en algún baúl de los recuerdos. Que placida era esa época, donde se disponía de crayones y papeles para hacer sus sueños realidad. El color blanco de cada una de las paredes lo hacía perderse en la inmensidad de la nada, conociéndose como quien palpa a una mujer preciosa, devorando su piel en un colchón bajo de algodón viejo con tela expandida, tocando cada una de las partes y guardando el recuerdo en un espacio de la mente secreto; al igual que el olor, su olor y su olor, todo olía tan diferente y tan igual al día de ayer, y al de ayer y ayer, en general, al ayer. El ventilador seguía encendido, sus aspas se seguían moviendo con la misma fragilidad con la que le susurraban al mundo. Los botones seguían sucios, llenos del polvo que el mismo ventilador había soltado, como un camino de estrellas en un cielo nocturno, con las luciérnagas volando de cerca; quizá era un sueño oculto entre pensamientos más alejados de la realidad, pero eso poco importaba. Había más susurros de los que debía, muchos más, pensó en ciento de cosas; ¿Hace cuánto que no tenía droga en la casa? ¿Un año, dos? Maldición, sus oídos aún podían escuchar los gritos de los policías que más de una vez le repetían que no volviera a tener droga cerca, por más que el dijera que no era suya ¡Cabrones! Sus piernas no fallaban, estaba listo en más de una ocasión para correr y perderse en medio de la lava de sus propios errores que por tantos años había mojado con gotas de agua de un mar que estaba a tantos kilómetros; no tenía idea de por qué no había vuelto al mar, le gustaba estar en medio de la sal y respirar los gritos de los pelicanos. Quizá era el olor a bloqueador solar o simplemente el sol que se calvaba en su espalda como ojos, ojos que investigaban el mundo desde otro lugar.
Debajo de la cama pudo entender ese hecho factible, descubierto entre el polvo de viejos vestidos de policía y de criminales; ¿Por qué en la cárcel había tantos suicidios? En realidad era la desesperación. Respiró hondo, podía oir los pasos lejanos acercarse a él, sabía que estaba perdido, sabía que ese sería el fin, como una fina rosa cortada en el patío de una mansión irreal de cuentos de hada. ¡Doblemente cabrones! Estaba de verdad perdido, quizá tenía una pistola cerca. Rebuscó entre la ropa que lo transportaba a traumas y experiencias diferentes, algunas estaba aún húmedas de sentimientos. Intentó perderse entre la ropa, pero entre más escarbaba más se encontraba y se sentía, sabía que estaba perdido, perdido de verdad. ¡Triplemente… Entonces la volvió a ver, su cabello húmedo y sus ojos, parecía que fuera ella la musa que toda la vida espero, se quedó sin palabras, como si hubiera encontrado finalmente un oasis en medio de tanta arena que lo tenía hasta el cuello.

─Hola ─Habló agitado, apenado, carcomido por las camisas y por su propio sudor y su propio momento, peor no pudo evitar saludar ese espejo.

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Con la participación, y hecho por RedAndYellow y @BlueandRed