Kagome, te irás al infierno.

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Chaos Lady, 5 Junio 2013.

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    Chaos Lady

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    Kagome, te irás al infierno.
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    Comedia
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    Hellou, Fll! :) Ahm, pues verán, para tener un poco de actividad en el foro me andaba paseando por Desafíos para darme ideas, y la tabla de los Pecados capitales me encantó.

    Es por eso que redacto este long fic, que constará de una introducción, siete capítulos y quizás un epílogo si me inspiro mucho.

    Espero les guste, yo estoy disfrutando mucho escribiéndo el fic. Hace mucho no tengo actividad en FF de Inuyasha, pero me encantan.

    Nos vemos en la siguiente entrega, de antemano gracias por leer.
    Lady.​
    Kagome, te irás al infierno.
    Introducción: Eres demasiado Santurrona.
    Sin duda era una de las muchachas más bonitas del colegio, la inocencia que tenía en el alma se le desbordaba por los poros.

    Kagome Higurashi vivía en un templo que se encontraba prácticamente en mitad de Tokio, a sus 18 años no conocía otra casa más que aquella de dos pisos rodeada por los territorios del templo que había pertenecido a su familia por generaciones.

    Su vida era tranquila, se dedicaba a la escuela, a ayudar a su madre con la casa mientras ella trabajaba e igual ayudaba a su anciano –y muy excéntrico- abuelo con ciertos mantenimientos en el templo.

    Asistía a un Bachiller normal de gobierno, tenía pocas amigas pues no era lo que se consideraría una “mariposa social”. Sango, era su mejor amiga, pero sin duda eran inmensamente diferentes. Sango era social, alegre, todo mundo la conocía en el colegio por ser la persona que había decidido vender bailes privados en una kermés escolar… que a pesar de que se escandalizaron todos los padres de familia y más de la mitad de los directivos de la escuela, ese negocio había dado buenas ganancias…
    ---​
    El sonrojo le subió por el cuello hasta cubrir toda su cara mientras hacía una mueca apretando los ojos.​
    —¡Claro que no Sango! —Kagome tomó la prenda de encajes que su amiga sostenía en el aire y se la arrebató. Sango suprimió una risita.​
    —Vamos, Kagome… es tu primera cita con Houjo, ¡debes verte sexy y provocadora! —Sin dar lugar a otra cosa, Sango tomó otro de los sostenes que estaba colgado a su lado y lo midió con ojo crítico.​
    Kagome, sonrojada y ofuscada por el atrevimiento de su amiga, simplemente le entregó el sostén que ella tenía en las manos y se dio la media vuelta, caminando a grandes zancadas rumbo a la salida.​
    —¡Sólo iremos a cenar a Wc’Donalds! —Gimió antes de salir por la puerta.​
    Sango suspiró decepcionada y dejó salir unas cuantas lágrimas de cocodrilo mientras las dependientas la observaban desde el mostrador.​
    —La educo y la educo y no sirve de nada… —Sollozó dramáticamente antes de distraerse con la colección de lencería Primavera-Verano que estaba en oferta.​
    Por otro lado, Kagome caminaba a pasos rápidos por el centro comercial con la mirada fija en sus zapatos, se sentía tan avergonzada… Claro que no era la primera vez que Sango la incitaba a que se comprase lencería provocativa, pero por alguna razón esa vez, al imaginarse usando eso mientras Hojo la veía había calcinado sus nervios. Caminó sin detenerse hasta el área de comida dentro de la plaza comercial y pidió un vaso de té frío en el primer local donde lo vio anunciado. Debía calmarse.​
    Ya que recibió la bebida, avanzó hasta una mesa vacía y se sentó, soltando un profundo suspiro.​
    —Un día Sango acabará con mi cordura —susurró antes de darle otro sorbo al té.​
    —Lo dudo —Kagome estaba tomando del vaso cuando le fue arrebatado vilmente y Sango apareció en su campo visual, sentándose frente a ella, tomando su té—. Tengo ya casi seis años intentándolo y no lo he logrado —Sango suspiró desanimada.​
    Kagome no pudo evitar sonreír y rodar los ojos, de verdad que su mejor amiga estaba completamente loca. Se inclinó sobre la mesa y le quitó el vaso a Sango.​
    —Debo estar orgullosa de mi misma — le guiñó el ojo y siguió bebiendo.​
    —Santurrona —la acusó su amiga, haciendo pucheros con la boca—. Si tan sólo siguieras mi ejemplo, estoy segura que la cita de esta noche no sería con Houjo.​
    Los ojos de Kagome brillaron perspicaces y sonrió.​
    —¿Ah no? ¿Y entonces con quién? —Sango hizo una pausa dramática, mirando a su amiga fijamente a los ojos, luego juntó los hombros—. ¿Vez? Ni tú sabes….​
    —Hey, deja que hable… mhh… Si tú siguieras mi ejemplo, la cita de esta noche sería nada más y nada menos que con InuYasha Taisho —sonrió triunfal cuando al fin recordó el apellido del peliplateado.​
    Kagome se atragantó sin poder evitarlo, a la vez que el rubor se esparcía por su rostro nuevamente.​
    —¡C-claro que no! —Gimoteó controlando su pequeño ataque—. InuYasha es como mi hermano y…​
    Sango suspiró frustrada.​
    —¿Podrías al menos dejar esa mentira barata para que te la crean en tu casa? —Las dos se quedaron viéndose a los ojos unos segundos—. Tú estás enamorada de InuYasha desde hace años, que seas cobarde es muy distinto.​
    Dócilmente, Kagome bajó la mirada al vaso de té que descansaba entre sus manos.​
    —InuYasha nunca se fijaría en mí… a… a él le gustan las muchachas extrovertidas, risueñas, que las pueda llevar a fiestas y presumirlas —levantó sus preciosos ojos color chocolate que brillaban por lagrimillas que contenía—. Todo lo contrario a lo que soy yo.​
    El pecho de Sango punzó levemente cuando vio a Kagome tan triste, no había sido su intención hacerla sentir mal, pero ambas sabían que era verdad aquello, Kagome era muy cobarde para decirle algo a InuYasha, y él era todo un casanova.​
    Los Taisho eran una familia que era amiga de la familia Higurashi. El padre de Kagome y el padre de InuYasha habían trabajado juntos en la policía Japonesa, ambos fueron muy exitosos en sus tiempos al ser una de las mejores parejas de detectives de la ciudad. Cuando el padre de Kagome fue asesinado en un tiroteo entre la policía y unos asaltantes, Inuno fue el que apoyó a su familia con todo lo que pudo. Ahí había nacido la relación entre InuYasha y Kagome, por años pasaron sus fines de semana juntos, al lado de sus madres en el templo… solían jugar por todos los territorios del templo, a pesar de que InuYasha era dos años mayor que ella.​
    Habían sido amigos desde entonces, pero Kagome no se enamoró de él hasta que estaban en la secundaria, claro, después de que el pobre muchacho pasara por su tormentoso periodo de acné en la cara. Desde entonces Kagome estaba muy enamorada de él, y cuando fue momento que InuYasha saliera del bachiller para empezar la universidad, la pobre muchacha sufrió. Estaba demasiado acostumbrada a la presencia de InuYasha, a pesar de las peles y todo le era difícil no tenerlo cerca.​
    Ahora que InuYasha se dedicaba principalmente –si es que no completamente- a la universidad, había decido entrar a una ingeniería y eso le absorbía. Si tenía suerte, veía a InuYasha casi cada dos meses.​
    —¡Kagome! —El grito de Sango la sacó de sus pensamientos abruptamente.​
    —Lo…lo siento —se disculpó escondiendo su sonrojo.​
    —¡Pff! Nomás hablamos de InuYasha y tú te pierdes…​
    —N-no es eso… es…es…—Kagome tartamudeaba mientras ponía y quitaba el vaso de la mesa. Sango soltó un par de carcajadas al verla tan ansiosa.​
    —Vale, vale, ya —se mordió el labio para no seguir riéndose—. Vayamos a la tienda de Aeropostale… vi en su catálogo una blusa que me encantó…​

    ---​
    Kagome estaba terminando de arreglarse para su cita con Houjo, realmente no es que se muriera de ganas de ir, pero el muchacho tenía meses rogándole y la verdad era que esperar a que InuYasha se enamorara de ella mágicamente, era perder el tiempo.​
    Se acomodó unos cabellos rebeldes que se salían de la coleta que se había hecho sonrió en el espejo para sí misma. Se veía bonita.​
    “… Si tú siguieras mi ejemplo, la cita de esta noche sería nada más y nada menos que con InuYasha Taisho…”​
    Las palabras de Sango retumbaron en su cabeza, negó consecutivamente con la cabeza para alejar esos pensamientos.​
    —No… InuYasha me ve como su amiga, nada más….​
    Muy decidida de sí misma avanzó hasta la puerta y la abrió dispuesta a salir, pero se petrificó ahí mismo cuando apenas enfocar su mirada, se encontró con un par de orbes color ámbar, mirándola sorprendidas.​
    —Inu….yasha… —Susurró aún estupefacta.​
    —¿Cómo demonios supiste que llegué? —Se quejó el muchacho frunciendo el ceño.​
    —Ahm…ahm… ¿qué haces aquí? —Preguntó extrañada.​
    InuYasha enarcó una ceja y la miró extrañado.​
    —¿Cómo que qué hago aquí? —Entró a su cuarto sin pedir permiso, pasándola de lado—. Te dije por textos que tengo una semana libre y que me quedaría en tu casa…​
    ¿¡Él le dijo a ella que se quedaría dónde y que qué!? Kagome no podía recordar ni pizca de esa conversación, contrariada metió su mano a su bolsa y sacó el móvil… buscó entre los mensajes hasta que encontró la dichosa conversación donde él se explicaba… pero ella no había respondido…. Fue cuando su cerebro pudo recordar que Sango se había quedado con su teléfono por un día… y que justo después había hablado con su madre.​
    —La… mataré—masculló entre dientes,​
    InuYasha la observó extrañado.​
    —¿A quién? ¿Se te olvidó que venía? —No se podía explicar la reacción de la joven—. ¿Kagome, estás bien? Estás roja…​
    Ella soltó un profundo suspiro y sonrió levemente forzada.​
    —Disculpa, tuve una pequeña laguna mental… —sonrió y avanzó a la puerta—. La escuela me trae loca… —se rió nerviosa y salió del cuarto—. ¡Iré a preparar el cuarto de huéspedes!​
    Avanzó a punto de volverse loca hasta el cuarto de huéspedes y marcó el teléfono de Sango… varios timbres sonaron y ella se desesperaba cada vez más.​
    —Sango Daidouji —Contestó su amiga con su natural buen humor.​
    —¡Estás loca! ¿¡Cómo dejas que InuYasha se quede en mi casa una semana y no me avisas!?​
    Se escuchó como Sango contuvo la risa.​
    —Para nada, consulté con tu mamá y está de acuerdo —respondió tranquila.​
    —¡Pero hoy saldré con Houjo!​
    —Invita a InuYasha.​
    —¡Claro que no! ¡Dios, que hare! —Gimió desesperada y se tumbó en la cama.​
    Sango volvió a atragantarse con su risa.​
    —Bien, tengo la solución. Disfruta a InuYasha —le dijo con voz Insinuante—, iré a Wc’donalds y le diré a Houjo que te sentiste muy mal y que no podrás ir…​
    Kagome sonrió y se sentó.​
    —¿En verdad harías eso por mí?​
    —Seguro, de hecho, voy saliendo.​
    —¡Gracias Sango! ¡Te debo una enorme! —Emocionada cerró su celular y salió volando de ahí. ¡InuYasha se quedaba en su casa una semana!​

    ___​

    La mañana del lunes, Higurashi había llegado de un humor estupendo al bachillerato, canturreaba y se veía como si se hubiera ganado la lotería.​
    —Mira que vienes de buenas —le dijo Sango al esperarla en la puerta del salón. Kagome la vio, corrió un par de pasos y la abrazó.​
    —¡Gracias por lo de anoche!​
    Sango sonrió con cierta malicia….​
    —Oh sí… ahora que recuerdo te hice un enorme favor anoche… —La sonrisa de Kagome se borró.​
    —Sí… —Algo le decía que algo le pasaría.​
    —Kagome, necesito cobrar ese favor —Sango se puso seria.​
    —Ah… ¿Sí…?​
    —Sep… y ya sé que quiero que hagas —Kagome la miró con miedo—. Verás Kagome, tú eres demasiado santurrona, en verdad… ¡Hay límites, niña! —Su amiga cada vez se preocupaba más—. Así que el favor que quiero que me hagas será para tu propio bien.​
    De repente toda la tensión de Kagome se desvaneció y sonrió… Había creído que la obligaría a hacer algo malo, pero por lo que decía quizás sólo quería que se pintara las uñas de negro o se maquillara como una chica gótica.​
    —Bien, haré lo que quieras —le sonrió y Sango hizo lo mismo.​
    —Bien Kagome, quiero que cometas los siete pecados capitales —los ojos de la de cabello azabache casi se salieron de sus cuencas, cuando Sango hizo su declaración en tono triunfante— y si no lo haces le diré a InuYasha que estás enamorada de él.​
    —Pe…pero…—La pobre Kagome había palidecido y miraba a Sango con horror.​
    —Tienes hasta que InuYasha se vaya para cometer tus siete pecados… sino cantaré como pajarito —le advirtió sonriente—. Cometerás un pecado por día, pero para no verme tan mala, tú podrás escoger cual —Sango le estiró a Kagome una notita adhesiva que tenía escritos los siete pecados—. Pero igualmente, para que no hagas trampa yo diré si el pecado es válido o no —sonrió emocionadísima y se puso detrás de Kagome para empujarla hacia el salón de clases—. Ahora vayamos a clases que entraremos tarde….​

    …continuará…​
     
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    ¡Waa! Se ve interesante, jaja ya quiero ver en que problemas meterás a la pobre Kagome.


    Una cosita hay muchas frases que me imagino son normales en tu país, pero en el mio las tengo que googlear (nah vale, solo imaginarme que significado tiene) como: “mariposa social”

    Espero la continuación :)

     
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    Mi muy querida Chaos Lady*
    Oh...corazon, seria un "pecado" para mi no pasarme por aqui. Contigo jamas ningun fanfickero se decepcionaria mujer. Dejame decirte que cuando mire el titulo y quien lo escribia me quede en "Oh My godness, No puedo quedarme por fuera" y es por eso que aqui estoy, jeje...
    Bueh! dejemos mi fanatismo y vayamos a lo que venimos: !A comentar!
    Esta faceta de Kagome-chan me es tan tremendamente cute, que junto con su antagonica amiga Sango se vuelve una dinamita jajaja! realmente me quede con la risotada en la garganta ya que ando en cafeInter' con esta. Temo por la pulcra virtud de Kag* y no hago mas que imaginar cual de los pecados optara por tomar como reto o mejor dicho "pago de favores". hasta donde ah llegado la muy malvada con decirle sus sentimientos al papacito Inu*... lo unico que me queda decir es: !Arriba reto! !No murais en el intentooo! jajajaja!
    Tkm* Chaos Lady, hasta la proxima. besos*
     
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    Chaos Lady

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    Hello a todos! Gracias por los comentarios, me alegra que les guste :) Aqui la entrega....

    Kagome, te irás al infierno.
    Capítulo 1: Pereza infructuosa.

    Decir que había estado tan pálida como una hoja de papel era darle demasiado color. Kagome había pasado toda la clase de álgebra mirando la notita adhesiva, tenía gesto ausente, como si le acabaran de decir la peor noticia del mundo.

    El timbre sonó, todos los alumnos abandonaron el salón menos Kagome y sus amigas.

    Nee… —Yuka le puso su mano en la frente a la ausente muchacha—, ¿qué le pasa a Kagome?

    Sango sonrió con emoción desbordándole por el cuerpo y le arrebató de las manos la notita.

    —Chicas, deben felicitarme… ¡Encontré la manera perfecta de volver a Kagome toda una mujer!

    Yuka, Eri y Ayumi le dedicaron miradas confusas que viajaron de Kagome a Sango y de regreso.

    —¿A qué te refieres Sango?

    La aludida se aclaró la garganta y les mostró el papelito.

    —Chicas, he logrado hacer que Kagome se comprometa a cometer los siete pecados capitales.

    Por un momento no hubo nada más que silencio, hasta que el mismo fue roto por un chillido de Yuka.

    —¡Increíble! ¿¡Cómo lo lograste!? —Abrazó a Sango efusivamente y la agitó—. ¡Te has ganado el cielo!

    —Sango, eres mágica —siguió Eri con las felicitaciones y alabanzas… Chillaron de nuevo las tres, emocionadas.

    Por otro lado, Ayumi se sentó en el pupitre frente al de Kagome y le sonrió.

    —¿Cómo logró convencerte de tal cosa?

    Kagome salió de sus pensamientos cuando escuchó la pregunta, algo aturdida observó su alrededor y luego regresó a los ojos de Ayumi antes de suspirar pesadamente.

    —Si no lo hago le dirá todo a… —Sus mejillas se colorearon de rojo cuando la imagen mental de aquel muchacho vino a su cabeza—. A… a InuYasha —confesó bajando la mirada—. No puedo permitir eso… y…y…

    Ayumi contuvo su risa entre sus labios, Kagome le daba lástima en ese momento. Todas sabían que estaba perdidamente enamorada de InuYasha. La querida y loca –muy loca- Sango, había encontrado la manera perfecta para chantajear a la dulce –muy dulce- Kagome.

    —Oh vamos Kagome —puso su mano sobre el hombro de ella—, verás que no será tan horrible como lo estás figurando. Seguro hasta te divertirás…

    —¿Tú crees? —Gimoteó Kagome de nuevo.

    —¡Seguro! ¿Qué pueda pasar? ¿Que InuYasha te vea? —Sonrió intentando animarla, pero para su sorpresa eso descompuso más la carita de Kagome.

    —¡Si esa es una de las condiciones!

    Sango era demasiado inteligente, era un hecho.

    ---​
    Ya habían pasado cuatro clases, Kagome parecía estarse reponiendo de la impresión pues se encontraba más participativa, de nuevo volvía a tomar notas mientras los maestros hablaban y hacía pequeños dibujitos en las orillas de sus cuadernos… lo curioso era que en todos los dibujitos de ese día (porque era un hábito que Kagome tenía), eran escenas de animé representando las distintas opciones para que Sango muriera.
    La hora del almuerzo llegó, y todas se reunieron en una de las bancas que se encontraban por la parte trasera, una de las áreas más calmadas y llenas de sombra de todo el instituto.

    —Oye Kagome… ¿Ya pensaste qué pecado cometerás hoy? —Preguntó Sango antes de morder el Onigiri que tenía en las manos. La aludida tragó pesado.

    —No… de hecho he estado intentando olvidarme de eso… —Contestó y mordió un rollito de alga.

    —Si no escoges tú escogeré yo —le retó Sango, apuntándola con su palillo. A Kagome se le atoró el bocado a media garganta.

    —Bien, bien, ¡bien! —Resopló y sacó de la bolsa de su chaqueta la notita color rosa (típico de Sango). Releyó cada una de las palabras una y otra vez, mientras tanto sus amigas continuaron con el cotilleo.

    ¿Cuál sería el mejor?... Más bien, el “menos peor”…

    —Será pereza —Susurró Kagome y sus amigas se quedaron en silencio, inmediatamente después una enorme sonrisa se dibujó en cara de Sango, Yuka y Eri… por otra parte Ayumi la miró con algo de preocupación, Kagome se infartaría a mitad de aquella lista.

    —Muy bien… ¿Y cómo la harás?

    —Llegaré a mi casa y dormiré el resto del día —le contestó Kagome a Sango sonriendo como si acabara de ganarle. Sango frunció el ceño.

    —No cuenta.

    —¡Pero si eso es ser perezoso!

    —No cuenta —repitió Sango—. Lo que harás será insistirle a InuYasha que te lleve a algún lado y le cancelarás todo justo al final.

    —¡Se enojará conmigo! —Gimió Kagome—. ¡Eso no!

    —Entonces propón algo mejor que sólo dormir…

    Kagome titubeó un momento, buscaba opciones pero simplemente no se le ocurría nada bueno… sólo se figuraba a si misma tirada en su cama, quizás sintiéndose un poco miserable….

    —Le pediré ayuda a InuYasha con la tarea de álgebra, y haré que el la haga toda —propuso dubitativa.

    Sango pareció considerarlo unos momentos.

    —¿Qué piensan de eso, chicas? —Preguntó a sus demás amigas.

    —Prefiero lo de pedirle que la saque y cancele todo —Contestó Yuka.

    —La verdad igual yo, me parece más notorio el pecado, sobre todo si al final le cancela por quedarse dormida… —Siguió Eri, sonriendo traviesa y guiñándole un ojo a Kagome.
    —Deberían dejarla dormir —Sugirió Ayumi mientras una gotita de sudor resbalaba por su sien al encontrarse con la mirada asesina de las otras tres.

    —Pues es mayoría de votos, lo siento Kagome —dictó Sango—, le cancelarás a InuYasha….

    —¡Nunca dijiste que se sometería a votaciones! —Reclamó Kagome, casi ofendida.

    —Tampoco dije que NO se sometería a votaciones —le contestó Sango con sonrisa triunfante—. Pero si no deseas cancelarle todo se arregla con que vaya a tu casa, hable con InuYasha acerca de….

    —¡Basta, Basta! ¡Lo haré! —La interrumpió intentando ocultar su sonrojo.

    —Vamos Kagome, no será tan malo, siempre has podido con los enojos de InuYasha —Intentó animarla Yuka.

    —Es verdad, InuYasha siempre ha sido muy impulsivo y enojón —Continuó Eri, recordando las múltiples veces que InuYasha viajaba a la dirección por haber golpeado a compañeros, contestarle a maestros o simplemente no llevar el uniforme correctamente.

    Kagome puso los ojos en blanco, claro que sabía que el peliplateado era impulsivo, enojón y muchas otras cosas, lo que ellas no sabían era lo mal que la hacía sentir cuando se enojaba con ella. Suspiró apesadumbrada.

    —¿Y cómo probaré que lo hice? —Preguntó, aunque sabía que se arrepentiría, pero no estaba dispuesta a cometer esas acciones dos veces.

    —Simplemente graba la conversación con tu teléfono y ya —comentó Sango con tono casual.

    —Bien…—Suspiró Kagome antes de seguir comiendo, estaba segura que esa semana sería un infierno, sin lugar a dudas…. —¿Por qué justo cuando vino InuYasha? —Se preguntaba en su cabeza, algo ausente de la conversación con sus amigas.

    El timbre sonó y regresaron a clases, todas muy animadas excepto Kagome, quien ya figuraba distintos escenarios donde InuYasha se enojaba con ella….

    Cuatro clases después y cientos de dibujitos con las posibles opciones para la muerte de Sango, era hora de ir a casa. Kagome se despidió de sus amigas, Sango se encargó de recordarle que no debía de fallar en su misión.

    —Nos veremos mañana —Sonrió Sango antes de irse, por su camino vivía justamente en dirección contraria de donde vivía Kagome, en un vecindario más cercano a la escuela, por otro lado su amiga tenía que tomar un tren para poder llegar a su casa.

    —Hasta mañana —La azabache sonrió, a pesar de que intentaba lucir enojada o molesta, no podía, quería demasiado a Sango.

    Caminaba sumida en sus pensamientos, tenía que pensar en lo que le diría a InuYasha para poder convencerlo de salir, lo más probable era que estuviera en su casa jugando con Sota o molestando a Buyo...

    —¡Ya llegué! —Avisó en el momento que entró a su casa, mientras se quitaba los zapatos.

    —Hija, que bueno que llegaste —su madre asomó su cabeza por la puerta de la cocina y le sonrió—. ¿Cómo estuvo tu día?

    —Bien, estuvo muy bien… —Avanzó hasta que entró junto con su madre—. Solamente algo aburrido.

    —¿Aburrido? Vaya, ¿no fue Sango a la escuela? —La locura de Sango no era un secreto para nadie, estaba comprobado.

    —Sí fue, solamente que tuvimos muchas tareas.

    —Oh, ya veo… bueno, hija, sube a refrescarte te animarás un poco —la animó su madre.

    —Eso haré —sonrió y se puso de pie, cuando cayó en cuenta que le faltaba una molestia alrededor—. Oye mamá, ¿dónde está InuYasha?

    —Fue a su casa a traer ropa, debe llegar pronto…

    —Ya veo… ¿Y dónde andan mis tíos?

    —Fueron a visitar al padre de InuTaisho, pero InuYasha no pudo ir porque no alcazaba a regresar.

    —Entiendo… vale, iré a quitarme el uniforme —Subió las escaleras, estar en su casa le estaba arreglando el humor, aunque el pensamiento latente de un InuYasha enfurecido seguía muy presente.

    Tras entrar a su cuarto y haberse deshecho de la falda verde y su camisola se puso un vestido muy sencillo de color blanco y se recogió el cabello en una coleta. Pensó que sería buena idea revisar Facebook antes de bajar a comer algo.

    —¡Ya llegué! —La voz de InuYasha sonó en la planta baja, por primera vez no brincó de su asiento para recibirle.

    Mientras tanto, InuYasha entraba a la cocina.

    —Hola tía —saludó a la Mamá de Kagome mientras se asomaba curioso en las hoyas encimas de la estufa.

    —Bienvenido a casa InuYasha, Kagome está en su cuarto si quieres ir a buscarla.

    —Sí, gracias… —Su tía tenía la tendencia a deshacerse de él rápidamente cuando estaba en la cocina husmeando en sus sartenes. Salió del lugar justo después de tomar una manzana del frutero.

    —¡Niña! —Llamó a la muchacha mientras entraba a su cuarto, se la encontró con los audífonos puestos, bajando la página de Facebook con el ratón de la computadora—. ¡Kagome!

    —¿Qué quieres? —Preguntó quitándose un audífono. InuYasha enarcó una ceja.

    —Que me pongas atención —le dijo serio, si había algo que InuYasha odiara era que lo ignorara. El plan de Kagome había funcionado, ahora que InuYasha quería atención podía convencerlo de que salieran.

    —InuYasha, vamos al cine —le propuso sonriente, al ver que el muchacho se tumbaba en la cama.

    —¡Fhe! Primero entro y me ignoras y ahora me ordenas, ¿Qué andas en tus días?

    —Por favor llévame al cine —repitió ella haciendo pucheros…

    —No hay nada bueno.

    —¡Está la de Monsters University! ¡Quiero verla, por favor!

    —Kagome, eso es de niños, lleva a Sota.

    —Quiero ir contigo —finalizó ella volviendo a hacer pucheritos. Los ojos dorados de InuYasha se desviaron de inmediato y sus mejillas se sonrosaron muy levemente.

    —No me gustan esas películas.

    —Entonces veamos una que tú quieras —contraatacó Kagome, asegurándose de empezar a grabar en ese momento.

    —No me gusta ir al cine —InuYasha se volvió a virar para verla a los ojos—. Aparte, ¿cuál es la necesidad de salir hoy? ¡No quisiste ir ni a Wc’Donalds el viernes!

    Kagome suspiró frustrada, claro que no había querido ir, esa noche ahí estarían Sango y Houjo.

    —Bien, no salgamos, pero tampoco te haré ramen —la cara de InuYasha se desfiguró.

    —¡Dijiste que la harías mañana!

    —¡No haré nada, mandón!

    —¡Malcriada!

    —¡Argh! ¡Cállate, tonto!

    Mientras Kagome e InuYasha intercambiaban insultos, su madre y el abuelo fingían que no escuchaban.

    —Ese par de muchachitos no tienen remedio —comentó el abuelo al tomar un sorbo a su té.

    —Es la juventud —repuso Sonomi con la sonrisa levemente forzada.

    Sota simplemente subió el volumen de la televisión.

    —¡Eres un grosero! —La carita de Kagome cambió de furia a tristeza después que InuYasha, como siempre, abrió la boca demás. InuYasha se calló de inmediato, odiaba hacerla llorar.

    —Oye… no te pongas así —se sentó en la cama y la miró preocupado—. Va…vayamos al cine —le propuso él a Kagome, intentando evitar que llorara a toda costa. Kagome tragó duro, ahora se odiaba a si misma por cancelarle.

    —Bien…—dijo en tono bajo y salió de su habitación prácticamente corriendo.

    InuYasha se quedó sólo en la habitación y suspiró frustrado.
    —Espero esto valga la pena… —murmuró.

    Pasó casi una hora, Kagome lo había evitado lo mejor posible, hasta había salido a barrer el patio con tal de no verlo.

    —Kagome, ya van a ser las siete… nos perderemos la película —le avisó InuYasha a Kagome mientras entraba a su habitación y se la encontraba ya con pijamas puestas—. No planearás ir al cine así, ¿verdad?

    —Ya no tengo ganas de ir… estoy cansada —le dijo y se acomodó en la cama.

    —¿Qué, qué? —Preguntó InuYasha mientras las venas de su cabeza se marcaban—. Hiciste todo un drama para ir y ahora no quieres ir… ¿¡Qué demonios te pasa!?

    —¡Estoy cansada!

    —¡Me importa un comino! ¡Me hiciste un drama para ir y ahora iremos!

    —¡No quiero y no puedes obligarme!

    InuYasha frunció el ceño y salió del cuarto dando un portazo.

    —¡Malcriada!

    Kagome se sentó en la cama y suspiró desanimada… Tomó su teléfono y dejó de grabar.

    —Misión cumplida… bien hecho Kagome —se felicitó a si misma con ironía y se acomodó en la cama de nuevo—. Al final de esta semana InuYasha no querrá ni verme en pintura… —Gimoteó enterrando su cara en la almohada—. ¡Va a odiarme!

    Antes de dar lugar a otra cosa, la puerta de su cuarto volvió a abrirse, era InuYasha con las llaves de su carro en las manos y el cabello recogido en una coleta baja.

    —Ya te dije que no iré —le repitió ella sin moverse.

    —Ah no, malcriada. Hiciste un berrinche para ir, ahora vas —le advirtió InuYasha acercándose peligrosamente a ella.

    Kagome levantó el torso de la cama y se quedó mirándolo con miedo.

    —¿Qué… qué planeas?

    —La película empieza en media hora así que apenas nos alcanza el tiempo para llegar el cine —se avalazó sobre ella y la sacó de la cama.

    —¡Espera! ¿¡Qué estás haciendo!?

    —¡Te llevo al cine!

    —¡Ni siquiera ando arreglada! ¡¡Suéltame!! —Kagome se jaloneaba mientras InuYasha le quitaba las mantas de encima y la sacaba de la cama.

    —¡Lo siento por ti! —InuYasha simplemente la sacó de la cama y la cargó subiéndola sobre su hombro.

    —¡¡InuYasha Taisho, bájame en este mismo instante!! —Kagome comenzó a patalear, manotear y retorcerse intentando bajarse, pero para su mala suerte su grandulón amigo era demasiado fuerte, tanto que aguantaba su remolineo sin siquiera tambalearse. Bajaron las escaleras, ella no paraba de gritar y retorcerse, e InuYasha simplemente le decía que estuviera quieta.
    —¡Vendremos para la cena, tía Sonomi! —Avisó InuYasha al salir por la puerta principal dejando al abuelo, su hija y Sota con la boca abierta.

    —Pero que juegos tan inapropiados los de los chicos —masculló el abuelo.

    —Ni que lo digas —concordó Sota. Sonomi, por otro lado, se guardó una carcajadita.

    —Esperemos que al menos disfruten la película…

    …continuará…​
     
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    RomAnce

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    jajajaja!
    Me encanto! a hicistes toda tuya jajaja!
    Joo! Mira que hacerle esa maldad a Kag* es despiadado pero algo dulce. y me refiero a que Sango no tuvo reparo a de tomarse la riendas de la situacion y zas! creando todo un "caos" aparentremente entre estos dos amigos (Kagome e Inuyasha) lo de la votacion estuvo como quien dice: o lo haces o ya veraas! xD... Realmente estoy de acuerdo con Kagome en cuanto a querer imaginarse las diferentes maneras de matar a su muy querida amiga Sango jajaja! Y quien no?! Yo la comprendo! xDD
    Te espero para la prox. Gracias por publicar.
    atte: RomAnce*

    P/D: Ame la manera tan propia de Inu* de sacarla y llevarsela como cavernicola al cine; es tan mono el muchacho *babas* jajaja!
    Te quiero un mundote mi master*
     
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    Chaos Lady

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    Kagome, te irás al infierno.
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    Ya sé, me tardé tres siglos en subir cap, perdón :(

    En fín, aquí está :DD

    Kagome, te irás al infierno.


    Capítulo 2: El relicario


    Literalmente la aventó en el carro y cerró la puerta, quiso salir del mismo pero antes de siquiera lograr quitar el seguro, InuYasha ya estaba acomodado en asiento del piloto y la sostenía el antebrazo.


    —Te bajas y juro que te llevo a cuestas —Le gruñó mientras encendía el auto con su otra mano haciendo maniobras.


    —¡Te dije que estoy cansada! ¡No quiero ir! —Kagome gimió, pero dejó de intentar salir del carro, sabía perfectamente que InuYasha arrancaría aunque ella tuviera medio cuerpo afuera, estaba enfadado por su actitud…


    —¡Y yo que dije muy claro que iríamos al cine! —Contestó mientras el auto comenzaba a avanzar. Kagome se rindió, dejó de forcejear y se acomodó en el asiento, fue entonces que notó que el agarre de InuYasha era demasiado fuerte.


    —InuYasha…


    —Iremos al cine.


    —No… es eso… —Él se volteó a mirarla un segundo y fue cuando notó que Kagome mantenía el brazo elevado—. Me estás lastimando —sin dudarlo, InuYasha soltó el antebrazo de ella y regresó su atención al camino; no había notado el momento en que apretaba el brazo de Kagome, estaba molesto por la actitud de ella, pero realmente no quería lastimarla.


    —No era mi intención —masculló mirándola de reojo.


    —No pasa nada —repuso ella manteniendo su mirada en la ventana.


    Genial, tras hacerlo cambiar de planes, ahora ella era la enojada. ¡Pues al diablo todo! ¡Iría al cine con una Kagome contenta o no contenta y le importaba un carajo!


    InuYasha renegaba dentro de su propia cabeza, de verdad que no entendía la actitud de Kagome ni de lejos, y eso lo frustraba. Desde que él estudiaba en la universidad, no tenía oportunidad de verla, la extrañaba… aunque nunca se lo diría, no quería que ella lo malinterpretara… bueno, si lo malinterpretaba no habría mucho problema porque a fin de cuentas él ya tenía…


    Al darse cuenta de la dirección que estaban tomando sus pensamientos, sacudió la cabeza y se ordenó a sí mismo dejar de pensar estupideces.


    Llegaron al cine, tras estacionar, se bajó de un portazo y luego abrió la puerta de Kagome, ella se quedó mirándolo.


    —No me bajaré así.


    —No te estoy preguntando —repuso InuYasha antes de meter su brazo y sacarla del carro como si fuera una muñeca.


    —InuYasha —Kagome se abrazó a sí misma, era mitad de primavera pero andar por la vida con unos shorts y blusa de tirantes pertenecientes a su pijama no era precisamente reconfortante, el vientecillo fresco de la noche la iba a congelar—. Por favor volvamos a casa —pidió mientras se formaban para pedir los boletos.


    —No.


    —Por favor… —volvió a pedir notando como todas las miradas comenzaban a posarse en ella. ¡Y era Lógico! Mientras todas las demás jovencitas iban arregladas para verse con sus novios o amigos, Kagome lucía aquel atuendo ligero de color vede menta con motas blancas, iba descalza y su cabello estaba recogido en un moño alborotado.


    —No —llegaron a la ventanilla—. Buenas noches.


    —Bienvenidos, buenas noches —de pronto el cajero le reconoció—. Hey InuYasha —el aludido levantó la vista de su cartera.


    —Hey, Ginta. ¿Ahora trabajas aquí?


    —Sí, tengo medio tiempo mientras estudio —le contestó amable. Ginta era uno de los primos de Kouga, un muchacho que solía estar en el mismo salón que InuYasha… peleaban constantemente, a pesar de que decían odiarse ellos dos compartían cierta camaradería. Realmente su único problema era que Kouga cortejaba a Kagome, cosa que ponía a InuYasha de malas.


    —Eso es bueno…


    —¿Cuál verán?


    —Ahm… ¿Tienes alguna de terror? —Kagome, quien había mantenido la cabeza baja intentando ocultar su incomodidad brincó.


    —¡De terror no!


    —¿Kagome? —Preguntó Ginta al ver a la muchacha. Cuando había visto el atuendo de la acompañante de InuYasha había decidido no comentar nada, pero al ver a Kagome fue imposible no sorprenderse… ella no era de las chicas que andaba por ahí en pijamas…


    La carita de Kagome se tintó de color rojo fosforescente y simplemente suspiró.


    —Ho…hola Ginta….


    —Curioso el atuendo que ha escogido para salir conmigo, ¿eh? —InuYasha estaba decidido a hacerla sufrir por su actitud, así que decidió hacer algo de burla, pero Ginta no sonrió simplemente se sonrojó levemente y regresó su atención al computador.


    —De…de momento la única película de terror es “Dark Circles” —Masculló Ginta algo nervioso. InuYasha no entendía lo que pasaba pero no le importó mucho. Sonrió con cierta malicia cuando vio los ojos de Kagome aterrorizados.


    —Dos por favor.


    No hablaron mucho más, pagó los boletos y obligó a Kagome a avanzar dentro del edificio de una manera muy sutil. Mientras avanzaban notó como la mirada de todos los hombres se fijaba en Kagome, de hecho dos o tres se quedaban mirándola y la recorrían mientras sus bebidas se caían de sus manos.


    —Pero qué demonios está pasando —masculló mientras su sangre comenzaba a hervir; se detuvo a ver a Kagome y fue entonces que entendió todo aquel asunto. Ahí estaba la chica de cabello azabache luciendo unos shorts demasiado cortos que dejaban al descubierto sus largas y bien torneadas piernas… la blusita de tirantes que llevaba era holgada así que podía apreciarse parte de su vientre plano y, sobre todo, sus senos que no eran protegidos por un sostén decente para andar en público.


    InuYasha se había parado de la nada y la había escaneado con los ojos al menos cuatro veces.


    —¿Qué te pasa? —preguntó Kagome, incómoda por la manera en que la miraba.


    El joven salió de sus pensamientos de un jalón y se aclaró la garganta un par de veces.


    —Hace frío —masculló serio y se retiró la chaqueta deportiva roja que llevaba puesta para pasarla por los hombros de Kagome. InuYasha era considerablemente más alto y ancho que ella, así que aquella prenda prácticamente la cubría hasta la mitad de los muslos.


    Kagome se sonrojó, al igual que InuYasha. Ambos apartaron la vista y guardaron silencio unos segundos.


    —Debemos entrar, nos quedaremos sin asientos —terminó diciendo el joven antes de pasar su brazo protectoramente sobre los hombros de la chica y caminando hacia la sala.


    Queda demás decir que la película fue para Kagome un auténtico infierno. Gritó al menos tres veces y se mantuvo hecha un ovillo aferrada del brazo de InuYasha el 90% de todo el filme; por otra parte, el joven InuYasha había disfrutado la película a mares, no solamente por la actitud de Kagome, sino que realmente la trama era muy cliché y los efectos especiales no eran de los mejores, más le había parecido una película de comedia que una historia de terror.


    El trayecto de regreso al templo fue algo incómodo, ninguno de los dos se dignó en hablar, la culpa comenzaba a aquejar al muchacho mientras que ella se preguntaba si tendría que repetir el pecado al día siguiente… si Sango no estaba conforme con lo que había pasado la obligaría a hacer dos pecados.


    —Bienvenidos —la madre de Kagome les recibió, como de costumbre estaba en la cocina, secando los platos de la cena—. ¿Qué tal estuvo la película?


    —Bastante divertida —comentó InuYasha, saludando a su tía con un beso en la frente, costumbre que tanto él como Sesshômaru habían adoptado de su padre, era parte de la personalidad protectora que los hombres de la familia Taisho tenían.


    —Horrenda —siguió Kagome, tomando asiento—. ¡InuYasha me obligó a ver una película de terror! —Gimoteó como niña mientras ponía la frente en la mesa. El joven sonrió a su tía como si hubiese hecho una acción que merecía ser premiada… Sonomi simplemente puso los ojos en blanco.


    —Ay muchachos….


    Kagome se fue a la cama tras decir buenas noches, pero InuYasha decidió quedarse a cenar algo antes de ir a la cama. La casa quedó prácticamente en completo silencio tras unos minutos. InuYasha usaba los audífonos en la portátil mientras comía cómodamente; Souta, el abuelo y Sonomi dormían… Y la dulce y tierna Kagome temblaba bajo sus cobijas…


    —¡Estúpidas películas de terror! ¡Estúpido InuYasha! —Pensó antes de cubrirse hasta la cabeza con sus mantas.




    Casi no había podido dormir, estaba cansada y tras estar 4 periodos en la escuela, lo único que quería era dormir…. Sus amigas parloteaban entre clases y a la hora del receso, tal y cual ella misma lo había predicho, se quedaron mirándola con ojos traviesos.


    Kagome decidió no argumentar mucho, puso la grabación y después contó absolutamente todo lo ocurrido la noche anterior. Sango, mientras se imaginaba la escena de Kagome en pijamas gritando en mitad del cine se atragantó un par de veces por la risa.


    —Y eso es todo… —concluyó Kagome con su relato—. ¡Y no planeo repetir ese pecado, no fue mi culpa!


    Sango se tomó largos minutos para sopesar aquello… lo analizó mientras Kagome la miraba con cara medio asesina.


    —Cierto, no ha sido tu culpa pero igual no cumpliste —mencionó Sango apuntándola con el palillo de manera inquisitiva—. Te propongo lo siguiente: yo escojo el siguiente pecado que cometerás y daré por válido el de la pereza —concluyó Sango, sonriente ante su victoria. Kagome hizo un puchero.


    —Hecho… —Sus amigas pegaron un chillido en inmediatamente se pusieron a discutir con Sango cuál sería el mejor pecado. Kagome se acomodó en la banca y se dejó cerrar los ojos, se quedó dormida antes de notarlo.


    —Bien Kagome —Sango se quedó mirándola, dormía plácidamente. Consultó el reloj en su celular, aún faltaban 20 minutos de receso, así que decidió dejarla dormir… no es que hubiera tenido una buena noche Kagome, y ya que el pecado que estaba por cometer haría que se le crisparan los nervios… mejor que durmiera.


    Sintió como le picaban el brazo y tuvo que abrir los ojos, se encontró cubierta con un saco en las piernas y su cabeza en el hombro de alguien. Se incorporó de inmediato.


    —¿Dormí mucho? —Preguntó mirando a sus amigas que recién le prestaron atención.


    —Apenas veinte minutos, tranquila —le tranquilizó Ayumi sonriéndole—. Te despertamos porque es hora de volver a clase.


    Kagome se sintió aliviada de inmediato. Se acomodó rápidamente mientras Sango se acomodaba su saco, para pararse y caminar a los salones.


    —Y bien Sango… ¿Qué me harás hacer?


    —Oh, no te preocupes, escogí uno fácil. Kagome, tu pecado de hoy será la codicia.


    La primera imagen que asaltó la cabeza de Kagome fue de estar asaltando un banco o robando dinero de la bolsa de su madre.


    —Estaba pensando que una buena manera es que le robes algo valioso a InuYasha… por lo menos unas veinticuatro horas.


    Se tranquilizó por medio minuto antes de caer en cuenta que tenía que quitarle algo a la persona más posesiva del planeta… quizás ir a la cárcel por robo de banco no era tan malo…


    —B-bien… tartamudeó mientras entraban al salón—. ¿Y qué se supone que le voy a robar?


    —El relicario que le regalaste tras el accidente…


    Calló se golpe en su silla al escuchar aquello, ¡Ni ella misma se acordaba del bendito relicario!


    —¡Me va a matar! —Pensó.


    Pasaron las siguiente cuatro clases de manera lenta y pausada, realmente Kagome estaba teniendo la peor semana del mundo… incluso temía por su vida, para ella quitarle algo a InuYasha era como ir al vaticano y robarle las pantuflas al papa.


    Caminó apesadumbrada por el pasillo hacia la salida de la escuela, maldiciendo su suerte y a sus amigas. Sango le dio una palmadita justo en la puerta de salida.


    —Recuerda traer el relicario mañana, sino, no cuenta.


    —Lo sé… —masculló antes de empezar a caminar por su cuenta.


    Recordaba perfectamente el día que le había dado a InuYasha ese relicario. Lo había comprado muchos meses antes de dárselo, pero era demasiado cobarde para atreverse a dárselo. Diariamente lo cargaba, buscando la oportunidad de dárselo pero simplemente ningún momento parecía adecuado.


    Una noche estaba todo tranquilo, cuando sonó el teléfono, siendo su tía Izayoi, llorando y preocupada le dijo a su madre que InuYasha estaba en el hospital, esa noche Miroku y él habían jugado carreras de motos, habían ganado pero mientras se iban, uno de los retadores hizo que la moto de InuYasha se volcara en la autopista. Había sido grave, InuYasha tenía ya dos horas inconsciente. Literalmente Kagome no tuvo alma en el cuerpo hasta que el joven recuperó la conciencia… fue en el hospital donde ella le entregó el relicario…


    —Recuerda que eres muy importante para nosotros… por favor no vuelvas a darnos un susto así —había susurrado Kagome con lágrimas cayendo por sus mejillas. InuYasha no pudo evitar sentirse culpable, sabía que no fue error suyo el volcarse, pero toda su familia había llorado esos días ya que temían lo peor.


    Desde ese día InuYasha no se quitaba el dichoso relicario del cuello, más allá de que le recordaba que su familia lo amaba, le recordaba que Kagome lo quería.


    La mañana siguiente, estaba tranquilo, había desayunado con el abuelo y su Tía, Kagome había salido temprano; estaba en la ducha, lavándose el cabello cuando notó que le faltaba aquel pedacito de metal colgando de su cuello…


    Terminó de ducharse bruscamente, buscó en su ropa, preguntó a su tía y al abuelo… nadie había visto el relicario.


    —Maldición, maldición, maldición —repetía en su cabeza, frustrado y enojado consigo mismo por haber perdido el collar—. ¡Kagome se va a enfadar tanto! —Gimió InuYasha desconsolado mientras revisaba la lavadora meticulosamente.



    —Es precioso —masculló Sango mientras su amiga de cabello negro lo enseñaba en señal de haber cumplido su pecado.


    —Cierto, Kagome… eso te debió costar una fortuna —siguió Eri.


    —Eres tan dulce, Kagome-chan.


    —Mhh… pero realmente siento que este pecado está incompleto —agregó Yuka mirando al cielo, a Kagome se le fue el alma al piso.


    —¡Pero si lo he traído!


    —Sí… pero se lo regresarás a InuYasha esta noche y no pasará nada… deberías usarlo el resto del día… así InuYasha se daría cuenta y el pecado realmente sería un pecado —comentó al aire, pensativa.


    —¡No! —Gimió. Pero el brillo de unos ojos perspicaces la congeló.


    —Yuka tiene razón… usa el collar y que InuYasha lo vea —ordenó Sango balanceando su celular de forma amenazadora.


    —Estoy muerta —pensó Kagome mientras se deslizaba por la banca hasta caer de rodillas—. ¡Realmente me iré al infierno! —Gimió de nuevo mientras sentía que una solitaria y enojada nubecilla descargaba una tormenta sobre su cabeza…


    —Y apenas van dos —Murmuró Eri a las demás muchachas…


    …Continuará…
     
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    Chaos Lady

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    Mil perdones por la tardanza, mi vida ha sido una colección de eventos desafortunados ultimamente.... Espero les guste.

    Kagome, te irás al infierno.


    Capítulo 3: La Ira de InuYasha.



    Listo, tenía todo calculado fríamente: primero recogería a Kagome en el instituto, cargaría su mochila y la invitaría a cenar en Wc’Donalds o a tomar un helado o los dos si ella quería. Sería todo un caballero, después fingiría caerse y perder el relicario en una alcantarilla y así ella no estaría tan enojada con él y salvaría su miserable pellejo.


    InuYasha sonrió mientras caminaba hacia la escuela de Kagome, definitivamente era un genio, debía cuidarse de que los rusos o americanos intentaran llevarse su genio…


    Llegó justamente cuando el timbre de salida sonó y decidió esperar en la entrada.


    Mientras tanto, la joven y dulce Kagome había tenido un día bastante pesado, el hecho de pensar en ver la cara de InuYasha cuando la viera con el relicario y el problema gigante que se haría cuando ella se negara a dárselo la hacía sentirse con un peso sobre sus hombros. Se suponía que la semana que InuYasha pasaba en Tokio era para jugar videojuegos, comer ramen y descansar un poco, no para hacerlo enojar. Se puso sus zapatos y se acomodó el cárdigan verde que llevaba a la escuela, dejó los libros que no necesitaba en su casillero y verificó dos veces llevar los correctos para hacer su tarea.


    Salió caminando sola por el pasillo, ella se estaba quedando una hora extra un día a la semana para recibir clase extra de matemáticas ya que esa materia simplemente parecía estar diseñada para acabar con ella.


    Caminaba algo desanimada, distraída en su celular, jugando el clásico juego de la serpiente. Saló de la escuela y tomó el camino a su casa sin poner atención al resto de su alrededor. Tan entretenida iba que ni siquiera reparó en la presencia de cierto muchacho.


    InuYasha, al verla venir, se puso de pie y se acomodó el cuello de la camiseta tipo Polo que llevaba, otra parte de su bien tramado plan para cubrir su cuello y que no se notara la falta del dichoso relicario. Sonrió e incluso le dolieron los músculos de la cara de lo mucho que se esforzó por mantener la sonrisa… que más parecía una cara para asustar niños en el parque.


    Y así, Kagome se acercó y se acercó hasta que pasó por su lado y ni siquiera dijo buenas tardes. Su primer pensamiento fue que ella ya se había dado cuenta de que el relicario no colgaba de su cuello, por un segundo se volvió de hielo y un rayo le atravesó la existencia.


    ―¿Kagome? ―Carraspeó mientras intentaba acercarse a ella.


    Tan cerca estaba de batir su propio record en el juego de la serpiente que su concentración estaba completamente dedicada a lograrlo.


    ―Una más… Una más ―se repetía Kagome en la cabeza mientras veía al reptil digital acercarse a su objetivo. De pronto y antes de alcanzarlo, una mano desconocida la tomó del antebrazo, gritó.


    Con un cerebro demasiado perspicaz que dedujo que quien la tomaba no podía ser otra persona más que un violador asesino, aventó su celular en la cara del hombre, se jaloneó y por último atestó un golpe contra lo que creyó era el rostro.


    ―¡Aléjate de mí, degenerado! ¡Policía, policía!


    Aturdido por el golpe y los gritos, se aferró más al agarre de Kagome.


    ―¡Quieta, quieta!


    Escuchar su voz fue tan sorprendente que Kagome literalmente sintió que InuYasha realmente la había salvado de un violador asesino.


    ―Inu… ¡InuYasha! ―Gimió al verlo sobarse un poco la quijada.


    ―¿A ti qué te pasa niña tonta? ―Gruño malhumorado.


    ―¡Que me has dado un susto de muerte! ―Rebatió―. ¿En qué pensabas al agarrarme así?


    ―¡En llamar tu atención, no en recibir un golpe, tonta!


    ―¡No me digas tonta! ¡El tonto has sido tú al tomarme desprevenida! ¡Creí que era un delincuente!


    Por un momento InuYasha se quedó mirándola enfadado, Kagome sin duda había ganado músculo en los últimos meses, el puñetazo que le propinó le había dolido mucho más que algunos que el mismo Miroku –su mejor amigo- le hubiese propinado.


    Kagome recogió su celular del suelo y se acomodó el uniforme.


    ―A todo esto… ¿Qué haces aquí InuYasha?


    ―Simplemente venía a preguntarse si querías ir a algún lado conmigo ―contestó tajantemente mientras se acomodaba, de nuevo, el cuello de la camiseta.


    Esas palabras tan mecánicas hicieron que la lluvia de mariposas revoloteara en el estómago de Kagome, sintió sus mejillas encenderse.


    ―A… ¿a dónde?


    ―A donde tú quieras ―le respondió haciendo el ademán para tomar la mochila de la chica―. ¿Qué tal un helado?


    ―¡Sí! ―Sonrió Kagome soltando su mochila.


    Se pusieron de acuerdo mientras caminaban a la parada del bus, irían a una pequeña cafetería cerca del centro comercial, la verdad era que hasta a InuYasha le provocaba ese lugar, por alguna razón tenían los mejores helados de Tokio.


    Su plan iba marchando tan bien que parecía que el mismo Kami estaba ayudándole a salvar su pellejo. Para ese momento Kagome charlaba animada con él, esperaba que se tragara la historia de caerse, realmente no deseaba hacerla sentir mal por haber sido tan descuidado.


    Bajaron del bus tras veinte minutos de viaje, empezaron a andar hacia la cafetería cuando el cielo comenzaba a tornarse anaranjado por la puesta de sol.


    Cuando llegaron caballerosamente abrió la puerta para Kagome, puso la silla para que se sentara y se ofreció a ir por la orden el mismo. Kagome, mientras tanto, se sentía extraña por recibir tantas atenciones de parte de InuYasha, no era común que el fuera así de caballero, sino más bien del tipo medio arrebatado que solía olvidarse de “pequeñeces” como aquellas.


    Mientras esperaba que la señorita que los había atendido le entregara algunas servilletas, InuYasha se permitió observar a Kagome más detenidamente… se preguntaba si todos la veían tan bonita como él la percibía, aunque estaba seguro de que era así porque el hecho que se viera bien con el uniforme le daba muchos puntos a favor.


    ―¿Joven? ―La voz de la dependiente lo sacó de sus pensamientos, la chica tenía la mano extendida con las dichosas servilletas.


    ―Gracias ―las tomó y empezó a avanzar a la mesa.


    Andaba a la mesa que habían seleccionado entre los dos, una pequeña y redondita que estaba cerca de un ventanal. Los rayos naranjas del sol entraban sin obstrucción alguna y bañaban el cuerpo de Kagome, dándole a su piel un reflejo dorado, InuYasha estaba haciendo un esfuerzo muy considerable para no quedarse embobado viéndola.


    ―Doble helado de chocolate ―sonrió al entregarle el vaso de plástico lleno de la crema congelada.


    ―¡Gracias! ―Lo tomó y lo miró con cara de emoción, y era la misma reacción que tenía cada vez que estaba cerca del helado de chocolate.


    Sin pensar mucho más en las reacciones infantiles de Kagome, InuYasha se dispuso a tomar asiento, estaba por acomodarse cuando un destello que nació del pecho de su linda amiga llamó su atención: Kagome no usaba collares.


    No se sentó y se inclinó a ver lo que colgaba del cuello de Kagome, su sangre se fue a sus pies cuando notó el valioso relicario colgado de Kagome.


    ―¿Por qué demonios traes puesto mi relicario?


    Los ojos de la chica se abrieron como platos y se quedó mirándolo, congelada en su lugar.


    ―¿De qué hablas? ―Pensó que jugar un poco a la tonta le ganaría unos minutos para pensar en una explicación que fuese coherente y que evitara un coraje de InuYasha.


    El muchacho no se tomó la molesto de volver a explicar.


    ―Kagome… ―El tono de InuYasha era más bien una advertencia, ella sintió que un escalofrío le recorría la espalda.


    De pronto tuvo una idea brillante.


    ―Lo encontré afuera de la casa ―le respondió desviando la mirada y dejando el helado en la mesa.


    InuYasha sintió que se le bajaba un poco el coraje, la tarde anterior había jugado con Sota en el patio, lo más probable era que le hubiera caído y Kagome estaría enojada al haber encontrado el relicario en el piso.


    Se sentó.


    ―Lamento haberlo perdido… ―le explicó muy serio.


    Kagome mantenía la mirada fija en la ventana.


    ―No pasa nada ―concedió con un tono tranquilo, se sentía realmente muy mal por mentirle.


    ―No volverá a pasar ―InuYasha le sonrió lo mejor que pudo―. Dámelo y me aseguraré de que no se vuelva a caer…


    ―No ―respondió Kagome tras unos segundos, él se quedó pasmado.


    ―¿Cómo qué no?


    Kagome se puso de pie, tomó el vaso con su helado y se dio media vuelta, con dirección a la puerta, InuYasha comenzó a seguirla, desconcertado.


    ―¿¡A dónde vas!? ―La tomó del antebrazo e hizo algo de fuerza para detenerla, Kagome simplemente se quedó sin moverse.

    Mientras tanto, los demás clientes de la linda cafetería ya tenían toda su atención puesta en ellos, la mayoría de los chicos observaba a la colegiala y la mayoría de las chicas armaban en sus cabezas distintas historias que involucraban a aquellos dos en una trama parecida a una película romántica… Algunas se sonrojaron mientras se imaginaban siendo ellas a quienes aquel muchacho de cabello color plata las detenía antes de besarlas…


    Aquella burbuja se rompió cuando Kagome se dio un tirón inesperado por el joven y salió de la cafetería a pasos apresurados.


    ¡Lo había visto! ¡Todas aquellas chicas miraban a InuYasha y ella con la tonta idea que de alguna manera él podía fijarse en ella!


    ― ¡Soy tan tonta! ―Gimió en su cabeza mientras avanzaba lo más rápido posible sin correr. Escuchaba los pasos de InuYasha detrás de ella, a pesar de que ella intentara correr sabía perfectamente que sería completamente inútil, entre todas las virtudes de InuYasha estaba el hecho de ser muy rápido corriendo.


    —Kagome, ¡Ven acá! —Le ordenó molesto, las cosas no iban por muy buen camino, ella estaba haciendo varias de las coas que podían poner a InuYasha de muy, muy mal humor.


    La alcanzó, llevaba la cabeza baja y las manos hechas puño.


    —¿Por qué demonios estás tan molesta, niñita?


    —¡Qué te importa! —Le gritó Kagome deteniéndose, por un momento InuYasha puso cara de sorpresa, estaba consciente de que solían pelear pero nunca tan fuerte y menos en público.


    —¿¡A ti qué te pasa!? ¡Ya pedí disculpas por el maldito relicario! —Le respondió en voz alta, parándose frente a ella—. ¡Si lo que tienes es cólicos no quieras echarme a mí la culpa, tonta!


    Y para cuando lo notó, varias personas los estaban viendo y por las mejillas de Kagome se resbalaban pequeñas gotitas de agua. Se sintió mal enseguida.


    Kagome no esperó nada más, de antemano sabía que InuYasha se iba a enojar con ella pero no esperaba que fuera en mitad de la calle y que todos los estuvieran viendo, sentía mucha vergüenza y casi se le caía la cara cuando InuYasha hizo inferencia a su ciclo menstrual.


    Comenzó a caminar, pasó de InuYasha y fue a sentarse en la parada del camión, InuYasha la siguió en silencio, estaba igualmente ofuscado pero por ningún motivo la iba a dejar regresar sola a casa. Esperaron en silencio, por el rabillo de ojo la había visto limpiarse las lágrimas, por algún motivo lucía tan abatida…


    —Realmente no es para tanto —pensó InuYasha mientras la miraba, claro la había ofendido pero eso pasaba siempre que se veían, Kagome sin duda estaba reaccionando exageradamente.


    Cuando el bus que les llevaría de regreso llegó, ambos se subieron, se sentaron juntos pero sin hablarse…


    —Kagome —le habló más tranquilo—, deja de estar tan molesta.


    —Ya no estoy molesta, InuYasha —replicó aun seria, realmente no estaba enojada, simplemente que la cosa aquella de tener que estar a expensas de Sango le estaba jugando malas pasadas—. Soy una tonta —volvió a decir en su cabeza—. Tanto me preocupa que InuYasha sepa lo que siento que estoy dispuesta a todo para evitarlo —volteó a mirarlo fijamente, aquellos ojos dorados con el ceño fruncido estaban analizándola y lo sabía. Sonrió sin muchas ganas—. Soy su amiga, nada más —se recordó.


    —Si quieres quedarte con el relicario, hazlo—propuso él de la nada. Ella se congeló.


    —¿Acaso ya no lo quieres?


    —No seas tonta, pero si no me lo vas a regresar no voy a pelear por eso.

    Su bajada llegó antes de responder, bajaron en silencio y caminaron hasta el templo sin decir nada.


    —¡Bienvenidos! —Cuando entraron a la casa, su madre los recibió con una enorme sonrisa, gesto que se desvaneció levemente cuando les vio las caras—. ¿Todo bien, chicos?


    —Todo perfecto, mamá —Kagome se acercó y la abrazó levemente—. Iré a darme una ducha —subió sin dar explicaciones. Cuando se quedaron solos enarcó una ceja para InuYasha.


    —Esta vez no he sido yo el malcriado —le explicó a su tía antes de recibir el regaño—. ¡Esa niña anda de lo más extraña!


    La madre de Kagome se quedó mirándolo con la ceja arqueada.


    —¡Me quitó mi relicario! —Sonomi se cruzó de brazos—. Bueno… ella dice que lo encontró en el patio —InuYasha continuó con las explicaciones—. ¡Y ya me disculpé y no lo quiere regresar! ¡Y me hizo enfadar! —Ahora él lucía como niño pequeño, pero su tía no dijo nada—. ¡Este bien, iré a arreglar las cosas! ¡Deja de regañarme! —Acusó antes de ir a subir las escaleras.


    Sonomi sonrió: siempre funcionaba eso con InuYasha, desde muy pequeño.


    Mientras subía las escaleras se iba quejando de lo convincente que podía llegar a ser su tía, le haría arreglar las cosas cuando ni siquiera habían sido su culpa.


    —¡Feh! ¡Sólo por mantener a mi tía tranquila! —Se dijo a si mismo mientras tocaba la puerta de la habitación de Kagome.


    Tocó pero nadie respondió, así que simplemente entró. El cuarto estaba solo, la bolsa de Kagome estaba tirada descuidadamente en la cama, incluso su celular estaba en mitad del colchón; su uniforme estaba por el piso, y sus zapatos estaban uno por un lado y el otro cerca de la ventana.


    —Vaya… estaba molesta… —Meditó mirando el pequeño desastre, para alguien que tenía ciertos síntomas de un trastorno obsesivo compulsivo aquello era como ver un escenario post guerra.


    Iba a salir cuando el celular de Kagome vibró repetidas veces, creyendo que era una llamada lo tomó… lo desbloqueó y para su sorpresa tanta vibración no era más que un montón de mensajes de “Sango”. La curiosidad le ganó y abrió la conversación.


    El agua relajó sus músculos y la hizo sentirse más tranquila, se duchó con tranquilidad dejando que la tibieza del líquido lavara su cuerpo y su mal humor.


    Estuvo duchándose largo rato y cuando salió se sentía mejor, se puso los pijamas y salió, para encontrarse a InuYasha pasando frente al baño.


    Volteó a mirarla, tranquilo y sin querer sus ojos bajaron por su cuerpo… Kagome cada vez perdía más esa esencia de niña, bajita y con cuerpo bien desarrollado lucía increíblemente deliciosa…


    Cuando InuYasha se dio cuenta del rumbo de sus pensamientos, se estremeció levemente.


    —¿Estamos bien? —Le preguntó tranquilo.


    —Sí —ella sonrió de lado—. Lamento lo que hice.


    —Lamento lo que dije —propuso él—. Te espero abajo para cenar —InuYasha llevaba una extraña sonrisa de lado a lado cuando bajó las escaleras…


    …Continuará…
     
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    RomAnce

    RomAnce Soleanimetrix

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    wao, wao... mis mas sinceras felicitaciones corazón, la hiciste tuya otra vez.

    Rayos, si que me dio algo de fastidio y enojo el pequeño enojo de Inuyasha, es que es tan! Aarrgh!: "
    —¿¡A ti qué te pasa!? ¡Ya pedí disculpas por el maldito relicario! —Le respondió en voz alta, parándose frente a ella—. ¡Si lo que tienes es cólicos no quieras echarme a mí la culpa, tonta!" Lo mato. Pero es tan propio de El que comprendo que Kagome se lo pase por su amor; el amor todo lo puede reina mia :cool:...lo que me dio algo de gracia fue la planificación del muchacho, definitivamente andaba preocupado por la "perdida" del bendito relicario. jajaja! Que bárbaro, no me lo puedo creer; al final el acoso de Sango y sobre todo mi parte favorita del capitulo fue: "
    ―Una más… Una más ―se repetía Kagome en la cabeza mientras veía al reptil digital acercarse a su objetivo. De pronto y antes de alcanzarlo, una mano desconocida la tomó del antebrazo, gritó.
    Con un cerebro demasiado perspicaz que dedujo que quien la tomaba no podía ser otra persona más que un violador asesino, aventó su celular en la cara del hombre, se jaloneó y por último atestó un golpe contra lo que creyó era el rostro.
    ―¡Aléjate de mí, degenerado! ¡Policía, policía!
    Aturdido por el golpe y los gritos, se aferró más al agarre de Kagome.
    ―¡Quieta, quieta!
    Escuchar su voz fue tan sorprendente que Kagome literalmente sintió que InuYasha realmente la había salvado de un violador asesino." buahjajaja! definitivamente la mejor, amo el toque de humor con un poquito de todo (drama-romance) como lo haz creado, gracias por publicar; siempre es un deleite.

    P/D: Note un errorillo de dedo por allí; pero hasta los famosos y aparentemente perfecto de este mundo fallan amor.
    Quien te quiere y te espera, se despide de ti...
    Atte: Your RomAnce* besos corazón.
     
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  9.  
    Andreína

    Andreína Usuario VIP

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    ¡Oh, por Dios! Estoy enamorada de esta trama; tienes una imaginación y una manera de narrar que, francamente, me fascina. Más allá de aspectos técnicos, estoy encantada. Veo, que hace dos años que no actualizas. Realmente me frustra, hubiera adorado leer tu historia hasta el final. Precioso Fanfic.
     
  10.  
    Chaos Lady

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    De hecho lo tengo continuado pero nunca lo publiqué... Consideraré terminar de publicarlo.
     
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  11.  
    Chaos Lady

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    Título:
    Kagome, te irás al infierno.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    2226
    Bueno... lo estuve pensando. Si lo empecé lo terminaré x'D Publicaré cada semana más o menos el capítulo siguiente.


    Kagome, te irás al infierno.


    Capítulo 4: Dance Floor.


    Los rayos del sol se filtraron por la ventana y le hicieron abrir los ojos. Frunció el entrecejo.


    —Tía Sonomi abre esas ventanas apropósito —masculló InuYasha discutiendo solo mientras se remolineaba en la cama. Quería dormir más pero el sol le daba en la cara y podía escuchar a su adorada tía haciendo el desayuno. Se dio por vencido respecto a dormir más aquella mañana y se levantó mirando el reloj.


    —¡Cinco de la mañana! —Exclamó como si le acabaran de decir que el mundo iba a explotar—. ¡Maldición!


    Se tiró de espaldas en la cama e hizo un pequeño berrinche, odiaba levantarse tan temprano, él era una criatura nocturna… o eso solía decir cuando le preguntaban el por qué había pasado la noche en vela.


    Miro de nuevo el reloj, con cierto recelo en la mirada, cosa que cambió cuando ahí, aun ladito del despertador, refulgía aquel pedacito de oro en forma de corazón.


    —¡Mi relicario! —Sonrió ampliamente al ver el collar. Sin dudarlo lo tomó y se lo pasó por la cabeza para acomodarlo en su cuello. Era como si le hubieran devuelto una parte de sí mismo, estaba tan apegado a aquel objeto que sentía demasiado ligero el cuello sin él.


    Abrió el relicario y se sorprendió levemente al ver que las fotos habían sido reemplazadas por un par de fotos nuevas que tenía con Kagome. Solamente que él salía gruñendo mientras que ella tenía una dulce sonrisa.


    Su humor mejoró estratosféricamente en ese instante: cerró el relicario y lo dejó en su cuello. Suspiró y se puso a acomodar su cama antes de ir a ducharse.

    Apenas era miércoles, había cumplido apenas dos pecados y Kagome ya no quería ni salir de la cama cuando amanecía. Su cabeza la torturaba, se imaginaba rodeada de demonios espeluznantes que tan sólo esperaban a que cometiera su último pecado para llevarse su alma directamente al infierno.


    Tomó su manta entre las manos y se tapó hasta la cabeza.


    —¡No quiero ir a la escuela! —Gimoteo mientras escuchaba su reloj alarma sonar en su mesita de noche.


    Sin ánimos y con cierto mal humor se levantó de la cama y se estiró. Acomodó su uniforme del día y se dirigió al baño para ducharse, aun llevaba carita de dormida. Abrió la puerta del baño y entró con pereza.


    Se removió el pijama mientras pensaba en nada más que sus enormes deseos de invitar a Sango a tirarse de para caídas y que el paracaídas de Sango no existiera. Sonrió de lado. Si seguía juntándose tanto con su mejor amiga efectivamente se iría al infierno.


    Completamente desnuda se viró y fue cuando toda la somnolencia se esfumó. Justo atrás, frente al lavamanos estaba InuYasha semidesnudo con una toalla envuelta en su cadera. Petrificado con gesto de horror y el cepillo de dientes se sosteniéndose en su mandíbula, chorreando espuma de la pasta dental que caía por su barbilla.


    Los ojos de Kagome se abrieron como platos, se quedó congelada frente a él, ambos estupefactos; cuando InuYasha reaccionó y sus ojos bajaron al cuerpo de ella se escuchó su grito.


    —¡Kya! —Largo y estrepitoso despertó a media colonia y algunos pájaros volaron de los cables de electricidad.


    En un arrebato, Kagome tomó su propia toalla cubriendo su cuerpo mientras InuYasha volteaba el rostro completamente sonrojado. Ella, con la cara igualmente del color de un tomate retrocedió unos pasos.


    —¿¡Por qué no me dijiste que estabas aquí!? —Le gritó.


    —¡Entraste sin tocar la puerta! —Respondió InuYasha limpiando su cara de la espuma, que revelaba un poderoso sonrojo en su piel.


    Kagome se quedó mirándolo desde donde estaba, mientras él metía su cabeza demasiado al lavamanos enjuagándose profusamente. Después se levantó y salió del cuarto de baño sin decir nada, para su mala suerte cuando cerró la puerta tras de sí el abuelo caminaba por el pasillo.


    —InuYasha, ¿dónde está Kagome?


    Tragó pesado.


    —Dándose una ducha —dijo rápidamente y corrió para encerrarse en el cuarto de huéspedes, dejando atrás a un anciano con la mandíbula desencajada.

    Llegó a la escuela aún con los efectos de su sonrojo masivo matutino, no podía dejar de pensar en el momento que vio el torso desnudo de InuYasha y en cómo los ojos dorados de él habían bajado recorriéndola.


    —¿Estás bien? —Masculló Sango.


    —Venía tarde y corrí —Explicó Kagome, después meditó un poco en que mentir ya se le estaba haciendo costumbre… volvieron las imágenes de los demonios esperando por su alma. —Moriré joven —susurró poniendo la frente en la mesa de su pupitre.


    —¿Y bien? ¿Cómo te fue ayer? —Yuka no tardó en preguntar.


    La piel de Kagome se tornó gris mientras se erguía de nuevo para mirarla con una mueca.


    —Por supuesto InuYasha se dio cuenta. Peleamos en mitad de una calle e hizo una alusión pública a mi ciclo menstrual —comentó con tono monótono mientras los sucesos del día anterior pasaban como una mala película en su cabeza.


    —Vaya, siempre tan impulsivo —comentó Ayumi con tono pensativo. No era la primera vez que InuYasha decía cosas demasiado hirientes o pesadas cuando perdía los estribos; en más de una ocasión sus instintos lo dominaban y terminaba por hacer llorar a quien fuese su contrincante –Sí, incluso Kouga habría llorado alguna vez por los comentarios del joven-.


    —Pero… ¿Se reconciliaron, verdad? —Preguntó Eri sintiendo un pequeño escalofrío recorrerle la espalda gracias al aspecto lúgubre de Kagome. La aludida se quedó pensando un momento.


    —Estamos bien —declaró sin mucho más detalle.


    Fue entonces que la sonrisa de InuYasha regresó a su cabeza como un recuerdo ignorado… la noche anterior que habían hecho sus pobres intentos de disculpas InuYasha estaba de lo más sonriente. ¿Desde cuándo acá el joven era TAN sonriente? ¿O ya estaba alucinando?


    Fue entonces que notó que Sango estaba extrañamente pensativa. Fue entonces a ella a quien le recorrió un escalofrío por la espalda. La mente de su amiga podía ser una caja de pandora abierta si se la dejaba soltarse; estaba por hablarle cuando Sango se giró hacia ellas.


    —¿Y qué pecado vas a hacer hoy?


    ¡Maldita Mujer! —Gimió Kagome en su cabeza. Pero estaba más que derrotada en ese punto. Abrió el cuaderno para recuperar la notilla adhesiva. Tachados se encontraban la pereza y la codicia; le quedaba la gula, lujuria, envidia, orgullo e ira. Pensó por un momento en cuál sería el menos nocivo.


    —Envidia —determinó tragando pesado. Los ojos cafés de Sango brillaron, sonrió.


    —Vaya, hoy estás cooperativa.

    Kagome frunció el ceño.


    —¿Y te da gusto? ¡Claro como no es tu alma la que arderá en el infierno! —Gimoteó en voz demasiado alta. De pronto los ojos de todo el salón estaban sobre ella… se congeló de nuevo.


    —¿Todo bien, Higurashi? —Preguntó la maestra que estaba apenas entrando. La señorita Higurashi tartamudeó algo completamente inteligible para después negar con la cabeza, para después asentir y finalmente rogar por que se olvidara del episodio. La docente sonrió por compromiso—. Vale… solamente ponga atención, Higurashi.


    Pasaron las horas y el tema de los pecados no se volvió a tocar, incluso lo pasaron durante el recreo y hablaron de mil cosas… por un momento Kagome se sintió feliz, ¿Sería que Sango se había olvidado de su plan? ¿Podría Kami ser así de buena como para salvar su alma provocando una amnesia en sus amigas?


    Sonrió emocionada cuando el timbre del final de clases rompió el silencio de su lectura. ¡Se habían olvidado!


    Prácticamente brincó de la silla con gusto y salió apresurada evitando despedirse. Salió primero que nadie de la escuela y tomó su rumbo a casa, entonces su celular vibró.


    “Sango-Chan: Pasaré por ti a las seis para que te arregles en mi casa. Esta noche salimos de fiesta”


    Pareció escuchar como su felicidad era descargada por un toilet.


    Llegó a casa con sus ánimos por los suelos. Entró para encontrársela vacía con una nota en el refrigerador: “Kagome, salimos por unos pendientes al centro. Te veré más noche. Hay comida en el microondas, te ama —Mamá.
    P.D InuYasha no estará en casa.”


    Bueno, al menos podría descansar…


    Realmente no supo cuando se quedó dormida, fue el sonido de la puerta de su armario lo que hizo que saliera de su ensoñación. Abrió los ojos desorientada para ver la silueta de Sango frente a su armario, sacando prendas para verlas y después aventarlas al suelo.


    —¿¡Qué estás haciendo aquí!? —Gritó sentándose de golpe.


    — Te dije que vendría a las 6… de hecho estoy media hora tarde —comentó la chica sin voltear a verla. Kagome tomó su relojito de la mesita para confirmar la hora.


    —Diantres... ¿Cómo entraste a la casa? —De pronto recordó que ella había puesto el seguro. Sango no se volteó, seguía hundida en su closet sacando prácticamente todo.


    —Tengo llaves —dijo saliendo con un vestido color lila en sus manos—. Sonomi dijo que debería tener un juego por si pasaba una emergencia —Se volteó mostrando el vestido—. ¿Este es el que usaste en aquel debut de baile?


    Kagome la miró sin podérsela creer.


    —¡Esto no es una emergencia! —Salió de la cama y le quitó el vestido—. ¡Y deja de hacer tanto desorden! ¡Y no vamos a salir de fiesta a mitad de la semana! —Comenzó a rejuntar todas sus prendas. Sango frunció el ceño.


    —Bien, esperaré a que llegue InuYasha para mostrarle nuestras conversaciones, seguro le encantan.


    Kagome gruñó por primera vez en su vida.


    —¡Carajo! —Exclamó producto de la frustración… en cuanto su cerebro registró lo que había dicho se tapó la boca y se sonrojó.


    Sango se tragó una risita.


    —Tomaré eso como que has recapacitado para nuestra salida —dijo triunfante. Después tomó un vestido rojo que también era de alguno de los recitales pasados en los que Kagome había bailado—. Tú dices que nunca has envidiado a nadie pero se perfectamente que tú envidias una sola cosa: las chicas que atraen a InuYasha.


    Kagome la miró con preocupación.


    —SI bien no te haré hacerle un “twerk” a InuYasha si saldrás hoy y serás todo lo que envidias de esas chicas.


    No tuvo mucho que argumentar contra aquello. Sango tenía razón, muy en el fondo de su corazón envidiaba a las chicas en las que InuYasha solía fijarse pero eso no era necesariamente por su personalidad… si envidia nacía de saber que ellas sí podían atraer a aquellos ojos dorados logrando que las mirara como ella deseaba que la mirara.


    Prefirió guardarse la pizca de dignidad que le quedaba y se dejó ataviar por Sango. Le puso aquel vestido rojo de tela ligera y suave que era realmente un atuendo de danza. La falda era corta de campana, así que tenía mucho movimiento, era de manga larga hasta las muñecas con cuello de barco pero lo sexy de aquella prenda caía en la espalda; un profundo escote bajaba casi hasta sus caderas y tiritas de cristales cruzaban su espalda enlazando los extremos y dando la apariencia de una tela araña brillante por toda la piel. Se suponía que aquella prenda debía llevar un leotardo abajo pero claro, Sango ignoró aquello olímpicamente.


    Sacó del armario la caja con los únicos estiletos que Kagome poseía. Picudos, negros de charol brilloso y de 12 centímetros de alto, eran unos zapatos preciosos que solamente habían sido usados una vez.


    Kagome frunció el entrecejo.


    —Esos zapatos duelen demasiado —se quejó mientras Sango los admiraba.


    —¡La belleza duele, mi amada! —Respondió su amiga dramatizando la escena exageradamente.


    Cuando quedó lista ni ella misma se podía reconocer. A pesar de que Sango no había exagerado con el maquillaje ni tampoco con el peinado haciéndolos bastantes sencillos, el vestido hacía todo el trabajo. Se marcaba en cada una de sus curvas y hacía que sus piernas lucieran kilométricas, finalmente las zapatillas la hacían verse alta y estilizada. Ni ella misma se lo creía.


    Sango la miró orgullosa.


    —Tú crees que eres muy fea, pero realmente estás loca —dijo pensativa. Después sacudió la cabeza—. Bueno, ¡hora de irnos!


    Sango realmente no parecía ir de fiesta, llevaba un vestido negro en línea recta corto con mallas del mismo color y unos zapatos no tan altos. Usaba su clásica coleta alta y el maquillaje apenas era perceptible.


    —¿Por qué estás tan sencilla hoy? —Preguntó Kagome mientras se subía al carro de Sango.


    —Porque solamente voy a supervisar tu pecado, querida —respondió sonriéndole.


    Kagome tembló.


    Anduvieron un rato hasta que llegaron a una discoteca, Kagome apenas podía creer que iba a entrar a uno de esos lugares en los que jamás había puesto un pie. Se rehusó pero como siempre los chantajes la hicieron ceder y terminó entrando. Era un lugar a media luz, lleno de lucecillas de colores flotantes y, en la opinión de la chica, con un enorme déficit en climatización.


    Sango no se molestó en llevarla a una mesa, fueron directo a la pista de baile donde la música era fuerte y apenas se podía entender. Se acercó a su oído.


    —Vamos Kagome, ¡baila!


    Estaba abrumada por la cantidad de gente, la temperatura y el ruido; mientras Sango ya estaba bailando ella apenas se movía solamente para evitar ser pisada. De pronto unas manos le envolvieron la cintura.

    ...Continuará...
     
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    Andreína

    Andreína Usuario VIP

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    Jajajajaajajajajajajajajajaja, Dios, ¡Sango es terrible! Ciertamente, Kagome se irá al infierno más por la mala junta que por los siete pecados que está cometiendo. Para variar, me encantó el capítulo. Siempre lleno de gracia. Esperaré ansiosamente el próximo, muero de ganas por ver la reacción de Inuyasha. Buen trabajo, sumamente entretenido. Deseo realmente ver cómo termina esta historia. Sigue así, captar la atención del lector y hacerle añorar más es un arte; tú lo tienes.

    Besos,
    Andreína.
     
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    Insane

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    Me sumergí tanto en la historia que ni me percaté que ya había terminado.
    Me alegra muchísimo que la continuaras porque estaba sufriendo al ver la fecha de las primeras publicaciones.

    Sango es todo un caso, es como la que le agrega el picante a la historia, me ha sacado varias risillas.
    Me pregunto como será cuando llegue al pecado que más de una espera (?) Dios, no sé como Kagome no ha sido capaz de decir sus sentimientos en tanto tiempo, algo bastante difícil de conllevar y más cuando el verdugo se encuentra de visita.

    Estaré al tanto de tus actualizaciones
     
    Última edición: 2 Junio 2016
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