Karma [CCS]

Tema en 'CLAMP' iniciado por Okita, 22 Marzo 2010.

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    Okita

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    Karma [CCS]
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    Karma [CCS]

    El titulo no tiene nada que ver, al menos creo que es el primer fanfic que hago que no sale a base del significado del titulo, sólo es que Karma es un tema de un video juego que me encanta - acabo de terminar ayer xD-.
    El fanfic es por los Olímpicos CLAMP, por el grupo CLAMP no Sekai...¡hacía la victoria mis valientes!
    Muchas gracias a Deses que a las..2am? me hizo el beteo xD

    Karma

    Su amor era indiscutible. Incluso cuando fuera un niño lo amaba, nunca había experimentado el terror ni las dudas de aquel amor prohibido, todo se desvanecía en cuanto tomaba en sus brazos aquel pequeño cuerpo de piel blanca y aterciopelada; porque sus ojos profundos con miles de estrellas reflejadas y aquel cabello de seda negra le convencían cada día de que ese amor era verdadero. No importaba que a los ojos extraños él fuera sólo un niño, pues ante sus ojos tenía al amor de su vida, un niño con la experiencia de un hombre que ha vivido cientos de años, alguien que la amaba a ella; entre cuatro paredes se describía un mundo, el mundo en el que ellos dos se amaban y no habría jamás desesperación y preocupación de una sociedad cerrada de mente.


    Pero al tiempo comenzó a sentirse morir y él, que la miraba con suma tranquilidad sin demostrar ningún tipo de pensamiento en su rostro de ángel, le sonreía de tal manera que sus dudas se disipaban, pero pronto volvían aflorecer en su interior pues percibía cierta malicia en la forma de amar de Eriol.


    Crece. Crece, por favor, ¡crece! Su corazón palpitaba alocado y suplicante miraba a su pequeño amor en busca de su infinita sabiduría, él sonreía siempre inmutable.
    No podía sospechar la perversidad de las acciones de Eriol, parecía disfrutar de hacerla ver como una mujer enferma de los nervios, una perversa que abusaba de la inocencia de aquel niño de piel tan blanca; pero era él el perverso, quien le llevaba al borde de perder la razón, quien con su boca roja de cereza la besaba intensamente cada vez que se amaban, y eran esas manos, sí, esas manos las que movían las piezas de ajedrez sobre el tablero, las mismas que pequeñas y traviesas recorrían y sujetaban libidinosamente sus senos. Eriol disfrutaba de fingir ser un niño, un pequeño diablo seductor. ¡Ah! Qué éxtasis recorrer sus pequeñas cejas con la punta de los dedos, describir la comisura de sus labios y comprobar lo carnosos e inmensamente dulces, los pequeños pero marcados pómulos que le daban ese aspecto angelical pero elegante. Ese niño desgraciado era su amor, y su corazón se hacía pedazos cada vez que sentía su rechazo al exponerle sus preocupaciones, porque lo amaba pero no soportaría por mucho más tiempo todo aquello; su indiferencia, su malicia, y su amor despreocupado.


    - ¿Cuando acabarás con este juego? -le preguntó aquella mañana gris en cuanto él le pedía con su pequeña hombría expectante que recorriera sus labios con la punta de la lengua para luego unirse en un beso apasionado. Eriol despegó lentamente su rostro que descansaba tiernamente sobre el pecho de Kaho y contempló impasible a aquella mujer tan hermosa, pero le sorprendía lo estupida que podía ser con esas inseguridades morales que tanto le pesaban. Sin importarle demasiado volvió el rostro hacía aquel mullido refugio cálido que era la carne de Kaho, cual niño pequeño, sin responderle ni mostrar interés.

    - Por favor... Comienzo a hartarme -


    - Entonces, ¿debo entender que el amor no existe más allá de la apariencia, de la edad? -siempre hablando de ese modo, haciéndola parecer una mujer estúpida sin razón y lo que él decía era la santa verdad, que ella estaba equivocada y sólo quería estropear la relación que tenían con tonterías.


    - No eres un niño -


    - Tú lo sabes, yo lo se, ¿importan tanto lo demás?


    - Importa que el amor de mi vida tiene la apariencia física de un niño de 10 años y que sólo puedo mostrarle mi amor entre estas cuatro paredes-.


    No aguantaba más. Llorar, llorar parecía la única solución... Quizá sus lágrimas ablandarían al mago -aunque lo dudaba- y le harían comprender su necesidad de mujer, el ardor que la consumía al no poder tocar su hermosa piel blanca en la calle, tomarlo como siempre hacía entre sus brazos y besarlo. No le era ya suficiente el amarse entre las sabanas, quería poder sentirse como una pareja normal de dos enamorados; pero Eriol disfrutaba de ello, no le importaba que ella se sintiera sucia después de hacer el amor con él, había siempre un gozo sádico en ello; ver cómo todo su ser poco a poco perdía estabilidad y sus emociones dispares la llevaban a estar siempre al borde de la locura, de partirse en mil pedazos.
    Sin embargo en su letargo de sólo observarla a veces se detenía a pensar, y en su mente tan compleja -incluso para sí mismo- pensar en tales trivialidades resultaba agotador, y si quería seguir observando tranquilamente era mejor no dejarla tocar fondo, apenas hacerle sentir el vértigo del salto.


    - Lo siento – la abrazó tiernamente, disculpándose con ella de una forma que pareciera que un niño abrazaba a su adorada madre. Kaho se doblegó ante aquel gesto pero no sabía aun qué esperarse de la mente de Eriol, si aquello era sincero o sólo una estrategia más para retenerla a su lado. Siempre funcionaba.

    - Siempre que te disculpas siento que yo soy la mala aquí, que te exijo demasiado, pero no entiendo -separó aquel cuerpo diminuto y cálido para mirarlo a los ojos, aunque su vista nublada le impedía disfrutar de aquel glacial rostro-...no sé Eriol, ¿qué has hecho conmigo?-.


    Contempló a aquella mujer que rompía en llanto. Su primer impulso fue estirar sus manos y enjuagarle las lagrims a la par que borraba el rastro de sal en aquellas mejillas coloradas, Kaho intento apartarlo de su lado pero Eriol, dulce y gentil, volvió a posar sus labios en aquella boca amarga, empujando su lengua al interior del paladar, insistiendo en reparar todo mal con un simple beso. Kaho abatida, totalmente derrotada ante aquel poder irresistible que Eriol emanaba por cada poro de su cuerpo, respondió a las suaves manos que se cernían sobre su escote para explorar la aterciopelada piel que conformaban los turgentes pechos de la bruja. Suspiró ante aquel roce, sentía como si aquellas manos tocaran por primera vez la piel de una mujer, ésa era la esencia perturbadora que se convertía en el arma de seducción de ese niño, el aparentar una inexperiencia que claramente era basta en cuanto empezaba a estimular gentilmente sus pezones.
    Lo besó intensamente, besó y saboreó la piel de su joven cuello mientras que él buscaba los ganchos de su sujetador para liberar por completo los senos. El cosquilleo en todo su cuerpo le hizo darse cuenta de cuánto lo amaba, cuando las pequeñas y ágiles manos de Eriol le quitaron su blusa rozando con propósito su sonrosada piel, su pequeña boca recorriendo cada centímetro de cuerpo, la dureza viril abriéndose paso entre sus carnes. ¡Ah! Todo resultaba delicioso, tan embriagante como todas las veces en que él recurría al sexo para hacerla olvidar su propia razón. Pero aunque él embistiera con brutalidad para borrar de su mente los problemas que Kaho no podía. Claro que no, pues ella tenía muy presente la condena que hoy en día era vivir y amar a Eriol.


    Podía leerla tan fácilmente, pese a ser una bruja con un poder aceptable, Kaho nunca dejaba de lado su costado femenino lo que la hacía tan fácil de entender y hasta a veces, de manipular. ¿Qué si la amaba? Quizá. Entonces ¿Por qué le hacía esto? No sabía. Su espíritu estaba tan elevado por encima de las mundanas masas y corrientes de pensamiento, que aquellas arcaicas inquietudes para él consistían en algo sumamente absurdo y que no valía la pena deliberar sobre ello, pero quizás sí, la amaba. De una forma que sólo él podría comprender, tan retorcido era su amor que sabía que Kaho sufría intensamente y se culpaba todas las noches, podía escucharla llorar todas las madrugadas y no le importaba, pues ella tenía que entenderlo. No había otra forma de amar para él.


    - Tú me amas, ¿verdad? -interrogó ella mientras yacían juntos, abrazados como si fuera uno solo, acariciándole suavemente sus pómulos con sus labios- No puedo llegar a entenderte Eriol, y creo que tú ya sabes que pronto no te servirán más tus virtudes de amante para acallar mi pena... Ese amor ya no alcanza para mí, necesito más y creo que no es ser loco el perdírtelo.




    Por primera vez la mascara del pequeño pero poderoso mago se agrietó, Kaho pudo ver a través de ella cierta furia contenida. Pero no se alejó de ella, buscó más intensamente sujetarse a su cuerpo para no caer ante la avalancha de sinrazones que ella quería obligarle a sentir, a razonar.


    - Si no fueras tan cerrada Kaho, si no fueras tan estúpida -comenzó a decirle sin mirarla al rostro, escondido en su pecho-... si no lo fueras podrías entender cuan intenso es nuestro amor, mi amor por ti. Deja de lado las preocupaciones mortales, tú y yo somos poderosos, no tenemos por qué amarnos acondicionados al resto de la población del planeta. No, no Kaho, escúchame bien querida. Te pido que no me interrumpas, sabes bien que de los dos yo he caminado por más tiempo en este mundo y conozco bien las preocupaciones que a ti y a miles desde hace siglos aquejan. La forma de superarlo no es pidiéndome a mí que cambie, y si no lo entiendes no sé por qué he perdido el tiempo queriéndote tanto.



    Qué impertinente, provocador. Sus palabras eran tan idiotas y orgullosas, sin sabiduría, sólo soberbia y nada de amor, no del amor real que ese mago parecía que nunca había conocido, qué triste era no poder ser ella quien se lo brindara. Era un sueño tonto que toda mujer perseguía: cambiar al hombre que se ama. Primero se enamoró de él, así de distante en su saber, pero hoy sabía que debía hacerlo cambiar, y no por tontos deseos si no por su propio bien. Pero él no entendía nada, no existían otros, no había complejidad en nadie salvo en él para su oscuramente.
    Acarició con ternura su piel de porcelana antes de cerrar intensamente sus manos en torno a su cuello. La risa encantadora de Eriol no se hizo esperar.


    - Por Dios Kaho -la fuerza que ejercía la bruja en su cuello no la sentía, por lo que su mano pudo rozarle sin problemas ese rostro tan, tan confundido- Sabes que no puedes matarme, ¿por qué estas buscando dañarte así? No seas tonta, no llores, no vas a matarme, porque no puedes y porque sabes que me amas tanto que no podrías hacerlo. Lo siento.


    Sus lágrimas se formaban como lluvia, esa nube de agua dentro de su corazón que luego se desbordaba por sus ojos y caía en el pecho de Eriol, o una que otra moría en la boca roja de él. Cuánta razón tenía, nunca podría matarlo; el corazón y mente del mago eran tan lejanos a toda humanidad que su cuerpo, quizá por no haber amado nunca, no sentía dolor. No podría nunca sentir su dolor.


    ---


    Disculpen los guiones, mi pc se empeña en que siempre que cargo aquí algo me los transforma en puntos =_=

     
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