de Dragon Ball - La Navidad de Piccolo: ¿Agua?

Este escrito participa en la actividad Doce Deseos.


Navidad. La palabra se le hacía empalagosa y la idea no le gustaba en lo absoluto. Ninguna de las costumbres de aquella raza se le hacía atractiva y entendía perfectamente lo que la sabandija de Vegeta sentía.

Pero él no se dejaría doblegar tan fácilmente como este último. Aún tenía razones para negarse a participar en aquello tan absurdo. Y es por ello que se había largado, preferiblemente, lejos de los guerreros Z y sus familias en cuanto la idea de cruzó en su camino. Se sentía mejor estar rodeado sólo de su presencia.

Se dejó caer en el verde césped del frondoso bosque que había elegido al azar. Uno que no parecía haber sido descubierto aún por los terrícolas, en completa armonía y apenas siendo acompañado por algún que otro ruido de la naturaleza.

Tal vez, debía admitir que muy en el fondo de su ser, era lo único que le agradaba de la Tierra. Y era quizá, el motivo por el que aún se permitía llamarlo hogar.

Metió las manos dentro de su capa, estaba dispuesto a estar veinticuatro horas meditando si era necesario. No le importaba, de hecho ya estaba acostumbrado a ello. Pero se encontró con algo dentro de ella que definitivamente no esperaba.

Un pequeño paquete envuelto en papel rojo y brilloso con un ridículo moño verde mal hecho, del cual colgaba una pequeña tarjeta, era lo que su mano sostenía en ese instante; no sabía mucho de paquetes, pero aquel era algo parecido a un desastre y no le gustaba para nada la sensación de que alguien hubiese osado a meter su mano ahí. Gruñó con algo de molestia, pero aún así se tomó el atrevimiento de leer la estúpida tarjeta.

«Por cuidar a Gohan, supongo que nunca te lo agradecí.

Feliz Navidad.

Gokú»

Frunció el ceño y miró con más atención el paquete mientras lo abría. Si aquello venía de Gokú debía tener mucho cuidado. Cualquier cosa podía venir de él y no precisamente algo inofensivo, a pesar de lo inocente que pudiera ser el Sayajin la mayor parte del tiempo. Pero se encontró con lo más ridículo y estúpido que hubiera podido imaginarse.

—¿Un frasco con agua?