La Despedida

Me someto a este apetitoso sueño eterno
en este frío, gélido y polar día de invierno.
Las lágrimas se deslizan por sus rostros,
como solitarias rocas mojadas de calostros.

Ahora todos lloran por mi larga ausencia,
por no poder sentir otra vez mi esencia.
¿Es que no sabéis que aún no me he ido?
¿Por qué pensáis que ya he fallecido?

Tenéis una larga y tonta venda en los ojos
que hace que no me veáis, provocando lloros.
Yo os consuelo, yo os cantaré y amaré,
pues no hay venda mas fuerte que tu fe.

No puedo quemar vuestra sangre renegrida
pero sanaré vuestro triste alma adolorida,
porque aunque quede la marca de espinas
conseguiré borrar las más graves heridas.

Veo que no puedo romper estas fuertes cadenas
y tengo que asumir esta eterna condena,
pero tengo la esperanza de que rompí la mentira,
a eso a lo que vosotros llamáis la despedida.