Isla Milagro Campamento: Vida diaria

Mimi Honda

Yume y Fubuki. Esos fueron los nombres que escogí para Finneon y Snorunt respectivamente. Había decidido quedarme con el pequeño pez porque me recordaba a mi región y Snorunt... bueno, no sabía muy bien por qué.

No dejaba de mirarme y temblar y cuando yo la miraba dejaba de hacerlo y se reía. ¿Se estaba burlando de mí? ¿Del terrible frío que tenía en mi tienda, sin ningún fuego que pudiera calentarme?

No era gracioso, aquel infierno helado era literalmente un infierno para mí. No tenía ninguna resistencia al frío. Si me quedaba en mi tienda terminaría congelándome.

Si el día ya era así... ¿cómo sería la noche? Oh Arceus, iba a morir.

Asomé la cabeza fuera. Había movimiento en el campamento. Ian se había acercado a la tienda de Emily y recordé que ella había escogido al inicial de fuego.

Lockhart había pensado lo mismo.

La otra persona que había escogido a Snutch como inicial era...

Ah.

Cyra.

—Con permiso.

Fue todo lo que dije cuando entré en la tienda de Liza y me senté muy cerca de ella, abrazada a mí misma. En ningún momento la miré ni dije nada más.

Seguía tiritando.

 

Liza White

Cuando terminé de reportar las capturas y abandonar la tienda me encontré de frente con alguien que no esperaba. Había escuchado revuelo el día anterior pero había estado bastante distraída, las cosas como eran. ¿Los chicos de Gérie también habían venido a la isla? Hacía demasiado que no sabía de ellos.

—Bienvenido al barco, Cay —Le brindé un toquecito en el hombro, casi una caricia cuando pasé por su lado. Su saludo había sido escueto así que no pretendía quitarle mucho tiempo. Le guiñé un ojo mientras me alejaba—. Luego tenemos que ponernos al día, de eso no te libras.

Quizás de los tres él era con el que había pasado menos tiempo, pero eso no quitaba que me alegraba de verle allí también.

Decidí refugiarme del frío en mi tienda el resto del día, en compañía de Cyra e Inari. Al ser un espacio reducido el calor que irradiaba mi inicial se conservaba bastante bien. Zorua se hizo un ovillo, rumiando aún lo sucedido en el lago algo apartado de nosotras, pero decidí dejarle su espacio. Debía buscar la medicina que me tocaba antes de que empeorase del resfriado.

En esas estaba cuando Mimi entró en mi tienda. Pidió permiso y se sentó a mi lado, abrazándose a sí misma y tiritando del frío. Me tomé la pastilla, bebiendo de mi botella y le pedí con un gesto a Cyra que se acercase a ella.

—Veo que alguien acaba de regresar de explorar también —dije como toda respuesta, y la rodeé con mis brazos para atraerla hacia mí. La tipo fuego se enroscó sobre sí, acurrucándose en su regazo—. Arceus, estás helada.

Inari asomó la cabeza al ver a la nueva humana desconocida. Su cuerpo se tensó ligeramente ante su repentina presencia y observó fijamente a Mimi, intentando prever sus intenciones.

 

Mimi Honda

El calor que encontré en la tienda era justo lo que necesitaba. Cyra se acurrucó en mi regazo—su cuerpo desprendía un calor muy agradable—y Liz no tardó en rodearme con sus brazos y acercarme a ella. En parte era un poco vergonzoso pero... no podía hacer nada al respecto. Por mucho que me hiciese sentir como una niña mi cuerpo necesitaba calor desesperadamente.

Funcionó. Porque poco a poco dejé de temblar con un Snorunt, el calor se asentó, y solté en un suspiro toda la tensión acumulada.

Ah~ que agradable.

Con la nariz tapada por el antebrazo de Liza noté una presencia en la que no había reparado antes. Era pequeño, oscuro, con un penacho de cabello muy característico. Su color azul lo hacía parecer un fuego fatuo.

—... Atrapaste al Zorua Hisui...—murmuré. Era la primera vez que tenía tan cerca a un Pokémon procedente del pasado de Sinnoh. Sin embargo su pelaje no era como el que aparecía en los libros de Ciudad Canal—. Y... ¿shiny, además?

Mi voz sonaba amortiguada pero me importaba poco y nada. Ya no estaba a punto de hacerle competencia a Eiscue.

>>¿Hablaste con Pine? ¿Confirmó que estaban técnicamente extintos?

 

Liza White

La doble intervención ayudó a que Mimi recuperase una temperatura corporal razonable. No parecía especialmente contenta, pero era el precio a pagar si quería evitar morir de hipotermia. La cercanía de ambas ayudaba a preservar el calor, de modo que yo tampoco tendría que preocuparme por el frío a partir de ahora.

La voz de Honda captó mi atención y dirigí mi atención también hasta el peludo pokémon que nos miraba atentamente. Al saberse observado por ambas, odiando sentirse el centro de atención, enterró la cabeza nuevamente en su pelaje con rapidez.

Suspiré.

—Mhm. Era como decías: es realmente extraño que su especie pueda encontrarse aquí —respondí en un murmullo. No había necesidad de alzar la voz estando tan cerca—. Como los pokémon fósiles o el Basculin de raya blanca que Lucas encontró esta mañana. Es como si los diferentes biomas se hubiesen mantenido inalterables en el tiempo.

Pero... ¿cómo? La respuesta escapaba a mi comprensión.

>>Estos Zoruas son muy distintos al que crié en Galeia. Su sello distintivo suele ser su carácter travieso y malicioso, pero perder su tipo siniestro parece provocar un cambio bastante drástico en su personalidad —relaté, desviando la mirada hacia cualquier punto de la tienda—. Es... muy tímido y asustadizo. Incluso el orgullo de su especie, su ilusión, flaquea debido a sus inseguridades. Como si no confiase en sus habilidades y en el potencial que tiene.

Su transformación en la tundra había sido brillante; un calco perfecto de mi propia persona y la de aquel Snorunt. Y sin embargo necesitó buscar validación, saber que lo que hacía estaba bien.

¿Qué... clase de vida habría tenido Inari para desarrollar un comportamiento así?

 

Mimi Honda

La respuesta fue afirmativa. Pine también confirmaba que la presencia de especies de Hisui en la isla era muy extraña. Y no solo las especies de Hisui. Los Pokémon fósiles, las formas originales de Dracovish, Dracozolt o incluso Arctozolt. Todo indicaba que de alguna forma el tiempo se había congelado en la isla, en algún momento del pasado.

White empezó a hablar del pequeño Zorua. Al notar tantas miradas sobre él se ocultó rápidamente. Para ser tipo fantasma era muy asustadizo. ¿Era algo típico en su especie? Los libros no decían nada al respecto.

—No se tienen muchos registros sobre Hisui—hablé pues, cerrando los ojos—. Se han conservado pinturas rupestres en el Monte Corona, yacimientos arqueológicos como pokeballs arcaicas y algunos especímenes fosilizados pero la mayor parte de lo que se tiene proviene de hipótesis.

>>Quizás sea algo típico en la especie y simplemente no se tiene suficiente información. Ten paciencia. Nadie mejor que tú podría cuidar de un pokémon así.

Tenía un carácter maternal, atento y paciente. Ese pequeño y tímido Zorua no podía haber acabado en mejores manos. Quizás solo necesitaba tiempo.

En cualquier caso... había algo más que me preocupaba. Su cuerpo estaba caliente pero.... era porque estábamos compartiendo calor, ¿o porque seguía con fiebre? Sentí la necesidad de pedirle a Dex que lo comprobase pero atenazada en aquel abrazo ni siquiera podía moverme. O quería hacerlo, para ser honesta.

>>¿Cómo te sientes? Saliste a explorar a pesar de todo...—con las mejillas ligeramente enrojecidas fruncí el ceño—. ¿Eres masoquista?

 

Liza White

Suponía que solo me quedaba confiar en sus palabras. No era la primera vez que trataba con pokémon tan tímidos; Archer, mi Inteleon, había sido así cuando apenas era un diminuto Sobble. El tiempo, la confianza e incluso su evolución serían suficientes para asentar su carácter.

Entonces la conversación se desvió del Zorua a mí y parpadeé, tomada por sorpresa. Era el tercer día de mi resfriado pero no era algo que desapareciese de la noche a la mañana, y el frío sin lugar a dudas no aceleraría el proceso. Aún me costaba respirar por las noches y la tos y los estornudos resultaban molestos cuando intentabas camuflarte en tus capturas.

Solté una risa sin gracia por la nariz poco después; debía haberlo visto venir viniendo de ella, ¿no?

—Para tu información cumplí mi confinamiento el día de ayer, así que se supone que tengo libertad... condicionada —añadí bajito, a regañadientes. Las indicaciones de Nikolah habían quedado claras: solo salir al mediodía y el resto del tiempo descansando en mi tienda. Le di un ligero apretón cariñoso, moviéndome suavemente de un lado al otro—. Además, ayer me compré algunas medicinas y todo. Acabo de tomarme una. Espero que estés orgullosa.

Dejé de moverme entonces y cerré los ojos también, resignada. Debía responder aún a su pregunta.

>>Aún... no recuperé del todo las fuerzas, pero estoy mejor. De verdad.

 

Mimi Honda

¿Libertad condicionada? ¿Y quién había decidido eso? Estaba enferma, lo que debía hacer era descansar. Si incluso me había asegurado de que tuviera a Nikolah cerca para que no se le hiciera tan pesado el confinamiento.

Repentinamente me apretó con los brazos y empezó a mecerse de lado a lado. B-bueno, ¿pero qué pasaba con esas confianzas? Me sentía como un bebé y era tan absurdamente vergonzoso. Si no estuviera tan bien sujeta y tuviera tanto frío me hubiera liberado hace mucho.

...

Hasta yo misma sabía la mentira que era. Era vergonzoso pero estaba cómoda, cálida y me sentía querida. Como si le fuese a decir que no a eso.

Desvié la mirada cuando me dijo que había comprado medicinas. Mi voz sonó pequeña, amortiguada por su brazo.

—¿Por qué debería estar orgullosa porque te preocupes y te cuides? Se supone que es algo que debes hacer.

Me alegraba que estuviese cuidando de sí misma, sí. Pero ella no tenía por qué saber eso o se le subiría demasiado a la cabeza. Con que no se sobreesforzara hasta la muerte, tonta y terca como era, era suficiente.

Sonaba cansada pero parecía mejor en general. Incluso su palidez había desaparecido y estaba recuperando color. ¿O era el calor en la tienda en sí?

>>Déjame adivinar—aventuré entonces—. Nikolah no durmió aquí.

 

Liza White

—Oh, vamos... —me quejé, haciendo una mueca con los labios—. Concédeme eso al menos, ¿quieres?

La honestidad no solía ir de la mano de Mimi usualmente pero quería creer que se alegraba. Al menos un poquito. En cualquier caso debía admitir que me estaba divirtiendo bastante con la situación. Honda parecía un Purrloin mimoso pretendiendo ser un Liepard. No engañaba a nadie así.

¿Que si iba a seguir aprovechándome de la oportunidad? Bueno, a la vista estaba.

—¿Hm? ¿Niko? —repetí, distraída. Recordé entonces el desayuno y su insistencia por meterlo dentro, y negué la cabeza sin más—. No, se quedó fuera. No iba a caber de todas formas.

Me permití una ligera pausa para medir mis palabras.

>>Creo que fuiste un poco insistente con eso, Mims —solté entonces. Teníamos la suficiente confianza para sacarnos esas cosas del pecho—. Comprendo que tus intenciones sean buenas, y te agradezco mucho el esfuerzo. Pero hay cosas que simplemente son mejores no forzar. Niko y yo tenemos otro ritmo y está bien eso.

Apoyé la mejilla sobre su sien con calma.

>>Lo entiendes, ¿verdad?

 

Mimi Honda

¿Se quedó fuera? ¿Después de todo lo que intenté? Le había dado la oportunidad perfecta para dormir con la chica que le gustaba, ¿cómo podía ser tan lento? Era evidente que las indirectas no las captaba, pero había procurado ser directa.

No parecía haber sido muy útil.

—¡Pero yo solo—!

Suponía que no tenía ningún sentido. Mis intenciones eran buenas pero las intenciones eran solo eso. ¿Por qué no podía simplemente quedarme quieta? ¿Era mucho pedir?

Había dicho que cualquier movimiento brusco podía espantarle y ahora hacía justo lo contrario. No estaba pensando. Menos mal que lo había pedido yo y no ella, que a fin de cuentas solo era un mal tercio. No había nacido para hacer de celestina, por mucho que me empeñase en unir a la gente.

Mi propia vida sentimental era un chiste. Solo me daba ínfulas de que lo sabía todo cuando no tenía idea de nada. ¿Qué importaban mis intenciones?

Suspiré.

>>De acuerdo—murmuré apartando la mirada, algo herida en orgullo. No estaba molesta sin embargo—. Lo siento. Dejaré de intentar "ayudaros" cuando es evidente que no sirve para nada.

¿Que sabía yo del amor de todas formas?

 

Liza White

En un principio intentó excusarse, pero pareció comprenderlo con relativa facilidad. No estaba haciendo una mala obra, de hecho le agradecía que quisiese ayudarme de esa forma. Era un gesto de cariño a fin de cuentas, de preocupación por el bienestar de la otra. Pero siempre era importante evitar perder de vista los límites.

Esa línea difusa que determinaba cuándo el remedio era peor que la enfermedad.

—Hey, sí que ha servido para algo —le reproché. Aquella actitud derrotista no iba nada con ella—. Quizás no seas consciente, pero me has ayudado de muchas otras formas. De no ser por tus consejos no me habría animado a hacer ciertas cosas; probablemente Niko no estaría aquí ahora.

Quizás había estado tan obcecada en obtener resultados pronto que no se había percatado de los pequeños pasitos que habíamos dado desde entonces. Era cuestión de detenerse, alejarse un poco y ver el recorrido en su totalidad. Dónde estábamos en un inicio y dónde nos encontrábamos ahora.

>>Me has dado el empujón que necesitaba y yo, sin notarlo, se lo he dado a Nikolah en su lugar —Solté una risa baja, las mejillas teñidas de un sutil rosa—. El otro día me dio un beso en la mejilla. Niko. ¿Te lo puedes creer?

De una forma u otra Mimi nos había ayudado a ambos sin notarlo. El resto, de aquí en adelante... suponía que dependía de nosotros dos.

 

Mimi Honda

Le dirigí una mirada de soslayo. ¿De verdad había servido de algo? ¿Yo había hecho todo eso? Bueno, para no tener idea de nada suponía que no lo había hecho nada mal. Sin embargo, por mucha ayuda que yo pudiera darles o por muchos consejos... que saliera bien o no, no era algo que dependía de mí.

La pelota estaba enteramente en el tejado de ambos. Yo ya había obrado mi magia.

Solté una risa.

Niko. Un beso en la mejilla. Pero que mono.

—¿Huh? Bueno, tú se lo diste en la frente—dije. Mi voz sonó más liviana, menos entredientes. El frío había desaparecido y además estaba entretenida, ¿podía pedir algo más?—. Estáis en paz. Ahora solo tenéis que coordinaros mejor.

Sí, yo ya había hecho suficiente. El resto dependía enteramente de ellos.

Fue entonces que noté que White se había puesto aún más roja si cabía. No podía ser la fiebre, no tenía un aspecto enfermo. ¿Era mi oportunidad para devolverle parte de la vergüenza que me estaba haciendo pasar con el abracito de las narices?

Aparté su brazo para tener mayor amplitud de movimiento y poder ver mejor su reacción frente a frente. No me perdería eso por nada del mundo.

Esbocé una sonrisa de circunstancias.

>>Ah~ ya decía que estaba empezando a hacer mucho calor. ¿Te ha subido la fiebre?

 

Mimi Honda

La reacción de Liza fue cuanto menos... curiosa. Enrojeció como un Octillery cocido y empezó a usar esa voz aguda que le salía cuando mentía.

Era tan absurdamente obvia.

Empezó a moverse tratando de escapar de la situación y su propia vergüenza pero entonces alguien asomó por la entrada de la tienda. Una cara sonriente y familiar.

Abrí los ojos de la sorpresa porque estábamos hablando de él—¿,cuando había aparecido? ¿Y tan silencioso?— y entonces pasó algo que simplemente no había previsto.

Suponía que eran lo efectos de no estar a segundos de morir de hipotermia.

—Pttf...

Me reí.

Y no fue una de esas risas irónicas o burlonas. Fue de verdad, auténtica, a carcajadas. No me había reído así desde ''la batalla'' por mis gafas de sol en la playa.

¿Era por lo irónico de la situación? Porque el hecho de que Nikolah entrara justo en ese momento parecía para la pobre White una mala jugada del destino.

Reí y reí, tanto, que cuando finalmente me calmé tuve que secarme una lágrima traicionera. Bueno, más me valía hacer algo. Era evidente que Liza no estaba en condiciones.

>>Nikolah, están repartiendo sopa para la cena—le dije al entrenador—. ¿Por qué no traes un poco? Un caldo caliente sienta muy bien cuando estás enfermo.

Contenido oculto

Pobre Niko, se va a pensar que lo quieren echar o algo asdghj

 

Ian Lockhart

La exploración por la tundra no fue una experiencia agradable, pero al menos ver el sonrojo y nerviosismo de Emily lo hacía un poco más llevadero. Aun así, aquel sentimiento desagradable no iba a desaparecer pronto.

Por suerte Emily tampoco quiso dar muchas vueltas, por lo que acabamos bastante pronto; de todos modos, tuvimos que pasar por el lago y por una explanada nívea, que iluminó el rostro de la chica. Parecía gustarle la vista, y aunque podía reconocer que el aspecto visual del bioma no era malo, la sensación que me producía ver el paisaje... bueno, era todo menos alegre.

Suspiré aliviado cuando volvimos al campamento, incluso la temperatura era la misma, porque al menos podía volver a alguna tienda de campaña en cualquier momento desde allí. El rostro del profesor no lucía demasiado contento con nuestras capturas. Normal, al final no habíamos podido capturar tantos pokémon como en ocasiones anteriores, ¿pero qué esperaba que consiguiéramos en un bioma tan hostil?

Saliendo de la tienda de Pine no tuve mucho tiempo para pensar en qué era lo que iba a hacer, porque emi me arrastró de vuelta a su tienda rápidamente, tomándome por sorpresa. No es que me fuese a quejar especialmente por ello.

—Gracias —una vez que sentado de nuevo, tomé el termo que me estaba ofreciendo y le di un trago; no estaba seguro de si aquel té tan curioso me gustaba o no, pero agradecía el poder tener una bebida caliente. La pregunta que siguió a eso no me tomó del todo por sorpresa, era normal que se preguntase algo como eso, aunque esperaba que no la llegara a hacer—. Ah, es sólo que no me trae buenos recuerdos. Ambos vimos la sesión de Zach con aquella señora, ¿aún la recuerdas? Podría decirse que es algo parecido, aunque mi resentimiento no es tan fuerte. No odio a los pokémon de hielo, aunque tampoco podría decir que me agraden, pero pasaron tantas cosas en un sitio como este, tantos problemas y situaciones desagradables, mientras la única constante en todo ese tiempo era este maldito frío. Al final, todas esas memorias están grabadas en mi cuerpo y, aunque quizá ya no salgan a la luz al sentir el frío en mi piel, las sensaciones arraigadas a aquellos días sí que lo hacen.

Tomé un largo trago del té, seguido de un suspiro de duración similar.

—Y eso es realmente todo —otro suspiro más pequeño salió tras eso, y me dejé ir de espaldas hacia el suelo, quedando acostado en este con las piernas flexionadas, y la mirada posada en el "techo" de la tienda.

 

Ian Lockhart

Mientras miraba aún al techo, Emily se acercó y se colocó a un lado mío, recostándose ella también en el suelo, mirando en la misma dirección. Su inicial aprovechó para arrastrarse a mi otro costado, y no pude evitar que se dibujase en mi rostro una pequeña sonrisa; cerré los ojos, intentando dejar que aquel calor comenzase a desplazar al frío en el ambiente, y entonces algo tomó mi mano. La suave mano de Emily se enganchó a la mía, apretándola ligeramente, haciéndome soltar un pequeño respingo. Era un gesto bastante infantil, pero en aquel momento me tomó bastante desprevenido.

Su Vulpix también se había colocado entre nosotros, apoyando su cabeza sobre mi estómago, en un gesto que me produjo una sonrisa enternecida. Giré mi cabeza para mirar a la chica cuando me habló, encontrándome frente a frente con aquellos ojos brillantes con los que siempre parecía mirar el mundo. Aquel extraño optimismo que la chica parecía poseer y que siempre trasmitía con la mirada terminó despejando el frío que sentía momentáneamente.

Solté una risa sarcástica cuando terminó, y volví a mirar hacia el techo.

—Difícil veo que pueda hacer alguna clase de recuerdo agradable en un páramo desértico como este —respondí—, pero... gracias —apreté un poco más su mano, sujetándola con firmeza—. Supongo que si tuviese que llamar a algo un "recuerdo feliz", esto quizá no estaría tan lejos —cerré los ojos y dejé escapar una pequeña risa, divertido—. ¿Te molesta si me quedo un poco más aquí?

 

Liza White

Antes de ingresar en la tienda del profesor repartí un par de caramelos y bonguris entre mis pokémon. Naoki, el pequeño Bonsly que encontramos en la Jungla, comenzó a brillar y crecer después de eso y reveló la forma de un Sudowoodo distinto al habitual. Se quedó estático, disfrutando del sol del mediodía, sin inmutarse siquiera de nuestra sorpresa por su evolución.

Pasaron segundos, minutos, y seguía allí. Debíamos ir dentro de la tienda. Den-tro. ¿Siquiera me estaba escuchando?

Con algo de esfuerzo logramos movilizarlo por nosotros mismos. Pine anotó los cambios y comenzó a teorizar, como era usual en él. En definitiva era curioso que ahora que era un árbol y no lo fingía seguía queriendo camuflarse con el entorno. Aún no se veía lo suficientemente desarrollado, en cualquier caso.

Quedaba un camino por recorrer si queríamos ayudar a Mía.

Lo devolví a su ball y regresamos hacia mi tienda. Cyra seguía en mi cintura haciendo el cafre, e Inari caminaba a mi lado, bastante más animado que antes. Ver que su ilusión le había ayudado en el lago le hacía sentirse un poquito más confiado.

—¿Mimi?

Su confianza se tambaleó al saber que aún quedaba otra humana allí. Oculto tras mis piernas, ambos notamos que aún seguía dormida. Era extraño. Me interné en el lugar con cuidado y me acerqué a ella. Tenía las mejillas enrojecidas y me temí lo peor. Llevé una mano hasta su frente.

>>Fiebre —musité, tensando los labios. La culpabilidad me cayó encima como un balde de agua fría. Aparté las mantas que tenía encima—. Cyra, trae la mochila por favor.

Mientras la inicial se encargaba de sacar mis medicinas Zorua se acercó, muy lentamente, colocando las patitas sobre mis piernas para poder ver.

Esa humana... ¿estaba bien?

 

Mimi Honda

Pasé el resto del día en la tienda sin moverme. Me di cuenta quizás algo tarde de que Liza se había llevado a Cyra y ahora estar en mi tienda o en la suya no hacía ninguna diferencia porque el frío era el mismo en cualquier lugar.

...

—Idiota—mascullé.

Buscando preservar el calor volví rápidamente al saco de dormir y allí me hice un ovillo, maldiciéndolo todo internamente. No lo podía creer.

¿Por qué se había llevado la única fuente de calor que tenía? ¿Era una venganza por haberme reído ayer? Por todos los legendarios de Sinnoh, debía reconocer que había sido gracioso. Tendría que haberse visto la cara.

Para colmo de males me dolía la cabeza, sentía la garganta algo rasposa y el cuerpo pesado. Mis defensas no estaban pasando por su mejor momento y al final había terminado por enfermarme también.

Oh, estupendo.

Me quedé dormida el resto del día y el tiempo pasó sin notarlo. El saco de dormir era térmico y ayudaba algo. Hasta que empecé a sudar. Mi estado y el frío no eran una buena combinación. Estaba congelada por muchas mantas que me echase encima.

En determinado momento sentí un tacto en la frente y movimiento en la tienda. Me martilleaban las sienes y me abstuve de abrir los ojos. No lo necesitaba reconociendo la voz.

Liz.

Si había regresado ya debía ser cerca del anochecer. Todo un día sin hacer nada por culpa de este maldito bioma y su frío. Que productividad.

Una ola gélida me sacudió entonces.

—No me quites las mantas—murmuré por toda respuesta buscándolas nuevamente y me hice un ovillo otra vez—. Estoy helada...

 

Liza White

Cyra me acercó con la boca la medicina para el resfriado y la dejó a mi costado, regulando la temperatura de la tienda. En ese momento Mimi aprovechó para taparse de nuevo pero no iba a permitírselo.

Aparté de nuevo las mantas con suavidad.

—Tonta, estás ardiendo—le reproché—. Por mucho que te tapes seguirás sudando, se te enfriará y sentirás mucho más frío, abrigándote aún más. Es un círculo vicioso.

Necesitaba que su cuerpo liberase calor. Ahora que Cyra estaba allí se encargaría de que el choque térmico no fuese demasiado considerable.

>>Te dije que no tenías que acercarte tanto —suspiré. ¿Cómo podía ser tan terca? Ni siquiera estaba recuperada del todo y ya había caído ella también. Con un movimiento cuidado le pedí que se reincorporase un poco, sosteniéndola de los hombros—. ¿Qué te duele? Quizás no es mucho, pero mi medicina te ayudará a paliar un poco los síntomas.

>>Cielo, ¿me pasas la botella de agua?

Inari se tensó al escuchar que le hablaba. Miró a Mimi, luego a mí y después a la botella que sobresalía de mi mochila. Tardó un poco en reaccionar pero terminó por acercarse, tomarla con el hocico y tendérmela un tanto inseguro.

Relajé mis facciones al volverme hacia él, murmurando un ligero "gracias".

—Vamos, Mims —la llamé entonces, tendiéndole en la mano la pastilla mientras sujetaba la botella—. Después de tomártela te dejaré descansar, te lo prometo. Pero vas a tener que hacerme caso por una vez en tu vida.

 

Mimi Honda

Fruncí el ceño por toda respuesta. No es que disfrutaste estar sudando pero detestaba incluso más el frío. Por eso extendí mis manos y agarré las mantas amagando por cubrirme de nuevo.

—Ngh...—me quejé.

No funcionó.

Me dolía todo y había perdido bastante fuerza. Por mucho que me estuviese helando Liz tenía razón en algo. Era un círculo vicioso. Fiebre. Sudor. Frío. Calor. No lo rompería al menos que hiciese algo por descender la fiebre. ¿Cuantos grados tenía? ¿Dónde estaba Dex?

Al menos Cyra había regresado y su calor regulaba la temperatura de la tienda de modo que me deje hacer. Liza apartó las mantas y me reprochó el haberme acercado demasiado pensando que era su culpa.

—No seas tonta—respondí incorporándome con su ayuda—. Los virus tienen un tiempo de incubación determinado ¿sabes? No puedes haberme contagiado tú. Seguro lo pillé en alguno de los otros biomas.

Un virus de la gripe o del resfriado no tenía nada que ver con el frío después de todo. Y esta isla era desconocida... quién sabía la de enfermedades que podía haber. Quizás había sido en la jungla, entre tantos bichos.

En ese momento vi que me había acercado una pastilla en la palma y le dirigí una mirada de circunstancias. ¿Hacerle caso por una vez en mi vida? Tendría valor. Si era ella la que nunca me escuchaba.

Tomé la pastilla de su mano y la botella de la otra y me la tomé sin quejas. No era la primera vez que tomaba unas pastilla y definitivamente no iba a hacer el show de que me estaba tratando como un bebé.

White pretendió taparme y yo la detuve. En su lugar me bajé el gorro del anorak—tenía el cabello suelto y me había puesto la capucha solo por conservar el calor sin Snilkey allí—y bajé la cremallera hasta quitármelo.

>>¿Tienes un paño húmedo por ahí?