Isla Milagro Campamento: Vida diaria

Liza White

Asentí ante lo que decía. Daba la casualidad de que éramos tan simples que ambos teníamos por comida favorita una prácticamente universal. Eso nos facilitaba las cosas, en cualquier caso. Éramos mucho más fáciles de contentar.

Me coloqué de costado, apoyando la mejilla en mi palma, curiosa, para poder contemplar su repentina idea. Había cierto brillo maternal en mis ojos, como quien escucha las ideas revolucionarias de un niño o sus aventuras tras regresar del colegio. Cuando terminó permanecí unos segundos en silencio, con los ojos cerrados, creando la imagen en mi cabeza.

—Hm... —murmuré, eminente. Y entonces los abrí de nuevo, tras generar ese suspense, para asentir con ilusión ante su idea. Preparar eso juntos... ¿Sería realmente un esper después de todo?—. ¡Mhm! Me parece una idea estupenda. Podemos preguntar por aquí los ingredientes con los que contamos, y si nos faltan... Bueno, siempre quedará Entrerríos~.

Si todo salía bien iba a tener que recordarle que le pusiese un nombre y firmase los derechos de autor. Por ideas más simples se habían hecho millonarios.

>>Existe un pokémon en forma de dulce, de llaves, de tetera, de collar de flores... Cariño, uno en forma de hotdog ya no sorprendería a nadie —comenté, divertida con la idea. Me detuve unos segundos para visualizar esa linea evolutiva en mi cabeza, buscándoles un nombre cuando su pregunta captó mi atención—. ¿Mi tipo de pokémon favorito?

Se había tumbado de costado, al igual que yo, y me observaba con interés desde aquella distancia. El arrullo del mar, la brisa salada y la tranquilidad que sentía en aquel momento me animó a estirar el brazo ligeramente y acaticiarle el flequillo, revuelto y dorado, mientras hablaba.

Había bajado la voz sin darme cuenta. No hacía falta alzarla cuando estábamos tan cerca.

>>Si tuviese que elegir uno sería el tipo agua. Todos mis iniciales lo son, de hecho, a excepción de Cyra —respondí, haciendo referencia a mi Snilkey—. Siempre ha estado cerca del tipo eléctrico, pero el agua le quitó el puesto hace mucho. El dragón me llama, también.

>>¿Qué hay de ti, Niko?

 

Nikolah Cruz

— Sí, tal vez lo mejor sea esperar a volver a Gérie. No creo que pueda hacer helado en el campamento. ¿Sabías que puedo hacer helado casero? Bah, lo hice un par de veces, nomás. Pero creo que me salió rico. Igual, en el campamento puede ser complicado hacerlo.

Ella también se había tumbado de lado, mientras comentaba sobre las formas raras de los pokémon que ya existían. Es verdad. Bien podría ser que pudiera existir un pokémon sánguche. Es decir, había pokémon que eran pokéball, después de todo. O al menos, se veían igual. ¿Qué habrá venido primero? ¿Los Voltorb o las pokéball? ¿Había uno evolucionado en consecuencia de lo otro, o los humanos nos habíamos inspirado en su diseño? Un segundo... ¿y si ya existía un pokémon con forma de sánguche? O que hubiera existido. Y se hubiera perdido en el tiempo. ¡¿Y si pudiera ser encontrado en esta isla?! ¿Qué biomas serían los más indicados para que un pokémon sánguche prospere? ¿Tendría tantas variaciones como los sánguches comida? ¿Tal vez variaba por el clima? O quizás...

Mi tren de pensamientos, que iba a velocidad máxima, agarró una curva, descarriló, derrapó como por trescientos metros en el suelo, y luego cayó por un acantilado, en cuanto Liza estiró el brazo y me acarició el flequillo. Me recorrió una oleada eléctrica por todo mi cuerpo, y la sangre subió como loca, hirviendo, hacia mi rostro. Ella bajó la voz, mientras hablaba. Estaba cerca. No hacía falta alzarla. Demasiado cerca. Peligrosamente cerca.

Pero por primera vez en mucho tiempo, la necesidad de alejarme de golpe era bastante menor a la de permanecer allí. Me sentía nervioso y algo asustado, sí... pero también bastante cómodo. Y cálido.

— Ah, ¿agua? Mira. ¿Y por qué te gustan tanto? Los de agua y los de dragón, digo —era complicado encontrar las palabras, la verdad.— Y yo... me gustan mucho los tipo dragón. Me encantan. También el tipo eléctrico. Y hielo. No sé, siempre estuve bastante atraído por ellos. No sabría decir mucho la razón.

Inconscientemente, me llevé una mano al pecho, en donde se encontraba mi pendiente barato con la cara de Zekrom, debajo de mi ropa. Era una baratija que me había comprado Dan hace años atrás, cuando me había recogido la primera vez. Recuerdos esporádicos de haber visto al enorme pokémon en varias ocasiones cruzaron mi cabeza, la última siendo cuando nos estábamos enfrentando a Irving, en donde este aparecía en manos de Ian. Esa visión había roto algo dentro mío, me había sacado un norte. Al menos, eso me había permitido disfrutar más el momento, suponía. Más el viaje, que la meta. Ya que ahora no había meta final, en sí. En cierta manera, era como una aventura eterna.

Meneé la cabeza y volví mi mirada hacia Liza, sonriéndole. Y algo salió de mi sin que pudiera evitarlo.

>> Tus ojos son como el mar, ¿sabes? O como el cielo, también. Tienes ojos de cielo y mar.

 

Liza White

No sabía con exactitud qué estaba haciendo. Suponía que el ambiente cálido e íntimo se apoderó de mis propios gestos y actuó por sí solo. Le miré a los ojos, buscando cualquier indicio que reflejase incomodidad para detenerme a tiempo... pero no lo hubo. No hubo nada de eso.

En su lugar se removió ligeramente, nervioso, pero no rechazó el contacto. Saber que se encontraba cómodo a pesar de todo hizo que alzase la comisura de los labios de manera disimulada.

Su aroma me llegó traído por la brisa.

—Me crié toda mi vida en un pueblo costero, con alguna masa de agua dulce en el bosque, de modo que vivía rodeada de ese tipo de pokémon —rememoré. El movimiento de mis dedos se hizo más pausado, más suave, hasta abandonar su cabello y regresar sobre la manta—. Son pokémon fundamentales para la vida, y siempre admiré su gran versatilidad. Pueden ayudarte de mil formas. En cambio los dragones tienen ese encanto místico y majestuoso que probablemente compartas, ¿no es así?

Aparecían en innumerables cuentos e historias para niños. Criaturas misteriosas, solitarias y recluidas, a la espera de un entrenador que sea capaz de domarlas. Más tarde comprendí que no era exactamente así como debían ser las cosas. Dependía del pokémon aceptarte como digno, no de tu valía para subyugarlos. En cualquier caso saber que compartíamos algunos tipos de pokémon me resultó un detalle curioso a tener en cuenta.

Permanecimos unos segundos en silencio, perdidos en nuestros propios pensamientos. Las primeras estrellas se asomaban con timidez en el firmamento y el último trazo anaranjado se escondía ya lejos, en el horizonte. Entonces me sonrió, y dejó que las palabras saliesen por sí solas.

El rubor, similar al color de las nubes hacía escasos minutos, se adueñó de mis mejillas.

—Gracias por el cumplido —le devolví una sonrisa mucho más tímida, genuina—. No son muy distintos de los tuyos. Tienen una tonalidad algo más oscura, casi chispeante. Son preciosos, ¿lo sabías?

Para cuando anocheció el firmamento entero se cubrió de estrellas. Alejados de la contaminación lumínica de la ciudad el manto nocturno se dejaba ver en todo su esplendor. Alcé la mirada al cielo, maravillada con las vistas, y entonces lo vi.

Una estrella fugaz.

—¡Nikolah, allí! —exclamé. Me incorporé de golpe y señalé el cielo con ahínco, allí donde se trazaba una linea esporádica sobre el inmenso azul. Junté las palmas, cerrando los ojos con fuerza, y al cabo de unos segundos abrí uno de ellos, mirándolo de reojo. Sonreí—. ¿A qué esperas? ¡Debes pedir un deseo, bobo!

 

Nikolah Cruz

Presté atención a sus palabras, a sus ojos, al tacto de sus dedos sobre mi cabello, que se iba volviendo cada vez más lento hasta pausarse del todo. Tenía ganas de tomarle la mano y pedir que continuara. Decirle que se sentía muy bien. Pero tampoco quería interrumpir lo que fuera que estuviera ocurriendo en esos momentos. Seguíamos conversando, de temas que podían sonar triviales a cualquiera, pero que tenían una profundidad oculta en los mismos. Asentí levemente, mientras me iba contando sobre su pasado, y sobre sus gustos. Podía haberla escuchado narrar como se secaba la pintura y yo hubiera estado igual de encantado.

— Exacto. Los pokémon dragón son tan... misteriosos. La mayoría de los pokémon que se consideran legendarios son dragones. Es casi como si... fueran criaturas de otro mundo. Distinto al nuestro. Se terminaron adaptando a este, pero parecen muchas veces tan lejano. Como si fueran... mágicos.

El rubor que inundó sus mejillas se reflejó en las mías, al momento de darme cuenta de lo que había salido de mi boca. Fue completamente sin pensar, simplemente se habían escapado de mi mente y habían resbalado hasta mi lengua, lanzándose al vacío de la manera más intrépida que había actuado nunca. Había batallado contra lo que bien podían haber sido dioses, había puesto mi parte para que una región no llegue a su horrible final, había peleado contra abominaciones espantosas de pesadilla, pero por alguna razón, su cercanía, la calidez de su aliento, el olor de su cabello, mezclado con la brisa marina del anochecer formando un aroma fresco y embriagador que invadía mis sentidos.

En cuanto hizo mención sobre mis ojos, no pude si no sonreír de manera estúpida, de forma inconsciente. Hacía mucho tiempo que nadie me dedicaba un cumplido. Al menos, un cumplido así. Parecía distinto a todo lo que me habían dicho hasta ahora. Parecía mucho más cargado de sentimientos.

Liza se incorporó de golpe, al momento que un cometa volaba sobre nuestras cabezas. El cielo estaba hermoso, mostrando toda la galaxia en su máximo esplendor, fuera de las luces artificiales que pudieran invadir nuestra visión. Las estrellas titilaban como si fueran Volbeat e Illumise en una eterna danza, compitiendo por ver quien era aquel que tenía la luz más brillante, más cegadora, más hermosa. Desvié mi mirada hacia la chica, que había juntado sus palmas y cerrado los ojos, y dejé embriagarme con esa visión, bañada por las luz de las estrellas. Apenas podía vislumbrar su silueta. Pero se la veía hermosa. Pestañé, volviendo a la realidad, en cuanto noté que me estaba mirando de reojo, y se dirigía a mí.

Le devolví la sonrisa (¡vaya, cuanto me gustaba verla sonreír!), y le pasé un brazo por los hombros, atrayéndola hacia mí, quedando en un estrecho abrazo. Levanté los ojos al cielo y los cerré, sonriendo, mientras acariciaba su brazo. ¿Así se hacían estas cosas? Me había nacido de la nada. Creía que quizás lo había visto antes en una película o una revista. No sé, era como lo más natural. Al cabo de un rato, volví a abrir los ojos, y le dediqué otra sonrisa.

No iba a decirle mi deseo, obviamente. Si lo hacías, luego no se cumplían. Pero sentía que en estos momentos, se estaba haciendo realidad.

 

Nikolah Cruz

Me pasé un buen rato buscando a Mimi entre las tiendas. Cuando estaba por darme por vencido e internarme en la jungla, pensando que quizás ya había salido a explorar, y todavía no había vuelto, pude notar una cabellera rubia frondosa moviéndose por allí. Por su expresión en el rostro, parecía que las capturas no le habían ido muy bien. Tenía además la sombra que al parecer siempre se le ponía cuando veía pokémon tipo bicho. ¿Se había cruzado con muchos de ellos? Bah, que pavo. Obvio que sí. Era una jungla, después de todo. Lo que abundaba era calor, barro y bichos. Por suerte estábamos en una isla relativamente chica, y uno podía ir hacia la playa con tan solo un rato de caminata. El problema luego era toda la sal que se le quedaba a uno pegada, pero tampoco se podía ser muy exigente.

Me acerqué a la chica, con una sonrisa, y le di unos toquecitos en el hombro.

— ¡Buenas! ¿Todo bien, Mimi? Se te nota algo contrariada. ¿Pasó algo? ¿Querías hablar de algo conmigo?

 

Mimi Honda

La única buena noticia que recibí ese día fue ver qué Tsubaki había evolucionado. Seguía sujeta a su flor, flotando con la brisa. Por lo demás la retribución por el trabajo fue ridícula pero no podía quejarme porque mi desempeño también lo había sido. Y todo por culpa de Blake... ¿es que no iba a poder sacarlo de mi cabeza?

Arceus.

Me disponía a ir a descansar a mi tienda cuando un toque en mi hombro me detuvo. Se trataba de Nikolah. Con su usual sonrisa boba y su aura brillante y jovial.

Era como tener delante un pequeño Lilipup.

—Estoy bien—dije con un suspiro resignado y me giré para mirarle—. O al menos lo estaré cuando cambie este bioma horrible...

Ya no quedaba mucho tiempo y podría descansar de selva, bichos, barro y humedad por una temporada. Era un alivio. Incluso si las ruinas traerían consigo el sol y la arena.

>>Claro que quiero hablar algo contigo, bobo—respondí—. Llevo desde la tundra intentándolo, pero es imposible.

Y lo solté sin rodeos, directa.

—No hay nada entre Liza y yo.

Teniendo en cuenta su actitud esquiva durante todo el tiempo de la tundra y la propia reacción de Tadao y Yogi, era comprensible pensar que podía malinterpretarlo. Éramos muy cercanas y habíamos pasado mucho tiempo juntas.

Me llevé una mano a la cintura.

>>Me quedé con ella en su tienda porque no soporto el frío y ella tenía a su inicial de fuego. Además me enfermé. Somos amigas, eso es todo. En realidad a ella le gusta-

¿Qué estaba por decir?

Carraspeé para aclarar mi voz y mis ideas.

>>Le gustaría que supieras eso.

 

Nikolah Cruz

Me alegró escuchar que estaba bien. Se la notaba algo preocupada, y la última vez que la había visto, estaba medio mal. Asentí en cuanto dijo lo del bioma. No me gustaba para nada. O sea, no es que no me gustara para nada. Pero la humedad me mataba. La sufría muchísimo.

— Sí, te puedo entender. A mí tampoco me gusta mucho este bioma. Hay mucha humedad, y se me pega toda la ropa al cuerpo. Ya de por sí tengo ropa que me queda medio chica por mi tamaño, que se me pegue todavía más. Y ya está toda estirada, obviamente, pero igual, es peor incluso.

Me encogí de hombros, y luego seguí escuchándola. ¿Desde la tundra? Eso hacía hace muchos... biomas. ¿Se podía medir el tiempo en biomas? O sea, si lo tomábamos por días, y un bioma duraba tres días... Me perdí. ¿Hacía cuantos biomas específicamente era la tundra? ¿Y que seguía después de la jungla? No recordaba. ¿Eran las ruinas? ¿"Ruinas" era un bioma? ¿O más bien sería algo como desierto? Que complicado.

Volví a la realidad poco después. ¿Qué había dicho? ¿Qué no había nada entre Liza y ella? Por un segundo la miré algo confundido, y luego alrededor. La volví a mirar. Seguía sin entender nada. ¿A qué se refería? ¿Tal vez se habían peleado? Podía indicar por qué no se las veía tan juntas ahora. Bueno, si no había nada, me alegraba entonces. No era lindo que anduvieran peleadas las dos, en especial porque parecían tan cercanas. Aunque no sabía por qué me lo estaba diciendo a mí. Liza justamente creo que sería el mejor objetivo. Aunque tal vez ya lo habían hablado, justamente, y me lo decía a mí porque.... no lograba cazar una idea.

— Ah, yo no soporto el calor, así que en cierta manera te entiendo. Y sí, dormir entre dos da mucho más calor, en especial si hay un pokémon de fuego en el medio. Y me alegra que sigan siendo amigas —le volví a sonreír, y luego mi expresión cambió a una de curiosidad cuando carraspeó.— ¿A ella le gustaría que supiera eso? Bueno, ¡genial entonces! Aunque no llego a entender del todo esta conversación, me alegro. De que todo esté bien entre Liza y tú, o de que no hay nada entre Liza y tú, y de que a ella le gustaría que sepa lo que ahora ya sé.

Me di unos segundos para recalcular lo que acababa de decir.

— Sí, bueno, eso que dije. ¿Eso me querías decir?

 

Mimi Honda

Parpadeé con lentitud.

—... ¿Huh?

Había sido muy ingenua al pensar que Nikolah entendería una sola palabra de lo que acababa de decirle. Lo miré en silencio, contrariada, como si mi cerebro fuese incapaz de procesar la situación o como si le hubieran salido dos cabezas de repente. ¿Cómo...? ¿Cómo había podido liarlo todo tanto?

Entonces, ¿era yo la que lo había malinterpretado? Nada nuevo bajo el sol.

—¿Tú no pensabas que nosotras...?—hice una breve pausa analizando su reacción que fue simplemente mirarme con esa cara de siempre. Oh, por todos los legendarios de Sinnoh; era mucho más inocente de lo que pensé. Me lleve los dedos al puente de la nariz, hastiada—. Tsk. ¿Cómo he podido ser tan tonta? Por supuesto que tú, de entre toda la gente, jamás pensarías nada extraño...

Bueno, era momento de encauzar la conversación. Quizás no era necesaria ninguna aclaración pero aquella charla podría venirles bien.

Volví a suspirar y reorganicé mis ideas rápidamente. Debía armarme de paciencia.

>>Lo... lo que quiero decir con esto es que si tienes algún plan con Liza, adelante. Un plan romántico quiero decir. Ella te gusta ¿no?

Y antes de que pudiera abrir la boca, aclaré.

>>No como amiga.

 

Nikolah Cruz

— Yo no pensaba que ustedes... ¿qué? —comencé, confundido, mientras ella se llevaba los dedos a la nariz. ¿Había dicho algo malo?— Yo no pensaría nada extraño... Me estás confundiendo demasiado Mimi. O sea, tuve pensamientos extraños. Por ejemplo, ¿te has puesto a pensar que siempre al lado de un pantano, hay un bosque tenebroso? Quiero decir, piénsalo. ¿Alguna vez viste un pantano al lado de un campo de flores, o una pradera idílica, o incluso un lago cristalino? ¡No, siempre es algo oscuro y que da miedo! Aunque la verdad... ¿qué podríamos considerar un pantano? ¿Dónde cruzamos la línea? ¿Los esteros son pantanos? ¿Los humedales? Las marismas supongo que son lo mismo. Algo para reflexionar.

Me llevé la mano al mentón, pensando. Vaya problema con el que me había encontrado, la verdad. Mimi me sacó de mis pensamientos cuando volvió a hablar. Iba a tener que averiguar sobre esto más adelante. Aunque no sabía si iba a tener mucho sentido o no, teniendo en cuenta que el bioma iba a cambiar mañana...

— ¿Algún plan? De hecho, hace un par de noches tuvimos un plan, mientras estábamos la pradera. Salió bastante lindo, la verdad. Y sí, supongo que fue romántico —sonreí, recordando el picnic que habíamos tenido en la playa. Suponía que lo iba a terminar recordando por un tiempo largo. Me quedé pensando en lo que había dicho a continuación.— Sí, ella me gusta. Me gusta ella, y muchas cosas de ella. Me gusta escucharla hablar, me gusta mirarla, y me gusta cuando también está en silencio. Me gustan sus ojos de cielo y mar, su pelo castaño como la madera, y su aroma, difícil de describir. Me gusta el tacto de su mano, suave, y también el sonido de su voz.

Me encogí de hombros.

— Sí, puedo decir que me gusta. Y también me gusta como amiga. ¿Por qué no me tendría que gustar de esa manera, también? Supongo que gracias a eso puedo disfrutar estar tanto tiempo con ella. Pero bueno, respondiendo, o tal vez solo agregando. No, por ahora no tengo ningún plan. Dijimos en algún momento hacer un viajecito pequeño, como unas mini-vacaciones, pero supongo que esto se podría considerar algo así. Era para descansar un poco de las cuestiones de la Liga y demás. Pero suponiendo que ustedes ya pelearon en ella, no haría falta.

 

Mimi Honda

Cuando mencionó que tuvo pensamientos extraños inmediatamente lo miré, sorprendida. Hasta que la conversación tomó un rumbo... muy Nikolah. No podía importarme menos en qué momento un pantano dejaba de considerarse como tal. ¿Qué importaba? ¿Qué clase de persona se hacía ese tipo de preguntas? Pantanos, marismas, humedales, ciénagas, manglares, esteros... todos eran el mismo sitio feo lleno de barro y agua sucia.

Nikolah ponderó sobre cuestiones tan trascendentales durante unos segundos hasta que respondió que sí, que de hecho hace un par de noches habían tenido un plan romántico. Eso... eso sí llamó mi atención. ¿Un plan romántico? ¿Como una cita o algo así? Espera, ¿que consideraba Nikolah romántico?

Sea como fuere, sus palabras apartaron cualquier duda de mi mente. Hablaba con cariño y pureza; como un niño. Sus acciones no tenían segundas intenciones ni maldad porque eran cristalinas. Todo él era cristalino.

Era abrumadoramente honesto.

Y comprendí que estaría bien por su cuenta.

Suspiré de nuevo pero fue condescendiente, suave, y no pude ocultar la sonrisa ni queriendo. Vamos, era demasiado tierno. Bobo como un Slowpoke y lento como un Shuckle con disparo demora pero... tierno como un Eevee.

Podía entender por qué a Liza le gustaba.

—Bien, entonces eso es todo—resolví. Mi tono y expresión se habían suavizado considerablemente—. No tengo nada más que decirte. Avísame si queréis que os compre pases para un crucero a Alola o algo así.

 

Mimi Honda

Suponía que ahora había capturado a ese Joltik y debía hacerme cargo de él. Era pequeño, diminuto, tanto que podía pasar por un broche en mi camisa. Pero estaba mejor dentro de su pokéball, donde no pudiera tocarme.

O al menos eso pensé porque en cuanto me disponía a guardar la ball que había usado Cayden para atraparle—una mallaball... Tsk, después de todo lo que le había dicho a Blake— el esférico se movió. Se movió una, dos veces, y cuando me quise dar cuenta volvía a tener el Joltik en el mismo lugar. Aferrado a mí, mirándome con sus cuatro ojos azules.

—¡Eeek!

Mi reacción volcó mi bolso de alguna manera y todas las piedras evolutivas que guardaba dentro se dispersaron por el suelo. Hinako y Tsubaki que habían regresado de su expedición al templo no tardaron en acercarse con curiosidad.

No, aún no. Era demasiado pronto.

Paralizada por el terror importó bastante poco. Pronto, ya no tenía delante a Cottonee o a Floette si no a una jovial Whimsicott y una altiva Florges. Hinako dio unos saltitos, ilusionada. Quizás sí estaba preparada después de todo.

Mi mirada se dirigió de ellas al Joltik con evidente crispación. El pobre no parecía entender nada de lo que estaba pasando. Cerró nuevamente los ojos y frotó su cabeza. Incluso soltó una especie de arrullo mimoso.

...

Si... si iba a quedarse... al menos debía ponerle un nombre.

 

Ian Lockhart

Me encogí de hombros, divertido.

—Reté a los pokémon de las ruinas a un desafío mental, pero huyeron antes de que les dijera las reglas. Eso o tampoco tengo talento para las capturas. En todo caso, ahora estaba buscando alguien a quién pudiera ofrecerle algo más de poder, pero —hice como si lo analizase brevemente—, a diferencia del chico castaño no pareces buscarlo.

>>Pareces del tipo que estaría contento si sólo muriera dentro de una zanja en silencio. Puedo entender el sentimiento. Si alguna vez necesitas el poder para mantener la tranquilidad que anhelas, sólo llámame —le guiñe el ojo y después de reírme de mi propia broma, entré primero que él a la carpa de pine.

Después de eso ya solo di por concluido el día.