Jardines frontales

Tema en 'Planta Baja' iniciado por Gigi Blanche, 22 Febrero 2021.

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    Gigi Blanche

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    Apenas cruzar el portón principal, la mansión Akaisa posee una amplia extensión de parque minada de jazmines. La fragancia de las flores alcanza incluso la acera y manchan el paisaje de infinitas motas blancas, otorgándole armonía y sobriedad. A la derecha puede encontrarse una mesa de hierro antigua junto a dos sillas, los canteros rodean la casa y los límites de la propiedad dividida por rejas y arbustos de seto.


    Jardines.png

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    Gigi Blanche

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    Las estrellas brillan altas en el cielo, tintinean y resplandecen aquí y allá. Es una noche particularmente tibia, tranquila y sosegada. De vez en cuando, y sólo porque sí, alguna que otra brisa leve mece las copas de los árboles. Vaya, si no será la velada perfecta para cualquier clase de evento.

    La Residencia Akaisa aparece iluminada en su totalidad, además de las sutiles decoraciones doradas enredadas en las verjas, las patas de las mesas y los marcos de las puertas. El jardín de jazmines perfuma todo a su alrededor, pareciera que las mismísimas estrellas descendieron al parque para deleite de los invitados. Bebidas, comida, atenciones y disposiciones. Todo ha sido metódicamente planeado y organizado.

    Lo único que falta ahora son los invitados. ¿Será una fiesta digna para el recuerdo?

    Eso está por verse.


    Bienvenidos a la mascarada.

    ¡Bienvenidos a la mascarada! Este es el punto de inicio de la fiesta, todos deben obligatoriamente postear aquí primero. ¿Por qué? Simple, hay un gorila apostado en el portón de entrada que quizá haga una o dos aclaraciones con respecto a su vestimenta. Ya dijimos que la casa se reservaba el derecho de admisión (? Así que ¡mucha suerte pasando la vigilancia de gorila-sama!

    Además, los invito a recorrer el subforo <3 Encontrarán alguna que otra sorpresa aquí y allá.

    Una vez más, bienvenidos sean a la mascarada. Ojalá pasen una noche espléndida.

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    Kaisa Morinachi

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    Nagi bonica por parte de Hitori uwu.png
    Tras encontrarnos fue mucho más fácil de lo que hubiera imaginado nunca; había estado muerta de miedo, pero fue cosa de llegar a la casa y ya todo estaba preparado para mi con demasiada pulcritud, tanta que no puede evitar ampliar mi sonrisa y tensar mi ceño avergonzada: No importaba qué hiciera o deshiciera, al final del día siempre sería hija de mamá. Metí mi uniforme a la lavadora, saqué la ropa limpia y el vestido que me compró mamá a finales del año pasado, para dirigirme luego al baño y asearme como era correspondiente.

    "Iré a esa fiesta de la invitación,Shiori-san ; solo quería que lo supieras. Espero que estés bien" Y le mandé a un Usagyuuun celebrando. A esos tipos de mensajes, concisos y esporadicos, me había reducido ante la ausencia de Shiori-senpai; sabía que era una chica en extremo responsable, decidida y constante, todo lo contrario a mí, así que era sencillo sumar dos más dos y saber que algo no andaba bien. Solté un pesado suspiro antes de entrar a bañarme, dejando el aparato sobre el respaldo del retrete; lo único que me deprimía es que Kurosawa no tuviera la confianza para contarme sus problemas, pero al menos podía estar ahí para ella; para cuando le apeteciera recordar que tenía más valor aparte de ser alguien a quién proteger, cuidar y querer. ¡Vamos, que era una hermana mayor también; un estudiante de preparatoria y la hija de dos personas...! Demasiado peculiares, por decir algo.

    Al salir encontré en el teléfono los mensajes escuetos de Onii-chan, supongo que algunas cosas sencillamente no cambiaban; de todas formas sonreí con suavidad al terminar de leerlos, frotando la toalla contra mis cabell0s sin prisa alguna: Se estaba esforzando, tanto o más que mamá, Kazuki o yo misma. De seguro papá tenía sus rollos también, por lo que contaba él, Ichirou, se veía mucho mejor. Me dijo por mensajería que no recordaba cuándo fue la última vez que vio a papá... tan calmado; tuvo que haber sido hace tanto tiempo, que ni yo era capaz de imaginar a un padre que no fuera tan rígido, estricto o alterable.

    Siempre intentaba escaparse al menos una hora del trabajo, los fines de semana, para llevarnos a todos al parque: No podía decir que era malvado con ese recuerdo gravado tan a fuego en mi memoria.

    Cuando estuve lista, vestido y zapatos puestos, fui a comer algo y a preparas mi bolso. Aunque cosas como los aretes, el collar y el bolso eran cortesía de mi madre, tenía que cuidarlos tanto como a mí misma. Sí que pecaba de materialista la señora, pero bueno, estaba a esas alturas ya acostumbrada. Llegó más temprano de todos sus quehaceres, trayendo a Kazuki con ella, la compra, entre muchas otras pequeñas cosas más. Me peinó, me aplicó un poco de maquillaje, que más que maquillaje en sí, era para cubrir una cuantas "imperfecciones" y darle color de manera bien natural a mis mejillas, parpados y labios. Mi mamá siempre había tenido una mano especial para todo eso de arreglar estéticamente a otro; lo hacía con papá antes de que fuera al trabajo, conmigo en mis actos obligatorio escolares, con ella misma, entre otras muchas cosas más.

    Oh, bueno; salí bastante temprano de casa luego de almorzar, le dije a mi madre que me reuniría con mis amigas, Natsume y Haruka, para pasar el rato antes que iniciara la tan aclamada fiesta. Era una mentira la cual mi mamá ni siquiera cuestionó, de seguro debido a que no imaginaba que fuera capaz de mentirle con algo como eso. Me despedí de manera cariñosa y respetuosa de ella, de una forma más mimada de Kazuki, y deseándonos buena suerte, me marché calma y rápida a la estación de trenes; con un paso constante, pero apacible.

    Los únicos nervios que tenían eran debido a que me juntaría con Ichirou, por primera vez en muchos meses.


    W8mQC42.png

    Bom A~ki-ba~ka~-chan —musitó una voz monocorde tras mi espalda, y yo tuve que llevarme ambas parte a la zona golpeada con sutileza de mi cabeza.
    Ehhh —volteé a verlo por sobre mi hombro, no demorando en encararlo como correspondía, aún mirándolo con ambas manos sobre mi coronilla, con clara expresión de queja. Hice un mohín inflando ambas mejillas—: ¿Así tratas a tu imouto luego de no verla por meses, Bakarou? —dije con templanza y claro disgusto, él solo entornó su mirada, crítico y serio como recordaba.

    Así que yo no demoré en ladear la cabeza, sonriéndole con suavidad, apacible y tierna aún con la manos dónde me topó como sí yo fuera una tabla esperando por un golpe de karateka.
    >>Me alegra mucho volver a verte.

    Él, para mi propia sorpresa, no demoró en sonreírme de vuelta con la misma ternura, solo que su expresión era más sobria que dulce, a diferencia mía. Aunque el hecho de que me rascara la cabeza haciendo "arañitas" con sus dedos, para no despeinarme tanto el maño que hizo mi mamá, mientras sonreía mostrando su hilera de dientes a ojos cerrados... pues bueno; a mis ojos le devolvió tres años de juventud que parecían haberse esfumado en su adolescencia.
    —Digo lo mismo, Nagi-chan —habló calmo, para luego llevarse ambas manos a los bolsillos a los costados de su pantalón ajustado, sin perder una sonrisa sutil y los ojos calmados—; estás más... grande —musitó ladeando la cabeza, mirándome a los ojos como un cacharro curiosos.

    Lo miré sorprendida, apara luego inflar mis mofletes con claro disgusto, llevándome las manos a la cintura.
    —Hmpf —solté desviando la mirada al lado opuesto de su persona, no demorando en empezar a caminar a penas hablé—; más respeto con tus menores, dinosaurio cascarrabias.

    Él respondió con una risa suave y melódica, sin moverse de su lugar, para luego clavar su mirada en mi nuca, cada más lejana a cada paso que daba.
    —Chiyoda queda hacia el otro lado, tontaina —habló con calma y la fuerza suficiente para que lograra escucharlo, logrando que me detuviera en seco.

    Mis mejillas enrojecieron, sin demorar en voltear con rapidez, en movimientos gráciles que fueron acompañados por el vaíven del vestido. Mejillas infladas y manos empuñadas con fuerza, clavándole la mirada antes de volver sobre mis pasos, agregué desviando de nuevo la vista de él a ojos cerrados.
    —Eres tú el guía que anda distraido, Nii-chan.
    —Jeje... claro, como digas; seré culpable de todos los cargos hasta que muera —habló como sí nada, a pesar de que entendía la indirecta que soltaba como sí de hablar del clima se tratara.

    Lo miré con el ceño fruncido, acusativa, mientras mis pasos se dejaban guiar por su caminar.
    —No soy la misma Nagi que antes, Ichirou.
    —¿Y quién a dicho que si, Nashi-chan? —soltó el apodo qué también usaban Natsu y Haru. Miré al frente, refunfuñando bajo, algo perdida y sin reales ganas de hablar con alguien como él.

    Así que me encogí de hombros, indiferente más que nada.
    —Solo no digas tonterías —espeté con calma.
    Como ordene la princesita~
    —Hmng —solté un gruñido bajo, pegándole un pequeño topón con la punta de mi zapato a su pierna; tan preciso y corto como doloroso.
    —Tch, serás bruta...

    Sonreí amplio, con sorna, mientras caminaba como toda una dama.
    Supongo que lo aprendí de ti~

    Y fue entonces él quien gruñó frustrado.
    Dioses...
    como lo había extrañado.
    Nagi B.png



    En el próximo post de Nagi ella llegará a la entrada de la casa de Katrina <3

    E Ichirou de entre 19-20 pa quién le interese:
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    Última edición: 3 Marzo 2021
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    Gigi Blanche

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    Precisamente a un costado del portón principal se encontraba apostado un guardia de seguridad bastante... contundente. Dos metros de estatura, hombros como repisas, tez tostada y ¿por qué llevaba gafas, si era de noche? Iba ataviado con un traje negro, se veía muy elegante y, bueno, también daba algo de miedo.

    Detalló los alrededores de soslayo al advertir que dos personas se acercaban a la residencia. Los analizó de arriba abajo, atento a las rigurosas especificaciones que había recibido directo de Katrina-sama, y se afirmó justo al centro del portón para clavarle la mirada a la niña.

    —Invitación —fue todo lo que soltó, en voz grave y monótona, para luego redirigir su atención al muchacho y ejecutar un movimiento de cabeza hacia la calle—. Tú, fuera.
     
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    Kaisa Morinachi

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    W8mQC42.png

    Seguí los pasos de Ichirou, al parecer conocía... bien el barrio. O tal vez solo era bueno guiándose en la gran ciudad. Ambos crecimos bajo el mismo techo, bajo las mismas luces de Ikekuburo, pero... todo se sentía tan diferente ahora. Nunca me sentí ajena a mi familia, pero ahora que todo estaba trizado; me era mucho más fácil clasificarlos, discernirlos y entender muchas cosas que antes ni siquiera era capaz de ver, comprender...

    Aunque supongo que al final del día las sentía...
    hasta era posible que Kazuki se percatara de estas también.
    Ichirou se acercó a la gran residencia con un temple para mi atemorizante; siempre me pareció rudo, tosco y frío desde que entró a su adolescencia, pero verlo ahora siendo prácticamente un adulto, solo me confirmaba que no era mera consecuencia del estrés o el insomnio: No es que su rabia y frustración lo llevara a ser distante y rígido, siempre lo había sido, pero solo se notaba con claridad ahora. Yo lo seguí muy apegada, básicamente ocultándome tras su figura de metro setenta y algo; detrás de su pinta de chico hogareño, su cabello peinado con cuidado, pero relajado. De su suéter crema, de su camisa blanca, pantalones caqui... Se veía mejor que el Ichirou de 15, en mi opinión, claro.

    Yo miré con ojos asustadizos al hombre gigantón, prácticamente escudándome tras mi hermano mayor, frunciendo el ceño con preocupación, pero sin llegar a parecer demasiado paniqueada... o eso espero. Ichi-nii-chan, en cambio, se mantuvo con su perfecta postura erguida, sus ojos de emoción indiferente y sus labios en una delgada línea. Si... había cambiado, al menos nunca lo había visto así; tan sereno y... fuerte. Siempre lo veía enfadado, refunfuñando, amargado o entristecido: Frustrado, angustiado, alterado, buscando escapar... de cuál hubiera sido la mierda que vivía antes.

    ¿Estaba alegre por él? Si, definitivamente si.

    —Mire, señor —habló monocorde y con un tono de voz lejos de desafiante, solo serio, sosteniendo la mirada del guardia sin ninguna pizca de temor; ambas manos en los bolsillos del pantalón, encarándolo con educación y, supongo, una actitud más estoica que retadora. Su hablar esa calmado y preciso—; solo vengo a dejar a mi hermana, asegurarme que tenga todo y me marcho. Vendré a buscarla también, así que sí... —hizo los cálculos en silencio, alzando solo las pupilas al cielo nocturno, luego volvió a mirar al guardia con la misma seriedad de siempre—; sí me ve dentro de cinco o siete horas más, ya sabe a qué vine—. Hizo un silencio, donde me miró con su mirada gélida y apática un breve segundo, inhalando imperceptible por la nariz, para después volver a sostener los ojos que no se veían por detrás de los lentes oscuro...

    Oh, tal vez para eso mismo eran los lentes oscuros en la noche; para que no pudiéramos ver su miedo a través del temblor en sus pupilas, temblor del cual carecía Ichirou y yo tenía en exceso... curioso.
    >>
    Eso sería todo, le diré un par de cosas a la enana y me marcho, buenas noches —soltó todo con la seriedad de un oficinista rígido promedio, solo que sentía yo que en verdad estaba relajado; tampoco olvidó hacerle una leve reverencia al guardia, vaya... seguía siendo igual de cordial como lo recordaba en mi más tierna infancia.

    Nagi bonica por parte de Hitori uwu.png

    Tan solo ese gesto tan leve por su parte logró sacarme bastante angustia y nerviosismo de encima, Ichirou volteó a mirarme sin quitar la seriedad en su rostro; me acomodó un par de cabellos mientras yo le sonreía con suavidad, también me reajustó la máscara y al final, cuando pareció satisfecho: Me brindó una sutil, suave y compasiva sonrisa, ladeando su cabeza tan solo un poco.
    —¿Estás lista, tienes todo?—Lo miré con un deje de sorpresa, para luego empezar a revisar mi cartera con nerviosismo notorio; celular, dinero, un poco de papel higiénico por sí a caso...— ¿El cargador del teléfono, lo trajiste?— Mi cara palideció, sin demorar en verle con un pánico silencioso; cuando él me sonrió socarrón, con rapidez mi expresión asustada cambió a una de confusión.
    >>Lo dejaste en el bolsillo de afuera de tu cartera, tontita —soltó con suavidad y un deje de ternura en su voz, sacando una mano de sus bolsillos para picarme la frente con su dedo índice, yo lo seguía mirando con confusión—; me lo dijiste por texto cuando te pregunté sí tenías todo listo antes de salir —soltó sereno, yo no demoré en sorprenderme, sintiéndome realmente iluminada.

    Terminé por soltar una risita ligera, cubriéndome la boca con la punta de los dedos.
    —¡Cierto!
    —Bueno, ya me voy —dijo entonces, volviendo a toda la seriedad gélida o apática como sí de ponerse una máscara se tratara... Dioses, ¿así era ser adulto o qué onda? ¡Ah, pero cierto que Ichirou aún ni cumplía los 20! ¿Sería ya de los que compran alcohol metiéndole al recepcionista? Bueno, no me importaba en verdad. Le sonreía amplia y alegre, apacible, asintiendo con energía una sola vez—; y no se te olvide entregarle la invitación al señor, que te está esperando allá.
    —¡A-ah, cierto! —dije llevándome las dos manos a la boca, para luego agarrar a Ichi-san de la muñeca y tironeársela para tener a la altura su mejilla al momento de pararme de puntillas; le di un casto beso en la mejilla, para luego alejarme un par de pasos sonriente en dirección al guardia—, nos vemos luego~

    Lo último que vi de él fue su cara sonrojada y su rostro malhumorado, mientras se tocaba la majilla besada; ¡si es que seguía siendo un huraño! Solté una sonrisa leve, logrando deshacerme de mis últimos miedos y nervios, al menos de momento. Busqué con calma la invitación dentro de mi bolso, para luego tendérsela al guardia.
    —Tome guardia-san —dije con suavidad brindándole una sonrisa, sosteniendo su mirada cubierta de negro mientras le tendía con cuidado y firmeza la invitación de la mariposa golondrina. En cuanto la tomó para revisarla, puse una de mis manos sobre la otra y le brindé una sonrisa alegre a ojos cerrados— ¡Espero que su noche sea al menos apacible y tranquila! —exclamé despacio, sin alzar en verdad la voz, deseando de verdad que al pobre tipo no le tocara recurrir a métodos... represivos y violentos.



    Pueden tirarla a quién quieran uwu <3
     
    Última edición: 3 Marzo 2021
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    Zireael

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    El gorila aka guardia de la entrada lo vamos a estar manejando entre las tres. En este caso voy a aprovechar el post de Cayden para responderle a Nagi, así que te tienes que comer mi tocho lo siento mucho (? aunque igual se supone que lo hagas cuz colé la cuestión del mensaje de Nagi a Shio
    Cayden.png
    Si había algo que era, al menos para las mierdas de este estilo, era puntual al nivel de la exageración. Había marcado los tiempos de cada cosa que tenía que hacer para básicamente tener en cuenta incluso cualquier retraso de algunos minutos para llegar al portón de los Akaisa a las siete en punto.

    Desde la hora a la que tenía que despertar, hasta preparar la mercancía, pasando por otras diligencias que tenía que hacerles a mis tíos hasta finalmente pasar a recoger a Kurosawa en un coche que le había rascado a mi padre sin mayor explicación y sin necesidad de mucho más que un par de mensajes bastante escuetos. El auto no era así lo que se dice lo menos sospechoso del mundo, negro y con vidrios polarizados gritaba su procedencia de forma bastante obvia, pero tampoco iba ser yo el que me quejara.

    Si tuviera siquiera algo más de carisma y capacidad de liderazgo hubiese podido cubrir el puesto del mismo Yako, pero allí estaba sacándole dinero a mi padre ausente y desapegado.

    De tal palo tal astilla supongo.

    ¿Que si podía haber pedido prestado el coche de alguno de mis tíos? Pues sí, pero tampoco podía asumir que habiéndome comprometido a participar de la fiesta como la gente normal fuese a terminar en la capacidad de conducir un auto así que mejor prevenir que curar en resumidas cuentas. Además era cosa de hacer dos más dos, había chacales presentes y estaba arrastrando a la hermana de Yako que parecía una bomba de tiempo, la cosa tenía más posibilidades de salir mal que un robo en un hotel de ricachones incluso.

    Mientras íbamos en el auto vi a Kurosawa revisar el móvil, con la pantalla hecha trizas, una y otra y otra vez con una ansiedad que no era normal. No parecía haber escrito una respuesta ni nada, solo releía el mismo mensaje y estaba empezando a ponerme nervioso incluso a mí, que en realidad había estado bastante tranquilo hasta ese momento.

    —Te preocupa algo —dije con la vista puesta en la ventana después de haberle echado un vistazo al reloj en mi muñeca—. Y vas a tener que decirme qué es o vas a arruinarte la fiesta antes de siquiera verla.

    Inhaló aire con fuerza a la vez que golpeteaba el dorso del móvil con el dedo, no me di cuenta hasta entonces que era zurda como su hermano, finalmente estiró el aparato hacia mí con el mensaje en cuestión.

    Iré a esa fiesta de la invitación, Shiori-san ; solo quería que lo supieras. Espero que estés bien.

    —¿Amiga tuya? —Me di cuenta que no le había respondido ese mensaje, ni el anterior... o el anterior a ese.

    ¿No sabía leer el ambiente? Por amor a todo.

    —Va a primero, es una chica castaña y miedosa que te cagas —comentó y la voz le sonó tan tranquila que cualquiera se hubiese creído que estaba absolutamente compuesta—. Desde que pasó lo de los lobos intentó ayudarme, la rechacé la primera vez pero... Dios, me abruma. Su intento por ayudarme me abruma al punto de sentir que voy a explotar de nuevo.

    Regresó la mano a su espacio entonces y clavó la mirada en la máscara. Los detalles azules refulgían bajo la luz de los postes de alumbrado que íbamos pasando en el coche, parecían ser llamas con vida propia, lo mismo pasaba con sus ojos de fuego.

    —Puedo cubrirte parte de la noche —murmuré dedicándole una sonrisa suave—. Si lo que no quieres es que te vea apenas llegar, si ha sido tan insistente no creo que tarde en reconocerte.

    —Esa no es tanto la preocupación. —Tomó la máscara para ajustársela dado que estábamos por alcanzar la residencia de los Akaisa—. Esta casa, esta fiesta... No es un lugar donde Nagi debería estar.

    Giró el rostro hacia mí y sus ojos destellaron en una mezcla extraña de preocupación y amenaza, fue como verla moverse de un espectro al otro en cosa de segundos. Intuía, además, que no le había dicho su amiga nada de lo que había ocurrido, mucho menos que iba a aparecer en la fiesta esa luego de todo el desastre y para variar no en compañía del famoso perro-lobo.

    Qué desastre.

    Quieres que le cuiden la espalda a la mocosa.

    Y que no interrumpa lo que sea que vayas a hacer, ¿cierto?


    Sonreí con cierta suficiencia mientras hacía lo mismo que ella, ajustarme la máscara al rostro, y cuando el auto se detuvo salí para abrirle la puerta, porque vamos, el teatro había que montárselo bien. Estiré la mano hacia ella que la tomó sin mucha complicación, y salió luego de guardarse el móvil, se acomodó la ropa, un par de cabellos fuera de lugar y luego cerró la puerta antes de que yo pudiera hacerlo.

    Me cayó el veinte apenas el chófer se fue y pude ver al par de personas en el portón, la chiquilla con el moño castaño y un tipo que asumía debía ser su hermano o algo.

    Fucking timing.

    Sentí que la chica dejaba ir mi mano para sujetarse a mi brazo, no era lenta ni nada así que debía haber visto a su amiga incluso antes de bajar del coche. Me lo pensé un rato, deshice su agarre y el resto salió sin necesidad de que tuviera que hacer nada. Mantuvo una distancia bastante prudencia y volvió el cuerpo hacia la calle, evitando que se le viese el rostro y toda la cosa. Por lo menos no cargaba ya con la mecha azul, eso facilitaba que pasara por cualquier otra muchacha de cabello oscuro.

    Caminé hacia el portón mientras me sacaba las invitaciones del bolsillo y se las extendía al gorila como si nada, siendo que el jodido medía dos metros y literalmente podía mandarme a negro con un manotazo. El chico que parecía el hermano de la otra le soltó un speech al guardia que ni a cuento, de hecho le vi el aburrimiento en el lenguaje corporal y finalmente solo lo dejó hacer sus cosas para que se largara por fin.

    Estiró la mano, recibió la invitación de la castaña y luego se la regresó sin complicación, indicándole con un movimiento de cabeza que pasara. No respondió a su amabilidad ni anda, al hombre no le pagaban por devolverle la amabilidad a una cría.

    —Buenas noches —dije un poco al aire, más para la chica que para el guardia obviamente y le estiré el par de invitación.

    El tipo las tomó, volvió a revisarlas como la de la castaña, le hecho un vistazo a Shiori todavía de espaldas a una distancia decente, y finalmente me las regresó indicándome también que podía pasar.


    tochohell comunicándose
     
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    Gigi Blanche

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    Sasha.png

    Increíble, sólo había que ver los secretos que una maestra repostera presuntamente ex-sargento podía guardar. Por la mañana me aparecí en casa de Saki, como habíamos acordado, y no tardó en mostrarme el vestido al que se había referido. Era... hermoso, vaya. Ciertamente hermoso. Tanto, que me dio una pena horrible ir a usarlo a una fiesta llena de adolescentes y alcohol, y estuve a punto de echarme atrás. Pero ella cazó mis dudas al vuelo y prácticamente me empujó hasta el baño, ordenándome que me lo probara.

    Ya dije que era difícil ganarle a Saki, ¿verdad?

    También había tenido razón en que me quedaría bien. Pintado, de hecho. Me observé frente al espejo de cuerpo entero que había en su armario, incrédula. Nunca... me había visto así.

    —Y sólo imagínalo con peinado, tacones y maquillaje.

    Su voz seguía sin demostrar demasiados matices, pero estaba claro que algo en ella se había removido al verme utilizar el vestido. Me pregunté qué historias habría detrás del mismo y en ese preciso instante decidí, finalmente, usarlo. Usarlo, divertirme y seguir acumulando más de esas historias que dentro de muchos, muchos años podrían brillar en mis ojos de la misma forma que destellaban sobre el avellana terroso de Saki.

    Si en el fondo no sería una sentimental empedernida.

    Santo cielo, Fanny parecía una mosca a mi alrededor mientras me preparaba, luego de ducharme. Me preguntaba qué era cada pote de maquillaje, me pidió que le colocara máscara en las pestañas, que le pintara las uñas, todo. Se subió a mis tacones y se apareció en la sala para mostrarle a papá cuán de bien los usaba. Oí las risas, a Lulu intentando burlarse, las dulces palabras de papá. Con el alboroto sonando en segundo plano, como una radio prendida, Danny se apareció silencioso a la puerta de mi habitación. Llevaba sus pantuflas de jirafa y las arrastró por la carpeta en mi dirección, ubicada frente al tocador. Le estiré una mano, él la alcanzó y me apoyó la frente en el hombro. Su mata de cabello ceniza, tan idéntica a la de su madre, se revolvió con el vino tinto característico de la mía. Observé nuestro reflejo en el espejo y le acaricié la espalda. Aún llevaba el pijama encima, el muy vago.

    —Estás muy bonita —murmuró en voz baja.

    Venga, ese mocoso iba a hacerme llorar. Era ridícula la forma en que mi familia me sosegaba el corazón, todas las preocupaciones y dudas que replicaba y replicaba día tras día. Eran las risas de Fanny, Lulu jugando a la pelota, papá sumándose a cualquier delirio de los niños, la sonrisa arrugada de Nana y las miradas silenciosas de Danny. No hablaba casi nunca, aunque de por sí fuera la persona con quien más se abría de la casa, y esas palabras... se grabaron a fuego en mi corazón.

    Si Danny decía que estaba bonita, bueno, tendría que ir con la frente bien alta, ¿verdad?

    Presioné los labios en su coronilla y le revolví el cabello, recibiendo sus ojos. Nunca había mucho en ellos, ya lo sabía, pero estaba segura que incluso desde los mundos lejanos por donde Danny transitaba había una enorme parte de él que me quería, así como yo lo quería a él.

    Lo adoraba, vamos.

    Me tomé un taxi y los idiotas de mi familia salieron a la calle para despedirme; joder, si a veces me hacían pasar vergüenza y todo. Me ponía algo nerviosa la idea de llegar sola, no podía negarlo, pero era lo que había y ya había decidido hacer valer la noche. Despejar la cabeza, divertirme y reírme como loca. Convertiría esa oportunidad en una mierda memorable. No podía hacer menos con el apoyo de tantas personas a mis espaldas.

    Me bajé del coche luego de pagarle al chofer y me llené los pulmones de aire, observando el vecindario y el pedazo de mansión que había frente a mí. El gorila de la entrada era un poco intimidante, eh, seamos honestos, pero apenas le mostré la invitación me dejó pasar sin más. Había un par de chicos cerca mío, pero no los conocía de nada así que no vi por dónde saludar. Mis tacones repiquetearon por el camino hacia la puerta e inhalé hondo, llenándome los pulmones con la fragancia de los jazmines. Era deliciosa.

    Well, then.

    It's time.
     
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    Kaisa Morinachi

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    7P2zr7z.jpg
    "Warm Neutrals" So thanks al quien puso esa frase, la amé ;w;

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    Y nada, la cara (parte de ella)de Nagi porque puedo y quiero.

    Nagi-cinta-gigi-1.png

    ¡Bu-bueno, no es que me doliera la cara de piedra del guardia, precisamente! Solo que me incomodaba un poco que al sonreír no me sonrieran de vuelta, me traía muy mal sabor de boca y no sé, al menos los nervios parecían haberse esfumado o algo, haciéndome hasta dudar sí era siquiera natural que no la estuvieran jodiendo a una como siempre. Pero bueno, como sea; yo también podía jugar a las mascaritas de papel, así que mantuve la sonrisa sutil y el gesto apacible sin mayores problemas, aun más teniendo en cuenta que no sentía absolutamente nada en especial en ese momento.
    —Muchas gracias —solté con suavidad haciendo una leve inclinación de cabeza, tampoco tenía que ponerle demasiada parafernalia, podía atrasar la fila que aún ni siquiera estaba formada, pero vaya a saber uno si en dos parpadeos esto ya no estaba repleto. Tenía que encontrar mi lugar pronto, ahora que lo pensaba. Dioses, ¿por qué nunca me animé a salir con Natsume? ¡Ella me habría enseñado muy buenos tips!... ¡Ah, cierto que los tenía, en mi teléfono! Me los había enviado ayer.

    Vaya tontaina~, querer venirse a esta fiesta, lástima que solo se tuviera acceso con una invitación. Bueno, supongo que era mejor a no tener idea de quiénes llegaban o no, más aún con las pintas de multimillonarios que se cargaban... ¿Qué habían dicho mamá e Ichirou? ¡Ah, si; Monopolios y farmacias! Sonaba horrible, definitivamente.

    —¿Eh? —musité para ver al chico que llegó tras yo correrme del frente del guardia: Pelirrojo... ¿y tenía ojos ámbar, al igual que Shio-chan? Vaya rarezas, ¿sería todo falso o natural? A esas alturas era capaz de creerme cualquier tontería... bueno; siempre, la verdad. Tan estúpidamente ingenua. Mi expresión de preocupación y recelo no cambió, lo observé con el ceño ligeramente fruncido, haciendo un leve mohín. En silencio, observé la figura tras él...

    Vaya, sí hasta ella se parecía a Shiori. ¡Dioses, Nagi; céntrate! No todo gira en torno a ella, deja de preocuparte por minimeces.
    —Bu-buenas, a ambos —musité apenas audible, pero aparte del tartamudeo mi voz fue monocorde y bastante precisa, no tenía por qué ponerme a temblar como un cachorro ente dos desconocidos por qué sí y ya está.

    Hice una leve reverencia y todo en mi saludo, claro; mi madre de alguna u otra manera, con sus directas indirectas, me dejó más que claro que de venir a esta fiesta no tenía que pasar por ninguna situación penosa, embustera o mínimamente ilegal; que era una casa de ricos y no sé qué más, y que ella no estaba para andar poniendo la cara a estas alturas por adolescentes irresponsables.

    Vamos; la lata de siempre.


    Cuando me erguí eso si, mis ojos fueron a parar en una hermosa cabellera rojiza, que le entregaba la invitación al señor guardia... Dioses... eso sí que era clase. Tan solo ver una linda figura, arreglada tan pulcra y detalladamente, como que me reanimó mi corazón estupefacto y sinuoso. Un chispazo de adrenalina que lo único que logro fue que me subiera la sangre al rostro, apretara tanto los labios como mis manos sobre mi regazo y...

    —¡A todo esto, se ven muy bien ustedes! —exclamé alegre a ojos cerrados, tanto para la azabache como para el pelirrojo: ¡Vamos Nagi, que nadie ha muerto por...! ¿Sabes? Mejor ni pensar en eso—. Permiso, iré entrando —musité para no incordiar a cualquiera de los alrededores, el propio guardia que en una hora tendría mucho trabajo deteniendo a los curiosos y rebeldes no invitados. Hice una reverencia más considerable cuando me excusé, al erguirme tan solo les brindé una sonrisa suave, antes de darme media vuelta y entras a la gran mansión.

    ¡Sí casi parecía un cuento de hadas!​
    que se jodieran los yakuza.
    Cabeza en alto, sonrisa cordial y alma en vuelo; ¡tal cual lo decía mamá!
     
    Última edición: 3 Marzo 2021
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    Rojo FireRed

    Rojo FireRed Orientador

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    Había llegado la noche de la fiesta, y era hora de ver qué se traían entre manos con este evento.

    Así pues, se tenía que venir bien vestido, elegante y todas esas cosas, algo que no solía empatar con Sakuya, no era de acudir a fiestas por todo lo alto en distritos acauladados, menos siendo una recién llegada.

    Chiyoda era un lugar tranquilo, siendo este el corazón político y económico de Japón, por lo que es el último lugar de Tokio en dónde se esperarían rollos extraños, la sensación de seguridad pues reconfortante.

    Había salido temprano en compañía de su hermano, Hiroshi, en el coche con el que habían emprendido su viaje desde su antigua morada, para nada con olor a nuevo, databa de 1991, un modelo sumamente deseable para los aficionados del motor, propiedad del chico, pero había un pequeño detalle.

    Eran un par de neófitos en Tokio, que no sabían ni en dónde estaban parados.

    Previendo eso, salieron temprano, listos para preguntar direcciones y usar el GPS del móvil, además del tráfico tokiota, los peajes y Dios sabe que más cosas.

    Esta ocasión era de oro para el Izayoi mayor, sobretodo por dos cosas, la necesitad de máscaras, y el elaborado arreglo de Sakuya.

    —Dime algo Saku-chan, tenemos una semana ya en Tokio, ¿Y te conseguiste un novio a escondidas? —se rió, a modo de burla, a modo de tocarle los huevos.

    Cosa que nunca fallaba de su parte provocando un poco de alteración en la chica, aunque atajó rápido su pregunta, para responderla con su sello de ironía.

    —¡Pues claro! Me conseguí un novio guapo y que trae bolsillos grandes, así que tengo que verme bonita, ¿No? Se me olvida que sigues soltero, so mamón.

    Hiroshi soltó una risa nerviosa, le habían dado un gancho al hígado con eso, que le recriminaran su soltería, aunque decidió contraatacar con algo que solía esquivar o era ambiguo a propósito

    —Meh, soltero no estoy ya hermanita, que estoy saliendo con Otonashi-san.
    —¡Y me creí esa mierda!
    —No me creas entonces, pero después no te sorprendas si la llevo a casa, tontuela
    —Ah... Serás capullo.

    Eso provocó que Hiroshi se riera aún más, provocando que Sakuya soltara un suspiro de exasperación, pero igualmente se dirigió de nuevo a él.

    —¿Por qué no me dijiste que viene a Tokio?
    —Ni yo lo sabía, era una relación más a distancia, pero al parecer trabajará en una clínica aquí, así que bien por ella, ¿No crees?
    —Amén, hermano, al menos la tendremos cerca... Además... Fuiste el primero en echarle los perros, sinvergüenza.
    —Tontaína, todos tenemos que sentar cabeza en algún momento, no andarás sola toda la vida.

    La joven Izayoi rechinó un poco los dientes con ello, aunque se mantenía tranquila, preservando el buen rollo de las bromas amistosas con las que venían, eso había hecho más ameno el viaje, hasta que por fin... Dieron con el objetivo

    La Residencia Akaisa era especialmente amplia y con una apariencia suntuosa, concordante con el lugar en el que estaba ubicado el domicilio, era algo propio de una novela, Izayoi tenía orígenes cuando menos decentes en Saitama, ahora en el epicentro de la crema y nata de Tokio, todo en su primer día de colegio.

    La curiosidad y emoción estaban presentes en la mente de la chica en todo momento, es como si en algún momento la invitaran a formar parte del grupo, de pertenecer, echar un ojo al lugar no estaba de más, ¿No?

    Si a ella le había llegado esa invitación siendo una recién ingresada a la preparatoria Sakura, lo más seguro es que a otros alumnos les hubiera picado el mosquito del atrevimiento y se unieran a la pachanga, conocer a otras personas pues estaba sobre la mesa.

    Al llegar al objetivo, Hiroshi paró frente a la entrada, para dirigirse a Sakuya con una buena despedida.

    —Recuerda, si el novio que te conseguiste te hace o dice algo, lo dejo comiendo tierra si es que no termina debajo de ella —se rió, como una manera de exagerar un poco su ánimo protector, pero de todos modos con preocupación genuina—

    —Con razón te fichaste a Mizuki-chan, ¿Eh? Eres un príncipe azul —bufó secamente, aunque luego, por eso, se rieron ambos.

    —Pásatelo bien, y llámame cuando quieras regresar a casa, voy a por mamá, que la pasaré buscando, al parecer se consiguió con sus amigas de la prepa —sonrió, y con ello, sacó los seguros de las puertas, permitiendo a Sakuya bajar del vehículo.

    Luego de salir del mismo y despedirse, Izayoi observó, y escuchó el escape un poco ruidoso al acelerar, el coche de Hiroshi salir de su campo de visión unas calles más adelante, para luego entrar al lugar, pero...

    Tenían un segurata del tamaño de una nevera cuidando la entrada, ¿Quien diablos usa lentes de sol de noche?

    Paciencia Sakuya, solo ponte en la fila y acércale la invitación, es así de simple.

    Más calmada, pues prosiguió a acercarse, pero en otra jugada pues reconoció a una enana que le parecía más que familiar, al ponerse de última en la fila.

    ¿¡N-Nagi!?
     
    Última edición: 4 Marzo 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    El guardia le dirigió una mirada de refilón a Sakuya luego de revisar la invitación de la pelirroja del vestido blanco y dejarla pasar, lo mismo con la castaña de primero y los otros dos que aunque ya la habían mostrado se habían quedado afuera un momento.

    Ni siquiera le dio tiempo a la chica de mostrar la invitación, como no le pagaban por ser amable ni tener tacto, pues solo abrió la boca y lo soltó.

    —¿Enviaron a la gente de servicio tan temprano? —preguntó con su tono plano—. Tendré que consultarlo con la señorita antes de dejarte pasar, nadie me avisó de esto.

    Tampoco le dio tiempo a la chica de contestar, marcó un número con una velocidad bestial y por el costado de los jardines apareció la silueta de Katrina Akaisa, con su vestido de lentejuelas negras, los tacones repiqueteando en el cemento del camino de la entrada una vez lo alcanzó y el rostro ocultó a medias por su máscara dorada. Sus ojos heterocromos resaltaban como los de un gato en el contraste de colores de la máscara y su cabello rojo y negro, peinado perfectamente.

    Lo que hacían los tacones, ya no se veía tan baja tampoco, pero igual Sakuya le sacaba sus buenos centímetros.

    Katrina estudió a la chica de arriba abajo mientras colgaba la llamada que le había hecho el tipo de seguridad.

    —Llegaste demasiado temprano —Le dijo sin siquiera preguntarle si era una invitada—, pero supongo que me sirve de todas maneras.

    Un poco sí que le parecía extraño, pero tampoco se iba a poner tan quisquillosa. Lo cierto era que Sakuya era hasta su compañera de clase, pero no le había prestado la atención suficiente para ir a reconocerla sin el uniforme de la academia y con máscara.

    Tampoco era que le interesara para variar.

    Cuando se diera cuenta que era una invitada... Bueno, ya se vería.

    Después de este punto no hace falta leerse mi tochaco.


    Shiori.png
    Había pasado un par de días sin ir a la escuela, ¿cuál fue mi excusa realmente? Ninguna, no abrí la boca para decir qué mierda era lo que me había pasado, por qué no tenía energía para nada más que lo básico o por qué tenía el móvil destrozado y la mano vendada de nuevo. Mucho menos a por qué había vuelto a casa cargando un collar de perro y un papel arrugado.

    Y no recibí preguntas.

    Al supuestamente haber dormido en casa de Katrina, a la chaqueta que obviamente no era mía pero a la que me había pegado como si fuera mi propia carne ni a nada más. Podía vivir con eso, con unos padres que no sabían cómo lidiar conmigo y quizás con el hecho de ver en mí casi una copia de su hijo mayor fallecido, era hasta entendible y no podía hacerlos culpables de nada.

    La gran gracia era que como mis padres trabajaban desde temprano y llegaban ya algo tarde no me vieron ir por el vestido ni prepararme para salir, hice todo como si fuese un fantasma y me fui dejando su cena lista, con una nota de que estaría fuera durante la noche.

    ¿De qué me servía ese poder si igual me arrebataban todo de las manos?

    En realidad toda mi ilusión de control había pasado a ser inútil en cosa de días, no era más que un espejismo, un delirio de fiebre que ahora no sabía si podía mantener aunque me esforzaba en ello todavía, al menos en casa. Luego estaba lo de Nagi, la chica me había enviado mensajes, varios al día, y yo ya no sabía qué más hacer para que entendiera que necesitaba que me diese espacio de una maldita vez. Que quería días de absoluto silencio, que no quería leer a nadie o hablar ni nada, todo esperando que mi fuego helado recuperara temperatura o dejara de escuchar su repiqueteo sin sentir pizca alguna de calor.

    O se atizaba o se apagaba por completo.

    Estaba cansada del fuego ilusorio.

    No sabía cómo hacerlo sin quedar como una hija de puta, porque la chiquilla solo estaba tratando de ayudarme y, peor todavía, me carcomía la consciencia saber que estaba apartándola luego de meses de desear que se abriera a mí. Pasaba que la chica lo había hecho en el peor momento de todos, cuando ni siquiera era capaz de reconocerme a mí misma, donde todo lo que era capaz de ver era un mundo gris, el lago que me hacía las veces de espejo y el kitsune negro dentro del círculo de fuego, fundido con mi rostro.

    Me parecía que Dunn lo tenía bien claro, la ira silenciosa que me cargaba, y cuando me dijo en el auto que le soltara lo que me estaba poniendo nerviosa entendí que Al había tenido razón.

    Leía el mundo de la misma manera que él y no lo sabía.

    Lo pensé no por eso, porque era muy evidente, sino porque entendí que había aparecido en casa invitándome a la fiesta esa con el objetivo de hacer algo al respecto, pero también noté la intención detrás de su gesto. Estaba conteniendo el fuego frío, cercándolo, y encerrándose con él en el proceso con tal de contener el incendio ante la oportunidad de que recuperara temperatura en cualquier momento.

    Pecaba de suicida.

    Pero bastó darme cuenta para que sintiera las murallas alzándose a mi alrededor, paredes de tierra fría pero sólida, estable a pesar de que era un elemento un poco volátil también, que lo dijeran los malditos terremotos. Daba un miedo que te cagas pero sabía que era prudente, mucho más de lo que pudiera esperar uno de un pandillero con cara de mocoso.

    Estaba ante uno de los pilares más fuertes que había tenido mi hermano.

    Fue raro también porque esa realización, esa suerte de epifanía avivó las llamas y algo de calor regresó por unos instantes antes de que el fuego volviese a enfriarse cuando la voz de Nagi me alcanzó a pesar de haber permanecido de espaldas adrede, saludó con dificultad a Cayden y luego soltó lo de que ambos nos veíamos bien.

    —Gracias —alcanzó a responderle el chico con una soltura que ni parecía suya—. Tú también. Ah y disfruta la fiesta.

    Inhalé aire y permanecí de espaldas, porque total pareció que la chica no tardó en ingresar pues el pelirrojo regresó a mi lado para que fuéramos entrando también.

    —Kurosawa.

    —Dime.

    —La van a matar allí dentro.

    —¿Ahora lo entiendes?

    Cuando pasamos el portón noté la presencia de Katrina, Dios, si no fuera por el cabello hubiera parecido una copia de su madre en las fotos que había visto de ella alguna vez en el pasillo, antes de que redecoraran y las pasaran a algún otro lugar de la casa. Estaba demasiado ocupada con el guardia y otras cosas, así que ni se dio cuenta de que acaba de entrar.

    Mejor para mí.

    A la vez escuché que alguien más se colaba para mostrarle su invitación al guardia, giré la cabeza apenas para alcanzar a ver un chispazo de tonos rojizos y poco más.



    Altan 2.png
    Las cosas que hacía uno para ver la fiesta a la que le había hecho las invitaciones. Bueno, esa había sido mi motivación inicial porque el trato con Dunn me servía para no tener que andarle comprando la hierba a Shimizu, lo que yo no sabía era que el idiota no se la pensaba dar hasta hoy y que yo lo había dejado limpio, pero tampoco era que me importara.

    Luego de todo el asunto de la azotea, lo de bailar con Anna en la fiesta y tal digamos que tenía motivos extra para aparecerme. De nuevo, compararme con un perro moviendo la cola era bastante acertado y allí iba, como imbécil detrás de la persona que me había estirado la mano para acariciarme el lomo.

    La tontería de dejarme el uniforme bien arreglado el resto del día anterior, aunque no tenía pinta, sí me ayudó a hacerme a la idea de tener la decencia de llevar el traje correctamente sin sentir que me estaba poniendo una puta correa en el cuello por deporte.

    Aunque sí lo estaba haciendo.

    Empecé a prepararme con tiempo porque, bueno, si algo me habían enseñado como un buen niño rico era ser puntual o no ser en resumidas cuentas. No era un perfeccionista como otros de los que se iban a aparecer, no en tan elevado nivel digamos, pero tenía mis estándares por decir algo.

    Bajé al salón mientras me terminaba de anudar la corbata y escuché la televisión de fondo. Ese día papá había tenido la tarde libre pero por desgracia mi madre había sido llamada por la orquesta el viernes en la noche, iban a pasar ensayando como dementes el fin de semana y una buena parte de la semana siguiente para no sé qué espectáculo, así que seguro llegaba a casa pasadas las nueve.

    —¿Se puede saber a dónde vas con el traje de Año Nuevo, Al? —preguntó mientras escarbaba en una bolsa de frituras.

    —Hay una fiesta de gala en el barrio —respondí y me detuve en un espejo que había en el pasillo—. En la propiedad de los Akaisa.

    —¿Desde cuándo eres recibido por su hija? —Papá no era estúpido, obviamente.

    —Desde que hice las invitaciones para su evento y las envió a toda la escuela. La verdad no me agrada pero no voy a tirar por el retrete una oportunidad de esta clase. —Me eché el cabello hacia atrás, no sabía si peinarme o irme con el cabello como siempre la verdad. Un poco me cagaba tener que quitarme el flequillo del rostro, pero yo qué sabía.

    La televisión siguió como ruido de fondo pero lo escuché levantarse y no tardó en estar detrás de mí. Su reflejo me escudriñó sin más y me regaló una sonrisa bastante suave, pero que cargaba algo de la soberbia que a mí me sobraba. Era apenas un poco más angosto de hombros que yo, pero los ojos y el cabello eran idénticos.

    Era mi espejo.


    —¿Y por quién estás pensando en peinarte?

    Suspiré con cierto hartazgo y papá soltó la risa, orgulloso de haberme agarrado con las manos en la masa. Lo vi ladear la cabeza, se quedó pensando un rato y estiró la mano para echarme el cabello hacia atrás, observando el panorama.

    —Tu madre siempre ha dicho que deberíamos sacarnos el cabello del rostro más seguido —comentó luego de retirar la mano—. Ya sabes con qué nos ayuda.

    —¿Con parecer todavía más unos estirados? —atajé luego de echarle un vistazo al reloj en mi muñeca, me lo había colocado solo para montarme bien el teatro, pero seguía sintiéndome raro con él. Me había habituado con más facilidad a los anillos del viejo.

    —A ver, otro intento.

    —Con la cara de culo que heredamos del abuelo, sí. —Solté el aire por la nariz con algo de fuerza—. Si me preguntas de hecho la empeora, parecemos comandantes de la SS. A mamá le deben gustar los altos rangos político-militares o algo, no jodas.

    Se encogió de hombros para luego regresar sobre sus pasos y seguir en lo que estaba, mirando la tele con su bolsa de frituras a la que ya no debía quedarle demasiado.

    De cualquier manera me metí al baño del pasillo, hice un burdo intento por apartarme algo del cabello del rostro sin que pareciera que, no sé, me había chupado una vaca y con eso me conformé. En realidad todo lo que había hecho era apartarme algo del flequillo hacia un lado.

    Al salir tomé lo único que me faltaba y que había dejado en una mesilla del pasillo y pedí un taxi que me dejara frente al portón de los Akaisa, me coloqué la máscara de cuervo antes de bajar del auto. Ya habían algunas personas entrando, asumo que otras estarían ya dentro, al menos detecté la mata de cabello rojo de Mason iluminada por las luces del jardín y a una chica... ¿Era una maid?

    For God's sake.

    Empezando fuerte.


    Como fuese saqué la invitación, se la mostré al gorila y entré sin molestarme en ver qué estaba pasando con la chica realmente.

    No iba a decirlo a los cuatro vientos, pero la verdad sí estaba algo ansioso y estaba lamentando no haberme fumado un cigarro antes de entrar, pero bueno, ya luego solucionaría ese asunto.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Si no sería yo un muchacho afortunado, hacía lo que me salía de los huevos y encima conseguía información de calidad~ Tan convencido andaba de que el cabrón estaba coladito por Jez y luego se echaba sus buenas siestas con otras mujeres. Ah, pero qué infiel, oye. Así no se hacían las cosas.

    Mal, mal. Muy mal~

    Pero bueno, ¿eso no dejaba por demás disponible a la conejita?

    Matty ya había vuelto a casa así que las cosas iban mejorando. Llegado el sábado, el pobre diablo andaba estudiando hasta quemarse las pestañas así que tuve la decencia de prepararle la cena y dejársela en la nevera. Digamos que era mi forma de disculparme por el desastre ocasionado y también por robarle el traje de gala, que el suyo era más bonito y estaba en mejor estado. Me duché, me arreglé el cabello en una media cola y básicamente andaba de acá para allá tarareando canciones como una niña emocionada por su primera fiesta. Qué va, ilusionado sí que estaba.

    Aunque no exactamente como una niñita~

    El taxi me dejó justo frente a la casa, bueno, mansión, ¿castillo? de Katrina. Puta suertuda, su habitación debía tener el tamaño de mi living. Como sea. Me acerqué al gorila de la entrada con mis eternos aires prepotentes y le sonreí risueño mientras inspeccionaba mi tarjeta.

    —Ah, es café, don't mind it. Pero te juro que es original~

    El tipo me clavó la mirada —bueno, las gafas— desde sus dos metros de estatura y por un segundo pensé que querría echarme, escupirme o golpearme, qué sé yo, parecía que a los guardias les lavaban el cerebro para que vivieran enojados. Al final me regresó la invitación con un ademán hosco y llamó al siguiente de la fila. Atravesé el portón, triunfante, y le eché un vistazo de soslayo a la muchachita vestida de maid. ¿Era una joda de mal gusto, me aceptaría los billetes o sería empleada de la casa? Eh, quién sabe.

    —¡Kitty Kat! —la saludé enérgico al reconocer su silueta en el jardín. Claro que me tomé un buen momento para observarla de pies a cabeza antes de regresar a sus ojos dispares—. Bonita, buenas noches~ Linda casa, ¿eh? Modesta, sobre todo. Sobria, austera, esperaba... más descaro, digamos.

    Me había detenido frente a ella, manos en los bolsillos, y apenas cerré la boca relajé el semblante para regresar a la sonrisa estúpida que me echaba siempre que quería, no lo sé, ¿lucir apuesto y misterioso? Algo así, sí.
     
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  12.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    I was always hot, you didn’t know?
    My skin is tight, my smile is big
    It never changes, I’m pretty

    tqTcEwK.png

    La siesta me sentó como una bendición caída del cielo, a decir verdad, y cuando Joey me despertó al final de las clases de la tarde para irnos, la mayor parte de las idioteces que me habían rayado el cerebro se esfumaron como por arte de magia.

    La estupidez de pedirle consejo al chico sobre que llevar había sido puro teatro para hablar con él, obviamente, porque tenía más que claro desde el minuto uno qué era lo que iba a llevar. Por ese mismo motivo, cuando llegué a casa, granny ya se había encargado de recoger la máscara y demás cosas que había encargado y hasta había sacado el dinero que le había pedido a daddy para no sé que libros que necesitaba para el proyecto escolar. Es decir, el proyecto existía y de alguna manera el dinero lo iba a invertir en biología, así que tampoco era una mentira del todo~

    Ya no tenía motivo para salir por la noche tampoco, así que me la pasé tranquilita en casa probándome las cosas que iba a llevar y todo ese rollo. Hombre, ¡estaba emocionada! Tanto que hasta me dormí a una hora decente y todo para despertarme a tiempo y poder prepararme sin prisas, ¡qué nivel! Me duché, me pinté las uñas y, después de comer, granny me ayudó con el vestido, el peinado, el maquillaje y todo lo demás. Me acompañó hasta el taxi para despedirse de mí, por mucho que le insistí en que no hacía falta, y la estupidez me sacó una sonrisa de lo más genuina mientras el coche comenzaba a alejarse.

    Seguía siendo su nieta, ¿verdad? Y no acostumbraba a arreglarme tanto o a llevar vestidos tan bonitos, así que tenía que ser una imagen especial para ella. Y hubo realmente un momento en el que dudé si usarlo, porque había sido un regalo de lo más irónico de parte de Aiden y me jodía caer de esa manera en sus mierdas, pero qué va. Amaba a esa mujer de una de las maneras más puras y ver su expresión mientras me colocaba el vestido había hecho que mereciese totalmente la pena.

    Also, I was fucking pulling it off.

    Cuando llegamos a la dirección de la invitación, le había dado tanto la tabarra al pobre taxista que hasta salió del coche para ayudarme a bajar sin matarme en el proceso (y para que lo dejase en paz de una buena vez también). Y, mira, estaba hasta generosa así que le dejé algo de propina, aunque quizás no le mereció la pena para el viaje que le había dado.

    Well, whatever.

    Silbé en cuanto vi la mansión, sin poder contenerme. Una sabía que la gatita manejaba the good dollars, pero mira que igual sorprendía el asunto. Para la gracia, Chiyoda era un barrio de niños ricos, pero de alguna manera nosotras vivíamos relativamente cerca de esa zona. No sabía muy bien como había sido el asunto, pero cuando mi abuela llegó a Japón consiguió comprarse una casa realmente buena a precio de risa. Bah, mismo motivo por el que me habían aceptado en el Sakura sin poner ninguna clase de queja, los jodidos japoneses parecían adorar a los estadounidenses a pesar de todo.

    —Eh~ Pero qué nivel, si hasta seguridad y todo nos ha puesto Kitty Kat~ —solté, cantarina, en lo que me acercaba al portón de entrada y distinguía la figura del gorila.

    —Invitación.

    Solté una risa floja por la nariz y rebusqué en el bolso durante unos segundos antes de extenderle la carta, con una sonrisa sedosa.

    —Oye, si luego te aburres de estar parado aquí todo el rato, te acepto una copa ahí dentro. ¿Qué me dices, grandullón~?

    El hombre no me hizo ni puñetero caso, como cabía esperar, y simplemente me indicó con la cabeza que podía entrar después de devolverme la invitación. Volví a soltar una carcajada divertida y, bueno, tampoco quería hacerme de rogar así que entré sin más.

    Era simplemente estúpido fingir que no reconocía a Katrina y a Joey ahí, cerca de la entrada, y la verdad es que me hizo un poco de gracia que llegase justo en el momento. Tampoco me pasó desapercibida la muchacha que iba vestida de maid y, a decir verdad, asumí como el resto que se trataba del servicio que Akaisa habría contratado para la fiesta y todo el rollo.

    >>Nice place~ —canturreé al pasar al lado de ambos, llevándome las manos tras la espalda.

    No me paré en ningún momento, porque no me interesaba interrumpir y porque, venga, me moría de ganas por ver el interior. A ver, a ver dónde estaría toda la reserva de alcohol, que seguro la gatita no había escatimado en gastos~

    Era totalmente necesario que me aventase un tochohell para la entrada triunfal de esta niña, ya me disculpan.
     
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  13.  
    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Realicé una sonrisa burlona al observar, mientras me acercaba, como todos se bajaban de taxis, autos o demás vehículos. Yo, en cambio, había ido caminando. Tuve que tomar un metro, vivía algo lejos de toda esa algarabía palaciega que parecía reinar por esa zona. Era un barrio de ricos, y la verdad es que me molestaba en cierta manera. Me recordaban ciertos aspectos de mi hogar, que no recordaba especialmente con cariño. Me saqué la chistera de la cabeza, para removerle una mota de suciedad invisible en la misma, y la volví a colocar sobre mi cabeza, en un gesto de indiferencia. ¿Yo sin sombrero? Por favor.

    Había decidido venir a pie por unos simples motivos: primero, no teníamos auto. Éramos mi viejo y yo nomás, tampoco es que pudiéramos hacer mucho. Segundo, no tenía plata para taxi. Tenía, pero no la quería gastar en algo así. Tercero, ¿cómo iba a dejar pasar por alto la oportunidad para que todos en la calle me vieran vestido así? No podía ocultarle al mundo tremenda exhibición de lo que significa ser realmente extra. Bastón, guantes, sombrero de copa, máscara de zorro, traje anaranjado. Era Tokio, obviamente, y no era raro ver bichos raros por ahí. Había visto varios en mi caminata. Pero ninguno de ellos se había criado en un pueblo en Colombia, y en un lugar como Japón, esas cosas resaltaban.

    Había debatido si llevar mi ukulele o no, pero decidí por la negativa. Principalmente, para que no sufriera ningún tipo de daño. Es decir, era una mascarada para adolescentes en la casa de alguien rico. Iban a pasar cosas. Y el instrumento era una de mis pocas posesiones que de verdad valoraba. Traerlo hubiera sido invitar al desastre.

    Produje la invitación ante el guardia con un movimiento de muñeca rápido, y en cuanto me la devolvió, la volví a guardar en el interior de mi traje, con la misma floritura. Hasta habían contratado un matón, que encima se veía exactamente igual a todo el resto de matones que había conocido en mi vida. Se ve que los sacaban de una fábrica o algo así. Había conocido a un par que eran bastante agradables por dentro, la verdad. Lástima que lo único que veía la gente era una columna de músculo y dos lentes oscuros en vez de ojos.

    Le guiñé un ojo, haciendo un saludo rápido con el sombrero, y me metí en el patio. Había una muchacha que, o estaba vestida de sirvienta, lo cual me hizo pensar que quizá confundió una mascarada con una fiesta de disfraces, o era del servicio. Decidí no pensar demasiado en eso. La que se movía como la dueña de casa se encontraba con otros dos, un chico y una chica. Nadie del trío parecía japonés. De hecho, ahora que me ponía a pensar, casi ninguna de las personas que había visto entrar parecían japoneses. Vaya, debíamos ser la escuela más internacional de todo el país.

    Fruncí el ceño cuando pude notar a una enana entre los presentes. Esa niña debía tener menos de catorce años. ¿Qué hacía en un lugar como este? ¿Habían invitado también a los de primero? Ah, que depravación. No sabía si era un ambiente para ellos. Pero bueno, yo sobreviví, y quedé hecho un condenado snack, así que seguramente les serviría para foguearse un poco. Me encogí de hombros. Si sus padres los habían dejado venir, era tema de ellos.

    Y por último, había un grupo de zánganos rodeando a una abeja reina ya dentro de la casa. A ver, no sólo debíamos ser la escuela con más estudiantes de intercambio, si no también la que mayor cantidad de gente apuesta había. Yo ya valía como por dos o tres estudiantes, y el resto de mis compañeros era igual de apetecible. No culpaba a los abejorros, la verdad. La pelirroja era una verdadera flor.

    Eché un vistazo general a la casa, antes de entrar al vestíbulo. Alcé una ceja ante el estilo y la decoración de la misma. ¿Acaso habíamos viajado en el tiempo? ¿Escudos en la pared? ¿Me había confundido de evento y había caído en una especie de feria renacentista o medieval? Hice una mueca de desagrado al notar el matiz victoriano con el que había sido diseñada toda la mansión. Se mezclaba como agua con aceite en Tokio, la verdad. Era obvio que tener mucho dinero y tener buen gusto no eran sinónimos.

    Sin embargo, no estaba ahí para juzgar las pésimas decisiones de diseño de la gente. Estaba ahí para juzgar las pésimas decisiones de la gente en cuanto al buen juicio y a la decencia. E iba a nutrirme de ellas. No conocía a nadie, pero eso solo lo hacía más emocionante. En especial después de todo lo que había estado escuchando en los pocos días que estuve en la escuela. Todo parecía un drama adolescente producido por Netflix. Había que tantear con cuidado. Era un zorro entrando en una madriguera, pero esta bien podía ser de conejos, o de serpientes.
     
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    Rojo FireRed

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    Muy gracioso, coñazo, pero bueno, te pagan para estar en medio como plasta de perro, no para usar las neuronas.

    Pero vamos Sakuya, que vienes a una fiesta elegante con tu uniforme más formal, ¿Te esperabas algo distinto?

    Simplemente se limitó a asentir con tal de quitarse al cabronazo de encima y a la enana organizadora de la fiesta, lo que importaba era entrar y ya.

    Con la vía libre pasó de una vez sin articular palabra, no es que anduviera de mal humor, no iba a rebajarse a pelear con alguien cuyo trabajo era ser un capullo integral, además apenas estaba llegando, no valía la pena montar el numerito, si se iba a ir de madre todo, que fuera por algo que valiera la pena.

    El estilo clásico de la mansión desencajaba con el resto de la arquitectura modernista de Tokio, y de una manera sobresaliente, por poner una analogía, era como un boxeador fornido con un tutú, algo así, los dueños, o eran fanáticos de la estética victoriana o simplemente eran mojigatos con más dinero que personalidad, unido a una preocupante falta de amor propio.

    Pero no todo estaba perdido, podía mezclarse con el resto del servicio fácilmente, el estilo de la mansión concordaba perfectamente con el de su uniforme, si la cosa se ponía chunga o se aburría de estar con las aves de rapiña que no iban a tardar en llegar o en efecto ya estaban, simplemente podía hacerse pasar por una de las criadas y largarse, tan simple como aquello.

    Lo único que hizo para pensar en distraerse era pensar en la puesta a punto que necesitaba urgentemente el coche de Hiroshi, hacía falta, más temprano que tarde.

    La suspensión es muy rígida, con que pase un reductor sin darse cuenta se queda sin cojones.

    Los turbos entran con mucha violencia, si anda atontado puede perder el control.

    Retocar los frenos, o poner un sistema más potente, el peso al vacío los desgastará bien rápido.

    Más rigidez para el chasis, créeme que te va a ayudar a manejar mejor.

    Podía seguir fantaseando con modificaciones extensivas y costosas, pero al menos le servía de distracción para el ambiente meloso y en algunas partes, repugnantes, una manzana dorada pero podrida por dentro, si la gente que venía terminaba siendo de la misma calaña de una que presenció con sus propios ojos en el club de radio.

    En efecto, Nagi estaba allí, y era la única persona confiable que veía hasta el momento, no conocía algún padre que en su sano juicio mandaría a sus chicos al barrio más pijo de Tokio para una fiesta hasta quién sabe que horas. Cosa que al fin y al cabo no le incumbía, al menos ella era ya lo suficientemente grandecita para saber en qué meterse, con que viera alguna mierda rara, Hiroshi al rescate.

    Era lo mejor, si salía temprano, podrían darse un paseo por el tramo de la autopista Shuto desde Yokohama hasta Ichikawa, si, la Wangan-sen, hogar de los hashiriya más intrépidos del área de Tokio durante los noventa, corriendo a velocidades superiores a los 300 km/h, chulísimo darse una vuelta con el Skyline que tenía.

    Dejando de lado la imaginación proactiva, se acercó a Nagi, un poco sorprendida, pero al menos contenta de verla

    —¿Watanabe-san, es usted? Me parece... —se acercó a la chiquilla, al reconocerla a medias

    Mori uwu
     
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    Hygge

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    Había que ver las vueltas que daba la vida, ¿no? En cuestión de una semana las cosas habían dado un par de giros de 180° que ni en las series que anunciaba Netflix, y mucho menos esperaba finalizarla en una macrofiesta en Chiyoda con el mood que me cargaba esos días. No esperaba nada realmente. Pero a veces cosas pasan, algunas razones extra añadían contrapeso a la balanza, y contra todo pronóstico terminé llamando a una lista entera de contactos, para que tuviesen preparada una máscara y un traje al día siguiente.

    Había dejado de ser un cliente asiduo hacía mucho, pero la dedicación y la organización seguían siendo las de siempre.

    El vehículo se detuvo frente a un semáforo en rojo y solté las manos del volante para ajustar el cuello de la corbata. Las conversaciones distendidas del resto de pasajeros se superponían sobre el ruido de la radio y alcé la mirada hacia el espejo retrovisor. Las luces nocturnas arrancaron destellos fugaces a sus máscaras, dorada y bicolor, y me pregunté en qué momento mi hermano había crecido tanto. Verlo llevar por primera vez un traje y traer a una amiga con él eran detalles bastante atípicos en su persona. Curioso.

    Mi mirada viajó hacia el espacio entre los asientos delanteros, donde reposaba una caja de dorayakis recién comprados, y le dediqué una mirada fugaz a mi acompañante, ubicada en el asiento del copiloto. El vestido rojo sin lugar a dudas parecía haber sido hecho para ella, tampoco me esforzaba en ocultarlo ni nada.

    —Quién lo diría; al final sí llegaremos puntuales —Llevé las manos sobre el volante, echándole un vistazo a la hora. Eran menos diez pasadas, habíamos recogido a Rachel por petición de Yule y comprado dulces por el camino, y aún nos sobraba algo de tiempo. Enarqué las cejas, un tanto escéptico de repente—. ¿Lo llevamos todo? Algo falla.

    —¿Siempre tiene que ir algo mal? —Yule dejó escapar una risa nasal desde atrás, volviendo la cabeza hacia delante—. Al final será verdad que tu actitud atrae la desgracia.

    —No seas malo con él, Shirai-kun.

    Le dirigí una mirada de circunstancias a través del espejo, pero ninguno de los dos pudo contener la sonrisa que amenazó con dibujarse en nuestro rostro, algo cómplice si se quiere. Sería una completa estupidez, pero volver a escuchar sus comentarios de mierda con la misma liviandad de siempre me quitaba un jodido peso de encima. Había cumplido con mi palabra, tal y como le había dicho a Laila; una vez tuve todos los preparativos listos para la fiesta, me dirigí hacia su habitación con la intención de hablar con él. De disculparme por mi comportamiento de mierda, hacer un nuevo esfuerzo motivado por lo que había conseguido en la mañana. Atajé su sorpresa y parte de su ilusión al vuelo, y grande sería mi gracia al saber que en ese momento había estado a punto de hacer lo mismo.

    Unos minutos más y nos hubiésemos encontrado en el pasillo, como los verdaderos estúpidos que éramos en el fondo.

    Lo importante era que había dado mi brazo a torcer; le expliqué varias cosas por encima, sí, pero al menos lo había hecho. Pero eso no me libró de cierto castigo por haber sido un capullo tanto tiempo. Y era esa la razón por la que aquella noche me tocaba hacer de taxista no solo de ida, si no de vuelta. Un par de veces, de hecho.

    Avanzamos a través de las calles, y pronto la casa de los Akaisa se fue perfilando en la distancia. Diría que por sus dimensiones no tenía pérdida, pero estaría mintiendo. El barrio entero no escatimaba en detalles de por sí. Mientras buscaba un aparcamiento decente, o al menos un aparcamiento, Rachel y Yule dirigieron su atención hacia las personas que iban bajando de sus vehículos. Todos ellos eran bastante más mayores, cómo no.

    —Recordad en qué hemos quedado. Antes de las diez tenéis que estar de vuelta en el coche, sin réplicas —La rubia asintió con la cabeza desde su lugar, bastante consciente de las consecuencias de todo lo que estaba haciendo. Suspiré con cierta pesadez, dirigiéndole una mirada rápida—. No quiero problemas con tu hermana por haber aceptado este plan tuyo.

    —Tranquilo, senpai. Vera no regresa de trabajar hasta las once —me aseguró, reafirmándose en su decisión—. Volveremos con tiempo suficiente para que no sospeche nada, te lo prometo.

    —Además que solo queremos estar un rato, para que Gardner-san entregue su regalo y yo pueda echar un vistazo al sitio. Será rápido.

    Asentí de manera vaga, no demasiado convencido, pero había optado por dejarme llevar un poco por la corriente así que no iba a darle demasiadas vueltas al asunto. Eran mayorcitos para saber leer el ambiente, y parecían conscientes de que aquel no era el suyo. Mientras se quitaban el cinturón logré atajar un hueco antes de que me lo quitasen de encima, por pura suerte, y los chicos empezaron a salir del coche uno por uno.

    Rachel se acercó a Laila, y el chico siguió sus pasos algo más rezagado.

    —Estás preciosa, senpai. Incluso parece que van a juego~ —dijo, con evidente emoción en la voz. Yule se rascó la nuca, probablemente debatiéndose en si agregar algo o no, pero se limitó a asentir de manera disimulada desde atrás.

    —Qué casualidad, ¿no? —Al alcanzarlos no contuve el tono jocoso en la voz, porque desde luego que había sido premeditado, y extendí el brazo flexionado hacia Laila, suavizando un poco mi expresión—. ¿Vamos?

    El jardín de jazmines se extendió frente a nosotros a medida que contemplábamos la llegada de más personas, alcanzando poco a poco la enorme residencia. Debía admitir que eso de que fuese algo difícil distinguir los rostros de la gente tenía su gracia.

    Hitori Iba a rolear ya con el guarda de seguridad pero se me estaba haciendo un tocho así que ahí lo dejo JAJAJA. Postear con tres personajes a la vez, just Andy things
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Estaba respaldada en la fría pared de concreto, a unos dos o tres metros de la real entrada, cabizbaja y aferrando el borde de mi vestido negro impoluto con demasiada fuerza; la mirada muerta, inexpresiva, incapaz de realmente respirar al tener todo el aire contenido dentro. La gente pasa, algunos miraron, otros siguieron hacia adelante. Yo me quedé como una estatua, cuestionándome por qué, ¿por qué siempre volvía a lo mismo? ¿Por qué siempre volvía al lugar más odiado? ¿Por qué siempre hablaba con la gente que más me atemorizaba?

    ¿Por qué golpeaba, arrebataba y vocifereaba?
    ¿por qué... no podía ser como Kate?
    Inhalé hondo, levantando de a poco la cabeza para terminar respaldándola en la pared de concreto. Al exhalar entre abrí los ojos, con la vista nublada, pero enfocando los brillos de los barrios... algo tranquilos. No había que ser japonés de nacimiento para saber que este lugar... no era precisamente de ratas.

    Y yo no sabía que parte de la cadena trófica odiaba más...
    —Hey, linda, ¿estás sola? —escuché entonces la voz calma de... ¿un chiquillo, tal vez?... era extrañamente familiar. Sin moverme de mi posición, ni cambar mi expresión, posé mi vista sobre él: Cabello azabache como la noche, no podía ver su sonrisa por la máscara, pero al menos tenía las manos tras la espalda... sí, era la vestimenta de cualquier chiquillo con el dinero mínimo para un tra... No, espera; esas telas eran de real calidad... los bordados, los pliegues... Al parecer me había encontrado o con un gran pijo, o un erudito de la moda.
    —¿Quién eres? —musité monocorde, con una planitud que solo tornaba aún más fría toda mi expresión...

    No venía a soportar mierdas...
    ¿A qué venías entonces, Mar?
    Je, serás hija de...

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    Masuyo-cinta-gigi-1.png

    Tomé la muñeca de la rubia con delicadeza, sonriendo tan cordial como gentil, pero ella sería incapaz de verlo. Apenas mi dedos rodearon con suavidad su extremidad, yo ya me había alzado de puntillas, apegada a su cuerpo pero sin llegar a siquiera rosarla, procurando centrarme en mi equilibrio y poder estar lo más cerca posible de su rostro. De cualquier forma, sentí toda su tensión, la expresión se aseveró, era claro que odiaba ese tipo de acercamientos.

    Tranquila, gatita;
    nadie podrá morderte acá.
    como sí fuera a permitirlo
    idiotas
    —Soy Masuyo, Margarita —musité cerca de ella, pronunciando su nombre con notable acento japonés, aunque cada día lograba desvincularme mejor de el. Tomé distancia entonces, con lentitud, notando como aún se veía tan confundida como seria, severidad impoluta. Me llevé las manos a los bolsillos de mis pantalones, relajada, ladeando la cabeza para demostrarle pasividad—; Kobayashi-san, para ti sí así lo prefieres.

    Afiló su mirada, pero no demoró en destensar el ceño, aún con una expresión carente de emoción; entreabrió tan solo un poco los labios, asintiendo con lentitud y sutileza.
    —Ah, no te reconocí —musitó, para luego observar la entrada a lo lejos, la imité de inmediato.
    —¿Has venido sola?— Se encogió de hombros.
    —Supongo—. Sonreí por detrás de las máscara; al menos ahora alzaba la vista, llevándose las manos con tranquilidad a la cintura, sosteniéndose. Así me gustaba, con confianza.

    —Esta noche soy Ryouma, linda —murmuré poniéndome a su lado, para que no tuviera que hablar demasiado alto; no quería que me escucharan terceros a lo lejos, y sospechaba que Nieve era de la misma filosofía. Me miró desde arriba, con leves movimientos de cabeza y ojos, para luego enarcar una ceja.
    —¿Por...?— Le sonreí mostrando mi hilera blanquecina, olvidando por completo que no podía verla, pero mi lenguaje corporal era más que obvio; estaba feliz.
    —¡La performance, querida! —exclamé con mi voz de chiquillo de básica, esa voz de mocoso inmaduro y bromista. Margarita volvió a centrar su vista en el portón a lo lejos, mientras el resto de individuos pasaban a nuestro alrededor sin mayores problemas.
    —Ah...
    —¿Y tú quién eres esta noche, Nieve? —hablé con calma, empezando a caminar, deteniéndome un poco por delante de ella, sin demorar en extenderle amable mi mano izquierda; invitándola a caminar junto a mí.

    Me gané una sonrisa ladina de su parte, obtuve su mano por sobre la mía, conseguí una respuesta de lo más... tentadora y curiosa.
    —Solo Mar...

    Y empezamos a caminar; el crío llevando a una mujer ya demasiado madura.
    >>Supongo.

    Y las dos soltamos una leve, melodiosa y corta risa.
    Al audisono

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    Margarita y Masuyo ahora mismo están haciendo la fila para que los atienda el guardia uwu <3
     
    Última edición: 4 Marzo 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Como fuese la chica no aclaró nada, solo asintió y se limitó a pasar y me dio bastante igual, lástima por ella que seguro debía limpiar el desastre que se iba a montar en más de una habitación, pero bueno para eso le pagaban.

    Eso creía, la idiota no había mostrado la invitación que llevaba encima.

    Además en el intermedio había aparecido el inglés, enseñado su invitación y luego se me había acercado, obviamente. Cargaba más energía de la que recordaba y fue una estupidez, pero entre eso y que me recorriera con la vista consiguió arrancarme una sonrisa mezcla de soberbia y genuina diversión.

    —Obviamente, british boy. —Desenredé los brazos que había cruzado bajo el pecho para echárselos sobre los hombros, así como si nada—. ¿Y bien, idiota, listo para la fiesta de cumpleaños de Cerbero?

    Noté la silueta de Alisha al pasar junto a nosotros, no se detuvo ni nada, con costos soltó algo sobre el lugar y siguió andando, llamando la atención de la forma ne que zorras extra como nosotras sabíamos hacerlo.

    Anda, que igual me daban ganas de ligármela y todo.

    Detrás de Alisha había entrado un imbécil que nos superaba a nosotros incluso en lo de llamar la atención, tenía pelo de fuego como tres de los que ya estaban adentro, pero no sabía si reírme o aplaudirle por el atuendo la verdad, si que se había montado el espectáculo como un campeón el jodido.



    Laila.png
    Que alguien nos pagara o algo por conseguir organizarnos los suficientemente bien para llegar a tiempo incluso teniendo que pasar por la amiga de Yule, la rubia esa tan bonita que había estado con nosotros en el gimnasio el día que jugaron Shichimiya, Tolvaj, Shawn y Yule. Era una chiquilla adorable, enérgica y de lo más amable.

    No tenía que estar allí, pero bueno.

    Digamos que a Shawn y a mí nos iba a tocar hacer de hermanos mayores responsables.


    Solté una risilla al escuchar a Shawn recordándoles que las diez tenían que estar en el auto, quisieran o no, la rubia asintió y luego Yule aclaró que él solo quería echar un vistazo. Todo según lo acordado, como se supone que debía ser.

    Una vez bajamos me acomodé el cabello, el vestido y la máscara con la manía de siempre, de tener todo en orden como si alguien me hubiese dicho en algún momento de mi vida que tenía que ser, no sé, una princesa perfecta o quién sabe qué demonios. Estaba en eso cuando me alcanzó la voz de la rubia, su cumplido logró arrancarme una sonrisa bastante amplia.

    —Tú también te ves hermosa, cielo. Tu vestido es muy bonito —respondí y estiré la mano para acomodarle una hebra de cabello que se había salido de su lugar.

    Cuando Shawn atajó su comentario solté una risa, recordando que me había dicho lo de combinar la corbata y ese asunto; no tardé en enredar el brazo en el suyo. Luego de eso conecté algunas neuronas.

    —¡Yule! —llamé al menor, buscando que volteara a verme al menos—. Te ves muy bien con ese traje~

    Lo dije como si nada, con la sonrisa de siempre en el rostro. La verdad es que aunque fuese para esa fiesta de principios cuestionables que los enanos al menos tuvieran la oportunidad de, no sé, arreglarse para una fiesta era ganancia, por lo menos si les hacía algo de ilusión. Ya luego veríamos como sacarlos del desastre, claro, pero por los momentos eso no era nuestra mayor preocupación.

    Presioné suavemente el brazo de Shawn mientras ingresábamos por los jardines, en dirección a la puerta principal.

    —Vamos, cariño.




    El guardia revisó las cuatro invitaciones del grupo del albino con pintas de príncipe, no hubo cambio alguno en su expresión mientras se las regresaba y les indicaba que podían pasar con un movimiento de cabeza, para luego atender a las siguientes personas en fila. Una chica rubia y un... ¿Mocoso con el traje de su abuelo?

    Bueno, lo que fuese. Tampoco le pagaban por juzgar tantísimo los atuendos de los invitados, las órdenes habían sido claras: sin máscara, sin invitación y sin ropa formal nadie entraba. Era medio extraño, pero seguía siendo ropa formal así que solo los dejó pasar, indicándoles con un movimiento de mano bastante hosco que siguieran al resto.

    Al menos la cumpleañera se había distraído lo suficiente para no echarle el ojo encima desde el principio.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sólo había que ver cuánto podía emocionarse Teruaki-san por un evento tan insignificante como el cumpleaños de una niña de papá. Fiestas así en Chiyoda abundaban, aunque no viviera en el barrio bien lo sabía yo con la cantidad de invitaciones que habían llegado a casa en el transcurso de los años. Por lo general eran un coñazo, sólo me había aparecido con la sonrisa perfecta y el traje entallado cuando no me dejaban opción o veía cierto... beneficio a la mano. Es decir, si podía hacer negocios y beber un par de copas a la larga valía la pena, ¿verdad?

    No tenía absolutamente ninguna intención de asistir a la fiesta de la niña Akaisa, pero Teruaki-san se apareció en casa el mismo sábado con una auténtica comitiva detrás. Pedido de mi padre, primero, que se encargara de dirigir la estancia en lo que él seguía en Estados Unidos, y supongo habría necesitado un ángel de la guarda para evitar que llegara a sus oídos el rumor de la fiesta. Si en el desfile de empleados estaba hasta su sastre de confianza.

    No tuve voz ni voto, venga, aunque siendo honestos tampoco me resistí como tal. Sabía que era inútil. Para las diez de la mañana estaba de pie sobre un taburete amplio, mientras el sastre retocaba el traje que Teruaki-san había traído para mí y el hombre me observaba satisfecho, cómodamente echado en el sofá de la sala. Los hielos de su whisky repiqueteaban a cada movimiento.

    —Pero si te queda pintado, joder, qué buen ojo tengo.

    —Una vez más, ¿a qué debo el honor?

    Su sonrisa burlona se ensanchó al advertir la molestia subyacente a mi tono de voz suave. Le dio un sorbo a su trago antes de cruzar una pierna sobre su rodilla. Hasta los calcetines combinaban con su traje grisáceo, claro, ¿de quién iba a sacar las tendencias perfeccionistas, si no?

    —La señorita Ankoku está, al parecer, por demás interesada en esta fiestecilla. —Su mirada se entornó y la sostuve sin flaquear ni un ápice, en eterna calma—. ¿No te parece buena idea acompañarla, de paso la ayudas a integrarse en el ambiente de la ciudad?

    ¿De qué iba, el cabrón? Los Ankoku esto, los Ankoku aquello, ya parecía la jodida perra de los idiotas. Tampoco iba a recibir respuestas aunque preguntara, era plenamente consciente de mi posición en la pirámide alimenticia y venga, si me faltaría aún para pisar los cráneos que ansiaba quebrar.

    Todo a su tiempo.

    —Ya veo —resolví en un murmullo sedoso, irguiendo mi atención hacia la ventana frente a mí; la luz del sol se colaba blanquecina dentro de la sala—. ¿Algo más?

    La eterna diversión de su semblante dudó un momento antes de encogerse de hombros, soltó una risa nasal y su voz salió amortiguada por la cristalería fina del vaso.

    —Ni idea, niño, ya verás tú allá. Confío en tu instinto.

    Detallé sus anillos, el reloj caro, los trazos de tinta negra que asomaban por debajo de los puños de la camisa. Seda fina, gemelos de oro, paño importado. ¿De qué importaban todos los adornos si llevaba esos asquerosos tatuajes directamente en la piel?

    Me enfermaba.

    Así y todo, no me molesté en disimular la sonrisa prepotente que me decoró el rostro al oír aquello. El sastre se alejó en reversa, indicándome que ya estaba listo, y me bajé del taburete para observarme al espejo. Fui abotonándome el chaleco en lo que llegaba, los zapatos en punta lustrados reflejaban la luz ambiente con una fuerza estúpida mientras el traje de cachemir oscuro parecía absorberla. Era un bermellón intenso, opaco, similar al color de la sangre oxidada. Asentí, satisfecho, y tiré suavemente de las solapas del saco para flexionar luego los brazos y abotonarme los puños de la camisa. Teruaki-san apareció en el reflejo, a mis espaldas, y desde atrás colocó la máscara sobre mi rostro con movimientos cuidadosos.

    —Venga, Kou —murmuró, bajo, en su rostro apareció la misma sonrisa de mierda que lucía yo—. Si no serás mi digno sobrino.

    . . .

    El día transcurrió sin mayores altercados hasta que fue hora de recoger a Hotaru. El coche era tan grande que casi parecía limusina, con la carrocería negra azabache y los cristales polarizados. No me molesté en bajar para anunciarme, el chofer se encargó de ello y una vez estuvimos ambos el destino fue Chiyoda. La charla casual no era lo mío, así que me limité a echarle un vistazo general y asentir, con cierta aprobación.

    Se veía bien, la mocosa.

    Todo el rollo era para que cualquier imbécil promedio flipara, la verdad. Una mascarada en una mansión victoriana, en el corazón de Chiyoda. Parecía coña. Me ajusté la máscara antes de bajar y por un impulso salido vete a saber de dónde le di la vuelta al coche para asistir a Hotaru, como si fuese un auténtico caballero o alguna mierda de esas patéticas. Busqué sus ojos, aún recortados dentro de la oscuridad del coche, y le extendí una mano en silencio. Mi sonrisa era pequeña, elegante, pero probablemente jamás fuera capaz de removerle aquella cuota inherente de prepotencia.

    Venga, niña, hora del show.

    Le ofrecí mi brazo y todo para que se enganchara a él si le apetecía y me pasé la cola de espera por los huevos. Me detuve justo frente al gorila, suspendí las invitaciones frente a su cara fea y no le concedí tiempo alguno para quitármelas de la mano o lo que fuera. No le gustó mucho mi actitud, estaba claro, pero éramos por lejos de los más decentes en esa fiesta de mierda y ¿cómo rechazarnos? Por favor.

    Si éramos de la puta realeza de la yakuza.

    No le concedí especial atención a nadie, comenzamos a atravesar el jardín frontal sin prisa alguna; el aroma de los jazmines llegó a mi nariz y cosquilleó allí, obligándome a arrugarla momentáneamente. Ugh, era bastante sensible a esos olores tan penetrantes.

    —Bueno, bueno, Hotaru-chan —la llamé sin mirarla, en el tono suave de siempre—. Más te vale no meterte en demasiados problemas o luego Teruaki-san me caerá con la bronca~

    Hygge tuturu

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    Venga, estaba seguro de que la gatita iría a escupirme o intentar morderme pero al parecer andaba de buen humor~ Dejó correr el asunto de la chica del servicio sin más y abocó su atención a mí, incluso me echó los brazos sobre los hombros como si nada. Una sonrisa vanidosa danzó en mis labios y por mera inercia mis manos fueron a parar a los costados de su cintura. No fue firme, intenso ni nada, apenas un toque vago correspondiente a su acercamiento. Su heterocromía destacaba aún más con aquella máscara y la sonrisa se me ensanchó apenas, soltando una risa nasal.

    Of course, M'Lady —canturreé, profundizando el acento porque sí, y realmente no me contuve de mirarla con la intensidad que me diera la gana—. Confío en que te hayas lucido ahí adentro, de ti no espero nada menor a excelencia, Katty-chan~

    Un par de tacones repiquetearon a nuestra espalda, en sí no era extraño en aquel ambiente pero aún así se me activó una neurona oculta o lo que fuera y miré por sobre el hombro, sonriendo satisfecho al comprobar mis sospechas. Puede que me hubiera llegado un resquicio de su perfume, vete a saber. La recorrí con la mirada como probablemente fuera a hacer mil veces esa noche y la dejé seguir su camino sin más, retirando las manos de la cintura de Katrina. Tampoco iba a poner en riesgo mi cabeza por mis pobres vicios~

    —Bueno, bueno —murmuré, regresando mi atención a Akaisa, y me monté el numerito al ofrecerle mi brazo—. Shall we go inside, dear?
     
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    Nekita

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    Su padre había sido más que cooperativo para pasearse con ella por las tiendas buscando algo que le gustara al prácticamente estar curiosos de lo que un evento como ese sería teniendo en cuenta el calibre de estudiantes que asistían a la academia y vamos, sabía que su padre estaba más que emocionado por que fuera su primera salida oficial desde que se habían mudado. Además...solo era otra excusa para poder pasar tiempo juntos que no fuera solo quedarse en casa y platicar de lo que hacía dentro de sus respectivas responsabilidades.

    Se saltaron directamente cualquier tienda de vestidos o similares para ir directamente a lo que sabía que le gustaba, su padre sirviendo como aquel carrito humano donde podía apilar los conjuntos que le llamaban la atención hasta que finalmente dieron con el que parecía ser el indicado.

    —Va conmigo, ¿no? White~

    Su padre rio con suavidad y le recordó el tiempo medido que tenían para apresurar todo lo que tenían que hacer porque al final del día, amaban hacer las cosas el mismo día del compromiso, pero teniendo ya todo sus extras en su habitación, lo único que quedaba era que le hicieran su peinado y de allí solo arreglarse tranquilamente en casa.

    Llegado el tiempo bajó de la camioneta de su padre con una pequeña sonrisa divertida en su rostro al no esperar en lo absoluto una vivienda sacada de película en japón, se despidió asegurando que pediría un taxi para volver y finalmente acercarse al gorila, jugando con la invitación en las manos.

    Catherine Whitman

    En vista de la visita de Morgan había preparado varios snacks para que pudiese tener opciones de comer algo ligero en caso de que tuviera hambre y luego de eso uno de los contactos de su madre se encargó de darle un peinado sencillo que sentía que complementaba bien el vestido, sus tobillos estaban recuperados o tan siquiera, no le parecían una molestia en lo absoluto y eso la emocionaba aun más para la llegada de Morgan.

    Le mostró su cuarto, el vestido, sus accesorios con la emoción probablemente de una niña pequeña al extrañar prácticamente aquellos momentos donde podía emocionarse con otra persona sobre esas pequeñas cosas, más cuando se trataba de un evento al cual ni siquiera pensó que podía asistir de forma tan casual y como en la academia, había disfrutado tener aquellos momentos donde de forma accidental podía tocar su mano o acomodar algún mechón rebelde que pudiera arruinar su maravilloso peinado.

    O ese mágico momento donde le había pedido de favor subir el cierre de su vestido.

    Porque también...quizás había querido que la mirara un poco como si ella realmente no notara en lo absoluto nada y fuera algo completamente normal.

    Quizás.

    —Me parece que nos vemos muy bien lado a lado, gracias por acompañarme, Morgan —Sonrió colocándose su máscara antes de que tuviera que salir, mantener la magia, el incógnito como si alguien realmente conociera su rostro allí —, ¿te gustaría ir ya?~

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    Caminé sin prisas, aferrada con suavidad al pequeño brazo de Masuyo-san. No es que... tuviéramos una diferencia de alturas taaan considerable, había peores casos; pero sí notaba que mis extremidades eran más suave y redondeadas que las suyas, todo muy duro cabe recalcar, era claro que la enana se ejercitaba que daba gusto. Eso solo lograba tranquilizarme, y en cuanto menos me di cuenta, caminaba con una visible y alegre sonrisa en los labios, sintiéndome demasiado bien solo por tener a esa pulga molestosa conmigo.

    —Recuerda, Nieve-san —musitó nunca perdiendo la mirada del frente, la miré de reojo dejándome guiar por ella, avanzando con calma por la fila; algo extensa, pero se iba a buen pulso—: Hoy te ves hermosa, igual que siempre...

    Tan solo sonreí más amplio, entornando la mirada y asintiendo con suavidad.
    >>So... solo no lo olvides—. ¿Había duda? Oh, vamos~ Sí al final del día era una pequeñaja nomás... Aunque, bueno, yo era horrible a su edad.
    —Ow, tú tampoco... baka —agregué con una sonrisa ladina y con tono tan socarrón como melodioso, evitando así llamarla con algún pronombre especifico, pues al parecer su... "performance" iba en interpretar el papel de un chico. No sé qué tan metida estaba en ese papel, pero me era irrelevante; no sería yo quién arruinara su ilución, ¿para qué? No había necesidad alguna.

    Que yo fuera de realidades crudas, no significaba que me gustara cortarle las alas a la gente...
    no siempre.
    —Thank you, big boy —soltó ella con esa voz de chiquillo de primaria, cuando sufres por los gallitos y demás; chasqueó los dedos terminando por apuntarle el corazón al guardia, supongo que le habría guiñado también, pero poco se vería con su máscara tan aparatosa, ¿no se sofocaba ahí dentro? Dios, y a mi ya me molestaba la mía con sus brillitos rozándome la piel.

    Cabe mencionar que se separó de mi en cuanto estuvimos a dos puestos del guardia, así que cuando tocó mi turno ella se había adelantado un par de pasos, no sé cuantos, pues yo me centre en mi transacción.
    —Gracias —solté con educación y una leve sonrisa, guardando por mientras la invitación en mi cartera colgante otra vez.

    Luego de eso seguí a paso calmado el caminar adelantado de Masu-chan. Se había dado vuelta, llevándose las manos tras la nuca y caminando de manera peculiar, a espaldas de su camino a seguir; en verdad se comportaba como un crío y eso solo logró que me saliera una risilla entre enternecida y divertida, cubriéndome la boca con el dorso de la mano.

    —¡Te veo luego, linda!
    —¡Solo no te vayas a caer, stupid!— Me respondió con una risa como de ardilla, para luego voltearse y perderse entre la multitud. Yo entonces me detuve en seco, para mirar todo el panorama que quedó tras mi espalda.

    ...¿Estarían... Altan o Kou por acá? Me llevé una mano a la oreja, para comodarme el cabello, con una seriedad calma mis ojos viajaron de allá para acá: En busca de conocidos.

    Gigi Blanche Margarita anda viendo sí adivina quién es Kou (?)
    Amane Se quedó en el jardín, por sí te interesa tirarle a Yumemi uwu <3

    Y claro, Nekita es libre de lanzarme a quién le apetezca uwu <3

    Masuyo C.png

    Con pasos sinuosos, tal sombra, me acerqué al cuarteto; tan veloz como imperceptible, antes de que cualquier pudiera reaccionar agarré con suavidad a la rubia de los hombros Hygge ; firme, pero lejos de ser siquiera un poco molesto. Me incliné por su costado derecho, sin rozar nada más que sus cabellos desatados, pero ordenados y pulcros.
    Hello, little firy —murmuré con mi voz más grave y suave posible, para luego alejarme un paso, parándome con rectitud, manos tras la espalda: A la espera de que la doncella volteara a ver a su príncipe encantado.

    En cuanto me miró sonreí tras mi máscara, satisfecha; no demoré en hacer una reverencia digna de cualquier mayordomo, tenía memorizado, casi arraigado en mi cabeza, las buenas costumbres tanto masculinas y femeninas: Nada en el mundo me impediría ser el ejemplo a seguir que necesitaran mis hermanos, nada.
    >>Kobayashi no Ryouma; para servirle, my lady —proseguí sin alzar mi cabeza, demasiado centrada en mi actuación, que poco tenía de falso, la verdad: amaba ser así.

    La sonrisa llena de orgullo y placer por mantener la postura correcta sin temblar ni siquiera un poco, era un claro ejemplo oculto hacia los demás, de dónde recaía mi real pasión en la vida: Vivirla.

    Vite 1 Hitori.png

    Obvio; había salido a elegir y comprar la máscara con mis hermanitos, de los detalles se encargó mi madre: Ella me corrigió todo lo que me coloqué mal, me peinó el cabello sin llenarlo de laca ni nada por el estilo, solo se aseguró de que mi flequillo, con imperceptibles pasadores negros, no se entrometieran en mi vista. Estaba elegante, pulcro y, sobre todas las cosas: Vigoroso.

    Mamá me fue a dejar a la estación con los críos, sí; comimos helados como condenadas crías sobre emocionadas por el azúcar, sí: Solo tenía catorce años, no llevaba ni dos días en la prepa, pero...

    ¿Qué importaban los parámetros?
    Sí de todas formas nadie seguía las reglas.
    Nunca del todo.
    Me coloqué la máscara una cuadra antes de llegar, me había perdido entre tanta señaleta, casa lujosa y calles poco claras; pero había llegado al lugar y eso era lo que me bastaba: Tu peux le faire, cariño! Como bien había dicho mi madre.

    Así que nada, fue cosa de identificar con suma facilidad a dónde se originaba la fiesta cuando seguir a un montón de gente estrafalaria, acaudalada y autos de lujo se trató; rampante y con la frente en alto, lejos de altanero o soberbió, entré al gran patio de la mansión como quién entra...

    No sé...
    ¿a... a un templo...?​
    perdón... no tengo muchos ejemplos.
    Da lo mismo: Entré con seguridad, calma, paciencia y mucha disposición a pasármelo en grande.

    ¡Mi primera gran fiesta!​
    Descontando las del templo,
    las tradicionales,
    la de las casas de lo Tanaka,
    las de la escuela,
    el cumpleaños de...
    ¡Y los cumpleaños de Mati, claro; siempre très bien!​



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    Última edición: 4 Marzo 2021
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