Microrrelato La granja [Pidamos dulces 2.0]

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De: Liza White

La granja [354 palabras]
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Cuenta la leyenda que en una antigua granja de Illinois, en Estados Unidos, habitaba un anciano.

Antiguamente, el hombre vivía junto a su querida esposa. Ambos cuidaban los animales y tenían unos pequeños cultivos con los que podían permitirse una humilde pero feliz vida. Eran muy conocidos por el vecindario debido a su gran amabilidad y bondad. Siempre recibían a los visitantes con una sonrisa y no tenían ningún problema en prestar su casa para un viajero perdido.

Cómo de drástico puede ser un cambio cuando alguien nos abandona, ¿no?

La mujer del anciano enfermó muy gravemente y en muy pocas semanas yació inerte en su cama, una mañana que su débil cuerpo no pudo aguantar más vivir.

El hombre, que amaba con locura a su mujer, se hundió en la miseria. Desde el entierro de su esposa se encerró en la granja y no volvió a salir. No abrió la puerta a ningún visitante que quería dar su pésame, no volvió a cuidar ni el ganado ni las plantaciones y, tristemente, tampoco se cuidó a sí mismo.

Se convirtió en un hombre huraño, solo salía de su casa para echar a los que se acercasen a su granja y comprar lo básico. Su nombre pasó de ser halagado a ser temido y criticado.

Y para acrecentar esa sensación de odio y alejar aún más a los habitantes del pueblo, el hombre decidió clavar en la puerta de su granja un espantapájaros algo peculiar, pues su cabeza se trataba de una siniestra calabaza que unido al ambiente desolador y melancólico del lugar provocan escalofríos al que intente acerarse.

Se dice también que un grupo de niños traviesos intentaron entrar a la casa para gastarle una broma al anciano pero que nunca más volvieron a salir.

Se cuenta que la calabaza mantiene el alma de la esposa que atrae jóvenes inocentes al lugar para así alimentarse de ellos y que nunca serían recordados.

Algunos hablan también de que el hombre se volvió loco y acabó suicidándose delante de la estatua de paja.

Muchas leyendas rodean al temible espantapájaros.

Pero las leyendas son solo leyendas, ¿no?