La última primavera

Esta es una historia que escribí a pedido de una amiga que necesitaba una historia para traducir al inglés ya que era para un trabajo suyo. La historia debía ser sobre salvar algo y a la larga pude maquinar una idea. Al final, la historia no le sirvió porque debía ser realista y bueno, me es imposible ocultar mi amor por las historias fantásticas...

LA ÚLTIMA PRIMAVERA.
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Villa Hojaldre fue otro de los pueblos que no sobrevivió al invierno finalizada la primavera. Marc volvía, entonces, a caminar en la nieve buscando a otro pueblo superviviente que lo acogiera por lo menos como bufón o para las tareas pesadas que uno podría asignarle a un gigante de cuatro metros de altura y éste pudiera solucionar con facilidad.

Pero antes debía recorrer Villa Hojaldre en busca de Tymon y salvarlo, si todavía era posible hacerlo, de una de los peores oleadas de invierno que se vio jamás.

Debajo de su abrigo de piel de rata conservaba, y cuidaba, la única rosa que pudo sonsacarle a la «última primavera». No era muy certero, en realidad, llamarlo última primavera. Podría ser, quizás, «primavera de cada tres siglos» ya que eso era mucho más coherente teniendo en cuenta, además, que nunca hubo «una primera» que pudiese verse antes de la mencionada. Para el caso, Marc había visto varias primaveras y los inviernos para él pasaban más rápido que para los hombres así que con un poco de esfuerzo podía entender el apelativo.

Marc caminaba a paso lento porque su constitución no le enseñaba otra forma, pero el recuerdo de la sonrisa de Tymon lo impulsaba a acelerar su paso al hogar de los Detrusso. Después de todo, Tymon siempre se esforzó en que él se sienta como otro habitante de Villa Hojaldre. Definitivamente él merecía sentir el aroma de las rosas.

Cuando llegó a la vivienda (de las pocas que sobrevivieron teniendo en cuenta que el resto se habían desmoronado) y derribó la puerta de los Detrusso, su corazón de gigante estuvo a punto de ser vomitado en el momento en que éste vio a Tymon, a su padre y madre, acurrucados en un colchón pegados contra la pared.

Casi pierde el control cuando vio que Tymon no había cerrado los ojos cuando los mató el frío y sus ojos verdes ahora eran de piedra, de una manera casi literal, como los de Marc.

Frente al colchón, en un escritorio había un papel apenas sujeto por un libro religioso. Marc leyó lo que decía dentro del papel.

«Para mi amigo Marckus Nortom De La Montaña Negra. Si estás leyendo esta carta y yo no la he roto es porque no pudiste venir a salvarnos antes de la oleada de invierno luego de que te pedí que me trajeras la rosa. Si no la conseguiste, no te angusties, igual te quise hasta con mi último aliento. Si la conseguiste pero evidentemente no pudiste salvarme, conserva la rosa, ahí está el último pedazo de mi alma».


Diez días de caminar más tarde, el gigante encontró un pueblo muy agitado y ocupado en las reparaciones. El jefe de construcción vio al gigante y rápidamente se acercó a él.

—¡Ey, tú! ¡El grandulón!

El gigante se acercó al albañil que lo llamó.

—¿Quieres ayudar? Te recompensaríamos bien y te dejaremos vivir aquí.

El gigante asintió.

—¡Excelente! ¿Cómo te llamas?—inquirió el albañil.

—Tymon...—respondió el gigante.