Imprudencia.

Holis ^^ es mi primera historia en este forito y me siento grande y nueva, una novata ._.​

Esta historia es para la actividad: Situaciones entrecruzadas.​

Espero que les guste...hice lo mejor que pude con la foto ^^.​

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Imprudencia.​

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El impotente sol daba sus últimas señales de vida aquel día, era hora de retirarse y dejaba ver sus rayos anaranjados y rosados que pintaban el cielo de manera tan majestuosa.

Miré fuera, a través de la ventana, como el sol se desvanecía entre un centenar de oscuras y espeluznantes nubes. El corazón me dolía mientras danzaba de esa manera que solo el conocía, apreté las manos harto de la espera. Emprendí la marcha por enésima vez en menos de cinco minutos y furtivamente lanzaba una que otra mirada a la puerta de aquella habitación que se alzaba de modo dominante.

Todo había terminado de una manera tan rápida y cruel, que lágrimas trataban de salir de mis ojos cada vez que lo pensaba. Ella estaba un momento ahí, sonriéndome y al otro la oscuridad se la había tragado. Sacudí la cabeza con un nudo en la garganta.

La puerta se abrió por fin dejando salir a un hombre alto, con una bata azul cielo que tenia unas ojeras prominentes y unos ojos cansados que parecían muy viejos para su corta edad.
Me acerqué al medico al mismo tiempo que un hombre alto y con el rostro cansado. Una chica de mi edad se quedó un poco atrás de nosotros, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y miraba al doctor sin esperanza en el rostro.

—Lo siento— fue todo lo que pude oír, mis oídos fueron bloqueados por un grito desgarrador que no provenía de ningún lugar. Apreté mis puños y traté de controlarme.

Todo había acabado, como aquel cielo hermoso que hace un momento había sido devorado por la frialdad misma. Las rodillas me temblaban, el nudo en mi garganta amenazaba con salir. Cerré los ojos y los apreté tratando de despertar de esa pesadilla que me acontecía. Con temor abrí los ojos y el aire se escapó de mis pulmones. La chica, Elena, estaba con la mirada al suelo mientras lágrimas corrían por sus mejillas; el señor, el padre de Aurora, le gritaba al doctor con dolor y reproche.

Ya no podía seguir ahí, tenía que escapar, despertar, volver a la luz en donde todo marchaba tan bien.

Con las piernas aun temblando y con el dolor insoportable en mi pecho emprendí la marcha a la salida de aquel desquiciado lugar. La puerta automática se abrió cuando sintió mi presencia cerca, cruzó hacia la salida en el momento en que una ráfaga de viento lo golpeó en el rostro. Los árboles se agitaban de una manera alocada mientras las gotas de lluvia caian como un valde de agua en la tierra mojando todo a su paso. Estaba por librarse de aquella cárcel cuando algo encarceló su muñeca. El dolor comenzaba a subir de su pecho a su garganta, invadía cada centímetro de su cuerpo haciendo casi imposible sostenerse por si mismo. Miró hacia atrás para descubrir quien lo había detenido.



Con un gesto de dolor miró a una chica con lágrimas en los ojos. Su expresión se había endurecido pero no podía controlar en llanto.

—Daniel esto no es tu culpa y lo sabes— bajé la mirada al suelo incapaz de controlar más ese dolor, las gotas cristalinas salían de mis ojos a toda prisa. Traté de recuperar mi mano jalándola del alcancé de Elena, a lo que ella por fin la dejó ir— no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

Y con aquella última frase mis pies comenzaron a correr tan rápido como mi cuerpo me lo permitía. Sin poner resistencia dejé que todo el dolor saliera a la superficie. Gritaba tratando de hacer eco al insoportable dolor que me llenaba. Corría por las calles de la ciudad ganándome las miradas de las personas que me veían pasar.

¿Por qué a ella? ¿Por qué tuvo que estar en ese maldito camión en esa maldita hora? ¿Por qué precisamente ese camión fue envestido por ese estúpido borracho? ¿Por qué no pudo morir él a cambio de su amada?

Esa chica, aquella niña que conoció años atrás y de la cual se enamoro. ¿Por qué tenia que irse? Ya habían huido de un final en el día en que se conocieron, aquel en el cual huyeron de ese lago congelado que estaba por tragárselos. Se burlaron del acontecimiento y ahora la muerte había reclamado su premio.

Cerró sus ojos mientras se adentraba al bosque que se encontraba en las afueras de la ciudad, ese lugar en el que se conocieron.

Esos hermosos ojos verdes que iban perfectamente con su delicada piel, tan inofensiva y esa sonrisa que robaba el aliento de cualquier chico que la observara.

Estaba empapado de la cabeza a los pies mientras escuchaba los relámpagos que partían el cielo e iluminaban la tierra. Una luz acompañada de un sonido escandaloso se estrelló contra un árbol que estaba cerca, abrí los ojos espantado y es cuando lo vi.

La tierra se acababa y daba lugar a una vista espectacular de la ciudad, la resolución me llenó en ese momento. El dolor seguía escapando por mis ojos pero sonreí con ganas, algo que hace mucho tiempo no hacia. No podía vivir sin ella y no cambiaria de parecer.
Me reí de verdad mientras me acercaba a un paso veloz hacia el final del camino.
Salté en el borde tomando altura con una sonrisa y mis ojos castaños nublados por los cristales de dolor.

— ¡Aurora!

Comencé a caer hacia la luz, con la seguridad de que la encontraría cuando la cruzara. Estaría esperándome.


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