Se dejó caer sobre el sofá del estudio pocos instantes luego de haber regresado de la escuela. Era viernes, por lo que no era necesario que se despojara de la sucederá escolar de rojos colores, sintiéndose cómoda con ella. Lo que sí hizo fue estirar su brazo para abrir el ventanal que daba acceso al balcón, dejando que la gélida brisa de la tarde se colara al interior del recinto. A pesar de las replicas de todos, la pelirroja sentía demasiado calor encerrada allí dentro. —Hofi —dijo la pequeña ave que se encontraba presa en una jaula a su lado. Decidió sacar al viejo loro, que tan tierno se le hacía, para que tuviera un poco de libertad antes de que su madre volviera del trabajo, aunque para eso faltaran varias horas. —Mi bello lorito. ¡Ay, mi cosita linda! —Le susurró, mientras el animal se trepaba a su pierna sin hacer caso a sus palabras. Tomó su laptop y la depositó sobre la extremidad inferior que no era ocupada por su mascota, quien comenzó a explorar con el pico varias letras del teclado. Le acarició la parte posterior de su cuello para que se quedara quieto y encendió el artefacto, que con total parsimonia se despertaba del letargo en el cual se veía sumergido cada noche antes de que su dueña se retirara a descansar. Era antiguo, además en que antaño sufrió varios golpes que exigieron ser reparados a medias, por lo que en cualquier momento se vería reemplazado. Ahora mismo tenía parte de la pantalla dañada. Cuando terminó de cargar, la joven se fijó en un pequeño globo que sobresalía en una esquina del escritorio. Con nombre y hora de remitente, el skype le anunciaba que había recibido un nuevo mensaje. Lo que leía era lo más simple que se podía enviar, pero para ella era siempre una gran felicidad. Y sus labios se curvaron en una melancólica sonrisa. «Hola».