One-shot de Pokémon - La Cueva de las Ilusiones

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por Maze, 27 Febrero 2018.

  1.  
    Maze

    Maze Usuario común

    Aries
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    La Cueva de las Ilusiones
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
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    2788
    ¡Yow!

    Pues... esta viene siendo mi primera historia por acá. Y no se me ocurre nada más qué decir, así que...



    La Cueva de las Ilusiones


    Creí que estaba muerto.

    Desde que llegué a la Cueva Celeste nunca lo he visto perder una batalla. Es el pokémon más poderoso que he conocido y no le gustan los humanos. El chico le dio algunos problemas con sus pokémon y él se limitó a defenderse, pero cuando empezó a curar a todo su equipo el Señor de la Cueva decidió dejar de jugar y usó su Psíquico contra él. Yep, atacó directamente a un humano con toda su fuerza (uno muy pequeño para empeorar las cosas) e incluso derribó una porción de la cueva. Es difícil decir qué lo mató: el ataque inicial, las rocas que cayeron sobre él o la inundación que vino después, pero nadie podría sobrevivir a las tres juntas. “Adiós chico" pensé, “fue divertido mientras duró".

    Conocí al chico hace un año, más o menos, en el Monte Luna. Yo aún era un Zubat, uno entre mil Zubats zumbando como locos en la oscuridad de los túneles, que pasaba las horas atormentando a cualquiera que se aventurara por ahí. El chico parecía otro de esos mocosos fáciles de asustar, pero cuando fui hacia él me arrojó una pokéball, y cuando la esquivé mandó a su pokémon a luchar contra mí; un pequeño Charmander, aunque en ese entonces yo era aún más pequeño.

    ¡Fue una gran batalla! Con mi Supersónico confundí a su Charmander, al Rattata y al Pidgey. Él estaba furioso, sus tres pokémon se habían golpeado a sí mismos hasta caer y aunque yo había recibido un par de golpes, aún podía seguir. Cuando eres uno de 5000 hermanos tienes que distinguirte por algo o se olvidan de ti, y mi único talento era ser el más insistente de todos. El chico lo había aprendido a la mala; su Butterfree era el único pokémon que quedaba en su equipo y yo podía vencerlo en una pelea justa. ¿Qué harás, humano? ¿Volverás por donde viniste o seguirás luchando hasta el final? Mientras jugaba con la idea, de repente se me ocurrió que tal vez quisiera atraparme. Yo había probado mi valía y sería una buena adición a su equipo. Me estaba hartando de vivir en una cueva y estaba en perfecta edad para conocer el mundo. Tomé mi decisión: aceptaría la invitación del humano, a cambio de un poco de aire fresco estaba dispuesto a prestarle mi ayuda y sacarlo del Monte Luna.

    No vi venir la piedra que me arrojó a la cabeza, pero sí escuché sus pisadas cuando echó a correr lejos de mí. Me jugó una mala pasada y pisoteó mis ilusiones. La piedra me golpeó a la altura de la oreja izquierda y aún hoy, a veces, me causa dolor de cabeza. Pero donde más me dolió fue en el interior. Había herido mi orgullo, y aunque un Zubat no tenga mucho de eso, no podía perdonarlo.

    Gracias a mis hermanos supe que el chico había salido con éxito de la cueva. Pues bien, yo también podía salir. Lo seguiría hasta el fin del mundo y lo haría pagar.

    Por suerte no tuve que ir hasta el fin del mundo. Mi oportunidad llegó antes, en el Túnel de Roca; una cueva tan oscura en la que todos son tan ciegos como un Zubat, excepto los Zubats. El chico se había cubierto con un aroma horripilante que mantenía a los otros Zubats lejos, y sus pokémon parecían más fuertes, pero yo era más listo que él y estaba dispuesto a todo para demostrarlo.

    El Túnel de Roca es un poco diferente del Monte Luna; Los Zubats son más agresivos, los pasillos más intrincados y no hay un sólo Cleffairy por todo el lugar, pero sí puedes encontrar un pokémon diferente llamado Mankey. Mankey es grande, ágil y muy agresivo; no son la mejor compañía que uno puede desear, pero ese día eran justo lo que yo necesitaba.

    Para los Mankeys, el único camino conocido es la violencia; nunca han pensado en alguna alternativa porque la violencia les funciona bien, a diferencia de pensar. Eso fue lo primero que aprendí de ellos, y con el tiempo también supe que odian cuando los muerdes en los tobillos, que tienen mala visión en la oscuridad, pero buen oído, y que cuando se sienten ofendidos descargan su ira con lo primero que encuentren.

    Quiero que piensen en decenas de Mankeys irritados, con mordiscos en pies y manos, listos para caer a golpes contra cualquier cosa que llame su atención. Quiero que imaginen a esas decenas de Mankeys, todos agazapados en la oscuridad total. Piensen en un descuidado chico que inconscientemente ordena a su pokémon que realice un movimiento de Destello que lo convierta en un instante en el centro de atención. Cierren los ojos y visualicen la escena siguiente en sus cabezas, con su canción favorita de fondo, y quizás podrían entender la clase de felicidad que sentí durante los próximos cuarenta minutos. Hagan la prueba, es divertido.

    No, no quiero insinuar que el chico murió; no es la clase de historia que estoy contando. Tuvo que salir de la cueva a gatas susurrando un “Ay" a cada movimiento, y desarrolló un trauma posterior hacia los Mankey, pero fuera de eso, salió ileso. Disfruté mucho con cada parte de ello, pero también me sentí aliviado cuando lo vi llegar a salvo al Centro Pokémon luego de seguirlo fuera de la cueva. El chico salió por la puerta dos días después, apoyado en un par de muletas, y durante ese tiempo yo pude pensar y llegar a una conclusión: no lamentaba que saliera ileso, pero tampoco me sentía satisfecho. No quería matarlo (no soy un villano) pero quería castigarlo. Devolverle la humillación, y hacerlo con mis propios colmillos. Tenía que hacerlo morder el polvo y que él supiera quién era yo y por qué lo hacía.

    No quiero aburrirlos con una narración detallada de los cuatro meses posteriores al Día Mankey, basta decir que el chico prosiguió su viaje por la región y que yo fui a donde quiera que fuera él. Observé a sus pokémon luchar, y yo luchaba por mi cuenta también. Nos fortalecíamos ambos, al mismo tiempo, pero no juntos, y además yo estudiaba la forma de combatir de sus pokémon, sus hábitos, y pensaba en modos de derrotarlos. Pueden llamarme acosador, ya he dicho que los Zubats no tenemos mucho orgullo, pero casi olvido decir que para entonces ya no era un Zubat; el arduo viaje y los continuos combates me permitieron evolucionar.

    Estuvo a punto de descubrirme en un par de ocasiones, siempre por un pelo (como en las Islas Espuma), pero faltaba poco para el final. Había estudiado la ruta y decidido el lugar perfecto para nuestro combate tiempo atrás: La Calle Victoria. Ese nombre tenía que ser mi señal, un augurio de que iba a ganar.

    Esperé al final de la cueva, luego de que hubiera enfrentado a todos los entrenadores, superado todas las pruebas y gastado todo su repelente. Cuando él y sus pokémon estuvieran agotados, cuando bajara la guardia y se creyera a salvo, yo surgiría de entre las sombras como el Jefe Oculto, y entonces... entonces...

    «¡Pikachu, Trueno!»

    ¡Eso tiene que ser contra las reglas! He comido cosas más grandes que ese Pikachu, ¿por qué tiene que conocer un ataque tan injusto y acertar en el momento correcto al primer intento? El chico ni siquiera se volvió. Salió corriendo hacia la luz seguido por su rata amarilla y me dejó aturdido y paralizado en el suelo. Nuestros ojos no se cruzaron porque no me miró por un segundo, yo no era más que un pequeño Zubat para él, una molestia que no merece la menor atención. Nunca me sentí tan humillado en toda mi vida.

    Con las alas chamuscadas me arrastré fuera de la cueva. Me tomó veinte minutos llegar a la salida y el resto de la tarde subir las escaleras de la Meseta Añil. Ya era noche cerrada cuando me dejé caer con la espalda hacia una columna, y un par de minutos más tarde, el chico salió.

    Charizard, Pikachu y los otros cuatro cretinos caminaban a sus lados. El propio chico estaba exultante y parecía emitir luz propia, aunque tal vez fuera ese enorme trofeo que abrazaba con ambas manos y brillaba como el sol, casi tanto como su sonrisa.

    Las lágrimas me escocían los ojos, y sabía que no era por las quemaduras internas o por la injusticia universal de que el muchacho se cubriera de gloria y yo de barro cuando debería ser al revés. Era porque yo quería estar ahí, quería ser uno de sus seis grandes. Ése era mi lugar, tenía que serlo desde aquel encuentro en el Monte Luna. Yo lo había seguido hasta el fin del mundo, lo conocía tan bien como cualquiera de ellos ¿Por qué no podía estar a su lado? ¿Por qué nunca me dio una oportunidad de demostrarle mi valía? Una, sólo una y habría sido su mejor pokémon, el más leal, el más confiable, el más genial de todos, su favorito...

    Volví a verlo dos meses después, cuando ya tenía un tiempo viviendo en la Cueva Celeste. El Señor de la Cueva es el pokémon más fuerte que puedan imaginar: desprende un aura de poderío que intimida a cualquiera pero, al mismo tiempo, es el mejor tipo del mundo. Nunca se enfada con nadie, se preocupa por todos los que habitamos en la cueva y siempre tiene tiempo para escuchar lo que queramos decir. Todos nosotros, incluso los Psyducks que sólo dicen tonterías. De vez en cuando algún entrenador se abría camino hasta la cueva y entonces el Señor dejaba de ser el mejor tipo del mundo y lo echaba afuera en cuestión de minutos, volvía a su roca favorita en el piso inferior y todo seguía como antes.

    Debí suponer que el chico vendría algún día, pero había tratado de no pensar en él desde la Calle Victoria así que me tomó de imprevisto. No es que importe, la batalla terminó como les conté al principio; con una explosión, un derrumbe y una inundación sobre el chico. Exactamente igual... salvo por un detalle: no estaba muerto. Ni siquiera herido de gravedad.

    Volvió al día siguiente, al siguiente y al siguiente, y el Señor de la Cueva seguía venciendo con un movimiento. El chico era un idiota, pero no tanto, y cuando comprendió que no podía vencer con poder puro, comenzó a usar una estrategia tras otra, igual de ineficaces. Probó mandando a luchar a todos sus pokémon a la vez, y aunque logró presionar un poco al Señor de la Cueva, él se mantuvo firme y los derrotó a todos.

    El chico estaba determinado a atrapar al Señor de la Cueva. Yo nunca lo había visto tan interesado en un pokémon hasta entonces, y tenía sentimientos encontrados al respecto. Una parte de mí sentía envidia hacia el Señor de la Cueva por ser objeto de su interés, y otra parte estaba agradecida por humillar al chico una y otra vez. A veces, antes de que el chico llegara, yo le susurraba una sugerencia al oído y el Señor asentía, la ponía en práctica y cuando el chico salía de la cueva dando tumbos, todos los pokémon de la cueva reíamos juntos, incluso el Señor.

    Creíamos que el chico se rendiría tarde o temprano, harto de tantas humillaciones, pero no fue así; cada mañana aparecía en la entrada de la cueva, hacía el recorrido completo hasta las estancias del Señor y lo desafiaba de nuevo. El chico era tonto, pero él también estaba aprendiendo y sus pokémon se fortalecían. Poco a poco empezaba a presionar al Señor y él tenía que esforzarse más para vencerlo. Se acabaron los juegos y dieron paso a las batallas, batallas fáciles que el Señor ganaba en instantes, pero batallas al fin y al cabo, cada vez más cerradas.

    Una tarde, luego de que el chico se fuera, le pregunté al Señor porqué prefería encerrarse a sí mismo en una oscura cueva en lugar de salir a conocer el mundo —tal vez con un entrenador, añadí—. El Señor miró a su alrededor con un gesto suyo que se parecía a una sonrisa.

    «Ya he estado en el mundo y he conocido humanos, y no quiero volver a lidiar con ninguna de las dos cosas. A donde quiera que voy los humanos desean mi poder, y por obtenerlo hacen cosas horribles, y para evitar que lo hagan tengo que hacer daño a todos los que me rodean, humanos y pokémon, buenos y malos. Aquí en la Cueva Celeste puedo vivir en paz. Puedo conocer a todos sus habitantes sin hacerles daño, y cuando algún humano llega hasta aquí, puedo echarlo fuera sin problemas»

    Yo le dije que no todos los humanos eran malos. Que yo había visto el mundo muchas veces y no todo era tan oscuro como él creía, que sólo había tenido mala suerte y visto la peor parte por casualidad, pero que muchos humanos eran buenos, y el chico podía contarse entre ellos. El Señor posó una mano sobre mi cabeza y me dijo:

    «El mundo que conoce un Golbat no es igual al mundo de Mewtwo; son el mismo, pero son diferentes como diferentes somos nosotros. El mundo puede perdonar tu existencia, pero no la mía, y por eso debo construir mi propio mundo. Ese es esta cueva, mi hogar, donde vivo entre los que me aceptan como uno más». Yo le dije que era una vida muy aburrida, confinado de por vida en una fría y oscura cueva. «Puede ser, pero vivo la vida que es posible para mí, y daré mi mayor esfuerzo para protegerla».

    Tenía razón, pero me enfurecía que la tuviera. Éramos diferentes y por eso el mundo nos trataba de forma diferente: yo podía volar a donde quisiera y hacer lo que quisiera y nadie se quejaría al respecto porque a nadie le importa lo que haga un Golbat, pero el Señor no. El Señor era codiciado por todos, incluso por el chico, determinado a tenerlo en su equipo aunque ya tuviera seis grandes pokémon y muchos más. Quería sentir envidia del Señor por tener lo que yo más quería, pero sabía que no era su culpa. Él también quería lo que yo tenía, mi libertad y mi insignificancia ¡Sería tan fácil si pudiéramos cambiar de lugar! Si el chico me quisiera como su compañero, si el Señor pudiera salir al mundo sin tener miedo de causar un desastre. Si pudiéramos ser el otro y vivir en su mundo... No, nada de eso es posible. Las cosas no irán como quieres sólo porque lo desees, incluso un Golbat puede saber eso.

    Y sé algo más, el Señor estaba equivocado: nuestro mundo es el mismo; uno que nunca te da lo que quieres.

    El Señor de la Cueva no lastimaría al chico, era demasiado bueno para eso. Si el chico seguía viniendo todos los días, mejorando y ganando experiencia, tarde o temprano vencería al Señor y le pondría fin a la vida que quería proteger. Él es mi amigo así como todos aquí, y debo hacer lo posible para protegerlo.

    Por eso espero todas las mañanas en la entrada de la Cueva Celeste a que llegue el chico y lo desafío una vez más, atravesando una asquerosa nube de repelente. Sé que para él no sirvo ni de calentamiento, y que ha visto tantos Golbats en su vida que debo parecerle uno diferente todos los días. Sé que, probablemente, se ha olvidado de ese pequeño Zubat en el Monte Luna, pero yo no, porque ese momento insignificante es la razón de que yo esté aquí, y aunque no sea nada para él, seguiré peleando hasta el fin. Soy el más insistente entre 5000 Zubats, y el chico va a aprenderlo a la mala. Hemos repetido la misma pelea durante un mes, he perdido cada día y siempre es el Señor quien tiene que echarlo de la cueva, pero no me importa. Tal vez algún día el chico note algo extraño y se figure que el Golbat en la entrada de la Cueva Celeste siempre es el mismo, de ser así, entenderá que es uno muy fuerte, que hay un compañero ideal al alcance de su mano que quiere estar con él, y me lleve consigo y deje al Señor en paz, y por una vez, todo caerá en su maldito lugar.

    Vivo con esa esperanza.
     
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    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Vaya, qué buena combinación de sentimientos revuelve al lector. Es cómico en parte, por poner al límite la frágil lógica de Pokémon y sus mecánicas, pero al mismo tiempo hace sentir pena por todos los personajes por igual. Al final no sé quién es más desafortunado: si el Golbat, Mewtwo o el entrenador.
    También tengo que decir que me gustó leer la perspectiva de un Zubat, pokémon tan constantemente vapuleado y ninguneado. Es sorpresivo imaginar que un Zubat no es tan poco inteligente como podría pensarse. También la parte en la que él se obstina en seguir al humano hace caer en contradicción a su propia noción de que un Zubat no tiene orgullo, porque irónicamente es lo que a él le sobra. Es, al fin y al cabo, tan humano como el entrenador.
    Las reflexiones del señor de la cueva son excelentes. Y su desdicha recae en su misma condición, condición que sin duda el Golbat envidia profundamente: si tan sólo fuera, ya no legendario, sino siquiera más llamativo, habría conseguido la ansiada oportunidad de su vida. Situaciones que con gusto intercambiarían uno con otro.
    Pero por más que se esfuerce siempre será aquel pokémon al que pueden apartar del camino con una pedrada: uno que ya no hace más falta.
    Lo único que no me gustó fue que de pronto algunas expresiones eran un tanto disruptivas con el pacto de ficción que manejas con el lector. Aquello de "imaginen que escuchan su música favorita" o algo así, me sacó completamente de la atmósfera de pensar que un Golbat estaba narrando, porque no sentí verosímil esa expresión salida de un pokémon. Tampoco ayudó el "yep" que hay por ahí.

    Espero que sigas publicando más material de Pokémon inspirado en los videojuegos. Gracias por compartir tu relato.
     
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    J.Nathan Spears

    J.Nathan Spears Adicto Comentarista Top

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    Buen fanfic, compadre. Bienvenido oficialmente a la comunidad de Poké-Fics xD. Para comenzar, este fic está muy bien hecho, y ya te criticó el cisne de arriba, así que solo podría añadir que el tema me pareció interesante. Imaginé que ese ambicioso trainer era nadie menos que Red :V.

    Y sí, en los juegos siempre ha sido demasiado OP. Por esas webadas es que odio que le hayan dado DOS formas Mega mientras que muchos otros la necesitan mucho más. Oops... perdón por cambiar el tema n_nU

    Interesante deducción. En resumen, todos los Pokémon tienen algo de "humano" dentro de ellos -w-. Aunque éstos sean insignificantes como Zubat, Bidoof, Magikarp, entre otros :V

    Amén a eso. -w-

    Por webadas como esa es que el Gameverse y el "competitivo" me la pelan y en el Animeverse se puede convertir a cualquier Pokémon en un astro. Es todo 1% de Especie, 1% de talento (IV's y esas mierdas), 5% estrategias del trainer (si es que lo hay) y 93% ACTITUD (98% si se trata de un poke salvaje, como el Golbat que nos narra todo).

    En fin, a ver qué más te tiras por estos lares. ¡Ánimo, we! :V

    Hasta la próxima, mi pana
     
    Última edición: 28 Febrero 2018
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  4.  
    El guardian del aura

    El guardian del aura Yo lucho para que el poder del aura prevalezca

    Capricornio
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    Muy buen trabajo representando el punto de vista de un Zubat en los juegos porque en el manga y anime habrían notado que era el mismo, además el detalle de estar junto a Mewtwo le da un plus. En serio, me gustó mucho y estuvo muy interesante
     
  5.  
    JoJoBaoh

    JoJoBaoh Entusiasta

    Virgo
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    Hola muy buenas, vengo a leer tu trabajo y quiero decir que agarraste este concepto muy bien, lo aplicaste de una manera amigable, entretenida e imaginativa que a muchos les ha agradado, incluyéndome.

    Puedo decir muchas cosas más, pero siento que repetiría lo que otros ya dijeron así que me tomo la molestia de omitirlas para no oírme redundante, tienes mucha imaginación y la estás aplicando de una manera correcta, bueno... cualquier idea puede ser buena, pero en este caso podemos decir "que te saliste de la caja" y se aprecia este trabajo.

    Sin nada más que agregar, que pases buen día.
     
    Última edición: 31 Marzo 2018
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  6.  
    Asael Martinez

    Asael Martinez Persona Imperativa

    Tauro
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    Ya había leído este relato hace un tiempo pero ahora a comentarlo jeje.
    Desde mi punto de vista más que una historia sobre un pokemon, es más bien una enseñanza, me da muchos sentimientos encontrados el hecho de que el Zubat/Crobat se sienta inferior y no capte la atención que el quiere, en la vida real demuestra que siempre habrá gente superior a ti o que por más que te esfuerzes aveces no logras lo que te propones. Que si por tus cualidades o tu destreza física o mental, siempre va a ver alguien por encima de ti, eso es lo que siento al leer esta historia.
    Muy bien lograda en el ámbito de lo que en realidad se vive en el mundo Pokemon, los entrenadores (nosotros) somos muy malos, no vemos que tambien son seres vivos y por ende piensan y tienen emociones, el hecho de que lo ambientes en la cueva celeste da a entender que nuestro protagonista entrenó duró y ahora es parte de esos pokemon de la cueva y Mewtwo oh por Dios me gustó mucho su personalidad, algo confundido, no puede con sus poderes, no quiere dañar a nadie pero lo persiguen se siente mal por ser quien es pero le ve el lado bueno, protege y convive con los pokemon.
    En general me encantó leer tu relato muy bien :D
     
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  7.  
    LizzaRade

    LizzaRade Sombra online

    Acuario
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    Tomando en cuenta de que mi pc no está en las mejores condiciones, y que varios de acá ya dijeron la mayoría de las cosas que pensé al leerlo, creo que mi comentario no será muy extenso.

    Estubo bastante bueno. Se puede simpatizar con el pequeño zubat, y da penita que justo cuando se estaba considerando ir con el entrenador, pum, le cae piedra y es rechazado. Y a causa del orgullo herido quiere hacerle pagar... Pero en el fondo quiere formar parte del equipo del chico que al final fue campeon, y en cierta forma envidia a mewtwo por haber captado la atención del entrenador en vez de él. Lo cual, cabe destacar, son situaciones bastante comunes en nuestra vida.

    La narración en primera ayuda a meterse en el personaje, también junto con la buena ortografía hace que no se sienta torpe de leer y se nota que hubo una revisión exausta antes de publicar.

    Me gustaría leer más relatos tuyos, pero la pc no me deja comentar de forma decente :3

    Un saludo!
     
  8.  
    Plushy

    Plushy PokéWriter Usuario VIP Comentarista destacado

    Acuario
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    Voy a ser cutre y copypostear el comentario que le había hecho solo por el bump y dejarlo más visible a las futuras generaciones (?)


    No he tenido casi tiempo para leer trabajos, menos para comentar, pero sin duda esto es lo mejor que he leído en los pocos días que van del nuevo año <3
    No sólo porque tiene un enfoque centrado en los pokémon, sino porque difiere a lo que uno esperaría encontrar en una historia con corte de mundo misterioso o que esté más enfocado a la dinámica de batalla. Y centrarse en un pokémon tan incomprendido y hasta cierto punto odiado como lo es un Zubat es amor.

    No es sólo la historia del murcielagito: es la de Red y la de Mewtwo. Y amé como su propio viaje va relatando el de los otros dos, las simiitudes de ambos pokémon que de algún modo están presos de sus propias incertidumbres y que, a diferencia de muchas historias que se enfocan en lo "malo" de ser capturado y de cómo el pokémon pierde su libertad, aquí persiste el deseo de ser parte de su equipo porque sabe que ese chico es singular y que con él será algo grande y dejará de ser uno de 5000 Zubats que nadie quiere </3

    Y es chistoso porque aunque Crobat puede llegar a ser útil no es una opción que muchos quieran usar tanto para competitivo ni para la aventura. ¿Y en primera generación? ¡Mucho menos! de ahí que se vuelva el protagonista ideal para lo que la historia quiere expresar.

    Gracias a una usuaria le he estado agarrando cariño al Señor de la Cueva por las historias que maneja, y es grato poder encontrar otro enfoque del pokémon: sí, desconfiado de los humanos y con temor al mundo aunque su orgullo lo impida decirlo, pero a la vez no es el Mewtwo soberbio que se puede ver en otros lados porque este es conciente de sus poderes y sabe el daño que le obligarían a hacer a otros, ya sean humanos o pokémon, además de ser feliz a su manera en la cueva.

    Igualmente me parece una aproximación muy fiel a lo que sería el juego con un enfoque más orientado al anime, algo onda Origins pero bien hecho (?)

    Una lindura de historia pese a que Golbat no tenga la certeza de si un día Red-senpai lo va a notar pero como dice, la esperanza muere al último <3333
     
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