Two-Shot Komori-uta [Masuyo "Mao" Kobayashi | SamuraiSenso]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 24 Julio 2020.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Título:
    Komori-uta [Masuyo "Mao" Kobayashi | SamuraiSenso]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1915
    Komori-uta
    Yurikago no Uta





    Un ruido ensordecedor la hizo abrir los ojos, dos orbes amarillentos sumergidos en un oscuro cuarto. La luz de la luna no se filtraba por la ventana, porque había sido cubierta por los nubarrones oscuros...

    Pero la de los relámpagos si, cada tanto, haciendo sombras alrededor de todo su cuarto. Los acompañaban los truenos, que sonaban de improviso... Una tormenta. Se irguió en su futón, escuchando con atención los alrededores. No estaba asustada, aunque cuando era aun más pequeña si les tuvo un gran terror, pero ya no; aun así, estaba preocupada. No por ella, no por los adultos, ni por la gente del pueblo; por sus hermanos. Seis y dos años.

    Se levantó con lentitud de su futón, calmada, buscando entre las sombras un Haori para abrigarse. Lo encontró sin mucha dificultad, amarrándolo a su cintura con una soga cualquiera. Otro trueno, hizo una mueca de enfado.

    Quería que se callaran los condenados truenos.

    Caminó por los pasillos de su hogar, una de considerable tamaño, a pesar de que los dueños eran tan solo cinco... o cuatro, tomando en cuenta las constantes ausencias del cabecilla. Aunque varios sirvientes y guardias se hospedaban también, pero lejos de sus aposentos. Un par de minutos escuchando con atención el ruido de aquella noche abrumadora, por si había alguien más en los pasillos.

    Un llanto... No, dos llantos. Masuyo se asomó con calma por una de las puertas del pasillo, la más cercana a la habitación de su madre; la habitación de los niños.

    —Ho~la —habló con suavidad, sonriendo a pesar de estar en la oscuridad, adentrándose con cautela en el cuarto. A diferencia de sus hermanos, para Masuyo la tormenta se escuchaba en un segundo plano. Era una habilidad rara, no se cuestionaba si normal; todo lo que fuera capaz de hacer, lo veía como una enseñanza más de su familia, de sus maestros, de su gente. De su hogar.

    Los niños, en cambio, lloraban y gimoteaban. Hiro era la voz que escuchó primero, un vozarrón considerable, a moco suelto. Kimura, en cambio, solo tiritaba hecho una bola, su llanto entre el ruido exterior con suerte se escuchaba. Para fortuna de la chica, Hiro siempre iba tras de Kimura, por lo que si buscaba a uno encontraría al otro; más aún en un momento de peligro, como este... Bueno, Masuyo entendía que ellos se sintieran asustados, a pesar de que era consciente de que no pasaba nada. Solo era lluvia y sonidos fuertes, el peligro estaba si te encontrabas fuera a esas horas.

    Kimura detestaba los ruidos fuertes, Hiro era tan solo un bebé de dos años, era normal que se asustaran.

    Cuando estuvo frente a ellos se arrodilló; el más pequeño se aferraba al mayor, y este parecía inamovible. Extendió sus brazos y, siempre con delicadeza, los atrajo hacia ella. Mamá le había enseñado a ser así con sus hermanos, suave y delicada, pero sin dejar de ser firme; como la mujer lo fue cuando ella tenía la edad de ellos.

    Se respaldó en la pared, mientras tenía a ambos chicos apegados a ella, cada brazo se encargaba de uno. Hiro intentaba hablar; "tengo miedo" o algo así, era difícil entenderle. Kimura solo se aferró con fuerza a sus prendas, apegándose todo lo posible a ella.

    —Ya, ya, tranquilos —susurraba con suavidad, procurando sonar alegre, animada; como su madre en aquellas situaciones, pues estaba copiando los métodos de Shizuka. Aunque, claro, estaba lejos de ser tan buena como su madre, tan solo tenía 10 años. Su voz de niña estaba lejos de ser tan relajante como la de la adulta, pero no importaba; para sus hermanos era suficiente tenerla al lado—. Esto va a pasar... El cielo... solo está gritando... —repasaba cosas en su cabeza, conocimiento adquiridos desde niña. Metáforas, enseñanzas, leyendas; las manipulaba a su antojo—, pero no está enojado. No teman, está... de fiesta. Una fiesta en el cielo, son lindas las fiestas, ¿no creen?

    Sentía como Kimura dejaba de tiritar un poco, y por el movimiento de cabeza, sabía que Hiro estaba intentando observar su rostro, si es que podía hacerlo en la oscuridad. Una leve carcajada, sonriente, para calmar los nervios propios e intentar transmitirle paz a los más pequeños. No le tenía miedo a las tormentas, pero si estaba nerviosa de no poder calmar a sus hermanos. Enfrentarse a la tormenta resultaba mucho más difícil de lo que pensó alguna vez, admiraba a su madre por ello, entre otras varias cosas.

    —Espérenme, vuelvo de inmediato —comentó apartándolos con cuidado, y al erguirse sintió como Kimura tironeaba de su Hiori, pero le soltó sin decir nada poco después. Nunca decía nada cuando acataba ordenes.

    Masuyo caminó entre la oscuridad, los relámpagos le ayudaron en su trabajo, alumbrando el lugar a reemplazo de la luna. Tomó las pesadas sabanas de los futones de sus hermanos y las llevó consigo, hasta la pared en la cual se habían estado acurrucado.

    —¿Ma-masu...?

    —Sigo acá, Kimura, tranquilo —respondió. Tras acomodar una de las sabanas cubriendo la madera fría, fue nuevamente en busca de sus hermanos, que estaban a menos de un metro. Tomó en brazos al más pequeño y al otro de la mano, el cual rápidamente se aferro abrazándola, lo que le dificultó un poco caminar, pero no se quejó—. Siéntate —ordenó al niño más grande, y Kimura tomó asiento, luego le entregó a su hermano; procurando que el niño lo sujetara como era debido. Seguía muerto de miedo, y tenía sobresaltos cada vez que escuchaba otro trueno, con Hiro pasaba algo parecido; pero algo era seguro, con Masuyo ahí, el terror ahora solo era miedo.

    La chica volvió a sentarse al lado del hermano mayor, cubriendo las piernas de ambos con la otra sabana. Tras eso, tomó a Hiro con sus brazo, dejando que se recostara en su torso, asegurándolo al final con uno solo; el izquierdo. A Kimura los abrazo por el hombro, acariciando su cabello, con la mano derecha.

    —La sabana, Kimura, tápanos —ordenó nuevamente, y el niño, aun con cierto temblor debido a los ruidos, los cubrió a los tres aun más—. Bueno, ahora vamos a intentar dormir, ¿bien?

    —Los truenos... asustan —murmulló Kimura, a lo que la niña suspiró.

    —Lo sé, Kimura, pero hay que dormir. Inténtalo por lo menos, ¿vale?

    —Bueno...

    —... ¿Quieren que les cante?

    Escucharon con sorpresa el "Hai" entusiasmado de Hiro, a pesar que volvía a ponerse lloroso con cada trueno que sonaba. Kimura también aceptó, y Masuyo sonrió.

    —Bueno, haré mi mejor esfuerzo. Los truenos son muy fuertes, pero intentaré cantar aún más fuerte.



    Kimura abrió los ojos... Era de día, y hacía calor; habían dormido más de la cuenta, pero no había llegado nadie para regañarlos por ello. Observó su costado... Masuyo y Hiro dormían profundamente, la mayor mantenía bien aferrado al niño entre sus brazos, a pesar de su estado. El niño también se agarraba con fuerza al Haori de la mayor. Kimura no quería despertarlos, debían estar cansados, pues la noche había sido larga.

    Se levantó, se cambió a sus ropas de día y salió del cuarto. Tan silencioso como el mismo bosque en el cual vivían... o como normalmente era el bosque, con sus excepciones como la reciente tormenta.

    Caminó por los pasillos solitarios de su hogar, y cuando estaba acercándose al centro empezó a escuchar las diversas voces. Mucamas, cocineras, guardias... Eran personas, profesores, artistas de todo tipo. La mayoría eran gente del pueblo, a las que su padre le había dado una oportunidad de desarrollarse en ciertas áreas, aunque algunos experimentados en un momento fueron forasteros.

    Todos conocían al pequeño Kimura, quien sería el que heredaría el mando del Clan Kobayashi, aunque el estaba lejos de comprender la magnitud de su condición... si parecía tener cierto presentimiento. Los niños eran más intuitivos de lo que se podría pensar en un inicio.

    —¡Mamá! —alzó la voz al entrar al comedor, como pocas veces lo hacía, solo por que estaba su madre; elegante, bella y...

    Seriedad en su voz, lo sintió antes de entrar, hablaba con una de las señoras más veteranas del hogar. Cosas sobre su padre, no tenía idea de qué. La mujer volteó a verle, y su rostro pacíficamente estoico se transformó, mutó: Una sonrisa casi infantil, risueña.

    —¡Mi Kimura! ¿Si estás despierto? —. Se acercó al niño, acuclillándose ante él, dándole un beso en la frente; después lo abrazó, como si de un frágil jarrón se tratara. El niño no emitió palabra, solo correspondió el abrazo, alegre de poder tener a su madre nuevamente en casa—. Me extrañaba que ni tu hermana estuviera despierta, ¿cómo pasaron la noche? —preguntó, mientras acariciaba la cabeza del pequeño.

    —... Bien, Onee-chan Masuyo nos acompañó —respondió tras un leve silencio, con una alegría peculiar. Una que solo los Kobayashi sabían identificar, pues en realidad parecía que el niño apenas y emitía emociones.

    La mujer se separó del pequeño, no sin antes depositarle otro casto, pero suave beso en la frente.

    —¡Vaya, suena bien! —exclamó con alegría Shizuka, mientras tapaba con la manga de su kimono la carcajada suave que soltó. Después, entrelazando sus manos frente a su regazo, habló con algo más de seriedad, pero no rudeza—. Bueno, ¿has comido algo? Tus clases deberían estar por comenzar, ve a comer, debes estar listo —. Después volteó a ver a la señora mayor, para despedirse con una leve reverencia, saliendo del comedor.

    Caminó por los pasillos, se dirigía a su cuarto... Se topó con una somnolienta Masuyo, quien llevaba a Hiro en brazos.


    —¿Mamá? —preguntó, cerciorándose de que en realidad fuera ella, y no un efecto de su somnolencia.

    —Buenos días, mi querida niña. ¿Cómo dormiste? —preguntó con suavidad y algo más silenciosa, para no despertar de improviso a Hiro, quien seguía durmiendo. También besó la frente de Masuyo. Esta sonrió ante el gesto, observando alegre el rostro de su madre.

    —Bi-bien... Aunque, bueno, con la tormenta nos costó un poco —sinceró, aunque no sonaba cohibida por ello, más bien algo orgullosa por haber logrado enfrentarlo.

    Su madre juntó sus palmas en un aplauso mullido, al igual que la voz que utilizó.

    —¡Muy bien, Masuyo! Me alegra que no hayan tenido problemas.

    —¿Y usted, madre?, ¿cómo le fue en la noche? — Shizuka miró enternecida a su hija, quien se mostraba genuinamente preocupada.

    —Todo bien, mi pequeña; no estaría acá si no fuera así —. Masuyo asintió en un silencio alegre—. Bueno, pequeña. Me voy a mi cuarto, cualquier cosa estaré ahí por ahora, ¿entendido?

    —Si, descansa.

    —Que tengas buen día.

    Y Masuyo siguió su camino a su cuarto, para poder cambiarse a sus ropas de día. Shizuka se metió en el suyo, ese que debería de compartir todas las noches con su esposo, siempre que pudiera estar presente.


    Para alivio de todos, el Silencioso Verano había logrado reunirse
    en las lejanías del pueblo con el líder, inmersos en el bosque más profundo de los alrededores.

    Habían perdido un par de hombres, pero a comparación de los resultados... había valido la pena, o eso esperaban.
    La mujer tendría que encargarse de hacer un digno funeral para los caídos en batalla, mientras el hombre partía a otras tierras...

    Porque nunca era suficiente sangre derramada.








     
    Última edición: 30 Julio 2020
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Komori-uta [Masuyo "Mao" Kobayashi | SamuraiSenso]
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    Drama
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    930
    Bueno, las canciones utilizadas obviamente no son mías, y pertenecen a sus correspondientes autores. Tanto en este, como en el anterior relato.



    Komori-uta
    Koyama no kousagi



    Kenzaburo despertó acompañado de un canto. No había abierto los ojos, aunque bien podría estar muerto; pero al despojarse de los parpados filtró la luz de la madrugada, que no le llegaba directamente, pues la puerta estaba a un costado y no enfrente. No emitió sonido, disfrutando de la melodía que acompañaba el lugar. Los únicos músculos que movió fueron los de sus orbes, para observar de reojo a la niña a su lado.

    Masuyo... Mao se encontraba arrodillada ante la salida que daba a la pequeña azotea del Shukusha, la puerta no estaba completamente deslizada. La niña peinaba su cabello con delicadeza, mientras cantaba muy lento, con suavidad; delicadeza, Kenzaburo pudo identificar que era una canción de cuna, a pesar de que hace ya varios años no escuchaba una...

    Para su sorpresa, la voz de Mao era más... aniñada a la que solía utilizar, ¿habría algún motivo para ello?; de todas maneras, la canción casi parecía una funeraria, por la manera en que la chica cantaba. ¿Con esos hacían dormir a los niños sus madres? Vaya, a él le daba cierto escalofrío.

    Y en un decrescendo, Mao dio por terminada la canción. Se quedó en silencio, inmersa en el paisaje que Kenzaburo no podía observar; empezó a peinarse el lado derecho. Parecía no haberse percatado de que el viejo despertó.

    —No sabía que cantabas —comentó, recostándose en su lado izquierdo, viendo con más atención a la niña. Esta siguió peinándose, como si nadie le hubiera hablado; pero el maestro sabía que en realidad estaba titubeando en responder, no centrándose en ignorarlo.

    —Son cosas que debía aprender —dijo sin más, aunque su vista se agudizo, como cuando miraba a un enemigo. Un mal recuerdo, al parecer. Kenzaburo no sabía que más agregar... ¿Quedarse en silencio?, ¿marcharse para tomarse un baño?

    >>¿A caso quieres oír una? —preguntó sorprendiendo al viejo, aunque este apenas y reaccionara. Mao tampoco es que le estuviera prestando mucha atención a sus gestos.

    —Si tú quieres —respondió, mientras volvía a recostarse en el futón, con las manos tras la cabeza; acomodándose para el espectáculo. Una suave risa, similar a un suspiro, fue la única respuesta de Mao. Comenzó a cantar casi de inmediato, haciendo pausas de vez en cuando; imaginándose el sonido de los instrumentos, esos que no escuchaba Kenzaburo.



    Mao terminó de cantar, quedando en un absoluto silencio que Kenzaburo rellenó.

    —¿Esa también la aprendiste por deber?

    —... No... Creo que en este caso sería más por tradición. La primavera era una buena temporada para nosotros —hablaba calmada, mientras dejaba la peineta sobre su regazo, pues ya había terminado de peinar su cabello. Kenzaburo se irguió, sentándose.

    —Bueno, creo que me iré a dar un baño —. Mao reemplazó la seriedad de su rostro por una leve sonrisa.

    —Deberías, por respeto a los de al lado —respondió, bromeando con que su olor era tal, que seguro traspasaba paredes. Kenzaburo pareció soltar un gruñido bajo.

    —¿Y tú que harás? —cuestionó.

    —Veré si ofrecen algo para desayunar en la recepción, un té o algo de pan.

    —Vale... cuídate.

    —Igual tú, el baño es más peligroso que una recepción; puedes resbalarte con el jabón —. Ahí estaba de nuevo, ese toque bromista. Kenzaburo no le respondió y tan solo salió del cuarto. Mao quedó observando un poco más de tiempo el paisaje; era la primera ciudad que visitaba en su vida, y solo por eso Kenzaburo se permitió costearse algo caro como un Shukusha con balcón; pues la niña deseaba ver la ciudad desde las alturas... Aunque no le agradaba mucho la idea, pues cualquier ladrón o asesino podía entras por aquel balcón con ellos durmiendo.

    "Nadie va a venir, Kenzo; y si lo hiciera, no sería por nosotros. Por lo que si ocurriera algo así, sería mala suerte nuestra... Aunque si te soy sincera, sentiría lástima por cualquiera que se le ocurriera entras con malas intenciones a nuestro cuarto, supongo que estaría de más explicarte por qué" Había argumentado Masuyo, en cuanto Kenzaburo le dijo que el cuarto que deseaba no era una buena opción.

    Tenía miedo de que secuestraran a la niña, aquella sección del Clan Taira que se encargó de eliminar el pequeño ejercito que eran los Kobayashi, y a todos sus involucrados. "De nada serviría que me secuestraran, no tienen a nadie con quien amenazar con mi muerte, Kenzaburo. Si me pillaran, no sería para secuestrarme; me matarían sin más... O eso es lo que creo" Recordó que le comentó un día...

    "Estoy segura que no permitirías que me mataran, no si estoy a tu lado, ¿verdad?" Fue lo único que no se atrevió a decir, no tenía las agallas para hacerlo; para confiar totalmente en su propia palabra.

    Definitivamente era una relación rara: Kenzaburo era el único que sabía el paradero del integrante más joven de los Kobayashi, nadie podría encontrarla tan fácil. Y Mao tenía razón en su argumento, solo si su padre estaba muerto, que era lo que la niña parecía creer...

    Lo que Mao no sabía, aunque lo intuía levemente; era que Kenzaburo no le preocupaba que la secuestraran para amenazar a algún Kobayashi, o cualquiera de los que pudo haber conocido alguna vez Mao;

    Le preocupaba que la secuestraran, para amenazarlo a él.
     
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    Karl Orphen Fei D´lyra

    Karl Orphen Fei D´lyra Usuario común

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    Qué buena historia valga la redundancia me di cuenta que podía es crear las pestañas para escuchar las canciones lo cual me hizo leer un poco más lento pero meterme mejor en mi historia Me parece muy bien el detalle que has tenido un ponerte literalmente en la mente los personajes con el detalle el balcón está muy bien muy bonito sigo leyendo porque me llama a tratar de completar el rompecabezas
     
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