Matilda La Perfección[Matilda]

Pues quiero hacer fics más inheditos, por eso comencemos con esta pelicula noventera.


Matilda Miel, como ahora se llamaba, sonreía nerviosa y emocionada mientras mirando sus mallas de ballet y luego observando a su madre adoptiva, que movía sus manos haciendo como que aplaudía emocionada admirándola; las otras niñas delante de ella comenzaron a flexionar sus rodillas y ella comenzó a imitarlas, mientras movía de manera delicada su mano arriba y abajo firmando un medio circulo. Esta era la tercera clase a la que acudía había terminado sus clases y le había rogado que la llevase aprender diversos tipos de arte, el día martes había sido música la maestra esta maravillada con su talento innato para el clarinete, el miércoles pintura el profesor hablaba que la pequeña tenía el suficiente talento para crear una nueva corriente y este día que era jueves era ballet; Jennifer su mamá la había llevado a ver el cascanueces en navidad y desde entonces había estado esperando por aprender ballet.

Sosteniéndose de la barra plegada a la pared poco a poco se fueron parando de puntillas sobre sus zapatos blancos, de tela. Matilda se dispuso a hacer lo mismo, cuando ocurrió.

― Eres una niña muy tonta, realmente, ay niña es que realmente me cuesta creer que seas mi hija― espetó Zinnia Wormwood desesperada.

Llevaba un pantalón deportivo de un color chillón con motivos de leopardo haciendo conjunto con una playera desmangada, solo a ella se le ocurriría vestir así.

La pequeña Matilda se resistía a sollozar con la cabeza baja mientras añoraba volver a sumergirse entre las tierras de Oz del libro que le esperaba en el sofá en lugar de seguir siendo reprendida.

A su entonces madre se le había ocurrido con un gesto cuasi-maternal enseñarle a bailar.

Con su cuerpo escuálido se paraba según ella imitando los movimientos de las mujeres de aerobics televisivos - para ella esto ya era bailar- pareciendo una avestruz trotando mareada en su corral.

Por más lista que fuera el instinto de Matilda le pedía de vez en cuando una madre que se encargara de ella, la quisiera, la cuidara, le enseñara cosas y por eso había decidido hacer esto, esperando ser un poco cercanas, sin éxito. Por el contrario había terminado sintiéndose fuera de lugar y demasiado insegura.

Dicha inseguridad a pesar de todo el amor, comprensión y aceptación que le había dado Jennifer Miel, emergía en ese momento y sin que pudiese hacer nada, la hacia caer. Trastabillaba un poco, ponía su brazo derecho pero con esto solo lograba lastimarse la muñeca y al tocar el piso, se pegaba en la barbilla, cerraba los ojos por el impacto. Su mamá que la adoraba corría hacia ella en cuanto le veía falsear el primer movimiento pero en contra de su voluntad terminaba retrocediendo, lo hacía de la misma manera que las niñas que caían de espaldas y la maestra que miraba al cristal estrellarse, pues el golpe había provocado que Matilda creara una onda psíquica con sus poderes psíquicos.

― ¿Qué fue eso? ― preguntó una niña asustada.

― Ocurrió cuando esa niña nueva cayó ¿crees que haya sido ella? ― preguntó otra

― Se pegó bastante fuerte ¿lo viste? ― cuestionó una más.

Cuando Miel la sostenía en sus brazos, los murmullos crecían, Matilda se quejó cuando ella tocó su mano.

― Disculpe maestra, pero podría….

La profesora de ballet sin hablar y con una sonrisa le afirmó con su cabeza. Jennifer le devolvió la sonrisa en agradecimiento y abrazó más a la pequeña todavía un poco desconcertada.

― Vamos a que un médico revise tu brazo y por un helado ¿te parece?.

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Caminaban por el parque seguido por una bandada de patitos verde con negro que es encontraban decididos a ganarles el paso, Matilda llevaba un helado de fresa y la muñeca vendada, Miel en cambio disfrutaba uno de vainilla y la rodeaba con su brazo.

― ¿Te encuentras bien pequeña? ― preguntó con dulzura.

Ella permaneció pensativa, arrugó la nariz, meneó su cabeza y con un respiro volteó buscando ofrecerle una sonrisa.

― Claro que si señorita Miel, estoy bien― declaró apresuradamente.

Jennifer sabía que algo le ocurría, de hecho sabía exactamente que, gracias a su tía Tronchatoro aún lo pasaba en varias ocasiones. Sabía que era feliz, tanto como ella lo era, pero no era tan sencillo que todos esos recuerdos se fueran tan fácil.

Le había ocurrido una par de ocasiones, sus habilidades para mover las cosas la delataban cuando era así. En una ocasión varios platos de porcelana se cayeron, Matilda cerró los ojos esperando una reprimenda y otro más en la repisa resbaló también rompiéndose, en otra ocasión una olla quedó bastante percudida al cocinar un postre pues la niña había confundido la cantidad de un ingrediente, por suerte la quitó a tiempo antes de que hiciera saltar el contenido de la olla, al igual que un pequeño accidente nocturno, es que Matilda era bastante lista, pero no dejaba de ser una niña y con esto tenía algunos miedos como a la oscuridad y había preferido no salir de su cama en esa noche lluviosa, la cama estaba ligeramente desnivelada por eso.

Miel sabiamente había decidido no presionarla, si no esperar pacientemente a que se lo contara, que le contara cada una de esas experiencias que la hacían dudar de sí misma y sentir temor, entonces dedicaría todo su cariño para resolverlo.

― Ma-má…― susurró.

Siempre que le llamaba de esa manera su corazón se iluminaba, sabía que significaba mucho pues, personalmente consideraba también complicado llamarle mamá a alguien. Sabía que lo hacía cada vez que necesitaba de ella.

― Si, hija. ― respondía animándola a que se sentara con ella en una banca.

― Yo, yo …lamento equivocarme muchas veces― declaró con su voz quebradiza.

Ella la miró extrañada pues no esperaba que dijera algo así.

― ¿Equivocarte? ¿A qué te refieres?

― La vida contigo es todo lo que siempre soñé, me llevas a conocer museos, tengo cientos de libros, me llevas a conocer lugares maravillosos, juegas conmigo, me quieres ¡es una vida perfecta! ― explicaba la niña― yo quiero ser así pero, no puedo dejar de recordar las veces en las que mi antigua familia me dijo que hacia las cosas mal, que no les gustaba como era o lo que hacía y entonces me equivoco― tomaba su brazo vendado como si con la declaración le doliera más― tal vez si soy un poco tonta, después de todo, usted me ve perfecta, pero no puedo hacer todo bien.

Ella la reconfortó, la abrazó acariciando su espalda. Matilda al instante se tranquilizó, pero Miel quería que no solo se sintiera bien en este momento si no que fuera capaz de lograrlo siempre que se sintiera mal.

― ¿Sabes quién es Thomas Alba Edison? ― preguntó la maestra mirándola.

Matilda hizo memoria y dijo que sí.

― Claro, nació el 11 de febrero de 1847 en Milán, inventó cosas como el telégrafo, la batería de níquel y por supuesto la lámpara de luz incandescente llamada por nosotros bombilla.

― ¡Exacto! ― declaró Miel como cuando sus alumnos respondían correctamente. ― pues bien, precisamente de este último ¿sabes lo que dijo de él?.

Matilda negó luego de pensar un poco.

―No fracasé 1000 veces, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla― citó la maestra, lo que provocó en Matilda una risilla. ― él veía el fracaso como una oportunidad, equivocarnos nos enseña, por eso es parte de nosotros. No está mal que ocurra, porque con el tiempo intentarlo una y otra vez hará que las cosas nos resulten y con todo lo otro tendremos experiencia. Tu pequeña no dejes nunca de intentar― se acercó y le besó maternalmente su cabello. ― Que no nos definen los errores si no la enseñanza que dejan.

El próximo jueves llegó bastante rápido, Matilda estaba ansiosa de estar allí y poder bailar como de volver a casa y ver al perrito que habían adoptado, flexionó las rodillas, batió sus mano suavemente, la piso recta y se levantó de puntillas, recordando la ocasión anterior reclinó un poco su cuerpo hacia atrás y pudo mantener el equilibrio, las otras niñas saltaron alto cayendo delicadamente al otro lado sin equivocarse. Ella se giró emocionada sonriendo a ver su mamá contenta de también haberlo logrado.