Innocence

Innocence

Contenido oculto

Autor: Kárupin

Título: Innocence
[Inocencia]

Pareja: Eiji & Sakuno

Clasificación: K+

Advertencias: OoC. No beta.

Género: No tengo idea.

Sumario:
Las lágrimas se hicieron presentes al recordar que ese era el lugar preferido de Ryoma para descansar. Como si fueran gotas de ácido quemaban la piel de su rostro, como si fueran dagas desgarraban lentamente su corazón.

N/A: Es el desafío de Sheskita. Puedes matarme, extrangularme y demás por el horrible OoC y el retraso que no sé cuánto tiempo me pasé. Lo lamento de verdad, intenté evitarlo a toda costa pero aún así siento que tiene OoC. Al parecer se alargó más de lo que quería. e,e Aún no sé cuantos capítulos vaya a tener.

Innocence​

Las lágrimas surcaban su rostro, dejando un rastro al pasar. Las limpió en vano, ya que una vez más marcaron su bello rostro. Sin poder contener las que faltaban, las dejó salir libremente haciendo que por sus ojos dos largas cascadas se dejaran ver. No las podía detener y salieron una tras otra, simulando caídas de agua.

Apretó fuertemente su almohada y gritó en ella, de esta manera su alarido quedó ahogado. No podía seguir así, cada vez sufría más y no podía siquiera tener pensamientos coherentes. Sentía que en cualquier momento se desplomaría y en cualquier lugar. Sus fuerzas la abandonaban cuando las necesitaba.

Sus gotas saladas le ardían en su rostro como si fueran ácido, una vez más las limpió. Después de desahogarse lo suficiente —para estar considerablemente cansada­ —, se metió a bañar. Al salir de su ducha nocturna, su habitación pintada de tonos pálidos se le hizo insípida. Nada la podía poner de buenas, aunque siempre intentase actuar normal para no preocupar a las personas que la rodeaban.

Sumire la trataba igual, Tomoka también. Los únicos con los que quizás se había distanciado un poco eran los del equipo de tenis del instituto, ya que, al no tener una razón para estar allí no encontraba motivo alguno que llevase a sus pies a ver las prácticas; ella había puesto la distancia. No quería nada que le recordara a aquella persona a la cual tanto había querido.

Puso su ropa sucia en el cesto correspondiente y se tumbó en su cama, su mente trabajaba activamente, tenía que olvidarlo. Él estaba lejos, aunque siempre estuvo alejado de ella. Se encontraba en un continente y él en otro. Él había decidido dejar a un lado todo lo que el Seigaku le brindó para irse a Estado Unidos. No lo culpaba, nadie dejaría pasar una oportunidad como esa.

Después de atormentarse mentalmente se durmió, ni siquiera tenía ganas de cenar. Volvería a sus días monótonos; sin nada especial en ellos y siempre repitiéndose lo mismo, paso por paso, suceso tras suceso, era una rutina del diario, aburrida y tediosa.

*|*|*​

Despertó después de sentir los cálidos rayos del sol sobre su rostro. Era un jueves, casi acababa la semana, no era tan bueno como un viernes pero aún así era un buen día. Iría a clases y luego iría con Tomoka a algún lugar, no quería estar en su casa, sola. Y tampoco quería quedarse a ver la práctica del equipo de tenis de Seigaku.

Se bañó, vistió y desayunó para luego encaminarse hacia la escuela. Al llegar pudo ver a su amiga agitando su brazo sobre su cabeza y con la sonrisa que siempre llevaba. A su lado estaba Horio mientras alardeaba de cosas que seguro ni él mismo sabía. Suspiró profundamente, sería un día cansino. Recordaba que dos semanas después de la partida de Ryoma esos dos se habían hecho novios, se alegraba por la felicidad de la castaña, aunque claro, ¿cómo no estarlo, si ambas personalidades eran similares?

—Al menos ella sí se repuso de su partida. —murmuró por lo bajo.

—Buen día, Sakuno. —saludó como de costumbre. La mencionada respondió de igual manera y se adentraron en las instalaciones.

*|*|*|*​

Se encontraba recostada bajo un árbol esperando a su amiga para planear lo que harían después de la escuela. No había tenido la tercera clase, ya que la profesora se encontraba embarazada y tenía permiso para faltar por cita con el médico.

Unos gritos la sacaron de sus pensamientos, Tomoka se encontraba corriendo en su dirección. Sonrió al verla tan feliz y alegre, ¿qué pasaba?

—¡Sakuno, Sakuno! ¿Ya te enteraste? —preguntó eufórica, cada palabra que había dicho lo demostraban.

—¿De qué? —cuestionó la aludida.

—¡Hoy salimos después de recreo! —decía como si fuese la noticia del año —, sucede que los profesores tendrán una junta y no nos podrán dar clases. ¡No tendremos que estar encerrados en la escuela! —canturreaba.

—¡Eso es genial! —dijo siguiéndole la corriente a la castaña —, ¿y a dónde iremos después de la escuela?

Por momentos los ojos de su amiga brillaron de entusiasmo, pero recordó algo, y poco a poco sus ojos se fueron apagando, haciendo que su cara formara un mohín.

—Lo siento —susurró por lo bajo —, acabo de recordar que hoy me toca cuidar a mis hermanos —terminó diciendo apenada —. En otra ocasión será. —finalizó.

Sakuno se sintió un poco desanimada ante la idea de estar nuevamente sola en su casa, ya que su abuela sí tendría entrenamiento después de la junta —sólo cosas muy importantes cancelarían un entrenamiento —; los chicos del club de tenis se quedarían en el instituto por un buen rato.

Las clases habían pasado de manera aburrida, casi como acontecimientos borrosos los cuales no puedes recordar con exactitud.

Había visto cómo se iban sus compañeros de clases, sus amigos. Sumire le había dicho que si quería podía irse a la casa o quedarse en el instituto. No le apetecía hacer ninguna de las dos opciones.

De manera aburrida subió a la azotea; le gustaba la vista que brindaba. Una brisa fresca se hizo presente, revolviéndole un poco los cabellos que estaban sueltos.
Las lágrimas se hicieron presentes al recordar que ese era el lugar preferido de Ryoma para descansar. Como si fueran gotas de ácido quemaban la piel de su rostro, como si fueran dagas desgarraban lentamente su corazón.

Aunque intentase mantener el líquido al margen este siempre hallaba por donde colarse, haciendo que descendieran hasta su mentón; cayendo libremente hacia el suelo por culpa de la gravedad.

Escuchó cómo la puerta crujía, haciéndola salir de sus pensamientos. Limpió su rastro lo más rápido que pudo, pera la evidencia quedaba en sus ojos enrojecidos. Sin tener el valor suficiente volteó a ver lentamente hacia la puerta. Al mirar por encima de su hombro se dio cuenta que era un titular que entraba por el umbral, ya que vestía con el uniforme.

Rápidamente viró su rostro hacia otra parte intentando esconder su rostro.

—¡Hola! —escuchó que exclamaron a sus espaldas. Sin saber muy bien cómo, dibujó una falsa sonrisa en sus labios mientras le daba la cara a su mayor.

—Hola —regresó el saludo.

—¿Uh? —posó un dedo sobre sus labios como si estuviese pensando —¿Has estado llorando? —cuestionó con una mirada infantil.

—¿Eh? ¿Yo? —preguntó mientras se hacía la desentendida. —No, para nada —mintió.

—No te creo —dijo mientras se cruzaba de brazos.

—No he estado llorando, Eiji —escupió entre dientes mientras su mirada recorría los edificios con la mirada.

Kikumaru se acercó más a la castaña para examinarla; primero la veía por un lado, luego por el otro, parecía que estuviese observando un objeto a través de una vitrina.

—¡Ajá! ¡Con que sí has estado llorando! —afirmó con seguridad en sus palabras. —La prueba es esta: tu blusa está mojada. — Señaló el lugar marcado por el líquido, su sonrisa de siempre marcó su rostro. Parecía un detective que intentaba resolver un caso.

Sakuno, apenada por haberle negado los hechos a Eiji soltó unas lágrimas. Le avergonzaba haberle mentido y, de paso que la haya descubierto.

—¿Eh? —miró extrañamente a la pequeña —¿Por qué lloras? —preguntó nuevamente. No entendía lo que pasaba.

La niña no respondió. Eso sí era raro para él. No sabía qué hacer. Sacó algo de su mochila y lo puso enfrente de su cara.

—Toma —dijo mientras estiraba sus brazos y en frente de Sakuno aparecía un peluche —, llora todo lo que quieras. —le guiñó el ojo.

La fémina no sabía para qué pero aún así abrazó fuertemente el osito que le habían entregado.

—Se llama Daigoro y es mi mejor amigo —mencionó sin previo aviso mientras ponía una carita tierna para hacer sonreír a Sakuno.

Objetivo logrado, y aparte de una sonrisa también le sacó un sonrojo.

—¡Bien! ¡La pequeña sonrió! —decía alegre mientras saltaba a su alrededor. —¿Eh? ¿No olvido algo? —se preguntó mientras paraba en seco. —¡Ah, ya! —Recordó —¿Por qué llorabas? —aventuró curioso mientras se acercaba con la duda marcada en su rostro mientras la veía frente a frente.

—¿Uh? Por nada —mintió nuevamente.

—Eso no es cierto —la castaña abrió los ojos sorprendida —Si no fuese por nada no hubieras llorado —analizó —. Así que, dime: ¿por qué llorabas? —volvió a preguntar.

Evadió la mirada de Kikumaru mirando hacia la nada. Respiró hondo, no sabía si decírselo o no. No era que Eiji no supiera guardar secretos o que no confiara en él, pero ni siquiera lo sabía Tomoka quien se supone, era su mejor amiga.

Decidió hablar al respecto. No le haría ningún mal, es mas, le haría bien.

—Eiji… —murmuró con la mirada baja. El mencionado volteó a ver curiosamente a la Ryuzaki, la cual se sonrojó al sentir su rostro tan cerca. —Lo que pasa es que… —respiró profundo antes de hablar, indecisa, comenzó a hablar poco a poco.

—Lo que pasa es que… Ryoma…

—¿El Cachorrillo? ¿Qué tiene? —preguntó dudoso con su dedo sobre su labio.

—Él-él me gustaba y… —poco a poco dejó que las palabras se colaran entre sus labios, saliendo así la verdad de sus sentimientos a la luz.

Se sentaron en el suelo mientras Sakuno relataba cómo se había enamorado de Echizen, cómo su corazón palpitaba por él, cómo se aceleraba cuando esta cerca de ella y cómo lo llegó a querer más de lo que comprendía.

Kikumaru cambiaba de expresión cada vez que ella decía algo acerca de sus sentimientos, ponía cara de sorpresa, incredulidad, de pregunta y nuevamente de sorpresa. Sacó unos chocolatitos que traía en su mochila y los empezó a comer lentamente mientras la castaña le contaba todo lo que sucedía, y sucedió con el dueño de su corazón.

El tiempo pasó de manera rápida entre recuerdos y sucesos. Poco a poco la niña dejó salir lo que se guardaba en su corazón. Aunque a Eiji le costó un poco tener cerrada la boca, la escuchó completamente dejando que la mujercita se desahogara.

El sol empezaba a alzarse cada vez más, pero no importaba, él la seguía escuchando.

Una vez que terminó de decir todas sus quejas y pesares, empezaron a platicar poco a poco de las cosas. El masculino intentaba darle apoyo con sus ocurrencias, un chiste, una broma y demás. Sakuno poco a poco fue recobrando el brillo que a sus ojos se le había sido quitado. Sonreía cuando veía que el chico intentaba darle apoyo a su manera, aunque no fuera muy bueno con las palabras su ingenio e infantilismo le agradaban en demasía, haciendo que poco a poco su sonrisa fuese real.

El tiempo había pasado de manera rápida.

—¿Nos acompañas en la práctica? —preguntó de repente mientras se paraba.
La castaña dudó por unos instantes.

—¡Vamos! ¡Vamos! —la jalaba.

—Eiji…—murmuró a regañadientes.

Después de tanto jaloneo la chica cedió y ambos fueron caminando a las canchas. Se podía apreciar a un Kikumaru bastante alegre y a una castaña resignada caminando a su lado.

—¿Dónde te metiste todo este tiempo? —preguntó Oishi mientras veía que se acercaba su amigo.

—Estábamos jugando, ¿verdad, Sakuno? —dijo mientras se volteaba hacia la aludida y le guiñaba un ojo.

—S-sí —respondió.

—Oh —no pareció muy convencido —, me alegro que hayas llegado antes que Tezuka, o te hubiese hecho correr treinta vueltas a la pista y aparte probar el nuevo jugo de Inui.

El chico volteó a ver hacia donde estaba Sadaharu y veía que en un matraz traía una extraña sustancia verde que hacia ebullición. Su cara cambió de color y las náuseas le entraron de tan sólo ver el líquido. Agradeció llegar a tiempo.

Después de hacer un poco de estiramiento en las canchas lo chicos se fueron a tomar agua. El de actitud infantil se acercó a la reja y empezó a platicar animadamente con la chica que se encontraba al otro lado.

Con actitud imponente atravesó el umbral de la zona de entrenamiento. Todos los presentes lo voltearon a ver. Su sola presencia hacía cambiar el ambiente. Había llegado, el capitán del club había hecho su entrada…

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