One-shot de Pokémon - La historia tras el uniforme

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Este one-shot es para la actividad "En la mente de un criminal".

LA HISTORIA TRAS EL UNIFORME​

Hacía tiempo que nadie pronunciaba su nombre, de hecho casi le costaba recordarlo, siempre se dirigían a él como “recluta” y aquello al principio le agradaba, pero ahora le hacía sentir como que había abandonado de todo lo que era anteriormente. Era Mathew Stephart, un chico que decidió unirse al Equipo Magma porque no tenía nada, ya no le quedaba nada. Pensar en aquello le causaba dolor, pero era inevitable hacerlo, porque tenía que estar horas y horas ahí, montando guardia, mientras el jefe terminaba de ultimar su plan.

La única verdadera compañía que tenía eran sus dos preciados pokémon, un Zubat al que había apodado Zu-zu y un Poochyena al cual todavía no le había puesto un mote, porque lo había capturado recientemente. Le divertía a veces sacarlos de las pokéball y dejar que jugasen, entre ellos, la felicidad que manaban le recordaba a una felicidad lejana, a algo que él tuvo alguna vez, pero que ahora ya no formaría parte de su vida nunca más.

Miró al recluta que tenía en frente y pensó que era muy triste no conocer el nombre de su compañero, pero supongo que aquello lo hacía más fácil, si entablasen amistad y algo ocurriese sería doloroso para él, así al menos no sentiría ese dolor.

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Años atrás…

— ¡No eres capaz ni siquiera de atrapar un triste pokémon! ¡Eres una vergüenza para la familia! —le decía su padre el cual estaba considerablemente alterado y eso alteraba también al pequeño Mat.

— ¡Yo no soy como tú padre! ¡Nunca lo seré! ¡Si querías una réplica de ti mismo te hubieses clonado!

— ¡Cómo te atreves a replicarle a tu padre!

En ese momento sintió la bofetada de su padre, pero el tiempo y las repetidas veces que había sucedido la misma escena le había enseñado a que ya no había dolor. Observó el Sableye de su padre, el cual se reía de él. Era cierto lo que había escuchado, las malas personas son capaces de criar a pokémon que acaben siendo malos. Aquel Sableye había sido el primer pokémon de su padre y ahora era un monstruo como él, odiaba a su padre y se repetía muchas veces que dejaría aquel hogar en cuanto tuviese oportunidad.

Después de aquella escena con su padre, fue a dar un paseo por el pueblo, a ver si encontraba alguna cara sonriente que le hiciese olvidar lo que había pasado. Pero nada más lejos de la realidad, toda la gente le miraba y después le huía con la mirada, todos temían a su padre, sabían que era una mala persona y sabían que los moratones de su cuerpo se debían a su mal carácter.

En el paseo pudo presenciar una escena que le dejó petrificado. Era una persona que estaba liberando pokémon, parecía que no le servían y que los dejaba libres. Aquello siempre le había parecido aberrante, ya que si no deseas un pokémon, ¿Para qué le niegas la libertad en un principio?

Mientras estaba sumido en sus pensamientos, algo chocó contra él, era un pokémon, recordaba su nombre, era un Zubat. Parecía estar confuso, era uno de los que había liberado aquel desalmado, estaba desorientado y triste. Se notaba que aquella criatura quería a su entrenador, pero el cariño no era mutuo.

Entonces, lo vio, vio lo que tenía que hacer. Cogió aquel Zubat y lo miró fijamente.

— ¿Quieres ser mi primer pokémon? —le dijo muy seriamente.

Aquel Zubat emitió un sonido que parecía de alegría, que Mat interpretó como un sí. En respuesta Mat asintió, sonriendo de oreja a oreja. Hacía mucho que no sonreía, así que le dolió un poco el hacerlo.

— Te llamaré Zu-zu, ¿Qué te parece?

El pokémon volvió a emitir otro sonido de alegría y Mat supuso que estaba conforme con su mote, era un buen mote.

En ese momento, un rayo de esperanza cruzó su mirada, pensó en ir a su casa y enseñarle a su padre aquel Zubat, aquel pokémon que ahora era suyo, si lo hacía seguramente se quedaría muy asombrado y estaría orgulloso de él, porque por fin tendría un pokémon y podría ser como esos niños que emprenden su aventura. Aunque pronto su esperanza se apagó, sabía que su padre no era así, sabía que no estaría orgulloso, sabía que pondría cualquier pega por aquel pokémon.

Pero Mathew sabía algo con absoluta certeza, podía ser que aquel pokémon no fuese el más fuerte del mundo, pero era el suyo, así que le daría todo su cariño mientras él quisiese estar con él.

Cogió una de las pokéball que siempre llevaba consigo y le dijo a Zu-zu amablemente que entrase en ellas. Siguió con su paseo, pensando en las muchas aventuras que viviría con su pokémon. Pero mientras paseaba, vio algo que le llamó la atención en el tablón de anuncios, un cartel que rezaba: “Se buscan reclutas – Equipo Magma”. Sí, esa era su oportunidad, ahora que tenía un pokémon podría unirse a ese grupo y vivir miles de aventuras lejos del horror que había vivido en el pasado.

Pensó en volver a casa a despedirse, pero no serviría de nada, así que, simplemente se fue.

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Después de que aquel recuerdo le inundase, pensó en que no tenía importancia que nadie conociese su nombre, porque él ya no era Mathew, él ahora era un recluta, quizás algún día dejase de serlo, pero ya no volvería a ser aquella persona, ya no, sería una persona nueva, alguien que de verdad quisiese a sus pokémon.

— Recluta, ¿Ha pasado alguien por aquí? —uno de los líderes le habló a Mathew.

— No señor, no ha pasado nadie, si viene alguien se les informará, no se preocupen.

— Muy bien recluta.

Aquella era su causa, quizás no fuese la más adecuada, pero era la suya. Era su propia aventura, la que él había elegido, o quizás, la que le habían obligado a elegir, quién sabe.