La búsqueda.

Tema en 'La búsqueda del druida' iniciado por rapuma, 2 Diciembre 2015.

  1.  
    rapuma

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    El viaje había sido tortuoso; no fueron simples días, fue un poco más de un mes en aguas abiertas, soportando tormentas, mareos y la insoportable cárcel en la que se había convertido el barco. Pero ahora todo cambiaba. Habían caído en un profundo sueño la noche anterior, donde el capitán Galash los tranquilizó diciendo que la ruta era la correcta, que en el próximo alba encontrarían las rocosas con forma de laberinto y las sortearían para llegar finalmente a la isla. Eso era el único obstáculo que quedaba...

    Se despertaron abruptamente por un movimiento demasiado brusco, algunos casi caen de sus camas. Sus camarotes no son tan espaciosos, pero cumplen la simple función de cada uno; descansar. Las ventanas de cada camarote está por encima del casco, por lo que pueden ver el mar abierto, pero en vez de mar, se escuchan ruidos de gaviotas y ven piedra, enormes muros de piedra que nublan su visión... ¿dónde estarían? También escuchan unos violines, el ruido parece provenir de la cubierta. ¿Festejan algo? También pueden oír aplausos y algún que otro grito esporádico. Van a cubierta a explorar de qué se trata todo esto...

    Un viento helado corre por la cubierta, pero eso no parece desanimar a los que tocan los instrumentos musicales. El barco dobla cuidadosamente entre las enormes piedras, algunos sienten la brisa marina golpearlos, el agua parece cálida... ¡estaban en el laberinto de las rocosas! ¡Ya a nada de llegar a la bendita isla!

    @Amane @Amelie @Nekita @EN Auditore @Bruno EVF @Error Akazami @Liza White bienvenidos! los invito a presentarse entre ustedes, luego vendrá la tripulación :3
     
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    Hygge

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    Damian Emerson

    "Día 45 de este maldito secuestro:

    Sigo encerrado en un barco de poca monta sin señal alguna del exterior. Empiezo a tener la ligera sospecha de que nadie vendrá a rescatarme, y que solo me estoy haciendo falsas esperanzas en las que aferrarme para afrontar el día a día en este infierno marítimo. No sé cuántos mensajes en botellas he lanzado al mar desde que todo este horror comenzó, pero he escuchado que en la popa del barco se puede ver una larga cadena de botellas misteriosas atascando la salida trasera. Todos se preguntan por el causante, pero es mejor no delatar nada no vaya a ser que me lancen a los tiburones. ¡Glup, eso ni pensarlo, qué miedo me dan esos bichos del demonio!

    Sobrevivir cada día en este lugar es una tarea ardua y casi imposible. Nos mantienen desde el alba trabajando y aguantando las constantes sacudidas que el mar embravecido nos propina a diario, y no hay ni un solo día que no eche la comida por la boca con tanto mareo. Si es que yo no estoy hecho para esto, me estoy quedando esquelético y creo que he perdido tres kilos, ¡tres kilos! ¿Sabéis lo que es eso? ¡Yo no debo perder esta figura, ni pensarlo!

    Por favor, si alguien recibe este mensaje que llame a la policía, a quien sea, pero que detengan a este hombre que dice ser capitán y que no me deja volver a casa, ¡está como una maldita regadera, lo juro! ¡Que alguien me saque de aquí ahora mismo, os lo suplico!

    Atte: Damian"

    ***

    Abandonó el baño común nada más salir el sol por el horizonte (el único baño que había en todo el barco, por desgracia) y su asqueroso olor con cierta precaución, tras cerrar la escotilla por donde había lanzado el mensaje embotellado diario. Todos dormían aún y él se había acostumbrado a madrugar para realizar este ritual mañanero, pero su mente ahora solo le daba vueltas a la posibilidad de que esa botella fuese la buena. Alguna vez surtiría efecto, daba fe de ello, solo debía aguantar un poco más. Algunos miembros de la tripulación se habían empezado a quejar de la pérdida de vino de la supuesta reserva del capitán chiflado, pero nadie sabía quién era la supuesta rata que se lo estaba tragando todo para él/ella solo/a. Damian no quería ese vino de pacotilla, para nada, él solo necesitaba las botellas. ¿Y a dónde iba a para la bebida? Al retrete, ¿dónde si no?

    Una lástima, pero si llegaba a sobrevivir sin ser lanzado por la borda, merecería la pena.

    Iba con extremada sutileza por los pasillos del barco hacia su camarote, tratando de no llamar la atención de nadie, pero eso no era propio de él. Una repentina y brusca sacudida hizo mover el barco lo suficiente como para hacerle perder el equilibrio, y cayó al suelo de golpe sin poder evitarlo, perdiendo sus gafas de por medio. Y es que no había una sola caída suya que no ocurriese lo mismo, no sabía si ya era mala suerte o una especie de ritual que no debía faltar.

    Lo peor fue cuando todo el barco pareció ir despertando, y la tripulación comenzó a abandonar sus camarotes rumbo a donde se estaba produciendo unas repentinas melodías de violín, pero Damian seguía sin dar con sus gafas. La muchedumbre no hizo otra cosa que pasar por encima de él a lo bruto, como era de esperarse, y se hizo bolita en el suelo a la espera de que la estampida acabase de una buena vez.

    Alzó su cabeza con cierto terror al no escuchar más ruido y halló sus gafas al fin, llegando a notar que el pasillo estaba de nuevo vacío. ¡Uf, había sobrevivido los primeros 5 minutos del día! ¿Véis como le era tan difícil?

    —C-creo... creo que mejor será ir a ver qué está ocurriendo —suspiró arreglándose la mata de pelo que habían revuelto hacía nada de tiempo toda esa gente, y trató de levantarse para ir a reunirse junto al resto. Un paso en falso y pisó su pijama (una talla más grande de la que usaba) y volvió a caer de boca contra el suelo. Sin duda, había empezado con el pie izquierdo... literalmente.

    ¿Es que acaso las cosas cambiarían a mejor para Damian?
     
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    Nekita

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    El viaje había sido más duro de lo que había imaginado, habían pasado bastantes cosas como para empezar a enumerarlas, de hecho, no tenía ni siquiera sentido hacerlo ya que podía decir que era algo usual y no era un tema de interés para mí. Solo tenía que empezar a pensar que sucedería cuando llegáramos a la dichosa isla, eso si era un tema de interés y lo que me hacía no perder la cabeza y caer en la desesperación.

    Y por si fuera poco no creía que tuviéramos motivos para desconfiar del capitán Galash, solo debíamos aguardar.

    Y finalmente el día había llegado. Un brusco movimiento del barco hizo que la sensación de caer de mi cama fuera lo que me hiciera abrir mis ojos algo bastante alterada, un estado que podía decir que duró muy poco cuando la melodía de los violines había llegado a mis oídos, ¿estaban celebrando algo?, ¿qué podría ser?, ¿nuestro destino?, fuera lo que fuera me apresuré a salir de mi camarote para ir directamente a la cubierta, lo que vi me hizo sonreír casi inconscientemente.

    Sin prestarle mucha atención a las demás personas que nos acompañaban me dirigí a una de las orillas del barco para apreciar con más detalle el lugar por donde nos estábamos adentrando.

    — ¿Lo estas mirando, abuelo?.. ya falta poco... — murmuré dirigiendo mi vista ligeramente hacia el cielo, la emoción de todos aquí tenía que admitir que era algo.. contagiosa.
     
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    EN Auditore

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    Mi sueño tanto en alta mar como en tierra no era la mejor, no solía dormir demasiado. Mis tíos decían que eran "preocupaciones" yo lo considero: "Formas de aprovechar el tiempo". Antes de darme cuenta ya era de día, había pasado la mitad de la noche leyendo un libro a la luz de una vela. Aquel lugar de cierta forma me parecía extraño, no habia sentido curiosidad por indagar, sólo deseaba llegar.

    La primera semana de viaje estuve ansioso, casi desesperado por ver tierra al otro lado, pero luego de pasar las horas y los días caí en cuenta que tardaríamos bastante en llegar. Solté el libro en algún momento y me quedé observando acostado la poca luz solar que entraba al camarote, no había salido demasiado a cubierta, al menos no lo necesario, mis palabras con el capitán y los tripulantes habían sido escasas, y mis viajes se limitaban al baño y a la cocina.

    Sabía que en aquella expedición a ultra mar no podía ser el único, supongo que habría una buena cantidad de hombres dispuestos a descubrir cualquier cosa que realmente estaba oculta en aquella isla. Suspiré ante el pensamiento, realmente no había conocido a nadie de interés asi que era un desconocido.

    Seguí mirando la luz que llegaba desde la ventana en algún momento cerré los ojos, me encontraba un poco consciente, podía sentir el ruido fuera y alrededor las gaviotas y el sonido de las olas chocando contra el casco, pero de repente un movimiento bruscó hizo caer la vela y a mi sacudirme. Me levanté rápido, alerta casi de forma errática, mira hacia todos lados, pero no había pasado nada en mi camarote.

    Escuché la muchedumbre, su estampida por aquellos lares. El libro también se había caído, lo levanté y lo cerré. Esperé unos segundos y salí del lugar apresurado. Miré a través del pasillo y vi a un chico en el suelo.

    —¿Murió?—pregunté incosciente, antes de verlo moverse por el suelo buscando sus gafas, giré mi rostro y vi las escaleras que se dirigían hacia la parte superior del barco. Apresuré mis pasos y subí lo más rápido que pude los escalones, para ver como los rayos del sol golpeaban violetamente mis ojos dejando ciego por un momento.
     
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    Error Akazami

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    Alelí

    Otro dia mas en este infierno. ¿Cuanto tiempo hemos viajado sin rumbo?, una eternidad como minimo. Je, me pregunto como les estara llendo a mis padres en casa, de seguro menos mal que a mi.

    Me desperte un poco antes que la demas tripulacion un poco desorientada, cada vez que me acostaba en aquel camarote me daban hartas nauseas y una sensacion de que algo pudiese pasar, mi instito no fallaba la mayoria de las veces.

    Me gire para terminar mirando el del camarote, los rayos del sol apenas aparecian por la ventana dandome justo en la cara pero, algo estaba diferente. Levante mi cabeza con cautela para observar la primera vista de cada mañana, el ocea...¿rocas?.

    —¿Rocas?, ¿en donde demonios estamos?—Me precipite un poco levantandome de golpe—Pero Galash, seras...

    Una brusca sacudida me hizo volar de mi cama directo al suelo, ¿que estaba pasando?, ¿acaso el soberano "capitan" nos habria traido a una trampa?, no, no era eso, si fuese eso ya me hubiese enterado desde antes. Me inque para procesar lo sucedido, un festejo se escuchaba afuera de los camarotes, despertando a la tripulacion restante y atrayendolos hacia la cubierta como moscas a la miel, en serio, ¿que estaba pasando?.

    —Oh, no sera que...—¿Podria ser?, ¡¿Habriamos llegados a nuestro destino por una maldita vez?! ¡Gracias a todos los dioses existentes!.

    Me levante de golpe para no terminar arrollada por la estampida que venia detras mia (y por lo visto un "compañero" habia tenido aquella suerte) y sali disparada al lugar del festejo, la luz casi me cegaba por el brusco cambio de la total oscuridad a uno de los pocos dias mas soleados que eh visto pero eso no me impidio asegurarme de lo que pasaba. Finalmente habiamos llegado al laberinto de las rocas.
     
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    Amane

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    Ellie

    Un nuevo día. ¡Sí, señor! ¡Otro día más que iba a empezar! Un día con su brillante sol, algunas nubes perdidas que dejaban la mayor parte del cielo despejado, dejando ver ese azul tan característico y precioso.

    Salí del camarote con la misma alegría y emoción de siempre, estirándome en toda mi extensión nada más pisar la zona al aire. El viento jugó con mi melena en cuánto alcancé el exterior. Un día ventoso, parece ser.

    — ¡Kya~! ¡Qué bonito día! — exclamé, dejando caer los brazos para después abrir los ojos.

    Y entonces, entonces sentí como mis grisáceas orbes se iluminaba.

    ¡Rocas! ¡Rocas a nuestro alrededor! ¡El Capitán tuvo razón! Ya casi estábamos en la isla.

    Con más alegría desbordando de mi cuerpo, me quedé en la zona de la proa, observando con una deslumbrante sonrisa el océano que se disponía ante nosotros, marcándonos el camino hacia el destino final.
     
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    Bruno TDF

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    Libra
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    Helena

    Envuelta en su traje de monja, miraba con una gran sonrisa los muros de roca que prácticamente ocupaban todo el paisaje que se podía observar al otro lado de la ventanilla de su camarote. Helena entonces cerró los ojos. Se dejó llevar por los sonidos provenientes de la cubierta, una mezcla de voces y de melodías arrancadas de diversos instrumentos. No podía sentirse más contenta.

    Los días que habían seguido a su llegada a la expedición de Galash no habían sido los mejores. Tuvo que soportar las tormentas, que tanto miedo le daban. Además, si en algo superaba el convento de monjas a la embarcación, era la comida, mucho más fresca y abundante que en el barco. La joven se la pasó poniendo caras feas durante los almuerzos de los primeros; aunque, con el correr del tiempo, el hambre hizo que su paladar se acostumbrara.
    Más allá de las dificultades, se sentía muy contenta. La vida en la expedición de Galash le parecía mucho más divertida y animada que la de aquel horroroso convento. La gente con la que convivió durante todo ese mes le resultaba de lo más interesante y a algunos llegó a hartarlos con sus preguntas, de modo que le echaban amenazándola con armas; ella les sacaba la lengua en cuanto no la veían y, para demostrar que no les tenía miedo, volvía a charlar con ellos al día siguiente. Pero de todas formas, todos le caían bien.
    Los que más llamaban su atención eran un señorito inglés y un sujeto al que creía mudo porque casi no hablaba y una chica que parecía derramar alegría por los poros. No había tenido la oportunidad de bombardearlos con sus palabras.

    De la cubierta seguían llegando esos sonidos que, juntos, formaban una dulce música para sus oídos. La orquesta de la libertad. Libertad soñada. Se despeinó los cabellos, emocionada.

    ¡Esto se va a poner bueno! —chilló.

    Salió corriendo en dirección a la cubierta. Allí los vio a todos, a sus compañeros de viaje, en un estado de alegría similar al de ellas. Y al fondo de la escena, los muros inmensos de piedra. Era, sencillamente, maravilloso.

    Y lo mejor de todo, es que no muy lejos de ella se encontraban esas personas que llamaban su atención. Se acercó al que parecía que le comió la lengua el gato.

    ¡Ya era hora! —vociferó feliz, lanzándose encima de él por la espalda. Lo rodeó con brazos y piernas, como un koala— ¡Este barco ya estaba empezando a aburrirme! ¿No opinas lo mismo? ¿Cómo te llamas? ¿Hablarás un día de estos? ¿Te comió la lengua el gato? ¿Eh?
     
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    EN Auditore

    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Hacía un par de días que no salía de mi camarote, por ello los rayos del sol poco a poco asesinaban mi vista. Intenté parpadear múltiples veces, pero me quedé quieto, temía que si caminaba sin poder ver caería sobre la cubierta o peor... rodaría por las escaleras. Tardé unos segundos, tapé mis ojos con una mano, comencé a parpadear rápidamente, mientras podía ver el color marrón de la cubierta reluciente.

    Sonreí un poco, al fin mi miedo a caer se había disipado. Alcé mi vista lentamente mientras alejaba la mano de mi rostro. Lo primero que vi fueron las enormes paredes de piedra que se alzaban a los lados del barco casi a punto de aplastarlo. Las velas estaban abiertas, ondenando con el viento, los tripulantes, la mayoría estaban en la cubierta, admirando de igual forma aquellas estructuras.

    Muchos rostros me parecían desconocidos, giré mi rostro luego de la impresión, fijándome en los rostros de todos los que estaban allí. Coloqué mi mano por instinto en mi medallón que estaba colgado en mi cuello. Al menos no estaría completamente solo en aquel viaje, me encontraba dispuesto a subir de una vez a cubierta, pero un extraño peso apareció en mi espalda seguido con el extrañ0 agarre de mis piernas que evitaba moverme.

    No pude notar demasiado lo que sucedía, mi cuello de cierta forma parecía comenzar a ser asfixiado por las manos de una persona... Sí, era una persona. Pero mis pensamientos con mi movimiento restringido de piernas me hizo caer al suelo de la cubierta con la persona encima de mi. Durante la caída escuché sus preguntas:

    "...¿No opinas lo mismo? ¿Cómo te llamas? ¿Hablarás un día de estos? ¿Te comió la lengua el gato? ¿Eh?"

    Intenté procesar la información, pero el peso de aquella chica me hizo caer al suelo y su peso cayó sobre mí. Al final, el sol no había sido el culpable de mi caída, era la chica, suspiré levemente. No reconocía su voz, mucho menos sabía como era, su posición en mi espalda lo prohibia, sólo quedaba su agarre en mi cuello y piernas.

    —Oye, deja las preguntas por un momento y...—me detuve a ver si reaccionaba para levantarse de encima de mi, pero no lo hizo.—¡Levantate! ¿No ves que estamos en el suelo?—pregunté a la chica, soltando un leve gruñido por lo inverosímil de la situación.
     
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    rapuma

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    —¡Tierra a la vista! —las rocas habían quedado atrás, muy atrás y un nuevo aire recorría la cubierta principal. La densa bruma que se había levantado a unos metros del nivel del mar se disipó por completo, las gaviotas que seguían el viaje de cerca, llegaron a la costa de la isla y se abrieron en dos diferentes grupos, alejándose. Parecía una extraña bienvenida que pasaba de su entendimiento.

    Finalmente, la isla estaba ahí, frente a todos.

    —Bosque, montaña, hielo... esto supera en creces mis expectativas. —dijo un hombre mayor, ataviado con un saco marrón y un sombrero de copa del mismo color. Se sujetó el abrigo a la altura del cuello y se sostuvo el sombrero para que no se volara lejos con la brisa marina. Sus largos y enmarañados cabellos se agitaron y por primera vez, el viejo sonrió, extasiado ante aquella imagen tan bella de la cual tanto había esperado para encontrar.

    El barco rodeó la isla para encontrar un puerto seguro. Navegaron unos pocos metros más hasta encontrar una delgada línea de arena blanca donde el barco pudo lanzar el ancla. Oyeron los gritos de los tripulantes, volando de vela en vela por los amarres, en un intento de poder mantener estable la nave. Vieron al capitán Galash soltar por primera vez el timón y sonreír bajo el gran bigote negro que estaba sobre sus labios. Era una sonrisa sincera. Abrazó a una mujer que estaba a su lado, el gesto duró pocos segundos, ambos se quedaron viendo la isla un largo rato.

    Pero su atención se las robó otra gente. De la escalera que daba a cubierta, comenzaron a subir unas personas. Dos mujeres y dos hombres, todos preparados con ropas y distintos elementos. Parecía que eran los encargados de dirigir la expedición. Llevaban mochilas con cantimploras, bolsas para dormir, algún que otro arnés, sogas. El grupito se quedó mirando la bella escena que ofrecía el barco. La isla parecía ser inmensa.


    —Señores, señoritas. —la voz del capitán los obligó a mirarlo. Bajaba las escaleras del castillo del timón, escoltado por la mujer con la que se había abrazado. —Sean bienvenidos, finalmente... a la Isla del Druida. Nuestra búsqueda comienza aquí. Lamento mucho no poder compartir tiempo con alguno de ustedes, pero mi equipo sabe que les deseó lo mejor a todos y cada uno de ustedes. —se tomó un tiempo para mirar sus rostros. Unos parecían alegres, otros confundidos. Y uno totalmente aterrado. —Si están a bordo es que están con todo consentimiento de su parte. —sus ojos negros se clavaron en Damian. —Tengo interesantes cartas en mi camarote. Cartas que afirman que su participación es pura y exclusivamente anhelado por ustedes mismos. —mostró los documentos y los arrojó al mar. —Pero un simple papel no importa, ¿verdad? Antes de emprender esta expedición de locos, titulado así por muchos, creé portales y pagué sustancias generosas a emisoras de radio para que esta noticia intente recorrer todo el mundo. Busqué por todas partes a gente que compartiera junto a mi tripulación el fuego quemante de la aventura. No sabemos con qué podamos encontrarnos ahí, por lo que es mejor estar preparados. Tienen ropa en su camarote nueva, acorde al lugar. También tienen instrumentos para la defensa: machetes y bastones de acero. Las únicas armas de fuego que están permitidas transportar las llevará mi grupo. —sonrió en dirección a Sheila. —Bienvenida, señorita Palafox. Lamento mucho la pérdida de su abuelo, era un hombre de gran renombre y que estaba invitado a esta expedición. Supo hablar bien de usted y por consecuente, sé que haber usado la invitación de su abuelo fue certera. El profesor fue compañero de él. —señaló con una mano al viejo que se había quedado estupefacto viendo la isla. Tosió y se dio la vuelta, sonrió. —Lamento mucho su pérdida, señorita Sheila. Pero con usted es como tener la viva imagen de su abuelo. —Galash afirmó con la cabeza. La mujer que lo escoltaba dio un paso adelante, para ponerse a su lado. —Hora de presentar al grupo. Muchos me conocen, pero otros no. Soy el capitán Galash Morton, a cargo del Intrépido. También primer jefe al mando de la expedición. Ella es mi segunda. —la mujer de su derecha los saludó con un asentimiento leve de cabeza. —La teniente Erika Moll. Si algo me llegase a pasar a mí, ella está al mando. Quiero que esto quede claro. Luego el equipo... —señaló a un hombre con un gorro azul sobre su cabeza y una pistola enfundada en su pecho. —El señor Amar Singh. —el nombrado ni los miró, limpiaba sus instrumentos con calma. —La señorita Rosie Castro. —la aludida les sonrió. —Bienvenidos. —musitó con delicadeza. Galash prosiguió: —El señor Vince Reynolds. —Vince estaba cruzado de brazos, mirando los rostros de todos. Asintió. —La señorita Mae Chang y el profesor David Brooks. —ambos hicieron una reverencia mientras que el capitán se apartaba un poco. —Bien, queda en ustedes decidir con quién de nosotros viajará. No los dejaremos ir solos, estarán acompañados, escoltados, como quieran llamarle. Mi primer lema es no dejar a nadie atrás y espero que sea el de ustedes.

    @Nekita @Liza White @Error Akazami @Bruno EVF @EN Auditore @Amane @Amelie hora de elegir a su acompañante! Son NPJS que serán controlados por mi mismo! Elijan con cuidado, no todos tienen los mismos stats y para que sea mas interesante, está todo al azar! :3
     
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    Nekita

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    Sheila Palafox

    Cuando uno de los hombres de la tripulación anunció que ya había tierra sentí como mi corazón palpitaba con fuerza, y al igual que el señor de sombrero marrón había soltado al aire, admiraba el paisaje con gran impresión, superaba cualquier expectativa prevista o imaginada. Y así me hubiera quedado más tiempo de no ser que el capitan Galash había comenzado a hablar, atrayendo mi atención.

    Primero dándonos una rápida disculpa, después de arrojar unas cartas a las cuales no les presté suficiente atención, informó que había pagado a los radios para que lo que estábamos haciendo fuera sabido por todo el mundo, sonreí y luego sentí como los ojos del capitán se posaban en mi, algo que me sorprendió antes de que sus palabras llegaran a mis oidos.

    Una sonrisa agradecida y un asentimiento en silencio fue lo mejor que pude hacer con el estado de impresión que tenía, el abuelo no solía hablar mucho conmigo pero... era una muy agradable sorpresa, después centré mi vista en el profesor.. el hombre de sombrero y mi sonrisa no desapareció — Muchas gracias profesor, haré lo mejor posible para mantener viva la imagen de mi abuelo. — Y nuevamente me centré en el capitán que ya había tomado palabra nuevamente.

    Presentó a la tripulación y a continuación teníamos que elegir con quien viajar, poco a poco me fui acercando al profesor de forma tranquila, y cuando estuve lo suficientemente cerca de él, extendí mi mano con una sonrisa — Profesor, ¿me permitiría viajar con usted? — pregunté con un leve tono de emoción, tener a alguien que había conocido a mi abuelo y había tenido la oportunidad de trabajar con él hacia que tal vez hubiera más probabilidades de aprender más y estar algo más preparada.

    — Por que para mi sería todo un honor~
     
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    rapuma

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    Profesor David Brooks

    Se llevó el puño a sus labios, tosió y carraspeó antes de contestar. —El honor es todo mío, querida. ¡Que gran gusto compartir esta enorme hazaña con la nieta de un gran hombre! Claro, claro que si pequeña. Ahora ve a cambiarte y a prepararte. —se limpió las gafas con la corbata de su traje. —No me iré a ninguna parte sin ti. —sonrió, bonachón.
     
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    Hygge

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    Damian Emerson

    Sus piernas le temblaban como si de gelatina se tratase, y sentía que en cualquier momento podrían llegar a fallarle. Esta situación se le salía de las manos, ¿qué pintaba él en una exploración hacia una isla inóspita donde no estaba seguro de si saldría vivo de allí? Admiró cada uno de los rostros que atendía al capitán con interés; ellos se veían ilusionados, con ganas de ir hacia la aventura, estaban preparados para todo lo que les echasen encima.

    Pero él, un hombre que no había salido de la comodidad de su mansión y de sus riquezas... ¿qué posibilidades tenía de sobrevivir aquí?

    Observó las cartas que el capitán lanzó al mar y su corazón le dio un vuelco cuando clavó su mirada en él. No, en su caso había sido su familia la culpable de que ahora estuviese aquí, si ahora se encontraba en la embarcación se debía a que hasta que no hubo zarpado, no comprendió del todo en qué lio se había visto inmerso. Demasiado tarde, ya no había marcha atrás.

    —Dios santo... —descolocó sus cabellos dorados bajo el sol de la mañana con cierta desesperación. Una joven que se encontraba no muy lejos de su posición casi ni se pensó dos veces con quién iría acompañada. Él... ¿él qué iba a hacer?

    Minutos después, no le quedó otra que elegir. Caminó con pasó vacilante hacia la figura del capitán, y trató de prepararse mentalmente. Sí, a pesar de haber dicho en sus cartas que el capitán estaba como una maldita regadera, era la única persona de todas ellas que le inspiraba más confianza. No lo admitiría, pero era así. Había convivido durante un mes con él y le había visto manejar distintas situaciones con gran maestría, sabía que había escogido bien.

    —Uhm... E-esto, c-capitán yo, eh, verá, ah... —se llevó una mano tras su nuca, con los nervios a flor de piel—. ¿P-podría... podría acompañarlo e-en este viaje? Y-yo siento lo de las cartas, e-en verdad... eh.. bueno, yo...

    Tomó una bocanada de aire para tranquilizarse, ¡así no le iba a entender nada! Se inclinó casi en un gesto de súplica, sin saber muy bien qué más hacer.

    —¡P-prometo que si me deja acompañarlo trataré de no ser un lastre!
     
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    Amane

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    Ellie

    Y finalmente habíamos alcanzado la isla. ¡Qué emoción!

    Di una vuelta sobre mi misma, emocionada. Por fin, estábamos a metros de tocar tierra y eso me emocionaba de sobre manera.

    A lo segundos me acerqué al grupo que se había formado y escuché como nos presentaba toda la tripulación. ¡¿Cómo?! ¿Tendríamos la posibilidad de explorar junto a uno de ellos? ¡Pero eso era todo un honor! Poder explorar junto a personas de un equipo como el del capitán... ¡todo un honor, sí, señor!

    Me acerqué revoloteando hacia una mujer que había llamado mi atención.

    — Señorita Castro, ¿me permite viajar con usted? — pregunté con la mirada brillante de emoción.
     
    Última edición: 17 Diciembre 2015
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  14.  
    Error Akazami

    Error Akazami Princesa de Dragones y Guardiana de Ilusiones

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    Alelí

    En cuanto escuche que habian encontrado tierra, se me hizo un nudo en el estomago, no podia creer que finalmente habiamos llegado.
    Vi como Galash iba bajando por las escaleras hacia donde estabamos nosotros junto con una mujer a su lado, anunciando la llegada a la isla del Druida.

    Baje del barco con tranquilidad junto a los demas, me quede atonita por el lugar en el que nos encontrabamos que casi me tropezaba al solo tocar tierra. Mi emocion se podia notar a 30 kilometros, y tan solo darme cuenta de la cara ridicula que habia puesto cambie mi expresion a la de siempre, hubiese sido penoso que alguien me hubiera visto asi, tenia una "reputacion" a flote.

    Me gire a nuestro capitan al escuchar que presentaria a un equipo que nos acompañaria a cada uno de nosotros, "niñeras" en cualquier caso.
    Pero bueno, que se le iba a hacer, tener a un compañero de expedicion seria menos aburrido que ir sola, pero tengo que admitir que estaba de acuerdo con el lema del capitan.

    Me dirigi a la teniente a paso lento, ya que al ser la segunda al mando, no se, me inspiraba mas confianza.

    —Bueno, señorita teniente Moll , ¿podria ser su compañera?—Me coloque al lado suyo inclinando un poco la cabeza logrando verla de perfil.
     
    Última edición: 5 Diciembre 2015
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  15.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP Certified Gakkouwiki

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    Helena

    El joven junto con el cual había caído al suelo no respondió a la preguntas que le había hecho, sino que más bien le reprochó el hecho de que estuviesen protagonizando una escena cómica. Pero lejos de preocuparse por lo último, la sonrisa de Helena se ensanchó, pues por fin había saciado la curiosidad de conocer la voz del muchacho, al que no dejó de rodear con sus brazos desde el suelo. Y estuvo a punto de decirle que no lo soltaría hasta que le revelase su nombre, pero en ese instante, cuando abrió la boca para soltar otra horda de preguntas, un grito cruzó el cielo: ¡Tierra a la vista!

    La monja abandonó el agarre de sus brazos y se sentó sobre el chico, con sus rodillas a cada lado de sus caderas, para alzar la cabeza hacia la bruma que los rodeaba. Ésta se fue disipando con una lentitud casi fantasmal, hasta que dejó ver el espectáculo más maravilloso que pudo haber visto ¡La Isla del famoso druida! Durante todo lo que duró el viaje, Helena se había imaginado un archipiélago conformado únicamente por arena y palmeras con jugosos cocos pendiendo entre sus ojos, pero la belleza del paisaje la dejó obnubilada, boquiabierta y con los ojos brillosos.

    Se quedó paralizada de placer durante un minuto exacto, en el que en ningún momento hizo ademán de levantarse del cuerpo del joven, quien seguía tendido con la boca contra el suelo. Hasta que, por fin, Helena se levantó de un salto para correr hacia el borde de la proa.


    Apoyó las manos en la barandilla. Soplaba una brisa que mecía sus cabellos negros, despeinándolos, libres de la opresión del rodete. El viento hizo mecer su traje de monja, hizo que se le pegara al cuerpo, atravesando la tela y acariciando su piel con dedos fríos. Finalmente, Helena sonrió como nunca lo había hecho.

    Si existía un Paraíso, debía tratarse de éste… ¿Sería el druida el verdadero Dios?


    Le hubiera gustado estar así para siempre, dejándose llevar por la belleza de la isla. Pero cuando el capitán Galash se puso a hablar, supo que debía escucharlo con atención. Así lo hizo, feliz y dichosa. Jamás se había sentido tan a gusto. Había sido un viaje duro, agotador, pero mucho más genial que la vida en la mansión familiar o en el convento de la Iglesia. Además, el capitán había logrado algo que los demás no: ganarse su respeto.

    Acto seguido, nuevas personas aparecieron en la cubierta. No recordaba haberlas visto, pero Helena concluyó que, si se trataba de gente de confianza del capitán, debía sentir por ellos el mismo respeto que por Galash. Al fin y al cabo, ellos serían sus guías en la búsqueda del druida.

    Se acercó al hombre llamado Vincent Reynolds.

    ¿Me dejas acompañarte, Vin? —preguntó con mucha ilusión, los puños cerrados contra su pecho.
     
    Última edición: 5 Diciembre 2015
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  16.  
    EN Auditore

    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Duart Blint

    Y aquella extraña chica aún se encontraba en mi espalda, esperé unos segundos esperando que se moviese, pero cuando senti que se iba a se iba a levantar, en realidad... se reacomodó en mi espalda. Bufé y luego suspiré cansado, aún no podía verle el rostro a la mujer y miré hacia los lados intentando buscar a alguienque me sacara de aquella tan extraña situación. Esperé unos segundos más, no se movía y parecia que disfrutaba estar encima de él, antes de rendirme y resignarme a contestar alguna de sus preguntas, toda mi espalda fue liberada de golpe. Todo el peso de la chica desapareció y escuché sus pasos alejándose a gran velocidad.

    Me levanté un poco molesto, intenté encontrarla con mis ojos, quizás para recrimirle que era una actividad falto de modales, pero no la vi, al menos no a simple vista ya que me quedé anonadado—escuchando el sonido de que habían visto tierra— ante lo extraño del lugar. Parecia un lugar de fantasía extraño, inhóspito, un lugar sacado de alguna historia de Julio Verne. Sonreí y miré el cielo, antes de mirar toda la cubierta en dónde los propios tripulantes parecian emocionados por lo que sus ojos acababan de presenciar.

    El capitán descendió de su puesto cerca del timón y nos reunió a todos. Un grupo reducido de personas se acercaron hacia él, algunos parecian emocionados y otros temerosos, yo estaba... ¿Confundido? Realmente, no encontraba descripción para aquello que sentía, quizás una mera emoción o sólo el Síndrome de Stendhal que florecia en mi interior. Mientras el capitán hablaba, otras personas se nos acercaban y antes de darme cuenta debiamos escoger a algunos de los tripulantes para poder embarcarnos en aquella peqeña aventura dentro de la isla.

    Miré a una chica en la cuál nunca me habia fijado, el capitán hablaba maravillas de su abuelo y antes de que el capitán terminara las presentaciones ya estaba junto al profesor de la expedición. Miré hacia las personas delante y cuando me iba a dirigir hacia una esbelta mujer que ni recordaba la posición que ocupaba en el barco alguien se me adelantó. Así que miré a un hombre serio, llevaba una pistola y un sobrero sobre su cabeza, parecía capaz de manejar cualquier situación, quizás era lo que necesitaba. Aún más contanto que nunca había tenido la verdadera oportunidad de disparar, su padre no lo hubiese aprovado... Según él, yo no estaba destinado a ser un soldado, así que no debía actuar como uno.

    Me acerqué rápido, esperando que nadie se me adelantara, recordé su nombre así que lo pronuncié.—Señor Amar, ¿Puedo ir con usted en el viaje?—pregunté con un aire de despreocupación, intentando no darle demasiada importancia al asunto.
     
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  17.  
    rapuma

    rapuma Maestre

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    Capitán Galash Morton

    Enarcó una ceja ante la petición del muchacho; juraba que él sería el último al que Damian le pediría algo. Suavizó sus facciones, pero su seriedad se mantenía inmutable. —Levanta esa frente, chico. Gustoso estaré en seguir sus pasos por esta isla; su padre me encomendó ponerlo en regla y qué mejor que siendo su acompañante. Ve a cambiarte y prepararte; aprisa y sin miramientos, que estamos retrasados. —y sin otro gesto, desvió los ojos hacia la isla. Puedes adivinar una mirada turbia.

    Rosie Castro

    Estaba limando sus uñas cuando Ellie le llamó la atención; sonrió, sorprendida y guardó la lima en uno de sus bolsillos. —¡Claro que sí, señorita Ellie! —le tendió la mano, para estrecharla. —Pero que pedazo de acompañante, ¿ah? —le guiñó un ojo, carismática. Vio a los demás, que mandaban a sus acompañantes a cambiarse y prepararse. ¿Ella como fiel escolta debía de hacer lo mismo? Se puso el índice en los labios, pensando. —Bueno, supongo que también tienes que cambiarte. Tienes todo en tu camarote.


    Erika Moll

    —Solo dime Moll, Alelí; el viaje será largo y si el título se prolonga, será teniente esto, teniente aquello... y no quieres parecer un loro, ¿verdad?
    —rió con la boca cerrada. —Al capitán sí le gustan las etiquetas. En fin, ve a prepararte, te quiero en cubierta en menos de diez minutos. —esta vez no rió, ¿será que ahora si estaba hablando en seiro?

    Vince Reynolds

    No estaba acostumbrado a esa clase de trato, no recordaba cuando una pequeña como ella le hablaba de esa forma. Estaba curtido por gritos, órdenes y algún que otro golpe. Se rascó la cabeza, mirando el atuendo de monja. —Pero tienes que sacarte...eso. —le señaló su túnica negra, la cual sería un inconveniente, la chica moriría de calor y no parecía cómoda... al menos para él. —En tu camarote ya han provisto del equipo necesario para la expedición. —miró los ojos ilusionados, sin saber bien como proseguir. —Em... simplemente ve a cambiarte y vuelve aquí arriba.


    Amar Singh

    Estaba acomodando su equipo, llevaba de más pues nunca se sabía cuando algo se podía necesitar. Enganchó el arnés a la soga y guardó el pico en una mochila que llevaba a cuestas. Sintió los pasos del muchacho, el tal Duart, pero siguió ensimismado en lo suyo. Gruñó cuando escuchó su voz, lo miró unos pocos segundos, estudiándolo. —Tienes equipo en tu camarote. —dijo sin más, volviendo a revisar por quinta vez su equipo, desde lo primero a lo último. Era precavido, no se sabía qué sorpresas se encontrarían allí.

    El equipo en el camarote es simplemente ropa adecuada para el viaje (pueden cambiarse o no) y "armas" que pasan de ser machetes como también las lanzas de metal. Una vez que se equipen, iremos a la ISLA!
     
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  18.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Sheila Palafox

    Y ante la aprobación del profesor, sonreí un poco más tranquila y me encaminé hacia los camarotes para poder tomar las armas que habían dejado allí pero no me cambiaría, ya que mi ropa era demasiado cómoda y no me veía limitada en ningún aspecto. Después de colocarme bien las armas sali tranquilamente del camarote, notando por primera vez como los demás ya estaban escogiendo sus parejas así que sin más, me dirigí hacia el profesor.

    Profesor, ya estoy lista. — dije colocando mis manos detrás de mi espalda mientras nuevamente miraba el paisaje, realmente sería algo interesante.
     
    Última edición: 7 Diciembre 2015
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  19.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Ellie

    Estreché la mano de la señorita con emoción para después asentir con la cabeza ante su afirmación. ¡Estaba segura que haríamos muy bien equipo!

    Miré a los lados, igual que la mujer, observando que los demás mandaban a mis compañeros a cambiarse, y tras un rato, Rosie hizo lo mismo conmigo.

    — Bien, ¡en un rato vuelvo! — exclamé antes de correr hacia mi camarote, encontrándome con lo dicho.

    Me cambié a la velocidad de la luz. A pesar de que mi vestimenta era cómoda, la otorgada también, así que no había problemas.
    También recogí las armas correspondientes y, tras acomodarlas, salí hacia la borda nuevamente.

    >> ¿Fui lo suficientemente rápida? — pregunté al llegar al lado de la mujer una ve más, sonriente.
     
    Última edición: 8 Diciembre 2015
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  20.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP Certified Gakkouwiki

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    Helena

    El brillo en los ojos de la monja se intensificó cuando Vincent hizo mención a la ropa nueva, la cual que ya había sido preparada en su camarote. Helena, con una sonrisa de oreja a oreja y una expresión agradecida en el rostro, separó los labios para decir algo. Al principio, las palabras no salieron; simplemente se quedó mirando a su nuevo guía en silenciosa felicidad. Tal vez avergonzada por la imposibilidad de hablar, asintió con rapidez y corrió en dirección al camarote.

    Vicent no le había mentido. Sobre la cama había una vestimenta nueva, prolijamente doblada y asegurada con cuerdas. La joven las desató para admirar los nuevos atuendos que luciría de ahora en adelante: unos pantalones negros, botas ideales para caminar por todo tipo de terrenos; una camiseta sin mangas de color blanco, un chaleco negro con muchos bolsillos para guardar objetos pequeños y un sombrero oscuro para impedir que el sol la afectara demasiado. Todo estaba concebido con materiales frescos, que impedirían que sufriera demasiado calor. Helena dejó escapar una risita y abrazó la ropa nueva: al fin podría quitarse el traje de monja.


    Se vistió con rapidez, tarareando un ritmo alegre. Cuando terminó, tomó las armas y regresó a la cubierta. Vincent Reynolds no se había movido de su sitio. La había esperado como un buen caballero. La chica se acercó a él con una sonrisa.

    ¿Cómo me veo? —le preguntó ilusionada.

    Era libre. Se había deshecho de su último vínculo con la Iglesia.
     
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  1. rapuma
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