La historia que ella dejó atrás [Escritos por la paz]

Capitulo único ​

Son las dos de la madrugada, y como de costumbre mi hija se levanta sedienta por un vaso de leche. Nunca entendí muy bien su metabolismo pero mi mujer suele decir que es apenas una fase, luego dejará de hacerlo.

— Ah, papá. — Se sorprende el verme pero no mucho después salta en mis brazos. Su espontaneidad empieza a destrozar mi espalda, ¿Pero qué uno no hace por sus hijos? Por mí que me duela la espalda el resto de mi vida, la cargaría hasta el final de los tiempos si hiciera falta.

— Dime pesadilla, ¿Qué pasa?— Su carita se arruga al escuchar la palabra "pesadilla". Odia cuando la llamo así, me hace tanta gracia que apenas puedo contener la risa.

— ¡Papá pesato!

— Se dice pesado, — la corrijo luego de reprocharle, soy su padre, hay que respetarme.

— Lo siento, no volveré a llamarte así.— Dice alejándose de mí.

— Buena chica.— Sonrío con orgullo, mis manos se van a sus cabellos, lo acaricio con todo el cuidado del mundo.— Buenas noches, mi pesadilla.

Doy la vuelta pero sus manitas me detienen, puedo adivinar que me pedirá a continuación:

— Papá....

— ¿Sí pesadilla?— Vuelve a arrugar la cara, sí sigue así terminará como una uva pasa.— Quiero decir ¿Sí cariño?

— ¿Me cuentas la historia de la abuela? — Veo como cruza los brazos a espera de una respuesta, sin duda la historia de la abuela es una de sus favoritas.

Es una de las mías también.

— Bien, te la contaré otra vez sí antes me prometes algo.

— ¿Qué? Dime, dime.— coge su sillita de plástico favorita antes de volver a mirarme. Puedo ver lo emocionada que está.

— Te lo diré una vez que se acabe el cuento.

— ¡Jo! Que no sea para que coma cebollas, no me gustan las cebollas.

— No, no era eso pero, me has dado una muy buena idea.— sonrío con cara malévola, ella casi se me cae encima. — ¡Sh! Así despertarás a mamá.

— Lo siento...— susurra.— Ahora empieza la historia.

— Bien,bien.— La observo durante un rato a propósito antes de empezar.— Érase una vez...

"Hace mucho, mucho tiempo en un mundo no muy distinto a ese, había una hermosa niña con cara de ángel y corazón de pluma. Pero, sin importar lo hermosa que fuese y lo amable que era nadie se le acercaba. La pobre era muy solitaria.

Muchos la admiraban de lejos pero nadie tuvo el coraje suficiente para saludarla. Hasta que un día, un niño de casualidad se le acercó y preguntó:

— ¿Oye, por qué estas sola? ¿No quieres jugar con los demás?

Entonces, la niña sorprendida lo encaró por un rato antes de responder con honestidad:

— Porque no me invitaron.— La respuesta fue tan sincera que al niño le hizo sonreír.

— Tonta, deberías haber ido hablarles.— El niño la advirtió, pero como se olvidaba de algo preguntó.— ¿Cómo te llamas?

— Paz.— Dice con una ancha sonrisa luego de seguirle el paso.— Me llamo paz.

— Yo me llamo hipocresía.— Responde el niño también con otra sonrisa, y juntos fueron hacía los demás niños.

Así que llegaron al circulo de amigos Paz fue bien recibida por todos, al igual que el niño llamado Hipocresía. Jugaron a muchísimos juegos, hablaron sobre dibujos y de lo genial que es el colegio, pero, Paz se dio cuenta de que la alejaban con el tiempo.

Hipocresía dándose cuenta de ello le preguntó:

— ¿Paz? ¿Qué ocurre?

Entonces, ella mirándole triste respondió con melancolía — Muy pocos hablan conmigo, y la gran mayoría se desagrada cuando digo lo que pienso sobre ellos.
Se enfadan cuando digo que todos los colores de la piel son hermosos, unos piensan que la piel blanca es hermosa y otros que la negra no. ¡Pero se equivocan! Son hermosas las dos, no entiendo porque piensan así.
También se enfadan cuando digo que compartan cosas, dicen que unos tienen más privilegios que otros y sus cosas no se deben compartir. También se enfadan cuando digo que somos los mismos, me reprochan con excusas como: Yo soy de otro país, soy mejor. ¿Pero es qué acaso no somos humanos? Y cuando digo sobre lo malo que es tener objetos peligrosos que pueden hacer daño, los demás alejan la mirada. No quieren deshacerse de ellos, no confían en nada.

Hipocresía la observa por un rato antes de responder:

— Eso es porque eres demasiado perfecta.— La advierte.— ¿Por qué no eres como yo? Si te callas es mejor.

— Pero eso no está bien.— dice Paz sin estar de acuerdo.

— Bueno, entonces te lo pierdes.— hipocresía da de hombros antes de irse.

Y así fue, como la Paz fue olvidada una vez más."

¡Ding! ¡Dong! !Ding! ¡Dong!​

— Oh, se acabó el tiempo.— Digo aun viendo la curiosidad estampada en la cara de todos los niños en clase. Muchos salen corriendo contentos de por fin poder irse a casa, mientras que otros esperan pacientemente a que yo termine mi charla.

— ¿Señora? — Uno de los niños alza la voz.

— ¿Sí?

— ¿Y que pasó con la Paz? — Pregunta curioso, todos los que se quedaran también esperan una respuesta.

— Jojo, eso también me gustaría saber.— Respondo mirando a la profesora, ella asiente con la cabeza, sabe que necesitaré algo más de tiempo para explicarles todo.— Mi papá nunca terminó de contarme la historia, los finales nunca le gustaran.

— ¿Entonces no se acaba?— Pregunta otro niño.

— Claro que no.— Vuelvo a decir.— Pero ¿No es maravilloso saber que no hay un final? ¿No les da alegría saber que siempre podéis encontrar la paz?

— No lo entiendo.— Dicen los que quedan.

— No hay que preocuparse por ello ahora, lo entenderán algún día.— Aseguro con ganas.—Sí sois buenos niños, y tratáis a la gente con el respeto que se merecen harán que Paz sea más feliz.— Cojo mi bolsa sobre la mesa de la profesora antes de seguir — ¿Quieren ser amigo de la Paz o de la Hipocresía?— los aliento con voz enérgica.

— ¡DE LA PAZ!— Chillan fuerte.

— ¡Muy bien!— Entrego a cada uno de ellos una piruleta de corazón como regalo. — Hasta luego.

— ¡Hasta luego!— Dijeron todos a unisono gracias a la advertencia de la profesora. Eran una hermosura.

— ¿Y bien?— No mucho después la profesora se me acerca curiosa — ¿Y la promesa?

— ¿La promesa?— Repito la pregunta antes de darme cuenta a donde quería llegar.— Ah, quieres decir la promesa de mi padre.

— Sí, ¿Qué fue?

— Bien, él apenas me dijo que fuera una buena niña, lo típico.— Acaricio las canas de mi pelo antes de seguir.— Y por supuesto, me dijo también que no hacía falta que cambiase el mundo entero pero, al menos que intentase hacerlo con la pequeña parte que me toca.

— Su padre era un buen hombre.

— Sí, pero la abuela era mejor.— reflexiono por unos momentos.— Al final, esta es la historia que ella dejó atrás. ¿Bonita no crees? — Me despido con una débil sonrisa sin esperar una respuesta, jamás me cansaba de hacer charlas y más charlas sobre la paz.

"¿Qué piensas papá? ¿Estarás orgulloso de mí ahora? ¿Y tú abuela?¿Al fin pudiste descansar después de tanto sufrimiento por la guerra?" Pienso para mí misma mientras voy hacía la estación de tren.

Seguro que sí.