Harry Potter La Navidad de Demelza Robins: Una escoba.

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Este escrito participa en la actividad Doce Deseos.

Demelza Robins era una muchacha amable, amigable y carismática que amaba el Quidditch con locura. No recordaba desde cuándo, simplemente un día descubrió que le fascinaba más de lo que hubiese esperado. Quizá esa había sido su excusa para haberse metido en el equipo de Gryffindor ese año. En el que, por sorpresas de la vida, había quedado como Cazadora. Aún recordaba perfectamente, el momento en que Harry Potter le dijo frente a frente, que la quería en el equipo. Suponía que era una de las pocas cosas que la hacía feliz en medio de aquellos días tan oscuros que atravesaba el Mundo Mágico.

Es por ello que esa Navidad regresó a su casa con un ánimo restaurado, y el resto de la familia no parecía estar envuelta en algo diferente. Disfrutaban de los pequeños detalles que la vida les brindaba y de sus pequeños éxitos, claro, como broche de oro. Y su padre, principalmente, adoraba sacar a relucir eso último con el resto de los Robins.

Después de todo, seguía siendo su pequeña.

—Cierra los ojos, Del y pide un deseo.

—¿Un deseo sin estrellas fugaces o velas de cumpleaños? —él rio y le despeinó su cabello —oye.

—Pide un deseo.

Sonrió algo escéptica, pero aún así cerró sus ojos. La idea le parecía algo estúpida e infantil, sin embargo, hizo lo que su padre le pidió con entusiasmo. Pensó en el bendito deseo, había muchas cosas que se le venían a la cabeza aunque, de todas ellas, sólo una se presentaba con claridad. Esperó en el sofá mientras escuchaba como su familia murmuraba cosas y se reían de otras. Hasta que su padre regresó y el silencio reinó por completo; lo escuchó decirle que abriese los ojos y lentamente, así lo hizo.

—No puede ser... —soltó pasmada. Tenía frente a ella algo que realmente había deseado tener toda su vida —. Por Merlín, ¿cómo? ¿Cuándo? —tomó el paquete de las manos de su padre y sacó la envoltura prácticamente con desesperación —. ¡Una escoba! ¡Familia, tengo una escoba! —salió rumbo a la puerta, poco le importaba saber que afuera estaba nevando y abrió la misma con premura. Sin embargo, antes de salir al exterior regresó a la sala y abrazó al hombre que siempre lograba sorprenderla —. Gracias, papá.

—Por ti, mi niña, cualquier cosa.