Historia corta La Decisión

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Sonia de Arnau, 11 Marzo 2018.

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    Sonia de Arnau

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    Título:
    La Decisión
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    510
    Advertencia: Esta historia puede contener escenas no aptas para algunas personas y puede afectar la sensibilidad de algunos lectores, por lo que se recomienda discreción. Es una historia corta que consta de cuatro partes.


    Sinopsis:
    Él la traicionó… y ella debe tomar una decisión.


    Parte 1 [Infidelidad]


    Las lágrimas fluían como si fuera un riachuelo cristalino, empapando sus mejillas. Lloraba por aquel marchito amor, sufriendo y con el corazón amargado por aquel hombre con quien dio voto matrimonial. A quien prometió respetaría y amaría en salud y enfermedad. Alzó las manos y se las llevó a sus húmedos e hinchados ojos, se limpió las lágrimas de agonía desconsolada. Intentó calmar sus lamentos.

    Debía componer la compostura.

    No era el final. No todavía.

    Bien sabía que los amores que mostraban muchos cuentos de hadas no eran reales. Sin embargo, cuando lo conoció, se enamoró profundamente a tal punto de prometer amarlo hasta el final; en lo bueno y en lo malo. ¿Y él? Había creído ilusamente que quizás su vida matrimonial sería feliz, o por lo menos sería casi perfecta. ¡Cuál crédula había sido!

    A lo lejos escuchó el ruido del motor de un automóvil. Éste incrementó más y más lo que indicaba que se acercaba a la casa. Y fue así, el vehículo se estacionó y, segundos después ella escuchó que alguien bajaba del mismo, cerraba la puerta tras de sí y llamaron a la puerta.

    Esa persona tocó una, dos, hasta tres veces pero ella no tenía ni las fuerzas para levantarse de donde estaba. Estaba completamente destrozada. Debía tratarse del mejor amigo de su esposo porque lo había llamado minutos antes para desahogar sus penas. Odiaba profundamente haber sido engañada y usada por la persona que pensó le sería fiel el resto de los días. Se sintió burlada por la persona que amó, que amaba y seguiría amando.

    No tenía fuerzas para ponerse de pie y mucho menos para caminar por al casa y abrir la puerta. No fue necesario que lo hiciera pues enseguida escuchó la entrada ser abierta y luego cerrarse.

    —¡Amy! ¿Estás aquí? —escuchó la voz de su amigo, Ronald.

    —¡En el cuarto! —gritó con la voz trastrabillando.

    Ronald rápidamente se encaminó por el largo pasillo para detenerse al final cuando divisó la puerta de una habitación abierta.

    —Aquí estoy —mencionó Amy.

    Él ingresó y se acercó a ella, la miró por unos minutos, y se compadeció de verla en aquel estado. Estaba completamente desbastada. Allí, en a aquella habitación vacía y a la que con ilusión decorarían para su primer hijo. Ronald la miró con ternura. A su vez, ella levantó los ya rojizos ojos de tanto llorar y observó con abatimiento al recién llegado.

    Él no dijo nada. No existían palabras de consuelo que decirle para calmar los tormentosos sentimientos que ella experimentaba. Tan solo se arrodilló para darle un abrazo y apoyarla, por ahora, con eso. Ella recibió con gusto el caluroso abrazo de él, después de todo deseaba consuelo y él se lo daría.
     
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    Sonia de Arnau

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    4
     
    Palabras:
    489
    Parte 2 [Recuerdos]


    —¿Lo perdonarías? —preguntó Ronald minutos después.

    Ella no dudo ni un minuto en responder, asintió, aun tenía la esperanza (una muerta en realidad) de que su marido le pediría perdón y que volverían a estar juntos. Amándose de nuevo.

    —Sí, lo haría, Ronald —contestó—. Lo haría sí él me lo pidiera. Si me dijera lo arrepentido que se encuentra, yo... definitivamente lo perdonaría. Pero…

    Desvió la vista al cuarto de enfrente, la que se mantenía cerrada; aquella era la habitación en donde ella y su amado habían pasado noches apasionadas, desenfrenadas e intimas llenas de amor... o ella pensó que eran por amor. ¿No lo habría sido? Pensar en la posible respuesta la abrumó todavía más.

    —Pero —susurró—, ¿y si…? ¿Y si es demasiado tarde? —Se tapó el rostro con las manos y soltó un débil—: Ronald, no sé que hacer.

    Ronald bajó la mirada discretamente, afligido por la respuesta de ella. Muy dentro de él esperaba escucharla decir que no perdonaría. Que ya había sido demasiado tarde y, que era mejor continuar, divorciarse y hacer otra vida; encontrar a un hombre que la haga igual o más feliz. Era lo que él deseaba escuchar.

    Sin embargo, estaba consciente que Amy amaba a su amigo, por eso lo había elegido como esposo. Por su parte, él la amaba a ella desenfrenadamente desde que su amigo se la presentó. Cayó siendo presa por el amor. La amaba en secreto y fue por ese amor que cuando se enteró, un par de días atrás, que él estaba teniendo una relación amorosa con una compañera de trabajo, vio aquello como la oportunidad perfecta para demostrarle a Amy el canalla de esposo que tenía.

    Él había organizado todo, junto con una amiga en común, para que Amy fuera a dar una vuelta exactamente el día y la hora precisa en que su marido y su amante habían quedado en reunirse. Fue de esa forma en que Amy se enteró de que su esposo le era infiel.

    Sí, había sido una treta deshonrosa.

    Sin embargo, ella debía enterarse de la infidelidad de él.

    «Es un descarado, ya no lo perdones.» pensó Ronald, con la garganta quemándole porque estaba deseoso de hacérselo saber «Ya no lo perdones, olvídalo y veme a mí. Yo sin duda te amaré y respetaré por toda la eternidad.»

    —Una taza de café hará bien —dijo al final—. Iré a preparar café.

    —No hay —contestó ella mientras lo observaba—. A él nunca le gustó el café, así que no tenemos ni cafetera.

    —Ah, es cierto. Entonces iré a la tienda a comprar café instantáneo —Se acercó a la puerta sin dejar de mirarla, ya se le veía más serena, se alegró un poco—. Tú tranquila que hablando se arreglarán las cosas... ya verás.

    Ella asintió y él salió.

    «Sí, tienes razón.» pensó mientras asentía a las palabras de Ronald.
     
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    Parte 3 [Decisión]


    Una vez que el varón dejó la habitación y tras saber que él se hubo ido al escuchar el motor del auto encenderse y arrancar, Amy se dijo en susurro:

    —Existe solo dos cosas por hacer; perdonarlo o no.

    Levantó la vista al techo, pensativa.

    ¿Qué debía hacer? Cerró los ojos y derramó una lágrima, la última que dejaría escapar. Era cierto, le dolía mucho la decisión que iba a tomar.

    En realidad, no encontraba otra buena solución. Su mente era un caos.

    Se levantó de la silla y caminó a paso lento hacia la puerta, se detuvo bajo el umbral, contempló la puerta cerrada de su habitación. Se acercó aquella blanca puerta y recargó la frente sobre ella. Comenzó a meditar en lo que estaba a punto de hacer y estaba consciente que no habría vuelta atrás.

    Un poco titubeante, agarró el picaporte y mirándolo, recordó la noche de ayer. Esa misma tarde en que descubrió la enorme traición de su esposo.

    Cuando llegó al lugar de encuentro, ella fue testigo, en primera fila, de como él besaba apasionadamente a la otra mujer. Su vista no la engañaba. Era él, sin duda era su esposo. Sentimientos encontrados la invadieron. Al principio se excusó con un sinfín de pretextos. Mas no era así, ella lo sabía. Fue traicionada por el hombre que amaba. Pero las miradas coquetas que se lanzaban ellos le indicaron que aquella relación no era del momento, se había formado hace mucho.

    Era la cruda realidad.

    Con el corazón completamente destrozado se dirigió a su hogar. Las traicioneras lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos, las que aunque limpiara con tanta insistencia seguían saliendo de ellos.

    Una vez en el refugio de su hogar, intentó tranquilizarse y pensar; pensó mucho. Respiró profundamente. Antes que nada necesitaba una explicación, necesitaba escuchar esa verdad de la propia boca de él. Por esa misma razón, lo esperó y no solo eso, le preparó una gran cena esperanzada de que cuando llegara él se diera cuanta cuanto lo amaba, y, también esperaba que culpabilidad naciera de él.

    No obstante, aquellas expectativas cayeron cuando él ingresó a la casa, la saludó, contó vagamente como le fue en su trabajo, se quitó los zapatos, tomó asiento, alagó la excelente comida y comenzó a comer sin decir una palabra más.

    Amy estaba ansiosa de escucharlo. Necesitaba escucharlo.

    "¿Dónde estabas?" se atrevió a preguntar con un nudo en la garganta.

    "Obviamente en el trabajo." Él la miró inquisitivamente; intentó descifrar la razón de la pregunta, "¿Por qué?" preguntó.

    Ella se acercó y lo abrazó por los hombro; lo abrazó en un vago intento de recibir su calor; un calor que ya no existía.

    "¿Me amas?"

    "Por supuesto. Mucho."

    Ella sonrió mientras lo abrazaba con más fuerza.

    "¿De verdad me amas?"

    "¿Por qué preguntas eso? Sabes que te amo." fue su respuesta.

    Si él pudiera ver lo mucho, pero mucho que ella lo amaba y sobre todo, lo mucho que le dolía escuchar aquella seca respuesta.

    "Nunca me engañarías, ¿cierto?"

    Era el momento de que se expresara. Vio como él, por unos segundos, dejó de comer, sin embrago, volvió a meter un bocado a su boca y al tragar, contestar:

    "Nunca te haría eso, mi amor", contestó, "En verdad, ¿dudarías de mí?

    Se despegó de él y admiró su ancha espalda con gran melancolía.

    "No," dijo en voz apagada. Claro que no, nunca dudó de él. Nunca, pero no fue necesario porque no lo dudaba, sabía que le engañaba. Ella se sentó a un lado de él y lo acompañó y mientras lo observaba comer, una sola pregunta invadió su mente: "¿Por qué me mientes, querido?"

    Ya no habría vuelta atrás; ya había tomado su decisión. Él no solo le fue infiel. Le mintió. Era un mentiroso. Debía arrancar ese amor de su corazón aunque le doliera. Se irguió aún más decidida y abrió aquella habitación.
     
    Última edición: 16 Marzo 2018
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    Parte 4 [Final]

    Abrió los ojos con gran pesadez. Estaba somnoliento pero también desorientado porque no supo dónde se encontraba. Lo primero que su mente formuló fue la pregunta de lo que sucedió. Aturdido observó la oscuridad que lo envolvía y por unos momentos sintió el frío del ambiente y miedo, mucho miedo.

    Lo último que recordó fue que había llegado a casa, Amy lo esperaba como todos los días con una deliciosa cena; una como la que nunca había recibido. Acto seguido, ella comenzó a preguntarle cosas un tanto extrañas. Fue tarde al caer en cuenta de aquellas preguntas. ¡Qué tonto había sido! ¿Acaso descubrió su amorío?

    Su corazón dio un vuelco en el pecho.

    Consternado levantó su temblorosa mano hacia la frente en un intento de pensar cómo podía zafarse de aquel embrollo en el que el mismo se metió. Sin embargo, al intentar alzar el brazo sintió una especie de hilo deslizarse sobre este, tomó ese extraño material y lo examinó con la yema de los dedos. Parecía una gasa.

    Poco después sintió un extraño sentimiento en su boca como si hubiera sido rociada por anestesia de dentista; le era difícil mover la mandíbula por lo que se llevó la mano a ella y, el pánico lo invadió cuando ingresó la mano a la misma.

    Sus ojos crecieron de una manera exagerada, su corazón se aceleró cada vez que intentaba tocar su lengua, pero solo pudo sentir el hueco vacío. Su garganta generó un inexplicable sonido lleno de terror. Incrédulo volvió a hacer el mismo procedimiento, deseoso de obtener otro resultado, pero nada. Ahí no había nada. Sus ojos llenos de miedo e impresión se dirigieron a una fina línea de luz procedente de la puerta, la que se abrió dejando ver con claridad la figura de Amy y entró.

    Él miró el rostro apaciguado de ella.

    Intentó hablar mas las palabras eran incompresibles.

    —Querido —habló ella mientras tomaba del armario el bate de béisbol de él—. Amor, ¿me amas? ¿En verdad me amas?

    Retrocedió hasta toparse con la cabecera, en ese momento deseó correr pero no tardó en darse cuenta que los todos los dedos del pie estaban completamente destrozados, además de hinchados y de un tono morado. Y el miedo solo incremento cuando poco a poco el sentido del dolor volvía a él. La muy loca había despedazado sus dedos como golpeado incontables veces estos mientras estuvo dormido. Debió drogar la comida para hacerle perder la conciencia. En ese preciso momento, el dolor de varias partes de su cuerpo iba incrementando.

    —¡¿Por qué no me respondes?! —insistió ella—. ¡Si me dices que te perdone lo haré... te perdonaré! ¡Te perdonaré?

    Con ojos temblorosos observó como ella se acercaba a paso lento mientras levantaba el bate. Él levantó los brazos por un vano intento de decir que lo sentía, que lo perdonara, que no hiciera lo que estaba apunto de hacer, pero las palabras salían de su boca sin forma alguna. Pronunciaba simplemente sonidos indescifrable.

    ¿Cómo se lo podía decírselo? Deseaba decírselo. Quería decirlo. Deseaba decirle lo arrepentido que estaba, pero ¡¿cómo demonio deseaba que hablara cuando le había cortado la maldita lengua?!

    Y entonces, al no escuchar su arrepentimiento, Amy le dio el primer golpe en plena cabeza.

    Él pudo escuchar el crujir de su cráneo ante el impacto del bate. Su oído se reventó. Lanzó un tortuoso grito de dolor mientras sus ojos, que ahora derramaban lágrimas carmesí, observaban con vista borrosa el desquiciado rostro de quien fue su esposa. Cayó de la cama intentando huir. Debía correr como pudiera.

    El golpe no había sido lo suficientemente fuerte para terminar con su vida y para su mala suerte la droga comenzó a perder efecto por lo qué pudo sentir con total claridad el próximo golpe que ella le insertó en pleno tórax provocando que algunas costillas se rompieran y, posteriormente sufrir otros consecutivos golpes en todo el cuerpo; brazos, piernas, pecho... se retorció en el suelo, agonizando, levantó el brazo mirando la puerta mientras su rostro dibujaba muecas saturadas de pánico y de dolor... y fue así hasta que por fin pudo hallar el descanso que tanto estaba anhelando.

    Amy descargó toda su decepción, ira, llanto, dolor de haber sido engañada con cada golpe le asestaba. Le mintió. Le quiso ver la cara de estúpida, ¿lo era? No lo dudaba. Él ya había dejado de respirar pero ella seguía golpeando aquella masa de carne del que chorreaba sangre salpicando las paredes, la cama y a ella misma. No quedo satisfecha con eso y continuó golpeando hasta que el rostro de él se desfiguró por completo.

    Cuando se dio a satisfecha se detuvo, y con respiración entre cortada dio un paso hacia atrás para observar el ahora irreconocible rostro de su marido. Miró a su alrededor, las paredes crema ahora eran adornadas por manchas rojas. Las sabanas azules eran acompañadas por el escarlata y ella estaba bañada con la vida de su amado.

    A paso lento se acercó a la puerta al escuchar el vehículo de Ronald. Su rostro cansado dibujó una sonrisa desganada entretanto oyó como él abrió la puerta. Volvió a dirigir su vista hacia el cadáver...

    «Me pregunto si el amor que siente Ronald por mí es tan grande como para que me ayude a enterrar el cuerpo» fue lo único que su retorcida mente formuló mientras salía del cuarto a recibir a Ronald.

    Había tomado una decisión; si ella no lo tendría, nadie lo haría.



    F I N

    N/A: Esta historia corta la escribí hace dos años. A penas la publico aquí, en el foro (por las monedas). La publiqué en otros lados, sin embargo, las borré en esos sitios para poder postearla aquí, por lo que solo debe estar aquí en FFL.

    Si leíste hasta aquí, te agradezco.
     
    Última edición: 17 Marzo 2018
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    Hola. Me acabo de leer las partes 1 y 2, y en unos minutos (cuando me desocupe de algo) leeré las partes 3 y 4, pero viendo el estado en el que se encuentra Amy y que esta historia se trata de tragedia, no creo que acabe muy bien que digamos. Y realmente me siento algo mal por ella, en parte. No son capítulos muy largos, y solamente puedo sentir empatía por ella. Nunca me pasó, ni a nadie que yo conozca, una situación similar, así que no tengo mucho para decir sobre el tema de la infidelidad (a mi me cuesta mucho encontrar UNA chica que me aguante, no me voy a poner a buscar otra tras encontrarla).

    Amy es la única víctima aquí. Su esposo es alguien que es un total desconsiderado con ella, y el amigo de su esposo (aunque la quiere) solo se quiere aprovechar de la situación. Habrá que ver como termina.

    Dado al título y al género, mis únicas dos teorías son las clásicas: podría suicidarse o matar a su esposo. O tal vez incluso ambas.

    Te marcaré unas cosas:

    Nunca escuché esa frase, así que no sé si es correcta o no (vas a tener que iluminarme). Pero por alguna razón me hace ruido. Creo que sería mejor "recomponerse" o "mantener la compostura". No lo sé, como dije no estoy seguro.

    Allí hablabas del cuarto y luego pusiste "cerrada". Creo que tal vez te referías a la puerta del mismo.

    En un rato vuelvo para terminar lo que empecé.
     
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    Hola. Veo que una de mis teorías acertó, pero igualmente quedé algo impactado. Esperaba ver a Amy matar a su esposo (yo habría hecho lo mismo en una situación así XD) pero igualmente fue muy brutal al momento de cometer el asesinato.

    Si bien no se menciona en el texto, pero creo que cada golpe que recibió su marido fue por cada mentira que había dicho durante la cena. Debo decir que Amy es toda una loca en ese aspecto, pero se le puede comprender el motivo.

    Debo decir que me gustaría haber visto la cara de Roland al verla, pero eso quedará a la interpretación del lector. En cierta forma me recuerda a un relato que escribí hace tiempo, al menos el concepto de la historia se parece mucho.

    Te marco un par de errores.

    Allí mezclaste el signo de exclamación y de interrogación.

    Eso será todo. Fue breve, pero disfrutable. Saludos.
     
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