Infortunio ¿O todo lo contrario? [Inu&Kag]

Título: Infortunio... ¿O todo lo contrario?
Pareja principal: InuYasha y Kagome
Notas de la autora: Bien, se que muchos saben que NO soy fan de la pareja, más sin enbargo no pude evitar escribir esta ideita que me ronda en la cabeza. Disfrutenlo, nada de bashing en este fic. Puede que sea un long-fic pero aún no es seguro.
Disfruten la lectura.
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Capítulo I: Infortunio... ¿O todo lo contrario?

La luz del sol daba de lleno contra su rostro, alentándole a abrir sus ojos lentamente, encontrándose con una vista distinta del techo a la que solía ver todas las mañanas. ¿Por qué ahora su techo había cambiado de ser rosa a ser de color amarillo? Esto estaba extraño.

Se estiró torpemente en la mullida cama, bostezando exhausta para luego percatándose de un bulto debajo de las sábanas. Sus ojos se ampliaron notablemente ante la idea que circulaba incesante por su cabeza. Comenzó a divagar en su mente; pronto, las imágenes de lo ocurrido la noche anterior después de haber acabado la fiesta de cumpleaños de su querida amiga Sango le cayó –despiadadamente- encima como un balde de agua fría.

Observó a su alrededor, volviendo su mirada al abultado ser debajo de las mantas.

—Por Kami, que no sea lo que pienso, ¡Que no sea él! —susurró asustada al percatarse de su desnudez. Dirigió con nerviosismo una mano hacia el borde de las sábanas y con rapidez descubrió al objeto de su nerviosismo.

Llevó sus manos a sus mejillas mientras las sentía arder enormemente.
¡¿Qué carajos hacía él precisamente allí?!

Por amor a Kami ¡Que alguien le explicara qué demonios la había llevado a cometer aquello!

 

Bien, lamento la tardanza, AomeEuni, amiga, me alegro que te gustara.
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Capítulo II

Se quedó petrificada ante aquella escena. Comenzó a transpirar ante la idea de verse en una misma cama con aquel chico, su mejor amigo…

Él era hermoso, era la representación de lo perfecto en todos los sentidos. No podía evitar mirarlo… Observar aquellos hermosos cabellos plateados, ahora alborotados dándole un toque sexy que la hacía sonrojar. Adoraba observar sus orbes doradas, la hacía sentirse especial cada vez que la observaba con aquellos ojos de una manera que no observaba a nadie…

Lo amaba, desde su infancia había estado coladita por él, por su forma de ser, por su cuerpo. Pero lo de ellos no podía realizarse, no sería correcto.
¡Y es que su padre los asesinaría si se enterara de que había dormido con InuYasha! El joven inglés jamás fue del agrado de su progenitor; no desde que el rebelde muchacho le haya confesado estar enamorado de ella, hace apenas un año.

Ya se imaginaba a su hermano dándole la más grande de las palizas al peliplateado, y a ella reprendiéndola por descuidada. ¡No, nadie podía enterarse! Se aferró a las blancas sábanas y con cuidado de no hacer ruido o movimientos bruscos, comenzó a apartarse del chico.

Nada… ¡No traía nada encima! Estaba desnuda, como había llegado al mundo. Voltio su mirada en busca de sus ropas, divisando prenda por prenda en un lugar diferente.
¿¡Dónde estaban sus bragas!? Recorrió la habitación –que bien pudo identificar como un lujoso cuarto de hotel- en busca de la dichosa prenda intima. No lograba encontrarla.

Bufó desesperada… ¡No tenía el valor suficiente para darle la cara, ni a él ni a nadie!
—¿Buscabas esto? —Shock total. Juraría haber podido escuchar algo quebrándose en miles de pedazos. ¿Su orgullo tal vez? Se quedó postrada en su lugar para después voltear a verlo, ondeando la dichosa prenda intima en su mano ¡Estúpida! ¿Qué demonios había estado esperando? Pudo haberse ido sin las malditas bragas…

—Sé lo tonta que puedes llegar a ser… ¿Pero quedarte a buscar estas braguitas? Te superaste, Kagome —La susodicha volteó, tratando de mantener un rostro serio y tranquilo, más sin embargo no pudo.

¿A él no le daba vergüenza? Al parecer no, porque se comportaba de una manera sumamente natural; como si nada hubiese pasado. ¡¿No le venían las imágenes de lo hecho la noche anterior? ¿Por qué sí a ella? Tal vez era una pervertida.

—No me mires de esa forma —fingió molestia —tú fuiste la que se me abalanzó.

—¡¿Qué dices degenerado?! —Levantó la voz indignada —¡Yo no hice eso!

—No trates de engañarte —se carcajeó —Si tú eres una depravada, a mí no me engañas —continuó riéndose, sólo que esta vez en un tono provocador.

—Maldito…

—Además, sé que te gustó. Me lo hacías saber cada cinco segundos —esto último lo enfatizó con un brusco movimiento de caderas, que si bien lo hizo a modo de molestar a la fémina, lo único que logró fue hacer sonrojarla furiosamente. Volvió a reírse.

—¡Me encanta cuando te pones así! —confesó el inglés, tirándose de espaldas a la cama.

—¡E-Eres un maldito pervertido! ¡Te odio! —le gritó una muy sonrojada Kagome; Alexander frunció el entrecejo.

—No digas esas cosas… Me lastimas —Musitó indignado. La fémina se sintió culpable, pese a estar molesta no debió de haberle dicho aquello. InuYasha se tomaba las cosas muy a pecho, ella más que nadie lo sabía.

Un silencio incómodo se apoderó de la habitación; ninguno de los dos jóvenes hablaba, InuYasha simplemente miraba al techo y Kagome le observaba, arrepentida por lo dicho.

—Lo lamento —dijo casi en un susurro —Siento… Haberte dicho esas cosas, pero tú me haces decirlas. ¡Eres tan desesperante, tonto!

—Lo sé… Pero eso te gusta ¿no? —sonrió ante la posible respuesta. Se sentó nuevamente en la cama y se dedicó a observarla. Sus azabaches y rizados cabellos, su piel tersa y blanca, aquellos ojos chocolate que le encantaban… El solo verla allí parada enfrente de él con tan solo una fina sábana cubriendo su desnudez lo hacía estremecerse, quería… Dios, debía dejar de juntarse con Miroku.