Three-shot La conquista del pescado [Mao&Kenzaburo|Samurai Sensou]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 23 Enero 2021.

  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Título:
    La conquista del pescado [Mao&Kenzaburo|Samurai Sensou]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1571
    Nada, que leí este fanfic/backhistory hermoso precioso que hizo rapuma , y quería hacer los head-canon de como fueron los almuerzos de este dúo a medida que su relación se estrechaba :c

    Y esto no es romance, esto es amor; amor fraternal y de hermandad, pero sobre todo fraternal y maternal despendiendo de la parte de la que se hable.

    Disfruten~


    Pesca en otoño


    Kenzaburo despertó y no demoró en abrir sus ojos de par en par, atento a cada sonido de su alrededor, siendo el primero del cual percatarse la respiración acompasada cercana a él. Le siguieron el sonido de las aves a lo lejos, el murmullo de las hojas cada vez más escasas, que bañaban el suelo de colores dorados y atardeceres perpetuos. Sostuvo su espalda, aún sentado y desperezándose ya no solo con los oídos alerta, su mirada viajaba por todos lados en busca de cualquier peligro visible, pues era lo que había que descartar al no escuchar nada extraño ni alarmante. Se levantó con sumo cuidado, procurando ser lo más sigiloso posible a pesar de que no era su fuerte, pues la niña a un solo metro de distancia aún dormía profundamente, o eso parecía a primera vista. Tal vez tenía sueño ligero y era una fortuna que aún no hubiera despertado, los últimos tres días se veía bastante agotada y las energías, no importaba que hiciera él para conservarlas, solo mermaban y mermaban de su cuerpo. Sí tuviera que relacionarla a algo, utilizaría un balde para el agua mal confeccionado, o roto; no importa que lo llenaras hasta el borde, cuando llegaras a tu hogar la mínima cantidad de agua que quedara sería inservible.

    Y eso pasaba con la pequeña Mao, ahora hecha un ovillo sobre una de las capas del ronin, no podía almacenar ninguna de las energías que Kenzaburo intentaba brindarle; ayudándola a caminar, preguntándole constante y concisamente como estaba, dándole alimento, cargándola cuando se dejaba tocar. Día que pasaba, día que parecía menos humana; se empequeñecía, encorvaba y deterioraba. Tal cual el animalito herido, el cachorro abandonado que alguna vez fue él, por eso mismo haría todo lo posible para impedir que aquella chica terminara siendo un lobo anémico como lo fue en sus peores tiempos, no lo permitiría, era un juramento mudo. Uno que sí defraudaba, le haría perder gran parte sí no es que todo su orgullo.

    Con la máxima suavidad que lograba usar para rastrear cosas o personas, y tomando el palo punteado que llevaba ya acarreando por dos días, se acercó al río que los acompañó esa noche. No era la mejor opción, teniendo en cuanta que animales salvajes y, cabe la posibilidad, hambrientos se acercarían de noche a tomar agua, pero bueno; el ronin se fiaba de que cualquier peligro de ese estilo, sería capaz de despertar a tiempo. Tampoco es que hubiera dormido demasiado, unas tres horas con suerte fue suficiente, ya dormitaría otro poco luego, para que Mao pudiera hacer sus cosas de niña tranquila sin la mirada de él que, sabía, le ponía nerviosa de sobremanera. No era necesario que le justificara sus acciones para comprenderlas, eso era lo que brindaba la experiencia mezclada con empatía.

    Cuando la niña despertó, el ronin ya se encontraba preparando el fuego, como siempre batallaba un poco por encontrar los elementos más eficientes para sacar la primera chispa. Miró de reojo a la chica, escudriñándola con rapidez; delgada, sosteniendo su propio peso con ambas palmas contra el suelo, y aún con eso más estar sentada de por sí no era suficiente para que se deshiciera de su ligero temblar. El ronin dejó de observarla, pues por fin había logrado sacar chispa, Mao lo observó con sus ojos amarillos carentes de brillo, con el pelo sucio y enmarañado cubriéndole el rostro, una mirada muerta a pesar de que el corazón seguía latiendo al ritmo natural. Pocos segundos pasaron y el fuego empezó a avivarse por cuenta propia, consumiendo los palos y ramas que Kenzaburo echaba al ahora fuego, la niña entornó la mirada mientras este la observaba de pie; la pequeña, centrada en los colores amarillentos de las llamas, se dejó caer sobre la prenda del hombre de manera algo brusca, sin llegar a dormir, pero perdida en el espejismo que el ronin era incapaz de siquiera imaginar.

    Respiraba, estaba despierta y se movía, eran las tres cosas primordiales que permitían a Kenzaburo no estar alerta de la niña, y poder volcar sus sentidos a todos los peligros ajenos a la pequeña. De tal manera empezó a cocinar el pescado espetado en el mismo palo que usó para pescarlos, como ya no se fijaba en Masuyo, no fue consciente de las clavadas que le propinaba la niña con la mirada; las enterraba en sus facciones, luego en los movimientos de sus manos, luego en el pescado, el fuego, todo lo anterior, lo de alrededor; sin mover nada más que sus pupilas y parpados, aparte de su respirar casi inerte y profundo, silencioso.

    En un momento volvió a cerrar los ojos por un largo rato, el ronin se percató y fue nuevamente más silencioso aún, sin saber diferenciar sí la chica seguía despierta o no. La mañana, de manera paulatina, dejaba atrás la neblina blanquecina y el sol otoñal por fin podía brindarles algo de calor a sus cuerpos; energías.

    —Mao, esta listo —habló monótono, con voz grave y firme, fuerte; pero no agresivo, mucho menos alterado, nunca violento a consciencia con ella—. Mao—. Nada—, ¡Mao! —soltó más fuerte y al niña dio un respingo, sobresaltada y despertando apenas, la angustia y pánico no demoraron en cubrir sus acciones, una de sus manos se dirigió vaga hacia la empuñadura de su katana, pero se quedó a medio camino mientras un par de lágrimas brotaban en silencio. Ni lo miró, sus ojos seguían perdido en el fuego que cada vez se volvía más brazas.

    —Maldito estúpido —soltó con una voz quebrada, débil y apenas audible, el gesto del ronin con suerte y tan solo se tensó un poco más, afianzando su expresión tosca y dura; inalterable, inmutable, solemne; a pesar de que por dentro aquella escena tan solo se sintió como una katana clavándose lenta y tortuosamente en su pecho, fría, hasta llegar a su corazón.

    Y luego caliente, por la sangre que no escurría fuera de su cuerpo, sí no que brincaba y corría a cada fibra de su ser, casa músculo tenso; se expandía, se destensaba, se preparaba para atacar, matar. Pero esa última parte, ni con suerte la segunda, recaerían sobre la pequeña Kobayashi.

    >>No hay nada —masculló apenas tras soltar lo primero, fue mera suerte que Kenzaburo lograra oír aquello, era buen rastreador, no un conejo con buen oído. Un sabueso, lobo solitario, coincidía más.

    —Hay pescado —respondió con simpleza, aun con voz firme y fuerte, pero sin ningún rastro de agresividad o tensión, suave a su única y peculiar manera. Gracias a eso, Mao hizo el esfuerzo de sostener su mirada, la mirada de alguien que perdió toda esperanza, quien no se fía ni de su sombra, que busca morir desesperadamente; esa era la mirad de la chica, y por eso Kenzaburo entendía dónde recaía su verdadera fuerza.

    No morir, Mao no moría, porque simple y llanamente, en el fondo, no quería. Y eso, que era tan difícil de entender, visualizar, sentir; Kenzaburo lo supo desde el primer día. Solo hizo falta un par de actividades para darse cuenta que ella, al igual que él, preferiría que le torcieran y quebraran el brazo antes de rendirse a voluntad. Por eso también no entraba en discusiones con la chica, ni en peleas, ni creaban disputas; sin conocerse, se entendían; sin percatarse, se amoldaban al otro. Un tira y afloja sinuoso, precavido, temeroso.

    Él temía romperla, ella temía colmar su paciencia. De no haber sido así, lo más probable es que uno hubiera optado por intentar matar al otro, pero las cosas no habían ocurrido de tal manera y punto. ¿Destino? Tal vez, ¿suerte? Incalculable...

    Lo único tangible era el pasado de él, y el presente de ella, junto al anhelo mutuo por un futuro mejor: Lleno de paz, fuera de peligro, felices de haber recorrido el camino que estaban pisando, el que les quedaba por descubrir.

    —Toma, el pescado se come caliente cuando se puede, sí no, es una falta de respeto—. Respeto... ¿por qué había usado esa palabras?

    … Ah, sí; respeto era lo único que, de momento, parecía entender la niña, pues no importaba que tan ensimismada estuviera; dices respeto y te observa, dices cuidado y se detiene, gritas peligro...

    Y ataca con todas sus fuerzas.
    A mordiscos, arañazos, patadas, lo que sea; pues es toda su fuerza.
    Una persona excesivamente generosa, que no te privaría ni de su más grande ira.

    La niña tomó el palo que el viejo le ofrecía, luego de que él sacara un par de pescados para dejarlos en su propio regazo. Esa mañana, luego de una semana de puro deterioro, Masuyo, o más conocida como Mao, empezó a tener un apetito voraz nunca antes visto.

    Un apetito que, más temprano que tarde, terminaría por brindarle sonrisas a Kenzaburo; sonrisas en contra de su voluntad.
     
    Última edición: 23 Enero 2021
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  2.  
    rapuma

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    Te juro que me destruyó el corazoncito!!! es hermoso!!!! y así, tal cual se encuentra detallado, me imagino los idas y vueltas de estos dos! Kenzo viendo que la chica respira, se mueve y está despierta, listo, suficiente. Nada de ahondar más en sentimientos, no porque no quiera, sino porque no lo entiende; para él es primordial esas tres cosas, el resto carece de sentido xD Y la mirada dura, hosca, sumamente afilada a las palabras hirientes de Mao, pero que por dentro le afectan quizá el doble que una herida normal.

    ME ENCANTÓ!
     
    • Fangirl Fangirl x 1

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