Este relato es más bien un relato erótico, con elementos propios, aunque con detalles leídos o vistos en algún manga, pero sin abordar personajes de esas historias. La persona física que los inspira es Johnny Depp, esta vez con la figura de Cezar, que en una de sus películas encarna a un gitano pero esta vez no tiene nada que ver con sus personajes. Espero que este relato esté bien en esta clasificación. LA MARIPOSA Y EL ASESINO Esta es una vieja leyenda sobre el amor y la pasión… En la corte del califa Abhdelaziz se banqueteaba opíparamente, se bebía, la diversión al por mayor se repartía. Los comensales e invitados del soberano disfrutaban de lo mejor de su reino. Las riquezas que llegaban a sus manos eran producto de los saqueos a las caravanas, al asesinato y a sus pactos con otras tribus del desierto. Eso extendía su gran poder. Se consideraba afortunado, puesto que de acuerdo a su riqueza, eran las dádivas y los tributos que recibía de otros reyes. Entre esos tributos estaban las jóvenes más exquisitas de los reinos vecinos. Doncellas todas, que pasaban a formar parte de su harén personal. Y cada día recibía en sus aposentos a las beldades más extraordinarias y extrañas, que con sólo mirar podían enloquecer a cualquier hombre. Pero algo se cernía oculto tras las paredes de su propio palacio. En una de sus grandes celebraciones, recibió un mensaje en el que se le decía que había peligro para su gente. - Ninguno de los miembros de mi ejército debe preocuparse. Tienen alianza con las tribus nómadas del desierto y ellos, los Hassasins, protegerán mi vida y la de mis súbditos. El momento del cortejo de las jóvenes llegó. El califa escogería a una de ellas como su favorita. En aquel instante se encontraban presentes el jefe de la guardia y su hijo, Cezar. El muchacho gozaba del favor del califa por su valiente y su bravura, así como su total lealtad al califa. En el cortejo llegó una hermosa princesa de Siria. Los ojos de aquel joven guerrero se encendieron de pasión. La joven era hermosa pero también altiva. Su carácter noble y su alto rango se echaban de ver. Era virgen y llevaba por adorno las más finas joyas que el califa le había enviado como obsequio. Y en uno de sus brazos, un tatuaje en forma de mariposa que le había sido colocado al nacer. El califa la contempló mientras danzaba con las demás. Todas se arrodillaron a sus plantas, excepto ella. El soberano se puso de pie. El joven guerrero Cezar palideció. El califa se acercó y la miró diciendo: - Eres soberbia, hermosa princesa. - Jamás me arrodillaré frente a ti. No una hija del valle de Petra. - Lo sé…dicen que eres la hija del sultán de Petra. Eres hermosa y altiva…no te doblegas ante nadie según veo. Cezar guardó silencio. Si el califa lo ordenaba seguramente tendría que lastimarla. Pero el soberano se volvió y dijo. - Llévenla y prepárenla. Ella será mi futura favorita. La joven entrecerró los ojos y dejó que brotara una lágrima. Ella no quería ser la favorita de aquel califa tan perverso y violento. Cezar se tranquilizó ligeramente. Pero tampoco le agradaba lo que oía. Uno de los guardias llegó rápidamente. - Mi señor…tu ejército debe acampar. Es peligroso que te quedes aquí. Deberás combatir a tus enemigos y marchar a Medina. El califa asintió. - Entonces…envíen una caravana a las afueras del califato. Y a mi favorita envíenla a Medina para que me reúna con ella en cuanto el combate termine. - Es peligroso para ella- dijo el padre de Cezar. El soberano miró a sus soldados. Reparó en Cezar y dijo. - Tu hijo la llevará consigo. Cezar, te envío a mi joya para que la custodies camino a Medina. Quiero que cuando yo llegue ella ya esté allá. Te premiaré con joyas, dinero y mujeres si cumples con mi mandato. Cezar miró a la princesa y tratando de no sonreír dijo. - No te preocupes, mi señor. La cuidaré con mi propia vida. La princesa se cubrió el rostro y bajó los ojos, tratando de no perderse en los de Cezar. La joven, llamada Fatima, durmió en uno de los aposentos para marchar al día siguiente. En tanto, Cezar estaba en un campamento cercano con su padre. Varios guerreros se preparaban para la batalla. El hachís les permitía tener visiones del futuro. Eran los Hassasins. Hombres entrenados para la matanza. El califa los creía de su lado. Pero aquellos hombres sólo conocían la muerte. No trabajaban más que por sus propios fines. Cezar pertenecía a ellos. - ¿Cuándo será el día?- preguntó uno de ellos. - Yo iré a Medina- dijo Cezar- y estando allá me encargaré de él. Ha acabado con nuestra raza. Nosotros acabaremos con él. - Que los dioses de desierto te protejan. - Lo harán. Llevo conmigo una joya muy preciada. La madrugada llegó. Cezar se acercó a la princesa y le hizo una señal para que saliera. Era hora de marchar. El sol aún no había salido y tenían que viajar con sumo sigilo. Ella entendió la señal pero no quería viajar hacia Medina. Y Cezar lo sabía.
La joven princesa se levantó, aunque un tanto molesta. Cezar no le dirigía la palabra. Colocó las mantas necesarias para llevarla en la caravana, ajustó algunos amarres y dio órdenes a su gente para que avanzaran. Fatima sólo lo miraba. Le parecía un hombre enigmático y extraño. Cezar subió a su caballo blanco y comenzó a avanzar. Ella estaba preocupada. No sabía qué había sido de su familia. Cuando fue sacada de su reino no tuvo noticias de nadie. ¿Acaso su padre ya habría muerto? Seguramente. Trató de no llorar. Desde que salió de Petra decidió no llorar y no lamentarse de su suerte. Aquel califa tan violento no iba a verla derramar lágrimas o estallar en llanto. Y aquel joven tampoco lo conseguiría. Seguramente era tan frío y cruel como su gobernante. Él tampoco se conmovería ante su soledad y su tristeza. Sin embargo, para Cezar la situación era muy diferente. Él tenía una misión que cumplir por el lado del califa. Y la cumpliría tal y como se le había ordenado. Pero también tenía que cumplir una misión como Hassasin. Y sin embargo, le daba un poco de pena la princesa. ¿Por qué había aceptado llevarla sin rechistar? Porque él conocía un extraño secreto que la rodeaba. Y se sentía honrado de poder llevarla consigo. Avanzaba lentamente para que ella no tuviera problemas durante el viaje. Y aunque su misión estaba por encima de todo, no podía negar que se había sentido sumamente atraído hacia ella. Sus ojos…su labios…la cadencia de su cuerpo…el brillo de su piel tan tersa…la dulzura de su voz…y aquel secreto… La caravana había avanzado de forma muy lenta y llevaban ya casi medio día de camino. Cezar tenía el pensamiento puesto en su misión y de vez en cuando, se deleitaba la mente con la imagen de la princesa que llevaba consigo. Si pudiera acercársele…si pudiera beber tan sólo la luz de su mirada…la miel que destilaban sus labios…el calor de su cuerpo. Pero sabía que si lo hacía podía terminar muerto. Sin embargo, tuvo tiempo de descender del caballo para contemplar el camino y observar lo lento que iba avanzando y lo mucho que les faltaba por seguir. La princesa descendió de su camarín y se acercó a Cezar. Éste fingió ignorarla por completo. - Oiga… Cezar la miró ligeramente. - ¿Es a mí? - Claro…¿no es usted quien me trae contra mi voluntad? El joven guerrero sonrió. - Lo lamento, noble princesa- dijo con una inclinación de cabeza.- Lamento que no se le haya pedido opinión al respecto. Pero…le recuerdo que usted no está aquí para opinar. Usted va a ser la favorita del califa Abhdelaziz, quien, por cierto, es bastante sanguinario y no se va a tentar el corazón para mataros si no obedecéis. Así que será mejor que os hagáis a la idea de que venís conmigo y que no es cosa mía. - Ya lo veo. Gracias por enfrentarme a mi realidad. - De nada, princesa. No podía hacer menos que eso. - Y…dígame…¿por qué es usted quien me trae? ¿Hay algún motivo especial para que lo eligieran? - Quizás- respondió Cezar con una leve sonrisa.- Tal vez es por mi valor y mi gallardía. La princesa se rió a carcajadas. Cezar la miró con dureza. - ¿Puedo saber por qué se ríe? - Por su soberbia. Quizás el califa lo escogió por ser tan vanidoso… Cezar entrecerró los ojos. - ¿No le han dicho que es usted muy altanera?- preguntó a su vez. - No…realmente no…hasta ahora. Me han dicho otras cosas…-repuso. El joven Cezar sonriendo, preguntó. - ¿Ah, sí? ¿Cómo que, por ejemplo? - Me han hablado de que en mis ojos se ven las estrellas al anochecer…que mis pestañas son como el manto nocturno que invita al amor…que mis labios destilan perfume de pasión…que mis curvas podrían perder a cualquier hombre…que quizás mi cuerpo destile mariposas de placer… Cezar trató de contenerse. Con cada palabra, la princesa encendía su deseo. - Pero…-interrumpió ella- no creo nada de eso. El guerrero sonrió ligeramente, divirtiéndose del comentario. - Hace bien en no creerlo…-sugirió- quizás sean solamente mentiras de gente aduladora. La princesa se tornó seria y subió a su camarín. - Este viaje va a ser insufrible junto a usted. - Gracias por sus buenos deseos…-argumentó Cezar, irónicamente. El tiempo parecía hacerse eterno. Atravesaron áridos montículos de arena y tuvieron que esquivar a los que saqueaban las caravanas. Aún así, casi no tuvieron problemas; salvo que ya era tarde y la caravana debería acampar y ellos junto con el resto. Cezar se acercó al camarín y notó que la princesa se había dormido. Dejó para ella una pequeña flor en uno de los almohadones y le dijo. - Duerme…dulce princesa…el viaje ha sido duro para ti. Pero te prometo que mañana será más tranquilo. Sólo lamento que tengas que detener tu camino justo en el sitio equivocado. Ojalá fuera yo quien pudiera torcer la voluntad del califa, antes de lo previsto… Descendió del caballo. Extendió su mano frente al viento y notó que el aire estaba más húmedo y menos cálido que durante el día. - La noche será apacible- dijo para sí. Fatima se allegó a él. - Ahora resulta que conoce también sobre el tiempo que hará… - Conozco el desierto como la palma de mi mano y sé cuándo soplará el viento sur…es como el susurro de una canción de amor- dijo, provocativamente. La princesa le dio ligeramente la espalda. - Entonces…usted conoce bien sus secretos. - Sí…aunque el desierto es casi tan enigmático como una mujer… - Y…¿de secretos de mujeres no conoce? - Sí…algunos…hay mujeres que son claras como la palma de la mano…y otras que esconden su esencia detrás de su apariencia. Fátima calló. Ella también tenía una revelación escondida de la cual no era totalmente conocedora. - ¿Va a quedarse aquí toda la noche? - Sí…hay que cuidar el camino, antes de adentrarnos en el Valle del Adén. - Es peligroso, supongo. Cezar la miró a los ojos. - No menos que su mirada, princesa… Ella guardó silencio de nuevo. Las palabras de Cezar iban cargadas de mensajes ocultos que ella no quería descifrar. Había pasado la noche con algo de tensión. Estaba lejos de su lugar de origen. Tenía miedo ahora. La mirada de Cezar por momentos se tornaba dura y fuerte. Y eso le causaba inquietud y curiosidad, pero también temor. ¿Y si el joven guerrero era capaz de matarla si intentaba escapar? Quizás tenía órdenes del califa de hacerlo…después de todo, ya se lo había mencionado. Un grupo de guerreros vestidos de negro cruzó frente a ellos, sin intenciones de entorpecer el camino de la caravana. Sin embargo, justo al borde del desierto, cuando el camino se veía verde, Cezar dijo a la princesa: - La caravana no irá más allá. A partir de aquí…su vida depende de mi cuidado. - Si no queda otro remedio… Cezar le indicó. - El camino es largo…pero es por ahí…así que…puede irse sola, si quiere… La princesa se paró frente a él y le dijo mirándolo a los ojos y los labios. - Te enviaron para cuidarme, ¿cierto? Pues has tu trabajo… Él contuvo sus ansias de besarla ahí mismo y dijo: - A sus órdenes…su Alteza… Ambos avanzaron a pie hasta el borde de un río. Quizás ahí ella tendría que montar con él a caballo para cruzar…
Cap. 3 Comenzaron a cruzar aquel valle que parecía no ser demasiado enredado. Se podía pasar casi sin problema por una gran extensión. Sin embargo, se notaba que el camino iba a ser bastante largo. - Es aún de noche. Apenas está amaneciendo- dijo Cezar, llevando aquella dulce carga a caballo. El corcel se había comportando noblemente.- Es aún más largo el trayecto, princesa. Temo que os desesperéis antes de tiempo. - No lo creo…después del largo camino que hemos transcurrido, dudo que no me pueda mantener paciente un poco más. - Quizás no es su virtud principal la paciencia, su Alteza. - ¿Acaso se está burlando de mí? - Por supuesto que no…era sólo una observación. - Y su mayor virtud no es precisamente la prudencia, joven guerrero. Él sonrió. - Ha descubierto un secreto mío- reveló.- Ahora me conoce un poco más. Realmente tiene razón: si algo no tengo es prudencia. Aunque poseo otras virtudes que son más evidentes…quizás ya las ha notado…-entrecerró los ojos con un leve y sensual arqueamiento de sus labios. Fátima sonrió y lo miró con ironía. - Pues…no son tan evidentes como usted imagina, porque si no ya me habría dado cuenta. - Es que no se ha fijado bien.- señaló.- Pero…cuando menos lo espere, las encontrará, se lo aseguro. - Si usted lo dice…-comentó ella mirando al camino. Cezar iba pendiente de cruzar aquella vereda. Pero se deleitaba por instantes, percibiendo el aroma del cabello de la princesa y la tibieza de su cuerpo. Ella, por su parte, se sentía segura junto a él. Trataba de no sentir nada pero era inútil. Su calor varonil la protegía y hacía que el miedo desapareciera. - ¿Ha visto alguna vez el amanecer? - No- dijo ella- pero…¿por qué me lo pregunta? - Sólo mire hacia allá- le mencionó mientras le indicaba con la mano hacia el horizonte. El espectáculo que se mostraba frente a ella era hermosísimo. - No puede ser… - ¿Qué cosa? - Es precioso…es como el nacimiento del Sol. - Así es…la aurora resplandeciente es la protectora de los amantes… - Usted sabe de eso… Cezar recorrió su mirada y sonrió. - Será mejor que nos apresuremos… La luz del amanecer había alumbrado el corazón de la princesa, quien ya no tenía temor del porvenir. Le parecía que Cezar era como una roca inmensa que podía protegerla del fuego, del agua y de cualquier daño. Cezar luchaba en su interior. Por un lado, había jurado protegerla y lo haría. Pero no solamente como un deber hacia el califa, sino más bien, como un deber propio. Y por otro, sólo soñaba con aquella mujer que había visto tantas veces en sueños. Sí, él, hacía ya tiempo, había soñado con una diosa que destilaba mariposas. Ellas lo rodeaban y su corazón se enardecía. Y cuando la sentía tan cerca, despertaba de aquel hermoso sueño, y las mariposas que había visto se disipaban con el alba. Y ahora tenía tan cerca a una que llevaba tatuada en su piel una de esas…pero no era solamente eso… Atravesaron buena parte del valle del Adén. Un paraje delicioso, con un riachuelo que reflejaba vastamente la luz del sol y un conjunto de árboles frondosos, donde los pájaros hacían sus nidos y cantaban alegremente. - Será mejor que nos quedemos un momento aquí. Habrá que comer algo. - ¿Qué hay aquí que podamos comer?- preguntó ella. - Pescado y frutas, princesa- dijo Cezar. Ella descendió. Cezar colocó algunas mantas y la invitó a sentarse. Ella agradeció aquel gesto. Luego vio cómo él se acercaba hasta el riachuelo y en breve, ya tenía dos buenos peces en su haber. Algunas frutas llegaron rápidamente a sus manos y dispuso todo, haciendo fuego para cocinar aquellos pescados. - Huele delicioso- dijo él. - ¿Alguna vez ha comido así, de la naturaleza? - No, nunca- respondió ella.- Siempre ha habido en mi palacio lo suficiente para comer sin problemas. - Yo aprendí a hacerlo…era parte de mi formación. - ¿Cómo guerrero? - Algo así…-respondió al fin, sonriendo ligeramente.- Ande, coma, Alteza. Está listo. Ella lo tomó con algo de afectación. Él rió con una leve carcajada. - Supongo que en su palacio debía guardar la compostura con sus modales. - Más o menos- contestó Fátima.- Y es difícil aquí… - Olvide la camaradería y los modales. Coma antes de que se enfríe. La princesa apuró aquel pescado. Realmente tenía mucha hambre. Cezar estaba divertido con aquella hermosa presencia. No sabía cómo reaccionar. Pero tenía temor de no poder llevarla con bien hasta Medina. Sabía que el califa no se quedaría de brazos cruzados y los vigilaría constantemente. Tenía que alertar a sus compañeros Hassasins para que no interfirieran en su viaje y le dejaran franco el paso. Había conseguido hacerlo desde la caravana, casi sin que la princesa se diera cuenta. Terminaban de desayunar frente al riachuelo. Cezar preguntó. - Usted descubrió uno de mis secretos. Ahora dígame…¿cuál es una de sus debilidades? - ¿Se trata de un juego?- preguntó ella. - Quizás- refirió Cezar.- Digamos que…para matar un poco el tiempo. - Bien…pues…trate de adivinar. Yo lo conseguí, ahora usted adivine. El guerrero comenzó a pensar. - Veamos…por lo poco que llevo conociéndola me he dado cuenta que es usted algo…orgullosa. Se tiene en un concepto demasiado elevado de sí misma. - Tal vez- contestó ella- lo acepto. Soy algo orgullosa. - Me pregunto quién habrá colaborado en ello. Ella comenzó a pensar en su familia. - Mi padre…siempre fui la luz de sus ojos. Y dijo que yo tenía magia en la mirada…y que encarnaría una gran leyenda. - ¿Eso le dijo? - Sí…¿puedo saber por qué se sorprende? - No, para nada. Me causa admiración puesto que su padre se ve que es muy sabio… - ¿Acaso un cumplido hacia mí? Cezar sonrió. - Lo dicho: es usted orgullosa. No puede pensar más que en sí misma. ¿Cree que las otras chicas que fueron llevadas con usted al harén están felices de tener que quedarse con el califa? Ella pensó un momento. Cezar continuó. - Ellas también tienen familia: padres, hermanos…quizás, alguien a quien amaban. Y ahora su vida es transformada por la lasciva decisión de un califa que es presa de sus instintos. La princesa comenzó a soltar una leve lágrima. - Es duro saberlo. Yo siempre pensé que escogería al hombre que amara…que podía tener ese derecho por ser la hija del sultán. Pero creo que no lo será. Cezar se dolió de ella. - Lo lamento por usted. Por ahora…lo único que puedo ofrecerle es este viaje accidentado. Pero…mientras pueda divertirla un poco, me daré por bien servido. - Gracias, Cezar- dijo ella con dulzura.- Es usted mejor de lo que yo me imaginaba…creo que tiene usted un noble corazón… Cezar se dio cuenta que la princesa también era una dulce y buena mujer. Siguieron cabalgando un poco más. Pero la princesa comenzó a quejarse del calor que empezaba a agobiarlos. - No entiendo por qué escogió usted este camino, si siguiendo por el valle, por el costado del riachuelo, se ve que es húmedo y fresco. - Claro…y también hay ahí escondidas serpientes y otra clase de alimañas y animales salvajes… Ella calló. - Quizás…pero por este lado tan caluroso, dudo que los mosquitos nos dejen en paz. - Lo sé…sin embargo, es preferible darle un poco de sangre a los mosquitos que permitir que los ladrones nos la quiten toda…usted dice. - ¿Siempre se comporta así, jactándose de su sabiduría? - No me jacto de ella, sólo la uso. - Otro defecto que tiene es creerse muy sabio, Cezar. - Ese no es defecto- dijo él a su oído- es una gran virtud. Fátima lo miró con curiosidad. Más adelante, tras un rato de charla y de calor, preguntó. - ¿Podríamos bajar por aquí? La verdad tengo sed y aquel lago se ve encantador. - No se lo aconsejo, princesa. Ella descendió del caballo y se adelantó sin hacer caso. - Usted no va a decir lo que tengo que hacer. Se acercó al lago pero, en breve, éste desapareció. - ¿Qué sucedió? - Se lo dije- señaló él- se trata de un espejismo… Ella jadeó un poco y casi se desmaya. Él la recostó en una roca y fue por una fruta para darle a beber el agua del interior. Al beberla, ella reaccionó ligeramente. - ¿Qué me ha dado? - Es agua de una fruta parecida a los dátiles. Es reconfortante y le ayudará a recuperar líquidos. La deshidratación fue la que le estaba provocando el espejismo. - Lo siento- dijo ella- mi falta de líquidos entorpecerá y retardará el viaje. Cezar negó. - No se preocupe…será mejor que descanse. O dígame…¿tiene ya muchas ganas de llegar a Medina a encontrarse con el califa? Fátima lo miró con algo de rudeza. - Sígase burlando de mí y no responderé. Tengo armas para ponerlo en aprietos. - ¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles? - No me haga utilizarlas con usted, Cezar. Él volvió a sonreír. Hubiera muerto con tal de averiguar cuáles eran esas armas del princesa en su contra.
Cap. 4 Era un poco más de mediodía. Cezar escuchó alaridos en la montaña. Eran los Hassasins. Tenía que reunirse con ellos para poder averiguar más acerca de los planes contra el califa. Sin embargo no podía separarse de Fátima. No podía ni debía dejarla sola. Así que descendió del caballo. Dijo a la princesa que se cubriera el rostro. - Una tormenta del desierto llegará y el viento arreciará en esta parte del valle. - Si usted lo dice, lo creeré. Después de todo, creo que sí sabe lo que hace. Cezar asintió con la cabeza y acercándose hacia un punto determinado, en dirección del viento, lanzó un alarido y en breve un cuchillo cayó cerca de sus pies. Junto con él una pequeña nota estaba prendida. Fátima no pudo verla, pues llevaba el rostro cubierto con el velo y el viento comenzaba a soplar con mayor fuerza. Cezar tomó la nota, la leyó y guardó la daga. El viento amainó. Fátima le preguntó. - ¿Qué son esos alaridos? - Son los Hassasins...¿ha usted escuchado hablar de ellos? - Sí...son asesinos mortales, máquinas de muerte. Mi padre decía que jamás debíamos acercarnos a uno de ellos. - ¿Por qué? - Porque eran sanguinarios...porque los mueve la ambición...y que van en contra de las reglas. - ¿Quiere que le diga algo? Será mejor que vaya forjando su propia sabiduría sin contemplar absolutamente todas las palabras de su padre. - ¿Puedo saber por qué? - La sabiduría personal no dependen de todo lo que los mayores dicen. Uno, con el paso del tiempo, tiene que irla formando y madurando. ¿Quiere saber algo de los Hassasins? Son leales como los que más. Es verdad que son máquinas de muerte, para eso son entrenados. Pero no matan por ambición...matan por lealtad. Cuando han hecho un juramento, no lo rompen por nada...a menos de que su honor esté de por medio. Conocen el honor, más que muchos reyes y emperadores... Fátima lo miró un segundo. Se veía tan hermoso hablando de esa forma. Suspiró un momento más y luego dijo: - No lo sabía...entonces...¿a dónde iremos? - El territorio entero está repleto de Hassasins...están incluso escondidos entre los arbustos. No debemos exponernos...si descubren que usted es la favorita del califa, tratarán de acabar con su vida. - Pero...¿acaso los Hassasins no son leales al califa? - Lo fueron...pero ahora ya no...voy a revelarle un secreto. Los Hassasins han estado acabando, quedan ya muy pocos. El califa los ha traicionado. En cuanto ya no le sirven, se deshace de ellos. - ¿Y cómo lo consigue? - Enviándolos lejos...sabe de su lealtad y de eso se aprovecha... El rostro de Cezar se tornó triste y melancólico. Subió al caballo y dijo a la princesa. - Sujétese bien...vamos a entrar al poblado. Es un territorio peligroso. Hay ladrones, prostitutas, asesinos. Habrá que cuidarnos y evitar meternos en problemas. El camino era pedregoso y el caballo avanzaba a duras penas. Por momentos, tuvieron que parar para que poder tomar algo de agua. Pero ya no tenían víveres. - ¿Qué vamos a hacer ahora que ya no tenemos nada que comer? Yo no tengo dinero. - Yo tampoco. Vamos a tener que trabajar en el poblado para poder comer. - ¿Trabajar? Yo jamás lo he hecho. Cezar la tomó en peso para bajarla del caballo, junto a una hostería. - Pues...creo que va a ser tiempo de que vaya haciéndolo. Venga. Avanzaron lentamente hacia la hostería. - A partir de este momento, usted y yo somos hermanos, ¿entendido? - ¿Hermanos? ¿Por qué? - No haga más preguntas y obedézcame solamente, ¿quiere? La princesa refunfuñó ligeramente. Una mujerzuela se acercó a Cezar y sin reparar en la princesa lo besó apasionadamente. - Cezar...¡hace tanto que no venías! Fátima entrecerró los ojos. Cezar apartó a aquella mujer y dijo: - No vengo como cliente ahora. Vengo con mi hermana... - Ah, ya veo...con razón. Pero...cuando quieras puedo atenderte como estás acostumbrado. Fátima arqueó ligeramente los labios. - Otro día, cuando no esté tan ocupado- dijo mirando a la princesa. Pero ella notó que aquellos hombres se veían muy violentos. O al menos eso parecían. Cezar se acercó y le dijo. - Voy a preguntar quién necesita mis servicios...usted se va a quedar aquí, sólo trate de no meterse en problemas. Sin embargo, Fátima no se iba a quedar de brazos cruzados. - Se me ocurre algo- dijo. Se acercó a la barra y preguntó al hospedero. - ¿Cuánto me pagas sin danzo? - Dependiendo de si le gusta o no a mi clientela- dijo el hospedero. Cezar se acercó y le dijo en voz baja. - ¿Está loca? ¿Qué es lo que va a hacer? - Voy a trabajar y a divertirme un poco... Cezar se quedó mirándola solamente. Los músicos comenzaron a tocar y ella comenzó aquella danza. Hubiera querido detenerla inmediatamente, en cuanto los movimientos comenzaron. Pero hubo un no sé qué en su cadencia que lo detuvo. Verla danzar de esa forma sólo provocaba más sus ansias de poseerla, de quedar totalmente perdido entre sus muslos...de beber el aliento de su boca y fundirse horas en su cuerpo, contemplando las estrellas y estallando de placer con aquella virgen que prometía a cualquiera un placer extraordinario. Se sentó mientras notaba las risas furtivas de esos hombres y sin querer notaba cómo ella por momentos se acercaba a él tratando de no ser muy evidente. ¿Cómo no pensar, cómo no imaginar que era por él por quien danzaba de aquella forma tan sublime? Cuando la danza culminó, todos aplaudieron. Más de uno se acercó para jalonarla pero Cezar se acercó. - Le tocas un cabello y te mueres... - ¿Quién eres tú? - Su hermano...-dijo Cezar molesto. Fátima pudo ver el fuego en los ojos del guerrero. No era solamente por protección...casi podía asegurarlo. Cezar vio cómo el hospedero pagaba a la muchacha. Él encontró trabajo puliendo armas para un herrero. Alquilaron un cuarto. No alcanzaría para más. Llegaron hasta él y Cezar dijo a la princesa. - Su Alteza...su habitación. - ¿Dónde va a dormir? - Afuera...no alcanza para dos habitaciones. - Por supuesto que alcanza. Lo que me dieron por bailar es suficiente para dos. - No pienso tocar un céntimo de ese dinero. Usted se lo ganó. Además, no podría hacerlo, después de las miradas furtivas de esos borrachos tan desagradables. ¿O me va a decir que le agradó la forma en que la miraban? - Para nada...pero para eso está usted para cuidarme...a menos de que prefiera irse a divertir con esa mujerzuela que lo besó al llegar... Cezar entrecerró los ojos. - ¿No me diga que está celosa de esa mujer?- preguntó divertido. - ¿Celosa? Para nada... - Pues bien podría estarlo...no tiene una idea. Es una mujer exquisita. Tiene la propiedad de volver locos a los hombres. - ¡No me interesa!- dijo ella.- Después de todo, ¿a mí qué me importa que usted se enrede con quien quiera? - Si no le importa, entonces, no se meta en mi vida. - Ni usted en la mía...o dígame...¿acaso está celoso de esos hombres? - Para nada...si usted quiso exhibirse... Fátima le propinó una bofetada fuerte y sonora. - Y ahora, dedíquese a cuidarme y déjeme dormir. Mañana tiene mucho que trabajar. Ella golpeó la puerta de la habitación. Cezar se tocó la mejilla. - Ya te haré pagar esta bofetada, princesa. Al día siguiente, Fátima ya estaba levantada. Escuchó un ruido en la puerta. - ¿Quién? - Soy yo- dijo Cezar. - Pase... Cezar la miró. Se veía muy linda aquella mañana. - No se ha puesto las joyas que traía. - No...las he guardado. Además, quizás por ella pudieran matarnos. Será mejor que las vendamos. - Como quiera...venga, vamos a desayunar y me acompaña al taller. - Vamos. La princesa portaba solamente un vestido de lino blanco, con una fajilla roja anudada a su cintura. Era la cintilla de las hijas vírgenes del rey. Cezar la miró desayunar. Luego se dirigió al taller. Ella lo esperaba mientras miraba hacia el horizonte. Mientras él golpeaba el yunque, ella contemplaba aquellos brazos fuertes que brillaban al calor de la fragua. Su corazón no pudo dejar de encenderse ante aquella visión. ¿Qué se sentiría acariciar aquel pecho...sentirse aprisionada entre esos brazos...encajar sus uñas en su espalda...se contuvo. Su vista la podría delatar. - ¿Le ocurre algo? - Es que...me preguntaba si queda lejos su casa. No me ha hablado de ella. - Vivo lejos...soy de Baghdad. Ahí pasé años muy hermosos de mi infancia. La ciudad es pobre pero en mi casa nunca faltaron el amor, el pan y la alegría. Los ojos de Fátima centellearon. Ella sintió nostalgia de aquel sitio que nunca había conocido. - Es muy hermoso lo que me cuenta. Me gustaría conocer ese lugar... Cezar la miró y sonrió. - Creo que eso no podrá ser...usted tiene que llegar a Medina, recuérdelo... Fátima bajó los ojos. Cezar sintió una profunda impotencia. - ¿Cómo es su reino?- preguntó. - Es hermoso...aunque la ciudad dicen que es el paraíso de las compras pero...hay colorido...y en mi reino siempre reinó la alegría... Cezar se acercó a ella. Contempló su mirada y sin querer le robó un tierno beso que hizo temblar el corazón de la princesa. Cezar suspiró y le pidió perdón. - Lo lamento...no quise ofenderla...-dijo volviéndose de espaldas para terminar y vestirse. Fátima dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
Cap. 5 Tras el arduo trabajo y la paga, continuaron su camino. Ninguno de los dos dijo nada respecto al beso. Quisieron que fuera como si nada hubiera sucedido. Avanzando por el camino que llevaba a las afueras del valle, el aire se tornó violento. - Princesa...tranquila...hay que tener cuidado. Cezar bajó del caballo. Ella iba sobre él. En un instante determinado le gritó. - ¡Cabeza abajo! Varios cuchillos volaron cerca de su cabeza. Cezar sacó los que llevaba ocultos y los lanzó también. Dos hombres con dagas salieron hasta él y comenzó un ataque frontal. Cezar lo miró. El hombre lo golpeó un segundo pero luego sintió la mano de Cezar doblegándolo. - No quiero luchar contigo. El Hassasin se levantó. - Llevas contigo a la mujer del califa. - Recuerda que lo hacemos por honor... El hombre ordenó al resto que se marcharan. Un saludo común los despidió. Los Hassasins huyeron a caballo. Cezar contuvo el aliento. Luego reparó en Fátima. Ella movía la cabeza. Bajó del caballo y salió corriendo. Pero Cezar la detuvo con su cuerpo. - Espere... - Lo sabía...había algo en usted que me causaba conflicto. Debí imaginar que era usted uno de ellos. - No soy malo. Sólo soy uno de los Hasassins porque no tengo opción. ¿Es eso tan malo? ¿Pertenecer a una causa y ser fiel a ella? - Usted no tiene honor...mata por placer. - Y si es así, dígame...¿por qué no la he matado? - Quizás porque no ha tenido oportunidad... - No sea tonta...no la mato porque no tengo interés en ello. Pero si me sigue molestando lo haré, no lo dude. - ¿Por qué? - Soy hijo de uno de ellos...el califa mató a mi madre...y mi gente va a tomar venganza. - Y quizás yo formo parte de ella. - No diga eso...no podría matarla aunque quisiera. Ella estaba de espaldas a él. Tomó una daga de las que él llevaba al cinto con rapidez y lo amenazó. Pero Cezar se volvió rápidamente, la desarmó y colocó el arma justo ante su cuello. - ¿Qué pensaba hacerme? Soy más rápido...y no tengo interés en matarla- dijo guardando el arma.- Ahora avance, vamos a subir al caballo y continuaremos nuestro viaje. - ¿A dónde? La miró un segundo. Luego bajó los ojos. - A Medina...¿a dónde más? - Ya veo...no es usted fiel ni leal, sólo es un cobarde. - Usted no sabe nada, princesa. - Sí, cobarde; su venganza implicará matarme y después al califa, ¿no? - No...insisto. Usted no sabe nada...ya no me moleste. - Ande...máteme de una vez. Si quiere conseguir su venganza, hágalo ahora. Así ya no tendrá que viajar conmigo por obligación. Cezar se acercó y volvió a besarla. - Ya no me provoque, princesa...o no responderé...ahora venga. – dijo subiendo al caballo. El camino parecía ser ahora más problemático para ambos. No se dirigieron la palabra en un buen rato. Ella estaba decepcionada. No le dolía tanto que fuera un Hassasin, sino que no le hubiera dicho la verdad. ¿Por qué se lo había ocultado? Era mejor hablar con la verdad. Sin embargo, algo la ataba ya a ese hombre que se encargaba de cuidarla, aún contra su voluntad, quizás. Pero había hecho todo lo posible por no hacerle daño. Eso era importante para ella. Cezar, por su parte, estaba callado. Aquel beso había encendido en su cuerpo un fuego inextinguible. Sabía que ella era prohibida. Pero no sólo porque sería del califa, sino más bien, por un compromiso de honor que le impedía pensar en ella. Estaba desconcertado. Ella se había molestado. Odiaba a los Hassasin y no podía pretender que lo entendiera. ¿Cómo continuarían ese camino con esa mezcla de odio y amor por parte de los dos? Él odiaba que quien fuera a poseerla fuera el califa. ¿Por qué él no podía merecer a una mujer como ella? El silencio reinó durante un largo tiempo, hasta que ella decidió cruzar palabras con él. - ¿Falta mucho para llegar? - Supongo que ya se cansó de mí- dijo Cezar. - No es eso...sólo quería saber. - Pues sí...aún falta mucho. Tenemos que cruzar aquel manantial y nos esperan dos jornadas más. - ¿Qué hay ya del otro lado?- preguntó.- Hacia la colina. - Mi pueblo...Baghdad. La princesa lo miró. Él desvió la mirada. - Tengo sed y quizá usted quiera bañarse en ese manantial. El agua es fresquísima. Descendieron del caballo y acamparon ligeramente. La princesa se acercó al riachuelo que caía del agua del manantial y se inclinó para mojarse un poco, cuando una daga pasó cerca de ella. Cuando se incorporó, Cezar estaba tirado en el campo. Fátima se acercó a mirarlo. - ¡Cezar! ¡Contéstame! De su pecho manaba un poco de sangre. De pronto, un hombre apareció detrás de la cascada. - No te muevas, mujer. Pero Fátima no le obedeció. - ¿Por qué lo heriste? ¿Eres un Hassasin? - Sí, ahora quédate quieta. - No...él también lo es. El hombre se acercó reconociendo a aquel muchacho. - Cezar... La princesa señaló. - ¿Cómo es posible que lo hiriera si usted es uno de ellos? - ¿Quién es usted, que pide tantas explicaciones? - Soy la princesa Fátima… Cezar jadeaba aparatosamente. - ¿Qué haremos para sacarlo de aquí? Mis dagas son mortales… - ¿Está diciendo que se va a morir?- preguntó Fátima a punto de llorar. El Hasssasin lo miró. Ella le pidió. - Será mejor que se aparte un segundo. Voy a tratar de hacer algo por él. - ¿Podrá? - Eso creo… Concentró sus energías en un punto de su mente y luego colocó sus manos sobre la herida de Cezar absorbiendo el veneno. En breve se tendió a un costado. Cezar se incorporó. La herida estaba cerrando rápidamente. Cuando ella despertó, el Hassasin cuidaba de ellos. Ella se incorporó. - Cezar… Él ya estaba mejor. - No se mueva, princesa.- dijo él. Cezar la contemplaba desde lejos. El Hassasin dijo a Cezar. - Debes tener cuidado…los Hassasin ya no son leales a la causa- señaló. Cezar preguntó. - ¿Por qué? Todos nosotros somos hermanos de causa… - Lo sé. Pero ahora es diferente. Algunos prefieren venderse por un poco de poder. De hecho, el califa ha enviado a los Hassasin a averiguar lo que hay detrás de los ejércitos enemigos. - Pero eso es desleal. - Cierto. Sin embargo, ya sabes la verdad, Cezar. Debes cuidarla tanto como puedas, hasta el momento decisivo. Y si te es posible…no se la entregues al califa. - He dado mi palabra- señaló Cezar- tengo que cumplir, aunque me vaya la vida en ellos. Aunque…con lo que tú hiciste, me estuviste preparando. - No digas eso. Además, traes contigo a la princesa de las Mariposas. Ella fue quien te salvó la vida. El hombre subió a su caballo y marchó. - Escuchen mi consejo. Cuando se hubo marchado, ella seguía un poco cansada. - Espere…voy por agua- dijo Fátima. Pero Cezar la detuvo. - Espere…yo se la traeré. Cezar llenó un cántaro y le ofreció a ella antes de beber él. Ella bajó la mirada. - ¿Por qué me salvó la vida?- preguntó. - Ese hombre lo atacó de improviso. Y si algo le pasa…¿con quién voy a continuar el camino? Además…no hemos hecho más que pelear. Cezar sonrió. - Gracias, princesa…le debo la vida. Si tengo que darla para salvarla…lo haré sin dudar. Fátima asintió. Cuando la noche caía, volvieron a cenar pescado. Había un pequeño riachuelo. - Voy a bañarme- dijo ella.- ¿Puedo? - Por supuesto. Voy a vigilar desde lejos. Cezar se apartó. Iba a vigilar para evitar un nuevo ataque. Pero desde lejos, pudo ver el cuerpo desnudo de Fátima, que se introducía en el río. La vio quitarse las prendas. Su mirada apenas podía capturar tanta belleza. Pudo contemplar sus pechos, coronados por dos botones casi negros y maduros…pudo contemplar su cintura que adornaba aquella fisonomía que terminaba en ese hermoso par de piernas, donde sus torneadas nalgas brillaban ligeramente a la luz de la luna…el canal de su femineidad se adivinaba en el vértice que formaba su vientre. ¿Cómo no desear saborear sus pechos y aquel rincón femenino que debía destilar verdadera miel? ¿Cómo no anhelar tomar sus palmas y adentrarse cadenciosamente en su cuerpo para poseerla por entero y colmarla de placer? Era más que una promesa. Era difícil no sentirse atraído y no querer perder la cabeza por su amor. Por su parte, ella al salir del agua tocó su propio cuerpo. ¡Anhelaba tanto ser acariciada por las manos de Cezar! Sentir el fuego de sus labios que había degustado en sus besos ardientes…percibir su sabor en el rincón más profundo de su ser y por fin, aprender lo que significaba convertirse en mujer sintiendo por vez primera a un hombre socavarla ferviente y enamorado. Y así, se recostó junto al riachuelo y trató de emular una noche de pasión. Quizás sólo tenía aquel momento para imaginar. En breve, sería el califa quien tuviera que poseerla contra su voluntad. Al día siguiente, ya viajaban camino a Medina. Sin embargo, tan sólo a un costado del camino, la vereda hacia Baghdad se desdibujaba. Fátima estaba más contenta. Cezar le preguntó. - ¿Usted sabe sobre sus poderes? - No exactamente…sólo sé que podía curar algunas heridas o absorber venenos sin morir. - Esos son algunos…pero hay otros, princesa. - ¿Cómo cuáles? - En verdad…¿quiere saber? - Sí- asintió ella Cezar comenzó a contar. - Quizás no lo crea pero…la princesa que tiene tatuada una mariposa en su piel…destila mariposas en el acto sexual… Los labios de Fátima se entreabrieron. Cezar insistió. - ¿Tiene usted alguna hermana? - Tenía pero…ninguna de ellas son vírgenes ya… - Entonces…usted es la única. Quizás por eso el califa quiere que sea su favorita. Sabe que usted destilará mariposas para él en la cama…por eso la necesita. - Pero…yo no quiero que eso pase… Cezar la miró. - Será inevitable si va hacia allá. Él disfrutará de su tesoro…para nosotros los Hassasin, la princesa de las mariposas siempre ha sido sagrada…por eso, debemos dar la vida por usted. Fátima soltó el llanto al fin. - Cezar…te agradezco todo lo que has hecho por mí… Miró en lontananza. El camino que seguirían llevaba directamente a Medina. Fátima miró a Cezar y colocando sus manos en el pecho le dijo: - No me lleves a Medina…llévame a Baghdad. Por favor… Cezar ya no pudo dudar más. Tomó a la princesa por la cintura y sonriendo le dijo. - No te preocupes…ven conmigo. Cabalgaremos rápidamente y estaremos allá al mediodía… Fátima sonrió. La felicidad podía estar al alcance de su mano.
Cap. 6 Subieron al caballo y se desplazaron a gran velocidad. Fátima sonreía al sentir el viento golpear en sus mejillas, mientras Cezar galopaba gallardo en aquel brioso corcel árabe. Iban llegando a un valle previo a la ciudad cuando Cezar preguntó. - Fátima…¿estás consciente de lo que nos espera si el califa se entera? - Lo sé…totalmente. - Entonces…¿por qué quieres correr el riesgo? - No quiero ser la favorita del califa. Él no me va a obligar a nada que no quiera. Yo no soy un objeto. Cezar permaneció un segundo en silencio. Luego, observó. - Sugongo que…a ustedes, las hijas de reyes, las instruyen para ser buenas esposas… - Esposas o esclavas…da igual. Se nos dice tanto que no estamos para compartir el placer sino para darlo. Que somos como simples objetos capaces de hacer disfrutar a una hombre. Y se nos explica un poco de lo que nos espera en la primera noche…pero estoy segura que nada de lo que me han dicho es lo mismo…-luego miró a Cezar- aunque no sé por qué te estoy diciendo esto. - Tienes razón…no hay motivo. Pero dime…¿qué esperas hacer en Baghdad? - Quizás quedarme un poco en lo que el califa deja de buscarnos y luego…marcharme. - ¿A dónde? - No lo sé. Si mi padre se entera que huí del califa no me permitirá regresar a mi reino. Cezar acarició levemente su rostro. - No te preocupes…si no te aceptan…puedes quedarte conmigo. Ella sonrió. - ¿Ah, sí? ¿Y en calidad de qué? - De lo que tú quieras, princesa- dijo él- he jurado salvaguardar tu integridad y eso voy a hacer…hasta que tú lo decidas. Fátima dudó. Las palabras de Cezar sólo podían incitarla. Llegaron por fin a Baghdad. Todo era deambular de gente, animales, cosas…los gritos de los muchachos en la plaza; las mujeres con cántaros o canastos sobre la cabeza o los pregones de la gente que vendía en el mercado. - Esto sólo es parte de mi pueblo, princesa. Se adentraron unas callejuelas más adentro. Gente pobre solicita la caridad de los viandantes y Cezar no se quedó atrás. - Tenga, pobre hombre. - Que Alá te bendiga, muchacho, y a tu dulce mujer… Fátima bajó los ojos. Cezar agradeció. Avanzaron hasta un conjunto de casas blancas de piedra que se encontraban colocadas en forma de tornillo en una esquina. - Son raras estas casas. - Quizás. Yo vivo en la más alta. Subieron lentamente con el caballo hasta llegar a la habitación más alta. Ahí descendieron de él con cuidado y entraron en la pequeña casa. - Es una casa muy humilde, princesa. Pero aquí nadie te hará daño. Se ve que tiene mucho que no vengo, ¿cierto? - Un poco dijo ella. Pero no te preocupes…te agradezco mucho que me hayas traído aquí. - Lo hice para salvarte la vida… El silencio los envolvió unos instantes. Luego, ella preguntó. - ¿Por qué los Hassasin nos protegen a las de la mariposa tatuada? - Dicen que llevarlas consigo trae buena suerte. Es un crimen lastimar a una de ellas, o siquiera tocarla… Ella lo miró con interés. - Entonces…soy algo así como…prohibida para ti, ¿no? Cezar notó en los ojos de ella cómo lo incitaba. Adivinaba que ella intentaba llegar a su corazón. Pero él conocía su lugar. La protegería del califa pero…¿quién la protegería de él si él mismo no sabía si podría controlarse? - Princesa…será mejor que…te vayas a descansar. Creo que hay algo de comer. Fátima se tornó seria. Ella consideraba que Cezar era frío como el hielo. Quizás no quería seducirla…quizás sólo ella se había ilusionado con él. La noche comenzaba a caer. Fátima se acercó. Cezar pulía un par de armas. Ella se quedó en silencio un momento y luego sirvió para él un poco de leche de coco. - Ven a merendar. No creo que te guste mucho pero es todo lo que pude preparar. Él sonrió y se acercó a beber el agua de las manos de la princesa. Ella se colocó cerca de él, y acarició sensual su cabeza con una de sus manos. Cezar entrecerró los ojos. Ella lo vio ponerse de pie y darle la espalda. - Cezar…perdóname…creo que no debí venir. No quise que me llevaras con el califa porque…quiero estar contigo. Sólo quiero ser tuya… Cezar suspiró hondamente. Luego se volvió frente a ella y le dijo: - ¿No te das cuenta, princesa, que si te tomo como tanto lo deseo, moriremos los dos? - Sí, lo sé pero…te amo tanto, Cezar, que no estoy dispuesta a aceptar que sea el califa quien me haga mujer…quiero que seas tú quien descubra…si es verdad que en el amor…se destilan mariposas…quiero que mis mariposas sean sólo para ti. El joven guerrero la tomó por la cintura y trató de besarla. - Yo te he deseado desde que te conocí…desde que te vi por primera vez, supe que no podría amar ya a otra mujer. Y a mí no me importaría que me mataran por estar a tu lado…pero tengo miedo por ti. - Dejemos que el destino diga la última palabra, Cezar- invitó.- Tú sólo…ámame esta noche… Cezar la tomó con fuerza por la espalda y mirándola con dulzura y deseo, la acarició y comenzó a besar lenta y apasionadamente. La llevó en brazos hasta una cama con almohadones y ahí la depositó con delicadeza. Las palabras ardientes y amorosas brotaron de sus labios: - Era verdad lo que dijiste…tus pestañas, del color de la noche, me hacen desear permanecer entre tus brazos…tus labios destilan miel que envenena y endulza- dijo, mientras comenzaba a acariciar su cintura- y tu cuerpo ondulante es promesa de amor y pasión insaciables… Ella le ofreció sus labios para que los devorara a placer. Las manos suaves entreabrieron su burda camisa para contemplar su pecho. Se incorporó ligeramente y comenzó a quitarse la fajilla roja de la cintura. - Esta noche…te entrego mi virginidad…soy quien debo quitarme esta prenda en señal de la entrega que hago de mi integridad en tus manos. Cezar besó la fajilla y la apartó doblándola aparte para entreabrir la prenda blanca de lino para sentir su piel desnuda dentro de ella. En adelante, se dedicó a recorrer con sus labios cada poro de su piel, besando, mordiendo…devorando…dejando ardientes marcas de saliva en su cuello y descendiendo lentamente por su espalda en el canal que lo llevaba hasta el final de la misma. Ella apartó sus cabellos y le permitió acceso a su cuerpo para disfrutarlo, mientras sentía cómo el interior de su piel se humedecía de deseo… Cezar la colocó bajo él y subiendo una de sus piernas le mostró lo que significaba tener a un hombre en total desnudez estrechándola. - Es mi cuerpo el que sientes…es mi ser el que calienta tu piel tan hermosa…son mis labios son los que besan y bañan tu vientre…¿sabes algo?- continuó, succionando hambriento sus pezones- te he visto desnuda, princesa… En otras circunstancias ella lo habría golpeado. Pero ahora estaba suficientemente desconectada para actuar de esa forma. Sólo podía sentir cómo las cimas de sus pechos se enardecían y su cuerpo llegaba a límites de placer insospechados. - Me aprendí tus pechos…tu vientre…todo tu cuerpo- susurró mientras acariciaba su vientre y sus dedos tocaban delicadamente los pliegues de su intimidad que estaba totalmente inundaba de calor y humedad. - Estás tan caliente, princesa- susurró Cezar, descendiendo entre sus muslos para probar aquella miel que se le ofrecía intensa y ferviente. Fátima perdió todo conocimiento de sí…sólo quería gozar de aquella forma de seducirla. Su lengua húmeda se introducía cual miembro viril hasta un punto de su cuerpo haciéndola gemir incesante y sonoramente. - Cezar…te amo…tómame…soy toda tuya… Cezar acarició aquel cuerpo de nueva cuenta y tras besar sus labios, fue colocando su virilidad tras acariciarla tan sólo con la mirada puesta en aquella mujer, para acariciar el umbral y notar el deseo en ella. Su piel estaba enrojecida y deseosa. - Tu carne me llama, princesa…tu piel me anhela y tu corazón me grita que me amas como yo a ti…-susurró- voy a llenarte de mi calor. Se fue adentrando con deseo y con ligera fuerza se enclavó en ella, quien se aferró a la espalda de Cezar encajando casi sus uñas…un beso fuerte en su cuello y un dolor que la hacía sentirse confundida. Cezar trató de ser tierno. Se contuvo y su rostro denotaba aquel placer que lo embargaba. - Oh…eres totalmente virgen…puedo sentir cómo tu cuerpo se entreabre por vez primera… Una presión aún más fuerte sirvió para adentrarse con mayor profundidad. Ella lanzó un leve grito pero entonces el placer comenzó a nacer con el contacto. Ella misma empujaba su cadera contra la de él…ver el rostro encendido de Cezar era como una fuerte satisfacción, un derroche de gozo incontenible. Cezar comenzó a moverse también poseyendo y llenando de placer a la princesa. Y ella entonces, comenzó a destilar mariposas de colores que volaban alrededor del cuerpo de Cezar. Volaban en torno a los dos, haciendo que sus cuerpos se reconocieran y fundieran totalmente. Ella le pedía más…Cezar se movía cadencioso para hacerla gozar. Y por fin, ella anunció el estallido de su piel mientras él contenía su éxtasis para dejar que ella mordiera su puño sintiendo que la noche estallaba en mil pedazos frente a ella. - Cezar… El guerrero se adentró aún más y dejó que su cuerpo estallara, derramando su esencia viril dentro de ella. El cansancio los envolvió. Cezar se recostó y acunó a la princesa entre sus brazos. - ¿No te arrepientes, Fátima? - Claro que no…ha sido hermoso…me siento tan feliz de sentirme mujer contigo…y siempre será así. - Perdóname por el dolor que has sentido…pero te prometo que la siguiente vez será aún más hermoso… Y con esa promesa, ambos se quedaron dormidos, esperando el amanecer…
Cap. 7 Era aún de madrugada cuando Fátima despertó. Había tenido una ligera pesadilla. Había visto cómo la sangre brotaba a borbotones de un cuerpo y un grito sordo la despertó. Se incorporó. Jadeó ligeramente. Luego se miró. Estaba junto a Cezar. Él despertó al sentir el cuerpo de Fátima apartarse un poco de él. - ¿Qué pasa, hermosa? Ella suspiró hondamente y recuperó la calma, abrazándose al cuerpo de Cezar. - Cezar…tuve una pesadilla horrible…vi sangre…un muerto. Cezar la estrechó contra su corazón y trató de tranquilizarla. - No te preocupes…ten confianza. Estamos juntos, tú y yo. Luego le preguntó. - Fátima…dime…¿te gustó? Creo que te causé dolor, ¿cierto? - Un poco, era normal. Pero después…sólo quería sentirte dentro… Él acarició sus labios. Ella correspondió con besos tibios. Los besos se fueron haciendo más intensos. Cezar la colocó bajo él, acorralándola. - Si me sigues besando así…no vamos a parar de amarnos este día… - ¿Es tan malo eso? - No, cielo- dijo él- sólo que…quizás tengas hambre… - Sí tengo…pero también tengo hambre de ti… Cezar dijo sobre sus labios. - Tú no eres una princesa…eres toda una reina…y eres toda mía. Con un beso suave y una caricia furtiva en su intimidad, acarició levemente su cuerpo y se adentró despacio. Los movimientos de él eran precisos y continuados. Ella comenzaba a gemir dulcemente ante sus embestidas. Fátima lo acariciaba tratando de recuperar la calma y poco a poco fue oprimiendo sus caderas contra él para incrementar el placer. Entonces, él decidió acomodarla sobre sí y le fue mostrando la forma más excitante de moverse sobre su cuerpo…de cabalgarlo como una amazona. Las caricias de Cezar eran fuertes y poderosas. El placer de ella se incrementaba hasta que por fin el valle de gozo se hizo tan extenso que ella supo que al cruzarlo, ya no habría marcha atrás. Y extendió sus alas, como una mariposa. Y dejó que el placer la envolviera en su vorágine para vivir la metamorfosis del éxtasis…y convertirse en esa “flor que vuela” en brazos del amor, sostenida por quien la mantenía erguida y de los movimientos que la mecían dulcemente. Cezar besó su vientre…sintió el placer que la embargaba y tras escuchar el grito de gozo que emitía, él descargó su esencia bañándola por dentro, refrescando su interior, calmando sus ansias y su piel ardiente. Ella se recostó junto a él. Había vivido una dulce transformación. Había madurado. Y él había conocido algo más fuerte que la venganza y la muerte. En la mañana, Cezar acarició su rostro. No quería apartarse de ella, pero quería prepararle algo. Cuando ella despertó, el desayuno ya estaba listo. Ella se levantó, cubierta con una mantilla de seda solamente, trasluciendo su cuerpo. Cezar apreció su belleza y le ofreció el alimento. - ¿Qué haremos hoy, Cezar? - Descansar, linda. Pensar en lo que viene. Yo voy a vigilar que no haya cómplices del califa y tú puedes hacer lo que gustes. Te explicaré cómo vivimos aquí. Te compraré ropa y podrás mezclarte con la gente de mi pueblo. - Me encanta la idea. Quiero ser una como ellas…una como tú. - Ya lo eres…porque eres mía…y pronto seremos esposos…si tú quieres… Ella sonrió mientras besaba las manos de su hombre. En el transcurso del día, rieron, arreglaron la pequeña casa, bañaron el caballo. Ella aprendió a montar y escuchó de sus labios leyendas e historias mágicas que la hicieran soñar y ser feliz. - Pero yo…soy protagonista de la más hermosa historia de amor que he conocido. Tú y yo seremos protagonistas de una dulce leyenda de pasión y amor… - Sí…te amo tanto, Cezar. Y llegó de nuevo la noche, encontrándolos desnudos y abrazados. Pero el peligro se aproximaba sin que lo sintieran…
ULTIMO CAPITULO Cezar despertó con una ligera opresión en el pecho. Estaba nervioso, no se sentía muy tranquilo, a pesar de que trató de inspirar confianza en Fátima. La ciudad comenzó su rutina de ruidos cotidianos. Los mercaderes de joyas, telas, especias, vino, esclavos…todos deambulaban por las callejuelas. Los animales de carga transitaban a empellones. Las mujeres y hombres que trabajaban o robaban también lo hacían. Fátima se levantó, vistió y salió hacia la noria a tomar agua para las labores. Al llegar, muchas mujeres cuchicheaban entre sí. - Es la mujer de ese muchacho tan raro que vive en la casa más alta de las afueras. Es muy bonita… - Sí, lo es, a pesar de estar cubierta con el velo, sus ojos se ven muy dulces. - Ojalá que no vaya a haber algún problema aquí por su causa. Ella hacía casi omiso a los murmullos. No sabía hacer muchas cosas pero trató de aprender con lo poco que Cezar le había explicado. Al llegar vio pasar varios caballos con hombres cubiertos hasta la nariz. Eran soldados del califa. - ¿Será normal que éstos hombres estén aquí? Trató de no tener miedo y de no despertar sospechas y entró en la casa. Cezar fue a una herrería a trabajar. Volvió al mediodía y cuando llegó, abrazó a Fátima. - Linda…¿viste lo que yo? - Soldados del califa… - Sí…quizás sólo están en campaña y hayan venido a comprar armas. - ¿Crees que te reconozcan? - No lo sé. Trataré de evadirlos para que no me vean. Comía algunas tortillas de harina y miel al lado de ella. - Saben delicioso. - No mientas- dijo ella- más de dos se han quemado. Él sonrió. - No te preocupes…esta miel no es tan dulce como la de tus labios y tu cuerpo… - Ahora no, Cezar…en la noche… - Está bien…es que estoy ansioso…tus ojos llenan de ansiedad todo mi ser… Le dio un suave y ardoroso beso en los labios, cuando escucharon un caballo acercarse a la casa. Cezar se asomó. Era un Hassasin que venía herido. El muchacho le pidió a Fátima que lo ayudara a bajarlo del caballo. Llevó agua y lo atendieron inmediatamente. - ¿Quién te hirió? - Un soldado del califa. Me reconoció. Los soldados no nos quieren, Cezar. Los Hassasin ya no somos del agrado de su soberano. - Lo temía. Ya nos lo habían advertido. Ven, reposa y quédate. En cuanto te sientas bien, volveremos para la batalla frontal. Fátima lo atendió lo mejor que pudo. Aquel hombre les contó lo que el califa tenía pensado hacer. - Sus enemigos han sido puestos prisioneros y en breve marchará a Medina para celebrar. Supongo que ella es… - Sí- dijo Cezar- no podía dejar que fuera a su encuentro. La amo y no se la dejaré al califa, aunque me muera. - Pero…a ella también la mataría. Ella contestó, valientemente. - No me importa morir junto a él…lo amo también. El hombre permaneció dos días y dos noches, hasta que, justo en la madrugada marchó sin ser visto. Cezar despertó aquella mañana con Fátima en los brazos, cuando notaron que ese hombre ya no estaba. - ¿Por qué se habrá marchado, si todavía no estaba bien? - Quizás tuvo visiones del futuro, linda. Tal vez pudo ver que el califa ya viene. Si es así…tú y yo también debemos marchar hacia allá y enfrentarlo. Mis hermanos irán allí, tal vez… Ella tomó un poco de hachís y se lo ofreció. - Toma…para que puedas tener visiones. Él negó. - No quiero saber lo que va a suceder…prometí que no lo bebería porque no quiero prever el futuro… - Es necesario, sólo para que sepas si tu gente estará allá. Cezar aceptó y en breve pudo ver que los Hassasin se lanzaban contra los soldados del califa. Entonces, despertó. - Vamos, Fátima, enfrentaré al califa y a su gente. Mis hermanos Hassasin lo harán. Y yo me enfrentaré por ti y por mi gente también. Ella sonrió y luego lo abrazó con fuerza, como sintiendo que sería tal vez la última. El camino a Medina se tornó un poco difícil. Pero tomaron un atajo y llegaron antes que los soldados del califa. En cuanto éste arribó con sus esbirros, sonrió satisfecho. Su favorita estaba ya allí, esperándolo. Cezar se adelantó y fingió. - Mi señor…aquí está la princesa…como te lo prometí. El califa descendió de su asiento y dijo a Cezar: - Sabía que lo harías…por eso te la confié. ¿Tienes algo que pedirme por haber cumplido con tu deber? Te daré lo que sea… Cezar miró a todos. Tenía miedo. Su gente no se veía por ninguna parte. Se armó de valor y pidió: - Por haber venido a traerla…te pido…la mano de tu favorita…en matrimonio… El califa montó en cólera. - ¿Te das cuenta de lo que has pedido? - Sí…lo sé…te la pido…no porque sea un dádiva. Es mi derecho…porque ella…es mi mujer. Ella se abrazó a Cezar. El califa estaba lleno de rabia. - Ordenaré que mi gente te corte la cabeza. Cezar escuchó un leve ruido que le era sumamente conocido. - No podrán cumplir tu orden, no hasta que tú hayas muerto… Entonces los Hassasin salieron de sus escondites y se lanzaron contra los soldados del califa, generando mortandad entre ellos. Los soldados caían envenenados o heridos mortalmente. El califa se quedó casi solo. Hasta que gritó: - ¡A ellos! Diez Hassasin salieron de sus escondites, defendiendo al califa. - Ellos están conmigo…el resto de tu gente se puede pudrir en el infierno. No sólo ellos me defenderán. Hay más que lo harán…y ahora…acabarán contigo … Cezar combatió contra ellos. El muchacho dijo a uno: - Hermano…tú sabes que no puedes servir a este hombre. Sé que eres un asesino en potencia. Pero no uses tu veneno mortal conmigo. Somos hermanos de causa. No te vendas a ese hombre. - Tú no me vas a decir lo que haga. Estoy del lado del poder…así que…muere ahora. Un cuchillo se clavó cerca del corazón de Cezar. Los Hassasin intentaron ir por la princesa pero ella se lanzó sobre Cezar y con su velo envolvió el cuerpo del muchacho. Ambos quedaron bajo el velo, estrechados. Cuando los Hassasin se acercaron, una crisálida endurecida envolvía el cuerpo de los amantes, de suerte que nadie la podía abrir. La crisálida se resquebrajó y de ahí salió una mariposa grande con alas blancas teñidas de negro que salió volando de la ciudad y se posó sobre el templo más importante de Medina. El califa fue muerto entonces por otro Hassasin . Aquellos hombres se inclinaron, haciendo honor a aquel hermano suyo… Y desde entonces, se dice que cuando aparecen mariposas blancas teñidas de negro, nuevos amantes se encontrarán y disfrutarán de su felicidad. Esas mariposas son de buen augurio. Y aquí, hay muchas ahora…-dijo aquel hombre que contaba la leyenda. - ¿Y qué pasó con Fátima y Cezar? ¿Murieron? - Ha sido ya todo, pequeño- dijo el hombre terminando de narrar la leyenda.- Suban. La hostería tiene buen vino, comida y buena cama. Los huéspedes se acomodaron en las habitaciones. El niño sonrió gentilmente, dejando unas monedas a aquel hombre que los había divertido con la historia. El hombre subió a otra habitación. Una hermosa mujer se le acercó, cuyo vientre denotaba el tiempo de gestación que llevaba encima. - Escuché desde arriba la leyenda…esta vez lo hiciste mucho mejor… - Cada día mi inspiración crece…-contestó. Un beso suave le dio la respuesta. El hombre tocó su vientre. - Pronto llegará nuestro hijo- señaló ella.- Quizás sea un guerrero, como su padre. - O quizás, una princesa de las mariposas, como su madre…-dijo él. - Cezar…te amo con toda mi alma… - Yo también, Fátima, mi princesa del amor FIN