Long-fic La Oscura Inocencia

Tema en 'Crossover' iniciado por Irybile, 8 Agosto 2017.

  1.  
    Irybile

    Irybile Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    4 Diciembre 2016
    Mensajes:
    22
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    La Oscura Inocencia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2215
    Saludos a todos, en este thread nos gustaria presentaros una obra en la que llevamos trabajando durante un tiempo, y de forma paralela a nuestra obra original "La Verdad Oculta en las Sombras".

    Se trata de un crossover con un toque cómico entre nuestra obra y el universo de "Fate", una obra creada por Kinoko Nasu y Takashi Takeuchi de Type-Moon.

    Aquí os dejamos con ella:


    Prologo


    En el continente de Irybile, cerca de los terrenos del Dios del Caos, se contaba que tiempos antaño hubo una civilización humana que recolectaba y almacenaba diferentes artefactos de gran poder. Cuando Hika, Dios de la Justicia, averiguó que cerca de los territorios del Dios del Caos podían encontrarse tales armas, no dudó en enviar a Elay, uno de los sacerdotes de más rango de sus filas, junto a Denessy, una sacerdotisa experta en artefactos mágicos, y sus dos pupilos Sayzer y Nery. Su objetivo era averiguar si la existencia de esos objetos era cierta y en caso de que así fuese, recuperarlos antes de que cualquier esbirro del Caos lograse poner sus manos sobre ellos.

    Cuando los sacerdotes llegaron a los restos de la ahora abandonada capital de aquella civilización, pudieron apreciar las ruinas de casas, murallas, castillos y los restos de las que en sus tiempos debían ser esplendorosas estatuas. Pero por desgracia,el estado de aquellas ruinas era peor del que pudieran haber imaginado. El agua inundaba los pisos inferiores de los distintos edificios; la vegetación, que crecía por todos lados, cubría los pocos restos de la ciudad que no estaban sumergidos; y grandes cantidades de barro tapaban las escasas zonas vacías que quedaban.

    Los sacerdotes estuvieron horas buscando cualquier rastro de aquellos artefactos, pero no lograron encontrar ni una pequeña pista. Antes de que se rindieran y dieran la búsqueda por finalizada, dos pequeños seres, que caminaban sobre cuatro patas, aparecieron de entre las sombras de las ruinas. El cuerpo de esas criaturas estaba envuelto por unas llamas negras con matices verdes y sus feroces ojos violeta ardían como si fuesen dos esferas en llamas.

    —¡Esbirros del Dios del Caos! —exclamó Nery echándose hacia atrás.

    —¡Espera! Son esbirros del Dios de la Muerte —dijo Elay mientras avanzaba hacia las criaturas.​

    Las criaturas empezaron a clamar observando a los sacerdotes y una de las dos se había puesto a mordisquear la túnica de uno de Elay. Parecía que algo les había inquietado.

    —¿Qué queréis de nosotros? —les preguntó el sacerdote.​

    Las criaturas cada vez clamaban con más fuerza. Los sacerdotes extrañados por su forma de actuar intentaban averiguar por qué actuaban así, pero antes de que pudiesen descubrirlo,sus clamidos cesaron de golpe cuando un sonido metálico resonó entre las ruinas.

    El ruido que cada vez se escuchaba más fuerte, empezó a ir acompasado a unos terribles temblores de la tierra que tenían bajo sus pies. Todos los sacerdotes y criaturas dirigieron sus miradas hacia el lugar del que e procedía el sonido y vieron como de entre los edificios apareció una criatura de mayor tamaño que las otras. Su aspecto se asemejaba al de un cánido, pero en su espalda crecían unas pequeñas alas emplumadas de las que surgían llamas de distintos colores.

    —Enviados de Hika. —La voz de la criatura resonó en las cabezas de los sacerdotes.

    —Otro esbirro del Dios de la Muerte —susurró Sayzer.

    —¿Qué deseas de nosotros? —preguntó Denessy.

    —Seguidme, rápido —respondió el esbirro.​

    Rápidamente se dio la vuelta y empezó a dirigirse hacia el lugar del que provenía acompañado del chirriante sonido metálico que hacía al andar. Cuando ya había avanzado unos cuantos metros se detuvo y giró su cabeza esperando la reacción de los sacerdotes.

    —¿Estás seguro de que podemos confiar en él? —le preguntó Nery a su líder.

    —No te preocupes, quien nos guía es un esbirro del Dios de la Muerte —respondió mientras empezaba a seguir a esa criatura.​

    El resto de los sacerdotes decidieron confiar en el juicio de su superior y le acompañaron hacia donde les guiaban aquellas criaturas

    —Encontrásteis algo, ¿me equivoco? —preguntó Elay con cierta esperanza en el rostro.

    —Sí, quiero que esa cosa se mantenga lejos de aquí — le respondió el esbirro mientras avanzaban. —¡Vosotros, id a desenterrarlo! —ordenó a las pequeñas criaturas que lo rodeaban.​

    Tras su orden, las pequeñas criaturas que le acompañaban corrieron hacia delante hasta que desaparecieron de la vista de los sacerdotes a causa de la niebla que rodeaba la zona. Todos los sacerdotes exceptuando el líder, no estaban seguros de que seguir a esas fuese a ser una buena idea, pero cuando ya pensaban que las cosas no podrían ir a peor, sus dudas y sus temores se incrementaron a causa de un fuerte temblor que azotó toda la zona.

    —¿Qué ocurre? —preguntó Sayzer.​

    Muy a lo lejos, pudieron ver como poco después de que una enorme columna de luz ascendió hasta el cielo, cinco rayos de energía, desprendían una enorme cantidad de energía, fluyeron rápidamente por el suelo pasando por debajo de ellos y continuaron avanzando hasta donde su vista alcanzaba.

    —¡Rápido, hay que llevarse eso de ahí! —exclamó la criatura avanzando con rapidez.​

    Los sacerdotes, sin pensárselo dos veces, empezaron a seguir a la criatura lo más rápido que podían hasta que llegaron a un enorme cráter. Allí dentro encontraron a las pequeñas criaturas del Dios de la Muerte dando vueltas alrededor de un cáliz que contenía un pergamino.

    Una de las criaturas agarró la copa con la boca y de un salto subió hasta la parte superior del agujero donde se encontraban los sacerdotes observando la escena.

    —¡Idos! Antes que llegue el Dios de la Nigromancia —dijo la criatura inquieta mientras golpeaba el suelo con sus patas delanteras.​

    Tras esas palabras, la criatura saltó por encima del cráter y en unos pocos segundos desapareció entre las ruinas.

    —Dejanoslo a nosotros —comentó el líder agarrando el cáliz y el pergamino de la boca de una de las criaturas.​

    El grupo de sacerdotes se apresuró a abandonar las ruinas y no tardaron mucho en llegar hasta el exterior de estas, donde les esperaba un enorme dragón dorado con marcas negras que le recubrían el cuerpo.

    —¿Habeis encontrado algo interesante? —preguntó el dragón que ya se había aburrido de esperar.

    —Sí mi señor, hay que llevárselo rápidamente al Dios Hika. —Elay, orgulloso, le mostró los objetos que habían encontrado al dragón.

    —¿Ya está? ¿Un simple cáliz? Pensaba que con todos esos rayitos de luz me traeríais algo más impresionante. —El dragón extendió sus alas, preparándose para emprender el vuelo. —Anda, subid antes de que me arrepienta.

    —Agradeceria que fuerais los más rápido posible —dijo Sayzer, mientras todos se subían encima del dragón.

    —Humano, si lo deseas, podría dejarte aquí para ir más rápido —comentó el dragón mientras empezaba a mover sus alas para emprender el vuelo.

    —No por favor, mi señor… —dijo el sacerdote temeroso.

    —Entonces calla y sube —le respondió el dragón con un tono amenazante.​

    Al escuchar esas palabras, Sayzer se apresuró todo lo que pudo para no ser abandonado a su suerte en ese lugar.

    Durante el trayecto, los sacerdotes se dedicaron a hablar entre ellos sobre el pergamino que acompañaba al cáliz. Estaba en mejor estado que el resto de cosas que había en las ruinas, pero eso no quitaba que su estado fuese deplorable. No obstante, todos ellos estaban bastante sorprendidos por el aspecto del cáliz, que a diferencia del resto de cosas, se encontraba en perfecto estado, como si hubiese sido sacado de entre los tesoros de algún rey poderoso.

    Tras unas escasas horas de viaje, el dragón aterrizó frente al templo del Dios de la Justicia de Irtrisia. Una imponente ciudad situada en el centro de un gran lago que se encontraba en un hermoso valle rodeado por montañas al norte y un frondoso bosque al sur.

    —Se acabó el viaje, ya estáis tardando en bajar —comentó el dragón.​

    Tras decir eso, cerró sus alas y se agachó para facilitar que los sacerdotes bajaran de su lomo.

    —Le agradecemos su ayuda, mi señor —comentó Denessy al bajar.

    —Agradéceselo a Hika, si no fuera por él, no os habría ayudado —respondió el dragón mientras levantaba sus alas una vez bajaron todos los sacerdotes.

    —Eso haremos —dijeron los sacerdotes al unísono

    —Cuidese mi señor, espero que nos volvamos a ver. —Elay agachó la cabeza en señal de respeto.

    —La próxima vez que me avisen, que no sea para acompañaros a recoger una copita —comentó el dragón antes de volver a alzar el vuelo​

    Una vez el dragón desapareció de la vista de los sacerdotes, Elay se giró con el pergamino en las mano y lo apretó con fuerza.

    —Maldita sea los dragones y su arrogancia —El líder del grupo se quejó apretando con fuerza el pergamino entre sus manos.

    —¡No! ¡Con eso no! —Denessy que estaba en posesión del cáliz, le quitó el pergamino antes de que pudiese dañarlo más de lo que ya estaba y le dio una hoja de uno de los árboles de los alrededores. —Ahora ya puedes desahogarte.

    —¡Ahhh! —Elay rompió en trocitos la hoja irritado.

    —Era la forma más rápida y segura de explorar esa zona —comentó Nery al mismo tiempo que abría las puertas del templo.

    —No te digo que no, pero hay algunos que son insoportables —comentó Elay mientras entraba por la puerta.

    —Dentro de lo que cabe ese era agradable —dijo Denessy al entrar con el cáliz en la mano.

    —Preferiría creer lo contrario. —Finalmente, Sayzer entró en el templo cerrando las puertas tras de sí.​

    Una vez entraron todos, se dirigieron sin desperdiciar un solo minuto hacia la sala del trono donde les esperaba su Dios. De camino allí pudieron ver al resto de sacerdotes, que se había quedado allí, alterados y moviéndose por todo el templo a causa de los rayos de luz que emanaron de las ruinas. Una vez frente a las puertas de la sala del trono, Elay agarró el cáliz y el pergamino, y entró solo a la estancia.

    —Por fin estáis de vuelta, espero que traigas lo que haya causado todo ese alboroto —Una pequeña criatura algo más grande que un gato y de un pelaje blanquecino, que lucía una brillante corona en la cabeza, se levantó de la mesa y se acercó al sacerdote.

    —Sí, mi Dios —El sacerdote se arrodilló ante él y le extendió el cáliz junto al pergamino.

    —Veamos que tenemos aquí —dijo Hika el pergamino y el cáliz agarrando con sus dos colas.​

    Hika se dirigió hacia su mesa, donde abrió el pergamino con sus zarpas delanteras para intentar leer lo que allí estaba escrito.

    —Santo Grial… Invocan siete héroes… Guerra donde… queda uno… Artefacto que concede cualquier deseo… Al menos, eso debería ser así… ¿Qué ignorante escribiría sobre algo acabando en un “al menos debería ser así”? —preguntó Hika un poco sorprendido al leer el pergamino. —¿No había nada más? —le preguntó Hika a Elay.

    —No, mi Dios, es lo único que pudimos hallar —respondió el sacerdote entre lamentaciones.

    —Con lo que habéis traído no se puede sacar nada en claro. Apenas puedo entender de qué va esto. Una guerra de siete héroes… Para empezar, ¿qué se considera héroe? —Hika estaba algo confundido, aún así seguía intentando descifrar el pergamino.

    —¿Qué hacemos mi Dios? —preguntó el líder del grupo de sacerdotes.

    —Que desastre… Hay que avisar a Mizyl, se supone que se invocarán siete… ¿Cosas?… Da igual, sea lo que sea, hay que tenerlos controlados. Eso de que les pueden conceder cualquier deseo… —comentó Hika balanceando el grial con la cola.

    —¿Y quién se encargará de ello? —El sacerdote se levantó esperando la respuesta de su Dios.

    —Dile a mi apoderada que vaya —respondió Hika agitando su zarpa para que se fuera.

    —Tras lo que pasó con Thylos… creo que merece un descanso —comentó Elay un tanto apenado.

    —Lo que me faltaba por escuchar… ahhhgg… De acuerdo, avisa algún dragón para que vaya en mi nombre —dijo Hika mientras paseaba su zarpa por su cara.

    —El último dragón parecía molesto por que le llamasen para ir a recoger un simple artefacto, no puedo imaginarme cómo se pondría si le llamasen para ir a avisar a Mizyl… —comentó el líder recordando las palabras del dragón dorado.

    —Entonces, ¿qué tal si vas tu? —preguntó Hika harto de la actitud que presentaba el sacerdote.

    —Creo que su apoderada ya habrá descansado suficiente, iré avisarla cuanto antes —dijo Elay mientras se retiraba rápidamente de la sala.

    —Como puede tener tan poca vergüenza —susurró Hika mientras veía el sacerdote marcharse—. Ya me aseguraré que tú no puedas cumplir ningún deseo.​

    El Dios agarró el grial y lo tiró detrás de él con todas sus fuerzas, no obstante, antes de que este impactase contra el suelo se abrió una pequeña trampilla que se cerró inmediatamente una vez el cáliz la cruzó.


    *****​
     
  2.  
    Irybile

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    Sagitario
    Miembro desde:
    4 Diciembre 2016
    Mensajes:
    22
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    La Oscura Inocencia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2280
    Capítulo 1:
    La Llegada de los Heroes

    Los rayos de energía que surgieron del Grial se extendieron rápidamente a lo largo del continente…

    El primer rayo llegó hasta una playa del continente. Al entrar en contacto con el agua se formó un gran círculo mágico del que nació un potente brillo. Cuando la luz se desvaneció en el centro de ese círculo apareció una joven de pelo rosado, que vestía una armadura morada y portaba un enorme escudo, que clavó en el suelo.

    —Máster, he acudido aquí tras tu llamada… Ehhh… ¿Master? ¿Master?​

    La joven miró a su alrededor desconcertada esperando que hubiera alguien más, pero no tardó darse cuenta de que se encontraba completamente sola en esa playa.

    —¿Acabo de ser invocada y mi Master puede estar en peligro? Pero si fuese así, debería notarlo… —La joven miraba hacia el bosque que se encontraba a los límites de la playa intentando encontrar a alguien en la distancia. —Entonces… Tal vez al ver que invocó un DemiServant… Haya decidido abandonarme y buscar algo mejor —comentó la joven dejándose caer en el suelo—. No… ¡Master!… ¿Que voy hacer ahora?… —La muchacha bajó la cabeza mientras hacía desaparecer su escudo.​

    *****​

    El segundo rayo, llegó hasta una pradera dividida en pequeñas porciones por incontables riachuelos. Las raíces de las plantas que allí crecían sobresalían al exterior y su punta estaba recubierta por un extraño líquido brillante que se desprendía de ellas para flotar en el aire. Esa escena quedaba iluminada por una hermosa aurora boreal del mismo color morado que ese líquido dando lugar a un idílico paisaje.

    Al igual que el primer rayo, este formó un círculo de invocación en el que apareció un humano cubierto por una pesada armadura y con una gran espada rojiza en las manos.

    —¡Mi nombre es Mordred!… Y mi Master… no existe… —dijo Mordred tras quitarse el casco y verse completamente sola en aquel extraño lugar.​

    Mordred observó el paisaje en el que se encontraba. La pradera parecía no tener fin, mirase donde mirase esta se extendía hasta donde alcanzaba su vista.

    —¡¿Qué clase de inútil me ha invocado en un lugar como este?! —se preguntó clavando la espada en el suelo—. Y para colmo no solo no está aquí, sino que no puedo ni sentirle. Mordred, furiosa, apretó el puño con todas sus fuerzas y al mirar su mano, vio como caía sobre ella una especie de polvo lila brillante.​

    Al levantar su cabeza, pudo apreciar que el cielo estaba lleno de pequeñas criaturas que se asemejaban a mariposas y que al mover sus alas desprendían ese extraño polvo que tenía en las manos.

    —Me voy antes de que quede cubierto por esto —comentó mientras agitaba la mano para quitarse el polvo y hacía desaparecer su espada.

    Pero antes de que pudiera avanzar, una pequeña liebre blanco con los ojos morados se cruzó delante de ella.

    —¿Una liebre? —se preguntó al ver a ese pequeño animal detenerse delante de ella. —Este lugar está lleno de bichos. —Mordred se giró y continuó haciéndole caso omiso a la liebre.​

    La pequeña liebre frunció el ceño y corrió tras ella para acabar agarrándose a su bota. Al sentir el tirón en su pie, Mordred sacudió su pierna para deshacerse de él. Sin embargo, la liebre no se dio por rendida al soltarse y se puso a dar saltos para intentar llamar su atención.

    —Que sí… que eres muy adorable… —comentó Mordred mientras retomaba la marcha sin prestar atención a la liebre.​

    Esta vez la liebre frunció el ceño con más fuerza y apoyó sus patas delanteras en el suelo. Sus ojos brillaron a la misma vez que las puntas de su pelaje se tornaban del mismo color lila que estos, y cómo por arte de magia las raíces de las plantas se movieron a gran velocidad creando una pared llena de espinas que le impidió el paso a Mordred.

    —Vale… ya te hago caso… —dijo Mordred con resignación mientras se giraba de golpe al ver que ya no podría seguir por allí—. Tampoco hace falta que pongas así.​

    Viendo que el caballero se giró, la liebre volvió a dar botes mientras señalaba con una de sus patas delanteras hacia una zona que parecía vacía.

    —¿Quieres que te siga? —preguntó Mordred mientras hacía desaparecer su armadura.​

    La liebre asintió tras la pregunta y empezó a avanzar.

    «Pensé que nunca diría esto, pero prefiero el cementerio a este lugar» pensó Mordred mientras seguía a la liebre.

    *****​

    El tercer rayo continuó su camino hasta llegar a un bosque frondoso, subió a la copa del árbol más alto de la zona y una vez allí arriba allí se formó el círculo de invocación. El joven humano de aspecto afeminado, que surgió de allí, se posó sobre la copa.

    —Hey Master, soy As…​

    Pero la frase fue interrumpida de golpe al romperse la rama que lo sostenía y caerse de su posición. Con la caída fue partiendo las ramas con las que se topaba, llenándose de arañazos y cubriendo su ropa de hojas sueltas. Por suerte, antes de tocar el suelo su capa se quedó enganchada a una rama de considerable tamaño y bastante resistente dejándolo suspendido en el aire.

    —¡¿Master dónde se supone que me estás invocando?! —preguntó molesto el humano pataleando en el aire.​

    Debido a sus bruscos movimientos la rama cedió, precipitándose de nuevo hacia el suelo. Sin embargo, esta vez se golpeó en la entrepierna con la última rama que había antes de suelo, rompiéndola por el choque y cayendo al suelo, golpeándose la cara con la rama que se había roto.

    —¿Por qué mi Master no está aquí? —dijo el humano sollozando mientras cruzaba sus piernas por culpa del dolor. —A que se ha olvidado que estaba invocándome… —El joven hinchó sus mofletes mientras apoyaba la cara en el tronco del árbol.​

    *****​

    El cuarto rayo cruzó unas llanuras áridas hasta llegar a una zona montañosa, donde se elevó hasta lo alto de una de las montañas formando un círculo de invocación en el pico. La energía desprendida por el círculo destrozó el pico de la cima, dejando una zona plana donde una humana de baja estatura, que lucía un vestido azulado, apoyó sus pies.

    —Te pregunto, ¿eres tú mi Master? — La joven abrió los ojos mientras hablaba.​

    Pero al abrirlos, no vio a nadie más con ella. Estaba sola en la cima de esa montaña.

    —¿Como puede ser que no sienta a mi Master? ¿Acaso lo habrán matado mientras me invocaba? —se preguntó la joven mientras miraba los alrededores desde su posición privilegiada.

    —Pero si fuera así… ¿cómo puede ser que yo siga aquí? —se cuestionó al no poder ver a nadie cerca.​

    A los pocos segundos un fuerte chillido retumbó por la montaña, haciendo que se diese cuenta de que no estaba tan sola como creía,. La joven se giró tan rápido como pudo y al abrir su mano hizo aparecer su espada rodeada por una capa de aire que no permitía que se viese. Un insecto que le doblaba en tamaño, con alas formadas por lava y un aguijón de enorme tamaño que desprendía llamas, la atacó por la espalda.

    El aguijón del insecto y la espada de la joven chocaron con gran fuerza, pero debido a que se posicionó en una zona muy estrecha, no pudo mantener la posición y acabó cediendo ante la fuerza del insecto, cayéndose de la montaña. El insecto no tardó en reaccionar ante ese suceso y se abalanzó sobre la muchacha para acabar con ella.

    —No permitiré que un simple insecto me derrote. —La joven realizó un rápido movimiento con su espada y de esta surgió un rayo dorado como el oro hacia la criatura.​

    El insecto no dudo en usar sus alas para bloquear el ataque, pero pese que perdió parte de estas a causa del golpe, volvieron a crecer de nuevo en un instante.

    La joven consiguió evitar el daño a la caída y se dispuso a esquivar el siguiente golpe del insecto de un salto. Ese ataque dejó parte del cuerpo del insecto al descubierto, hecho que la joven aprovechó para intentar asestarle un golpe que acabase con él. Al darse cuenta de las intenciones de la joven, el insecto movió rápidamente sus alas para bloquear el embate.

    —Eres bastante fuerte para ser un insecto, esto va a ser interesante —comentó la joven con una sonrisa en la cara.​

    El insecto gritó con fuerzas y su cola quedó envuelta en llamas. La joven al ver eso, agarró con fuerza su espada y esta empezó a brillar con un color dorado.

    Las dos criaturas estaban preparadas para el siguiente asalto, pero antes de que se lanzasen el uno a por el otro, un enorme rugido acompañado de un fuerte vendaval les obligó a detenerse. Un guiverno de gran tamaño se les acercó volando y golpeó con fuerza al insecto haciéndole caer en el suelo. La joven quiso ir ayudarle, pero el guiverno clavó sus alas en el suelo creando un muro entre ellos.

    —¿Eso es lo que deseas? —preguntó en voz baja mientras se giraba. —Comprendo, pero no dejes que te maten… Ese placer será mío —La joven hizo desaparecer su espada y abandonó corriendo el lugar.​

    *****​

    El quinto rayo llegó a las ruinas de un antiguo templo del Dios de la Justicia. Un último círculo de invocación se formó delante del edificio y unos instantes más tarde, una joven con una larga trenza rubia y ataviada con una blanca armadura apareció en el centro del círculo.

    —Qué extraño —comentó la joven observando sus alrededores —No siento que tenga Master, pero aún así noto como si me llegase mana de alguna parte —La chica se giró para observar las ruinas que tenía detrás y al verlo una sonrisa apareció en su rostro.

    —Al menos supo donde invocarme —dijo mientras entraba dentro de las ruinas.​

    Al principio el aspecto del templo le recordó al que tenían los de su propia creencia, aunque poco a poco se empezó a dar cuenta que había ciertos rasgos que no tenían nada que ver con los de una iglesia. Pero lo que más la sobresaltó fue que lo poco que quedaba de las vidrieras de esa construcción formaban imágenes muy similares a criaturas dracónicas. La joven, confusa por esos dibujos, empezó a investigar qué había dentro de ese templo.

    Tras unos minutos intentando buscar algún documento o inscripción que dijera dónde estaba o a quién estaba dedicado ese templo, tan sólo pudo encontrar unos escritos en un idioma que no entendía y una figura de oro de una criatura parecida a un perro con dos colas.

    —Es la primera vez que escucho de una religión donde rezasen a un perro deforme —comentó observando con detenimiento la figura. —Y por si no fuera poco, no entiendo nada de lo que pone aquí… —Suspiró. —El Grial debería permitirme entender este tipo de cosas —dijo decepcionada mientras se arrodillaba.

    —Mi Señor, se que en vida no pude aprender a leer ni a escribir. Pero se lo ruego, ahora que lo necesito, présteme ese don —pregó la joven cruzando las manos con los ojos cerrados.​

    De repente un leve brisa entró en el templo y removió un montón de polvo que había acumulado en una esquina. La joven sintiendo que sería una señal de su Señor, miró ilusionada esperando la respuesta a su oración. Una vez paró la brisa y el polvo dejó de moverse, quedó escrita en el suelo la palabra NO.

    —¿En serio?… Esto es lo único que me dejan entender —dijo desilusionada mientras dejaba caer su cabeza.​

    *****​

    A lo lejos, en una gran montaña, dos pequeñas niñas observaban como los rayos de maná se iban extendiendo por el continente.

    La mayor de las dos estaba sentada sobre una enorme roca y sus largos cabellos dorados ondeaban al viento. Pero a pesar de que tenía una cara muy infantil debido a su edad, su aspecto transmitía cierta madurez. La otra se hallaba sentada en el suelo cerca de su hermana, aunque al contrario que esta, sus cabellos eran oscuros como el carbón y estaban recogidos en tres trenzas en la parte de delante y dos coletas en la de atrás.

    —Que hermoso —dijo la pequeña de negros cabellos.

    —¿Ves eso hermana? —preguntó la otra.

    —Claro que lo veo —le respondió la cría del pelo oscuro.

    —Son nuestros hermosos juguetes, si no te espabilas nuestras hermanas se los quedarán todos —dijo la de cabellos rubios mientras extendía sus brazos hacia el cielo.

    —¡¿Cómo?! ¿Soy la última? —preguntó sorprendida la pequeña agarrando sus trenzas y apoyándolas en su pecho.

    —Sí, las demás ya partieron —contestó la cría de cabellos rubios sonriente mientras giraba la cabeza.

    —¡No! ¡Me quedaré sin nada! —dijo la de cabellos oscuros levantándose rápidamente y sacudiéndose el polvo.

    —Antes de irte, recuerda, si se te rompe un juguete ¡Hay muchos más! Así que no te preocupes, solo diviértete —comentó la rubia volviéndose a tumbar en la roca.

    —¡De acuerdo! Hasta luego hermana —dijo la niña con trenzas saltando desde lo alto del acantilado en el que se encontraban.​

    *****​
     
    Última edición: 16 Agosto 2017
  3.  
    Irybile

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    La Oscura Inocencia
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3798
    Capítulo 2:
    Nada Es Como Debería


    Las noticias sobre la aparición de los héroes se extendieron rápidamente por todo el continente de Irybile. Algunos de los dragones respondieron a estas movilizándose para localizar y capturar a esas extrañas criaturas, mientras que Hika avisó al resto de los Dioses advirtieron a sus súbditos para que reforzaran la vigilancia en sus territorios por la posible llegada de esos héroes, también conocidos como Servants.

    Los servants disponían de las Tierras de Nadie para poder huir de la influencia de los Dioses. Pero lo que nadie se esperaba es que otra fuerza mayor les estaba persiguiendo, una que no podrían evitar ni en las Tierras de Nadie.

    En aquellos días de caos, la joven Kitsune atravesaba los bosques a toda velocidad para avisar a su Dios sobre el posible peligro de esos seres llamados Servants. Cuando llegó al lago central encontró a Mizyl como ya había hecho otras veces, frente el agua, observándola tranquilamente. Ella se colocó detrás de él y gritó con todas sus fuerzas.

    —¡Mizyl, acaban de llegar las noticias sobre aquellos extraños rayos! Fueron provocados por unas extrañas criaturas, que se hacen llamar servants. —Kitsune estaba tan nerviosa que apenas podía estarse quieta.

    —Sí, el agua ya me lo ha contado todo. —Mizyl empezó a adentrarse lentamente en el lago.

    —¿El agua? —Kitsune se sorprendió por la respuesta, pero al ver el agua cristalina del lago en su rostro se dibujó una sonrisa —Entonces mi Señor, ¿Cuáles son sus órdenes? —preguntó con una mirada decidida.

    —¿Órdenes? ¿Órdenes para que? —preguntó Mizyl mientras nadaba en el agua.

    —Respecto a los servants, ¿para que va a ser… —respondió Kitsune apretando los dientes irritada.

    —Ahhh, déjales estar, ya se encargarán los dragones —dijo Mizyl colocándose de espalda en el agua.

    —Ya me parecía raro que este se tomase algo en serio —susurró con rabia Kitsune mientras erizaba el pelaje—. Los demás Dioses al menos han reforzado las fronteras por si intentaban entrar, ¿ni tan siquiera harás eso? —preguntó Kitsune con la esperanza de que reaccionara.

    —¿Para que? No sabemos ni como son, tampoco vamos a parar a todas las criaturas que quieran pasar. —Mizyl fue sumergiéndose poco a poco en el agua.

    —Pero estos seres no son normales, ¿y si pretenden atacarnos? —preguntó Kitsune enojada.

    —¿Pero por qué deberían querer atacarnos? —contestó Mizyl sacando la cabeza del agua—. Iban tras un juguete concede deseos, no a por nosotros.

    —¡Igualmente no podemos correr el riesgo! —exclamó Kitsune furiosa.

    —Jooo, no grites… Si vienen a por nosotros ya haré algo… —balbuceó Mizyl con el morro bajo el agua.

    —Ya no aguanto mas —Kitsune empezó avanzar hacia el lago.​

    Mizyl conocía las intenciones de Kitsune, por lo que se transformó en agua para que no pudiese alcanzarlo. Pero ella también sabía cómo actuaría, así que rápidamente alzó su cola y las marcas de su cuerpo empezaron a brillar. Gracias a sus poderes, Kitsune empezó a acumular el agua en el centro del lago, y tras esperar unos minutos detuvo sus poderes provocando que el agua volviera de golpe a su sitio.

    Mizyl salió del agua tiritando y se dejó caer sobre la hierba.

    —No vuelvas hacer eso, es muy molesto… —dijo inflando los mofletes.

    —Entonces compórtate —dijo Kitsune apoyando su zarpa en el cuello de Mizyl.

    —¡Kitsune! ¡Para, por favor! —se quejó Mizyl pataleando.​

    En ese momento una extraña brisa empezó a mecer las hojas de los árboles y a ondular la superficie del lago. Tanto Mizyl como Kitsune callaron al sentir la brisa y se mantuvieron atentos a la espera de algún mensaje. Mizyl, no tardó en levantarse y acercarse al lago.

    —¿Qué ocurre? —Una extraña sensación recorrió el cuerpo de Kitsune.

    —El agua me está advirtiendo de un peligro… —respondió Mizyl preocupado.

    —¡¿Los servants?! —exclamó Kitsune impresionada.

    —No… Algo peor… —contestó Mizyl mirando en dirección a su templo. —Tenemos que irnos. Conozco a dos a que recibirán una buena reprimenda.​

    Mizyl y Kitsune no tardaron en adentrarse en el bosque para dirigirse lo más rápido posible hacia el templo del Agua.

    *****​

    Mientras tanto en los Terrenos de Nadie, el humano de pelo rosado caminaba por el bosque tras recuperarse de su fatídico golpe.

    —Joooo… ¿Donde estará mi Master?… No soy capaz de notarlo… —se quejaba el joven mientras caminaba con las piernas más separadas de lo habitual debido a que el dolor aún le duraba.​

    El ruido que hicieron unos pájaros al salir volando de un árbol resonó por todo el bosque. El joven se fijó en ellos y una vez los perdió de vista soltó un profundo suspiro.

    —Encima no se ni donde estoy… Por mucho que camine solo hay hierbajos… —El joven se iba sulfurando más a medida que avanzaba.​

    El humano se paró en seco, y tras estar unos instantes en silencio, lanzó un grito que espantó a todas las aves de la zona.

    —¡Soy Astolfo! ¡Uno de los doce paladines de Carlomagno! No puedo rendirme por tan poca cosa. Lo primero será encontrar un Master. —Astolfo empezó a mirar por los alrededores en busca de alguna criatura que quisiera convertirse en su Master. —En todo este bosque debo encontrar a alguien que quiera serlo

    —Vamos a ver que podemos encontrar —dijo Astolfo mientras empezaba a rebuscar por los arbustos en busca de algún ser vivo.​

    De entre los arbustos salió una ardilla con una bellota en las manos.

    —Heeyy, ¿ardillita quieres ser mi Master? —preguntó Astolfo acercando su cabeza a la ardilla.​

    El pequeño animal se echó atrás asustado por el humano y le lanzó la bellota a la cara para poder escapar.

    —Joo, tampoco hacía falta tirármela —Astolfo apartó la cabeza mientras se frotaba la parte de la nariz que había sido golpeada.

    —A ver qué más podemos encontrar —dijo subiéndose a uno de los árboles de la zona.​

    Cerca de la copa del árbol, en una de las ramas, halló el nido de una águila, la cual se encontraba cuidando sus huevos.

    —¡Que bien! Señora águila ¿Querrías ser mi Master? —preguntó Astolfo apoyándose en la rama.​

    El águila levantó el vuelo y clavó sus afiladas garras en la nariz de Astolfo hasta que logró que esté cayó del árbol.

    —¡Noooooo! ¡En la nariz otra vez no! —Astolfo gritaba tumbado en el suelo mientras se cubría la herida con las manos.​

    A pesar de que fuese atacado dos veces, no aceptó su derrota y siguió buscando en el bosque algún candidato a Master, pero siempre acababa de la misma forma. Tras todos sus intentos lo único que logró el joven fue acabar con el cuerpo lleno de arañazos y golpes por todo el cuerpo.

    —Bueno, no se puede negar que hoy he hecho muchos amigos… Aunque ninguno fuese apto para ser mi master. —Astolfo se acercó a un árbol y se apoyó en él. Después de estar sentado unos breves minutos con el sol iluminando su cara, decidió quedarse allí hasta que se le ocurriese que hacer.​

    *****​

    Mordred seguía caminando por aquella pradera junto a la liebre. Tras un largo camino la liebre se había detenido a beber el agua en uno de los riachuelos y a mojar sus largas y peludas orejas. Mordred se quedó esperándola sentada en una piedra mientras miraba el cielo. Algo que le inquietaba desde un poco después de que empezasen su viaje, pero no sabía el qué.

    —¿Podemos avanzar ya? —preguntó el caballero harto de esperar.​

    La liebre estiró sus patas y se sacudió para quitarse las gotas de agua que le pudiesen quedar en las orejas. Después miró al caballero y asintió con la cabeza.

    —Menos mal —dijo Mordred mientras se levantaba.​

    Al verla de pie, la liebre decidió proseguir con su camino. Continuaron caminando durante unas horas hasta llegar a un bosque, pero de repente el conejo se paró en seco y estiró sus orejas. Mordred miró a sus alrededores para intentar detectar lo que había alterado al pequeño animal.

    Entre la tranquilidad de lugar se pudo escuchar a duras penas la risa de una niña. La liebre se asustó y sin pensarlo dos veces agarró la bota de Mordred y empezó a tirar de ella como pudo.

    —¿Qué ocurre? —preguntó Mordred buscando el lugar de donde provenían las risas.​

    El animal se soltó de la bota de Mordred y concentró su poder. Sus ojos empezaron a brillar y su pelaje se tornó de un color lila. El suelo tembló y cuatro grandes géiseres se abrieron delante de ellas impidiendoles el paso hacia la pradera y encerrandolas en el bosque. Mordred agarró a la liebre lo más rápido que pudo y se adentro en el bosque de nuevo.

    La liebre aprovechó ese momento para usar las raíces de los árboles de los alrededores para tapar los géiseres. Pero su pelaje recuperó su color blanco y sus ojos dejaron de brillar. La liebre asustada cerró los ojos con fuerza y se cubrió la cabeza con sus patas delanteras.

    Mordred dejó a la liebre en el suelo y convocó su espada.

    —¡Maldito cobarde! ¡Deja de esconderte! ¡Si no lo haces te obligaré a salir a la fuerza! —Mordred levantó su espada y de esta empezaron a emanar violentamente rayos de un color rojizo.​

    Aquellas desagradables risas se volvieron a escuchar, pero esta vez con más fuerza. El enemigo cada vez estaba más cerca pero aún así no eran capaces de detectarlo. Cuando las risas se detuvieron, los rayos que surgían de la espada de Mordred empezaron a perder fuerza, y en su hoja aparecieron unos extraños símbolos que brillaban con una deslumbrante luz blanca.

    —¡¿Qué está pasando?! —exclamó Mordred al ver como su espada iba cubriéndose por esos extraños símbolos.​

    Pero su espada no era la única, cuando miró a la pequeña liebre que la acompañaba se dio cuenta que aquellas marcas también se le estaban manifestando por todo el cuerpo.

    Se sentían acorraladas, la criatura podría atacarlas en cualquier momento y sabían que no eran capaces de usar sus poderes para defenderse. En ese instante, un pequeño dragón de cuatro alas apareció sobrevolando el bosque y lanzó una potente llamarada cerca de donde estaban.

    —¿Qué hacéis aquí aún? ¡Largaos! Esa criatura es demasiado peligrosa —gritó con fuerza el dragón que se les acercaba precipitadamente.

    —Pero… —Mordred intentó responderle.

    —¡Si no queréis que las marcas avanzen largaos ¡ya! —exclamó el dragón mientras lanzaba otra llamarada hacia otra parte del bosque.​

    Esas palabras hicieron que Mordred se percatase de que la hoja su espada había quedado completamente recubierta por aquellas marca y que se iban extendiendo por el mango hacia su mano.

    Sin tener más remedio hizo desaparecer su arma, agarró a la liebre y salio de allí todo lo rápido que pudo.

    —Mierda… —dijo en voz baja mientras se mordía el labio inferior.​

    Antes de que pudiesen darse cuenta de ello, unas oscuras nubes de tormenta cubrieron el cielo. Un potente rayo surgió de ellas avanzando de nube en nube hacia el lugar del que huían. Mordred era consciente que el golpe de ese ataque iba a ser fuerte, así que se armó con su armadura y abrazó con fuerza a la liebre para que no sufriera daños. El rayo impactó contra el suelo con una fuerza descomunal haciendo temblar todo el bosque y sus alrededores. Mordred, golpeada ferozmente por la onda expansiva que generó ese ataque, cayó al suelo junto a la liebre. Su armadura se desvaneció y su conciencia parecía que no iba a tardar en correr la misma suerte.

    A los pocos segundos, el dragón apareció de entre los árboles para socorrerlos.

    —¡Humana! ¡Lifey! ¡Aguantad, por favor! —En la voz del dragón se podía notar cierta preocupación por el estado de ambos.​

    A duras penas podía escuchar la voz del dragón y al poco rato de que llegase a su lado acabó por perder el conocimiento.

    *****​

    Lejos de aquel lugar, la joven que lucía una gran trenza caminaba por uno de los bosques de las Tierras de Nadie. Mientras intentaba encontrar una salida entre todos esos árboles también buscaba algún rastro que le pudieran indicar la proximidad de un poblado, pero desgraciadamente no lograba encontrar ninguna de las dos cosas.

    Afortunadamente, tras un largo recorrido logró encontrar una salida al bosque. Al pasar junto a los últimos árboles vio una enorme muralla que se extendía a lo largo de la llanura.

    —¡Al fin! —exclamó la joven con gran alegría —Con suerte me podré situar y a partir de ahí… —Tras decir eso se quedó un rato pensativa —No debo pensar en ello, lo principal ahora es averiguar dónde me encuentro.​

    Con esa idea en mente, hizo desaparecer el estandarte que llevaba en su mano y apoyó esta en su espada.

    —Llevar un símbolo como es mi estandarte es algo demasiado peligroso, pero al menos debería mantener la espada a mi lado por si ocurriese algo —Tras estas palabras la joven respiró profundamente y buscó en la muralla alguna zona que pudiese parecer una puerta.

    —Adelante. —Se dijo a si misma la joven mientras emprendía el camino hacia esa puerta.​

    Mientras avanzaba hacia la puerta iba pensando en qué debería decirles a los habitantes de la población, pero por mucho que pensase, sabía que hasta que no llegase ese momento no podría decidir con exactitud las palabras adecuadas. No obstante a medida que se acercaba se daba cuenta que algo iba mal. La siluetas que había frente la puerta no era humanas, pero cuando se dio cuenta de ello también la habían visto a ella. Aunque la idea de acercarse empezaba a dejar de ser de su agrado, sabía que era demasiado tarde como para echarse atrás.

    Siguió avanzando hacia la puerta mientras vigilaba los movimientos de las criaturas que la custodiaban. Aunque la habían visto, no intentaban atacarle, y aunque no fuese mucho eso le ayudaba a estar más tranquila.

    Frente a la puerta había dos reptiles azulados haciendo guardia. Uno de ellos estaba erguido sobre sus dos patas y sostenía una lanza en la mano, mientra que el otro tenía un aspecto más salvaje, similar al de un raptor.

    —Buenos días humana, bienvenida a los Terrenos del Agua —dijo el reptil que aguantaba la lanza con una gran sonrisa.​

    —¿Una humana? —preguntó una pequeña criatura parecida a una hada que se encontraba en todo lo alto de la muralla. —¿No deberíamos vigilar que no sea un servant de esos? —preguntó la hada apoyada en la muralla.​

    Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de la joven, pero aun así intentó mantenerse serena.

    —Pero si a Mizyl no le importa, ¿ademas como les reconocemos? —preguntó el reptil al hada.

    —Oye humana, ¿Eres un servant? —preguntó el hada hacia la joven.​

    El reptil no tardó en aplaudir las palabras de su compañero sin dejar que la humana respondiese.

    —Claro, claro, ¿qué te esperas? ¿Qué te diga que sí? —se quejó el reptil mientras seguía aplaudiendo.​

    La joven se quedó perpleja al ver cómo empezaban a discutir. Estar frente a unas extrañas criaturas, que discutían sobre cómo detectar si un humano era un servant o no mientras ella solo podía observar esperando que no encontrasen solución alguna, se le hacía algo incómodo. Pero entonces el otro reptil decidió acercarse y posó en su hombro una de sus afiladas garras mientras movía la cabeza hacia los lados con resignación.

    La pobre joven se empezó a inquietar al ver como posaba esas garras en sus hombros como si fuera una mano cualquiera. Quería irse de allí lo antes posible, cada vez le costaba más mantener la calma, pero cualquier movimiento en falso podría darles a entender que se trataba de uno de esos servants.

    A medida que la conversación avanzaba la tensión entre las dos criaturas iba incrementándose, pero cuando el reptil decidió coger su lanza de forma amenazante un fuerte rugido acompañado de unos leves temblores resonó por toda la zona.

    Las criaturas se acercaron para observar el foso que había rodeando las murallas. La joven también se acercó a observar lo que había allí. Pero cuando pudo ver el interior del foso ya no le pareció tan buena idea. Flotando en el agua había una enorme criatura con una impresionante mandíbula llena de dientes como si se tratase de la de un tiburón. Una piel era gruesa y escamosa como la de un dragón y su cuerpo estaba cubierto de pinchos y cuernos casi por completo.

    —¡Quereis callaros ya! Me está empezando a doler la cabeza por culpa de vuestros gritos —exclamó enojada la enorme criatura.

    —Lo sentimos mucho, mi señor Lacord —dijeron ambos al unísono.

    —Menos disculparse y dejad pasar ya a la humana, debe estar cansada de estar ahí parada —dijo Lacord antes de sumergirse en el agua.​

    El hada abrió la puerta con sus poderes a la vez que los dos reptiles se apartaban a un lado para dejarle pasar.

    —Siento mucho haberte hecho esperar, humana —dijo el reptil bajando la cabeza.

    —No te preocupes, comprendo que solo estabas haciendo tu trabajo —contestó la joven con una leve sonrisa un tanto forzada.​

    Una vez cruzó la muralla, las puertas se cerraron detrás de ella. Otro gran bosque se extendía al otro lado, pero esta vez con un camino despejado que seguir.

    —Con este camino dudo que me pueda perder —comentó la joven aliviada.​

    La joven decidió proseguir su camino a través de ese territorio desconocido. A medida que se alejaba de las puertas se sentía más relajada, la tranquilidad de ese bosque lo convertía en el lugar perfecto para reflexionar sobre lo que ocurría. Aunque su objetivo no había cambiado, la situación sí que lo había hecho. Esperaba que tras ese camino pudiese encontrar alguna población en la que poder preguntar dónde estaba. El problema es que después del encuentro en las murallas sabía que era posible que los habitantes no fuesen humanos. Los que se había encontrado no parecían agresivos y estaban dotados de la suficiente inteligencia como para conversar. No obstante eran criaturas extrañas, no conocía ni sus costumbres ni su cultura, ni tan siquiera cómo de peligrosas podían llegar a ser.

    Después de caminar un largo trecho con la cabeza llena de dudas, alzó la mirada y se fijó en una extraña piedra de colores azulados que se encontraba más adelante. Aunque le llamaba la atención los bellos colores de la piedra, decidió no darle importancia y continuó su camino sin tan siquiera prestarle atención. La joven siguió avanzando concentrada en sus pensamientos, pero al acercarse más a la piedra se percató de que se había movido. A medida que se acercaba podía distinguir mejor que aquello que pensaba que era piedra en realidad era un animal, y que no era simplemente azul, sino que en su pelaje se podían distinguir algunas partes blancas y otras verdosas. Aquello de allí era sin duda algún tipo de criatura que estaría reposando en la zona. La joven no se quería arriesgar a adentrarse en el bosque ya que podía perderse y las posibilidades de encontrarse con otra criatura también eran altas si se desviaba del camino.

    Sin pensárselo más, se acercó al animal que seguía enroscada como si fuera un perro. Parecía que estaba dormida, así que con suerte podría pasar por delante de él sin que la viese. Pero la suerte no quiso estar de su lado, y la criatura se despertó.

    —Uahhhhh… Uhhh… —El pequeño ser empezó a estirarse — ¡Oh!, Hola, no te había visto nunca por aquí. ¿Acabas de llegar? —preguntó mientras se rascaba la oreja con una de sus zarpas traseras.

    —Sí, ahora mismo me disponía a visitar alguno de los pueblos de esta zona —contestó la joven inclinándose ligeramente.

    —Mira que bien. Yo ahora mismo me dirigía a volver a mi templo, si deseas te puedo acompañar —comentó la criatura levantándose.

    —Agradezco su generosa oferta, pero no hace falta que se moleste —dijo la joven con una cálida sonrisa.

    —¡No digas eso! No es una molestia, si también tengo que pasar por allí —comentó la criatura amablemente mientras tiraba de los ropajes de la joven con la boca.

    —Entonces aceptaré con gusto su petición… —La joven parecía confusa, intentaba decir el nombre de la criatura pero no sabía cual era.

    —Mizyl —El pequeño dios estiró su zarpa delantera.

    —¿Mizyl? —A la joven le parecía haber escuchado ese nombre en la conversación que habían tenido los guardias de la puerta y por el tono que usaron daba la impresión de que tenía cierta importancia.

    —Exacto, ¿Cual es tu nombre? —preguntó Mizyl con la zarpa alzada.

    —Jeanne… —

    —Jeanne… —Mizyl interrumpió a Jeanne.​

    Al ver a la pequeña criatura concentrarse de esa manera, la joven se temió que la pudiese reconocer, así que acercó disimuladamente su mano a la espada para estar lista para lo que pudiese ocurrir. Pero sus temores se disiparon cuando vio a la criatura reírse frente suyo.

    —Que gracia cariño —Mizyl se cubrió la boca con su otra zarpa mientras reía —Me recuerdas a alguien.​

    Jeanne se extrañó por lo que había dicho esa criatura, pero no quiso darle mucha importancia. Sin pensárselo más apartó cuidadosamente su mano de la espada y alargó la mano para apretar la zarpa de Mizyl.

    —Espero no haberte ofendido Jeanne, no iba con malas intenciones, solo que al pensarlo me entró la risa —comentó con una amplia sonrisa en su rostro mientras enseñaba la lengua.

    —No te preocupes, no me ha ofendido en absoluto. Pero si no es molestia me gustaría proseguir con mi camino —dijo Jeanne mientras soltaba la zarpa de Mizyl.

    —Por supuesto, también es conveniente para mi llegar pronto a mi templo —comentó Mizyl mientras empezaba a caminar.​

    Tras decir eso, Mizyl y Jeanne emprendieron juntos el camino hacia el pueblo más cercano de los Terrenos del Agua. La joven esperaba encontrar las respuestas que buscaba y poder irse sin verse involucrada en ningún problema, no obstante haberse encontrado con una criatura que parecía tener gran importancia podría ser provechoso para obtener información útil para defenderse en ese mundo que le resultaba tan extraño y desconocido.

    *****​
     

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