El aroma a alcohol etílico, suero y medicamentos nubla el espacio que mantiene esterilizado por el fuerte aire acondicionado. En una de las habitaciones privadas reposan las dos sobrevivientes del juego, con intravenosa de suero y hierro por las propiedades que perdieron, además del peso corporal. Reglas del hospital. Será una plática entre tres personas, el creador y las dos ganadoras. Los cuerpos de las jugadoras tiene heridas graves, por lo tanto no pueden mover más que la cabeza que sufre fuertes dolores aún. Cada una de sus preguntas serán contestadas, y al final se hará una proposición. Independientemente deciden si aceptarla, o de lo contrario, rechazarla. Luego de esto continuará el epílogo que les explicaré a ambas por mensaje privado al dar cierre a la conversación. Sin más, a rolear lo que falta. Btooom —No me esperé tenerlas aquí, quizá si a una de ustedes, pero no a las dos —confesó sentado en medio de ambas camillas, comiendo trozos frescos de manzanas, con la vista en la fruta —. Veía más fiereza en Katrina, más estrategia en Andrea, y más fuerza en Alexander, pero las tengo aquí a ustedes en lugar de ellos —una risa leve se escapa de sus labios, y aunque pareciera que hay decepción hay un tinte permanente de emoción en su voz. Contenido oculto GigiBlanche Tarsis
Morgan O'Connor Luego de despertar tantas veces en la isla, el olor a desinfectante y el silencio artificial del hospital se me hicieron extraños. Una vez más, la anestesia fue devolviéndome los sentidos uno a uno. Fue como revivir el infierno completo en apenas un segundo. Mis ojos enfocaron los tubos fluorescentes del techo y se entrecerraron, buscando protegerse de la luz. Una voz llegó a mis oídos, una voz bien conocida. El cuerpo aún no me respondía del todo, pero mi respiración se descontroló sin lograr evitarlo, lanzándome punzadas de dolor en el pecho. No quería ver, me aterró la idea de conocer el rostro de esa persona. Una parte de mí sabía que no habría vuelta atrás de ello. Aunque, ¿había vuelta atrás de algo, realmente? La vista se me empañó por las lágrimas que se acumulaban en mis ojos, aún fijos en el techo blanco. Cada nombre pronunciado por esa voz se clavó como un puñal en diferentes zonas de mi cuerpo, y mis dedos arrugaron las sábanas. Necesitaba aferrarme a algo. En ese momento todo era inestable, efímero y voluble. La vida era una chispa; la muerte, un frío susurro del cual había escapado. Un escalofrío espantoso me recorrió de punta a punta, un relámpago de realidad insoportable, y comencé a sudar sin control. Estaba tan cansada. Las lágrimas se deslizaron hacia abajo, mezclándose con mi cabello, y ni siquiera me esforcé en reprimirlas. ¿De qué me servía pretender fortaleza? La única persona allí capaz de decepcionarse de mí era a quien siquiera tenía fuerzas para odiar. La sonrisa de Ronnie se dibujó ante mis ojos por apenas un segundo, para luego deformarse en un llanto desconsolado. Podía oír sus gritos sosteniendo sus juguetes rotos, con la rodilla raspada, cuando papá le pegó a mamá, y de alguna forma supe que esa era en realidad la tormenta en mi propia consciencia. Cuando Frank se calló para siempre, cuando Andrea nos disparó con su mano, cuando aquellas chicas murieron abrazadas la una a la otra. No sabía cómo escapar, sentí ahogarme. Boqueé por aire mientras las lágrimas me inundaban y no encontraba voz en mi garganta. Quería morir. Pero sabía que incluso ese era un deseo egoísta. No podía desear morir, no luego de todas las vidas que había arrebatado para llegar aquí, a esta cama de hospital. Respiraba, y dolía. Recordaba, y dolía. Las lágrimas quemaban como ácido. La voz de esa persona me desesperaba. Pero estaba viva. —Katrina... —balbuceé, buscando la compostura suficiente para modular, aunque sea, unas pocas palabras—. Alexander... ¿Quién más? —Alcé la cabeza, encontrándome por primera vez con el creador del juego, cara a cara—. ¿Cómo se llaman? ¿Quiénes son? Me aterraba recordar, pero necesitaba darle nombres a todas esas personas. Necesitaban una identidad en mi mente, por mucho que doliera.
Btooom! Masticó el trozo de la fruta fresca con parsimonia, clavando sus ojos en ella, notando las lágrimas que se le escapaban, una tras otra. Pero eso tan solo provocó que su sonrisa anterior se anchara aún más por la deliciosa sensación de una persona rota que estaba a punto de tener el dinero suficiente para vivir por el resto de su vida. —¿En verdad importan sus nombres? —cuestionó echándose hacia atrás en el mullido asiento que habían acomodado para él entre el medio de las camillas, mirando el techo—. No quedó tan siquiera rastro de ellos —mintió con malicia—. Bueno, quizá unos cuerpos peor que otros, pero no me es rentable traer cuerpos inútiles a la ciudad—confesó dejando el plato en una pequeña mesa, al lado de una lámpara. Habían pasado varios días sin ellas despertar, y llevaba esperándolas con suma paciencia. —Es tan aburridor ver pasar el tiempo sin nada interesante —susurró y se inclinó hasta ella, tocándole con el dedo índice las costillas que estaban vendadas—. ¿O qué dices? Morgan.
Morgan O'Connor Me encontré con un hombre mucho más joven de lo que esperaba. Comía con tranquilidad, hablaba con tranquilidad. Se incorporó y tranquilamente tocó mi cuerpo. ¿Qué era frente a él? La impotencia se mezcló con el huracán de emociones que sentía y el estómago vacío me dio un vuelco. —Dime los nombres —insistí; habría deseado sonar más demandante, pero estaba rota y me costaba hablar—. Los necesito. La chica de mi edad, y la niña rubia... por favor... Ni siquiera reparé en lo patético de estar implorando algo a ese sujeto; ya nada importaba. Giré apenas la cabeza, encontrando a Aisha aún dormida. Apreté los dientes y cerré los ojos con fuerza. Ya no podía protegerla de nada. Habíamos sobrevivido juntas, pero de ahora en más estaríamos solas. Aterradora, sofocante e indiscutiblemente solas.
Btooom! Un risa fresca brotó de sus viriles labios al verla humillándose en palabras por la información que sólo él conocía. —Seré bondadoso y te diré más que eso. Pero no lo repetiré Morgan —advirtió y estiró las manos, llevándolas atrás de su nuca para recostarse en el sillón —. A Shizuku no la conociste. Murió incinerada el primer día —meditó por otros segundos— Elizabeth fue acorralada, le rompieron algunas extremidades y murió derretida en el gas tóxico —se peinó el cabello contándolo con simpleza, sin sensación de lástima o empatía— A Frank lo mataste tú, a Frederick Aisha. Andrea y Alexander suicidio y Rachel con Katrina —le miró a los ojos por un momento—Creo que quedó una mano de alguna de las dos en la cueva. Has de saberlo, pues tú y Aisha las asesinaron. Volteó su mirada a Aisha que parecía dormir con parsimonia, estirando la mano y acariciándole el cabello con delicadeza mientras miraba el reloj. Se iba acercando la hora de terminar de hablar, pero esperaba impacientemente que antes de eso la otra anfitriona abriera los ojos.
Aisha Nakamura. El suave contacto de unos dedos entre sus cabellos la trajeron poco a poco de nuevo a la vida. ¿Había muerto al final? Sentía cada pequeño espacio de su cuerpo en llamas, había olido su propia carne quemada, no podía siquiera mover ninguna de sus extremidades. Nuevamente acostada indefensa, nuevamente. Parpadeó lentamente, mientras sus orbes se abrían. La primera cara con la que se encontró fue con la de un hombre castaño de cabello medianamente largo. —¿Q-Quién eres tú? —inquirió confundida, mientras los recuerdos de sus últimos momentos de conciencia volvieron a sí. Giró la cabeza y sintió el alivio llenarla al ver el conocido cuerpo de Morgan en la otra cama. Pero estaba llorando...¿por qué estaba llorando? Intentó levantarse, pero el dolor fue más fuerte y se dejó caer mientras su respiración se hacía pesada—. ¿Estás bien, Morgan? —inquirió entrecortadamente, ya no tenía fuerzas y ni siquiera sabía donde estaban. ¿No se supone que habían ganado?
Morgan O'Connor Las lágrimas seguían rodando a medida que oía el relato del hombre. Algunos nombres serían un eterno misterio, pero la gran mayoría eran personas que conocí, que recordaba, o que maté. Abrí los ojos y los clavé en el techo. Rachel y Katrina... Aún lograba evocar con aterradora claridad la determinación de Katrina, su sonrisa salvaje, el fuego que emanaba su esencia. Al final, cuando la otra pequeña utilizó sus últimas fuerzas para ir donde ella y morir en sus brazos, comprendí el deseo que la había movido. Y no pude evitar verme reflejada en él. Vivir para proteger a alguien... Sonaba tan noble, pero ¿hasta qué punto servía como justificación? Le arrojé una bomba de gas tóxico a una maldita niña, la vi sufrir, arrastrarse y tropezar hasta llegar a los brazos donde necesitaba estar. Toda mi vida había lastimado personas, destruído relaciones, escupido palabras dolorosas. Al final, esas condenadas bombas tóxicas pegaban bastante con mi personalidad, ¿eh? No lo soportaba. "¿Estás bien, Morgan?" Giré la cabeza hacia Aisha, quien se había despertado. Se la veía tan confundida. Sentí una profunda envidia de su ignorancia, por más breve que fuera, porque el pecho me ardía y el dolor no parecía querer mitigarse. —Ganamos, Aisha —murmuré, con una mezcla de odio y tristeza recubriendo mis palabras—. Matamos a todos y ganamos. Salimos de esa puta isla. ¿Quieres que esté bien? ¿Tú lo estás? Estaba siendo terriblemente injusta. ¿Por qué me era más sencillo enojarme con Aisha y no con el hombre frente a nosotras? No lo sabía, no lo entendía. No entendía nada de toda esa maldita mierda. Me desconocía. Yo no era esa persona vacía, cansada y susceptible. Nunca lo había sido. Apreté los dientes y solté un largo suspiro, buscando calmarme y aplacar las lágrimas. A duras penas lo logré, y volví mi mirada al creador del juego para escupirle tres simples palabras. —¿Y ahora qué?
Btooom! —¿Esperabas encontrate a Andrea Aisha? —cuestionó echando sal a la herida, apartando su tacto de su cabello con suavidad mientras se levantaba del asiento y enterraba sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Han ganado dinero, mucho —comentó mirando de reojo los dos cheques sobre la mesilla de noche, al lado de la manzana picada—. Tendrán la vida que deseen de ahora en adelante. Les dio la espalda y las miró de perfil. —¿Les interesa ser contribuidora del juego? —propuso relamiéndose los labios con parsimonia—. De negarse pueden seguir su vida como si esto nunca hubiera pasado —ríe levemente, con gracia—. No es como si alguien les creyera después de todo... además, han de intuir que mis hilos son infinitos en cuanto a lo legal —comentó y las miró de vuelta—. ¿Qué dicen?
Aisha Nakamura. Respiró profundo, escuchando las palabras de Rachel. La verdad era que, realmente lamentaba la muerte de la chica rubia... la había conocido y sabía que no era más que una niña, pero no tenía idea de quienes eran los demás. No podía sentir lástima por personas que simplemente no conocía, mañána seguiría con sus vidas y luego ni recordaría su rostro. Pero... Andrea, con Andrea sería un caso distinto. Nunca podría olvidarlo. Nunca dejaría de repetir en su mente el momento en que caminó lejos de ellas, dispuesto a sacrificarse. Dando su propia vida por ellas, dos extrañas. ¿Dinero? Ja, eso era algo que sólo quería su padre, si pudiese quemarlo a él junto a todo su maldito dinero, lo haría. —¿Así que sólo fuimos un juego? ¿Nos matamos como animales para el entretenimiento de alguien? —cuestionó, con calma. El torrente de emociones la tenía mareada, ira, tristeza, molestia. La habían utilizado como entretenimiento. Estaba harta de ser utilizada.
Morgan O'Connor Clavé los ojos en Aisha mientras la veía reaccionar, incapaz de creer cuán tranquila se la veía. Era como si la moneda lanzada por los aires hubiese caído al revés, y ahora eramos nuestros perfectos opuestos. Me vi reflejada en la tranquila frialdad de Aisha, pues así había sido toda mi vida, y la envidié de vuelta. Quería dejar de sufrir, y sabía que no sería posible. Las palabras del sujeto lanzaron una alerta a mi cerebro. Alcé como pude la cabeza para verlo y fruncí el ceño. —¿Contribuidoras del juego? ¿Qué es esa mierda?
Btooom! Sus ojos se deslizaron hasta los de Aisha, sabía un punto para tocar con ella. Caminó y se sentó en su camilla, acariciándole el cabello mientras una leve sonrisa se apropiaba de sus labios. —¿Un juego? —devolvió la pregunta con sarcasmo—. Juego es lo que fuiste para el Italiano —susurró, pero aún por el silencio del lugar todo se escuchó, como si lo hubiese dicho en un tono de voz promedio—. Andrea nunca te quiso Aisha, ni un poco. ¿En verdad crees que se sacrificó por las dos? Lo hizo porque no tenía nada acá, porque se sentía miserable y al escuchar sobre Ronnie se le ablandó el corazón, pero nunca fue por ti ni con respecto a ti. Te odiaba, ¿no te diste cuenta de ello? Sus manos continuaron acariciándole el cabello, sin quitarle la vista de encima, ignorando a Morgan. Su presencia, sus preguntas
Aisha Nakamura. Parpadeó varias veces, y por increíble que fuese, sus ojos se humedecieron. Aún tenía lágrimas para botar después de todo esto. Las voces comenzaron a jugar en su mente. ¡No le creas! ¿Para qué te salvó del edificio? ¿Para qué buscó la medicina para tus quemaduras? Pero... ¿Por qué besó a Morgan? ¿Por qué estaba hablando de ella a sus espaldas, incluso planeando dejarla atrás? ¿Porqué siempre le gritaba a ella y la consideraba sólo una niñá emocional? ¿Por qué no le contó a ella sus secretos y se abrió fue en soledad con Morgan? ¿Se habría engañado ella misma? ¿Había visto lo que quería ver? Sabía que él no la amaba ni nada por el estilo, pero al menos, algo llegó a sentir. Nadie se sacrifica tantas veces por alguien por nada. Pero... la persona frente a ella nunca le había mentido. Nunca. Todo lo que le había dicho desde el inicio había sido cruel, pero real. —¿Tú eras el que hablabas en nuestras cabezas? ¿En nuestros sueños? —inquirió hacia el castaño.
Morgan O'Connor Observé el intercambio con la incredulidad impresa en mi cara, y solté un bufido cuando vi que Aisha realmente estaba considerando la idea de creerle. —Aisha, no seas estúpida —dije, intentando incorporarme aunque fuera un poco. Quería salvarla de ese enfermo, no podía permitir que siguiera jugando con su mente. No fuera de la isla, no luego de que por fin todo había acabado. —Está buscando hacerte daño, eso es todo —proseguí, viéndola fijamente y hablando con la determinación que siempre había poseído—. No le hagas caso.
Btooom! Sus ojos se situaron escrupulosamente en los de Morgan al hablar, sonriendo y mirando de nuevo a Aisha con seguridad. —Lo dice ella, que trataba de convencer a Andrea que se desacieran de ti —una sonrisa ronca brotó desde lo más profundo de sus cuerdas vocales—. Eres una hipócrita Morgan. El tictac del reloj resonaba en las paredes, en conjunto al sonido que producía el aire acondicionado encendido. —Andrea la prefirió a ella siempre Aisha, sólo porque no tenía motivo de vida le habló de suicidarse, pero Morgan trató de convencerlo para quedarse con él y apartarte a un lado —le acarició los mechones del cabello con parsimonia—. ¿No recuerdas el momento íntimo que irrumpiste luego de jugarte la vida por el grupo? Ellos estaban conversando tan ameno hasta que llegaste tú.
Morgan O'Connor Mal que me pesara, tendría que agradecerle a ese tipo; porque me estaba dando las razones que se me escapaban para odiarlo, y odiarlo a él era mucho más fácil que odiarme a mí misma por todo lo que había hecho. Era obvio que sólo quería seguir divirtiéndose con nosotras, y no se lo permitiría. —¿Que soy hipócrita? Anda, no me cuentas ninguna novedad, imbécil. Sí, intenté hacer equipo con Andrea. ¿Me culparás de ello, Aisha? Creo que no. Tú habrías hecho la misma elección, pues nuestras razones, aunque diferentes, estaban más claras que el agua. En cuanto a ti —bramé, volviendo los ojos al creador del juego—, ¿hasta qué hora planeas seguir divirtiéndote? ¿No fue suficiente el maravilloso espectáculo que les dimos en la isla?
Aisha Nakamura. Esperó que ella lo negara, pero lo que estaba escuchando sólo hacía que su corazón se rompiese aún más. ¿Habría pegamento suficiente para repararlo alguna vez? De verdad, ella había llorado en ese momento, finguiendo que estaba dormida, escuchando poco pero imaginando mucho. Pero escucharla decirlo en voz alta, de sus labios, era una historia distinta. ¿No era su plan el mismo? Sí, pero no la conocía. Se había aferrado a Andrea porque él le había demostrado ser alguien confiable. Morgan no. Volvió a su mente el recuerdo de Andrea yéndose. ¿Estaba jugando ese tipo con su mente? ¿Podría confiar en una persona que sabía a qué tipo de infierno los traían y aún así lo permitió? —¿Eres tú el que hablaba en nuestras cabezas? —insistió nuevamente ignorando a Morgan ésta vez. No tenía tiempo para llorar por amistades que ni siquiera empezaron. Era importante para ella, saber si esa persona que tenía al frente, era el único que no le había mentido.
Btooom! Su expresión era deductiva, con un aura altanero y altivo. Morgan no tenía oportunidad en palabras con él, en argumentos, en nada... Le dio un último vistazo lleno de burla a Morgan y continuó con su atención centrada en la jovencita que yacía acostada en la camilla en la que él había decidido sentarse. —¿No reconoces mi voz? —disipó sin dejar de acariciarle el cabello, con los ojos fijos en ella—. Ven conmigo a continuar el proyecto, que el hombre que habló contigo y te alertó a tiempo, soy yo.
Aisha Nakamura. Frunció los labios, mientras pensaba. Sí, definitivamente era la misma voz. La misma actitud. Arrogante, soberbio, pero directo. Volvió nuevamente a mirar a Morgan. Y luego nuevamente a él. Ni siquiera sabía a qué proyecto se refería. Y no consideraba prudente decir que sí a aquel tipo, nada más de pensarlo le ponía la piel de gallina. Podía estar bien vestido, pero sus ojos... sus ojos eran algo digno de retratar. —Primero, literalmente no sé de qué proyecto me hablas —aclaró exhausta, cerrando los ojos por un momento—, y segundo, ¿qué gano yo de eso? ¿Más dinero? —enarcó una ceja. Creo que ya había dejado más que claro lo poco que realmente le interesaba el dinero.
Btooom! Su tonó de voz adquirió más lentitud, procediendo a hablar y a proponer lo último que tenía en mente. —No es por dinero, querida mía —contestó y alejó el tacto de su cuero cabelludo—. Podremos hablarlo en un lugar a solas, depende de ti si deseas o no venir conmigo—, se levantó de la cama—, o puedes quedarte sola, en una miserable vida llena de lujos —una sonrisa maliciosa se dibujó y metió las manos en sus bolsillos, mirando el reloj—. Así que díganme, ¿alguna interesada? Porque estoy por irme.
Morgan O'Connor —Que te den —fue lo único que necesité decir. Luego, miré a Aisha; me enojaba su maleabilidad, pero aún quería salvarla—. No estarás considerando realmente escuchar a este tipo, ¿verdad? No necesitaba más nada de ese sujeto. Ya me había destruído, me había empujado a cometer atrocidades en nombre de una causa supuestamente justa y noble. Sólo quería volver con Ronnie, abrazarla y recuperar mi vida.
