Explícito IMPRISIONED [InuYasha & Kamisama Hajimemashita] [Tome&Kagome]

Tema en 'Crossover' iniciado por Lady Stanley, 21 Junio 2021.

  1.  
    Lady Stanley

    Lady Stanley Sweet Room

    Virgo
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    Título:
    IMPRISIONED [InuYasha & Kamisama Hajimemashita] [Tome&Kagome]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1199
    ¡Hola! ¿Qué tal?
    Es la primera vez que voy a subir un crossover en FFL, espero contar con su apoyo para seguir adelante.
    Espero que les guste esta idea que se me vino a la cabeza, últimamente ando con cosas medio oscuras y turbias, jajaja y me pareció excelente la trama que traigo para este fanfic.
    Sin más... comencemos.

    Este fanfic lo pueden encontrar también en Fanfiction.net bajo el nombre de Zyán R. Leppard y Wattpad bajo el nombre de Lady Stanley. Y sí... soy yo misma.

    •.•.•.•.•
    ADVERTENCIAS: Contenido adulto +18, se hablarán temas de violencia, agresión sexual y torturas, así que advertidos están si quieren continuar.

    DESCLAIMER: Los personajes de InuYasha, pertenecen a Rumiko Takahashi y los personajes de Kamisama Hajimemashita a Julieta Suzuki.

    •.•.•.•.•.•
    IMPRISONED.jpg

    IMPRISONED

    Prólogo.

    Kagome no sabía cuánto tiempo llevaba en medio de la oscuridad, lo único que escuchaba de vez en cuando era la gotera que se filtraba por un resquicio de ese lugar. No sabía si era de noche o de día.

    La comida llegaba dos veces al día, lo sabía porque la picoteaban con algo y luego la dejaban una vez más. Bebía el rancio líquido que le llevaban… todavía se preguntaba cómo es que podía seguir viva. Vivía en condiciones insalubres para cualquier ser humano, pues prácticamente se hallaba entre su propia inmundicia.

    No había nada a su alrededor, algo que pudiera ayudarla a salir de ese infierno. Algunas veces deseaba que la hubieran matado, pero al parecer era demasiado noble asesinarla junto a los demás en batalla. No… habían considerado mejor encerrarla en algún lugar, sin que tuviera contacto con alguien más.

    Su mente se había desconectado para ese momento de lo que era verdad y lo que su imaginación creaba. Muchas veces juraba que a su lado se sentaba alguno de sus amigos a charlar, luego se daba cuenta que solo había sido una alucinación.

    Aquella situación solo era el cruel recordatorio de que habían perdido contra Naraku en aquella batalla final. Los había visto a todos perecer uno a uno, y ni mencionar al poderoso Sesshomaru, él se retiró una vez que salvó a su protegida. Aunque Kagome pasó muchos días con la esperanza de que el poderoso Daiyoukai derrotara al enemigo, pero parecían cosas tan mundanas para el poderoso Lord del Oeste.

    Estaba tan sola…

    A veces se ponía a recordar sucesos de su infancia para no perder la cabeza, se imaginaba una y otra vez la dulce sonrisa de su madre. Los cálidos abrazos de su abuelo y la curiosidad nata de Souta… al menos le consolaba saber que su familia se encontraba a salvo al otro lado del pozo lejos de ese miserable.

    Otras veces intentaba meditar y levantar un campo de energía alrededor de ella para alumbrarse en la penumbra, pero estaba tan oxidada que a duras penas y podía emanar algo de reiki a través de sus dedos.

    Estaba segura que un día de esos moriría allí y nadie se molestaría en sacarla de ese lugar.

    Tan sola…

    Todavía recordaba como la primera en morir había sido Sango, y su cuerpo había sido colgado en lo alto de un peñasco con una soga. Se sintió horrorizada al ver como los monstruos que estaban del lado de Naraku se mofaban y reían al ver el cuerpo sin vida de la exterminadora, y para Miroku no hubo un final mejor que el de su amada… el monje había sido absorbido por la maldición del agujero negro en su mano.

    El pequeño Shippo había sido una presa muy fácil para Byakuya de los Sueños, tan rápido había desprendido la cabeza del pequeño cuerpo del kitsune y se la había lanzado a sus pies. Recordaba muy bien la muerte de cada uno de sus amigos, estaba segura que Kirara la nekomata había perecido al ser encerrada en una cámara improvisada de miasma.

    Recordaba perfectamente como su garganta se había desgarrado al gritar por cada uno de sus amigos, y se sentía tan hastiada de saber que todos sus esfuerzos habían servido para nada. Su corazón todavía sangraba de dolor al recordar como InuYasha había perdido ante Naraku y al igual que Sango había sido ahorcado hasta la muerte. Naraku había colgado su cuerpo y no satisfecho con eso había lanzado miasma corrosivo a la piel del hanyou para que el proceso de putrefacción fuera más acelerado.

    Y la Perla de Shikon…

    Estaba en manos de aquel despreciable hanyou. Era tan irónica la situación…

    Muchas veces se recluía en los momentos dichosos de su corta vida.

    A todo eso… ¿Cuánto tiempo había pasado?

    En ese lugar no había tiempo.

    Pero todo su hilo de pensamientos fue interrumpido cuando a sus oídos llegó una sigilosa risa malvada, fue cuando sus ojos que no habían presenciado la luz de ningún tipo se vieron agredidos por ese halo. Fue como si le taladraran la cara y las sienes al distinguir una silueta negruzca en esa lucecilla purpura.

    — No pensé que siguieras viva—esa voz la reconoció inmediatamente. Sentía su interior hervir de pura rabia, Naraku se acercaba a un paso vacilante hasta dónde ella estaba—. Todavía me pregunto… ¿Cómo sobreviviste por tanto tiempo?

    Kagome quiso contestar y se horrorizó cuando se dio cuenta de algo.

    Ya no sabía hablar…

    Su boca se abrió y cerró varias veces, pero ante sus oídos que por tanto tiempo no habían captado sonido escucharon sus intentos de balbuceos.

    —¿Qué quieres que hagamos con ella, Naraku? —preguntó a sus espaldas Byakuya.

    —Llévensela al Rey Demonio—dijo con suavidad, tanta que la sacerdotisa podía sentir la letalidad de sus palabras. ¿Quién era aquel que mencionaba?

    —Puedo asegurarte Naraku, que no vivirá lo suficiente como para ver en que se ha convertido este mundo—se burló la extensión del hanyou. Sin tacto, Byakuya la había tomado por un brazo—. Oh por Kami… que asco—se quejó mientras era arrastrada fuera de ese oscuro lugar.

    Sentía que las pupilas se le calcinaban al encontrarse una vez más ante la luz del sol. Necesitó cerrar los ojos para evitar el dolor en sus iris.

    —No entiendo cómo es que Naraku te mantuvo viva por tanto tiempo—dijo con aburrimiento el hombre—. Tampoco entiendo cuáles son sus motivos… después de todo, él tiene la Perla de Shikon en sus manos y todos sus adversarios están muertos.

    Ella tampoco lo comprendía.

    —Es una lástima—dijo Byakuya con sorna al mirarla, de su mano salió una pequeña grulla de papel que se hizo enorme cuando la lanzó al aire—. Sube—le ordenó y sin soltarle el sucio brazo andrajoso, la empujó al pájaro de papel—. No durarás ni un momento cuando hayas sido entregada al Rey Demonio.

    ¿Quién era ese tipo?

    —Es peor que Naraku—le explicó—. Solo que a él le conviene mantenerlo a raya, te darás cuenta porque el Rey es peor que el imbécil de mi creador—sonrió con malicia y mostrando sus dientes a Kagome al ver los ojos azules de ella llenos de rabia—. Qué bueno que no hables, así las cosas, serán más fáciles para ti. Porque… no durarás tanto tiempo en este nuevo mundo.
     
    Última edición: 21 Junio 2021
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    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos.

    Honestamente desconozco sobrd Kamisama Hajimemashita. Ni idea si es un manga, novela o anime (o todos los anteriores). Pero claro que conozco Inuyasha (un poco decepcionado de su sucesor Yashahime), y si a eso le sumamos una historia llena de tragedia (y que Sesshmaru no haya muerto), ya llamas mi atención.

    No tengo quejas en la narración. Aunque se me hizo muy corto y quizás le faltó un poco más para sentir lo desesperada que en realidad era la situación de Kagome.

    Trataré de seguirlo a ver que sucede.
     
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  3.  
    Lady Stanley

    Lady Stanley Sweet Room

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    IMPRISIONED [InuYasha & Kamisama Hajimemashita] [Tome&Kagome]
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    Género:
    Drama
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    3
     
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    ADVERTENCIA: Capítulo con contenido adulto +18, violencia sexual.

    Capítulo I. El día que fue marcada.

    Kagome Higurashi se había considerado una muchacha normal que asistía a la secundaria y tenía una familia que la amaba. Su madre, hermano y abuelo, y aunque a veces se aburría de la monotonía en la que vivía era feliz, pues incluso tenía amigas con las cuales compartir “cosas de chicas” hasta que el día de su cumpleaños número quince, el antiguo pozo que se encontraba en el templo de su familia se abrió, llevándola 500 años al pasado.

    En aquel momento se descubrió que no era normal.

    Y cuando había conocido a los mejores amigos y al amor de su vida, todo se había visto truncado. Después se dio cuenta para su mal estar, que habían pasado tres años después de haber perdido la batalla en contra de Naraku por el poder de la Perla de Shikon.

    —Bienvenida a tu infierno—dijo Byakuya, al darle un empujón que la hizo trastabillar fuera de la grulla de papel haciendo que cayera de rodillas al piso sobre un vitro piso de color negro. Se sorprendió por la textura del material pues en esa época esos materiales aún no se inventaban. Aunque no era el momento de admirar esos detalles, pues sus extremidades dolieron. Como si mil rocas se hubieran clavado en sus huesos y chilló ante el golpe.

    La extensión de Naraku únicamente emitió una pequeña risilla burlona al ver el deplorable estado de la joven.

    Quiso maldecir al demonio, pero este ya se había ido dejando un mensaje en el aire que provocaba eco.

    “Este es el regalo que Lord Naraku ha prometido para usted, mi señor”

    ¿En dónde estaba?

    Estaba dolorida por el reciente golpe y quiso reincorporarse, solo para darse cuenta que estaba en una amplia habitación, era más bien un salón enorme con todo el estilo occidental de los palacios renacentistas, solo que no dejaba de tener el toque oriental antiguo. Era como si estuviera en un palacio chino de las antiguas dinastías.

    Escuchó una risa y todo el cuerpo se le erizó. Había sido una joven valiente, no era tan fuerte como le hubiera gustado, por encima de ella siempre estuvo Kikyo…

    —Vaya que los regalos de Naraku han decaído mucho en estos días—una voz profunda y grave que arrastraba las palabras se hizo presente, llamando la atención de la pelinegra.

    Kagome quería huir de allí mismo, sus ojos habían viajado por todas direcciones para intentar salir, nada… no había ningún lugar a dónde irse. Por haber estado tanto tiempo en la oscuridad, sus ojos no lograban enfocar del todo de dónde venía esa voz.

    Luego se sintió petrificada cuando del fondo de esa habitación una luz rojiza se encendió como por arte de magia y una silueta definida se hacía más grande conforme avanzaba hacia ella. Sabía que algo andaba mal con ella al no poder moverse, sus oídos zumbaban por los pasos de aquella criatura y sus ojos vibraban doloridos por ser expuestos a la luz después de tanto tiempo en la oscuridad.

    —Posiblemente se le han terminado las humanas de buena calidad—otra voz, tan diferente a la primera—. Ni siquiera ha de servirte para satisfacerte, Akuraou…

    Dos risas que le erizaron los vellos del cuerpo a la chica con mayor intensidad.

    —¿Por qué no me haces el honor?

    —Sería una falta de respeto que desprecies el regalo que Naraku te ha mandado.

    —Oh… por favor, Tomoe—empezó el Rey Demonio con diversión, finalmente se hizo presente dando dos largos pasos hacia donde Kagome permanecía estática, con las rodillas al piso—. Esta cosa ni siquiera podrá satisfacerme como yo lo deseo… además, apesta.

    La mano de Akuraou se dirigió a la sucia cara de Kagome, enterrando con saña dos de sus garras contra la barbilla de ella. Sonrió socarrón al ver el miedo y furia contenida en esos pozos azules, apretó más y ella gimió de dolor.

    —Estás tan sucia… asquerosa como todos los de tu especie—los ojos del Rey viajaron hacia el maltrecho cuerpo de la chica, desconociendo que ella alguna vez había sido una valiente guerrera contra Naraku—. Tan asquerosamente humana y tan… zorra como todas.

    Kagome no lo aguantó más, ofendida por sus horrendas palabras mordió el dedo de Akuraou cuando él había pasado su fino dedo por sus resecos y costrosos labios.

    —¡Ahgt! Maldita—dijo Akuraou alejando su mano rápidamente del rostro sucio de Kagome. Vio como su dedo sangraba, sonrió divertido y comenzó a lamer la herida con lenta peligrosidad, sin que nadie lo esperara su gran mano se estampó en el rostro de la chica—. Aprenderás a respetarme… perra.

    Ambas criaturas comenzaron a reír al ver como el cuerpo de la chica caía al piso.

    La cabeza le daba vueltas y los oídos le zumbaban en un eco sordo, luego la boca le supo a sangre… aquel desgraciado youkai le había roto el labio.

    —Es salvaje—se burló Tomoe—. Como te gustan.

    —Por esta ocasión creo que esta estúpida no me gusta—dijo el demonio, todavía mirando la herida que terminaba de cerrarse lentamente—. Toda tuya…

    De esa manera el Rey Demonio se alejó del cuerpo de la chica que seguía tendido en el piso, Kagome quería llorar de la impotencia que sentía al estar en esa horrenda situación. Aunque su mente le jugara sucio, sabía que InuYasha nunca más podría venir a salvarla. Pero su corazón dio un tremendo vuelco cuando aquella criatura la jaló violentamente del brazo y lo obligó a mirarlo… era tan parecido a él…

    —No me des problemas o morirás—le dijo el peliplata de ojos lilas con molestia.

    Se sintió avergonzada por la manera en la que el youkai la miraba, con autentico asco. Lo que le faltaba a Tomoe era tener que cargar con una humana que no servía para nada, aquel agrio olor que desprendía era nauseabundo, observaba cada detalle en ese cuerpo, su cabello tan cenizo y tieso por tanta porquería, su rostro oscurecido por la tierra, toda esa mujer era un asco.

    —Podemos evitarnos más molestias—sugirió Akuraou que ya se encontraba en la puerta, antes de girar la manija de la puerta—. ¡Muere!—de un rápido movimiento que a duras penas y captó la miko, el youkai estaba frente a ella, sonriéndole con maldad.

    Kagome solo sintió que su garganta se desgarraba cuando había intentado gritar, la velocidad demoniaca de aquel ser la dejó amedrentada. Sus largas garras negras se habían lanzado en su contra y aquel que la había tomado del brazo solo reía con maldad, mayor fue su sorpresa cuando lo único que había pasado era que su ropa había sido rota de un zarpazo.

    —Para ser una asquerosa humana, tiene un par de tetas impresionantes—dijo este, divertido, viendo como ella paralizada por el miedo no se había percatado que su vieja y sucia blusa escolar había sido rasgada junto al viejo sostén que llevaba puesto. Sus pechos sucios estaban expuestos y en medio de ellos desde el inicio de su pecho hasta su vientre una fina línea que emanaba sangre cálida.

    Nunca antes se había sentido tan humillada… iba a hablar, pero no podía… estaba muda.

    —Yo me encargo—dijo Tomoe, sintiendo en sus fosas nasales el delicioso aroma de la sangre de esa mujer. Algo se removió en su interior inquieto al enfocar su mirada en su blanca pero sucia piel.

    Antes de que Akuraou quisiera terminar su tarea, el kitsune había jalado a la chica bruscamente fuera de su rango de vista.

    […]

    El Rey Demonio y Tomoe eran dos youkais errantes que no obedecían a nadie y les gustaba cometer fechorías contra cualquiera. Eso incluía a los de su especie o humanos indefensos, hasta que se cruzaron con un demonio llamado Naraku. Aquel hanyou les había propuesto poder infinito a cambio de aliarse con él y Akuraou avaricioso por poseer más había aceptado. Como parte de la recompensa por ser aliado de aquel hombre, tenían un palacio en las tierras del Sur.

    —Más te vale no desobedecer nada de lo que yo te diga—dijo Tomoe, obligando a Kagome a prestarle atención.

    Para sorpresa del youkai, la azabache en ningún momento había derramado alguna lágrima. Ya no tenía ninguna más que dejar escapar… ahora solamente su cuerpo se movía automáticamente, él no la conocía y por obvias razones desconocía totalmente que esa mujer sucia, andrajosa y recientemente herida por su camarada, no era ni la sombra de la radiante chica que había sido en el pasado.

    —Amo Tomoe—llegó una youkai con forma humanoide y rostro de mapache, para la sacerdotisa eso era nuevo, jamás durante todo el tiempo que había vivido en el sengoku había visto algo así. Esta criatura llevaba un bonito kimono de color verde con estampado de dientes de león y un peinado tradicional que solían usar las geishas del distrito de Hanamachi.

    —Encárgate de ella, Sakurako—dijo el demonio con indiferencia—. La quiero en mis aposentos al caer la noche.

    —Así será—dijo la joven tanuki1 dando una pequeña reverencia justo en el momento en el que Tomoe pasó a su lado con elegancia, este no miró en ningún momento la penosa imagen de aquella humana.

    La puerta de ese lugar se cerró fuertemente dejando a ambas féminas en un silencio sepulcral.

    Sakurako miró entonces a Kagome y se horrorizó al ver la sangrante herida en el pecho de la chica. Sus manos curiosamente marrones subieron a sus labios para acallar el pequeño grito ahogado que dio y se sorprendió más al ver la mirada ida de la muchacha.

    —Oh… por Kami-sama. ¿Qué te han hecho? —preguntó abiertamente, acercándose a la azabache que no respondió, tomó sus manos sucias entre las suyas e ignoró el agrio aroma que desprendía aquella joven—. Ven, ven… te llevaré para que te limpies… pobrecita—la tanuki tomó con cuidado el maltrecho cuerpo de Kagome y la dirigió por un largo pasillo de vitro piso negro brillante en donde la sacerdotisa pudo observar la podredumbre en la que se había convertido.

    La pequeña youkai por delante de Kagome, caminó hasta el final de ese pasillo. Y abrió una puerta de madera blanca, invitando a la pelinegra a entrar.

    Aunque Kagome quisiera sorprenderse no sintió nada, solamente el taladrante dolor de cabeza por la potente luz de las lámparas. Sus ojos enfocaron el lugar, y aunque quiso sorprenderse no pudo hacerlo, estaba rota… rota en todos los sentidos. Aunque el precioso baño con una gran poza de aguas termales fuera exquisito, ella no dijo nada, sus fosas nasales se llenaron del perfume del líquido cristalino y solo sirvió para que su cabeza dejara de punzar un momento.

    —Vamos, vamos… quítate esas ropas horribles—dijo Sakurako, en todo momento dirigiéndose a Kagome con cuidado—. ¿Por qué estás así? —preguntó, enfocando sus grandes ojos verdes en los azules de la chica.

    Kagome abrió la boca y para sorpresa de ambas, solo salió un quejido inentendible.

    —Oh Kami… no sabes hablar—lamentó la tanuki con una mirada triste, intentó tomar la mano de la chica una vez más, pero esta no se lo permitió, la miraba con desconfianza y la youkai supo que estaba buscando la manera de salir huyendo—. No puedes escapar—soltó con seriedad—. Ahora perteneces al amo Tomoe… y por tu bien te recomendaría que te quedes dónde estás.

    “¡Yo no pertenezco a nadie!” –la sacerdotisa pensó enojada, ella no era un objeto a quien pertenecerle. Luego su atrofiada mente le provocó un fuerte mareo, tuvo que sostenerse contra la pared de húmedas baldosas de color rosáceo. No había comido… lo sabía por el repentino temblor que había sufrido después de marearse.

    —Vamos, por favor, no hagas esto más difícil—dijo la youkai—. Si estás bajo la protección del amo Tomoe, el Rey Demonio no te hará daño.

    Kagome la miró con molestia, no era por la youkai, era consigo misma pues, aunque pensara las cosas en su cabeza no podía decirlas. Su capacidad de formar vocablos había quedado olvidada en esa oscura celda, llevaba tres años sin escuchar nada… o ver algo o alguien. Se mantenía tan ocluida en sus recuerdos que perdía la percepción de la realidad. ¿Se podría volver una demente? Quizás… además, ella ni siquiera sabía en que se había convertido el resto del mundo en esos momentos.

    Vio una vez más como Sakurako le tendía su oscura mano, suspiró no conforme con su situación y la tomó. Por curioso que pareciera, el tacto con la youkai fue cálido.

    Calidez… ¿Cuándo había sido la última vez que había sentido el calor de otra persona? No lo recordaba con exactitud y un nudo se le formó en la garganta, la impotencia regresaba a su persona cada vez que intentaba recordar como era que habían perdido en la batalla… luego su mente la dejaba en blanco. Y aquella criatura que le mostraba un poco de afecto por más obligatoria que fuera, se sentía… bien.

    Sakurako le ayudó a desvestirse, cuando se vio reflejada en el espejo de ese enorme baño se horrorizó por lo que vio. Con razón la habían mirado con asco, su rostro se encontraba tieso por las varias capas de mugre adherida a su piel, su cabello se encontraba cenizo y sebudo en las raíces, sin brillo, sin vida… así como ella se sentía. Toda su piel se veía igual, llena de suciedad y fue cuando cayó en la cuenta de que estaba horriblemente delgada.

    Recordaba que la cosas se habían puesto más oscuras conforme se acercaba el día de la batalla final contra Naraku. Este de una manera sorprendentemente bélica, había formado un ejército con los youkais del sur del territorio japonés. Y conociendo las artimañas del hanyou, pudo hacerse con un número considerable de guerreros de todas las categorías.

    En aquellos días se repetía una y otra vez en su mente que algo malo iba a suceder. Jamás se imaginó algo como eso.

    Todo su cuerpo tembló cuando Sakurako la ayudó a meterse a las cálidas aguas, vio como el agua comenzaba a ponerse turbia por los kilos de mugre que todo su cuerpo cargaba. ¡Oh por Kami! Se sentía tan bien, se dio cuenta en ese momento que todas sus articulaciones estaban adoloridas y entumidas, la herida que tenía en el medio del pecho ardió con la temperatura del agua.

    —No te preocupes, yo te ayudaré a limpiarte por completo—le dijo la tanuki con suavidad—. ¿Sabes? Tiene muchísimo tiempo que no veo un ser humano tan de cerca—habló mientras con un cuenco de madera acarreaba agua con el cual mojaba sus tiesas hebras azabaches—. La mayoría han sido esclavizados por los otros territorios cardinales y otros muchos han muerto por las guerras…

    Muertos… esa palabra le sonaba tan amarga a la chica del futuro… hubiera sido mejor si ella hubiera podido acompañar a sus camaradas al otro mundo. Por más que quisiera sentir pena por aquellos que mencionaba Sakurako, no pudo, su alma estaba sellada para no sufrir.

    —Me sorprende que Naraku siga mandándole regalos de este tipo al amo Akuraou—otra vez Sakurako hablaba, pero de nada servía pues ella no sabía hablar—. Al Rey Demonio no le gustan los humanos, todos los que han venido mueren y en su mayoría son chicas jóvenes que bueno… tú sabes… eh lo que les pasa cuando están en sus manos.

    Kagome se estremeció al recordar el ataque de aquel demonio de rojos cabellos. Y luego a su mente vino la imagen de aquel ser que tenía un tremendo parecido con InuYasha…

    Oh… InuYasha… tan lejano y añorante que sonaba ese nombre. Fue cuando sintió un nudo en la garganta, se sorprendió cuando se dio cuenta de lo mucho que extrañaba al hanyou y sus amigos. Agradeció que el agua ocultara todo rastro de llanto.

    —Estoy segura que el amo Tomoe no te hará daño—sonrió la tanuki mientras terminaba de lavar sus largos cabellos—. ¿Sabes? A pesar de tener el cabello tan sucio, es hermoso… y muy largo.

    Kagome se giró un poco para observar lo que Sakurako decía, era cierto… tres años encerrada sabe Dios dónde, su cabello había crecido muchísimo y el cuerpo de adolescente quedó enterrado en alguna parte de esa celda, dando paso a la anatomía de una mujer adulta y totalmente desarrollada. Aunque el estado tan deprimente de este no ayudaba en nada, estaba tan flaca como un esqueleto viviente. Ya no quedaba nada de la Kagome Higurashi que conocía…

    Tras otro rato en completo silencio, Sakurako pudo limpiar por completo el cuerpo de Kagome, asegurándose de perfumarla con las esencias de baño y aceites naturales.

    — Estás lista—dijo la youkai con esa misma amabilidad con la que la había tratado desde el inicio. Kagome asintió y salió de las cálidas aguas, fue envuelta por Sakurako con una gran manta blanca, fue conducida hasta un taburete en donde la youkai le tendió algunas prendas que le resultaron familiares.

    » Un kimono « pensó la joven viendo las telas finas de un color rojo y brillante, con un estampado de mariposas doradas, un obbi negro de satén. Kagome se alarmó cuando Sakurako colocó únicamente el juban sin darle algo con lo cual usar de ropa interior… fue cuando entendió.

    Sintió un miedo que creía olvidado, era el mismo miedo que tuvo cuando estaba intoxicada por el veneno de Mukotsu en el Monte Hakurei, iba a ser…

    —Lo lamento mucho—dijo la youkai—. Pero tú has sido traído aquí como un regalo para el Rey Demonio, pero si el amo Tomoe te trajo, perteneces a él y… —Sakurako se sorprendió cuando la suave mano de Kagome se posó sobre la suya y negaba con la cabeza—. De verdad lo lamento…

    Deshaciéndose de la mano de la sacerdotisa, Sakurako continuó con su trabajo, y finalmente atando el obi del kimono por la parte delantera. Ambas sabían lo que eso quería decir: Kagome debía estar disponible para cuando Tomoe quisiese tomarla, porque ella era de él… tal cuál objeto. Quiso enfadarse, pero algo la mantenía tan serena que le asustaba.

    Sus largas hebras fueron peinadas, y bañadas con una especie de loción mientras Sakurako comenzaba a enrollar con algunas horquillas. La veía mover sus manos oscuras con agilidad sobre su cabeza hasta que se dio cuenta de que le estaba haciendo un peinado yakkoshimada, jamás había sujetado su cabello de esa forma. Los tirones que Sakurako dolían y solo podía quejarse de vez en cuando.

    Ya no era nada… desde el momento en el que sus amigos murieron, ella se había ido con ellos. Pero lo que más reprochaba era que no habían hecho caso a sus sospechas.

    —Estás lista, te ves muy bonita—dijo la tanuki juntando sus manos con emoción al ver el resultado de su trabajo—. Ahora vayamos para que comas algo, seguro tienes hambre.

    […]

    Toda la servidumbre de ese lugar eran humanos comunes y corrientes, como ella, que miraban con pena a la joven que acababa de llegar al lado de Sakurako a las cocinas de ese palacio. Kagome se sintió no mejor al ver el rostro asustado de aquellos hombres y mujeres que vestían harapos viejos y remendados. Algunos iban descalzos, con los pies llenos de callos y deformados por la falta de un calzado.

    —Sakurako-san—saludó una mujer de largos cabellos castaños, hizo una reverencia corta ante la presencia de la youkai—. ¿Qué podemos hacer por usted?

    —Aliméntenla—solicitó la demonio mapache—. Órdenes de los amos.

    —Entendido—dijo la misma mujer, dando un paso al frente, Kagome miró todo en silencio y vio como aquella mujer evitó tocarla.

    Minutos atrás, la sacerdotisa pudo haber parecido una de ellos al haber tenido la cara pringosa de mugre.

    —Ellos se encargarán de ti—dijo Sakurako de manera suave—. Regresaré en un rato por ti, he de llevarte a los aposentos del amo Tomoe.

    La tanuki desapareció a paso elegante ante los ojos de todos los que vivían en esas cocinas lúgubres. Y Kagome se quedó en medio de ellos, todos la miraban con lástima al verla ataviada como una oirán, gracias a los ropajes que Sakurako le había puesto. Y su cabello dolorosamente estirado adornado con horquillas y un kanzashi de hana.

    —¿Cómo te llamas, pequeña? —preguntó la mujer que se había puesto al frente de aquellos con rostros asustados. Robusta y pequeña, con manos llenas de callos.

    Kagome quiso hablar, pero nada salió.

    —No puede hablar—soltó un hombre de mediana edad, enderezándose y viendo con cierta malicia a la azabache. Kagome clavó su mirada en él con cierto fervor molesto.

    —Déjala Kosuke—dijo la castaña, acercándose a la azabache le tendió una mano a la chica. Kagome la tomó—. Ven querida y todos los demás sigan trabajando.

    La muchacha fue atendida, para sorpresa de todos los sirvientes del palacio vieron con sorpresa el hambre retraída que Kagome llevaba. Se miraban entre ellos al no entender en dónde cabía tanta comida. Hasta que Sakurako regresó por ella y se la llevó.

    […]

    —Espera en la habitación del amo Tomoe—dijo Sakurako con amabilidad, abriéndole la puerta corrediza a la joven.

    Kagome recibió un suave empujón en la espalda, entrando casi a tropezones escuchó como la youkai cerraba la puerta detrás suyo y se quedó en completo mutismo. Sus ojos enfocaron el oscurecido lugar, veía perfectamente bien pues al haber estado tanto tiempo encerrada, sus ojos captaban cualquier resquicio de luz inmediatamente. Pudo distinguir un futón amplio con cobijas de seda que invitaban a dormir en ellas.

    No había notado que alguien más estaba en esa misma habitación, sus dones persuasivos e intuitivos habían desaparecido totalmente. Tragó pesado al saber cuál sería su destino y algo se le achicó en el pecho por la desesperación que sentía y no podía externar. Necesitaba ayuda.

    —Quién diría que después de asearte correctamente dejarías de apestar de esa manera—una voz ronca que arrastraba las palabras salió de alguna parte de esa habitación, la hizo estremecerse al reconocer a quien le hablaba—. Hasta pareces digna de un regalo que el gran Naraku ha mandado para mí—ahora río con burla al mencionar al hanyou.

    Desde las sombras, el Rey Demonio Akuraou emergió, posando sus amarillos ojos sobre el cuerpo curvilíneo de Kagome. Ella lo vio relamerse los negruzcos labios, al recorrerla con la mirada y pudo ver sus colmillos puntiagudos.

    Quiso gritar cuando él sin darle tiempo, la había tomado bruscamente por los hombros. Sabía lo que vendría a continuación, pero su mente traicionera clamaba silenciosamente el nombre de InuYasha para que viniese a rescatarla. Y finalmente lloró cuando sintió como aquel horrible demonio rasgaba una vez más las prendas que Sakurako le había dado horas atrás.

    —Serás sumisa y obediente, así solo quizás no te mate—rio el demonio de rojos cabellos, usando toda su fuerza para amedrentar a la joven que una vez más exponía sus senos para él. Tan deliciosos como la primera vez que los vio, rosados, suaves, sin un gramo de suciedad en ellos. Y sin permiso de la joven se lanzó contra su cuello, mordisqueándolo, lamiéndolo y succionándolo sin miramiento.

    Sus garras se enredaron alrededor de los redondos pechos, los apretó al punto en que Kagome gimió dolorida y Akuraou disfrutaba del sufrimiento de ella. Se removió furiosa, aunque a cada estocada, sentía las garras del demonio enterrarse en su carne.

    ¿Por qué? ¿Por qué era tan cruel el destino?

    Un chillido tan mísero salió de su boca cuando él la prensó para que no siguiera forcejeando.

    Él ni siquiera tuvo que quitarse prenda alguna, únicamente deshizo el nudo de la hakama que llevaba puesta. Tirando a la joven sobre el futón con violencia, rompió el resto del kimono y al ver que no había un juban que la protegiera, se enterró en ella sin consideraciones.

    —¡N-No!

    Un grito desgarrador se escuchó en esa amplia habitación de palacio, mezclada con una risa divertida, Akuraou disfrutaba del sufrimiento de la chica.

    El mundo que Kagome conocía terminó por romperse en miles de pedazos al sentir como ese despreciable youkai se enterraba entre sus pliegues. Algunas lágrimas salieron de sus ojos llenos de furia, sentía asco cuando el gruñía al sentir su unión acuosa y lamía sus senos irritados por la violencia que él ejercía. Sintió arder su piel al saber que él estaba hiriéndola con sus garras. Nunca se imaginó que su primera vez sería de esa forma, recordaba vagamente cuando sus amigas hablaban de eso y decían que dolía hasta cierto punto, que equivocadas estaban… dolía como los mil demonios.

    ¿Por qué ella?

    Una vez más se decía internamente que prefería haber muerto con sus camaradas en combate. Ahora comprendía que la estaban matando lentamente, querían destruirla hasta reducirla a un montículo babeante de ser.

    —¡Basta! —gritó cuando Akuraou la prensó por las caderas, podía sentir como sus paredes se contraían contra el miembro del demonio, sabía lo que vendría… las garras de él abrieron su carne mientras gruñía extasiado.

    Cuando el Rey Demonio terminó, se retiró de su cuerpo dejándola allí tendida sobre ese futón. Y salió de esa habitación con un sigilo espantoso.

    Quería morir…

    De lo único que se sentía poderosa, era de haber podido hablar… que vil manera de recuperar el habla.

    Notas de Autor.

    Tanuki: Youkai femenino con aspecto humanoide y de un mapache.

    Juben: Especie de ropa interior que se usa debajo de los kimonos.

    Yakkoshimada: Peinado tradicional que utilizaban las oiran y geishas durante el período Edo hasta la actualidad.

    Oiran: Cortesana y artista japonesa, a diferencia de las geishas, estas son prostitutas de categoría.


    Bueno, necesitarías ver Kamisama Hajimemashita e incluso en YouTube ya se encuentra en español latino, y tiene su propio manga, muy bonito la verdad.

    InuYasha y Kamisama, tienen una cierta relación por las criaturas sobre naturales y el periodo Sengoku. Así que te invito a que le eches un pequeño vistazo :)

    Y muchas gracias por leer, se agradece.
     
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    Lady Stanley

    Lady Stanley Sweet Room

    Virgo
    Miembro desde:
    12 Enero 2008
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    Escritora
    Título:
    IMPRISIONED [InuYasha & Kamisama Hajimemashita] [Tome&Kagome]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    4654
    Capítulo II. Concubina.

    Kagome se quedó allí, tumbada, en silencio… tan frío como el mismo abismo. Solo se dio cuenta que sus ojos lagrimearon al sentir a cada lado de sus sienes el caliente líquido de sus lágrimas.

    Pasó saliva y sintió que la piel se le erizó al sentir una fresca ráfaga de viento que entró por la ventana de esa habitación. No se movía, todavía podía sentir la esencia del Rey Demonio en su interior. Tembló al pensar en la semilla de este y las consecuencias que eso traería. Aunque sus pensamientos fatalistas la acompañaron, ni un dedo movió.

    Su pecho subía y bajaba, sintiendo el ardor en sus pezones por las mordeduras en ellos. ¿Por qué lo había permitido? Su lado más débil le dijo que ni aunque luchara hubiera podido evitarlo. Ella era humana y él un poderoso demonio, parecía incluso más que Naraku.

    “Error… tú eres una sacerdotisa”—pensó mientras las lágrimas silenciosas siguieron cayendo por sus sienes y su mirada fija en el blanco techo de esa habitación.

    ¿De qué servía ser una sacerdotisa si no pudo purificar a ese youkai? Le había arrebatado su inocencia y ella no había hecho nada. Era tan patética…

    Sabía que algo andaba mal con ella, porque lloraba, más algo dentro de su pecho ardía por no poder expresarse. Había recuperado el habla y de la peor manera, estaba tan vacía que le daba prácticamente igual lo que había pasado con ella.

    La puerta de esa habitación se abrió con un sonido corredizo, indicándole que alguien había llegado. No hizo ruido en el primer momento, pero Kagome fue consciente de los ligeros pasos que daba por el área.

    —Vaya… —soltó esa otra voz que había conocido hacía unas horas—. ¿Así que después de todo no respetó su palabra? —le preguntó, enfocando sus moradas iris en ella—. Creo que no soy digno de disfrutar un regalo que inicialmente le habían hecho a mi querido amigo Akuraou—el youkai de largos cabellos plateados se puso frente a ella y sin pedirle permiso a la joven, se posó sobre ella, sin tocarla ni aplastarla. Solamente cubriéndola con su enorme cuerpo—. Aún así… tu rostro me sigue pareciendo interesante.

    Tomoe examinó el cuerpo de la chica con un rápido vistazo, después ante la sorpresa muda que expresó Kagome, sintió como él limpiaba con su largo dedo las lágrimas que mojaron sus sienes, se estremeció ante el cálido contacto del youkai. Incluso acarició con la yema de sus dedos el labio partido que ya no sangraba, pero se hallaba hinchado. Sonrió de lado cuando la joven le giró el rostro para que no siguiera tocándola.

    —Sakurako te ayudará a limpiarte una vez más y ha de encargarse del otro asunto—dijo Tomoe sin alguna expresión, se levantó de encima y de un jalón la obligó a levantarse—. Hablarás, me dirás quién eres y por qué Akuraou no te ha matado.

    El kitsune tronó los dedos y la tanuki apareció de forma instantánea, llevándose a Kagome con ella una vez más siendo vigilada por la profunda mirada de la criatura.

    […]

    Un insecto volador se infiltró por una de las tantas ventanas del palacio.

    Pasando por varias habitaciones zumbaba hasta que encontró la que pertenecía a Akuraou entró revoloteando, la noche había caído y únicamente la luna iluminaba el cielo.

    —¿Qué quieres ahora, Naraku? —preguntó el Rey Demonio sin mucho interés, mirándose la palma de la mano, todavía podía sentir la calidez del cuerpo de esa mujer y la sensación de enterrarse entre sus piernas. Todavía estaba algo pensativo respecto a lo que había hecho, no se arrepentía porque él podía tomar lo que quería cuando quisiera, pero le llamaba la atención el hecho de no haber matado a esa mujer una vez que terminó.

    —Veo que te ha gustado mi pequeño presente—dijo este con esa voz burlona y cantarina, los ojos amarillos de Akuraou se posaron sobre el insecto que dejó caer una marioneta enredada con cabellos negros, convirtiendo el objeto en una representación física de Naraku—. Me parece interesante… Le has dejado con vida. ¿Por qué?

    Akuraou le miró directamente y sus labios se curvaron con una sonrisa siniestra.

    —Por impresionante que te parezca… tiene algo que me llama—dijo este sin querer dar más explicaciones—. A diferencia de esto, debo preguntarte. ¿Quién es y de dónde la has sacado?

    Naraku sonrió bajo su piel de mandril—. Es la sacerdotisa guardiana y protectora de la Perla de Shikon.

    —Entonces fue por eso… —dijo el youkai para sí mismo, comprendiendo que la dulce esencia de la joven se debía a sus poderes espirituales—. De todas formas, no me interesa, se la he regalado a mi socio, Tomoe.

    —El zorro salvaje—soltó Naraku con esa voz arrastrada—. Me preguntó qué pasará con esa mujer a partir de ahora.

    —Lárgate de una buena vez Naraku, me aburres—el Rey Demonio se levantó de su lugar en esa oscura habitación—. Me aburre tener que estar en este dichoso palacio todo el tiempo, antes podía ir a divertirme y masacrar cuantos se me pusieran de frente y ahora…

    —No comas ansias mi estimado Rey—dijo Naraku todavía divertido al ver la molestia del youkai, sabía que Akuraou estaba solamente allí momentáneamente, él necesitaba que este se quedara hasta que pudiera asegurarse de InuYasha y los suyos estaban realmente muertos. Necesitaba ganar tiempo para conformar un ejército con el cuál asegurar la victoria y todo el poder, ni siquiera el poderoso Lord Sesshomaru podría hacerle daño esta vez. Por eso necesitaba del Rey Demonio y su camarada el zorro salvaje, Tomoe.

    —Vete ya, tengo una pequeña cita en el inframundo—sonrió divertido, relamiéndose los labios con malicia—. Creo que no he quedado del todo satisfecho—rio con maldad—. Siempre me ha gustado más el juego de “el último en pie” será merecedor de mi atención.

    Naraku no hizo expresión alguna—. ¿Irás a algún Distrito Rojo del inframundo, cierto?

    —Vaya… muy inteligente—dijo con ironía, molestando al hombre bajo la piel de mandril—. Veamos si las tanukis pueden sobrevivir al Rey Demonio y complacerme cómo se debe.

    —No creo que sea necesario, para eso tienes a la humana que te he regalado.

    Akuraou negó, sintiendo ese cosquilleo al recordar a la joven de ojos azules. Su calidez seguía impresa en él, pero no le apetecía regresar con ella. Sonrió divertido al imaginar que quizás Tomoe le recriminaría por haber aprovechado el regalo que él le había dado. Le parecía gracioso imaginar el descontento de su amigo el zorro.

    —Nos vemos luego, Naraku—dijo Akuraou, levantándose del tatami y ante los ojos del hanyou, el Rey desapareció.

    Naraku se quedó no muy contento con lo que había pasado. Necesitaba tener controlado a ese condenado youkai o todos sus planes podrían verse en aprietos, el hecho de tener a la Perla de Shikon bajo su poder, no le aseguraba que en las Tierras del Oeste el detestable Sesshomaru estaba preparándose para una rebelión, y todavía estaba la incertidumbre de saber que InuYasha realmente había muerto.

    —Vigílalo—dijo con voz neutra a su insecto y este inmediatamente fue tras el rastro de Akuraou.

    Los ojos rojos de Naraku se posaron sobre la blanca luna, miró sin expresión alguna en su rostro mientras se quedaba pensando en aquel día.

    No había sido tonto, sabía que su transformación final estaba por culminar. Era un ser poderoso después de haberse deshecho de la parte humana que pertenecía al bandido Onigumo, ya no lo necesitaba más. Después de haber absorbido lo que su cuerpo necesitaba y desechado lo que no, había nacido un nuevo Naraku. Tenía la Perla de Shikon en sus manos, más oscura y hermosa que nunca, bañada en sangre de miles de humanos y demonios que habían osado intentar controlarla.

    Solo alguien como él podría mantener su maldad.

    Ya nada faltaba para terminar.

    —¡Te hemos encontrado, Naraku! —gritó el odioso de InuYasha, montado sobre el lomo de la nekomata de la exterminadora.

    Ese pequeño bastardo era peor que un dolor de cabeza y él ya estaba harto de todos ellos.

    Alrededor de su enorme cuerpo arácnido se habían reunido todos sus enemigos, InuYasha y sus amigos, el líder de la tribu de los lobos Kouga y Lord de las Tierras del Norte, de su lado derecho llegaba nada más y nada menos que el Lord del Oeste, Sesshomaru para rescatar a su protegida. Estaban todos reunidos para la batalla final entre el bien y el mal.

    —No hacían falta las obviedades, InuYasha—dijo Naraku con eco en su voz, al estar transformado en araña gigante, pudo ver con sus ocho gigantescos ojos rojos, la figura insignificante del hanyou.

    Lo que ninguno de ellos esperaba es que de su cuerpo salieran centenares de monstruos que atacarían. Y él se había hecho de todo el ejército de las Tierras del Sur que llevaban siglos sin un gobernante, por su tremendo poder él fácilmente había podido convencer a todos los monstruos de servirle y a cambio les dejaría acabar con todos los humanos de la región.

    Se quedó pensando en ese día, fue cuando se dio cuenta de que algo había pasado. Cuando la batalla terminó el cuerpo de InuYasha, aparentemente estaba frío y tieso mientras colgaba de ese acantilado junto a la exterminadora que había matado inicialmente… pero… cuando buscó los restos de todos, no había rastro de ninguno, ni siquiera del condenado monje.

    —Juro que voy a encontrarte InuYasha, y disfrutaré matándote… seré yo mismo quien te entregue a esa sacerdotisa hecha pedazos—juró sin dejar de ver la luna. Por eso mismo necesitaba que el Rey Demonio siguiera manteniendo su puesto actual de gobernante en la tierra del sur.

    […]

    Kagome fue entregada una vez más en los aposentos de Tomoe, siendo aseada y curada nuevamente. A diferencia de la primera vez, el kitsune se encontraba sentado en el tatami que daba hacia la parte externa de su habitación, la luna los iluminaba a falta de luz en el interior y solo hasta que Sakurako se alejó, el youkai se giró levemente para ver a la joven ataviada con ornamentas en sus cabellos. Su rostro carente de maquillaje llamó su atención, solamente sus azules ojos eran delineados y resaltados con algo de carboncillo alrededor y sus labios pintados de un llamativo rojo.

    —Suéltate el pelo—le dijo Tomoe con la misma indiferencia.

    Pero Kagome no hizo caso, se había quedado de pie mirando el futón donde él estaba sentado en flor de loto mirándola con indiferencia y cierto tinte salvaje en sus iris.

    Tomoe la había visto, había visto su cuerpo justo cuando regresó a sus aposentos en ese lugar.

    Últimamente no le agradaba el cómo Akuraou estaba manejando las cosas, al principio era divertido saber que los otros demonios le respetaban por tener el estatus de príncipe del sur, pero ahora, no le interesaba. Él tenía la inquietud de volver a ser un zorro libre.

    Había decidido ir al Inframundo para mentalizarse de que ahora tenía una concubina personal, no le desagradaba del todo, pero algo en la mirada de esa mujer le provocaba un desconcierto enorme. Él no se caracterizaba por relacionarse con humanos, había escuchado sobre las desgracias que ese tipo de lazos causaba, la más famosa de ellas fue hacía al menos unos cien años, o un poco más, cuando el poderoso General Perro se enamoró de una princesa humana y murió intentando salvarla junto al cachorro de esa unión.

    Luego regresó la mirada a la joven que permanecía parada junto a la puerta corrediza y él no era alguien que tuviera mucha paciencia. Se levantó de un movimiento y se acercó a ella, era más alto y pudo ver la coronilla de la chica.

    De un tirón había arrancado las horquillas y ornamentas de oro de su cabello, hicieron un sonido seco al chocar contra el tatami, mientras las largas hebras azabaches caían libremente sobre la yukata.

    Ya no usaba el kimono tradicional, una simple yukata cubría el cuerpo femenino y curvilíneo.

    —Deberás obedecerme en todo. ¿Está claro? —dijo con un toque amenazante en su voz, acercando sus garras al rostro de la joven—. Qué lástima… te han dejado peor que a…

    —Ka-Kagome—dijo la chica de repente, en el momento en el que las garras de Tomoe acariciaban los chupetes de su cuello se detuvo—. Me llamo Kagome.

    Los ojos violáceos se posaron sobre los azules con interés—. ¿No era que no podías hablar? —arrastrando sus palabras en tono amenazante, sus largos dedos se cerraron alrededor de Kagome con cierta letalidad que le hicieron erizar los vellos de todo el cuerpo a la chica.

    Internamente se asustó cuando su cuerpo reaccionó a la caricia del kitsune.

    —Dime quién eres—le dijo Tomoe con suavidad, sonaba tan calmado que le daba un miedo incomprensible y al mismo tiempo su fisonomía le recordaba a cierto hanyou. Pero él no era InuYasha.

    Quizás su subconsciente la traicionaba.

    Abrió la boca para poder contestar, pero antes de hacerlo su boca fue arrasada por la de Tomoe. Sus ojos se abrieron más de lo normal e inmediatamente empezó a forcejear contra el demonio, esto pareció divertirle al zorro pues con su otra mano la aferró contra él. Ella manoteaba para sacárselo de encima, estaba en carne viva el suceso vivido con el Rey Demonio, profanando su cuerpo.

    No podía soportarlo una vez más, no…

    Cerró los ojos, iba a luchar.

    Pero estaba tan asqueada de tener una vez más a un hombre—o demonio en este caso—invadiendo su dignidad. Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras Tomoe intentaba profundizar ese beso, podía sentir la lengua caliente golpearse contra sus labios. Y odiaba que su cuerpo reaccionara de esa manera, miles de escalofríos la recorrían al sentir las pequeñas lamidas del youkai. Tan tortuosas para su mente y cuerpo…

    La torturaba de dos maneras igual de letales.

    De repente él la soltó, por el movimiento tan brusco ella se fue de bruces al futón. Quedando a merced del hermoso demonio que la miraba.

    —Métetelo en la cabeza de una vez… Kagome, eres mía a partir de este momento y voy a reclamarte como de mi propiedad—se estremeció cuando el kitsune la nombró, estaba aterrada, pero al mismo tiempo vibró todo su ser mientras Tomoe la llamaba.

    ¡Ella no era una cosa!

    Sus ojos destilaron fuego cuando miró al kitsune—. No, eso jamás.

    Una risa profunda salió de la garganta del youkai, del interior de la hakama sacó un abanico con dos lunas purpuras y cubrió la mitad de su rostro. Era tan bello… pero tan peligroso.

    —Al menos me agrada que sepas hablar—le dijo con parsimonia—. No me hubiera gustado tener que comunicarme contigo de otra manera… aunque no me has dicho como es que recuperaste el habla.

    Desde el futón, Kagome notaba la gran altura de Tomoe, podía decir que este era tan alto como cierto Daiyoukai de mirada ambarina. Aunque era más fino en sus elegantes movimientos y le daba un toque muy llamativo ese abanico.

    —No lo sé.

    —Creo que ya sé cómo lo hiciste—dijo Tomoe con cierto tono maligno en su voz—. ¿Akuraou te hizo gritar tanto como para que recordaras como hablar?

    Su risa burlona hizo molestar a Kagome, se levantó de ese futón y se fue sobre de Tomoe con toda la molestia en su ser. Era suficiente, había tenido mucha paciencia, su yo real se hallaba dormido en alguna parte, pero este salió a flote al ser impulsiva.

    Estaba tan molesta por todo lo que le estaba sucediendo, de un momento a otro la habían reducido a nada y ese maldito Naraku debía pasar, también el Rey Demonio por haberle arrebatado su inocencia. Ella quería entregarse únicamente al hombre que amara y ese hombre tampoco se encontraba en ese mundo. Llena de furia se había abalanzado sobre Tomoe para golpearlo, pero la diferencia de fuerzas era palpable cuando él la tomó por las muñecas, deteniéndola y sonriéndole con arrogancia.

    —No me insultes—dijo entre dientes Kagome, mirando desafiante a Tomoe.

    Al kitsune le gustaban los retos y las cosas interesantes, Kagome era lo más extravagante que había conocido nunca, podía decir que también era exótica, ninguna humana que hubiera conocido antes era aguerrida y podía notar un aire misterioso en ella. Como un aura que desprendía por todos los poros.

    —Obedece entonces—le dijo socarrón, habían quedado muy cerca el uno del otro.

    Tomoe se distrajo momentáneamente al ver como una pequeña mariposa llena de luz revoloteó alrededor de ellos, parpadeó sin entender que era eso, pero fue más que suficiente para que la joven se zafara de su agarre. Sonrió divertido, mostrándole uno de sus colmillos con malicia.

    —No quiero que te acerques o me toques.

    Una suave risa salió de sus labios al verla intentar ponerse a la defensiva. Todo su interior vibró cuando intentó acercarse y de la nada un aura rosada envolvió a la joven.

    —Ya veo… una sacerdotisa—empezó a reírse abiertamente, en una profunda carcajada—. Que interesante será todo esto, veamos quién sale triunfante—le dijo sin dejar de mirarla, de repente de su mano salió una llama de fuego azul—. Pero eres mía y debes obedecerme.

    Kagome estaba muy enojada, se sentía tan humillada y asqueada. Podía sentir en su piel las asquerosas caricias que el Rey Demonio le daba y no permitiría que Tomoe la tratara de la misma manera, se sintió feliz de haber liberado algo de energía, pero por el tiempo que había pasado en la oscuridad sus canales receptivos fueron taponeados por su misma energía espiritual, se sintió indefensa cuando ese as rosado alrededor suyo desapareció.

    Tomoe había aprovechado esa baja de energía, para moverse con su velocidad demoniaca hasta ella. Llevándosela de bruces al suelo, fue un sonido hueco pues había dejado caer todo su peso.

    Sonrió arrogante al ver que el golpe le había dolido a la niña.

    Hizo desaparecer el fuego vulpini y una vez más con sus garras aferró el cuello de Kagome, viendo con un tinte de molestia los chupetes que Akuraou había dejado en la piel lechosa. Haciendo caso a la imperiosa necesidad de marcarla, se lanzó sobre su cuello para morderlo.

    Ah…~

    La sacerdotisa apretó los párpados al sentir como los colmillos afilados del kitsune se habían enterrado en su carne, dolía mucho, había perdido toda fuerza y lo único que atinó a hacer fue poner sus manos sobre el pecho del youkai, apretando la tela del obi mientras él seguía prensado de su cuello.

    Una descarga eléctrica la recorrió cuando este mordió más fuerte, dolía… y vaya que lo hacía. Era como si le hubieran roto una articulación y sentía como algo demoniaco intentaba entrar en su interior. Gimió una vez más al sentir el peso completo de Tomoe sobre ella, aferrándola por los brazos para que no se moviera.

    El youkai sintió que todo el cuerpo se le crispó en pura excitación al saborear la sangre de la miko. No le gustaban las humanas, pero esta era diferente, pudo sentir un tirón en su parte masculina, pegándose contra ella para que sintiera su dureza.

    Cuando gimió abrió los ojos con horror.

    Inmediatamente se levantó, alejando a la joven.

    Vio aquella mordedura en su cuello al lado de un chupete de Akuraou y este comenzó a desvanecerse, gracias a que la había marcado. ¿Qué demonios había hecho? Nunca en su vida había marcado a ninguna youkai, hanyou o humana. Y con esta chica tuvo la necesidad de hacerlo, pues a su mente había acudido una imagen de su amigo el Rey Demonio poseyéndola.

    Esa imagen no le había gustado.

    —Maldición—dijo molesto—. Lárgate, no quiero tenerte cerca por esta noche.

    Kagome no contestó, estaba tan ida por todo lo que había experimentado en menos de doce horas.

    Para ese momento, ya se habían burlado de ella, la habían violado y un youkai la había marcado como suya. Tenía tantas emociones encontradas que no sabía cómo reaccionar, como una autómata se levantó del futón y se fue hacia la salida, corrió la puerta donde una Sakurako la esperaba.

    ¿Qué había pasado?

    Solo cuando estuvo lejos de aquel demonio, finalmente se rompió, dejándose caer de rodillas contra el lustroso piso de madera. La youkai que la acompañaba la miró con tristeza, al verla llorar con gran pena, lágrimas espesas salían de sus ojos junto a su profundo llanto.

    No quería estar en esa realidad tan horrible.

    Sin sus amigos y su familia ya nada tenía sentido.

    Un momento… su llanto paró repentinamente, quedándose como una estatua e ignorando que Sakurako la miraba sin entender cómo es que de repente lloraba y al otro segundo se quedaba quieta, sin emitir un sonido.

    ¡Eso es! Si pudiese salir de ese lugar y escapar, podría buscar la manera de lanzarse por el pozo que conectaba ambas eras.

    La primera noche en ese lugar fue horrible.

    Sakurako la había llevado a una habitación en dónde estaba totalmente sola, su atrofiada mente la llevó al momento en el que permaneció en medio de la oscuridad, se descubrió así misma que estar en lugares abiertos le provocaba un enorme terror. Podía estar en compañía de la tanuki o de quien se consideraba su amo.

    Inconscientemente su mano subió a su cuello, dónde sintió las costras de la herida que el kitsune le había provocado. La zona dolía al tacto con sus dedos y cerró los ojos, arrodillada sobre el futón una vez más fue presa de muchas emociones que no sabía cómo expresar, estaba furiosa y al mismo tiempo aterrada de lo que podría pasarle.

    Había conocido a dos youkais que disfrutaban mucho de herir seres humanos con tal de divertirse y ella solamente era un objeto para su satisfacción. La habían reclamado como un objeto al ser sellada.

    Por fin lloró una vez más, dejando fluir todo el sufrimiento contenido durante esos tres años en cautiverio, lloró por la muerte de los suyos hasta que los ojos le ardieron y los pulmones le dolieron al intentar aspirar aire con fuerza.

    —I-InuYasha—gimió entre llantos amargos, en su mente se reproducían las imágenes de Sango, Miroku, Shippo, Kirara, la pulga Myoga, Kouga, y todos aquellos a quienes había conocido, incluyendo a la anciana Kaede.

    Se abrazó con las colchas del futón que habían destinado para ella, en arrebatados sentimientos se había levantado con el afán de escaparse. Pero se sintió peor al saber que la tenían bien resguardada.

    Los odiaba a todos más que a nadie, Naraku era el primero en ese sentimiento, por él es que se encontraba en esa situación.

    […]

    El inframundo… un lugar que estaba en medio del mundo de los muertos y los vivos, un lugar dónde habitaban los espíritus que estaban destinados a penar por toda la eternidad, era como un enorme pueblo lleno de todos aquellos que eran castigados con trabajos forzados, otros tantos simplemente servían de alimento a los monstruos.

    Y en una zona bastante privilegiada, llegaban las almas de humanas que se negaban a cruzar al otro mundo. Por todos los hechizos y maldiciones del lugar, eran convertidas en youkais tanukis para ser obligadas a trabajar en el único Distrito Rojo de ese lugar, sus recuerdos eran borrados y rejuvenecidas.

    En cada okiya de ese lugar para el placer de youkais vivos y espíritus.

    En ese lugar habitaban brujas, monjes y sacerdotisas que habían negado el poder de la luz, convirtiéndose en seres de oscuridad.

    Tomoe había llegado a ese lugar después de haber despachado a la sacerdotisa que ahora le pertenecía. Su cuerpo ardía en necesidad, al haber probado su sangre se había olvidado momentáneamente del mundo terrenal, pudo alejarse justo en el momento en el que su marca demoniaca quedaba impregnada en el cuerpo humano.

    Pero toda necesidad carnal desapareció cuando vio todas esas casas de placer destruidas, fuego en los tejados y demonios de bajo nivel huyendo.

    —Akuraou—dijo con fastidio.

    —El Rey Demonio ha venido de muy mal humor—dijo un ciclope que vestía como un simple aldeano de ese lugar, Tomoe bajó la mirada a la herida que este presentaba, de la nada el monstruo se partió a la mitad, bañando como en una regadera de sangre todo lo que estaba a su alrededor, el kitsune se alejó de tres agiles saltos, la criatura murió.

    Caminó con pasos largos y elegantes por todo ese barrio, en todas partes el aroma del fuego y la sangre llegaba a sus fosas nasales.

    De una de las tantas casas de tanukis del lugar, escuchó como la puerta corrediza se rompió y varias youkais caían muertas, bañando de sangre todo lo que estaba a su alcance. Y de entre las llamas del lugar, a pasos elegantes salía Akuraou, el Rey Demonio.

    La sonrisa del demonio se ensanchó con diversión al ver a un par de metros a su fiel amigo de fechorías, cubriendo su rostro con ese abanico.

    —Tomoe—dijo este divertido, aproximándose a él—. ¿Has venido a acompañarme?

    —Deberías dejar de atormentar a los que trabajan aquí—rio suavemente, jamás bajando la mirada a su amigo y camarada.

    Akuraou torció los labios en burla—. No me gusta tanta tranquilidad…

    —A este paso no dejarás nada.

    —Solo quería saber quién de estas chicas serían las ganadoras de tener una noche con el mismo Rey…—esto mismo lo dijo mientras una de sus garras tomaba un mechón de plateado cabello—. ¿La has probado? —preguntó acercando su rostro a una de las orejas de Tomoe—. ¿Es muy estrecha, verdad?

    El kitsune sintió cierta molestia ante las insinuaciones de Akuraou, su rostro indescifrable no mostró ninguna emoción, quitó su cabello de entre las garras del demonio y finalmente contestó.

    —La he marcado—soltó Tomoe con indiferencia.

    Akuraou se alejó un poco de su camarada, parpadeando sorprendido, eso significaba que no podría tocar a la sacerdotisa ni una vez más. Algo se removió molesto en su interior ante la confesión de Tomoe, esbozó una sonrisa socarrona.

    —Ya veo… es la primera vez que haces algo tan interesante.

    —No me interesa de esa manera—dijo el youkai, sabía que Akuraou estaba observando sus reacciones—. Solo una esclava, mi concubina.

    Sin más, el Rey comenzó a reír. Pasando un brazo por los hombros de Tomoe.

    —Ya decía yo…. Mejor vamos… todavía quedaron algunas cuantas tanukis vivas… seguramente esa humana no se compara a ninguna de estas chicas.

    —Me agrada esa idea…

    Los dos temibles demonios caminaron en ese campo de muerte que Akuraou había provocado. Mientras unos cuantos demonios que no tenían gran simpatía por ese par, habían escuchado la conversación que habían mantenido.

    —Informa a Sesshomaru-sama.

    Un pequeño kappa, entrecerró los ojos y tras chasquear sus dedos desapareció con un pequeño plop.


    ¡Hola! ¿Cómo están?

    Sé que dije que actualizaría una vez por semana, pero el trabajo se me juntó y no pude dedicarme a escribir, luego las seguidoras que tengo del fandom SasuHina pedían continuación de mi otro fanfic y yo me concentré también en escribir el siguiente capítulo de mi novela principal… bueno, fue una u otra.

    ¡Chicas! ☹ ¡Facebook me ha bloqueado por 30 días y no voy a poder colgar este capítulo en el grupo de Círculo Mercenario! Lo siento mucho… pero también lo estaré subiendo a fanfiction y podrán mantenerse al tanto.

    De mientras quiero agradecer los votos, el que hayan agregado el fic a sus listas de lecturas, favoritos y follows. No saben lo feliz que eso me hace.

    ¿Qué les ha parecido hasta el momento el argumento de la historia? ¿Qué piensan que pasará más adelante con ese pequeño espía? ¿Logrará llegar a su destino con el amo bonito?

    ¡Dejen sus comentarios para saber que opinan! Sus comentarios siempre son lo que le hacen el día a un escritor.

    Nos leemos pronto.
     
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  5.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Saludos.

    Recomendaría revises un par de veces los capítulos antes de publicar. Hay algunos errores, en especial el capítulo anterior a este.

    No había pensado en la posibilidad de que, aunque Naraku mató a todos, Sesshmaru podría haberlos revivido. Ni idea de por qué lo haría, pero es una posibilidad. No creo vuelva Miroku, según Kagome fue absorbido por su agujero negro, por lo que no hay cuerpo que revivir.

    El tal Tomoe, comenzando a sentir algo por la pobre Kagome, va a terminar traicionando de alguna forma a Akuraou, mínimo atacar a Naraku.

    Kagome comienza por el cruel camino del síndrome de estocolmo, o así me lo parece.

    Esperaré a ver que sigue.
     
  6.  
    Lady Stanley

    Lady Stanley Sweet Room

    Virgo
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    ¿Podrías decirme dónde? ¿Hablamos de ortografía o...?

    Por cierto, te comparto el primer capítulo de Kamisama para que te familiarices un poco.

     
    Última edición: 30 Junio 2021
  7.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Que recuerde ahorita serían un par. No puedo ahondar mucho por estar trabajando.

    Intentaré verlo en la noche, luego del trabajo.
    Esa parte en rojo se siente mal. Como si los signos de puntuación no están bien usados. Separar lo de la familia con punto, para luego listarlos y luego pasar a una nueva idea (vida monótona). Me parece quedaría mejor un punto en lugar del 'y'.
    Por ejemplo:
    "Tenía una familia que la amaba; su madre, hermano y abuelo. Y, aunque se aburría de la monotonía en la que vivía, era feliz..."

    Este supongo fue un dedazo. Pero me hizo parar en seco para encontrarle sentido a "mal estar".
    'malestar'
     
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