Isla Fantasía

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Dahyta, 28 Marzo 2013.

  1.  
    Dahyta

    Dahyta Iniciado

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    Hola a todos, quiero enseñarles mi historia, espero que les guste. Está basada en lucha medieval, magia, fantasía, monstruos y demás :) Por ahora dejo el capítulo principal, luego subiré los otros.



    Prólogo: Verdeen


    Antes de que la tierra se convirtiera en lo que hoy es, existió una isla enorme emplazada en medio una inmensa extensión de mar que sus habitantes denominaron Verdeen. A pesar de ser sólo una isla en ella había una inmensa diversidad de biomas y eso se debía a que el lugar había sido la sede de una batalla de dioses en los principios de la historia y cada divinidad había establecido una gran morada allí para descansar antes de cada afrenta.
    El dios más poderoso, aquel que todo lo creó, en un principio se regocijó viendo a sus hijos combatir porque era algo hermoso verlos atacarse y crear tormentas, terremotos e inundaciones. Sin embargo, con el paso del tiempo, aquel gran dios no sólo se aburrió sino que empezó a sentir desprecio por las atrocidades que hacían los combatientes. Las batallas habían dejado de ser justas, se crearon alianzas para atacar entre muchos a los más débiles y luego aparecieron las traiciones a esas alianzas.
    Por eso, el todopoderoso los detuvo y les habló. Les explicó que se habían convertido en seres hambrientos de poder y que habían dejado de lado el honor. Entre los dioses se miraron, desconociendo por completo esos valores. ¿Poder? ¿Honor? No entendían.
    Sin embargo, uno de ellos, el dios dragón, sí sabía lo que significaban esas palabras. Era el dios más astuto y hacía tiempo las había descubierto.
    —No entiendo bien qué es eso del honor. Yo sólo ayudé a mi hermano dragón porque el tonto de nuestro hermano tiburón lo quería ahogar —dijo la diosa cisne, angustiada.
    —¡¿Qué?! —el dios tiburón dio un salto en el gran mar, muy ofendido por lo que escuchó—. ¡Yo no tengo nada en contra de nuestro hermano dragón! Al contrario, él fue el que me dijo que nuestra hermana cierva estaba siendo atacada por nuestro hermano león.
    —Yo ataqué a cierva porque dragón me dijo que ella había insultado a nuestro padre —expresó el león seriamente.
    —¡Silencio! —estalló el todopoderoso muy asqueado—. ¡Se irán todos a dormir! ¡Quedarán encerrados en los cristales del tiempo y no volverán a salir hasta que el destino lo diga! Esta tierra ahora mismo va a ser dominada por seres mortales. Quizá desapareciendo para siempre ellos sí comprendan el verdadero significado de la palabra honor.

    Sin decir más, cada uno fue reducido a un colorido cristal del tamaño de un puño humano y fueron esparcidos por la isla y en el mar, a lugares inaccesibles para las próximas especies que lo poblarían.
    El dios, algo cansado, esperó una buena cantidad de tiempo para crear a las nuevas especies. En ese lapso se dio cuenta que extrañaba a sus hijos por lo tanto los iba a crear parecidos a ellos, o con su esencia al menos. Así mismo, seguía teniendo la firme convicción de hacerlos mortales. Si duraban menos de un suspiro sería lo mejor, así no se encariñaría con ellos y si se equivocaba podría borrarlos del mapa directamente. Se le ocurrió que ellos mismos pudieran crear a sus descendientes, así aunque cada uno de ellos no dure mucho podrían vivir una eternidad en sus propios hijos.
    Así fue como los creó. Les puso mucho empeño, no quería hacerlos tan fuertes como a sus propios hijos, temía que eso los llevara a querer más poder. Tampoco podía darles todas sus habilidades pues si tenían el poder de crear sus propios hijos mezclarían sus poderes y terminarían volviéndose más fuertes que él mismo. Y terminó haciéndolos como les pareció que mejor sentarían en esa gran isla en la que sus hijos habían decidido construir su morada.
    Desde aquellos días hasta hoy esas bestias creadas por ese gran dios fueron evolucionando hasta convertirse en los animales que hoy se conocen, en los monstruos que habitan la tierra y… en los humanos que la dominan.
    A pesar de que con el tiempo el deshonor y la lucha de poder fue penetrando el corazón de los hombres, el gran dios no pudo eliminarlos de la faz de la tierra. ¿Por qué? ¿Por qué a sus hijos sí los castigó y no podía castigarlos a ellos?
    La respuesta era simple: lo tenían cautivado. Sí, era cierto, se habían convertido en seres crueles, despiadados, arrogantes y egoístas pero habían descubierto algo que ni el mismo dios conocía: el amor.
    Sin dudas, el todopoderoso se había equivocado. Les había dado una habilidad mucho pero mucho más fuerte que la de sus propios hijos. No se dio cuenta que el amor era algo tan fuerte que ni él podría contra eso. Los seres humanos, sin duda alguna, reinarían por siempre en la tierra. El dios sólo esperaba que nunca se encontraran con sus antiguos hijos; no quería ni pensar lo que pasaría si algún día los grandes poderes antiguos se cruzaban con los de la actualidad.


    Gracias a los que leyeron! Espero que les haya gustado y poder continuarlo pronto.
     
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  2.  
    Temarii Juuzou

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    Hola, la verdad, me encanto esta historia, y narras bastante bien :D

    Bueno, antes que nada, creo que si separaras un poco los párrafos y los diálogos se podría leer mejor, aunque la verdad así también se puede leer :D
    Creo que aqui es Biomasa ¿No?
    inmensa diversidad de biomas

    Fuera de eso, me ha gustado tu manera de narra (ya lo había mencionado) y me gusto el trama que le das al prologo, no hay mejor cosa que llame la atención que un prologo bien hecho :)
    Espero leer la continuación pronto :)

    Besos
     
  3.  
    Dahyta

    Dahyta Iniciado

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    ¡Muchas gracias, amiga Dani! Pues con respecto al error que me dices bioma y biomasa tiene un significado similar así que creo que está bien dicho de cualquier manera... Tomé tu consejo de separar los párrafos. Espero que te guste a tí y a todos el segundo capítulo. Aquí va:


    Capítulo 1: Merina


    En el centro de la isla Verdeen había una gran ciudad donde moraban la mayor parte de los humanos. Era una ciudad construida con piedra y madera, enorme, que había empezado siendo un castillo donde los primeros habitantes del lugar se protegían de los peligrosos monstruos que merodeaban por los alrededores y que luego se convirtió en la gran urbe amurallada que ahora era Farid, la ciudad capital de Verdeen.

    En el castillo actualmente sólo moraba el rey y sus lacayos. El rey, conocido con el nombre de Eradio segundo y apodado “El Rugido de Dios”, era quien impartía su ley en el lugar y en los confines de Verdeen pues su ejército era temido hasta en los mares. Ese ejército estaba formado por una enorme masa de guerreros dorados, magos de túnicas en llamas y arqueros con flechas flamígeras. La ciudad era un fuerte del que pocos se animaban a salir.

    Pero tampoco había necesidad de hacerlo pues dentro de esas murallas había todo tipo de provisiones como para vivir los próximos cien años. Se podían ver grandes extensiones de tierra cultivada con granos y vegetales, árboles de fruta, animales pastando, carretas llevando y trayendo provisiones e incluso había entradas a túneles subterráneos que los mineros utilizaban para buscar hierro para las armaduras. A medida que la ciudad fue creciendo las casas terminaron construyéndose muy cerca de los campos sembrados y de los animales por lo que a veces se confundía el olor de los seres humanos con el de los puercos o el de las vacas.

    Otro lugar donde los olores se mezclaban era en las tabernas que utilizaban tanto los guerreros como los campesinos, los plebeyos, los sirvientes del rey y hasta el rey mismo. Era en esos bares donde se gestaban los mejores negocios, donde se encontraba a los mejores trabajadores y donde más se divertían por lo que en la ciudad no escaseaban, incluso había un lugar cerca del castillo donde había una gran cantidad de bares adyacentes para que las personas visitaran uno distinto cada día.

    En esas condiciones, los dueños de los bares debían ofrecer servicios distinguidos de los demás para poder sobresalir y tener una clientela fija. Algunos ofrecían las mejores bebidas, otros la mejor protección, algunos tenían prostitutas sentadas en todas las mesas para que la oferta no escasee y hasta algunos ofrecían eventos y exposiciones teatrales.

    Era en uno de ellos donde Merina servía con increíble agilidad y equilibrio bebidas para todos los que pidieran. Rufo era el nombre del dueño del bar, su tío, un tipo gruñón y regordete que había trabajado allí desde que era un niño y que aceptó de mala gana cuidar a su sobrina cuando su hermana falleció. Desde que Merina llegó al bar, Rufo la puso a trabajar para ganarse el alimento y la muchacha no lo había hecho nada mal sin embargo desde hacía ya un tiempo se venía desarrollando y los brutos clientes empezaban a verla como algo más que una niña llevándoles alcohol.

    La ventaja que diferenciaba a ese bar de los demás era que tenía un servicio rápido. Sólo vendía bebidas y Rufo siempre estaba saciando a los bebedores con excelente velocidad. Por eso, todos los exploradores que estaban de paso y querían tomar algo con viejos conocidos iban allí donde no perdían en el tiempo como en otras tabernas que tardaban horas para servirlos.

    Merina en ese tiempo, con sus dieciocho recién cumplidos, era una belleza exótica única en el lugar. Vestida con sus horribles y enormes ropas marrones trataba de pasar desapercibida pero para los borrachos pasajeros era imposible no detenerse a ver su sedoso y limpio cabello castaño. Siempre estaban acosándola con la mirada o la tocaban mientras dejaba las bebidas en la mesa. Rufo nunca la defendía así que ella por sí misma debía sacarse de encima a los delincuentes que a veces se propasaban más de la cuenta.

    Ese día ella estaba sirviéndole vino a un explorador de gran tamaño cubierto con armadura de bronce brillante cuando por detrás sintió una mano deslizándose por su pierna a través de sus enormes pantalones. Era el borracho que ocupaba la mesa de al lado, un explorador principiante con opaca armadura de cuero que hacía un buen rato estaba bebiendo alcohol y ya se creía el gran guerrero. Merina le dio una patada tratando de que fuera algo disimulado pero sin querer golpeó la mesa del pobre caballero al que le estaba sirviendo haciendo que las bebidas cayeran de la mesa al suelo.

    El rostro de la chica fue el de la más pura agonía mientras el enorme sujeto con armadura amarilla la observaba sorprendido. Su tío suspiró con enfado detrás de la barra tratando de no prestarle atención. El principiante de la mesa de atrás reía.

    —L-lo siento, señor, no fue mi intensión. ¿Lo ensucié? ¿Lo lastimé?

    Al oír eso último el guerrero la rebajó con la vista, sorprendido. La chica admiró el físico de acero del hombre y, agachando la cabeza, empezó a recoger los vidrios que habían quedado.

    —¡Merina! ¡Vuelve a llevarle la bebida y no pierdas el tiempo! —le gritó Rufo al ver que la chica se ponía a asear en vez de atender rápido a la clientela.

    La muchacha de cabellos color miel corrió presurosa a buscar las bebidas y se las llevó al instante. Los dos exploradores sonreían como si les divirtiera ver a Merina correr de un lado a otro.

    Aprovechándose de su situación, el joven principiante esperó a que la chica se tendiera en el suelo a fregarlo para acariciarle la espalda y los cuartos traseros. Ella, mordiéndose los labios, fregó con rapidez para poder irse. Se estaba enojando mucho y no quería matar a ese tipo, ya había hecho suficiente escándalo.

    Cuando la mano del tipo ya empezó a ponerse pesada en su cuerpo, Merina no aguantó más y se levantó. Con el trapo sucio lleno de alcohol y vidrios pegados le abofeteó la cara. Estaba enfurecida. El joven explorador se quedó viéndola sorprendido y con la mejilla derecha enrojecida y llena de cristales. El gran guerrero sonrió mientras veía la escena.

    —¡Ya vas parando con el toqueteo! Esta no es la taberna de las prostitutas así que me respetas. Y si no te gusta ahí está la puerta.

    Ofendido, el principiante se levantó dispuesto a ponerla en su lugar. La chica se le iba a tirar encima a arrancarle la piel de la cara a arañazos cuando por la cintura, con muchísima delicadeza, el gran guerrero la detuvo. Se colocó frente al joven y apoyó una de sus enormes manos en la espada que llevaba ceñida a su cintura.

    El chico entendió la indirecta; no era un oponente con el cual empezar una pelea. Tomó sus cosas y sin pagar la cuenta se fue.

    Merina, sonriente, no podía dejar de admirar al caballero que volvió a sentarse como si nada hubiera pasado. Le hizo una reverencia.

    —Muchas gracias, señor, que Dios lo bendiga.

    —No fue nada. Lo vengo viendo desde la vez que me pateaste la mesa.

    —¿De verdad? Bueno, me alegra saber eso.

    —No, a mí me alegra conocer una muchacha como tú. Dime, ¿nunca pensaste en unirte al Convento Leonino?

    La chica se llevó las manos a la cintura tratando de razonar por qué le hacía esa pregunta.

    —¿Esa iglesia para niñas que hacen voto de pureza? No, desde ningún punto de vista.

    El tipo río para sus adentros y conectó sus ojos celestes con los marrones de ella.

    —¿Y nunca pensaste en ser una luchadora?

    En ese instante sí que se sorprendió. De verdad nunca lo había pensado. Su tío desde donde estaba escuchaba la conversación tratando de no perderse detalle.

    —¿Y por qué me pregunta eso? Yo no sé pelear.

    —Saber o no saber pelear no es la cuestión. Eso se aprende. Lo que yo veo en un guerrero es su actitud y tú, muchacha, tienes mucha actitud de guerrera.

    Merina se sonrojó y no supo qué decir. Eso parecía un halago y nunca le habían hecho uno tan lindo.

    —No diga eso, señor, me apena.

    —Podrías ser una excelente guerrera. Es más, voy a salir a dar una vuelta por Veerden pero necesito alguien que me acompañe y cuide mis caballos cuando yo no pueda hacerlo. Si aceptas venir conmigo puedo enseñarte a usar una espada o un arco, lo que gustes.

    La chica sintió como se le agitaba el pecho. De verdad le gustaba la idea pero no estaba segura.

    —¡Eso ni se le ocurra! —dijo Rufo desde la barra—. No dejaré a mi sobrina en manos de ningún hombre así como así y menos gratis.

    —¡Tío! ¡Cállate, no soy tu esclava! Yo me voy con quien quiero —le aclaró la chica angustiada, delatando que la idea le interesaba bastante.

    El fornido guerrero se levantó tranquilamente, se acercó a la barra y sacó de su cinturón una bolsita de cuero con oro.

    —Mire, Rufo, aquí tiene lo mío, lo del tipo que espantó su sobrina y un extra para que contrate a un nuevo ayudante.

    El cantinero levantó la bolsita para evaluar su peso y bastante sorprendido trató de regatear algo más.

    —Mire, yo no creo que…

    —No tengo más dinero. Me iré si no acepta la oferta pero dígame, ¿cree que de verdad le conviene tener a esta chica trabajando aquí? ¿Cuánto cree que dure hasta que asesine a alguien? En ese caso usted tendría un problema, yo se lo estoy quitando de encima y además le estoy pagando. ¿Qué me dice?

    Rufo rascó su enorme barriga y apretó en su puño la bolsa con dinero. Era mucho, le interesaba la oferta, no podía dejarla escapar y lo que decía el guerrero era cierto. Algo andaba mal y no lograba convencerse.

    —Si me dejas ir ya no tendrás que hacerme de comer —acotó la chica sonriente, ya entusiasmada con su destino lejos de ese nido de ratas.

    —Trato hecho —confirmó Rufo apretando la mano acerada del guerrero sin titubear.

    —¿De verdad viajaré contigo por toda la isla? —preguntó Merina sin poder creerlo.

    —Sí, nos vamos ahora mismo.

    —I-iré a buscar mis cosas —dijo nerviosa la chica.

    —No, no te lleves nada. Ven así como estás.

    La chica, entusiasmada, soltó el trapo que tenía en su mano, le dio un gran beso y un abrazo a su tío y corrió hacia la puerta de salida dispuesta a acompañar a ese inmenso guerrero en su aventura.



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    Hasta la próxima entrega :)
     

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