Yo soy la espada más poderosa de este mundo. Pero no puedo cortar a nadie. El frío acero permanece intacto, carente de sangre que lo manche. Y aun así, acá sigo, esperando a que todo cambie. ¿De qué sirve una espada que no puede cortar? Solo soy un adorno en este mundo, un complemento que lo hace ver mejor. Estoy cansado de todo esto, siento que me desperdicio. Atrapado en esta bella funda, sin un propósito que me haga ser mejor. Veo las batallas desde lejos. Emocionado por logros ajenos. Gritos y estallidos se escuchan desde acá. Quiero alcanzarlos, ser parte de esto. Después de todo, soy una espada. Una espada que no puede cortar. Atrapada en esta horrible funda de oro. Y sin posibilidad de triunfar. Quizá me rompa a la primera batalla. Quizá me convierta en el arma de un increíble espadachín. Al final nunca lo sabré. Porque mi destino es ser solo un adorno nada más. No corto. No mato. No siento. Después de todo, yo solo soy… Una espada que no puede cortar.
Que sad. Si tan solo todos los objetos que existen de adorno sin la posibilidad de cumplir su objetivo original pudiesen hablar. Lo interesante de humanizar tan bien a la espada es que facilita al lector a identificarse, a empatizar con la sensación de tener un destino, un propósito, pero vivir encerrado lejos de cualquier posibilidad de cunplirlo. Has expresado bien esta idea con una metáfora muy apropiada y en un escrito fácil de leer, seguir y comprender. Buen trabajo.