Rusos, bien parecidos, nacidos entre, por y para el hielo, talento innato, ¡unos prodigios! «Iguales» era el dictamen del espejo. «Iguales» pero con ojos y cabellos distintos. «Iguales» sólo distanciados por un par de años. Aprieta los dientes. No, no eran iguales. Repite y eso quiere creer por mas evidencia sobre la mesa reflejando lo contrario. Con un don innato se deslizan sobre el hielo, ambos habían perdido la infancia en las gélidas garras de aquel celoso ser, siempre refugiados en su manto, caían y lloraban a su lado. Luchaban como colibríes, sublimes, dando en su apariencia etérea siempre la imagen de no tener la necesidad de esforzarse cuando en su interior todo se desmoronaba buscando seguir en pie. Estan sólos. Lo saben, lo aceptan. No dejan entrar a nadie a su espacio. Nadie podía entenderlos, nadie jamás sabrá de las responsabilidades sobre sus hombros durante tantos años cargadas. No, ellos sólo ven el brillo de sus trajes ante el flash de las cámaras, el relucir de las medallas. La música en sus audífonos dispersa la soledad del las conversaciones aburridas y dobleintencionadas. Las indicaciones de su entrenador siempre ignoradas eran la tangible prueba de su conexión con el hielo. Nada más necesitan, lo saben y pueden todo ¿no eran los mejores, acaso? Ignoran, rotan sobre su propio eje en un perfecto equilibrio. En sus pasos, como el polvillo de hielo, sus pies desprenden la melodía hipnótica de su canto; cual sirenas atraen a todo el mundo, los llaman, los destruyen con su perfección en las competencias. Son los inalcanzables, lo saben, se regodean, se pudren desde el interior, son un cascarón, uno más vacío que el otro. No hay risas espontáneas, sonrisas de ojos sinceras, palabras cálidas o latir frenético del corazón. No hay nada fuera de la pista, lo saben. Cada noche, antes de dormir, cierran los ojos y nadie recuerre tras sus párpados; es el cansancio quien los lleva con Morfeo. Son iguales, asquerosamente iguales. Misma cara de chico atractivo, mismo magnetismo, misma insensibilidad en sus palabras. La mano enguantada en cuero negro sobre su hombro le hace darse cuenta de sus diferencias. Él no está sólo,¿escuchas, estúpido Calvo?, su amigo está a su lado y su abuelo lo apoya. Deja de mirar aquel tortuoso espejo y salen sin saber que así como él había encontrado calidez y salvación en Otabek, Victor se había encontrado en el cerdo. Eran iguales, tenían amor. ——— Espero les guste, aclaro que aunque la palabra amor pueda remontar al amor carnal, es, en este caso un amor dado en la amistad más que en la pareja. Nos leemos pronto~ Puse amistad porque no supe en dónde más clasificarlo.
¿Relación competitiva, tal vez? No sabría qué decirte. Ser ruso con Víctor compitiendo debe de ser una jodienda como atleta y ya después a nivel internacional no te cuento. Entiendo la frustración. Buen texto reflexivo.
Más que competencias, yo lo asocio más a ese régimen tanto social como deportivo que afecta en la psicología de los personajes. Y si bien hay una competencia implícita/explicita pretendía mostrar como ambos sufren en lo que "aman"