Explícito de Inuyasha - EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por quem, 6 Agosto 2021.

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    quem

    quem Orientador ejemplar Orientador

    Virgo
    Miembro desde:
    21 Febrero 2021
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    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    348
    EL PRÍNCIPE OSCURO

    Disclaimer: Esta historia no me pertenece, es una adaptación para el fandom de Inuyasha, espero que les guste y apoyen a la escritora.

    Christine Feehan © El príncipe oscuro

    Inuyasha © Rumiko Takahashi

    Adaptación © FandomMLB

    Advertencia/Aclaración: Puede que la adaptación, tenga violencia, recuerden que es de vampiro van aparecer algunos personajes de mi creación, porque en el anime/manga ay personajes que la mayoría son demonios sin rostro, y eso que algunos me dan un poco de miedo, así para que se acoplara tuve que crear algunos de mi loca imaginación.

    Character x OC.

    Los personajes no me pertenecen, ósea los del anime/manga.

    La historia tampoco, es una adaptación.

    Esta historia/adaptación: Es para una amiga yo InunoTaisho (espero que no te moleste, que te haiga etiquetado) y ella nos imaginamos, a Sesshomaru como vampiro, así que se lo hice realidad, veamos cómo me sale está loca adaptación.


    PROLOGO

    Sesshomaru, príncipe de los vampiros, ha encontrado por fin la luz después de siglos de tinieblas, y donde menos podía sospecharlo. Porque ha sido una mujer humana, Rin, la que ha contactado con él y le ha demostrado que es la elegida para ser su compañera eterna. Ella le encuentra fascinante y atractivo, pero no es fácil para una mujer moderna aceptar las costumbres y extraños poderes de los Vampiros.

    Más difícil será aún, teme Sesshomaru, que acepte la realidad sobre esta raza . Pero mientras tanto, un peligro más real se cierne sobre ellos, en forma de un grupo de fanáticos dispuestos a borrar a esta prodigiosa raza de la faz de la tierra.



    Hola mis lectrox, una nueva adaptación para el fandom Inuyasha espero que les guste, la historia es de vampiros y lobos.

    Bueno, es pero que les guste.

    BAY KITTIS.

     
    Última edición: 21 Diciembre 2021
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    EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    8091
    EL PRÍNCIPE OSCURO

    Disclaimer: Esta historia no me pertenece, es una saga para el fandom Inuyasha, espero que les guste y apoyen a la escritora.

    Christine Feehan © El príncipe oscuro

    Inuyasha © Rumiko Takahashi

    Adaptación © FandomMLB



    Advertencia/Aclaración: Puede que la adaptación, tenga violencia, recuerden que es de vampiro van aparecer algunos personajes de mi creación, porque en el anime/manga ay personajes que la mayoría son demonios sin rostro, y lo peor que algunos asustan, así que para que se acoplaran, tuve que crear algunos de mi loca imaginación.

    Character x OC.

    Los personajes no me pertenecen, ósea los del anime/manga.

    CAPITULO 1

    No podía engañarse a sí mismo durante más tiempo. Despacio, con infinito cansancio, dejó a un lado el libro. Era una primera edición, encuadernado en cuero. Este era su fin. No podía soportarlo más. Los libros que tanto amaba no podrían ahuyentar durante más tiempo la infinita soledad de su existencia. El despacho estaba repleto de libros, desde el suelo hasta el techo, a lo largo de tres de las cuatro paredes de la habitación. Había leído todos y cada uno de ellos a lo largo de los siglos, algunos los conocía de memoria. Pero su mente no encontraba ya sosiego en ellos. Los libros alimentaban su intelecto, pero destrozaban su corazón.

    - El problema no reside realmente en estar solo, sino en sentirse solo. Uno puede sentirse solo en mitad de una multitud, ¿no es verdad?

    Sesshomaru se puso rígido, sólo sus ojos carentes de alma se movían con cautela, como los de un peligroso depredador olfateando el peligro. Inspiró profundamente, cerrando su mente al momento, mientras todos sus sentidos se extendían para localizar al intruso. Estaba solo. No podía equivocarse. Era el más viejo, el más poderoso, el más astuto. Nadie podría penetrar sus hechizos de protección. Nadie podía acercársele sin que él lo supiera. Intrigado, repitió las palabras, escuchando la voz. Mujer, joven, inteligente. Entreabrió su mente, sopesando los caminos hacia ella, buscando sus huellas mentales.


    - He descubierto que es así -contestó él.

    Se dio cuenta que contenía el aliento, que necesitaba de nuevo el contacto.

    Una humana. ¿Quién se interesaba por él? Estaba intrigado.


    - En ocasiones, voy a la montaña y me quedo allí durante días, semanas, y no me encuentro sola, pero en una fiesta, rodeada de cientos de personas me siento más sola que en cualquier otro lugar.

    Una oleada de pasión hizo que su cuerpo se contrajera. La voz de la mujer llenaba su mente con su suavidad, era musical y sensual por la inocencia que desprendía. Sesshomaru no había experimentado ninguna emoción desde hacía siglos; su cuerpo no había querido una mujer durante cientos de años. Pero ahora, escuchando esta voz, la voz de una mujer humana, estaba perplejo al sentir el calor que se extendía por sus venas.

    - ¿Cómo es que puedes hablarme?

    - Siento mucho si te has sentido ofendido -Podía sentir que su arrepentimiento era sincero, sentía su disculpa- Tu dolor era tan extremo que no pude ignorarlo. Pensé que quizás querrías hablar. La muerte no es la respuesta a la infelicidad. Creo que ya lo sabes. En cualquier caso no hablaré más si no lo deseas.

    - ¡No! -Su respuesta fue una orden despótica dada por un ser acostumbrado a una obediencia total.

    Sesshomaru sintió la risa de la mujer antes de que el mismo sonido llegara a su mente. Suave, libre, incitante.

    - ¿Estás acostumbrado a que todos los que te rodean te obedezcan?

    - Por supuesto.

    Sesshomaru no supo cómo interpretar la risa de ella. Estaba intrigado. Sentimientos. Emociones. Se amontonaban en su interior hasta sobrecogerlo.

    - Eres europeo, ¿verdad? Rico, y muy, muy arrogante.

    Se encontró a si mismo sonriendo con las bromas de la mujer. Él nunca sonreía. No lo hacía desde hacía más de seiscientos años.

    - Has acertado en todo.

    Se encontró de nuevo esperando la risa femenina, necesitándola con la sed que un adicto espera la droga. Cuando llegó fue un sonido ronco y alegre. Tan suave como el roce de unos dedos sobre su piel.

    - Soy americana. Somos como el agua y el aceite, ¿no crees?

    La había escogido, tenía su rastro. No se le escaparía.

    - Las mujeres americanas pueden ser amaestradas, con los métodos adecuados -Arrastró las palabras deliberadamente, anticipando su reacción.

    - Eres realmente arrogante.

    Amó el sonido de su risa, lo saboreó y lo guardó en su interior. Sesshomaru percibió la somnolencia de la mujer, su bostezo. Mucho mejor así. Envió una ligera orden mental, apenas un empujoncito a la mente femenina, con delicadeza, instándola a dormirse para poder examinarla.

    - ¡Deja de hacer eso!

    La mujer reaccionó con una rápida retirada, dolida y suspicaz. Se alejó con un bloqueo mental tan rápido que lo dejó atónito con su destreza, demasiada fuerza para alguien tan joven, muy fuerte para ser humana. Y ella era humana. Estaba seguro de ello. Supo, sin mirar siquiera, que tenía exactamente cinco horas hasta que el sol saliera. Podía soportar el pálido sol del amanecer y el del atardecer. Comprobó el bloqueo de la mujer, con cuidado para no alarmarla. Sus labios dibujaron una débil sonrisa. Ella era fuerte, pero no lo suficiente.

    El cuerpo de Sesshomaru, dotado de fuertes músculos y con una fuerza sobrehumana, perdió consistencia y se disolvió convirtiéndose en una ligera neblina cristalina que se deslizó por debajo de la puerta, flotando en el aire de la noche. Las pequeñas gotas de agua se unieron, se conectaron entre sí para dar forma a un pájaro de grandes alas. Bajó en picado, voló en círculos y atravesó la oscuridad de la noche en silencio, hermoso y letal.

    Sesshmaru se deleitó en la poderosa sensación de volar, el viento chocaba contra su cuerpo, el aire de la noche le hablaba, susurrándole secretos, trayéndole el olor de la caza, del hombre. Siguió el ligero rastro psíquico de la mujer sin perderlo. Muy sencillo. Su cuerpo todavía se agitaba con la pasión.

    Una humana, joven, rebosante de vida y risas, una humana conectada mentalmente a él. Una humana llena de compasión, inteligencia y fuerza. La muerte y el dolor podrían esperar otro día, hasta que su curiosidad quedara saciada.

    La pensión era pequeña, en la linde del bosque, al pie de la montaña. El interior estaba oscuro, una luz suave alejaba la penumbra en una o dos de las habitaciones y quizás también el recibidor estuviera iluminado mientras los huéspedes descansaban. Se posó en el balcón de la habitación de la joven, en el segundo piso y se quedó completamente quieto, como si formara parte de la noche. La luz estaba encendida, señal de que la chica no podía dormir. Los ojos de Sesshomaru, dorados y ardientes, la vieron a través del cristal, la vieron y la reclamaron.

    Era una mujer de delicada estructura, con bonitas curvas y pequeña cintura, y una hermosa melena oscura que se deslizaba por su espalda, desviando la atención hasta su redondeado trasero. Sesshomaru se quedó sin aliento. La joven era exquisita, hermosa, de piel sedosa, con inmensos ojos café brillante rodeados de largas y espesas pestañas. No se le escapó un solo detalle. Un camisón de encaje, largo, se pegaba a su piel acariciando sus pechos, dejando desnuda su garganta y sus pálidos hombros. Sus pies eran pequeños, como sus manos. Mucha fuerza para un envoltorio tan pequeño.


    Se estaba cepillando el pelo, de pie junto a la ventana, contemplando la noche sin ver nada. Su rostro tenía una expresión ausente; la tensión podía percibirse en sus labios, plenos y sensuales. Sesshomaru podía sentir su angustia, la imposibilidad de conciliar el sueño que tanto necesitaba. Se encontró a si mismo siguiendo con la mirada cada movimiento del cepillo a lo largo de su melena. Ella se movía de forma inocente y erótica. Sesshomaru tembló, atrapado en el cuerpo del ave. Levantó el rostro hacia el cielo, dando gracias. Después de siglos sin sentir ninguna emoción, la sensación de felicidad que atravesaba su cuerpo era increíble.

    Sus pechos se elevaban, apetitosamente, con cada pasada del cepillo, marcando su delicado talle y su pequeña cintura. El encaje se adhería a su cuerpo, dejando entrever el triángulo oscuro entre sus piernas. Sesshomaru clavó las garras en la barandilla de madera, dejando sus marcas. Siguió contemplándola. Era elegante y seductora. Fijó su ardiente mirada en su delicada garganta, donde el pulso latía de forma agitada. Suya. Apartó bruscamente ese pensamiento, agitando la cabeza.


    Ojos café. Café. Ella tenía los ojos café. Fue solo entonces cuando se dio cuenta que podía ver los colores; brillantes e intensos. Se quedó totalmente paralizado. No podía ser. Los hombres de su especie perdían, junto con sus emociones, la capacidad de ver otro color que no fuese el gris. Era imposible. Solo la mujer que compartiría su vida, su compañera, devolvería a un hombre las emociones junto con el color. Las mujeres de la raza de los Cárpatos eran la luz para la oscuridad del hombre. No quedaban mujeres de su raza que dieran a luz a posibles compañeras para los hombres que se encontraban solos. Las pocas que aún quedaban parecían incapaces de concebir niñas, sólo nacían niños. Se encontraban en una situación desesperada. Las mujeres humanas no podían ser transformadas sin dañarlas. Ya se había intentado. Era totalmente imposible que esta humana fuera su compañera.

    Sesshomaru siguió observándola mientras apagaba la luz y se echaba en la cama. Percibió la pequeña agitación en su mente, la búsqueda.


    - ¿Estás despierto? - Estaba desafiándolo.

    Se negó a contestar en un principio, no le gustaba la sensación de necesidad que parecía crecer en su interior. No podría soportar su falta de control; no lo consentiría. Nadie tenía poder sobre él; y ciertamente no se lo iba a permitir a una jovenzuela americana con más fuerza que sentido común.

    - Sé que puedes oírme. Lo siento si soy una entrometida. Lo hice sin pensar; no volverá a ocurrir. Pero para que tomes nota, no vuelvas a intentar doblegarme con tus músculos.

    Le alegró estar bajo la forma de un animal, así no podía sonreír. Ella ni siquiera sabía con qué músculo le gustaría doblegarla.


    - No me sentí ofendido -Le contestó con suavidad. Se vio obligado a contestar, fue un acto compulsivo. Necesitaba oír su voz, el suave susurro deslizándose por su mente como si fueran caricias sobre su piel.

    La chica se dio la vuelta, arregló la almohada, se frotó las sienes como si le doliera la cabeza. Su otra mano yacía sobre la sábana. Sesshomaru quería tocar esa mano y sentir la piel cálida y sedosa bajo la suya.


    -¿Por qué intentaste controlarme? No era sólo una pregunta meramente intelectual, como ella pretendía. Pudo percibir que de alguna forma se sentía herida, desilusionada. Se movía inquieta, como si estuviera esperando a su amante.

    La imagen de ella con otro hombre lo enfureció. Sentimientos después de tantos años. Claros, afilados, dirigidos hacia ella. Sentimientos reales.

    - Está en mi naturaleza intentar controlar.

    Estaba exultante de felicidad y al mismo tiempo se daba cuenta de que era más peligroso que nunca. Siempre había que controlar férreamente la sensación de poder. A menor emoción, más fácil contenerse.

    - No intentes controlarme.

    Había algo en su voz, no podía darle un nombre, una especie de amenaza. Y Sesshomaru era una amenaza real para ella.


    - ¿Cómo puede alguien controlar su propia forma de ser, pequeña?

    Vio cómo la sonrisa de la joven llenaba su soledad, como si quedase grabada en su corazón, en sus pulmones, haciendo que su sangre circulara vertiginosamente.

    - ¿Por qué ibas a pensar que soy pequeña? Soy tan grande como una casa.

    - ¿Se supone que debo creérmelo?

    La risa se desvaneció poco a poco de la voz y la mente de la joven, pero permaneció en la sangre de Sesshomaru.

    - Estoy cansada, de nuevo te pido perdón. Me he divertido hablando contigo.

    - ¿Pero? -Apuntó él.

    - Adiós -Terminantemente.

    Sesshomaru emprendió el vuelo, subiendo vertiginosamente por encima del bosque. No era un adiós. Él no lo permitiría. No podía permitirlo. Su supervivencia dependía de ella. Algo, alguien había despertado su interés, su deseo de vivir. Ella le había recordado que todavía existían cosas como la risa, que la vida consistía en algo más que en la simple existencia.

    Por primera vez desde hacía siglos, se maravilló de la vista que ofrecía el bosque desde las alturas. La bóveda de ramas que se mecían con el viento, la forma en que los rayos de la luna se derramaban sobre los árboles y bañaban de plata los arroyos. Todo era increíblemente hermoso. Le habían hecho un regalo de valor incalculable. De alguna forma, una mujer humana se las había arreglado para conseguirlo. Y ella era humana. Lo habría sabido de inmediato si hubiera pertenecido a los de su especie. ¿Podría hacer lo mismo por los otros hombres al borde de la desesperación si tan sólo les hablara?

    Una vez en el refugio de su hogar, paseó preocupado con una inquieta energía hacía largo tiempo olvidada. Recordaba la piel suave, imaginaba su tacto al acariciarla, bajo su cuerpo, intentaba descubrir cuál sería su sabor. Se excitó al pensar en la imagen de su sedosa melena rozando su acalorado cuerpo, de su delicada garganta ante él. Su cuerpo se endureció inesperadamente. No era la suave atracción física que había sentido siendo un novato, ahora era un dolor salvaje, apremiante e implacable. Perplejo ante el giro erótico que tomaban sus pensamientos, Sesshomaru se impuso una rígida disciplina. No era capaz de afrontar la pasión real. Descubrir que era un hombre posesivo, mortal si lo encolerizaban y protector más allá de cualquier medida lo dejó aturdido. Esta clase de pasión no podía compartirse con una humana; era demasiado peligroso.

    La joven era una mujer libre, fuerte para ser mortal, y estaba seguro que le plantaría cara a su naturaleza posesiva en cualquier ocasión. Él no era humano. La suya era una raza de seres con instintos animales implantados mucho antes del momento de nacer. Era mucho mejor mantener la distancia y satisfacer su curiosidad solo a nivel intelectual. Cerró todas las puertas y ventanas de forma meticulosa, protegiendo cada posible entrada con hechizos imposibles de franquear y descendió a su lugar de descanso, la cámara donde dormía durante el día. Estaba protegida de cualquier posible amenaza. Si dejaba esta vida, sería por su propia voluntad. Se tumbó en la cama. No tenía necesidad del reparador sueño que proporcionaban las profundidades de la tierra; podía disfrutar de las pequeñas comodidades humanas. Cerró los ojos y ralentizó su respiración.

    Su cuerpo se negaba a obedecer. Su cabeza estaba llena de imágenes de ella, de escenas eróticas y burlonas. La imaginó tumbada en la cama, desnuda bajo el encaje blanco, alzando los brazos para recibir a su amante. Maldijo en voz baja. En lugar de imaginarse que era él el que la tomaba, vio la imagen de otro hombre. Un humano. Su cuerpo se agitó con ira, y su ira era implacable y mortal.

    Piel como la seda, cabello como la seda. Alzó la mano. Construyó la imagen con mortal precisión y con un firme propósito en la cabeza. Prestó atención a todos los detalles, incluso a las uñas de los pies, pintadas de un color absurdo. Sus fuertes dedos se cerraron en torno a su pequeño tobillo, sintió la textura de la piel femenina y se quedó sin aliento, su cuerpo se tensó al imaginar el placer. Pasó la mano por su pantorrilla, masajeándola, tentándola, subió hasta la rodilla, hasta el muslo.

    Sesshomaru sintió el preciso instante en que ella despertó. Sentía su cuerpo arder, el miedo de la chica lo golpeó. De forma deliberada, para que ella supiera a que se estaba enfrentando, deslizó la palma de su mano por el interior del muslo, acariciándola, frotando suavemente.


    - ¡Detente! -Ella sentía como su cuerpo ardía por él, anhelaba su contacto, deseaba que la poseyera. Sentía el desenfrenado latido del corazón a la par que la lucha mental que sostenía con él.

    - ¿Te ha tocado algún hombre de esta forma? –Sesshomaru le susurró las palabras de forma mortalmente sensual y oscura.

    - ¡Maldito seas, no sigas! -Las lágrimas brillaban como joyas en los ojos azules y en su mente- Yo sólo quería ayudarte. Ya me disculpé...

    Siguió moviendo la mano, hacia arriba, tenía que hacerlo, hasta llegar a los pequeños y húmedos rizos que guardaban la entrada a su lugar secreto. Dejó la mano allí, de forma posesiva, introduciéndose en su cálida humedad.

    - Vas a contestarme, pequeña. Todavía hay tiempo para que vengas a mí, para que ponga mi marca sobre ti, para que te posea -le advirtió con voz sedosa- Contéstame.

    - ¿Por qué me estás haciendo esto?

    - No me desafíes -Sesshomaru habló ahora con rudeza, por la simple necesidad. La acarició con los dedos hasta encontrar el lugar más sensible- Estoy siendo extremadamente amable contigo.

    - Ya sabes que la respuesta es no -murmuró derrotada.

    Entonces, él cerró los ojos, y fue capaz de calmar a los salvajes demonios que herían su cuerpo.

    - Duerme, pequeña; nadie te hará daño esta noche.

    Rompió el contacto y se dio cuenta que su cuerpo estaba tenso, cubierto de sudor. Era demasiado tarde para detener a la bestia que rugía en él, ansiando su liberación. Ardía de deseo por ella, sentía cómo el pulso le martilleaba las sienes, las llamas recorrían su piel y llegaban a todas sus terminaciones nerviosas. La bestia surgió, mortal y hambrienta. Había sido mucho más que amable. Y ella, sin advertirlo, había liberado al monstruo. Deseaba que la joven fuera tan fuerte como él la creía.

    Sesshomaru cerró los ojos ante su otro yo maldito. Hacía siglos que había aprendido que no había nada que hacer. Y esta vez no quería luchar. Esta no era una simple atracción sexual, era mucho más. Era algo primario. Algo en su más profundo ser llamaba a la parte más profunda de ella. Quizás ella anhelaba su naturaleza salvaje de la misma forma que él ansiaba su risa y su compasión. ¿Qué importaba? Ya no había escapatoria para ninguno de los dos.

    La buscó con la mente suavemente, antes de cerrar los ojos y permitir que su respiración cesara. La chica lloraba en silencio, aún sentía en su cuerpo el deseo que él le había provocado tan sólo con la mente. Estaba dolida y confundida, tenía dolor de cabeza. Sin pensarlo, sin razonar, la envolvió en sus fuertes brazos, acarició su cabello y le envió toda la calidez y la ternura que pudo para arroparla.

    -Me temo que te he asustado pequeña; fue un error. Duerme ahora, estarás segura –Murmuró las palabras mientras rozaba sus sienes, su frente, con los labios, con suavidad, acariciando su mente con ternura.

    Pudo sentir como la mente femenina se fragmentaba, como si hubiera estado utilizando su capacidad telepática para seguir a alguien enfermo y retorcido.

    Parecía tener heridas mentales que aún sangraban y necesitaban cura. Estaba rendida de cansancio debido a su encuentro anterior y no tenía fuerzas para luchar contra él. Sesshomaru acompasó su respiración a la de ella, respirando con ella, para ella, despacio, de forma regular, acompañó los latidos de su corazón hasta que ella se relajó, agotada y somnolienta. Le ordenó en un susurro que se durmiera, y ella cerró los ojos. Se quedaron dormidos a la vez, pero muy alejados, la joven en la pensión, Sesshomaru en sus aposentos.

    EN LA MAÑANA SIGUIENTE
    Alguien golpeaba la puerta de su habitación, el sonido penetró hasta lo más profundo de su sueño. Rin luchaba contra la espesa niebla que mantenía sus ojos cerrados y hacía que su cuerpo se negara a moverse. La sensación de alarma la recorrió de arriba abajo. Era como si la hubieran drogado. Vio el pequeño despertador en la mesita de noche. Eran las siete de la tarde. Había estado durmiendo durante todo el día. Se incorporó lentamente, tenía la sensación de estar atrapada en arenas movedizas. Los golpes en la puerta comenzaron de nuevo.

    El sonido retumbó en su cabeza martilleando sus sienes.

    - ¿Qué?

    Intentó que su voz sonara calmada, aunque el corazón le latía frenéticamente. Estaba metida en un problema. Necesitaba hacer su equipaje ya. Salir corriendo. Sabía que sería inútil. ¿No era ella la única que había seguido mentalmente a cuatro asesinos psicópatas? Y este hombre era mil veces más poderoso que ella. Aunque la verdad era que se sentía intrigada al encontrar a otra persona con habilidades telepáticas. Nunca había conocido a otra persona con un don como el suyo hasta ahora. Quería quedarse y aprender de él, pero la forma casual en la utilizaba sus poderes lo hacía demasiado peligroso. Se vería obligada a poner distancia entre ellos, quizás cruzar el océano para sentirse a salvo.

    - Rin, ¿te encuentras bien? -La voz masculina dejaba entrever la preocupación.

    Owen. Había conocido a Owen y a Daniel, una pareja de hermanos, la noche anterior en el comedor, al llegar del viaje en el tren. Viajaban haciendo un recorrido turístico junto con otras seis personas. Ella se sentía muy cansada y no se enteró muy bien de la conversación que mantuvieron.

    Rin había venido a los Cárpatos para estar sola y recuperarse del sufrimiento que supuso el conocer la mente retorcida de un depravado asesino en serie. No había buscado la compañía de los turistas, pero Owen y Daniel habían ido a buscarla. Los había olvidado por completo.

    - Estoy bien, Owen, me temo que tengo una pequeña gripe, -le contestó ella, sintiéndose lejos de estar bien. Se pasó una mano trémula por el pelo- Sólo estoy cansada. Vine aquí para descansar.

    - ¿No vamos a cenar juntos? -estaba dolido y eso la sorprendió. No quería que nadie le impusiera nada y lo último que necesitaba era estar en un comedor atestado, rodeada de un montón de gente.

    - Lo siento. Quizás en otra ocasión -No tenía tiempo para ser educada.

    ¿Cómo pudo cometer ese error tan enorme la noche anterior? Siempre era muy cuidadosa, evitaba cualquier contacto, nunca tocaba a otra persona, nunca se acercaba a nadie.

    Simplemente percibió el tremendo dolor y la soledad que irradiaba aquel desconocido. Supo por instinto que él tenía poderes telepáticos, que su soledad era mucho mayor que la de ella, que su dolor era tan enorme que se estaba planteando la idea de acabar con su vida. Ella sabía lo que era la soledad.

    Cómo te hacía sentir diferente. No había sido capaz de quedarse con la boca cerrada; necesitaba ayudarle si era capaz. Rin se frotó las sienes intentando aliviar el martilleo que sentía en la cabeza. Siempre le ocurría después de usar sus poderes telepáticos.

    Obligándose a levantarse, caminó despacio hacia el baño. Él la controlaba sin ni siquiera mantener contacto. La idea la aterrorizó. Nadie debería ser tan poderoso. Abrió el grifo por completo, esperando que el chorro de agua despejara las telarañas de su mente.

    Había ido allí para descansar, para deshacerse del hedor que impregnaba su mente, para sentirse limpia y entera de nuevo. Su preciado don psíquico la agotaba hasta dejarla físicamente exhausta. Rin alzó la barbilla. Su nuevo contrincante no la asustaría. Ella tenía disciplina y control. Y esta vez podía huir. No había vidas inocentes en juego.

    Se vistió con unos vaqueros desgastados y un top de ganchillo como desafío.

    Había notado que él pertenecía al Viejo Mundo y frunciría el ceño ante su atuendo americano. Hizo la maleta en un momento, de cualquier manera, metiendo el maquillaje y la ropa en la maltrecha maleta tan rápido como pudo.

    Horrorizada, leyó el horario del tren. No pasaba ninguno hasta dentro de dos días. Podía usar sus encantos para pedirle a alguien que la acercara a la ciudad más próxima, pero eso significaba compartir la estrechez de un coche con otra persona durante horas. Aunque, probablemente, era un mal menor al lado del otro.

    Escuchó una risa masculina, ronca, divertida, burlona.

    - Intentas huir de mí, pequeña.

    Rin se sentó deprimida en la cama, se le aceleró el corazón. La voz del hombre era como terciopelo negro, un arma muy peligrosa.

    - No te eches flores, pez gordo. Soy una turista; yo viajo.

    Obligó a su mente a permanecer tranquila a pesar de que sentía el roce de los dedos de él sobre su rostro. ¿Cómo lo hacía? Era la más ligera de las caricias, pero la estremeció de arriba abajo.

    - ¿Y qué lugar pensabas visitar? -Sesshomaru se desperezaba perezosamente, estaba descansado y su mente se sentía viva de nuevo. Disfrutaba luchando con ella.

    - Pensaba irme lejos de ti y de tus grotescos jueguecitos. Quizás a Hungría. Siempre quise visitar Budapest.

    - Mentirosilla. Piensas volver corriendo a los Estados Unidos. ¿Juegas al ajedrez?

    Rin parpadeó ante la extraña pregunta.

    - ¿Ajedrez? -Repitió.

    La forma de divertirse de un hombre podía ser muy extraña.

    - Ajedrez

    - Sí. ¿Y tú?

    - Por supuesto. Juega conmigo

    - ¿Ahora?

    Empezó a recogerse su espesa melena. Había algo en su voz que la cautivaba, la hipnotizaba. Tocaba las fibras de su corazón y aterrorizaba su mente.

    - Primero debo saciar mi apetito. Y tú también estás hambrienta. Puedo sentir tu dolor de cabeza. Baja a cenar y pasaré a por ti esta noche a las once.

    - De ninguna manera. No quedaré contigo.

    - Tienes miedo - Era un insulto deliberado

    Ella se rio de él, y el sonido hizo que las llamas envolvieran el cuerpo de Sesshomaru.

    - Puede que alguna vez haga tonterías, pero no soy tonta.

    - Dime tu nombre.

    Era una orden y Rin se vio obligada a obedecer.

    Forzó su mente a quedarse en blanco, como una pizarra recién borrada. Dolía, sentía pinchazos en la cabeza, y retorcijones en el estómago. Él no iba a coger por la fuerza lo que ella le hubiera dado libremente.

    - ¿Por qué luchas contra mí cuando sabes que soy el más fuerte de los dos?

    Te haces daño a ti misma, te debilitas y al final ganaré de todas formas.

    Siento el efecto que esta forma de comunicarnos tiene sobre ti. Soy capaz de obtener tu sumisión en otras cuestiones muy diferentes.

    - ¿Por qué me obligas cuando te lo habría dicho si simplemente me lo hubieras preguntado?

    Ella percibió su perplejidad.

    - Lo siento, pequeña. Estoy acostumbrado a salirme con la mía sin esfuerzo.

    - ¿Sin tener la más mínima cortesía?

    - A veces es más rápido.

    Rin golpeó la almohada.

    - Necesitas pulir tu arrogancia. El hecho de que tengas poder no significa que tengas que ir haciendo gala de él.

    - Olvidas que la mayoría de los humanos no detectan un empujoncito mental.

    - Esa no es excusa para dejar de lado la libertad de las personas... Y tú no usas un empujoncito de ninguna manera; tú lanzas una orden y esperas obediencia. Eso es peor, porque conviertes a las personas en un rebaño. ¿Estoy cerca de la verdad?

    - Me estás regañando.

    Esta vez sus pensamientos no llegaron tan claros, como si todas aquellas burlas tan masculinas lo estuvieran cansando.

    - No intentes obligarme.

    Esta vez la voz de Sesshomaru dejaba ver una cierta amenaza y bastante peligro.

    - No tengo que intentarlo, pequeña. Conseguiría tu obediencia sin esfuerzo.

    Inexorable pero suave como la seda era su voz.

    - Eres como un niño malcriado que siempre consigue lo que quiere –Rin se puso de pie, apretando la almohada sobre su dolorido estómago- Voy a bajar a cenar. Siento un terrible dolor de cabeza. Puedes meter la tuya en un cubo de agua para refrescarte.

    Ella no mentía; luchar contra él suponía un gran esfuerzo y empezaba a sentir náuseas. Se encaminó despacio hacia la puerta, temerosa de que él la detuviera. Se sentiría más segura entre la gente.

    - Por favor, tu nombre, pequeña -Le pidió con gran educación. Rin se encontró sonriendo a pesar de todo.

    - Rin. Me llamo Rin.

    - Así pues, Rin-, come y descansa. Volveré a las once para nuestra partida de ajedrez.

    El contacto se rompió de repente. Rin soltó el aire de sus pulmones muy despacio, demasiado consciente de que debería sentirse aliviada y no echarlo de menos como de hecho le ocurría. Su voz la hipnotizaba y la seducía, sentía su risa masculina en cada conversación. Ella sufría la misma soledad que él.

    No se permitió analizar la forma en que su cuerpo volvió a la vida con el roce de sus dedos. Ardía por él. Lo quería. Lo necesitaba. Y sólo la había tocado con la mente. Su forma de seducir iba más allá de lo meramente físico; había algo profundo, elemental y ella no era capaz de precisarlo. Él había llegado al fondo de su alma. La necesidad que percibió en él, su oscuridad, su atormentada y terrible soledad. Ella también sentía necesidad. Alguien que entendiera lo que era estar tan solo, tan asustado al tocar a cualquier otro ser humano, tan aterrorizado por tener a alguien cerca. Le gustaba su voz, con la elegancia europea, y la tonta arrogancia masculina. Quería su conocimiento, sus habilidades.

    Su mano tembló al abrir la puerta, al respirar el aire del pasillo. De nuevo, su cuerpo volvía a ser suyo, se movía naturalmente, de forma acompasada, obedeciendo sus propias instrucciones. Bajó las escaleras corriendo y entró en el comedor.

    Había varias mesas ocupadas, bastantes más que la noche anterior.

    Normalmente, Rin evitaba los lugares públicos tanto como le era posible, así no tenía por qué preocuparse de levantar su escudo protector para no sentir las emociones ajenas. Inspiró profundamente y entró.

    Owen le dio la bienvenida con una sonrisa, se levantó como si esperara que se uniera al grupo de su mesa. Rin le sonrió a su vez, sin darse cuenta de su apariencia, inocente, sensual y completamente inalcanzable. Cruzó la habitación, saludó a Daniel y fue presentada a Adara y Helena. Americanos. Intentó no mostrar ninguna señal de alarma. Sabía que su fotografía había sido publicada en todos los periódicos e incluso en la televisión, durante la investigación de los últimos asesinatos. No quería ser reconocida, no quería volver a vivir la horrenda pesadilla que supuso la mente depravada y retorcida de aquel hombre. No habría lugar para un tema tan horroroso durante la cena.

    - Siéntate aquí, Rin - Owen le ofreció una silla de respaldo alto.

    Evitando cuidadosamente el contacto físico, Rin se sentó. Era un infierno estar cerca de tanta gente. Cuando era pequeña, la cantidad de emociones que percibía la sobrecogían. Estuvo a punto de volverse loca hasta que aprendió a protegerse, a construir una barrera protectora. Funcionaba a no ser que el dolor o la angustia fueran demasiado fuertes, o si tocaba de forma física a cualquier otro ser humano. O si estaba en presencia de una mente enferma y malvada.

    En ese momento, con la conversación fluyendo a su alrededor y todos disfrutando de la cena, empezó a sentir los síntomas clásicos de la sobrecarga de imágenes. Unos agudos pinchazos le atravesaban la cabeza y su estómago protestaba. No sería capaz de comer.

    Sesshomaru inspiró el aire de la noche, moviéndose despacio por el pueblo, buscando lo que necesitaba. No era una mujer. No podría soportar tocar la piel de otra mujer. Era muy peligroso que lo hiciera en su actual estado de excitación sexual, estaba muy cerca de sucumbir a la transformación. Podía perder el control. Por eso tenía que ser un hombre. Se movió fácilmente entre la gente, devolviendo saludos a aquellos que conocía. Era un hombre respetado y querido.

    Se deslizó detrás de un joven fuerte y musculoso. Su olor era saludable, sus venas estaban llenas de vida. Tras una breve y sencilla conversación, Sesshomaru envió suavemente su orden, pasó su brazo por los hombros del muchacho. Se internaron en las sombras, inclinó la cabeza y se alimentó. Mantuvo sus emociones firmemente controladas. Le gustaba este hombre, conocía a su familia. No podía cometer ningún error.

    Mientras levantaba la cabeza, le asaltó la primera oleada de angustia. Rin. Inconscientemente había buscado el contacto mental con ella, rozando su mente para asegurarse de que aún seguía allí. Ahora que estaba alerta, acabó su tarea rápidamente, liberó al joven del trance, continuó con la conversación, riendo amistosamente, aceptando con alivio la mano del muchacho al despedirse, sujetándolo cuando pareció perder el equilibrio.

    Rin abrió su mente, se concentró en el hilo que debía seguir. Habían pasado años – sus habilidades estaban un poco oxidadas – pero todavía podía “ver” cuando quería. Rin estaba sentada a la mesa con dos parejas. Se veía hermosa, serena. Pero él sabía que no se sentía así. Podía percibir su confusión, el implacable dolor de cabeza, su deseo de saltar de la silla y dejar atrás a todo el mundo. Sus ojos, brillantes castaños, parecían atormentados, meras sombras en un rostro totalmente pálido. Tensión. Le sorprendió su fortaleza. No había forma de que cualquier otra persona que no fuera él percibiera telepáticamente su agonía.

    Y entonces, el hombre que estaba sentado a su lado se inclinó hacia ella, la miró a los ojos, su cara reflejaba su inexperiencia, sus ojos deseo.

    - Salgamos a pasear, Rin -sugirió, y dejó casualmente la mano por encima de su rodilla.

    Al instante, el dolor de cabeza de Rin aumentó, estallando en su interior, golpeándola detrás de los ojos. Apartó la pierna de la mano de Owen. Los demonios interiores saltaron, rugieron de ira, se liberaron en una explosión.

    Sesshomaru jamás había sentido tanta furia. Recorría su cuerpo, lo reclamaba, se apoderó de él. Aquel tipo podía herirla, de forma tan casual, sin saberlo o sin importarle. Aquel tipo podía tocarla mientras era vulnerable y estaba desprotegida. Aquel tipo podía permitirse poner sus manos sobre ella.

    Atravesó el cielo como un rayo, mientras el aire fresco dispersaba su ira. Rin percibió su furia. La atmósfera de la habitación se hizo pesada; en el exterior, el viento empezó a soplar formando diabólicas espirales. Las ramas de los árboles golpeaban los muros de la pensión; el viento hacía sonar las ventanas de forma siniestra. Varios camareros hicieron la señal de la cruz, mirando asustados el repentino cambio de la noche, ahora oscura, sin estrellas.

    La habitación se quedó inesperadamente en silencio, como si todos estuvieran conteniendo la respiración.

    Owen jadeó, llevándose las manos a la garganta, como si tirara de unos dedos fuertes y opresivos. Su cara se volvió roja, con manchas violáceas, tenía los ojos casi fuera de las órbitas. Daniel chilló. Un camarero joven corrió a ayudar a Owen que se asfixiaba. La gente se ponía de pie, estirando el cuello para poder ver. Rin obligó a su frágil cuerpo a permanecer calmado. No podía salir ilesa con tantas emociones fluyendo a la vez.

    - Libéralo -Obtuvo un silencio por respuesta.

    El camarero intentaba ayudar a Owen desde atrás, realizando la maniobra de Heimlich, aun así, Owen cayó de rodillas con los labios azulados mientras dejaba los ojos en blancos.

    - Por favor. Te lo suplico. Suéltalo. Hazlo por mí.

    De repente, Owen empezó a respirar dificultosamente, jadeando. Su hermana y Helena se agacharon a su lado con los ojos llenos de lágrimas. De forma instintiva, Rin se movió hacia él.

    - ¡No lo toques! -Fue una orden real, sin que la aumentara mentalmente, más atemorizante que si la hubiera forzado con sus poderes.

    Las emociones de todas las personas de la habitación asaltaban a Rin. El dolor y el terror de Owen. El miedo de Daniel, el terror de la dueña de la pensión, el impacto que habían sufrido los otros americanos. La agobiaban, la golpeaban hasta hacerla sentir frágil y desbordada. Pero era su avasalladora ira la que enviaba alfileres punzantes a su cabeza. Sintió nauseas, se le revolvió el estómago y casi se vio obligada a arrodillarse para evitar el dolor, miró desesperada a todos lados, buscando el tocador de señoras. Si alguien intentaba tocarla, ayudarla, se volvería loca.

    - Rin.

    La voz era cálida, sensual, acariciante. La calma en el ojo del huracán.

    Terciopelo negro. Hermosa. Balsámica.

    Se hizo un extraño silencio en el comedor mientras Sesshomaru lo cruzaba. Emanaba autoridad, arrogancia. Era alto, moreno, bien formado, musculoso, pero eran sus ojos, llenos de energía, de oscuridad, de miles de secretos los que atrajeron inmediatamente su atención. Esos ojos podían hipnotizar, seducir, como hacía con su voz. Sabía por dónde debía moverse para llegar a ella, apartaba a los camareros a un lado.

    - Sesshomaru, es un inesperado placer tenerte entre nosotros -jadeó con sorpresa la dueña de la pensión.

    Echó un rápido vistazo a la rolliza figura de la mujer.

    - He venido a por Rin. Tenemos una cita -Dijo dulcemente pero con tal autoridad que nadie se atrevió a discutir con él- Me ha desafiado a una partida de ajedrez.

    La dueña de la pensión asintió con la cabeza mientras sonreía.

    - Que os divirtáis.

    Rin se tambaleó, se apretaba el estómago con los brazos. Sus ojos de color dorado eran enormes, al sentir que Sesshomaru se acercaba, levantó la cabeza.

    Estuvo a su lado antes de que fuese capaz de moverse, alargó los brazos para sostenerla.

    - No lo hagas.

    Rin cerró los ojos, aterrorizada por su contacto. Ya no podía con tantas emociones, no sería capaz de soportar las poderosas irradiaciones de su cuerpo.

    Sesshomaru no dudó un instante, la cogió en brazos y la estrechó contra su pecho. Mientras se volvía para salir con ella del comedor, su rostro era una máscara de granito. Tras ellos, los susurros y murmullos empezaron a elevarse.

    Rin se puso tensa, esperando la descarga sobre sus sentidos, pero él había cerrado su mente y lo único que pudo percibir fue la enorme fuerza de sus brazos. Salieron a la oscuridad de la noche, Sesshomaru andaba con agilidad y elegancia, como si ella no pesara nada.

    - Respira, pequeña; eso ayuda.

    Percibió la pizca de diversión en la calidez de su voz. Rin hizo caso de su sugerencia, demasiado exhausta para luchar. Había venido a este lugar salvaje y apartado para curarse, pero en lugar de sentirse recuperada, su mente estaba todavía más maltrecha. Abrió los ojos con mucho cuidado, mirándolo a través de sus espesas pestañas.

    Su pelo era de color plateado .Su rostro podría pertenecer a un ángel o a un demonio, fuerte y poderoso, con una boca sensual que se curvaba con un amago de crueldad; sus ojos entrecerrados eran dorados, hielo negro, pura magia negra.

    Rin no pudo leer su mente, sus pensamientos o emociones. Jamás le había sucedido antes.

    - Bájame. Me siento un poco tonta, parece que me ha secuestrado un pirata o algo así.

    Se estaban internando en las profundidades del bosque a grandes zancadas.

    Las ramas de los árboles y los arbustos crujían con el viento. Su corazón latía descontrolado. Tensó el cuerpo, empujó los fuertes hombros y luchó en vano.

    Sesshomaru bajó la mirada hacia su rostro, de forma posesiva, pero no disminuyó el paso, y tampoco le contestó. Era humillante que él ni siquiera percibiera sus esfuerzos por liberarse. Con un pequeño suspiro, Rin se permitió apoyar la cabeza contra su hombro.

    - ¿Me rescataste o me secuestraste?

    Mostró sus dientes blancos con la sonrisa de un depredador, de un hombre en busca de diversión.

    - Quizás las dos cosas.

    - ¿Dónde me llevas? -Se presionó la frente con la mano, no quería empezar otra batalla física o mental.

    - A mi casa. Tenemos una cita. Soy Sesshomaru.

    Rin se frotó las sienes.

    - Puede que no sea una buena idea, esta noche me siento un poco... –se interrumpió al captar con el rabillo del ojo una sombra que seguía sus pasos.

    Casi se le paró el corazón. Miró a su alrededor, volvió a mirar, lo hizo por tercera vez. Su mano se aferró al hombro masculino- Bájame , .

    - Sesshomaru -corrigió él sin ni siquiera detenerse. Una ligera sonrisa asomaba a sus labios.

    - ¿Has visto a los lobos? -Ella notó que encogía los hombros con total indiferencia.

    Se quedó sin aliento al notar que bajaba la cabeza hacia ella. Su boca se detuvo casi sobre su la suya, tan cerca que podía sentir su cálido aliento sobre la piel.

    - No me desobedezcas en este asunto, Rin. Este hombre te tocó, te hizo daño y no encuentro ningún motivo para que siga viviendo.

    Contempló su rostro implacable.

    - Estás hablando en serio, ¿verdad? -No quería sentir la calidez que se extendió por su cuerpo después de oír sus palabras.Owen le hizo mucho daño; sintió tanto dolor que apenas si podía respirar, y de alguna forma, sólo Sesshomaru lo había percibido.

    - Mortalmente en serio -Siguió andando, a grandes zancadas.

    Rin permanecía en silencio, intentando solucionar aquel misterio. Ella sabía lo que era el mal, lo había perseguido, se había bañado en él, en la mente depravada y obscena de un asesino en serie. Este hombre hablaba de dar muerte como si fuera algo normal. Pero no percibía maldad en él. Sabía que estaba en peligro, Sesshomaru era un grave peligro para ella. Un hombre con poderes ilimitados, prepotente en el uso de su fuerza, un hombre que se creía con derechos sobre ella.

    - ¿Sesshomaru? Estaba empezando a temblar- Quiero regresar.

    Los ojos oscuros dorados bajaron de nuevo hacia su rostro, percibiendo las sombras bajo sus ojos dilatados por el miedo. Su corazón latía alocado y su cuerpo menudo temblaba.

    - ¿Regresar a dónde? ¿A la muerte? ¿A la soledad? No tienes nada con toda esa gente, conmigo lo tienes todo. Regresar no es la respuesta. Antes o después no serás capaz de satisfacer sus demandas, sus peticiones. Cada vez que les ayudas se llevan parte de tu alma. Conmigo cuidándote estarás más segura.

    Rin se abalanzó sobre el pecho masculino, intentando empujarle, pero sus manos quedaron atrapadas por el calor que desprendía su piel. Sesshomaru simplemente estrechó su abrazo, la diversión que le provocaban los inútiles intentos de Rin daban calidez a su mirada.

    - No puedes luchar conmigo, pequeña.

    - Tengo que volver, Sesshomaru-Logró controlar su voz. No estaba segura de estar diciendo la verdad. El la conocía. Él sabía lo que ella realmente sentía, el precio que pagaba por su don. La atracción entre ellos era tan fuerte que apenas si podía poner en orden sus pensamientos.

    La casa se alzó delante de ellos de repente, oscura, amenazadora, una confusa masa de piedras. Rin se aferró a la camisa de Sesshomaru. Él sabía que en su estado nervioso no fue capaz de controlar el revelador gesto.

    - Estás a salvo conmigo, Rin. No permitiría que nada ni nadie te hicieran daño.

    Con los nervios a flor de piel, tragó saliva mientras él empujaba las pesadas puertas de hierro de la verja y subía las escaleras.

    - Detrás de ti.

    Dejó que su barbilla acariciara su sedoso pelo, sintiendo cómo su cuerpo se sacudía en respuesta.

    - Bienvenida a mi hogar -Pronunció las palabras dulcemente, arropándola con ellas, como si se trataran de la luz del fuego o de un rayo de sol. Muy despacio, a regañadientes, la dejó de pie en el suelo de la entrada.

    Sesshomaru pasó a su lado para abrir la puerta, después se apartó.

    - ¿Entras a mi casa por tu voluntad, libremente? -Le preguntó de modo formal, mirándola de forma abrasadora, clavándole la mirada en los labios antes de posarla en los ojos.

    Estaba asustada, podía leer en ella fácilmente, un ser salvaje y cautivo que quería confiar en él pero que se sentía incapaz de hacerlo, tentada a salir corriendo, arrinconada, pero deseosa de luchar hasta el último momento. Lo necesitaba casi tanto como él la necesitaba a ella. Tocó el marco de la puerta con la yema del dedo.

    - Si digo que no, ¿me llevarás de regreso a la posada?

    ¿Por qué quería estar con él cuando sabía que era un hombre terriblemente peligroso? Él la estaba “empujando”; ella podía percibirlo porque sus poderes psíquicos estaban demasiado desarrollados como para no darse cuenta. Se veía tan solo, tan orgulloso, y sus ojos ardían de deseo por ella, hambrientos. No le contestó, no intentó convencerla, simplemente se quedó de pie, en silencio, esperando.

    Rin emitió un pequeño suspiro, sabiéndose derrotada. Nunca antes había conocido a otro ser humano con el que pudiera sentarse y hablar, incluso tocarlo sin sufrir el bombardeo de pensamientos y emociones. Eso ya era una forma de seducción.

    Traspasó el umbral de la entrada. Sesshomaru la agarró del brazo.

    - Libremente; dilo.

    - Libremente. Lo hago por mi voluntad -Entró a su casa, mirando hacia el suelo. No vio la alegría salvaje que iluminó su rostro.


    Hola mis lectrox, una nueva adaptación para el fandom Inuyasha espero que les guste, la historia es de vampiros y lobos.

    Bueno, es pero que les guste.

    NOTAS: Lo de letra cursiva, con negro son los pensamientos.

    BAY KITTIS.
     
    Última edición: 21 Diciembre 2021
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    InunoTaisho

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    Agradezco que me etiquetarás, linda, y que te interese mi opinión, pero en esta ocasión me abstendré ya que no leo nada de contenido explícito... sin embargo te diré que sigas adelante con la historia sin pasar por alto las recomendaciones de ortografía para una mejor presentación del texto, y no dudes que tendrás lectores que disfrutarán este contenido.

    Saludos.
     
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    Título:
    EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    7577
    EL PRÍNCIPE OSCURO

    Disclaimer: Esta historia no me pertenece, es una saga para el fandom Inuyasha, espero que les guste y apoyen a la escritora.

    Christine Feehan © El príncipe oscuro

    Inuyasha Rumiko Takahashi

    Adaptación © Quem



    Advertencia/Aclaración: Puede que la adaptación, tenga violencia, recuerden que es de vampiro van aparecer algunos personajes de mi creación, porque en el anime/manga ay personajes que la mayoría son demonios sin rostro, y lo peor que algunos asustan, así que para que se acoplaran, tuve que crear algunos de mi loca imaginación.

    Character x OC.

    Los personajes no me pertenecen, ósea los del anime/manga.



    CAPITULO 2

    La pesada puerta se cerró tras Rin con un ruido sordo. Empezó a tiritar y a frotarse los brazos, estaba muy nerviosa. Sesshomaru le echó una capa sobre los hombros. Rin se vio envuelta por su cálido aroma masculino. Atravesó el recibidor a grandes pasos y abrió las puertas de la biblioteca. Encendió el fuego en un momento. Le señaló un sillón, al lado de la chimenea. De respaldo alto y mullida tapicería, una pieza de anticuario, aunque no parecía nada deteriorado ni desgastado.

    Rin estudió la habitación con aprensión. Era una estancia grande, con un hermoso entarimado de madera en forma de mosaico. En tres de las paredes se veían estanterías cubiertas de libros, la mayoría en cuaderna dos en piel, muchos de ellos muy antiguos. Los sillones eran cómodos, la mesita, muy antigua, también estaba en estupendas condiciones. El tablero de ajedrez era de mármol y las piezas estaban esculpidas a mano.

    - Bebe esto.

    Estuvo a punto de saltar de la impresión cuando lo vio junto a ella ofreciéndole un vaso de cristal.

    - No tomo bebidas alcohólicas.

    Él sonrió de aquella forma que hacía que su corazón latiera desbocado. Su agudo sentido del olfato ya había percibido esa información con anterioridad.

    - No es alcohol; es una mezcla de hierbas para tu dolor de cabeza.

    Una sensación de alarma se extendió en su interior. Había sido una locura ir allí. La situación era la misma que la de intentar relajarse sabiendo que hay un tigre salvaje en la habitación. Él podía hacerle cualquier cosa y nadie acudiría a ayudarla. Si la drogaba...Movió la cabeza con decisión.

    - No, gracias.

    - Rin - Dijo en voz baja, acariciante, hipnótica - Obedéceme.

    Sus dedos se curvaron alrededor del vaso, luchó para impedirlo, pero la cabeza le estalló con un súbito y lacerante dolor. Gritó. Sesshomaru estaba a su lado, de pie, cubrió con su mano los dedos que aferraban el frágil cristal.

    - ¿Por qué me desafías en algo tan insignificante?

    Las lágrimas le quemaban la garganta, pero no iba a llorar.

    - ¿Por qué me obligarías a tomarla?

    Llevó la mano a su garganta, la rodeó y le alzó la barbilla.

    - Porque te duele y quiero que el dolor desaparezca.

    ¿Podía ser tan simple? Sus ojos se agrandaron con la estupefacción. ¿Le dolía la cabeza y quería que el dolor desapareciera? ¿Era realmente tan protector o simplemente le divertía que se acatara su voluntad?

    - Yo soy la que decide. En eso consiste la libertad.

    - Veo el dolor en tus ojos, lo siento en tu cuerpo. Sabiendo que puedo ayudarte, ¿es lógico que permita que te sigas haciendo daño simplemente porque quieres demostrar algo? - Su voz denotaba confusión

    - Rin, si tuviera intención de hacerte daño, no necesitaría drogarte. Déjame ayudarte - Movía el pulgar sobre su piel con una caricia ligera, sensual, siguiendo la línea del cuello, dibujando su mandíbula hasta llegar a la plenitud del labio inferior.

    Rin cerró los ojos y dejó que él le acercara el vaso a los labios, haciendo que el líquido agridulce bajara por su garganta. Sintió que estaba poniendo su vida en manos de aquel hombre. Sus caricias eran posesivas.

    - Relájate, pequeña - dijo suavemente - Háblame de ti. ¿Cómo es que puedes oír mis pensamientos? - Sus fuertes dedos iniciaron un relajante masaje sobre las sienes de Rin.

    - Siempre he sido capaz de hacer esas cosas. Cuando era pequeña, pensaba que todo el mundo podía leer los pensamientos de los demás. Pero era terrible oír lo más profundo de cada persona, sus secretos. Oía y sentía cosas a cada minuto - Ella nunca hablaba de su vida, de su niñez, a nadie y menos a un completo extraño. Pero Sesshomaru no era un extraño. Parecía formar parte de su vida. Una parte de su alma. Era importante que se lo contara - Mi padre pensaba que yo era una especie de monstruo, un demonio, incluso mi madre se asustaba de mí. Aprendí a no tocar a nadie, a no meterme en una multitud. Era mejor estar sola, en lugares solitarios. Era la única forma de no perder la razón.

    Durante un segundo los dientes de Sesshomaru aparecieron, amenazantes, quería estar a solas con su padre. Solo unos minutos, para enseñarle lo que era realmente un demonio. Las palabras de Rin habían despertado la ira en su interior, era una situación alarmante e interesante. Saber que ella había estado tan sola hacía tantos años, que había soportado el dolor y la soledad estando él en el mundo lo enfurecía. ¿Por qué no había ido a buscarla? ¿Por qué su padre no la había amado y protegido cómo debía?

    Sus manos estaban obrando milagros, deslizándose hasta la nuca, sus dedos eran fuertes, su masaje hipnótico.

    - Hace pocos años un hombre estaba asesinando a familias enteras, a niños pequeños. Yo vivía con una amiga del instituto y cuando volví del trabajo, los encontré a todos muertos. Cuando entré en la casa pude sentir su maldad, sus pensamientos. Las cosas que pasaban por mi cabeza me daban nauseas, pero fui capaz de localizarlo y finalmente guiar a la policía hasta dar con él.

    Acarició la gruesa trenza con sus manos, hasta encontrar el broche que la sujetaba, la soltó y deshizo los largos y sedosos mechones, aún húmedos por la ducha que había tomado horas antes.

    - ¿Cuántas veces hiciste lo mismo? - Ella dejaba que la información fluyera, el horror, el dolor, las caras de las personas a las que ayudaba mientras ella realizaba su trabajo, atónitos, fascinados y asqueados por la habilidad que poseía. El vio todos esos detalles compartiendo su mente, leyendo sus recuerdos para conocerla realmente.

    - Cuatro. Perseguí a cuatro asesinos. La última vez me derrumbé. Estaba tan enfermo, era tan malvado. Me sentí sucia, incapaz de sacármelo de la cabeza. Vine esperando encontrar paz. Decidí que jamás volvería a hacerlo.

    Detrás de ella, Sesshomaru cerró los ojos un momento para calmarse. ¡Ella se sentía sucia! Podía ver su interior, su alma y su corazón, cada secreto. Ella era luz y compasión, fuerza y amabilidad. Jamás debería haber visto las cosas que había presenciado. Esperó hasta que su voz estuvo calmada y serena.

    - ¿Te duele la cabeza al usar tus habilidades telepáticas? - cuando asintió con un movimiento de cabeza, continuó - y aun así, cuando me oíste, dolorido y desprevenido, llegaste hasta mí sabiendo el precio que ibas a pagar.

    ¿Cómo podía explicárselo? Lo sintió como un animal herido, irradiando tanto dolor que se ella misma se echó a llorar. Compartían la misma soledad.

    Y ella había percibido su intención de acabar con el dolor, con su vida. No podía dejar que lo hiciera, sin importarle lo que a ella le ocurriera.

    Sesshomaru dejó escapar el aire de sus pulmones lentamente. La bondad de su carácter, su entrega lo dejó atónito e impresionado. Estaba dudando, no sabía si podría expresar con palabras por qué se había puesto en contacto con él, pero Sesshomaru supo que era algo natural en ella entregarse de forma desinteresada. También descubrió que ella oyó su llamada tan intensamente porque, ese algo profundo en él que alcanzó su mente, había descubierto en Rin todo lo que necesitaba. Aspiró su perfume, abrazándolo, disfrutando de la maravillosa visión de tenerla en su hogar, de respirar su olor, de sentir su cabello sedoso entre sus manos, su piel suave bajo sus dedos. La luz del fuego arrancaba reflejos azulados a su pelo. La necesidad lo golpeó con fuerza, con dolorosa urgencia y se deleitó en este dolor porque ahora era capaz de sentir.

    Se sentó al otro lado de la mesa, enfrente de ella, arrastró su mirada perezosamente por sus tentadoras curvas.

    - ¿Por qué te vistes con ropa de hombre? - le preguntó.

    Ella soltó una risa suave y melodiosa, los ojos se le iluminaron con esta pequeña travesura.

    - Porque sabía que te molestaría.

    Seeshomaru echó la cabeza hacia atrás y rio. Esta vez la risa era genuina, pura, real. La felicidad lo inundaba y el cariño empezaba a agitarse en su interior.

    No era capaz de recordar cómo eran esos sentimientos, pero las emociones que lo atravesaban eran agudas, claras y dejaban a su cuerpo dulcemente dolorido.

    - ¿Es necesario molestarme?

    Ella alzó una ceja y lo miró, se dio cuenta que el dolor de cabeza había desaparecido por completo.

    - Es tan fácil... - bromeó Rin.

    Él se inclinó sobre la mesa, acortando la distancia entre ambos.

    - Eres una mujer irrespetuosa. Querrás decir que es muy peligroso.

    - Hum, quizás un poco también - Se apartó el pelo de la cara con un movimiento de la mano. El gesto era un hábito inocente pero a la vez increíblemente sensual. Dejó a la vista la perfección de su rostro, la plenitud de sus pechos, la suave curva de su garganta.

    - ¿Entonces, es cierto que eres tan buen jugador de ajedrez? - lo desafió con imprudencia.

    Una hora más tarde Sesshomaru se acomodó en su silla, observando su rostro mientras estudiaba el tablero. Tenía el entrecejo fruncido por la concentración, intentado descubrir la estrategia que él seguía. Ella podía percibir que le estaba tendiendo una trampa, pero no era capaz de ver en qué consistía. Rin apoyó la barbilla sobre la mano, relajada, sin prisa. Era paciente y meticulosa, en dos ocasiones había conseguido ponerlo contra las cuerdas porque él estaba demasiado seguro de sí mismo.

    De repente, abrió los ojos de par en par por la sorpresa, mientras que una lenta sonrisa asomaba a sus carnosos labios.

    - Eres un astuto diablo, ¿no es así, Sesshomaru? Pero tu astucia te puede meter en un pequeño problema.

    La miró con los ojos entrecerrados. Sus dientes se veían muy blancos a la luz del fuego.

    - ¿Se me olvidó mencionar que la última persona lo suficientemente impertinente como para ganarme una partida de ajedrez, fue arrojada a la mazmorra y torturada durante treinta años?

    - Supongo que entonces tendrías unos... dos años - bromeó con la mirada fija en el tablero.

    Bruscamente, se le cortó la respiración. Se había sentido tan a gusto junto a ella, sentía que lo aceptaba totalmente. Obviamente ella lo creía mortal, con poderes telepáticos muy superiores a los suyos. Sesshomaru extendió perezosamente un brazo sobre el tablero para hacer su movimiento, viendo como ella comprendía lo que iba a hacer.

    - Creo que esto es un jaque mate - dijo con voz aterciopelada.

    - Debería haber sabido que un hombre que camina por el bosque rodeado de lobos sería muy taimado - Le dedicó una sonrisa - Una estupenda partida, Sesshomaru. He disfrutado mucho.

    Rin se apoyó cómodamente en los cojines.

    - ¿Puedes hablar con los animales? - preguntó con curiosidad.

    Le gustaba su presencia en su hogar, la forma en la que el fuego tintaba de azul su cabello y las sombras oscurecían adorablemente su rostro. Había memorizado hasta el más pequeño detalle. Sabía que si cerraba los ojos la vería allí, los delicados pómulos, la pequeña nariz y la exuberante boca.

    - Sí - Contestó con honestidad, no quería mentiras entre ellos.

    - ¿Habrías matado a Owen?

    Sus hermosas pestañas llamaron su atención.

    - Ten cuidado con tus preguntas, pequeña - le advirtió. Acurrucó las piernas en el sillón, sentándose encima, mientras la miraba fijamente.

    - ¿Sabes, Sesshomaru? Estás tan acostumbrado a usar tu poder que no te paras a pensar si lo que haces está bien o mal.

    - Él no tenía derecho a tocarte. Te estaba haciendo daño.

    - Pero él no lo sabía. Y tú no tienes derecho a tocarme, pero lo haces de todas formas – señaló, intentando razonar.

    Sus ojos brillaron fríos.

    - Tengo todo el derecho. Me perteneces - Lo dijo tranquilamente, pero el tono de voz suave dejaba ver una pequeña advertencia - Y lo que es aún más importante, Rin, yo no te hago daño.

    Rin se quedó sin respiración. Se humedeció los labios con la lengua sin darse cuenta.

    - Sesshomaru– elegía las palabras con sumo cuidado, dudando – Yo me pertenezco a mí misma. Soy una persona, no algo que se pueda tener en propiedad. De todas formas, vivo en los Estados Unidos. Regresaré pronto a mi casa y tengo intención de coger el próximo tren a Budapest.

    Sus labios dibujaron la sonrisa de un cazador, de un depredador. La luz del fuego se reflejó por un instante en sus ojos que brillaron como los de un lobo en la oscuridad. No dijo nada. La contemplaba fijamente, sin parpadear.

    Rin se llevó la mano a la garganta de forma protectora.

    - Es tarde; debería marcharme - podía oír el latido de su corazón. ¿Qué quería de él? No lo sabía, sólo podía pensar que estaba disfrutando de la noche más perfecta y aterradora de toda su vida y que quería verlo de nuevo. Sesshomaru estaba totalmente inmóvil, amenazante. Rin esperó sin aliento. El miedo la asfixiaba, la hacía temblar. Miedo a que él la dejara marchar; miedo a que la obligara a quedarse. Inspiró profundamente

    - Sesshomaru, no sé qué es lo que quieres de mí - Tampoco ella sabía lo que quería.

    Entonces se puso de pie, emanaba poder y elegancia. Su sombra la alcanzó antes que él. Tenía una enorme fuerza, pero sus manos fueron gentiles cuando tiraron de ella para ponerla en pie. Se deslizaron por sus brazos hasta dejarlas descansar sobre sus hombros mientras le acariciaba el cuello con los pulgares.

    Una extraña sensación de calidez subió por su estómago. Era tan pequeña a su lado, tan frágil y vulnerable.

    - No intentes dejarme, pequeña. Nos necesitamos el uno al otro - Inclinó la cabeza para acariciar sus párpados con los labios, enviando pequeñas llamaradas que hacían arder su piel - Me haces recordar lo que es la vida - susurró con aquella voz hipnótica. La besó en la comisura de los labios y Rin sintió que una descarga eléctrica atravesaba su cuerpo.

    Se alzó para acariciar la oscura línea de su mandíbula, a la vez que intentaba separarse de él poniendo la otra mano sobre los fuertes músculos del pecho.

    -Escúchame, Sesshomaru - dijo con voz ronca - Ambos sabemos lo que es la soledad, la completa soledad. Aún no me puedo creer que pueda estar tan cerca de ti y tocarte sin que me agobien involuntariamente tus pensamientos. Pero no podemos seguir con esto.

    El fuego que ardía en sus ojos dejó entrever una pizca de ternura y diversión.

    Entrelazó los dedos en su nuca.

    - Oh, ya lo creo que podemos - El terciopelo negro de su voz era pura seducción, su sonrisa abiertamente sensual.

    Rin percibió su poder con todo su cuerpo. Era incapaz de sostenerse en pie. Estaba tan cerca de él que se sentía parte de su cuerpo, rodeada por él, envuelta en su abrazo.

    - No tengo intención de dormir con un desconocido por el simple hecho de estar sola.

    Su risa fue casi una caricia.

    - ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué dormirías conmigo sólo porque estás sola? - de nuevo acarició suavemente su garganta haciendo que su sangre ardiera

    -Por esto harás el amor conmigo. ¡Por esto! - dijo atrapando su boca en un beso agresivo.

    Se sintieron arrollados por un fuego abrasador, por la fuerza del relámpago, la tierra tembló y se elevó bajo sus pies.

    Sesshomaru acercó su cuerpo esbelto hasta hacerla sentir su masculinidad, la agresividad de sus músculos. La dominaba con su boca, ahogándola en un mundo de puro placer.

    Rin no pudo hacer nada más que aferrarse a él, su cuerpo era su ancla en una tormenta de turbulenta pasión. De lo profundo de su garganta se elevó un gruñido fiero, animal, como el de un lobo al despertar. Su boca se trasladó hacia la suave y frágil curva de su garganta, donde el pulso latía desenfrenadamente contra su sedosa piel.

    Los brazos de Sesshomaru se cerraron aún más en torno a ella, sujetándola contra su cuerpo de forma posesiva, consciente de que Rin no podría liberarse de su abrazo. Rin se sentía arder de necesidad, se derretía encerrada en su abrazo, su piel quemaba. Se movía inquieta rozándose contra su cuerpo, los pezones se erguían dibujándose claramente bajo el fino hilo de su jersey.

    Le acarició el pezón suavemente por encima del encaje, olas de sofocante calor subían en espiral por el cuerpo de Rin haciendo que sus rodillas flaquearan y que sólo la fuerza de sus brazos la mantuviera en pie. Sesshomaru movió de nuevo su boca y su lengua trazó una senda ardiente allí donde se agitaba el pulso en su garganta.

    Y entonces su sangre se convirtió en fuego líquido, sintió un dolor abrasador, su cuerpo se retorcía enfebrecido por la desesperación. La asaltaban olas de exquisito deseo. La mezcla de dolor y placer que su lengua estaba provocándole en el cuello era tan intensa que ya no sabía dónde empezaba su cuerpo y dónde empezaba el de Sesshomaru. Con el pulgar le echó la cabeza hacia atrás dejando su garganta expuesta, unió la boca a su piel, devorándola, bebiendo de ella. Rin sentía que su boca le quemaba pero de esta forma satisfacía su propia sed.

    Sesshomaru murmuró algo en su lengua natal y rompió la unión apartando ligeramente la cabeza. Rin sintió que algo cálido caía por la garganta, resbalando hacia el pecho. La lengua de Sesshomaru siguió el rastro, lamiendo la cremosa curva de sus pechos. La agarró de la cintura, de repente fue consciente del estado de su propio cuerpo, rugía por liberarse. Tenía que reclamarla como su compañera. Su cuerpo se lo exigía, ardía por ella.

    Rin se agarró a su camisa para no perder el equilibrio. Sesshomaru lanzó una maldición muy elocuente, mezclando las dos lenguas, furioso consigo mismo, mientras la acunaba de forma protectora entre sus brazos.

    - Lo siento, Sesshomaru - Estaba asustada, aterrada por la debilidad que invadía su cuerpo. La habitación parecía girar a su alrededor y una bruma parecía envolverlo todo. Sentía un dolor ardiente en el cuello.

    Inclinó la cabeza para besarla con delicadeza.

    - No, pequeña, estoy yendo demasiado rápido - Todo lo que él era, la mezcla de la bestia y del hombre con cientos de años a sus espaldas, bramaba en su interior para que la tomara, para que la conservara a su lado, pero él quería que viniera por su propia voluntad, deseosa de hacerlo.

    - Me siento rara, mareada.

    Había perdido el control un solo instante, la bestia había surgido hambrienta por la dulzura de su sabor y deseosa de poner su marca sobre ella. Su cuerpo necesitaba con urgencia liberarse del ardor que lo dominaba, poseerla. Pero la disciplina y el control vencieron a sus instintos depredadores. Inspiró profundamente y la dejó en la silla, junto al fuego. Ella se merecía que la cortejara, se merecía conocerlo de verdad, llegar a sentir aunque sólo fuera una pizca de cariño por él antes de unir sus vidas para siempre. Una humana.

    Un ser mortal. Era un error. Era peligroso. Mientras la acomodaba gentilmente sobre los cojines percibió que algo andaba mal.

    Su rostro tenía una expresión oscura y amenazadora al girarse. Su cuerpo no expresaba protección, ahora mostraba poder y amenaza.

    - No te muevas - le ordenó suavemente. Se movió tan rápido que pareció desaparecer de repente, cerrando las puertas de la biblioteca mientras se dirigía a la puerta principal. Seshomaru envió una llamada silenciosa a sus centinelas.

    Un lobo solitario aulló en el exterior, otro contestó, después se unió un tercero hasta formar un coro de aullidos. Cuando el sonido cesó Sesshomaru se quedó esperando junto a la puerta, su rostro era una implacable máscara de granito. La niebla flotaba en el bosque, los densos jirones se arremolinaban junto a la casa, formando una masa espesa.

    Alargó el brazo y la puerta principal se abrió. La densa niebla penetró en el recibidor, se amontonó hasta que lo cubrió todo. Poco a poco la bruma empezó a condensarse, formando figuras que tomaban consistencia hasta aparecer de forma totalmente corpórea.

    - ¿Por qué me molestáis esta noche? - era un desafío, sus ojos brillaban de forma peligrosa.

    Un hombre se adelantó al resto, llevando a su esposa del brazo. Estaba pálida y tenía enormes ojeras, su estado de gestación era muy avanzado.

    - Necesitamos tu consejo, Sesshomaru, y te traemos noticias.

    Rin sintió que la alarma crecía en su interior, golpeaba su cabeza y la ahogaba despejando las telarañas del trance en el que Sesshomaru la había sumido.

    Alguien sufría, estaba loco de inquietud, el dolor le atravesaba como un cuchillo afilado. Se puso en pie, agarrándose al respaldo del sillón. Las imágenes la asaltaron. Una joven de piel pálida con una estaca atravesándole el pecho. La sangre manaba a chorros, le habían cortado la cabeza y le habían puesto algo asqueroso en la boca. Un ritual, una advertencia para los otros. Un asesino en serie aquí, en esta pacífica tierra.

    Rin apretó los dientes, se tapó las orejas con las manos, quizás así consiguiera detener el flujo de imágenes que llegaban a su mente. No podía respirar, no quería respirar; sólo quería que aquello acabara. Miró frenéticamente a su alrededor y vio una puerta a su derecha, en dirección contraria al flujo de agobiantes emociones. Cayó al suelo, estaba débil, desorientada y mareada. Salió de la biblioteca dando tumbos, necesitaba respirar aire fresco lejos de la muerte y el horror que los recién llegados traían en la mente de forma tan intensa. La ira y el miedo parecían cobrar vida en sus mentes. Eran animales heridos, listos para destrozar y desgarrar en venganza.

    ¿Por qué había gente tan malvada? ¿Por qué existían personas tan violentas?

    No obtuvo ninguna respuesta, ni quería esperar más para obtenerla. Había dado varios pasos a lo largo de un amplio recibidor cuando una figura se alzó de repente delante de ella. Era más joven que Sesshomaru, más delgado, de ojos brillantes y pelo castaño y ondulado. Tenía una sonrisa socarrona en el rostro y una actitud amenazadora mientras se acercaba.

    Una mano invisible le golpeó en el centro del pecho, alejándolo de Rin y estrellándolo contra la pared. Sesshomaru se materializó, como una sombra oscura y malévola. Alcanzó a Rin y la empujó hasta colocarla detrás de él de forma protectora. Esta vez el gruñido gutural era el rugido de una bestia al lanzar un desafío.

    Rin podía sentir la terrible ira de Sesshomaru, ira mezclada con dolor; las emociones eran tan intensas que impregnaban el aire a su alrededor. Le tocó el brazo, sus dedos se cerraron alrededor de la muñeca sin apenas cubrirla del todo, una minúscula disuasión para toda aquella violencia que giraba en su interior. Podía sentir como la tensión le recorría el cuerpo como si tuviera vida propia.

    Oyó como varias personas contenían el aliento. Rin se dio cuenta de que era el centro de atención. Había una mujer y cuatro hombres con los ojos fijos en la muñeca de Sesshomaru que ella rodeaba con sus pequeños dedos. Parecía haber cometido un terrible crimen, tocar a Sesshomaru. Él movió su figura, bastante más corpulenta que la de ella, para protegerla del escrutinio de aquellas personas. No intentó apartar su mano. Si acaso, movió su cuerpo de forma protectora, acercándola a la pared de forma que ellos no la vieran en absoluto.

    - Ella está bajo mi protección - Era una declaración. Un desafío. Una promesa de venganza rápida y mortal.

    - Como todos nosotros también lo estamos - dijo la mujer suavemente, intentando apaciguarlos.

    Rin se tambaleó; su único apoyo era la pared. La ira y el dolor llegaban hasta ella en incesantes oleadas hasta hacerla desear gritar. Dejó escapar un pequeño sonido de protesta. Rápidamente Sesshomaru se volvió hacia ella, rodeándola con sus brazos, envolviéndola en ellos.

    - Mantened vuestras emociones y pensamientos bajo control – siseó - Ella es muy empática. La acompañaré a la pensión y volveré para que discutamos las preocupantes noticias.

    Rin no tuvo oportunidad de ver a los demás antes de que él la acompañara hasta el coche que esperaba en el garaje. Con la cabeza apoyada sobre su hombro sonrió débilmente.

    - Este coche no va con tu estilo, Sesshomaru. Tu forma de tratar a las mujeres es tan arcaica, en una vida anterior debiste ser el ‘señor del castillo’.

    Le echó un rápido vistazo. Su rostro estaba muy pálido, se fijó en la marca que su boca le había dejado en el cuello, se veía a través de su larga melena. Él no tenía intención de dejar ninguna marca, pero ahora estaba allí, era la señal de que ella era suya.

    - Voy a ayudarte a dormir esta noche - Era una afirmación.

    - ¿Quiénes eran esas personas? - Le preguntó porque sabía que él no quería contestar. Estaba tan cansada, tan mareada. Se masajeó la cabeza y deseó poder ser normal sólo por esta vez la vida. Seguramente él iba a pensar que era de aquellas que se desmayaban.

    Hubo un pequeño silencio. Sesshomaru suspiró.

    - Mi familia.

    Supo que decía la verdad, pero no fue del todo sincero.

    - ¿Por qué haría alguien una cosa tan terrible? - Lo miró a la cara - ¿Ellos esperan que persigas y localices a este asesino para detenerlo? - Su voz reflejaba dolor y preocupación por él. Su pena era enorme, al borde de la culpabilidad y sentía la necesidad de desahogarse de forma violenta.

    Él sopeso la pregunta en su mente. Entonces Rin supo que la mujer asesinada era alguien de su gente. Probablemente había recogido los detalles de la mente de algunas de las personas que habían llegado. El dolor y la preocupación eran por él. No había ninguna recriminación. Simplemente se preocupaba por él. Sesshomaru sintió como se desvanecía la tensión. Una sensación cálida subió por su estómago.

    - Trataré de mantenerte alejada de este lío, pequeña - Nadie se preocupaba por él, ni por su estado mental ni por su salud. Nadie parecía sentir nada por él. Algo en su interior se derritió. Ella estaba acurrucándose allí, en lo más profundo de su ser, donde más la necesitaba.

    - Quizás no deberíamos vernos en unos días. Jamás he estado tan cansada - Le estaba dando una salida fácil. Rin se miró las manos. También ella necesitaba una excusa. Nunca se había sentido tan cercana a alguien, tan cómoda, como si lo conociera de toda la vida, aun así, la aterrorizaba el hecho de que él pudiera dominarla - Y no creo que a tu familia le hiciera ilusión vernos juntos. Juntos somos demasiado... explosivos - acabó tristemente.

    - No intentes abandonarme, Rin - El coche paró delante de la posada.

    - Siempre guardo lo que es mío, y no te confundas, tú eres mía - Era una mezcla de advertencia y ruego. No tenía tiempo para palabras suaves. Él quería hablarle con palabras dulces, Dios sabía que ella lo merecía, pero los otros esperaban y sus responsabilidades eran una carga muy pesada.

    Le acarició el mentón.

    - Estás tan acostumbrado a salirte con la tuya - Había risa en su voz – Puedo dormir por mí misma, Sesshomaru. Llevó años haciéndolo.

    - Necesitas dormir con tranquilidad, sin que nada te moleste, profundamente. Lo que viste esta noche te atormentará si no te ayudo - Le acarició el labio inferior con el pulgar - Puedo borrar el recuerdo si lo deseas.

    Rin sabía que él ansiaba hacerlo, creía que era lo mejor para ella. Veía que le resultaba difícil dejar la decisión en sus manos.

    - No Sesshomaru, gracias - dijo solemnemente - Creo que conservaré todos mis recuerdos, los buenos y los malos - Le dio un beso en la mejilla y se movió en el asiento para abrir la puerta - ¿Sabes? No soy una muñeca de porcelana. No voy a romperme porque vea algo que no deba ver. He perseguido a unos cuantos asesinos en serie antes - Le sonrió, pero sus ojos estaban tristes.

    Su mano atenazó la muñeca de Rin.

    - Y casi consiguieron destruirte. No ocurrirá lo mismo esta vez.

    Bajó las pestañas, ocultando su mirada.

    - No es tu decisión - Si otras personas lo convencían para que usara su don en la búsqueda de los malvados asesinos que poblaban el mundo, no lo dejaría solo. ¿Cómo podría hacer algo así?

    - No te asusto lo suficiente, deberías estar mucho más asustada – dijo refunfuñando.

    Le dirigió otra sonrisa mientras tiraba de su muñeca para recordarle que la soltara.

    - Creo que sabes que lo que hay entre nosotros no merecería la pena si siempre me obligas a hacer tu voluntad.

    La mantuvo cautiva mientras sus ojos dorados oscuros y peligrosos contemplaban su rostro de forma posesiva. Ella tenía una voluntad de hierro. Estaba asustada y no obstante era capaz de mantener su mirada. Perseguir el mal la enfermaba, la llevaba al borde de la locura, pero volvía a hacerlo una y otra vez. Sesshomaru buscaba en su mente casi sin que ella lo percibiera. Vio que estaba decidida a ayudarlo, que tenía miedo de sus increíbles poderes pero que no lo dejaría solo en el enfrentamiento con el horrible asesino. Quería mantenerla a salvo en su guarida. Sesshomaru trazó con sus dedos, una línea a lo largo de sus pómulos, la adoraba.

    - Vete antes de que cambie de opinión - le ordenó bruscamente mientras la soltaba.

    Rin se alejó de él muy despacio, intentando sobreponerse a la sensación de mareo que parecía haberse apoderado de su cuerpo. Tuvo mucho cuidado de andar en línea recta para que él no notara que cada paso que daba suponía un enorme esfuerzo. Irguió la cabeza y mantuvo su mente en blanco deliberadamente.

    Sesshomaru la vio entrar en la pensión. Vio cómo se llevaba la mano a la cabeza, se frotaba las sienes y después la nuca. Todavía estaba mareada por la pérdida de sangre. Había sido un egoísta, pero algo más fuerte que él mismo lo obligó a hacerlo. Ahora ella sufría las consecuencias. Le dolía la cabeza por el bombardeo de emociones que había recibido, incluyendo las suyas. Su gente tendría que tener más cuidado a la hora de bloquear sus mentes.

    Salió del coche y se dirigió hacia las sombras con todos sus sentidos comprobando que estaba solo. Se transformó en niebla. Entre la niebla su forma era invisible y podía pasar fácilmente por debajo de la ventana que Rin mantenía abierta. La vio meterse agotada en la cama. Tenía el rostro mortalmente pálido y una mirada obsesionada en los ojos. Se recogió el pelo, tocándose con cuidado la marca que él había dejado en el cuello. Le llevó unos minutos deshacerse de los zapatos como si fuera una enorme tarea. Sesshomaru esperó hasta que se tumbó bocabajo sin quitarse la ropa.

    - Vas a dormir -Fue una orden arrogante, buscando doblegar su voluntad.

    - Sesshomaru.

    Sintió pronunciar su nombre dentro de su cabeza, muy suavemente, con voz somnolienta y una pizca de diversión.

    - Sabía que de todas formas intentarías salirte con la tuya -No luchó, sino que se rindió voluntariamente mientras una pequeña sonrisa curvaba sus labios.

    Sesshomaru la desvistió, y la metió bajo las mantas. Protegió la puerta de la habitación con un fuerte hechizo, ni siquiera el más poderoso de sus congéneres podría evitarlo, lo cual dejaba sin posibilidades a cualquier patético asesino mortal. Aseguró las ventanas y protegió cualquier posible entrada. Posó los labios sobre su frente con una suave caricia, después tocó su marca en el cuello antes de marcharse.

    .

    .

    .

    .

    Los otros dejaron de hablar en cuanto él entró. Kagome sonrió tanteándole, posando la mano de forma protectora sobre la niña que llevaba en su vientre.

    - ¿Ella está bien, Sesshomaru?

    Asintió bruscamente con la cabeza, agradecido por su preocupación. Nadie le preguntó nada, pero su comportamiento había sido totalmente inapropiado en él. Fue directo al grano.

    - ¿Por qué encontraron los asesinos a Sango totalmente desprotegida?

    Se miraron unos a otros. Sesshomaru les había inculcado el hecho de no olvidar nunca ni la más ligera forma de protección para asegurar su seguridad, pero a lo largo de los años, era fácil que poco a poco fueran abandonando las costumbres, hasta llegar a ser imprudentemente descuidados.

    - Sango tuvo a su bebé hace sólo dos meses. Siempre estaba demasiado cansada - Kagome intentó disculpar el desliz.

    - ¿Y Miroku? ¿Dónde estaba? ¿Por qué dejó sola a su mujer si estaba exhausta, desprotegida mientras dormía? - preguntó con un tono mortalmente tranquilo.

    Kogaku, el hombre que había amenazado a Rin con anterioridad, se movió inquieto.

    - Ya conoces a Miroku. Siempre persiguiendo mujeres.

    Le llevó el niño a Kagome y salió a cazar.

    - Y olvidó rodear a Sango con las protecciones adecuadas - La repugnancia que sentía Sesshomaru era demasiado evidente - ¿Dónde está?

    Inuyasha, el compañero de Kagome, le contestó ceñudo.

    - Se volvió loco, Sesshomaru. Nos costó un enorme esfuerzo aplacarlo, pero ahora duerme. El bebé está enterrado con él, durmiendo. La cura les vendrá bien.

    - No podíamos permitirnos perder a Sango - Sesshomaru dejó a un lado el dolor; no era el momento de expresarlo ni de sentirlo - Inuyasha, ¿puedes mantener a Miroku bajo control?

    - Creo que deberías hablar con él - contestó honestamente - El sentimiento de culpabilidad lo está volviendo loco. Estuvo a punto de atacarnos.

    - Vlad, ¿Dónde está Elena? Está en peligro, a punto de dar a luz. Debemos protegerla como a Kagome - dijo Sesshomaru - No podemos afrontar la pérdida de ninguna de nuestras mujeres y menos aún de sus bebés.

    - El parto está muy próximo, por eso me preocupaba que viajara – Vlad suspiró con preocupación - Está segura y bien protegida por el momento, pero creo que la persecución comienza de nuevo.

    Sesshomaru golpeaba suavemente la mesita con el dedo.

    - Quizás sea muy significativo que tres de nuestras mujeres den a luz a la vez, después de diez años. Nuestros niños son escasos y pasan muchos años entre los alumbramientos. Si de alguna forma, los asesinos han obtenido la información de estos embarazos, estarán atemorizados ante la idea de que nos multipliquemos y ganemos fuerza de nuevo.

    Sesshomaru miró intensamente al más musculoso de los hombres.

    - Ares, tú no tienes una compañera a la que tengas que proteger, careces de esa carga - En su voz apareció una ligera muestra de cariño, un cariño que nunca antes había sentido o demostrado y quizás nunca fue consciente de que otros lo conocieran. Ares también era su hermano igual que Inuyasha - Axel tampoco tiene compañera. Vosotros dos llevaréis las noticias a todos los demás. Dormid en las profundidades de la tierra, alimentaos sólo en los lugares más seguros y usad siempre los hechizos de protección más poderosos. Debemos vigilar a nuestras mujeres y ponerlas a salvo, especialmente a las que están embarazadas. No llaméis la atención en absoluto.

    - ¿Durante cuánto tiempo, Sesshomaru? - Los ojos de Kagome estaban llenos de tristeza y las lágrimas le corrían por las mejillas - ¿Cuánto tiempo tendremos que vivir así?

    - Hasta que yo encuentre a los asesinos y haga justicia - Su voz tenía una nota salvaje y fiera - Todos vosotros os habéis convertido en criaturas débiles al tratar tanto a los mortales. Estáis olvidando los dones de nuestra raza que pueden salvar vuestras vidas - la reprimenda fue severa - Mi mujer es mortal y aun así captó vuestra presencia antes de que vosotros descubrieseis la suya. Sintió vuestras emociones, que no supisteis guardar y ahora sabe que hay unos asesinos sueltos porque leyó vuestros pensamientos. No tenéis excusa por ello.

    - ¿Cómo es posible? - se atrevió a preguntar Inuyasha - Ningún mortal tiene ese enorme poder.

    - Ella tiene habilidades telepáticas muy desarrolladas, tiene un preciado don. Estará aquí muy a menudo. Se la protegerá como a todas nuestras mujeres.

    Los otros intercambiaron miradas desconcertadas y confundidas. De acuerdo con la leyenda, solo sus congéneres más fuertes podían ser capaces de convertir a una mujer mortal. Simplemente, nunca se hacía, era demasiado arriesgado. Muchos siglos atrás se intentó, cuando el número de mujeres de los Cárpatos había sido mermado y los hombres pasaron por una situación desesperada. Pero nadie osó hacerlo de nuevo. La mayoría de ellos creían que era una leyenda inventada para evitar que los hombres perdieran sus almas.

    Sesshomaru tenía la mente totalmente cerrada, imposible de leer, sus decisiones eran inapelables, jamás se discutieron a lo largo de los siglos. Él ponía fin a las disputas y los protegía. Perseguía y cazaba a los hombres de su raza que habían elegido convertirse en vampiros, peligrosos para los mortales y para los inmortales por igual.

    Y ahora esto. Una mujer mortal. Estaban perplejos y no podían ocultarlo.

    Estaban obligados a poner la vida de la mujer de Sesshomaru por encima de las propias. Si Sesshomaru decía que estaba bajo su protección, realmente lo estaba.

    Jamás decía algo sin intención. Y si ella resultaba dañada la pena sería la muerte. Sesshomaru era un enemigo salvaje, implacable y despiadado.

    Se sentía responsable por la muerte de Sango. Había visto la debilidad de Miroku hacia las mujeres. Sesshomaru se había opuesto a la unión de Miroku y Sango, pero no la había prohibido como debería haber hecho. Miroku no era el verdadero compañero de Sango. La unión entre compañeros, la química que compartían, jamás permitiría al verdadero compañero engañar a su mujer.

    Sango, su hermosa hermana, tan joven y vital, la habían perdido para siempre. Había sido muy testaruda, quería a Miroku porque era guapo no porque sus almas estuvieran unidas. Habían mentido, pero él sabía que mentían. En el fondo había sido responsabilidad suya permitir que Miroku continuara intentando buscar emociones con otras mujeres mientras Sango se convertía en una mujer amargada y peligrosa. Su muerte había sido instantánea, de otra manera, él lo hubiera percibido, aunque hubiera estado durmiendo profundamente. Miroku no debería haber tenido jamás a una mujer bajo su protección.

    Sesshomaru había pensado que, cuando llegara la hora, cada uno encontraría a su verdadero compañero, pero no sucedió así; Sango cada vez era más peligrosa y el comportamiento promiscuo de Miroku empeoraba. Era imposible que Miroku sintiese nada con las mujeres que se llevaba a la cama, aun así continuaba, como si fuera el castigo que Sango se merecía por haberlo atado a ella.

    Sesshomaru cerró los ojos un momento, permitiendo que la realidad de la injusta muerte de Sango lo llenara por completo. La sensación de pérdida era insoportable, su dolor salvaje e intenso, mezclado con una rabia helada y un propósito mortal. Agachó la cabeza. Lágrimas de sangre corrían por su rostro.
    Su hermana, la más joven de las mujeres. Él era el culpable.

    Sesshomaru sintió la agitación en su mente, se sintió reconfortado como si alguien le abrazara.

    - ¿Sesshomaru? ¿Me necesitas? -Preguntó Rin preocupada, su voz sonaba ronca y somnolienta.

    Estaba totalmente asombrado. Su orden había sido firme, mucho más firme que las que solía enviar a cualquier humano, y aun así, su dolor le había llegado a través del sueño. Echó un vistazo a su alrededor, a las caras de sus compañeros. Ninguno de ellos había percibido el contacto mental. Era muy significativo, aún somnolienta como estaba, Rin era capaz de concentrarse, canalizar sus pensamientos y enviarlos directamente a su mente sin que nadie lo percibiera. Era una habilidad que muy pocos de los suyos se habían molestado en desarrollar ya que confiaban demasiado en la incapacidad de los humanos de percibir sus comunicaciones telepáticas.

    - ¿Sesshomaru? - La voz era ahora más fuerte, estaba preocupada - Voy a ayudarte.

    - Duerme, pequeña. Estoy bien - la tranquilizó aumentando la orden con el tono de su voz.

    - Cuídate, Sesshomaru, susurró muy despacio obedeciéndole.

    Sesshomaru centró su atención en aquellos que esperaban sus órdenes.

    - Enviadme mañana a Miroku. El bebé no puede vivir con él. Kikyo perdió otro niño hace un par de décadas. Todavía llora a sus otros bebés desaparecidos. Le entregaremos el hijo de Sango. Kagura los protegerá. Nadie usará una conexión psíquica hasta que sepamos con certeza que ninguno de nuestros adversarios posee el mismo don que tiene mi mujer.

    Sus rostros mostraron un asombro absoluto. Ninguno de ellos pensaba que un humano fuera capaz de poseer semejante poder y disciplina.

    - ¿Sesshomaru, estás seguro que esta mujer no es nuestra enemiga? Podría representar una amenaza para nosotros - Inuyasha sugirió esta idea con mucho cuidado, incluso Kagome le clavó los dedos en el brazo en señal de advertencia.

    Sesshomaru entrecerró los ojos.

    - ¿Creéis que me he mantenido ocioso maravillándome de mi propio poder? ¿Tan poco me conocéis que me creéis incapaz de reconocerla como una amenaza después de aventurarme por su mente? Os lo advierto, estoy deseando dejar de ser vuestro líder, pero no voy a alejarla de mi protección. Si cualquiera de vosotros le hace daño os las veréis conmigo. ¿Deseáis que ceda a otro el liderazgo? Estoy cansado de mis deberes y responsabilidades.

    - ¡Sesshomaru! - protestó Kogaku indignado.

    Los demás se negaron rápidamente, como niños asustados. Ares fue el único que se mantuvo en silencio, apoyaba la cadera perezosamente sobre la pared mirando a Sesshomaru con una sonrisilla burlona. Sesshomaru lo ignoró.

    - Casi está amaneciendo. Id todos bajo tierra. Usad todas las protecciones posibles. Cuando despertéis, comprobad los alrededores, buscad la presencia de intrusos. No ignoréis ni el más pequeño de los detalles. Debemos estar en estrecho contacto y cuidar los unos de los otros.

    - Sesshomaru, el primer año es crucial para nuestros bebés, la mayoría de ellos no sobreviven - Los dedos de Kagome se retorcían nerviosos mientras le daba la mano a su marido - No estoy segura de que Kikyo pueda soportar otra pérdida.

    La sonrisa de Sesshomaru fue tierna.

    - Ella cuidará al niño mejor que cualquier otra, y Kagura será el doble de protector que ninguno de nosotros. Él ha estado intentando convencer a Kykyo para que vuelva a quedarse embarazada, pero ella se ha negado. Al menos así podrá acunar a alguien.

    - Y volverá a desear tener otro bebé - dijo Kagome enfadada.

    - Si nuestra raza quiere seguir adelante, debemos tener niños. Aunque me gustaría mucho ser yo el que los trajera al mundo, son sólo las mujeres las que pueden realizar el milagro.

    - Es descorazonador perder a tantos bebés, Sesshomaru - señaló Kagome.

    - Es por el bien de todos, Kagome - Su tono no dejó lugar a ninguna duda, nadie osó discutir ni preguntar. Poseía absoluta autoridad y sentía una ira y un dolor más allá de cualquier medida. Miroku no sólo había fallado al proteger a Sango, una mujer joven, hermosa y vital, su vida se había desperdiciado por culpa del juego sádico que ella y Miroku habían llevado a cabo. Sabía que era igual de responsable que Miroku. Ambos eran culpables de la muerte de Sango.

    El desprecio que sentía por Miroku también iba dirigido a él mismo.


    PD: Esta adaptación, esta siendo subida también en Fanfiction.Net, pueden ir a leerla por haya también :Estoy como FandomMLB.

    Bueno, hasta que finalmente pude terminar este capítulo, si les soy sincera me consto hay muchos personajes, y me toco crear los míos pues me pertenecen, yo me los imagino como tal algunos van a ser de mi creación como lo dije posteriormente, en el prólogo y advertencia bueno espero que les haiga gustado y Kagura si en esta adaptación va hacer buena Inuyasha es hermano de Sesshomaru igual que en el anime.

    Sango y Ares van también a ser hermanos de Sesshomaru a Ares me toco crearlo porque ya no sabía a quién más poner como personaje, Kogaku hermano de Sango en el anime en esta adaptación no lo va hacer bueno espero que respeten mi decisión.

    Me pueden decir que parte, que les va gustando. Rewiens me importa mucho en que puedo mejorar la adaptación.

    Los leo Bay Kittis.
     
    Última edición: 21 Diciembre 2021
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    Título:
    EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    9107
    EL PRÍNCIPE OSCURO

    Disclaimer: Esta historia no me pertenece, es una saga para el fandom Inuyasha, espero que les guste y apoyen a la escritora.

    Christine Feehan © El príncipe oscuro

    Inuyasha Rumiko Takahashi

    Adaptación © FandomMLB

    Advertencia/Aclaración: Puede que la adaptación, tenga violencia, recuerden que es de vampiro van aparecer algunos personajes de mi creación, porque en el anime/manga ay personajes que la mayoría son demonios sin rostro, y lo peor que algunos asustan, así que para que se acoplaran, tuve que crear algunos de mi loca imaginación.

    Character x OC.

    Los personajes no me pertenecen, ósea los del anime/manga.

    CAPITULO 3


    Rin se despertó poco a poco, se sentía incapaz de abrir los ojos, el sueño se apoderaba de ella y la arrastraba. De alguna forma sabía que no debía despertar, aunque era esencial que lo hiciera. Abrió los ojos a la fuerza y volvió la cabeza hacia la ventana. El sol entraba a raudales. Se obligó a sentarse y al hacerlo, las sábanas se deslizaron dejando a la vista su cuerpo desnudo.

    - Sesshomaru – susurró - te tomas demasiadas libertades - Intentó conectar con él automáticamente, sentía una necesidad imperiosa de hacerlo. Al notar que dormía, se retiró de su mente. El ligero contacto fue suficiente. Él estaba a salvo.

    Rin se sentía diferente, feliz incluso. Podía hablar con cualquiera, tocar a cualquiera sin importarle esa sensación de peligro. La libertad de relajarse en presencia de otro ser era una alegría enorme.

    Sesshomaru tenía grandes responsabilidades. Ella no sabía quién era él, solo que era alguien importante. Era obvio que se sentía muy a gusto con sus poderes, no como ella, que aún se sentía como una especie de monstruo. Quería ser como él, tener confianza en sí misma y no importarle la opinión de los demás.

    No conocía apenas nada de la vida en Rumanía. Las poblaciones rurales eran pobres y supersticiosas. No obstante eran personas amables y con una bonita artesanía. Sesshomaru era diferente. Había oído hablar de la gente de los Cárpatos; no de los gitanos, sino de unas personas bien educadas, con dinero y que vivían por decisión propia en el corazón del bosque, en plena montaña.

    ¿Sesshomaru era su líder? ¿Era esa la razón de su arrogancia y de su carácter reservado?

    La ducha le sentó bien a su cuerpo, librándolo de aquella sensación de somnolencia. Se vistió con sumo cuidado, se puso unos vaqueros, un jersey de cuello de cisne y una sudadera. Aunque hiciera sol, hacía mucho frío en las montañas, y tenía pensado ir a explorar. Por un momento sintió un dolor agudo y una quemazón en el cuello. Se retiró el jersey para examinar la herida.

    Era una marca extraña, parecía el mordisco de un adolescente enamorado, pero aún más intenso.

    Se ruborizó al recordar la imagen de Sesshomaru en el momento de dejarle la marca. ¿Por encima de todo tenía que ser tan extremadamente provocativo?

    Podía aprender mucho de él. Se había dado cuenta de que él era capaz de estar siempre protegido del constante bombardeo de emociones. Para ella, ser capaz simplemente de sentarse en medio de una habitación atestada de gente y no sentir nada más que sus propias emociones, sería un enorme milagro

    Rin se calzó sus botas de montaña. ¡Un asesinato en este lugar! Era un sacrilegio. Los habitantes del pueblo debían estar aterrorizados. Al salir de la habitación sintió un extraño movimiento del aire. Como si tuviera que empujar contra una fuerza invisible. ¿Sesshomaru otra vez? ¿Intentaba mantenerla encerrada? No. Si había sido capaz de tal cosa, aquellas barreras invisibles la habrían detenido. Aquello era una especie de protección para mantener a cualquiera lejos de su habitación. Aún destrozado por el dolor y la rabia de aquel asesinato sin sentido y tan horrendo, la había ayudado a dormir.

    La imagen de Sesshomaru preocupándose de protegerla y ayudarla la hizo sentirse querida.

    Eran las tres de la tarde – demasiado tarde para almorzar y excesivamente temprano para cenar – y Rin tenía hambre. La dueña de la pensión le preparó muy amablemente una cesta con comida para que cenara de camino.

    Ni una sola vez mencionó que se hubiera producido un asesinato. De hecho, parecía ignorar por completo esta noticia. Rin no se sentía con ganas de sacar el tema. Era raro; la señora fue tan amable y simpática – incluso habló de Sesshomaru, para ella era un viejo amigo, muy querido – pero Rin no pudo decir ni una sola palabra del asesinato ni de lo que había supuesto para él.

    Una vez fuera, se colocó la mochila en la espalda. No pudo percibir el horror del asesinato en ningún sitio. Ni en la pensión ni en la calle parecían excesivamente perturbados. Pero no podía estar equivocada; las imágenes habían sido claras y fuertes, y el dolor agudo y muy real. Había percibido tantos detalles que no podía ser obra de su imaginación.

    - ¡Señorita Ross! Su apellido es Ross, ¿verdad? - dijo una voz femenina unos pasos detrás de ella. La Sr Kakudoshi acercaba deprisa, su rostro reflejada ansiedad, nerviosismo. Era una señora próxima a los setenta años, de aspecto frágil, cabello gris y una forma de vestir acorde con su edad - Querida, está muy pálida esta mañana. Todos estábamos muy preocupados por usted. Ese joven, llevándosela de la manera que lo hizo, nos dejó muy asustados.

    A Rin le hizo gracia.

    - Su presencia intimida un poco ¿no es así? Es un viejo amigo que se preocupa en exceso por mi salud. Créame, Sra. me cuida muy bien. Es un importante hombre de negocios; puede preguntarle a cualquiera del pueblo.

    - ¿Está enferma querida? - Preguntó Kakodoshi de forma solícita, acercándose tanto que Rin se sintió amenazada.

    - Me estoy recuperando - contestó sin dejar lugar a dudas, deseando que fuese cierto.

    - ¡Yo la he visto antes! - exclamó Kakodoshi - Usted es la extraordinaria joven que ayudó a la policía a capturar a aquel demonio que asesinaba en San Diego hace más o menos un mes. ¿Qué puede estar haciendo usted aquí, en este lugar?

    Rin se frotó la frente.

    - Este tipo de trabajo es muy extenuante, Sra... A veces enfermo. Fue una persecución larga y necesitaba alejarme de todo aquello. Quería visitar algún hermoso lugar remoto, un lugar saturado de historia, donde nadie me reconociera y me señalara con el dedo como a un monstruo. Los Cárpatos son muy hermosos. Puedo caminar, sentarme tranquilamente y dejar que el viento se lleve los recuerdos de aquella mente depravada.

    - ¡Oh, querida! - Kakodoshi alargó la mano con preocupación, intentando tocarla.

    Rápidamente, Rin se apartó hacia un lado.

    - Lo siento mucho; me molesta mucho tocar a cualquier persona después de impregnarme de la mente de un loco. Por favor, entiéndalo.

    Kakodoshi asintió con la cabeza.

    - Aunque he notado que a su joven amigo no le importó tocarla.

    Rin sonrió.

    - Es muy mandón, y le encanta especialmente representar escenas melodramáticas, pero es muy bueno conmigo. Hace tiempo que nos conocimos. Sesshomaru viaja muchísimo, ¿sabe? - Sus labios soltaron toda la sarta de mentiras sin ninguna dificultad. Se odió por ello - No quiero que nadie sepa nada de mí, Sra. Odio la publicidad y en este momento necesito estar apartada de todo. Por favor, no le diga a nadie quién soy.

    - Por supuesto que no, querida, pero ¿cree que es seguro que ande vagando por ahí, sola? Hay muchos animales salvajes merodeando por esta zona.

    - Sesshomaru me acompaña en mis pequeñas excursiones, y obviamente no voy a curiosear por el bosque cuando anochece.

    - ¡Oh! - Kakodoshi pareció calmarse - ¿Sesshomaru? Aquí todos hablan de él.

    - Ya se lo dije, me cuida en exceso. Y en verdad, le encantan los platos de la dueña de la pensión - le confió con una sonrisa, alzando la cesta con comida -

    Mejor me marcho o llegaré tarde.

    Kakodashi la dejó pasar.

    - Tenga mucho cuidado, querida.

    Rin se despidió agitando la mano y se alejó dando un paseo despacio y tranquilo por el camino que se internaba en el bosque y subía hacia la montaña. ¿Por qué se había visto obligada a mentir? Le gustaba estar sola y jamás se había tenido que justificar por lo que hacía. Por algún motivo que no acababa de entender, no quería hablar de la vida de Sesshomaru con nadie, menos aún con Kakodashi. La mujer parecía excesivamente interesada en él.

    Se le notaba en la mirada y en la voz, aunque no hizo ningún tipo de comentario al respecto. Podía sentir a Kakodashi estudiándola cuidadosamente, hasta que el camino giró bruscamente y los árboles la ocultaron.

    Rin movió la cabeza con tristeza. Se estaba convirtiendo en una especie de presa, al evitar que cualquiera se le acercara, incluso una dulce viejecita preocupada por su seguridad.

    - ¡Rin! ¡Espera!

    Cerró los ojos, molesta por la intromisión. Se las arregló para componer una sonrisa en cuanto Owen la alcanzó.

    - Owen, me alegra que te hayas recuperado, te atragantaste, ¿verdad? Fue una suerte que el camarero conociera la maniobra de Heimlich.

    Owen frunció el ceño.

    - No me atraganté - dijo a la defensiva, no quería que ella lo acusara de no saber comportarse en la mesa - Todos lo creen, pero no me atraganté con un trozo de carne.

    - ¿De verdad? La forma en la que te agarró el camarero... - no acabó la frase.

    - Bueno, no te quedaste el tiempo suficiente para darte cuenta - la acusó de mala gana, totalmente ceñudo - Dejaste simplemente que ese... Neandertal te sacara en brazos de allí.

    - Owen - dijo amablemente - no me conoces, no sabes nada de mí ni de mi vida privada. Por lo poco que conoces, ese hombre podía ser mi marido. Me encontraba muy mal anoche. Siento mucho no haberme quedado, pero en cuanto vi que te recuperabas, no creí apropiado vomitar en el comedor.

    - ¿Cómo es que conoces a ese hombre? - preguntó Owen celoso - Los vecinos del pueblo dicen que es el hombre más poderoso de esta zona. Es rico, es el dueño de todos los negocios petrolíferos. El típico hombre de negocios con mucho poder. ¿Cómo pudiste conocer a un hombre así?

    Se estaba acercando a Rin cada vez más, y de repente, cayó en la cuenta de lo solos que se encontraban y de lo retirados del pueblo que estaban. Tenía una mirada de niño consentido que estropeaba su rostro infantil. También pudo percibir otra cosa, una especie de excitación, que lo hacía sentir culpable. Percibió que ella era una parte importante de sus fantasías más perversas. Owen era un niño rico acostumbrado a conseguir cualquier nuevo juguete que se le antojara.

    Rin percibió un pequeño movimiento en su mente.

    - ¿Rin? Temes por tu seguridad -Sesshomaru estaba profundamente dormido, pero luchaba por despertarse.

    Ahora empezó a preocuparse. Sesshomaru era una especie de interrogación en su cabeza. No sabía qué iba a hacer él, solo que la protegería. Por ella misma, por Sesshomaru y por Owen, este último tenía que entender que no quería nada con él.

    Puedo manejar esto, le contestó para tranquilizarlo.

    - Owen - dijo pacientemente - creo que deberías marcharte; vuelve a la pensión. No soy una mujer fácil de intimidar. Me estás acosando y no tendré ningún problema en exponer una denuncia en la policía local, o como se llamen - Contuvo la respiración al notar que Owen esperaba.

    - ¡Muy bien, Rin! ¡Véndete al mejor postor! ¡A ver si consigues un marido rico! Él te usará y luego te dejará tirada; ¡Eso es lo que hacen los hombres como Sesshomaru! - gritó Owen. Escupió algunos insultos más y se marchó dando zancadas.

    Rin dejó escapar el aire de sus pulmones muy despacio, dando gracias.

    - ¿Ves?- Dijo obligándose a reírse en sus pensamientos- Manejé yo misma la situación, y eso que soy una insignificante mujer. Sorprendente ¿no?

    Desde el otro lado de la densa arboleda, imposible de ver desde donde ella estaba, se oyó el grito de terror de Owen y después un débil gemido. Mezclado con su segundo chillido, pudo oírse el rugido de un oso enfurecido. Algo pesado cayó al suelo entre los arbustos, detrás de Rin. Ella oyó la risa de Sesshomaru, muy masculina, se estaba divirtiendo de lo lindo.

    - Muy divertido, Sesshomaru. -Owen emanaba miedo pero no se había hecho año- Tienes un sentido del humor bastante dudoso.

    - Necesito dormir. Deja de meterte en problemas, mujer.

    - Si no te quedaras despierto toda la noche, no pasarías todo el día durmiendo, le regañó. ¿Cuándo trabajas?

    - Los ordenadores trabajan solos.

    La imagen de Sesshomaru con un ordenador la hizo reír. A él no le pegaban los coches ni los ordenadores.

    - Vuelve a dormir grandullón. Muchísimas gracias, puedo manejarme yo sola sin un enorme machote que me proteja.

    - Preferiría, en realidad, que volvieras a la pensión hasta que yo me levante.

    No hubo ni el más ligero asomo de orden en su voz. Estaba intentando suavizar su forma de ser y sus esfuerzos la hicieron sonreír.

    - No lo haré, aprende a vivir con mi forma de ser.

    - Las americanas sois realmente difíciles.

    Siguió subiendo la montaña, la risa de Sesshomaru todavía resonaba en su cabeza. Dejó que la quietud de la naturaleza inundara su mente. Los pájaros cantaban suavemente; el viento susurraba entre los árboles. El prado estaba cubierto de flores de intensos colores que se mecían con la brisa.

    Rin no se detuvo, se sentía en paz en aquella soledad. Se encaramó a una roca escarpada, en la parte alta de una pradera rodeada de espesos grupos de árboles. Comió y se tumbó de espaldas, recreándose en el paisaje.

    Sesshomaru se movió, permitiendo a sus sentidos explorar su entorno. Yacía en la tierra poco profunda, sin que nadie lo molestara. Ningún humano se había acercado a su guarida. Quedaba poco menos de una hora para el anochecer.

    Emergió de la tierra, saliendo al sótano húmedo y frío. Mientras se duchaba, imitando la manera humana de proceder a la limpieza – aunque realmente no era necesario -, tocó la mente de Rin. Estaba amodorrada en la montaña, desprotegida y empezaba a oscurecer. Frunció el ceño. La mujer no tenía ni idea de cómo tomar medidas de protección. Le urgía darle una buena sacudida, no, más aún, quería levantarla de donde estaba tumbada y mantenerla segura en sus brazos para siempre.

    Se puso en marcha bajo el pálido sol, subiendo por los caminos de la montaña con la rapidez de los suyos. El sol acariciaba su piel, calentándola, haciéndole sentir vivo. Las gafas oscuras, realizadas especialmente para él, le protegían los ojos ultrasensibles; no obstante, le molestaban unos pequeños pinchazos. Al acercarse a la roca donde Rin dormía, captó el olor de otro de los suyos, de un hombre.

    - Miroku.

    Sesshomaru enseñó los dientes. El sol se hundió tras la montaña, alargando las sombras de las colinas y bañando el bosque con tenebrosos secretos. Sesshomaru salió al claro, con los brazos extendidos a ambos lados. Su cuerpo emanaba poder, se movía de forma fluida, como si volara. Era un demonio que acechaba, silencioso y letal.

    Miroku estaba de espaldas a él, acercándose a Rin. Al sentir la fuerza en el aire, se giró. Sus facciones estaban desfiguradas por el dolor y la ira.

    - Sesshomaru... - le falló la voz, cerró los ojos - Sé que jamás me perdonarás.

    Sabías que no era un verdadero compañero para Sango. Aun así, ella no hubiera permitido que yo me marchara. Me amenazó con quitarse la vida si la dejaba, si yo intentaba buscar a otra. Permanecí junto a ella como un cobarde.

    - ¿Por qué te encuentro agazapado al lado de mi mujer? - gruño Sesshomaru, mientras la furia lo invadía. Las excusas de Miroku le asqueaban, aunque fueran ciertas. Si Sango había amenazado con morir bajo el sol, él tendría que haberlo sabido. Sesshomaru tenía el suficiente poder para detener el comportamiento auto-destructivo de Sesshomaru. Miroku sabía muy bien que él era su príncipe, su líder, y aunque nunca había compartido su sangre con el compañero de su hermana, podía leer en su mente el placer perverso que le proporcionaba esta relación, su dominio sobre ella y la obsesión que Miroku sentía.

    A sus espaldas, Rin se movió, se sentó y se echó el pelo hacia atrás, ese pequeño gesto tan suyo. Se veía soñolienta, provocativa, era una sirena esperando a su amante. Miroku giró la cabeza para mirarla y una expresión taimada y astuta cruzó por su rostro. Ella sintió la inmediata orden de Sesshomaru para que guardara silencio, y percibió el dolor no reprimido de Miroku, sus celos y el odio que sentía hacia Sesshomaru, la tensión palpable entre los dos hombres.

    - Kohaku y Ares me dijeron que ella estaba bajo tu protección. No podía dormir y sabía que estaba sola sin ningún hechizo que la protegiera. Tenía que hacer algo o habría elegido unirme a Sango - Era un ruego, buscaba comprensión, no el perdón.

    No obstante, Rin no creyó nada de lo que Miroku dijo. No supo por qué ya que su dolor era real. Quizás estaba desesperado por conseguir el respeto de Sesshomaru y sabía en el fondo que no iba a lograrlo

    -Entonces, estoy en deuda contigo - dijo Sesshomaru solemnemente, le costaba un enorme esfuerzo ocultar el asco que sentía por un hombre que dejaba a su mujer desprotegida, habiendo dado a luz hacía tan poco tiempo, para atormentarla con el olor que otra mujer dejaría sobre él.

    Rin bajó de la roca, era una menuda mujer de mirada compasiva en sus grandes ojos marrón.

    -Siento muchísimo la muerte de su esposa - dijo en un susurro, cuidando de mantener la distancia. Era el marido de la mujer asesinada. Su dolor y culpabilidad llegaban hasta el cuerpo de Rin con dolorosa intensidad, pero ella estaba preocupada por Sesshomaru. Algo iba mal con Miroku. Su mente estaba desequilibrada, no era malvado, pero había algo extraño en él.

    - Gracias - dijo Miroku escuetamente - Necesito a mi hijo, Sesshomaru.

    - Necesitas que la tierra te cure - le contestó Sesshomaru como respuesta, era una decisión irrevocable y estaba firmemente decidido a que se cumpliera su voluntad. No entregaría un precioso bebé indefenso a este hombre en su actual estado mental.

    El estómago de Rin se contrajo de dolor, igual que su corazón, al oír la crueldad de las palabras de Sesshomaru. Apenas comprendía lo que encerraba la orden de Sesshomaru. Este hombre, rebosante de dolor por el asesinato de su esposa, iba a ser privado de la presencia de su hijo, y aceptaba la palabra de

    Sesshomaru como una ley absoluta. Sintió su profundo dolor como si fuera propio, y no estaba de acuerdo con la decisión de Sesshomaru.

    - Por favor, Sesshomaru. Yo amaba a Sango - De forma instintiva Rin supo que no estaba rogando para quedarse con el bebé.

    La furia oscureció el rostro de Sesshomaru, dejó un atisbo de crueldad en su boca y enrojeció sus ojos dorados.

    - No me hables de amor, Miroku. Entiérrate; cúrate. Encontraré al asesino y vengaré la muerte de mi hermana. Jamás volveré a dejarme arrastrar por el sentimentalismo. Si no hubiera escuchado sus súplicas, ahora estaría viva.

    - Soy incapaz de dormir. Tengo el derecho de cazar a los asesinos - La voz de Miroku sonaba resentida, desafiante, buscando el respeto y la igualdad como lo hace un niño, aun sabiendo que no podía conseguirlos.

    La impaciencia y la amenaza brillaron en los pensativos ojos de Sesshomaru.

    - Entonces te obligaré a que lo hagas, te daré la orden para que descanses, puesto que tu mente y tu cuerpo lo necesitan - Dijo con el tono más neutral que Rin le había escuchado. Si no hubiera sido por la furia que ardía en sus ojos dorados, habría creído que se comportaba de forma amable y que cuidaba realmente de la salud del hombre.

    - No podemos permitirnos que desaparezcas, Miroku - Su voz se suavizó, usó un tono aterciopelado que seducía y ordenaba implacablemente.

    - Vas a dormir, Miroku. Irás con Inuyasha y dejarás que te prepare y te cuide. Permanecerás dormido hasta que no representes un peligro ni para ti, ni para los demás.

    Rin estaba asombrada y alarmada por el absoluto poder de su voz, él ostentaba ese poder como si fuera su deber. La voz de Sesshomaru por sí sola podía inducir a un profundo trance hipnótico. Nadie discutía sus decisiones, ni siquiera en un asunto tan grave como era decidir quién cuida a un bebé. Se mordió el labio inferior, estaba muy confundida. Sesshomaru tenía razón en lo del bebé. Ella percibía algo malo en Rand, pero que un hombre maduro obedeciera su orden – tuviera que obedecer su orden – la aterrorizó. Nadie debería poseer esa voz, ese don. Algo tan poderoso podía emplearse de la forma equivocada, podía corromper a aquel que lo poseía.

    Se quedaron de pie, uno en frente del otro, mirándose, mientras Miroku se alejaba entre la creciente oscuridad. Rin sentía el enfado de Sesshomaru, estaba disgustado con ella. Desafiante, alzó la barbilla. Él se acercó, deslizándose increíblemente rápido, sus dedos se cerraron alrededor de su garganta, como si quisiera estrangularla.

    - No volverás nunca a cometer una tontería como esta.

    Ella parpadeó, mientras mantenía su mirada.

    - No intentes intimidarme, Sesshomaru; no funcionará. Nadie me dice lo que tengo que hacer, ni dónde puedo ir.

    Bajó las manos hasta sus muñecas, apresándolas, amenazando con romper sus frágiles huesos.

    - No toleraré ninguna tontería que pueda poner en riesgo tu vida. Ya hemos perdido a una de nuestras mujeres. No voy a perderte.

    Había dicho que era su hermana. La compasión luchó con su instinto de protección. La base de esta discusión era el miedo que él sentía a que ella desapareciera.

    - Sesshomaru, no puedes guardarme dentro de una caja y ponerme en un rincón seguro - Habló tan tiernamente como pudo.

    - No voy a discutir sobre tu seguridad. Hace un rato estabas sola con un hombre que estaba planeando tomarte a la fuerza. Cualquier animal salvaje podía haberte atacado, y si no hubieras estado bajo mi protección, Miroku podría haberte hecho daño en su actual estado.

    - Nada de eso ha ocurrido, Sesshomaru - Tocó dulcemente su mentón en una tierna caricia - Tienes suficientes preocupaciones, suficientes responsabilidades como para que me añadas a la lista. Puedo ayudarte. Sabes que soy capaz de hacerlo.

    Tiró de su muñeca para que cayera sobre él.

    - Vas a volverme loco, Rin - La estrechó contra su cuerpo. Su voz bajó de tono, hasta convertirse en una caricia hipnótica, en pura magia negra - Eres la única persona a la que ansío proteger, y aun así no me obedeces. Insistes en mantener tu independencia. Todos los demás se apoyan en mi fuerza, pero tú buscas ayudarme, compartir mis obligaciones - Bajó la boca hacia la suya.

    De nuevo Rin sintió que la tierra retumbaba bajo sus pies, sintió el estallido eléctrico en el aire, a su alrededor. Era algo curioso. La temperatura de su piel subió hasta hacerla arder. En su cabeza giraban miles de puntitos de colores. La boca de Sesshomaru reclamaba la suya, posesiva, agresiva, dominante, borrando cualquier intento de resistencia. Ella separó los labios, permitiendo su ardiente y dulce asalto.

    Rin posó sus manos sobre los anchos hombros, y después le rodeó el cuello. Sentía como su cuerpo se derretía. Sesshomaru quería tumbarla sobre la suave hierba, arrancarle esas ofensivas prendas del cuerpo y hacerla irremediablemente suya. Sabía a pura inocencia. Nadie, nunca, le había pedido compartir sus pesadas obligaciones. Nadie, hasta que llegó esta muchachita mortal, había pensado en el precio que él pagaba. Una humana. Tenía el coraje necesario para plantarse ante él, y él no podía más que respetarla por ello.

    Sesshomaru tenía los ojos cerrados, deleitándose en la sensación del cuerpo de Rin pegado al suyo, en el hecho de quererla con aquella intensidad. Estaba consumido por un deseo ardiente. De mala gana alzó la cabeza, le dolía todo el cuerpo, de forma atroz.

    - Vámonos a casa, Rin - Su voz era pura seducción.

    La boca de Rin se curvó en una sonrisa.

    - No creo que tu casa sea un lugar seguro. Eres de la clase de hombre contra la que me previno mi madre.

    Sesshomaru la abrazó de forma posesiva, atrapándola contra su cuerpo. No tenía ni la más ligera intención de apartarse de ella, de dejar que se marchara. Le indicó con su cuerpo el camino a seguir, por donde él quería. Caminaron juntos en un agradable silencio.

    - Owen no tenía intención de hacerme daño - negó de repente - Lo habría percibido.

    - Tú no tenías intención de tocarlo, pequeña, y eso lo salvó.

    - Realmente creo que es capaz de cometer actos violentos. Siempre es duro evitar la violencia - Le dirigió una traviesa sonrisa - Va pegada a ti como una segunda piel.

    Le tiró de la gruesa trenza en venganza por la broma.

    - Quiero que vengas a vivir a mi casa. Por lo menos hasta que encontremos a los asesinos y nos hagamos cargo de ellos.

    Rin caminó en silencio. Sesshomaru había dicho hagamos, como si fueran un equipo. Eso le gustó.

    - ¿Sabes, Sesshomaru? Es de lo más extraño. Nadie en el pueblo, ni en la pensión, parecía saber nada del asesinato hoy.

    Sus dedos rozaron levemente sus delicados pómulos.

    - Y tú no dijiste nada.

    Le dirigió una mirada calmada, por debajo de sus largas pestañas.

    - Por supuesto. No me divierto cotilleando.

    - Sango murió cruelmente, su muerte no tiene ningún sentido. Ella era la compañera de Miroku...

    - Ya dijiste eso antes, ¿qué significa “compañera”?

    - Ese término es igual al de marido o esposa – explicó - Sango había dado a luz a un niño hace sólo dos meses. Yo era el responsable de ellos. Sango no será tema de cotilleo. Nosotros mismos encontraremos a sus asesinos.

    - ¿No crees que si hubiera un asesino en serie suelto en pueblo tan pequeño, la gente tendría derecho a saberlo?

    Sesshomaru escogió las palabras con sumo cuidado.

    - Los rumanos no están en peligro. Y esto no es obra de una sola persona. Los asesinos desean acabar con nuestra gente. La verdadera raza de los Cárpatos está casi extinguida. Tenemos enemigos implacables que estarían felices de vernos muertos a todos.

    - ¿Por qué?

    Sesshomaru se encogió de hombros.

    - Somos diferentes; tenemos ciertos dones, ciertos talentos. La gente teme aquello que es diferente. Deberías saberlo.

    - Quizás por mis venas corra una versión diluida de vuestra sangre – dijo Rin con una pizca de tristeza. Era agradable pensar que tenía antepasados con su mismo don.

    El corazón de Sesshomaru voló hacia el de Rin. Su vida debía haber sido terriblemente solitaria. Sesshomaru quería arroparla entre sus brazos, protegerla de las cosas desagradables de la vida. La suya era una soledad auto-impuesta;

    Rin no había tenido elección.

    - Nuestros negocios con el petróleo y los minerales, en un país donde la mayoría apenas tiene nada, provocan odio y celos. Yo soy la ley para mi gente. Me enfrento con aquello que amenaza nuestra posición y nuestras vidas. Fue mi desacertada decisión la que colocó a Sango en peligro; debo atrapar a sus asesinos y hacer justicia.

    - ¿Por qué no has llamado a las autoridades locales? - Se esforzaba por entender, pero tenía que ir despacio.

    - Yo soy la autoridad para mi gente. Soy la ley.

    - ¿Tú solo?

    - Tengo otros que ejecutan mis órdenes, que persiguen y cazan; son muchos, de hecho. Pero todas las decisiones son responsabilidad mía.

    - Eres juez, jurado y ¿también verdugo? - apuntó ella, conteniendo la respiración mientras esperaba la respuesta. Sus percepciones no podían mentir. Ella habría sentido la mancha del mal en él, sin importar lo buena que fuera la protección que él hubiera intentando interponer. Nadie era tan poderoso como para que sus sentidos no detectaran una pequeña brecha. No se percató de que había dejado de andar hasta que Sesshomaru le acarició los brazos arriba y abajo, calentándola porque empezaba a tiritar.

    - Ahora me temes - Dijo con cansancio, pero muy suavemente, como si se sintiera herido. Y en realidad la idea le hacía daño. Había intentado que ella le temiera; había provocado su miedo deliberadamente, y ahora que conseguía su objetivo, entendía que no era lo que pretendía de ella.

    Rin sintió la voz suave de Sesshomaru en el fondo del alma.

    - No te tengo miedo, Sesshomaru - negó dulcemente, ladeando la cabeza para estudiar sus facciones a la luz de la luna - Tengo miedo por ti. Tanto poder acaba por corromper a quien lo posee. Tanta responsabilidad lleva a la destrucción. Tomas decisiones de vida o muerte que sólo están en manos de Dios.

    Las manos de Sesshomaru acariciaron su sedosa piel, hasta posarse en sus labios.

    Sus ojos eran enormes en su pequeño rostro, sus sentimientos estaban desnudos ante los hipnóticos ojos de Sesshomaru. Había preocupación, compasión, un amor que empezaba a nacer y una dulce, muy dulce inocencia que agitaba sus entrañas. Ella se preocupaba por él. Estaba preocupada.

    Sesshomaru emitió un gemido. Rin no tenía ni idea de lo que estaba ofreciendo a alguien como él. No se sentía con fuerzas suficientes para resistirse, y se odiaba a él mismo por su egoísmo.

    - Sesshomaru - Rin le acarició el brazo enviando oleadas de calor por su piel, haciendo hervir su sangre. No se había alimentado y la mezcla de amor, deseo y hambre era explosiva, embriagadora y muy, muy peligrosa. ¿Cómo no iba a amarla cuando conocía sus pensamientos y su mente? Era la luz que iluminaba su oscuridad, su otra mitad. Aunque debía estar prohibido y probablemente fuese un error de la naturaleza, no podía evitar amarla.

    - Deja que te ayude. Comparte esto conmigo. No te alejes de mí - El simple roce de su mano, la preocupación de sus ojos, la pureza y la sinceridad de su voz le llenaron de una dulzura desconocida hasta entonces para él.

    La atrajo hacia él, demasiado consciente de las urgentes demandas de su cuerpo. Con un ronco gruñido animal la levantó, le susurró una orden muy suave y se movió con toda la rapidez de la que era capaz.

    (……)

    Rin parpadeó y se encontró en la cálida biblioteca de Sesshomaru, el fuego arrojaba sombras sobre la pared, y ella no estaba muy segura de cómo había llegado hasta allí. No recordaba haber ido caminando, pero aun así, estaban en el interior de la casa. Sesshomaru tenía la camisa desabrochada, dejando a la vista los fuertes músculos de su pecho. Sus ojos negros estaban fijos en su rostro, observándola con la quietud y la atenta vigilancia de un depredador. No intentaba ocultar que la deseaba.

    - Te daré una última oportunidad, pequeña - Las palabras le salieron bruscas y roncas, como si le rasgaran dolorosamente la garganta - Encontraré la fuerza necesaria para dejarte marchar si quieres hacerlo. Ahora. En este momento.

    Estaba al otro lado de la habitación. El aire pareció detenerse. Si viviera hasta llegar a los cien años, jamás borraría este momento de su memoria.

    Sesshomaru estaba de pie, esperando su decisión de unirse a él o condenarlo a la soledad eterna. Tenía la cabeza orgullosamente levantada; su cuerpo, vibrante de masculina agresividad, estaba tenso; sus ojos ardían de deseo.

    Su imagen borraba todo pensamiento cabal de la mente de Rin. Si lo condenaba, ¿no se condenaría ella misma a sufrir el mismo destino? Alguien necesitaba amar a este hombre, cuidarlo aunque fuera un poquito. ¿Cómo podía seguir tan solo? Él estaba esperando. Sin órdenes, sin seducciones, solo con sus ojos, su necesidad, su absoluta soledad. Los otros confiaban en su fuerza, le exigían que utilizara sus habilidades, no obstante, no le mostraban ningún afecto ni le agradecían su incesante vigilancia. Ella podía saciar su hambre como los otros no podían. Lo supo instintivamente. No habría otra mujer para él. La quería a ella. La necesitaba a ella. Era incapaz de alejarse de él.

    - Quítate la sudadera - Dijo suavemente. Ya no había vuelta atrás. Sesshomaru había leído la decisión en sus ojos, en el suave temblor de sus labios.

    Rin dio un paso atrás, sus ojos marrones se agrandaron. Muy despacio, casi de mala gana, se quitó la prenda, de alguna forma, en su interior, sabía que le estaba dando mucho más que su inocencia. Sabía que le estaba dando su vida.

    - El jersey.

    Rin se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos. Una salvaje sacudida, casi primitiva traspasó el cuerpo de Sesshomaru en respuesta. Mientras ella se quitaba el jersey de cuello de cisne, sus manos bajaron a los botones del pantalón. Se sentía aprisionado, la tela se tensaba haciéndole daño. Tuvo cuidado de utilizar la forma humana de desvestirse para no asustarla más.

    El cuerpo desnudo de Rin brillaba a la luz del fuego. Las sombras rozaban los contornos de su figura. Su talle era estrecho y su cintura pequeña, acentuando la generosidad de sus pechos. El hombre que había en él inspiró bruscamente, el animal rugió exigiendo ser liberado.

    Sesshomaru dejó caer su camisa sobre el suelo, incapaz de soportar por más tiempo el roce de la tela sobre su piel. De lo profundo de su garganta surgió un sonido animal, una salvaje llamada. En el exterior de la casa el viento empezó a soplar y unas nubes oscuras ocultaron la luna. Apartó todos los adornos humanos que quedaban sobre su cuerpo, dejándolo a la vista, sus músculos estaban bien formados y estaban tensos por la necesidad.

    Rin tragó saliva con dificultad mientras se bajaba los tirantes de encaje del sujetador, dejando que cayera al suelo. Sus pechos quedaron a la vista, incitantes, los rosados pezones endurecidos por el deseo.

    Cruzó la distancia que los separaba de un solo salto, sin importarle las explicaciones que tendría que dar más tarde. El instinto de un milenio de edad tomó el control de su cuerpo. Rasgó los ofensivos vaqueros y se los arrancó de un solo tirón, arrojándolos a un lado. Rin gritó, el miedo ante su fuerza añadió una tonalidad gris a sus ojos azules. Sesshomaru la calmó con una caricia, pasando sus manos por su cuerpo, guardando cada línea del mismo en su memoria.

    - No temas mi deseo, pequeña - susurró dulcemente - Jamás te haría daño. Sería incapaz.

    Rin tenía una estructura pequeña y delicada, y su piel era seda ardiente.

    Las manos de Sesshomaru la tocaban por todos lados, le dejó suelto el pelo y se lo cepilló con los dedos, su tacto enviaba dardos ardientes a su ingle. Su cuerpo se tensó, dolorido. Dios, la necesitaba tanto. Tanto.

    Sesshomaru atrapó la nuca de Rin de forma que ella no pudiera escapar; con el pulgar, le echó la cabeza hacia atrás, hasta dejar expuesta su garganta y los pechos a su alcance. Movió la mano muy lentamente, siguiendo la curva de su hombro hasta dejarla, por un momento, sobre la marca que le dejó en el cuello que con el contacto, se tornó ardiente y palpitante. De allí tomó un camino descendente, para acariciar la suavidad de su pecho. Siguió con los dedos cada marca de sus costillas, alimentando su deseo, y acallando el miedo de Rin.

    Se recreó en su vientre, y en la curva de sus caderas hasta reposar la mano sobre el triángulo de suaves rizos sobre sus piernas.

    Rin ya había sentido sus caricias con anterioridad, pero esto era mil veces más fuerte. Sus manos despertaban en ella una desesperada necesidad y tenía la sensación de estar hundiéndose en un mundo de puro placer. Sesshomaru gruñó algo por lo bajo, en su propia lengua y la tomó en sus brazos para dejarla en el suelo frente al fuego. Su cuerpo se movía con agresividad, atrapando a Rin bajo él, en el suelo. Por un momento a ella le recordó un animal salvaje que intentaba someter a su compañera. Sesshomaru ni siquiera se había dado cuenta, hasta ese momento, de lo cerca que había estado de transformarse en un vampiro. Las emociones, la pasión y la lujuria formaban en su interior un torbellino que le hacía temer por Rin y por él mismo.

    La luz del fuego arrojó una sombra diabólica sobre él. Parecía un enorme e invencible animal agazapado junto a ella de forma peligrosa.

    - Sesshomaru - Pronunció su nombre tiernamente, en un intento de que suavizara la expresión salvaje de su rostro. Necesitaba que fuera más despacio.

    Le agarró las muñecas con las dos manos, uniéndolas por encima de la cabeza de Rin y manteniéndola así inmovilizada.

    - Necesito que confíes en mí, pequeña - En su voz se mezclaban la orden imperante y esa magia negra que sólo él conjuraba - Dame tu confianza. Por favor, dámela.

    Ella estaba aterrada, era tan vulnerable, allí, atrapada en el suelo como en un sacrificio pagano, en una especie de ofrenda a un dios desaparecido hace siglos. Los ojos de Sesshomaru devoraban su cuerpo haciéndola arder allí donde posaba su brillante mirada. Rin yacía inmóvil bajo su despiadada fuerza, sintiendo que había tomado una decisión implacable, consciente de la terrible lucha interior que se desarrollaba en su mente. Su mirada dorada vagó sin rumbo por las líneas de su rostro; su boca, tan sensual, también era capaz de demostrar crueldad; sus ojos, que brillaban con ardiente fiereza. Rin se movió para comprobar la fuerza del cuerpo masculino, sabiendo que sería imposible detenerlo. Temía su unión porque no se sentía segura, no sabía qué esperar, pero confiaba en él, creía en él.

    La sensación de su suave cuerpo desnudo retorciéndose bajo él lo inflamó aún más. Sesshomaru pronunció su nombre en un gemido mientras su mano se deslizaba por el muslo de Rin, hasta encontrar el cálido lugar entre sus piernas.

    - Confía en mí, Rin. Necesito tu confianza - Sus dedos recorrieron la suavidad de Rin, reclamándola, provocando un flujo de cálida humedad.

    Inclinó la cabeza sobre ella para probar su sabor, su textura, su aroma.

    Rin gritó cuando sintió la boca de Sesshomaru sobre un pezón, cuando sus dedos se introdujeron aún más en ella. Oleadas de placer recorrían su cuerpo.

    Él se movió más despacio, recorriendo con la lengua el camino abierto por sus dedos. Con cada caricia, su cuerpo se tensaba aún más, su corazón se abría a

    Rin y el animal que él mantenía enjaulado se hacía más y más fuerte. Una compañera. Su compañera. Suya. Inhaló su aroma hasta guardarlo en lo más profundo de su alma; su lengua la recorría lentamente, en una prolongada caricia.

    Rin volvió a moverse bajo él, aún insegura, pero se calmó cuando vio que él levantaba la cabeza y que en sus ojos ardía el firme propósito de ser su dueño. De forma deliberada, le separó las rodillas, dejándola totalmente vulnerable. Le sostuvo la mirada, advirtiéndola, inclinó la cabeza entre sus piernas y bebió.

    Sesshomaru sabía, en el fondo de su mente, que Rin era demasiado inocente para hacer el amor de forma tan salvaje, pero estaba decidido a que ella conociera lo que era el placer, el placer que él podía proporcionarle, muy distinto del placer que obtuvo con su sugestión hipnótica. Había esperado demasiado que apareciera su compañera, habían sido interminables siglos de hambre, oscuridad e infinita soledad. No podía ser tierno y considerado cuando su cuerpo entero le exigía que la hiciera totalmente suya para siempre.

    Sabía que su confianza en él significaba todo. Su fe en él sería lo único que la protegería.

    El cuerpo de Rin se convulsionó en una serie de espasmos mientras gritaba. Sesshomaru pasó la lengua muy despacio sobre ella, saboreando su piel, su suavidad y lo exquisito de su cuerpo. Cada detalle, hasta el más mínimo, quedó grabado en su mente, formando parte del salvaje placer al que estaba abandonándose.

    Le soltó los brazos y se inclinó para besarla sobre los ojos, en la boca.

    - Eres tan hermosa, Rin. Sé mía. Sólo mía - Apretaba su cuerpo contra el de ella, los músculos totalmente tensos, increíblemente fuerte, temblando de necesidad.

    - No podría haber nadie más, Sesshomaru - contestó dulcemente mientras pasaba los dedos por la piel ardiente de su espalda. Acarició su rostro, contraído por la desesperación, se deleitó en el tacto de su pelo - Confío en ti, sólo en ti.

    Sesshomaru la agarró por las caderas.

    - Seré tan delicado como pueda, pequeña. No cierres los ojos, quédate conmigo.

    Estaba preparada para él, húmeda, caliente, pero al entrar en ella sintió la barrera. Ella jadeó tensando el cuerpo.

    - Sesshomaru - Había pánico en su voz.

    - Será sólo un instante, pequeña, y después te llevaré al cielo - Esperó su aprobación con mortal agonía.

    Lo miró con ojos trémulos, confiando plenamente en él. Nadie de los suyos ni ningún humano lo había mirado de esta forma a lo largo de los siglos.

    Sesshomaru se movió hacia delante penetrando en su estrecha funda, enterrándose allí. Rin emitió un pequeño quejido, y él la besó para borrar el dolor con su lengua. Se obligó a permanecer quieto, a sentir como sus corazones latían al unísono, y a escuchar el murmullo de la sangre por sus venas. Rin acomodó su cuerpo al suyo.

    La besó dulcemente, con ternura, abriendo su mente para compartirlo todo con ella. Su amor era salvaje, obsesivo, protector y ciertamente no lo daba fácilmente, pero su entrega a Rin era total y absoluta. Se movió despacio y con mucho cuidado en un principio, esperando la reacción en sus expresivos ojos.

    Las demandas del cuerpo de Sesshomaru empezaron a imponerse sobre ellos mismos. Su piel ardía en llamaradas y sus entrañas rugían. Pequeñas gotas de sudor perlaron sus músculos, tensos. Empezó a moverse sobre ella muy lentamente, reclamándola como suya, enterrando su cuerpo en el de ella una y otra vez, con un hambre insaciable.

    Rin le empujó ligeramente en el pecho con las manos, en una especie de protesta. Sesshomaru gruñó una advertencia mientras bajaba la cabeza hacia el pecho izquierdo. Ella era pura seda, estrecha y ardiente.

    Su ritmo se hizo más rápido, buscando el único alivio que conocía para saciar su desesperación. Era un solo ser; ella era su otra mitad. Rin se movió de nuevo, alejándose ligeramente de él, y su boca dibujó un grito silencioso que evidenciaba su temor a las oleadas de increíble placer que la consumían. Sesshomaru gruñó otra vez, era la protesta del animal que habitaba en él. Hundió los dientes en la curva de su hombro, aplastándola contra el suelo.

    La leña que ardía en la chimenea estalló. Retumbó el trueno y la casa tembló mientras los relámpagos caían uno tras otro en el bosque. Sesshomaru rugió, gritó al cielo mientras se elevaban por encima de la tierra. El placer continuó mezclado con el dolor. Necesitaba más y más. Al introducirse con fiereza en ella desencadenó un deseo tal que la bestia despertó por completo en su interior.

    La boca de Sesshomaru se deslizó desde el hombro hasta encontrar el loco latido del corazón de Rin bajo sus apetitosos pechos. Su lengua acarició un pezón endurecido y trazó sendas de placer a su alrededor. Clavó profundamente los dientes y bebió, se alimentó de ella, la hizo suya de nuevo en un frenesí sexual que era totalmente incapaz de saciar.

    Su sabor era dulce, limpio y muy adictivo. Anhelaba todavía más y más, su cuerpo empujaba una y otra vez, cada vez más profundo, poderoso y fuerte, llevándola de nuevo a sentir aquella explosión de placer.

    Rin luchó consigo misma porque era incapaz de reconocer a Sesshomaru en aquel animal sensual y voraz. Su cuerpo respondía a sus demandas, incapaz de sentirse saciado. Sesshomaru torturaba la piel de su pecho, la hacía arder y le enviaba espirales de placer que parecían no tener fin. Sentía como se iba debilitando mientras una euforia totalmente desconocida la dejaba lánguida bajo él. Tomó la cabeza de Sesshomaru entre sus manos y la acunó, entregándose por completo para que saciara su hambre mientras su cuerpo se convulsionaba una y otra vez.

    Fue su entrega lo que le devolvió la cordura. Esta mujer no estaba hipnotizada; se ofrecía libremente porque era capaz de sentir la necesidad que habitaba en él, porque confiaba en que él no sería capaz de hacerle daño, porque sabía que él se detendría antes de matarla.

    Cerró la herida del pecho lamiéndola con la lengua. Elevó la cabeza, en sus ojos oscuros aún se podía ver el ansia, en su boca llevaba el sabor de su sangre. Soltó una maldición en voz baja, odiándose a sí mismo por lo que había hecho. Ella estaba bajo su protección. Jamás había experimentado por nadie el asco que sintió en ese momento hacia él. Rin se había entregado voluntariamente, y él la había tomado de modo egoísta, había dejado que imperara la bestia de su interior para sentir el éxtasis de unirse a su compañera.

    Cogió su cuerpo inerte entre sus brazos.

    - No morirás, Rin - Estaba furioso consigo mismo. ¿Lo había hecho a propósito? ¿Lo había buscado en algún lugar remoto de su mente? Buscaría la respuesta más tarde. En este momento ella necesitaba sangre urgentemente.

    - Quédate conmigo, pequeña. Me quedé en este mundo por ti. Tienes que ser fuerte por los dos. ¿Me oyes Rin? No me dejes. Puedo hacerte feliz. Sé que puedo.

    Se abrió una herida en el pecho y apretó la boca de Rin contra el torrente carmesí que salió de la brecha.

    - Vas a beber; obedéceme.

    Sabía que era mejor darle su sangre en un vaso, pero quería sentir su boca sobre su piel, necesitaba abrazarla mientras ella tomaba su sangre, mientras le devolvía la vida a su famélico cuerpo.

    Obedeció a la fuerza, casi rechazando su sangre. Intentó apartar la cabeza.

    Pero él la agarró, impidiendo que se alejara.

    - Vivirás, pequeña. Bebe más.

    Rin tenía una voluntad de acero. Ni siquiera su gente necesitaba una orden tan fuerte para conseguir que le obedecieran. Por supuesto, ellos confiaban en él, y querían obedecer. Aunque Rin no era siquiera consciente de que él la estaba obligando, algún remoto sentido de supervivencia luchaba contra su orden. No importaba. Impondría su voluntad. Siempre la imponía.

    Sesshomaru la llevó en brazos hasta sus aposentos. Estrujó las hierbas curativas y un aroma dulzón impregnó la habitación. Las extendió alrededor de la cama y sobre su pequeño e inmóvil cuerpo. La sumió en un profundo sueño. La obligaría a beber dentro de una hora. Por un momento, se quedó de pie, observándola, mientras un profundo grito le subía por la garganta. Era tan hermosa, un extraño y valioso tesoro que él había tratado de forma tan cruel en lugar de cuidarla y mimarla, apartándola de su otro yo salvaje. Los hombres de los Cárpatos no eran humanos. Su forma de hacer el amor era extremadamente salvaje. Rin era joven, era humana y virgen. Y él no había sido capaz de enterrar sus recién adquiridas emociones en el torbellino de pasión.

    La tocó con temblorosos dedos, dejando una ligera caricia sobre su rostro mientras se inclinaba para besar su boca. Con un juramento, se dio la vuelta, y salió de la habitación. Los hechizos de protección eran los más fuertes que conocía, ella no podría salir y nadie podría entrar.

    En el exterior rugía la tormenta, con la misma furia e intensidad que había en su alma. Dio tres pasos y saltó hacia el cielo, cruzándolo como un rayo hacia el pueblo. El viento gemía y formaba remolinos a su alrededor. La casa que buscaba no era más que una pequeña cabaña. Se quedó de pie en la puerta, su rostro reflejaba el tormento que sufría.

    Inu no Taishō abrió en silencio la puerta, apartándose hacia un lado para dejarle pasar.

    - Sesshomaru.

    Su voz era amable. Inu no Taishō era un hombre de 3000 años de edad. La mayoría de ellos los había pasado al servicio del Señor. Consideraba un enorme privilegio ser uno de los escasos amigos de Sesshomaru Taishō.

    Sesshomaru invadió la habitación con su sola presencia, con el poder que emanaba de su cuerpo. Estaba nervioso, profundamente molesto. Caminaba de un lado a otro sin descanso mientras la tormenta aumentaba en el exterior.

    Inu no se sentó en su sillón, encendió la pipa y esperó. Para él, Sesshomaru era un hombre tranquilo, que no demostraba ningún tipo de emoción. Este era, sin embargo, un hombre peligroso, un hombre que Inu no jamás había vislumbrado en Sesshomaru.

    Sesshomaru golpeó con el puño la chimenea y resquebrajó algunas piedras.

    - Esta noche estuve a punto de matar a una mujer - Confesó de forma súbita y dolorida - Me dijiste que Dios nos creó con un propósito, que fuimos creados por Él. Soy más animal que hombre, Inu no, no puedo continuar engañándome.

    Buscaría el descanso eterno, pero incluso eso se me niega. Los asesinos acechan a mi gente. No tengo derecho a abandonarles hasta que sepa que están protegidos. Ahora, mi mujer está en peligro, no solo por mi parte, sino también por parte de mis enemigos.

    Inu no dio una calada a su pipa tranquilamente.

    - Has dicho ‘mi mujer’. ¿Amas a esta mujer?

    Sesshomaru agitó la mano obviando el tema.

    - Ella es mía - Era una afirmación, un decreto. ¿Cómo podía él usar la palabra amor? Era tan insípida para los sentimientos que él albergaba por

    Rin. Ella era la encarnación de la pureza, la bondad, la compasión. Todo lo que él no era.

    Inu no asintió con la cabeza.

    - Estás enamorado de ella.

    Sesshomaru frunció el entrecejo de forma amenazadora.

    - Yo necesito. Yo ansío. Yo quiero. Esa es mi vida - Lo dijo atormentado, intentando que fuera verdad.

    - Entonces, ¿Por qué sientes ese dolor, Sesshomaru? Tú la querías, quizás la necesitaras y me imagino que la tomaste. Tú estabas hambriento, supongo que te alimentaste de su sangre. ¿Por qué deberías sentir dolor?

    - Sabes que no es correcto que tomemos la sangre de las mujeres por las que sentimos otros apetitos.

    - Has dicho muchas veces que no has sentido apetitos sexuales desde hace siglos. Que eres incapaz de sentir - le recordó con voz calmada.

    - Ella me hace sentir - confesó Sesshomaru, con un vivo dolor en los ojos – La quiero a mi lado cada momento del día. La necesito. Dios, debo tenerla. No sólo su cuerpo, también su sangre. Soy adicto a su sabor. Lo ansío todo de ella, pero está prohibido.

    - Pero ¿lo hiciste de todas formas?

    - Estuve a punto de matarla.

    - Pero no lo hiciste. Todavía vive. Ella no puede ser la primera de la que te alimentas hasta este extremo. ¿Te causaron las otras este dolor?

    Sesshomaru se dio la vuelta.

    - No lo entiendes. Fue la manera en la que sucedió, lo que hice con posterioridad. Me lo temía desde la primera vez que escuché su voz.

    - Si nunca había sucedido antes, ¿Por qué lo temías?

    Sesshomaru dejó caer la cabeza apretando los puños a ambos lados del cuerpo.

    - Porque la quería, no podía soportar la idea de dejarla. Quería que ella supiera cómo soy, que conociera lo peor de mí. Que viera todo lo que soy.

    Quería unirla a mí, atarla a mí para que nunca se marche de mi lado.

    - Ella es humana.

    - Sí. Tiene habilidades, tiene un vínculo mental conmigo. Tiene compasión, es hermosa. Me dije a mí mismo que no podía hacer esto, que estaba mal. Pero en el fondo, sabía que lo haría.

    - Y aún sabiendo que ibas a hacer algo incorrecto, lo hiciste. Debías tener una buena razón.

    - Egoísmo. ¿No me has escuchado? Yo, yo, yo. Todo para mí. Encontré una razón para continuar con mi existencia y tomé lo que no era para mí, y aún ahora, mientras hablo contigo, sé que no la dejaré marchar.

    - Acepta tu forma de ser, Sesshomaru. Acepta tu verdadera naturaleza.

    Sesshomaru soltó una amarga carcajada.

    - Todo está tan claro para ti. Dices que soy uno de los hijos de Dios. Que tengo una razón de ser. Que debo aceptar mi naturaleza. Mi naturaleza es tomar lo que creo que es mío, guardarlo y protegerlo. Encadenarlo a mí si es necesario. No puedo dejar que se marche. No puedo. Ella es libre como el viento. Si encerrara al viento en una jaula, ¿moriría?

    - Entonces no lo encierres, Sesshomaru. Confía en que permanecerá a tu lado.

    - ¿Cómo puedo proteger al viento, Inu no?

    - Sesshomaru, has dicho que no puedes. No puedes dejarla marchar. No lo harías, no lo harás. Dijiste que no puedes, en presente, hay una diferencia.

    - Para mí. ¿Y ella qué? ¿Qué opción le estoy dando a ella?

    - Siempre he creído en ti, en tu bondad y en tu fuerza. Es bastante posible que la chica te necesite también. Has estado escuchando las leyendas y mentiras asociadas a los de tu especie durante tantos años que estás empezando a creer esas tonterías. Para un vegetariano, alguien que come carne puede resultar repulsivo. El tigre necesita al ciervo para sobrevivir. Una planta necesita agua. Todos necesitamos algo. Tú sólo tomas lo que necesitas. Arrodíllate, recibe la bendición de Dios y vuelve con tu mujer. Encontrarás la manera de proteger al viento.

    Sesshomaru se arrodilló obedientemente, inclinó la cabeza dejando que la paz que emanaba del hombre penetrara en él y le reconfortara. En el exterior, la furiosa tormenta cesó de repente, como si hubiese desgastado toda su furia.

    - Gracias, Padre - susurró Sesshomaru.

    - Haz lo que debas para proteger a los tuyos. A los ojos de Dios, sois sus hijos.


    Continuaraa.
     
    Última edición: 21 Diciembre 2021
  6. Threadmarks: CAPITULO 4
     
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    EL PRINCIPE OSCURO [SESSRIN][VAMPIRO]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    9723
    Capitulo 4

    Un poco explicito uwu.

    EL PRÍNCIPE OSCURO

    Disclaimer: Esta historia no me pertenece, es una saga para el fandom Inuyasha, espero que les guste y apoyen a la escritora.

    Christine Feehan © El príncipe oscuro

    Inuyasha Rumiko Takahashi

    Adaptación © FandomMLB

    Advertencia/Aclaración: Puede que la adaptación, tenga violencia, recuerden que es de vampiro van aparecer algunos personajes de mi creación, porque en el anime/manga ay personajes que la mayoría son demonios sin rostro, y lo peor que algunos asustan, así que para que se acoplaran, tuve que crear algunos de mi loca imaginación.

    Character x OC.

    Los personajes no me pertenecen, ósea los del anime/manga.

    CAPITULO 4

    Sesshomaru estrechó el esbelto cuerpo de Rin entre sus brazos. Inclinó su cuerpo para protegerla. Estaba profundamente dormida, relajada, pero su rostro estaba muy pálido. Tenía profundas ojeras. Le susurró suavemente.

    - Lo siento muchísimo, pequeña, siento haberte metido en esto. Y como animal que soy, sé que lo haría de nuevo. No morirás; no puedo permitirlo.

    Se abrió una herida alargada sobre la vena de la muñeca y llenó una copa con el espeso líquido rojo.

    - Escúchame, Rin. Necesitas beber esto. Obedéceme sin demora -Presionó la copa contra los labios descoloridos y vertió un poco de sangre en su boca.

    Su sangre era extremadamente curativa y le daría vida.

    Rin se atragantó, intentó impedir que el líquido bajara por su garganta y apartó la cabeza como había hecho la vez anterior.

    - Obedéceme de una vez. Te lo beberás todo -La orden fue mucho más fuerte esta vez. Ella odiaba el sabor de la sangre y su cuerpo se afanaba por rechazarla, pero prevalecería su voluntad, como siempre.

    - ¡Sesshomaru! -Escuchó el desamparado grito en su cabeza.

    - Debes beber, Rin. Sigue confiando en mí.

    Ella se relajó y volvió a hundirse en un sueño profundo, obedeciéndole de mala gana.

    Sesshomaru había captado parte de sus confusos pensamientos, el torbellino de las emociones junto con el miedo. Rin creía estar en mitad de una pesadilla.

    El color volvió a su rostro. Satisfecho, se tumbó junto a ella. Recordaría el intercambio de sangre tan solo como parte de la pesadilla. Apoyó un codo en la cama, incorporándose para poder estudiar tranquilamente su rostro, sus espesas y largas pestañas, su impecable piel y sus delicados pómulos. No sólo era su belleza, lo sabía; era su interior, la compasión y la luz que había dentro de ella las que le permitían aceptar su naturaleza salvaje e indomable.

    Jamás se le había pasado por la imaginación que pudiera ocurrir este milagro.

    En el mismo momento que había decidido entregarse al sol al amanecer, le había sido enviado un ángel. Una lenta sonrisa curvó sus labios. Su ángel se negaba a cualquier cosa que él le pedía. Respondía mucho mejor cuando él se tomaba tiempo para pedírselo, sin órdenes. Había estado acostumbrado a la obediencia de aquellos que estaban bajo su protección durante mucho tiempo.

    Tenía que recordar que ella era mortal, educada en una época muy diferente y con principios y valores muy distintos a los suyos. Los hombres de los

    Cárpatos ya llevaban impreso en sus pensamientos, mucho antes de que nacieran, el deber de proteger a las mujeres y a los niños. Con tan pocas mujeres de su especie y sin niñas que hubieran nacido en los últimos tiempos, era sumamente importante salvaguardar todas y cada una de las mujeres que tenían.

    Rin era mortal, no era de los suyos. No pertenecía a su mundo. Cuando se marchara, se llevaría las emociones y los colores que él era capaz de sentir y ver junto a ella. Se llevaría hasta el aire que él respiraba. Cerró los ojos ante la idea. ¿Dónde podría encontrar la fuerza suficiente para dejarla marchar? Tenía muchas cosas que hacer antes del amanecer. Quería quedarse con ella, abrazarla, convencerla de que no lo dejara, decirle lo que sentía en su corazón, contarle lo que significaba para él, que no podía abandonarlo, que él no podría vivir sin ella. No viviría.

    Suspiró profundamente y se levantó de nuevo. Él mismo necesita reponerse, alimentarse y volver al trabajo. Volvió a esparcir las hierbas sanadoras y la envió a un sueño mucho más profundo. Fue muy meticuloso con los hechizos de protección alrededor de sus aposentos, incluso envió una orden a las criaturas del bosque. Si alguien se acercaba a su guarida, si ella era amenazada de cualquier forma, lo sabría de inmediato.

    A la llamada de Sesshomaru acudieron Inuyasha y Kogaku, encontrándose con él sobre los árboles cercanos a la casa de Kagome e Inuyasha. Una vez descubrieron el cadáver, había sido apropiadamente incinerado, como era su costumbre.

    - ¿Tocasteis algo? - preguntó Sesshomaru.

    - Sólo el cuerpo. Todas sus ropas y objetos personales se quedaron tal y como los encontramos - le contestó Kogaku - Inuyasha no volvió a entrar en la casa.

    Sabes que ellos habrán dejado algún tipo de trampa para cazarte. El cuerpo era un cebo.

    - Estoy totalmente seguro. Usarán toda la tecnología moderna que puedan traer consigo, cámaras, vídeos, cualquier cosa – Sesshomaru meditaba tristemente, sus facciones oscurecidas - Creen en todas las leyendas. Estacas, ajo, cortar la cabeza. Son tan primitivos y tan predecibles - Su voz reflejó el odio que sentía por los asesinos - Se toman mucho tiempo en estudiarnos antes de condenarnos a muerte.

    Kogaku y Koga intercambiaron una incómoda mirada. En este estado, Mikhail era letal. Los miró con los ojos entrecerrados, ardiendo de furia.

    - Quedaos quietos y observar. Si me meto en problemas, os vais. No os dejéis ver - Dudó por un momento - Si algo va mal, os pido un favor.

    Sesshomaru empleaba el tono formal del viejo mundo. Inuyasha y Koga darían su vida por él. Era un raro privilegio que su príncipe les pidiera un favor.

    - Mi mujer duerme profundamente. En mi casa. Las protecciones son muchas y muy peligrosas. Debéis ser muy meticulosos y cuidadosos para poder desentrañarlas. Ella debe ser sanada, y hay que enseñarle cómo debe protegerse, y si lo elige, quedarse bajo vuestra protección. A través de nuestra familia, Koga, heredarás el liderazgo. Creo que en este momento debería ser Goshinki el que lo tomara, para darte tiempo a acostumbrarte y a aprender a mandar. Si Goshinki rechaza el ofrecimiento, y es seguro que lo hará, el liderazgo debe pasar a ti, Koga. Supongo que no te gustara mucho, como ya veo. Haréis todo esto por mí. Inuyasha, ayudarás a Inuyasha y a Goshinki como me has ayudado a mí. Ambos debéis jurarle lealtad a Goshinki si acepta.

    Los dos contestaron formalmente, pronunciando el juramento. Inuyasha se aclaró la garganta.

    - ¿Has…? O sea, ¿ella es una de las nuestras? - Hizo la pregunta con sumo cuidado. Todos ellos eran conscientes de que los vampiros habían intentado convertir a mujeres humanas. Incluso habían discutido el poder intentarlo ellos mismos, a causa de la desesperada situación en la que se encontraban. Pero los riesgos sobrepasaban en mucho a las ventajas. Las mujeres que habían sido convertidas por los vampiros se volvían locas, habían matado a bebés y había sido imposible devolverles la cordura. La raza de los Cárpatos nacía con sus habilidades y era sometida a una gran disciplina para controlarlas. Los pocos que se saltaban sus leyes eran quitados de en medio de forma brutal e instantánea. Su raza respetaba todas las formas de vida. Debía ser así a causa de los tremendos poderes que poseían.

    Sesshomaru negó con la cabeza.

    - Sé que ella es mi verdadera compañera. El ritual fue tremendamente duro para ella. No tuve más opción que darle mi sangre - Sus palabras fueron bruscas, malhumoradas, advirtiéndoles que se arriesgaban demasiado al preguntar sobre el tema - No la uní a mí. Ella es mortal y no sería correcto.

    - Haremos lo que tú quieras - reiteró Kogaku mirando incómodamente a

    Inuyasha, que parecía más divertido que preocupado.

    Sesshomaru se disolvió sin esfuerzo, deslizándose a través de las espesas ramas de los abetos. Una vez en el suelo, se transformó en lobo. La niebla no podía seguir el rastro de un olor, y él necesitaba las útiles habilidades de rastreo de estos hermanos peludos. Encontraría el rastro y lo seguiría. Después de todo, sobre todo lo demás, él era un depredador. Su inteligencia sólo le servía para aumentar y mejorar sus habilidades como cazador.

    El lobo rodeó el claro con mucha cautela, con la nariz pegada al suelo, examinando cada árbol cercano a la casa. Olía a muerte. Llenaba sus fosas nasales con su olor amargo y acre. Empezó a rastrear el suelo cubriendo toda la superficie, reconociendo el olor de Miroku, Ares e Inuyasha. Encontró el lugar desde donde los asesinos se habían aproximado a la casa. Cuatro hombres. Se detuvo sobre cada uno de los olores hasta que quedaron profundamente grabados en su mente. Se tomó su tiempo para desentrañar la macabra y horrible historia. Los hombres se habían acercado sigilosamente, casi arrastrándose de árbol en árbol a veces. El lobo siguió su camino, desviándose de cuando en cuando para buscar posibles trampas. Se detuvo en la puerta, se giró cautelosamente y dio la vuelta. De repente sus patas traseras se hundieron en el suelo para tomar impulso y atravesar una de las ventanas, rompiendo el cristal y aterrizando en el interior de la habitación. En el interior del cuerpo del lobo la risa de Sesshomaru resonó oscura y sin rastro de humor. Los cuatro asesinos habían vuelto a la escena de su espeluznante crimen para colocar cámaras que grabaran a los suyos. Si hubieran tenido agallas, habrían esperado a que descubrieran el cuerpo. Sin embargo habían llevado a cabo su brutal objetivo y habían salido huyendo demostrando su cobardía.

    La bilis subió por su garganta. El lobo agitó la cabeza y gruñó. Tres de los olores eran desconocidos para él, el cuarto le resultaba familiar. Un traidor.

    ¿Cuánto le habían pagado para que traicionara a Koga? El lobo saltó de nuevo, rompiendo una segunda ventana. La cámara grabaría un lobo enorme, un amasijo de cristales rotos y niebla y el lobo de nuevo. Sólo Sesshomaru, y otros pocos cazadores, Ares, Miroku, Inuyasha eran capaces de transformarse tan rápidamente.

    Comenzó a rastrear a los asesinos. Un olor se separaba del resto y se internaba en el bosque, llegando hasta la linde cercana a la cabaña de Juuroumaru y la oficina del doctor Kageromaru El lobo se detuvo entre los árboles, mirando fijamente la casita que había detrás de la oficina. Los ojos brillaban con reflejos rojos, crueles y sin parpadear. Bruscamente, el lobo se dio la vuelta y volvió hasta el lugar donde los rastros se habían separado, recogiendo el rastro de los otros tres hombres. Llevaba directamente hasta la pensión donde Rin se alojaba.

    Sesshomaru se reunió con Inuyasha y Koga en la copa del árbol.

    - Tres de ellos se alojan en la pensión. Los reconoceré allí cuando los tenga cerca. Mañana acompañaré a mi mujer para que recoja sus cosas. Mientras esté allí reconoceré sus olores. No tenemos forma de saber si hay más personas involucradas. Hasta que lo descubramos, tendremos que ser muy cuidadosos. Han dejado una cámara de video en la casa; el interruptor está conectado a la puerta. Nadie debe entrar - Sesshomaru guardó silencio durante momento.

    - ¿Celeste fue a ver al doctor Kageromaru? - preguntó con suavidad.

    - Creo que es la mujer Hakudōshi de la que lleva su embarazo. Trabaja con el doctor y trae al mundo a casi todos los bebés - contestó Inuyasha.

    - ¿Y Kagura? - preguntó Sesshomaru.

    Inuyasha se movió incómodo.

    - Creo que también.

    - ¿Esta mujer asistió el parto de Sango?

    Byron se aclaró la garganta.

    - Sango dio a luz en casa al cuidado de Heidi Kageromaru Miroku estaba allí; yo acudí a su llamada. Después de que la partera se marchara, Ayame tuvo una hemorragia. Miroku tuvo que darle sangre. Me quedé con Sango mientras Miroku salía a cazar. Y no, la Sra. Kageromaru no vio nada de todo esto. No había nadie más en los alrededores, de ser así, lo habría sabido.

    - Fue Tatarimokke quien condujo a los otros hasta Enyu. No sé si su esposa está implicada, pero alguien informó a los asesinos de que nuestra especie se estaba reproduciendo - Mikhail les informó en tono monótono, pero sus ojos ardían y su cuerpo temblaba de furia; abría y cerraba los puños, pero mantuvo la voz perfectamente controlada - Es necesario saber si la mujer está implicada.

    - Debe estarlo - contestó bruscamente Kogaku - ¿A qué estamos esperando?

    - No somos los animales salvajes y bárbaros que estos demonios creen.

    Tenemos que saber con certeza si la partera nos traicionó. Y tu deber no es hacer justicia, Byron. No es fácil vivir con ese deber, tener que quitar la vida a otros - Sesshomaru había sentido el peso de cada una de esas muertes a lo largo de los siglos, pero mientras su poder y sus responsabilidades aumentaban, así lo hacía la facilidad con la que mataba. Al disminuir y desaparecer sus emociones sólo su férrea voluntad y su sentido del bien y del mal le habían ayudado a mantener su alma alejada de los malditos susurros de la oscuridad, que siempre luchaba para obtener la supremacía.

    - ¿Qué quieres que hagamos? - preguntó Inuyasha.

    - Ayame y Hera no están seguras en sus casas. No deben volver a ver a la partera. Llevad a Celeste a mi casa del lago. Ares podrá dedicarse a estudiar las Artes Antiguas, que ha tenido bastantes descuidadas hasta ahora. Es un lugar fácil de defender. Ayame no puede viajar tan lejos.

    - Pueden quedarse en mi casa - ofreció Kogaku - Estarán cerca en caso de que necesiten ayuda - Sango era su hermana, y sentía un enorme cariño hacia ella. A pesar de que hacía mucho que había perdido su capacidad de sentir, aún recordaba lo que era ese cariño.

    - Es arriesgado. Si se conoce vuestro parentesco y sospechan de ella, o si te vieron ayudando a Miroku… - Sesshomaru movió la cabeza, desechando la idea -Quizás deberían quedarse en mi casa.

    - ¡No! - protestaron ambos al unísono con enfado.

    - No Sesshomaru no podemos arriesgarnos a perderte - La voz de Inuyasha expresaba su profundo temor.

    - Nuestras mujeres están antes que cualquiera de nosotros, Inuyasha - le recordó Sesshomaru amablemente - Sin ellas, nuestra especie morirá. Podemos mantener relaciones sexuales con humanas, pero no podemos procrear con ellas. Nuestras mujeres son nuestro más preciado tesoro. Cada uno de vosotros encontraréis finalmente vuestra pareja y tendréis niños. Pero aseguraos que la mujer que elijáis es vuestra verdadera compañera. Todos conocéis los signos que lo demuestran: los colores, las emociones y el deseo ardiente que despertará en vosotros. La unión es tan intensa que si uno de los dos muere, el otro también elegirá la muerte, en la mayoría de los casos. Es la muerte o la conversión. Todos lo sabemos.

    - Según eso, Miroku… - siguió Koga.

    - Miroku se impacientó con la espera. Sango estaba obsesionada con él, pero no eran verdaderos compañeros. Creo que al final acabaron odiándose, atrapados en una relación malsana. Él sobrevivirá a su muerte.

    Sesshomaru intentaba disimular el asco que sentía. Los verdaderos compañeros, las verdaderas parejas, no eran capaces de sobrevivir mucho tiempo el uno sin el otro. Ese hecho, junto con la alta tasa de mortalidad de sus niños, había causado un enorme número de bajas en una especie que menguaba. Sesshomaru no estaba seguro de que su raza llegara a sobrevivir hasta el próximo siglo. No importaban sus esfuerzos, no era capaz de encontrar una razón para evitar que sus congéneres de sexo masculino se convirtieran en vampiros.

    - Sesshomaru - dijo Inuyasha buscando las palabras adecuadas - sólo tú y Goshinki conocéis los secretos de nuestra especie. Sabes que Goshinki elegirá mantenerse alejado, en soledad. Sólo tú puedes enseñarnos a los demás, guiarnos y ayudarnos a crecer. Si sobrevivimos y nos hacemos fuertes de nuevo, no podremos hacer nada sin ti. Tu sangre es la vida de los nuestros.

    - ¿Por qué me dices eso? - dijo Sesshomaru bruscamente incapaz de afrontar la verdad.

    Inuyasha y Koga intercambiaron una mirada intranquila.

    - Hemos estado preocupados desde hace un tiempo por tu constante retiro, te alejas de nosotros voluntariamente.

    - Mi alejamiento era inevitable y no os concierne en absoluto.

    - Has elegido permanecer totalmente solo, alejado incluso de aquellos que pertenecemos a tu propia familia - continuó Jacques.

    - ¿Qué intentas decirme? - preguntó Sesshomaru con brusca impaciencia. Había estado demasiado tiempo alejado de Rin. Necesitaba verla, abrazarla, tocar su mente.

    - No soportaremos tu pérdida. Y si no deseas continuar con tu vida, sé que empezaras a arriesgarte cada vez más, a descuidarte - dijo Inuyasha arrastrando las palabras.

    Los dorados ojos de Sesshomaru mostraron de repente una repentina calidez, y una pequeña sonrisa curvó las comisuras de sus labios, suavizando los cincelados rasgos de su rostro.

    - Sois unos diablillos. ¿Cómo os habéis atrevido a vigilarme sin mi consentimiento?

    - La pareja alfa de la manada de lobos también está preocupada por ti - admitió Jacques - Y como yo soy de tu familia y me encuentro bajo tu protección, aceptaron hablar conmigo. Te vigilan cuando paseas solo y cuando corres con la manada. Dicen que no hay alegría en ti.

    Sesshomaru soltó una suave carcajada.

    - Necesito una buena madriguera de lobo para pasar el invierno. Cualesquiera que sean mis sentimientos, Sango era nuestra hermana, una de los nuestros. No descansaré hasta que sus asesinos sean ajusticiados.

    Inuyasha se aclaró la garganta, y una sonrisilla típicamente masculina suavizó sus implacables rasgos.

    - Supongo que esta mujer que escondes no tiene nada que ver con el hecho de tu repentino deseo de levantarte al anochecer.

    Sesshomaru estuvo a punto de tirar a Inuyasha, de una patada, de la rama donde estaba apoyado, en venganza por su atrevimiento.

    Kogaku se agarró con más fuerza a la rama.

    - Ares y Ayame pueden quedarse conmigo. Será una doble protección para ella y para el niño que está a punto de nacer.

    Sesshomaru asintió con la cabeza. Aunque no acababa de gustarle la decisión, se daba cuenta de que seguirían protestando si él insistía en arriesgarse personalmente.

    - Sólo por un par de días, hasta que encontremos una opción más segura.

    - Ten mucho cuidado, Sesshomaru - advirtió Inuyasha.

    - Dormid profundamente mañana – contestó - Saldrán a buscarnos.

    Kogaku se detuvo, repentinamente alarmado

    - ¿Cómo dormirás bajo tierra si la humana está contigo?

    - No la dejaré - La voz de Sesshomaru era implacable.

    - A mayor profundidad nos será mucho más difícil ayudarte si estás en problemas - le recordó Inuyasha en voz baja.

    Sesshomaru suspiró.

    - Sois igual de miedosos que un par de tías solteronas. Soy perfectamente capaz de proteger mi guarida - Su cuerpo emitió un ligero destello, se dobló y se transformó en el de un búho. Extendió las gigantescas alas y surcó el cielo para regresar junto a Rin.


    (…)

    Aspiró profundamente, llenando su cuerpo con el aroma limpio y puro de Rin, borrando de su mente los desagradables descubrimientos nocturnos. Su olor se percibía en la biblioteca, mezclado con el suyo propio. Los inhaló hasta llenar sus pulmones y se agachó para recoger la ropa esparcida por el suelo. Quería penetrar en su interior, tocarla, saborear su boca, hacer que su sangre fuera la de él, pronunciar las palabras rituales y unirla a él para toda la eternidad, como estaban destinados a hacer. La idea de Rin ofreciéndole ese regalo, aceptando su proposición, fue tan estimulante, que tuvo que permanecer totalmente quieto hasta que las urgentes demandas de su cuerpo se calmaron un poco.

    Se dio una larga ducha, quitándose los restos que el cuerpo de lobo le había dejado, el polvo y la suciedad, y sobre todo, el olor del traidor. Todos los de su raza tenían mucho cuidado en imitar todos y cada uno de los hábitos de los humanos. Comida en las alacenas y ropas en los armarios. Lámparas por toda la casa. Ducharse aunque no fuera realmente necesario, aunque bien mirado, a casi todos ellos les gustaba. Se soltó la melena y fue a ver a Rin. Por primera vez en su existencia, se enorgullecía de su cuerpo, de la forma en la que se tensaba, casi agresivo, cuando la tenía a la vista.

    Estaba dormida, su cabello se derramaba como un velo de seda negra sobre la almohada. Las sábanas se habían deslizado, dejando su pecho cubierto tan solo con algunos mechones de su larga melena. Era una imagen tan erótica.

    Allí tumbada, esperándole dormida. Suavemente, murmuró la orden para liberarla del trance y que se despertara del profundo sueño.

    Su cuerpo brillaba a la luz de la luna, su piel suave tenía el color del melocotón maduro. Sesshomaru deslizó la mano por el contorno de su pierna.

    Sentirla así hizo que su cuerpo se estremeciera. Rozó sus caderas, y acarició su pequeña y estrecha cintura. Rin se movió inquieta. Sesshomaru se tumbó a su lado, refugiándola en su abrazo mientras dejaba descansar la barbilla sobre su cabeza. El la quería a cualquier precio, pero debía ser honesto con ella. Se merecía toda la honestidad que él pudiera darle. Poco a poco, Rin fue emergiendo del sueño, buscando consuelo en la fortaleza de su cuerpo tras la horrenda pesadilla. ¿De qué forma podía una humana comprender las necesidades sexuales de un hombre de los Cárpatos en mitad del frenesí del ritual de emparejamiento? A lo largo de los años apenas si le había tenido miedo a nada, ahora temía ver su imagen reflejada en los inocentes ojos de Rin.

    Supo por su respiración, el momento en el que se despertó completamente, y por la tensión de su cuerpo supo el momento exacto en el que recordó donde estaba y con quién. Había arrebatado brutalmente su inocencia, casi su vida.

    ¿Cómo iba ella a olvidar algo así?

    Rin volvió a cerrar los ojos, en un intento desesperado de separar la realidad de la ficción, los hechos de la fantasía. Le dolía el cuerpo en sitios que antes no sabía ni que existían. Se sentía distinta, mucho más sensible. El cuerpo de Sesshomaru a su lado parecía mármol frío, inamovible y agresivo, insoportablemente sensual. Podía escuchar con toda exactitud los crujidos y los ruidos de la casa, el movimiento de las ramas en el exterior. Empujó el pecho de Sesshomaru, que era como un muro de ladrillos, para intentar poner distancia entre sus cuerpos.

    Sesshomaru estrechó su abrazo enterrando el rostro en su pelo.

    - Si te introduces en mi mente, Rin, sabrás lo que siento por ti - Su voz sonó brusca pero denotó lo vulnerable que se sentía.

    Su corazón cedió a pesar de sí misma.

    - No quiero que me abandones, pequeña. Ten el coraje de quedarte conmigo.

    Quizás sea un monstruo, ya no lo sé. Lo único que sé es que necesito que te quedes conmigo.

    - Podrías haberme forzado a olvidar - señaló, más para sí misma que para él, preguntando más que afirmando. Él había sido brutal, pero no podía decir que la hubiera maltratado. Al contrario, la había llevado hasta las mismas estrellas.

    - Lo pensé - admitió de mala gana - pero no quiero recurrir a ese tipo de cosas entre nosotros. Siento mucho no haber sido más delicado tu primera vez.

    Rin percibió el dolor en su voz y sintió en respuesta el dolor ella misma.

    - Sabes que te aseguraste de que yo disfrutara - Ella había alcanzado el éxtasis. Fue un bautismo de fuego, un intercambio de almas. Él había sido brutal, y la había arrastrado a la tormenta. Y lo quería de nuevo, ansiaba que la tocara, ansiaba sentir la fuerza de su cuerpo. Pero Sesshomaru era peligroso, muy, muy peligroso. Ahora lo sabía. Sabía que era diferente, que algo, más animal que hombre, habitaba en él.

    - Sesshomaru - Volvió a empujar sobre su pecho. Necesitaba respirar, pensar sin sentir el calor de su piel y las urgentes demandas de aquel sólido cuerpo.

    - ¡No me hagas esto! - Su voz era una severa orden - No me alejes de ti.

    - Estás hablando de un compromiso que va más allá de lo que yo pueda imaginar… - Rin se mordió el labio - Mi hogar está muy lejos de aquí.

    - Sólo hay tristeza allí, Rin - Rechazó la idea - Sabes que no sobrevivirás sola, y aunque ahora piensas que no volverás a usar tu don, cuando vayan de nuevo a buscarte para solucionar otro macabro crimen, sabes en el fondo que serás incapaz de negarte. Tu naturaleza te impide dejar a un asesino libre cuando podrías salvar a su siguiente víctima - Tomó unos sedosos mechones de pelo entre sus manos, reflejo de su negativa a que se marchara - No pueden cuidarte como yo.

    - ¿Y qué pasa con nuestras diferencias? Tu actitud hacia las mujeres las coloca como ciudadanas de segunda clase, como si no fueran demasiado valiosas ni brillantes. Desafortunadamente, doblegas con tu voluntad a cualquiera que se oponga a tus designios. Y yo lo haría. Constantemente. Tengo que ser yo misma, Sesshomaru.

    Le apartó el pelo de la nuca, sujetándolo con las dos manos, y depositó un ligero beso en su piel.

    - Sabes que mi actitud hacia las mujeres no es más que el reflejo de mi afán por protegerlas, no considero que sean inferiores. Contradíceme y oponte a mi voluntad todo lo que quieras, pequeña. Te amo por todo lo que eres.

    Acariciaba con su pulgar la delicada curva de sus pechos, haciendo que su sangre empezara a calentarse, enviando escalofríos que recorrían su espalda.

    Rin lo quería salvaje e indomable, como él era, quería que la necesitara.

    Estaba controlándose y para ella era un potente afrodisíaco saber que era capaz de hacer que perdiera totalmente el control.

    Sesshomaru inclinó la cabeza para rozar con la lengua un erguido pezón. Lo succionó, humedeciéndolo, hasta que Rin cerró los ojos con un leve suspiro. Notaba como su cuerpo volvía a la vida, cada nervio exigía que

    Sesshomaru lo tocara. Se derretía bajo su calor.

    Pero ella no quería que esto sucediera. Sentía un nudo ardiente en la garganta y las lágrimas le abrasaban los ojos. No quería, pero lo necesitaba. - No me hagas daño, Sesshomaeu - Le susurró junto a los fuertes músculos de su pecho.

    Rogaba por su futuro. Rin sabía que él jamás le haría ningún daño físico, pero sabía con certeza que su vida junto a él sería extremadamente tempestuosa.

    Él alzó la cabeza y levantó el cuerpo para aprisionarla debajo. Sus ojos oscuros la miraban de forma posesiva. Le rodeó el rostro con ambas manos mientras le acariciaba los pómulos y los labios con los dedos.

    - No me tengas miedo, Rin. ¿No sientes la fuerza de lo que siento por ti, el lazo que me une a ti? Daría mi vida a cambio de la tuya - Admitió lo que era inevitable que supiera, porque quería que entre ellos brillara la verdad - No será fácil, pero arreglaremos las cosas entre los dos - Su mano bajó hasta su vientre liso y de allí se deslizó hasta los rizos oscuros como la noche de su sexo.

    Rin le detuvo la mano, agarrándola con la suya.

    - ¿Qué me ocurrió?

    Estaba confundida. ¿Se había desmayado? Todo estaba tan confuso en su mente. Sabía con certeza que Sesshomaru la había obligado a beber algún tipo de brebaje medicinal asqueroso. Entonces se había quedado dormida. Más tarde llegaron las pesadillas. Estaba acostumbrada a las pesadillas, pero esta había sido espantosa. La habían acercado a la fuerza hasta el pecho de un hombre desnudo y había pegado su boca a una horrible herida. La sangre corría como un torrente y bajaba por su garganta. Luchó, casi ahogándose, pero en aquel mundo de pesadilla no fue capaz de alejarse. Había intentado llamar a

    Sesshomaru. Y cuando levantó la cabeza lo vio allí, mirándola con aquellos ojos dorados y misteriosos, empujando su cabeza con la mano para que se mantuviera junto a la herida que tenía en el pecho. ¿No sería que se sentía influenciada por estar en la tierra del Conde Drácula y porque Sesshomaru le recordaba a un oscuro y misterioso príncipe?

    Rin no pudo evitarlo; recorrió la tersura del pecho de Sesshomaru con las yemas de los dedos. Algo le había ocurrido que la había cambiado para siempre, y ahora era parte de Sesshomaru y él era parte de ella.

    Suavemente, Sesshomaru le separó las piernas con la rodilla. De nuevo, se incorporó sobre ella, impidiéndole ver más allá de sus anchos hombros. La fuerza y el tamaño de Sesshomaru la dejaban sin respiración, su fuerza y su belleza. Muy despacio, con suavidad, se introdujo en ella tal y como debía haber hecho la primera vez.

    Rin jadeó. Nunca podría sobreponerse al modo en que él la llenaba, la estrechaba, a la forma en que él transformaba su cuerpo en una hoguera. Si la primera vez había sido salvaje, ahora era tierno y cuidadoso. Cada impulso de

    Sesshomaru contra su cuerpo despertaba un ansia mayor en su interior, una desesperación que empujaba a sus manos a recorrer los músculos marcados en la espalda de Sesshomaru mientras besaba su pecho y su cuello una y otra vez.

    Sesshomaru mantuvo el control gracias a su extraordinaria disciplina. Sus besos lo estaban volviendo loco, sus caricias en la espalda. Rin era tan estrecha, suave como el terciopelo se cerraba a su alrededor y encendía cada vez más el fuego en su interior. El animal en su interior luchaba por liberarse, rugía de hambre cada vez que empujaba más y más fuerte, enterrándose profundamente en ella, fundiendo sus cuerpos y sus corazones. Abrió la boca y buscó la suya.

    La desesperación de Rin lo arrastraba. Mientras el placer la recorría en oleadas estremecedoras, le hundió las uñas en la espalda. Sesshomaru cedió antes de que el animal de su interior pudiera liberarse. Se derramó en ella, mientras sentía su cuerpo caliente y apretado en torno al suyo. Se permitió un gruñido de plena satisfacción.

    Se tumbó sobre su esbelto cuerpo, todavía unido a ella, satisfecho momentáneamente. Sintió las lágrimas de Rin en el pecho. Inclinó la cabeza para saborearlas.

    - ¿Por qué lloras?

    - ¿Dónde encontraré la fuerza necesaria para alejarme de ti? - murmuró suavemente, dolorida.

    Sus ojos se oscurecieron en amenaza. Se apartó de ella, tumbándose a su lado, mientras notaba lo incómoda que le resultaba a Rin su propia desnudez. La arropó con la manta. Rin se sentó en la cama, apartándose el cabello de la cara con aquel gesto tan inocente pero tan sensual que Sesshomaru tanto amaba. Sus ojos castaños se mostraban cautos.

    - No me dejarás, Rin - Su voz sonó mucho más ruda de lo que él pretendía. Con gran esfuerzo, se obligó a ser amable. Ella era joven y vulnerable. Tenía que recordarlo por encima de todo lo demás. Rin no tenía ni idea de lo que supondría para ella separarse de él, ni de lo que significaría para él - ¿Cómo puedes compartir lo que acabamos de hacer y después marcharte sin más?

    - Sabes muy bien por qué. No finjas que no. Siento cosas. Esto es demasiado raro para mí. No conozco las leyes de este país, pero cuando alguien ha sido asesinado, hay que notificarlo a las autoridades y a la prensa. Y eso es sólo el principio, Sesshomaru; ni siquiera mencionaré las cosas que eres capaz de hacer, estrangular prácticamente a Owen, por el amor de Dios. Eres muy diferente a lo que estoy acostumbrada, y los dos lo sabemos - Se envolvió aún más en la manta, echándola sobre sus hombros - Te quiero, no puedo soportar la idea de estar sin ti, pero no estoy segura de lo que está sucediendo aquí.

    Pasó la mano por su pelo en una caricia inquietante, los dedos entrelazaban los sedosos mechones hasta posarse suavemente en la piel desnuda de su espalda. Sus caricias la conmovieron hasta lo más profundo. Rin cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre las rodillas. No era una buena pareja para él, en ningún sentido.

    Sesshomaru subió la mano, hasta dejarla sobe la nuca de Rin.

    - Ya estamos comprometidos el uno con el otro. ¿No lo sientes Rin? - Fue un áspero susurro, sensual y cálido. Sabía que estaba luchando contra los instintos de ella, contra su innato sentido de supervivencia. Eligió las palabras con mucho cuidado.

    - Sabes quién soy, lo que hay en mi interior. Si la distancia nos separa, aún necesitarás sentir mis manos sobre tu cuerpo, mi cuerpo en tu interior, formando parte de ti.

    La hacía arder con sus palabras, hacía que aquel agudo dolor en su interior aumentara. Rin se tapó la cara avergonzada por aquella inmensa necesidad que sentía de un completo extraño.

    - Me voy a casa, Sesshomaru. Estoy tan envuelta, tan rodeada de ti, que hago cosas que jamás creí posibles.

    No era solo lo que sentía físicamente, ojalá fuera sólo eso. No quería sentir su soledad, su grandeza, su increíble voluntad y su capacidad de liderar y mantener a salvo a los suyos. Pero lo sentía. Podía sentir su corazón, su alma, su mente. Había hablado con él sin necesidad de pronunciar las palabras, había compartido su mente. Sabía que él estaba en su interior.

    Sesshomaru rodeó sus hombros con un brazo y acercó su cuerpo acurrucado a él.

    ¿Para consolarla o para disuadirla? Rin se tragó las lágrimas que ardían en su garganta. Oía ruidos en su cabeza, un goteo de crujidos y susurros. Se tapó las orejas con las manos para no escucharlos.

    - ¿Qué me está ocurriendo, Sesshomaru? ¿Qué hemos hecho que me ha cambiado tanto?

    - Eres mi vida, mi compañera, la otra mitad de mí mismo que estaba buscando - Volvió a acariciarle el pelo con infinita ternura - Mi gente se une a un compañero para toda la vida. Yo pertenezco a la raza de los Cárpatos, provengo de la tierra. Tenemos dones muy especiales.

    Giró la cabeza para mirarlo, clavando los ojos castaños en los de Sesshomaru

    - Tu habilidad telepática es muy fuerte, mucho más fuerte que la mía. Y tan desarrollada. Las cosas que eres capaz de hacer me sorprenden.

    - El precio que hemos de pagar por poseer estos dones es muy alto, pequeña.

    Nuestra maldición es la necesidad de una compañera para compartir un único espíritu, una sola alma. Una vez que esto ocurre, y el ritual puede ser brutal para una humana virgen, no podemos vivir separados de nuestros compañeros.

    Tenemos muy pocos niños; perdemos muchos de ellos el primer año de vida, y la mayoría de los recién nacidos son niños. Nuestra longevidad es a la vez una bendición y una maldición. Para aquellos de nosotros que encontramos la felicidad, una larga vida es una bendición. Para alguien solo y atormentado, es una maldición. Es una larga eternidad de oscuridad, una existencia dura y vacía.

    Sesshomaru le rodeó la barbilla con la mano, alzándole la cabeza para que no pudiera escapar a sus oscuros ojos hambrientos. Suspiró profundamente.

    - No tuvimos sólo sexo, pequeña; no hicimos el amor. Lo nuestro fue lo más cercano a nuestro ritual de emparejamiento que puede hacerse, ya que tú no perteneces a nuestra especie. Si me amas… - Su voz se desvaneció y agitó la cabeza. Necesitaba atarla a él irrevocablemente. Las palabras rituales estaban en su cabeza, en su corazón. El animal que era rugía por pronunciarlas. Ella jamás escaparía, aún así, no podía hacerle eso, no podía decir esas palabras a una mujer mortal. No tenía ni idea de lo que podía ocurrirle.

    La marca que tenía sobre el pecho izquierdo le dolía, le palpitaba, le quemaba. Rin la miró, era la señal de Sesshomaru, la tocó con la yema de los dedos. Recordó como sus dientes la empujaron contra el suelo, su fuerza, el rugido animal que luchaba por salir de su garganta. Había tomado su cuerpo como si le perteneciera, con un poco de brutalidad, no obstante, algo en ella había respondido a la feroz voracidad y a la necesidad que él sentía. Al mismo tiempo había sido tierno, asegurando que ella alcanzara las cimas del placer antes que él, tan cuidadoso con su frágil cuerpo. La mezcla de ternura y salvajismo era imposible de resistir. Rin sabía que ningún otro hombre podría tocarla como él había hecho. Sólo existía Sesshomaru para ella.

    - ¿Estás diciéndome que perteneces a otra raza, que no eres humano, Sesshomaru? - Intentaba unir toda la información.

    - Creemos que somos una especie diferente, somos tan distintos. Lo escondemos bien, tenemos que hacerlo, pero podemos escuchar cosas que los humanos no pueden. Hablamos con los animales, compartimos nuestras mentes y nuestros cuerpos junto con nuestros corazones. Compréndelo, esta información, en malas manos, podría resultar fatal para nosotros. Mi vida está literalmente en tus manos. En más de un sentido.

    Ella captó el eco de sus pensamientos antes de él pudiera esconderlos.

    - ¿Te habrías detenido si el pánico me hubiera atenazado?

    Cerró los ojos avergonzado.

    - Me gustaría mentirte, pero no lo haré. Te habría tranquilizado, hasta convencerte que podías aceptarme.

    - ¿Me lo habrías ordenado con tus poderes?

    - ¡No! - Negó con vehemencia - No habría llegado tan lejos. Estaba seguro de ello. Creía firmemente que podía haberla persuadido para que lo aceptara.

    - Esos dones - Frotó la barbilla con las rodillas - Físicamente, eres más fuerte que cualquier humano que yo haya conocido jamás. Y el salto de la biblioteca, me recordaste a una enorme pantera, ¿forma parte de tu herencia también?

    - Sí - Sus manos volvieron a su pelo para coger unos mechones y enterrar la cara en ellos, dejando su aliento en ellos. Su olor permanecería en ella. Un rastro de satisfacción se dejó ver en sus insondables ojos.

    - Me mordiste - Se tocó primero el cuello, luego el pecho. Un dolor dulce la inundó junto con el recuerdo de Sesshomaru, totalmente indomable y salvaje entre sus brazos, frenético por la necesidad, con la mente nublada por un infinito deseo y su boca bebiendo ávidamente de ella.

    ¿Qué le ocurría que aún quería más? Había oído hablar de mujeres tan enganchadas al sexo que eran prácticamente esclavas. ¿Qué le estaba ocurriendo? Levantó la mano queriendo protegerse de él.

    - Sesshomaru, esto va demasiado rápido. No puedo enamorarme en un par de días y decidir qué hacer con mi vida en unos minutos. No te conozco. Incluso me asustas, me asusta lo que eres, el poder que ostentas.

    - Dijiste que confiabas en mí.

    - Y confío en ti. Eso es lo que me desquicia. ¿No lo ves? Somos tan diferentes. Haces locuras y aún así quiero estar contigo, escuchar tu risa, discutir contigo. Quiero ver tu sonrisa, la forma en que tus ojos se iluminan y la necesidad y el hambre que crecen en ti cuando me miras. Quiero hacer desaparecer esa frialdad de tus ojos, esa mirada distante y lejana que hace que tu boca se endurezca y parezcas cruel y despiadado. Sí, confío en ti, pero no tengo ninguna razón para hacerlo.

    - Estás muy pálida. ¿Cómo te encuentras? - Quería decirle que era demasiado tarde, que habían llegado demasiado lejos, pero sabía que sólo conseguiría que ella se resistiera aún más y la preocuparía inútilmente.

    - Mareada, tengo el estómago levantado, debería comer algo pero al pensar en la comida me dan nauseas. Me diste unos de tus brebajes, ¿verdad?

    - Bebe agua y zumos durante un par de días, un poco de fruta, quizás. No comas carne.

    - Soy vegetariana - Miró alrededor - ¿Dónde está mi ropa?

    Inesperadamente sonrió con esa típica arrogancia masculina.

    - Me extralimité y rompí tus vaqueros. Quédate conmigo esta noche y mañana traeremos ropa nueva.

    - Si es casi de día - señaló con pocas ganas de acostarse de nuevo con él. No podía estar en la cama con él sin que su cuerpo ardiera de deseo.

    - Además, quiero ducharme - Antes de que Sesshomaru pudiera protestar, salió de la cama y se envolvió en el antiguo edredón.

    Sesshomaru se guardó la sonrisa. La dejaría que se sintiera segura; no le costaba nada. De ninguna forma iba a abandonar su casa, y menos con los asesinos alojándose en la misma pensión. Para mantener su mente ocupada y no pensar en la imagen del cuerpo de Rin desnudo bajo el agua, se concentró en recordar los detalles de las emociones de Rin antes de que él la sacara a la fuerza del comedor de la pensión. ¿Qué fue lo que la puso tan histérica? Se puso literalmente enferma, a punto de vomitar, la cabeza le estallaba. Rin creyó que ese estado fue la reacción a su repentina ira, pero no era así, su ira surgió como consecuencia del malestar que ella sentía. Él lo percibió antes de que ese patán humano le pusiera su asquerosa mano encima.

    Sesshomaru rozó su mente porque tenía que hacerlo. Encontró lo que esperaba, lágrimas y confusión. Su cuerpo estaba cambiando, había cambiado al correr la sangre de Sesshomaru por sus venas. Según la leyenda, hacían falta tres intercambios de sangre entre un hombre de los Cárpatos y una humana para que se convirtiera. La sangre que le había dado en la copa no contaba porque no la había tomado directamente de su cuerpo. No tenía intenciones de convertirla, de arriesgarse a que se transformara en una peligrosa vampiresa.

    De todas formas, ya había traspasado peligrosamente los límites. Lo haría una vez más. Y tendría que durar una eternidad.

    Rin había escuchado lo que él le dijo. Todo era verdad, pero él sabía que no tenía ni idea de la realidad. Rin oiría todos los susurros y murmullos de cada una de las habitaciones de la pensión, sabría que una abeja había entrado en el comedor de la planta baja. Los ojos le dolerían con la luz del sol y su piel se quemaría con facilidad. Los animales le contarían sus secretos. La mayoría de la comida la haría vomitar. Pero lo más importante, siempre lo necesitaría al lado, necesitaría que él le hablara con la mente, necesitaría sentir su cuerpo y arder junto a él. De hecho, ya lo sentía, y luchaba en contra de este sentimiento de la única forma que sabía: luchando por alejarse de él, luchando por entender qué le estaba sucediendo.

    Rin se apoyó contra la mampara de la ducha. Sabía que no podía esconderse en el baño como una niña, pero él era tan poderoso, tan seductor.

    Quería borrar las duras líneas de su boca, quería tomarle el pelo, discutir con él, escuchar su risa. Se sentía curiosamente débil, un poco mareada.

    - Vamos, pequeña - La voz de Sesshomaru la envolvió en una caricia de terciopelo negro. Cerró el grifo de la ducha, la cogió por la muñeca y la sacó del refugio de la mampara para envolver su delgada y esbelta figura en una toalla.

    Rin se escurrió el pelo mientras un profundo rubor le cubría todo el cuerpo. Sesshomaru estaba tan cómodo desnudo, no le importaba mostrarse así. La forma natural en que él aceptaba su desnudez le había parecer un animal salvaje, sin domesticar. Comenzó a secarla con la enorme toalla de baño, frotando el cuerpo de Rin hasta que su piel estuvo seca y rosada. La toalla rozó sus sensibles pezones, se demoró demasiado en su redondeado trasero y se recreó en la curva de su cadera.

    A pesar de que ya había tomado una decisión, su cuerpo volvió a la vida bajo sus caricias. Sesshomaru le tomó la cara entre las manos, inclinó la cabeza para rozarle los labios con su boca, seduciéndola con enorme dulzura.

    - Vuelve a la cama - susurró, llevándola hacia allí.

    - Sesshomaru - protestó sin aliento.

    Tiró de ella hasta hacerla perder el equilibrio para que su cuerpo cayera sobre el suyo. Se fundió contra su cuerpo, sus tiernos pechos contra sus poderosos músculos, la evidencia de su deseo presionando contra su estómago. Los muslos de Sesshomaru eran fuertes columnas unidas a las suyas.

    - Podría amarte toda la noche, Rin - murmuró seductoramente contra su garganta. Sus manos recorrían todo su cuerpo, dejando líneas ardientes por donde pasaban - Quiero amarte toda la noche.

    - ¿No es gracioso? Está amaneciendo - Sus manos tenían vida propia, buscaban y encontraban cada poderoso músculo para acariciarlo.

    - Entonces me pasaré el día haciéndote el amor - Susurró estas palabras sobre su boca, mordisqueándole el labio inferior - Te necesito junto a mí. Haces que las sombras desaparezcan y aligeras la terrible carga que pesa sobre mis hombros, que me ahoga.

    Pasó los dedos por las comisuras de sus labios.

    - ¿Me harás el amor o me poseerás?

    Inclinó la cabeza para apoyarse en la dureza de su pecho, deslizando la lengua por la piel sensible donde se percibía el latido del corazón. No había ninguna cicatriz, ninguna marca, pero su lengua siguió el mismo camino donde antes estuvo la herida, de donde él la obligó a beber. Estaba totalmente unida a él, leía su mente, sus fantasías eróticas que él deseaba traer a la realidad.

    Sesshomaru sintió un nudo en el estómago, su cuerpo reaccionaba con fiereza.

    Rin sonrió al sentir toda su dureza ardiendo sobre su piel. No sentía ninguna inhibición cuando yacía con él, solo un feroz deseo de abrasarse junto a él.

    - Contéstame Sesshomaru, dime la verdad - Sus dedos rozaron la piel suave de su sexo, se cerraron a su alrededor percibiendo su dureza y su grosor, haciendo que un ávido deseo rugiera en el cuerpo de Sesshomaru. Jugaba con fuego, pero no tenía fuerzas para detenerla, no quería detenerla.

    Agarró con las dos manos el pelo húmedo de Rin.

    - Ambas cosas - jadeó.

    Cerró los ojos cuando ella empezó a besarlo en el estómago, dejando un rastro ardiente. Allí donde le tocaba con los dedos, su boca dejaba después su húmeda marca. Tiró de ella para ponerla encima de él. Su boca era deliciosa, húmeda y cálida y le estaba volviendo loco. Dejó escapar un gruñido bajo y amenazador. El animal se agitaba de placer, necesitaba satisfacerse de la forma más primitiva.

    Rin arañó sus muslos suavemente, en una caricia erótica que envió espirales de placer por el cuerpo de Sesshomaru. Se le nubló la mente y se sumergió aún más profundamente en la de Rin para ver el resplandor de la pura lujuria y de la necesidad. Ansiaba sus caricias, sus manos, su suave boca que lo estaba convirtiendo en una lengua de fuego.

    Sesshomaru la atrajo hacia arriba, sus manos eran dos garras con enorme fuerza aunque luchaba por no hacerle ningún daño. La besó, era un beso hambriento, posesivo, profundo que la hizo pegarse aún más a él mientras su cuerpo latía y se movía sobre el de él totalmente incendiado por la pasión.

    - Dime que me quieres - La besó en la garganta, sobre los doloridos pechos.

    Cada beso enviaba una oleada de calor sobre la piel de Rin.

    - Sabes que te quiero - Se apretó contra él, pasando una pierna por encima de las de él.

    Apenas podía respirar porque el deseo la ahogaba, se aferraba a Sesshomaru intentando estar aún más cerca, arrastrándose para que su cuerpo la protegiera, su mente la arropara. Necesitaba sentir su cuerpo dentro de ella, que la poseyera como él quería, con su boca bebiendo de su pecho arrastrándola hacia su mundo.

    - Completamente - dijo con brusquedad mientras sus dedos acariciaban los húmedos rizos - Únete a mí de nuestra forma.

    Se movió frenéticamente contra los dedos de Sesshomru.

    - Sí, Sesshomaru.

    Agonizaba buscando el alivio a lo que sentía, buscando el de él. Estaban consumidos por la misma confusión, eran incapaces de separar la lujuria del amor o la necesidad de la agonía. El cuerpo y la mente de Rin hervían de deseo, doloridos y atormentados sin saber dónde empezaban sus salvajes y desinhibidas emociones y empezaban las de él.

    Sesshomaru se sentó sobre la cama, poniéndola a horcajadas sobre su cuerpo, con su enorme fuerza la elevó y la bajó poco a poco sobre su firme vientre hasta encontrar su ardiente sexo. La humedad de Rin lo atraía, lo abrasaba.

    Rin deslizó los brazos alrededor del cuello de Sesshomaru, y le rodeó las caderas con las piernas, abriéndose por completo a él. Muy despacio, Sesshomaru la fue bajando hasta que toda la largura de su miembro estuvo rodeada por la humedad y el calor del interior de Rin. Sesshomaru sintió un estremecimiento más allá de cualquier placer, la estrechez de Rin era el paraíso y a la vez el infierno.

    Rin le clavó las uñas en los hombros.

    - ¡Para! Eres demasiado grande para hacerlo así - Su cara tenía una expresión de alarma.

    - Relájate, pequeña. Nos pertenecemos el uno al otro, mi cuerpo fue hecho para el tuyo, al igual que el tuyo fue hecho para el mío - La penetró más hondo y empezó a moverse con un ritmo lento mientras la acariciaba tranquilizándola con las manos.

    Se echó hacia atrás para poder observar el rostro de Rin mientras su cuerpo la reclamaba con envites profundos, certeros y posesivos.

    Inconscientemente, las palabras brotaron de su alma.
    Yo te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Para compartirlo todo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo primero para mí. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”. Con estas palabras un hombre de los Cárpatos unía a su compañera a él para toda la eternidad. Una vez pronunciadas, Rin no podría alejarse de él. Sesshomaru no tenía intención de hacerlo, pero todos sus instintos, todo lo que había en su interior, lo obligaron a pronunciarlas para unir sus corazones como estaba escrito que así fuera. Sus almas por fin, se unieron, sus mentes se fundieron para ser una misma.

    Rin se permitió que sus palabras y la fuerza ardiente de su posesión la calmaran. Su cuerpo parecía derretirse alrededor del de Sesshomaru. Él siguió elevándolos, lamiendo sus pezones, agarrando su pequeño trasero con ambas manos en un gesto claramente posesivo. Ella echó la cabeza hacia atrás, dejando que su pelo los rodeara y acariciara la piel desnuda haciéndolos arder.

    Ella pertenecía a aquel lugar, aquel era su sitio. Se sentía salvaje y libre. Se sentía parte de Sesshomaru, su otra mitad. No podría haber otro hombre para ella, sólo este, tan ávido de ella. Este que la necesitaba tan desesperadamente, que compartía su solitaria existencia.

    Sesshomaru se movió con más fuerza, más profundamente mientras se inclinaba sobre ella y se giraba dejando a Rin con el torso fuera de la cama, bajo él.

    Con cada embestida de su cuerpo se acercaban más a la cima. Sintió el cuerpo de Rin contraerse, cerrarse sobre él una vez, dos. Ella gritó de placer mientras sentía que su cuerpo se fundía con el de Sesshomaru. Pero el placer no acababa, oleada tras oleada, hasta que Rin pensó que sería incapaz de soportar más

    Sesshomaru inclinó la cabeza sobre ella muy despacio, dándole la oportunidad de detenerlo. Su miembro seguía enterrándose profundamente en ella, sus ojos oscuros mantenían cautivos los ojos de Rin. La hipnotizaba, le rogaba de necesidad. Rin arqueó el cuerpo hacia él, dejando los senos a su alcance, ofreciéndoselos para calmar su hambre.

    El rugido de satisfacción que brotó de la garganta de Sesshomaru hizo que la sangre de Rin corriera aún más rápido por sus venas. Su cuerpo se movía ahora de forma más agresiva, elevándole las caderas para penetrarla con mayor facilidad. Rin sintió la caricia de sus labios sobre su pecho, sobre el corazón. Le lamió la marca que había dejado antes de forma erótica y suave.

    Se hundió en ella con un poderoso envite, llenándola, estrechándola entre sus brazos, en el mismo instante que clavaba los dientes en su suave carne. Rin gritó al sentir un calor candente sobre su pecho. Acunó la cabeza de Sesshomaru, acercándola aún más a su pecho, sintiendo el torbellino de emociones que crecía en el interior de él mientras el fuego los abrasaba de tal forma que Rin pensaba que morirían allí. Sesshomaru movía la boca sobre ella devorándola mientras la poseía, consumiéndolos a los dos en agonía. Rin jamás había experimentado una sensación tan poderosa, ardiente y sensual.

    Se oyó gritar el nombre de Sesshomaru con un salvaje abandono, clavando las uñas en los músculos de la espalda. En su interior, un deseo primitivo la instaba a buscar con la boca el músculo donde latía el corazón de Sesshomaru.

    Sintieron que estallaban a la vez, que se desintegraban y volaban hacia el sol. Sesshomaru levantó la cabeza y dejó escapar un fiero gruñido de satisfacción para después volver de nuevo a saborear su sangre.

    Esta vez fue muy cuidadoso, solo bebió lo justo para hacer el intercambio. Su cuerpo aún estaba enterrado en el de ella. Le lamió la herida por última vez para cerrarla y curarla por completo. Sesshomaru estudió su rostro. Estaba pálida.

    Somnolienta. Murmuró la orden, su cuerpo se endureció de nuevo al pensar en lo que iba a suceder.

    El cuerpo de Rin aún se estremecía lleno de vida, aceptaba gustoso sus posesivos envites. Sesshomaru se abrió la herida en el pecho y acercó la suave boca de Rin hacia su piel. Fue el éxtasis, su cuerpo se convulsionó casi dolorosamente. El animal que vivía en él echó la cabeza hacia atrás rugiendo de placer y alegría. De momento se sentía totalmente saciado.

    Rin parpadeó y lo miró frunciendo el ceño.

    - Lo hiciste de nuevo - Apoyó la cabeza en el edredón - Cada vez que lo hacemos siento que me voy a desmayar - Sentía un extraño sabor acre en la boca.

    Antes de que fuera capaz de identificarlo, Sesshomaru la besó rozándole los dientes con la lengua, explorando el interior de su boca, entrelazándola con la suya. Salió de su cuerpo muy lentamente mientras la acariciaba.

    - No puedo moverme - admitió Rin con una sonrisa.

    - Dormiremos una siesta y nos enfrentaremos al mundo más tarde - sugirió con la magia negra de su voz. La acunó entre sus brazos muy suavemente, la acostó cómodamente y la arropó con la sábana. No podía separar la mirada de sus fascinantes ojos. Le rozaba la garganta con las yemas de los dedos, descendiendo hasta el valle entre sus pechos. Todavía se sentía sensible, podía sentirla temblar bajo sus caricias y eso lo llenó de calidez.

    - Si realmente hubiera querido que me amaras, te hubiera presentado más de un desafío - Se acurrucó en la almohada - Tengo el pelo hecho un desastre.

    Sesshomaru se sentó en el borde de la cama, y empezó a trenzarle los gruesos mechones.

    - Si me presentaras más de un desafío, pequeña, mi corazón no sería capaz de soportarlo - Dijo divertido.

    Le rozó el muslo con las yemas de los dedos sin abrir los ojos. Sesshomaru se quedó sentado en el borde de la cama durante un buen rato, mientras contemplaba como Rin se hundía en un profundo sueño. Era tan pequeña, eran tan solo una humana, pero había logrado cambiar su vida de la noche a la mañana. Y él había tomado la suya. Se había apoderado de su vida. No había pretendido decir las palabras rituales, se había sentido aún más hipnotizado que sus propias presas cuando exponían gustosas sus gargantas para que él se alimentara.

    Ella podía pensar que eran extraños, pero habían compartido sus mentes, sus cuerpos y se habían ofrecido mutuamente sus vidas. El intercambio de sangre era el último paso para confirmar su compromiso. Literalmente cada uno de ellos había ofrecido su vida al otro. Era un ritual erótico y hermoso. Se convertían en una mente, un corazón, un alma, un cuerpo…con la misma sangre.

    Los congéneres de Sesshomaru protegían sus guaridas de los demás. Eran demasiado vulnerables cuando estaban dormidos o en pleno frenesí sexual. La decisión de tomar una compañera no era un acto consciente, era instintivo, un ansia y una necesidad. Ellos lo sabían. Eran capaces de reconocer a su otra mitad. Sesshomaru reconoció a Rin. Había luchado para no llevar a cabo el ritual pero sus instintos animales se habían superpuesto a sus modales civilizados. La había medio sumergido en su mundo y era totalmente responsable de las consecuencias.

    La luz se empezaba a filtrar por las escaleras. Sesshomaru completó la tarea de proteger la casa contra los intrusos. La noche siguiente sería muy larga. El trabajo se había acumulado y él necesitaba salir de caza. Pero había tenido su momento de paz y alegría.

    Sesshomaru se metió en la cama junto a Rin, atrayéndola hacia su cuerpo para poder sentir cada centímetro de ella. Rin murmuró su nombre entre sueños, apretándose contra él con la confianza de un niño. El corazón le dio un vuelco y una curiosa calidez se extendió por su interior. Se sentía feliz. En paz. La tocó porque podía hacerlo. Rodeó sus pechos con las manos, le lamió un pezón con una ligera caricia. Después de darle un beso en el cuello, envió la orden de dormir profundamente, acompasando su respiración a la de ella.



     
    Última edición: 24 Enero 2022
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