Imaginación vs realidad (dance in the vampire bund)

Tema en 'Fanfics Abandonados de Temática Libre de Anime' iniciado por Adamas, 19 Enero 2014.

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    Adamas

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    Escritor
    Título:
    Imaginación vs realidad (dance in the vampire bund)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1421
    Poder desatado​

    Mina Tepes, su clon para ser más exactos, contemplaba con una feroz alegría brillando en sus ojos de color escarlata el distrito especial que la verdadera princesa había creado para garantizar una coexistencia pacífica entre humanos y vampiros, un distrito especialmente creado para que los “sin colmillos”, vampiros que se habían arrancado los colmillos y habían renunciado a beber sangre, tuviesen un lugar al que llamar hogar. Pero aquella criatura, cuyo cuerpo, cuya voz, incluso cuyo olor eran idénticos a los de la princesa, solo deseaba ver todo por lo que Mina había luchado reducido a cenizas; tal era el odio y la crueldad que ardían en su helado corazón.
    —No habrá futuro para la princesa ni para su perro faldero—comentó con una mueca burlona—. Debes de sentirte muy mal contigo misma, Yuki, pues es culpa tuya que Akira se vea ahora perseguido como un vulgar criminal. Es una verdadera lástima, pero creo que su hermoso cuerpo será todavía más hermoso cuando se vea acribillado por las fuerzas de seguridad de Rozenman. Nada me gustaría más que poder ver su muerte en persona.

    Yuki Saegusa, la mejor amiga de Mina Tepes y de Akira Regendorf, apretó con fuerza los labios, pero no dijo nada ni trató de levantarse de la silla en la que estaba sentada. No era porque no quisiera replicar a las crueles provocaciones de la impostora que había ocupado el lugar de su querida amiga, sino porque las heridas causadas por el traidor Angie, antiguo compañero de Akira, le habían provocado graves daños cerebrales que le habían arrebatado el habla y la movilidad de las manos. Solo gracias a la luz infrarroja que emitía por el ojo derecho debido a las ñanomáquinas implantadas en su cerebro le había permitido advertir al joven hombre lobo de que la Mina Tepes que había estado gobernando desde la caída de Ivanovic era una impostora.
    —Nunca volverás a ver a tus amigos. Permanecerás encerrada en este despacho hasta que la desesperación acabe contigo—declaró el clon de Mina antes de marcharse y dejar a la prisionera encerrada.

    Frustrada, Yuki permitió que las lágrimas que tanto había estado conteniendo en presencia de aquella terrorífica adversaria se deslizaran por sus mejillas. Mucho antes de que Angie la mutilara de esa forma, ya había demostrado no poder hacer nada por sus amigos, ni por Akira ni por Mina, y ahora era poco más que una muñeca rota e inútil. ¿Por qué siempre tenía que ser así? Por alguna razón, su mente comenzó a rescatar recuerdos de su infancia, cuando era una niña que comenzaba a sentirse atraída por la escritura, prácticamente cuidada por canguros, puesto que su madre debía trabajar mucho para mantenerla (su padre había muerto antes de que naciera). Recordaba haberle preguntado su madre, que se leía todos sus pequeños cuentos siempre que podía y afirmaba que la pequeña estaba destinada a ser una gran escritora, de dónde provenía aquel talento. Cuando le contó que seguramente era un recuerdo de su padre, que había sido escritor en vida, se puso tan contenta que decidió llegar a ser escritora algún día y hacerse conocer en todo el mundo.
    —Los escritores tenéis un gran poder, eso decía tu padre: podéis crear nuevos mundos con vuestras palabras y hacer que este mundo se transforme según vuestra voluntad—recordó que le había dicho su madre en alguna ocasión.

    ¿Cambiar el mundo según su voluntad? Una completa inútil como ella no tenía ninguna posibilidad de lograr algo semejante, ¿cierto? Deprimida, Yuki cerró los ojos tratando de dormir para soñar con los tiempos anteriores a la llegada de los líderes de los tres clanes, cuando las cosas parecían mucho más sencillas, pero un extraño golpe seco llamó su atención: un libro había caído de la estantería del otro lado del despacho. Mientras se preguntaba cómo había caído, Yuki observó con asombro que las letras iban abandonando el grueso volumen, dejando sus páginas en blanco, y flotaban por toda la habitación como un enjambre de abejas. Una serie de letras se abalanzó sobre Yuki y se fusionaron con su cuerpo emitiendo un extraño resplandor de color rojo oscuro. Yuki recuperó por completo la movilidad de su cuerpo y logró incorporarse de la silla a la que tanto tiempo había estado condenada.
    —El poder para cambiar el mundo… —susurró con su voz ya reestablecida.

    Como si la habitación entera estuviese siendo sacudida por un terremoto, los libros continuaron cayendo sin cesar de la estantería hasta que esta quedó completamente vacía, incorporando una nueva multitud de letras al oscuro remolino que sobrevolaba la estancia. Yuki se apresuró a aprovechar la oportunidad para escapar, pero los guardias que la impostora había dejado ante la puerta entraron antes de que pudiera llegar a la puerta, alertados por el estruendo. Al ver a Yuki moviéndose con libertad, apretaron los gatillos de sus respectivas armas, pero las letras se arremolinaron ante la prisionera y bloquearon los disparos como si hubiesen formado un sólido escudo. Acto seguido se transformaron en largos y flexibles látigos que les arrebataron las armas a los cuatro guardias simultáneamente al mismo tiempo que una gran masa de tinta negra cubría su única escapatoria.
    —El poder para cambiar el mundo…—susurró Yuki con ojos relucientes, como si acabara de tener una revelación—. El poder para crear un nuevo mundo está…en mis manos.

    La marea de letras pareció reaccionar ante aquellas palabras como si las hubiesen estado esperando durante mucho tiempo: rodearon a los cuatro vasallos de la copia de Mina Tepes y estallaron en llamas para poner fin a su existencia. Seguidamente regresaron con Yuki y giraron a gran velocidad hasta formar un torbellino a su alrededor. Cuando la marea se dispersó, la joven estudiante se contempló en el espejo que había sobre la mesa del despacho y dejó escapar un suspiro de admiración al ver el largo vestido de plumas negras en que se había transformado la ropa del hospital, así como sus ondulados cabellos negros.
    —Puedo hacer que el mundo sea como yo deseé—afirmó con mayor seguridad, consciente del poder que había despertado en su interior.

    Hizo un movimiento de despeje con la mano izquierda, provocando que las letras se transformaran en una gigantesca mano de densa y oscura tinta que agarró el escritorio que había estado empleando la falsa princesa para vigilar el distrito especial y lo arrojara por la ventana con la misma facilidad con la que tiraría una almohada. Gesticulando con firmeza, Yuki cubrió la grieta con un muro compuesto por el espeso líquido negro y se concentró en las voces que estaba escuchando a través de las improvisadas puertas creadas por las letras.
    —Que pasen—ordenó, y las letras se apartaron permitiéndole ver un escuadrón de emergencia compuesto por no menos de diez vampiros.

    Antes de que los soldados pudieran reaccionar ante la extraña escena que se desarrollaba ante ellos, Yuki les hizo caer al suelo inmovilizando sus brazos y piernas con cadenas de letras dirigidas por su voluntad.
    — ¡Arded! —chilló con una autoritaria voz llena de un maléfico poder que disfrutaba de la oportunidad de hacer daño a los demás.

    El negro de las letras se tornó rojo incandescente y no regresó a la normalidad hasta que los diez vampiros hubiesen sido reducidos a cenizas. Asqueada por el olor a carne quemada, Yuki fue a sentarse en la misma silla en la que había estado sentada desde que la falsa Mina la sacara del hospital para retenerla, que había experimentado una monstruosa transformación bajo la influencia de las letras, convirtiéndose en un macabro trono compuesto por huesos de una extraña criatura.
    —Mi reino abarcará el mundo entero—murmuró con una maliciosa sonrisa.

    La tinta que había recubierto la ventana comenzó a deslizarse hacia el exterior, aferrándose a los muros del edificio y extendiéndose para dar lugar al que sería el corazón del nuevo reino de la oscuridad que la nueva Yuki impondría, mientras el resto se desplazaba a lo largo de los pasillos para invadir el resto del edificio desde el interior y eliminar al resto de sus ocupantes.
    —Esta es… ¡la voluntad de la reina Corax! —chilló Yuki.

    A su espalda, las letras tomaron la forma de una inmensa criatura alada cuyo rugido hizo estallar las ventanas de las edificaciones próximas y dejó congelados a todos los habitantes del distrito debido al miedo. Las miradas comenzaron a concentrarse en la residencia de la princesa, que iba siendo engullida poco a poco por una viscosa sustancia de color negro.
     

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