Indiana Jones Indiana

Siempre me ha gustado hacer historias de origen, me pregunto si habrá alguien aquí que entienda sobre este, espero mucho que si.

Un niño llamado Henry Walton Jones junior, había estado explorando los alrededores de su casa, vivía en un sitio rural alejado con un padre casi ausente todo el tiempo, su madre se había ido un año atrás y su padre parecía que con esto se había distanciado algo más. El sitio tenía varias cuevas, un granero viejo que ha no se usaba y hasta un tramo de follaje, como un pequeño bosque.

El chico había organizado ya las hojas, piedras curiosas y objetos extraños en diversos grupos, tenía cosas realmente especiales, un par de perdigones usados en la guerra civil, un espuela de vaquero, una corcholata muy rara, de una variedad de refresco muy exclusivo pues solo se fabricaron diez.

Aquel día por la mañana había decidido ir mucho más lejos, esperando dar con mucho más, pues esto se había convertido en su afición.

Por lo que paso el bosque, el par de casas luego de la suya, un pequeño riachuelo y se aproximó a cañada, de asomó por un momento y al ver varios metros hacia abajo sintió que sus piernas perdieron fuerza, retrocedió, se sentó en una piedra cercana pensando donde comenzaría, permaneció allí varios minutos cuando escuchó un cascabel, creyó haberlo imaginado hasta que de entre la roca donde estaba emergió una serpiente.

Aterrado se levantó dando un grito y corrió lo más rápido que pudo, sin darse cuenta resbaló cayendo hacia el interior de un pequeño cañón, tan angosto que difícilmente alguien mayor a su tamaño se hubiera podido introducir en él, más sin embargo, lo suficientemente liso y alto para que no pudiera salir.

Henry se había raspado las rodillas y las manos intentando detenerse, al igual que tenía un golpe en la frente hinchado a causa de la precipitación.

— ¡Papá!— exclamó suplicante el niño en varias ocasiones— ¡papá ayúdame!.

Gritó por alrededor de una hora sin que nadie lo escuchara, se levanto e intentó caminar hacia el lado más luminoso pero este se camino se hacía más y más angosto, hasta que ni su mano lo podía atravesar, el otro extremo, estaba oscuro, temblaba al imaginar que entre las sombras escuchara de nuevo ese siseo y se encontrara con una serpiente.

— Podría estar en casa, con mis juguetes si papá, no hubiera llevado ese tonto perro— declaró suspirando.

Henry Jones padre, creyó que un labrador de un año sería un buen compañero para su hijo mientras no estaba, pero el canino ya tenía el tamaño y fuerza para tirarlo, jalarlo, empujarlo y morderlo lo suficiente para que un niño que hasta ahora el único contacto que había tenido con animal era ver pájaros y ardillas en los arboles, se asustara, sin entender que solo quería jugar.

El niño creyó estar allí una eternidad y falló más de las veces de las que podía recordar en salir de allí, o lograr pedir ayuda, el anochecer se avecinaba, podía saberlo por que él cielo sobre él se veía casi oscuro, seguro que para ese momento estaría ya ocultándose el sol en las montañas.

Entonces, comenzó a llorar, había intentado resistirlo todo este tiempo, verse fuerte, pero le aterraba estar allí en la noche y entonces un terrible pensamiento lo apresó y sintió que toda fuerza le abandonaba.

¿Y si se quedaba allí por siempre?

Se cubrió la cara con los ojos y se puso en cuclillas, dejando que solo sus lagrimas se desbordaran.

Un sonido le hizo salir de pronto de este estado, alzó la cara asustada y retrocedió al darse cuenta que no se había equivocado.

Eran pisadas.

Algo venía del aterrador extremo que se encontraba oscuro, buscó a tientas algo con que defenderse pues su encuentro era inminente, pero ni una pequeña roca alcanzó. Cerró entonces los ojos esperando su fin imaginando que tal vez se lo comería un oso o un lobo, más la sensación que percibió fue una muy lejana a una mordida, pensándolo bien no tanto, una lengua húmeda y pegajosa lamió su mejilla y luego su frente, percibió al instante un aroma muy familiar.

— ¡Indiana!—exclamó el chiquillo entusiasmado mientras lo abrazaba, el can movió la cola contento de este gesto de afecto.

Lo lamió de nuevo un par de veces más y el niño rio. No tenía por que tener más miedo.

— ¿Viniste por mi por qué no volvía a casa?— preguntó el niño acariciandolo.

Sujeto de él, la oscuridad del cañón no le pareció nada, Indiana había llegado allí siendo valiente, él podía serlo también.

Varios minutos salieron a la superficie, caminando uno al lado del otro volvieron juntos a casa, desde entonces fueron inseparables.