Hogwarts y el grupo de inadaptados

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por rompe, 21 Mayo 2014.

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    Piscis
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    37
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    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    621
    El sueño del fantasioso






















    Lucas Lunagan sabía que podía ser el final de su corta vida. Apenas once años, una edad muy singular para los magos. Es cuando ingresan a la escuela de magia. De todas ellas, Hogwarts era muy especial. Considerada una de las mejores, si no la mejor.
    Se encontraba en un túnel oscuro, en una noche con luna menguante. Una figura tétrica y espectral se acercaba al joven. Lenta pero decididamente.
    Casi sin quererlo, Lucas miró hacia atrás. La salida del túnel no estaba muy alejada. Pero por alguna razón, pensaba que no debía irse. En el suelo adoquinado, pudo ver un charco de agua, que reflejaba su tez blanca, ojos marrones y pelo oscuro.
    Observó las paredes hacia ambos lados. Tenían ladrillos gastados y sucios. Y daba la sensación, si es que fuera posible, que a medida que el espectro se acercaba, los ladrillos se humedecían.
    “¿Es un dementor?”.
    —Detente —gritó el joven mago —. Pero nada cambió.
    Tenía temor. Sentía su cara roja y sus manos frías. El corazón parecía estallarle con cada latido.
    Cuando estuvieron a menos de dos metros de distancia, Lucas pudo observar que el dementor tenía pies. Medía alrededor de dos metros, con lo cual lo superaba por unos treinta y cinco centímetros en estatura. Su rostro, por llamarlo de alguna manera, no mostraba nada.
    Apuntó con su varita al singular individuo y a pesar del miedo se preparó para combatir.
    En ese instante el espectro sacó también una varita.
    —¡No te dejaré pasar! —Volvió a clamar el estudiante con vehemencia.
    Una gruesa y pausada voz salió del extraño ser. Como de una tumba fría y oscura. Que pasó por los oídos y desembocó en el cerebro del joven.
    —Entonces morirás.
    Ni siquiera pudo percibir odio en esa voz. Era solo frialdad absoluta. Lo cual le resultaba más peligroso
    Lucas se preparó para lanzar un hechizo. Y el raro dementor también.
    —¡Expecto patronum! —Escuchó un grito con la voz de una joven, que provenía de unos metros detrás de él. Un gato brillante se arrojó contra la criatura maligna.
    Lucas miró a la niña que medía pocos centímetros menos que él y se sintió aliviado de no estar solo. ¿Pero quién era esa joven de cabello castaño muy claro y ojos verdes? La sentía como su amiga, pero no la conocía.
    El espectro retrocedió con el impacto, pero también envió un hechizo que rozó la cabeza de Lunagan.
    —¡Ven Lucas! —bramó ella.
    Sin saber por qué, confiaba en esa joven. Y corrió hacia donde se encontraba, al final del túnel.
    De pronto, sintió un tirón en su mano izquierda. Una mano helada lo había tomado. Con mucha fuerza. Además lo estaba debilitando, como si absorbiera la energía. La bonita joven, sujetó la otra mano de Lucas e intentaba rescatarlo.
    Todo era muy confuso y el joven se sentía desmayar. Ya no podía ver.
    —Lucas…Lucas…Lucas —cada vez más estruendoso oía su propio nombre.
    Volvió a abrir los ojos y vio…
    —¿Mamá?
    Estaba en la cama, con el cuerpo bañado en sudor.
    La madre era una mujer de unos cuarenta años. Con el cabello no muy largo y de un color similar al de su hijo.
    —Y sí mi hijito, ¿quién va a ser? Dale, levántate y vístete. Estoy llamándote hace rato, y no te despertabas.
    —Hoy tienes que hacer todo con tiempo. Es tu primer día en Hogwarts. Tu padre y yo estamos muy orgullosos. Ojalá entres en Gryffindor, donde nos conocimos nosotros, pero como ya lo hablamos, todas las casas tienen cosas valiosas que aportarte.
    Lucas Lunagan respiró aliviado. Era su primer día como estudiante, debía prepararse para no salir corriendo luego. Y llegar, claro, a la estación de King Cross.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Recuerdos









    Semanas antes, en Hogwarts…
    —¡Que bueno que viniste, Albus! —exclamó la profesora—. Quería pedirte un favor.
    La sala del director tenía los cuadros con sus antiguos directores, que escuchaban la conversación con curiosidad.
    —Estoy seguro de saber de que se trata. La verdad es que hace tiempo que no lo hago, pero no tengo inconvenientes en hacerlo, profesora.
    —Jajaja. No me acostumbraré nunca a que me digas así.
    —Pues me gusta hacerlo. Y tengo que aceptar que estar aquí me trae recuerdos. Aunque algunos no son míos, sino que los he visto en el pensadero. Pero es como si los tuviera asimilados.
    —A mí, me pasa lo mismo, Albus. Sin embargo, tengo que admitir, que varias cosas, las supe directamente de tu parte. Y por supuesto, constantemente te lo agradecí. Desde siempre, fuiste quien más paciencia me tuvo.
    Albus esbozó una sonrisa y continuó.
    —Nunca olvidaré la piedra filosofal. Y como Hagrid dio la pista sin querer, al nombrar a Nicolas Flamel.
    —Es cierto, es muy gracioso recordarlo. A mí, me impactaron mucho la lucha con el basilisco y el torneo de los tres magos. Claro, que fueron cuatro.
    —Supongo, profesora, que esas son de las cosas que más recuerda la gente. Pero yo, sin restarle importancia a esos eventos, por supuesto, rescato las cosas que parecen pequeñas, pero que a la larga, han ayudado a que el final haya sido como fue.
    —¿Cómo cuáles, Albus?
    —Por ejemplo, que hayan tomado la poción multijugos y se hicieran pasar por Crabbe y Goyle; que fueran a ver a Aragog, la araña de Hagrid, con el miedo que Ron les tenía; el valor que tuvo Hermione de investigar sola y arriesgarse, al punto de ser convertida en piedra; y sobre todo, me gusta la historia del giratiempo. Sé que Ron no tuvo participación ahí, pero tú conoces muy, pero muy bien esa historia.
    La profesora sonrió de manera cómplice y ambos observaron el giratiempo que la misma tenía colgado del cuello. Y luego agregó otros comentarios.
    —Asumo que el hecho de que cada vez se agregaran más aliados, fue fundamental para la derrota del innombrable.
    —Voldemort —recalcó Albus—. No hay que temerle y menos ahora.
    —Tienes razón. Aunque para ti, Albus, es más fácil que para el resto.
    —No sé por qué lo dices.
    —Jajaja. Que gracioso tío Albus Severus Potter. Tú padre fue quien lo derrotó.
    —Pues, mi querida Sophia Weasley, tus abuelos fueron fundamentales para ello. La historia los valora mucho.
    —Sobre todo a la abuela, no obstante el abuelo no quiere reconocerlo.
    Ambos sonrieron.
    —Es cierto —agregó Albus Severus—. Cada vez que veo al tío Ron, me recuerda que sin él, Harry y Hermione no hubiesen podido hacer casi nada.
    —A propósito, quería pedirte un pequeño favor, tío. Quisiera que le des la carta a una hija de muggles, que por supuesto, no sabe nada del mundo mágico.
    —¿Es alguien especial?
    —No es eso, es que recién asumo como directora y esta es una tarea que casi nadie quiere hacer. Sería más fácil que otros me respondan afirmativamente y con ganas, si tú lo haces, aunque sea con una alumna.
    —Por supuesto que no voy a negarme. Es un placer poder ayudarte.
    —Siempre fuiste mi tío favorito —dijo felizmente la directora.
    —Te he traído un presente, para felicitarte por tu nuevo cargo.
    Albus Severus se revisó y puso cara de preocupación.
    —No hay problema —agregó.
    De pronto sacó su varita.
    —¿Qué haces?
    —Accio fénix —pronunció el hijo de Harry Potter.
    Enseguida se abrió la puerta y una jaula con un pequeño fénix llegó hasta las manos de Albus.
    —¡Es precioso, tío!
    Sophia Weasley abrazó a Albus en señal de agradecimiento.
    —Ahora Sophia, dame los datos de la alumna. Yo me encargaré.
    —Toma, aquí están —dijo la directora y le entregó un sobre.
    —Salúdame a tus padres, Sophi. Y nuevamente te felicito.
    Se quedaron hablando unos minutos más y Albus Severus Potter se marchó despidiéndose hasta pronto.
     
    Última edición por un moderador: 21 Mayo 2014
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Fantasía
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    1126
    El hombre misterioso

















    Lejos, muy lejos de la casa de Lucas, se hallaba Michelle. Una chica de cabello rubio enrulado y ojos marrones. Para ella no era un día normal. Iba a comenzar las clases, pero no en su escuela de siempre, no, iba a comenzar las clases en el colegio Hogwarts de magia y hechicería. Mientras se levantaba, se vestía y desayunaba, recordaba la mañana de la semana anterior, más específicamente, el día que le dijeron que era una bruja.
    Era una mañana cotidiana, salvo por un pequeño detalle: era su cumpleaños número once. Sus padres la habían despertado con un alegre “¡Feliz cumpleaños!”, un pastel de frutilla y un paquete color rosa. Michelle sopló las velitas, rosas, por supuesto, y pidió un deseo: que su vida tuviera un giro inesperado. Acto seguido abrió el paquete y lo que vio, fue el hermoso vestido celeste que tanto deseaba. Le dio un beso a cada uno de sus padres y luego fue a la cocina a abrir el resto de los regalos. Entre ellos había tres libros, dos pantalones, cuatro remeras y una cartera. Apenas terminó de abrir los regalos tocaron timbre. Johanna, la madre de Michelle, fue a abrir, pero lo que ella no sabía era que le estaba por abrir la puerta al deseo de su hija.
    —Buen día, ¿es esta la casa de los Mercier? —Preguntó un hombre de cabello castaño, bastante alborotado y de estatura mediana.
    —Sí —respondió Johanna— ¿lo puedo ayudar en algo?
    —¿Puedo pasar? —preguntó rápidamente el hombre.
    —Sí, sí. Adelante —respondió ella, un poco sorprendida.
    El hombre pasó a la sala de estar. Se sentó en el sillón que estaba en frente de la televisión, e hizo señas como diciendo que se sienten en los otros sillones.
    —Eh… Bueno, miren. Lo que les voy a decir es algo muy importante, por lo cual necesito que me presten mucha, mucha atención.
    Los tres Mercier asintieron con la cabeza.
    —Pero… ¿se puede saber quién es usted? —Preguntó, preocupado, Peter, el padre de Michelle.
    —Justo con eso iba a empezar. Mi nombre es Albus Severus Potter. Fui enviado por Sophia Weasley, la directora del colegio Hogwarts de magia y hechicería. Y estoy aquí para contarles que su hija tiene una vacante en dicha escuela. Con lo que quiero decir que su hija es una bruja.
    La familia abrió la boca, como sorprendida. No podían creer que a alguien se le ocurriera semejante mentira estúpida.
    —Sí, claro, una escuela de magia, como no. —Dijo Peter— ¿Y quién asiste allí? ¿Mickey Mouse?
    —Mire, no tengo tiempo para bromear —respondió Albus—. Soy un hombre muy ocupado, y no vendría hasta aquí para hacerles una broma pesada, y mucho menos a alguien que nunca vi en mi vida.
    —Y si nunca nos vio… —dijo, esta vez, Johanna— ¿Cómo es qué usted sabe esto que nos ha dicho sobre nuestra hija?
    —Y, ¿no es obvio? ¡Ay! A veces me olvido de que estoy tratando con Muggles.
    —¿Con qué? —pregunto Michelle, que, gracias a la sorpresa, no había hablado hasta ese momento.
    —Con muggles, ya saben, ustedes, gente que no tiene magia. Que no son ni magos ni brujas.
    Ya ninguno de los tres sabía que decir. No podían creer que existiera un adulto con tanta imaginación. Más que la de un niño de cinco años.
    —Bueno… entonces… ¿ya se iba? Nosotros también estamos ocupados, y no tenemos tiempo para ridiculeces.
    —Y yo mucho menos. Lo que les estoy diciendo es verdad. Cada vez que nace un niño o niña que posee magia, el Ministerio de la Magia lo registra. Y en su caso, el colegio Hogwarts decidió guardarle a Michelle una vacante, de la cual ustedes no sabrían hasta que ella tenga once años. Y, si no me equivoco, Michelle cumplió los once años hace unas ocho horas y media.
    Y era cierto. Peter miró el reloj y eran las ocho y media de la mañana.
    —Entonces… —dijo Johanna—. A ver si entendí. ¿Usted nos está diciendo que nuestra hija es una bruja, que tiene una vacante en un colegio de magia y que es verdad? ¡Escúchelo y díganos si no suena a una ridícula mentira!
    Y… considerando que soy un mago, y lo sé desde que nací…no. Es cierto. Y si quieren que lo pruebe, miren.
    El hombre sacó una varita de debajo de la capa, señaló una botella que estaba arriba de la mesa y exclamó:
    —¡Accio botella!
    La botella salió volando por los aires y aterrizó en las manos de Albus Severus.
    La familia quedó muy, pero muy sorprendida.
    —Ahora, quiero hablar con Michelle. Dijo con cierto tono de satisfacción.
    Miró directamente a los ojos de Michelle y preguntó.
    —¿Tú me crees?
    —Mmm… sssss…sí.
    —Pero hija… —insistieron sus padres.
    —Dije que estoy hablando con su hija, no con ustedes —reclamó el mago—. Bien, ahora, Michelle, ¿Te gustaría asistir a esta maravillosa escuela? Yo aprendí mucho allí.
    —¿Es una broma? —preguntó Michelle—. Claro que sí. Sería fantástico. Mami, papi, mírenlo ¿a ustedes les parece que este buen hombre nos está mintiendo?
    —Eh… No —dijeron a unísono, rendidos.
    —Pero, ¿Cuándo empieza? ¿Cuándo nos vendrá a visitar? ¿Dónde compraremos los materiales que necesite?...
    —Alto, alto. Esas son muchas preguntas. La escuela empieza la semana que viene. Pero este sábado la vendré a buscar yo mismo, para ir al Callejón Diagon a comprar los materiales que necesite.
    —¿A dónde? —preguntaron los tres a la vez.
    —Al Callejón Diagon, es como un… ¿Cómo es que le dicen los Muggles? ¿Supermercado? Sí, sí, eso. Es como un supermercado para nosotros. Solo que es una calle llena de tiendas. Ahí comprará su varita, libros y el resto de las cosas que necesite para el colegio. Y con respecto a lo de las visitas… Solo vendrá en las vacaciones de verano y podrá venir en navidad, solo si ella lo desea.
    —Bueno. Entonces… ¡Nos vemos! —dijo Michelle, parándose para saludar al mago.
    —Un segundo —expresó Peter rápidamente, dejando a Michelle ni parada ni sentada, y mirándolo sorprendida—. Nosotros lo esperaremos este sábado. Pero también los acompañaremos a ese Callejón como sea que se llame.
    —Diagon. —Lo corrigió Potter—. Pero no creo que eso sea posible. Allí solo pueden entrar los magos. Pero confíen en mí. Les prometo que su hija volverá sana y salva.
    —Está bien —cedió Johanna—. Nos vemos el sábado.
    —Hasta entonces —dijo Albus mientras se paraba. Y luego, se marchó desapareciendo.

    Michelle volvió a la realidad.
    —¡Michelle! ¡Michelle! Amor, ¿estás despierta? —gritó su madre desde la cocina—. Vamos que te tenemos que llevar a la escuela.
    —¡Me estoy vistiendo! ¡Ya voy!
    Y una hora y media después la familia Mercier estaba en el auto camino a la estación de King Cross, preguntándose dónde diablos quedaría el andén 9 ¾.
     
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    630
    El tren

















    —¿Estás segura de que es acá, amor? —Preguntó el padre de Bruno mientras estacionaba.
    —Sí, amor —respondió su mujer—. Todavía me acuerdo de cuando venía hasta aquí, acompañada por mis padres… siempre estacionábamos el auto en el mismo lugar… y de cuando arrancaba el tren y, sollozando, los veía alejarse, saludándome con la mano…
    —Sí, sí claro. Pero no es momento de ponerse melancólicos —se quejó Bruno, un niño de once años, bastante alto para su edad, de cabello castaño y ojos verdes—. Mamá, papá ¿Podemos bajarnos y buscar el andén 9 ¾? Creo que estamos llegando tarde.
    Así que los tres Callahan y Pheobe (la lechuza) se bajaron del auto. La madre de Bruno iba adelante, guiándolos; y Bruno y su padre atrás, tratando de no perderla de vista, cosa que era bastante difícil, debido a la gran cantidad de gente que había. Por suerte la multitud disminuyó al llegar a la pared que tenían que atravesar para llegar al andén 9 ¾. Bruno se despidió primero de su padre, ya que no podía pasar al andén.
    Junto a su madre atravesaron el muro, pero antes de subir al tren, Bruno la saludó y dijo:
    —¡Saluda a Ronnie de mi parte!
    Ronnie era su hermana de dieciséis años, que estaba muy celosa desde que se enteró que su hermano era un mago, como su madre, y que ella había nacido sin poderes, al igual que su padre.
    —¡Recibirá tus saludos! ¡Adiós! —dijo su madre.
    —¡Adiós! —respondió él.
    Se subió al tren y buscó una cabina vacía.

    En el andén 9 ¾, muchos padres magos acompañaban a sus hijos. No solo para despedirse de ellos, sino para observar con melancolía, el tren que les recordaba su etapa escolar.
    El color escarlata de la locomotora de vapor, emocionaba tanto a niños como a adultos.
    Eso mismo pensaban Alexandra Francis, con su cabello rubio y ondulado, y su padre John.
    —Me encantaría que tu madre pudiera ver esto, Alex. Yo siempre se lo detallo, pero claro, no es lo mismo. Es una lástima que los muggles no puedan entrar. A ella le hubiese gustado despedirse de ti.
    —¡Papá! —dijo alterada Alexandra—. Te aseguro que estoy entusiasmada por ser mi primer año en Hogwarts. Pero mamá está del otro lado del andén. Nada más. Y ya me has repetido lo mismo unas catorce veces. Y sabes lo que detesto la reiteración de las cosas.
    —Esta hija mía y su carácter. Sé que eres muy bondadosa, hija, pero tendrás que moderar tus ímpetus. Aunque por supuesto, admito que soy un poco reiterativo.
    La joven Francis hizo un gesto de “hay que tenerle paciencia”, pero enseguida cambió su cara por la del cariño enorme que sentía por su padre y le dio a este un abrazo sentido.
    —Adiós, papá. Vuelve a saludar a mamá de mi parte y dile que los extrañaré a ambos.
    John se emocionó y esbozó las últimas palabras, antes de que su hija aborde el hermoso tren.
    —Recuerda que no es importante que casa te toque. Aunque espero que no sea Slytherin —sonrió al pronunciar esas palabras—. Ah, recuerda hacer amigos, es muy probable que sean para toda la vida.
    Alexandra, era una excelente persona y muy inteligente, no obstante, esa misma brillantez, hacía que tuviera poca paciencia con los jóvenes de su edad, que muchas veces le parecían poco capaces. Sin embargo, la realidad, no era que los demás eran poco lúcidos, sino que Alexandra tenía una mente muy avanzada para sus cortos años.
    Alex miró a su padre resignada, pensando que no sería fácil hacerlos, pero claro, quería intentarlo y sinceramente sería muy feliz si lo consiguiera.
    Posteriormente subió al tren y se perdió de la vista de John Francis. Él y su esposa la extrañarán mucho y esperarán noticias de su hija.
     
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    Fantasía
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    35
     
    Palabras:
    1255
    El viaje

















    La joven había subido al tren que la llevaría al mundo de sus sueños. En su vida, había sido una chica normal, no obstante, siempre había sentido que tenía que haber algo más. Y estaba en lo cierto.
    Al caminar vio a dos chicos dentro de una cabina. Uno alto, delgado, rubio y con muchas pecas. El otro con varios kilogramos de más. Y escuchó por unos segundos la voz del niño más alto.
    — ¿Trajiste a tu sapo, Gabriel?
    —Sí. ¿Y tú, Mike? ¿Qué has traído?
    —Mis padres me compraron una lechuza.
    “Aquí hay un compartimiento. Pero ya hay dos chicos. Quizás esperen a alguien más y no quisiera hacer un papelón. Mejor entro a uno vacío. Es más fácil si luego llegan otros ocupantes. Ni siquiera conozco las costumbres del mundo mágico. Quizás sea mejor si todas son chicas. Al menos no estoy fuera de lugar con mi lechuza”.
    Michelle Mercier estaba dubitativa, aunque muy feliz. El hombre que la acompañó, le dijo que la vería una vez más, cuando el tren llegue a la escuela, ya que por esta única vez y a pedido de la nueva directora, que al parecer era su amiga, él recibiría a los nuevos estudiantes.
    Había lugar para cuatro personas, dos de cada lado, enfrentadas.
    Los asientos eran de una tonada verde oscura. También eran muy cómodos.
    A los poquísimos minutos de haber entrado y acomodado sus cosas. Michelle escuchó la puerta y vio que esta se abría.
    —Disculpa, ¿te molestaría qué viaje aquí?
    Un joven, que por supuesto no conocía, de pelo negro y ojos marrones, le preguntó con amabilidad.
    —Claro, por supuesto —respondió con alegría.
    —Gracias.
    Luego de acomodar sus pertenencias, él se presentó.
    —Me llamo Lucas, Lucas Lunagan.
    —Yo me llamo Michelle Mercier.
    —Es un gusto conocerte, Michelle.
    —Igualmente, Lucas.
    — ¿Tienes alguna casa como favorita? —consultó Lucas con curiosidad.
    —Pues la verdad, es que hasta hace una semana no sabía ni de la existencia de la magia. Quizás lo suponía, pero nada más. Por lo que escuché, me gustaría Gryffindor, pero no me quejaré por ninguna.
    — ¡Wow! Eso quiere decir que eres hija de muggles.
    La forma en que lo dijo no ofendió, sino que contrariamente, hizo sentir muy bien a Michelle.
    Justo en ese instante, volvió a escucharse la puerta.
    Un joven de pelo castaño y ojos verdes estaba ahí.
    — ¿Puedo viajar con ustedes?
    —Sí —respondieron al unísono—, claro.
    —Me llamo Bruno, Bruno Callahan.
    Los tres se presentaron. Pero antes de que terminen de hacerlo, volvieron a escuchar la puerta. Esta vez sonó aceleradamente.
    Al momento en que se abrió, observaron a una chica de cabello castaño muy claro y ojos verdes. Esta tenía cara de fastidio, causada aparentemente por dos muchachos algo más grandes, Los cuales estaban uno de cada lado de la joven.
    —Eres muy bonita —dijo el más alto con dientes algo salidos—. Deberías viajar con nosotros.
    —Quizás tendría que convertirles la cara en sapo —respondió Alexandra con seguridad y severidad—. Aunque pensándolo bien, no veo porque debería hacerles ese favor gratis.
    —Y la chica que está dentro —habló el más bajo, que tenía un aspecto hostil que producía rechazo, a pesar de que sus facciones no eran poco agraciadas y su cabello era castaño claro y lacio—, apoyando su mano en la puerta. —¿Por qué no vienes tú?
    —No, gracias —contestó ella.
    “Es muy parecida a la chica que apareció en mi sueño. De hecho estoy seguro de que es ella”.
    Pensaba Lucas y por eso estuvo al margen de la situación, por unos instantes.
    —Insístele, Colin —dijo el más alto.
    Pero cuando este iba a hablar, Bruno se anticipó.
    — ¿No escuchaste qué dijo “no”?
    — ¡Tú cállate! —Levantó la voz Colin—, niño.
    —No se va callar —se sumó Lucas—. Ni yo tampoco.
    Todo ese griterío en la puerta del compartimiento, atrajo las miradas de muchos niños, e hizo que llegaran dos prefectos.
    — ¡Qué bien! —Dijo uno de los prefectos—. Dos mayores de Slytherin, molestando en los vagones de primer año. La directora Weasley, va a estar muy feliz con ustedes.
    —Vámonos Colin.
    —Ustedes nos la van a pagar en la escuela —exclamaron mientras se iban—. Díganme sus nombres.
    —Mi apellido es Silisco —dijo Alexandra—. Y mi nombre es Elba.
    Los otros tres sonrieron.
    —Yo me llamo Oscar —agregó Bruno—, Oscar Diólogo.
    —Y yo, Susana Horia —se sumó Michelle, riendo.
    —Mi nombre es Alejandro Maña —finalizó Lucas—. Pero mis amigos me dicen Ale, Ale Maña.
    — ¿Por casualidad, tienen mala vista? —Les preguntó Alexandra de manera sarcástica—. ¿De verdad les parece que estamos asustados de dos caras como las de ustedes? Recuerden que si me pagan bien, se las cambiaré por una de sapo.
    Luego de pasado el tumulto, los cuatro pasaron al compartimiento, buscando relajarse y conversar.
    Se presentaron nuevamente, claro, con sus verdaderos nombres. Y la atención de todos se centró por un buen rato, en que Michelle era hija de Muggles y no conocía nada del mundo mágico.
    Entonces le contaron muchas cosas y le mostraron otras. Como por ejemplo, las golosinas mágicas que vendían en el carro del tren. Michelle estaba maravillada.
    —Me encantaría poder jugar a ese deporte que me dijeron.
    —Quidditch —se apresuró Bruno.
    Mientras tanto, Lucas se perdía cada tanto en su interior. No podía comprender como podía haber soñado con Alexandra, si ni siquiera la conocía.
    “¿Será cierto entonces lo otro qué soñé? ¿De qué manera puedo contarles eso, sin sonar loco? O peor… ¿Cómo explicarle a una chica que acabo de conocer, que tuve un sueño con ella?”
    — ¿Pasa algo Lucas? —Preguntó Alexandra Francis—. Te ves muy pensativo.
    —No, no… Gracias. Solo me distraje.
    Lucas prefirió dejar para más adelante, si cuadraba la situación, el hacer esos comentarios.
    —Y entonces Hermione Granger —contaba emocionado Bruno—, la abuela de la nueva directora, fue fundamental para vencer a Voldemort. Claro, también colaboró Ronald Weasley. Y no hay que olvidar a Luna Lovegood, ni por supuesto a Neville Longbottom. Pero ella es mi ídola de la historia —repetía Bruno, visiblemente admirador de Hermione Granger.
    —Supongo que en el mundo muggle —consultó Alexandra—, no has oído hablar de ella.
    —No, para nada. Entonces… ¿dicen que la abuela de la nueva directora de Hogwarts, fue la principal hacedora de que el mundo mágico se librara de ese tal Voldemort?
    —Pues sí —respondió Lucas—, eso creo. Sin contar, claro, a Harry Potter.
    — ¿Harry Potter?
    — ¿Tampoco has oído de él?
    —No —respondió Alex en lugar de Michelle—, Lucas. Yo vivo en el mundo muggle. Ya que como antes les conté, solo mi padre es mago. Tú, quizás no lo entiendas, ya que tienes a ambos padres. Pero por extraño que suene, los muggles, no han oído nada de Harry Potter, ni de Voldemort, ni de nada que tenga que ver con la magia.
    “Realmente me siento muy bien con estos chicos”.
    Pensaba Alexandra Francis.
    Los cuatro se sintieron muy a gusto entre sí. Y daba la sensación de que empezaba una larga y profunda amistad.
    —El hombre que vino a contarme que soy una bruja. Tiene ese apellido. Estoy segura.
    — ¿Cómo se llama? —Consultó Bruno.
    —Albus Potter.
    ¡¿Quééééé?! —Exclamaron al unísono—. El hijo de Harry Potter.
    —Pues me dijo que nos va recibir cuando lleguemos —realzó Michelle, feliz de poder comentar algo que sorprendiera a sus nuevos amigos magos.

    El viaje siguió. Los cuatro amigos se prometieron seguir siéndolo, a pesar de que les toquen diferentes casas.
    —Pónganse las túnicas. Hogwarts está a la vista.
    Se escuchó en los pasillos.
    La aventura más grandiosa, acababa de empezar.
     
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    Piscis
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    909
    Hogwarts






















    Cuando bajaron del tren, ya con sus túnicas puestas, lo primero que Michelle vio fue a Albus. Pasando entre la gente con un montón de “permisos” logró llegar hacia los brazos de Potter, que la recibieron con un cálido y fuerte abrazo.
    —¿Y? ¿Cómo estuvo el viaje? —dijo Albus Severus Potter.
    —¡Genial! —respondieron Michelle, Lucas y Bruno al unísono.
    —Bueno, ¡me alegro!... Michelle, después me presentas a tus nuevos amiguitos, ahora formen con el resto de sus compañeros—. ¡Los veré luego! ―dijo Albus y se fue.
    —¡No…puede…SER! —gritó Alexandra, que hablaba por primera vez, desde que se habían bajado del tren. —¡Es verdad! ¡Es Albus Severus Potter! ¡El hijo de Harry Potter! Y… y… ¡Y Ginny Weasley! Y… ¡sobrino de Ron Weasley! ¡Y de Hermione Granger!
    —Sí, sí… es todo eso, pero… ¿Puedes callarte que se están yendo sin nosotros? ―dijo Lucas, con tono de celos.
    Los cuatro siguieron al resto de los chicos de primer año, que iban guiados por Albus.
    ―¿Sabías qué, cuando fuimos al Callejón Diagon a comprar mi varita, mis libros, y todo lo que necesitaba para venir a Hogwarts, Albus me contó que cuando él y sus padres venían al colegio, el que guiaba a los de 1er año era un semigigante de casi 3 metros de altura? ―le comentó, asombrada, Michelle a Alexandra.
    ―¡Claro! ―gritó Lucas, quien, desde atrás, estaba escuchando la conversación de las dos niñas. —¡Rubeus Hagrid! ¡¿Cómo no conocerlo?!
    ―¡Lucas! ―dijo Michelle, que se estaba empezando a molestar por la situación de “niña que ambos padres son “Muggles”―. Recuerda que yo vengo de familia… “muggle”—. Bajó la cabeza, como si estuviera intentando no llorar.
    A Michelle le parecía muy raro tener que decir esa palabra, sobre todo cuando se trataba de su familia. Más allá de que ella sí era una bruja, se sentía ofendida al referirse a sus padres de esa forma.
    ―¡Descuida! ―le susurró Bruno a Lucas― ¡Ya se acostumbrará!
    ―¡A ver niños! ―gritó Albus, desde adelante― Necesito que se pongan en grupos de a cuatro, y, con cuidado, se suban a un bote. Con ellos llegarán hasta Hogwarts. Quiero contarles que llevar a los alumnos de 1er año hasta el colegio en botes, es una tradición que cumplimos desde hace muchos años… más de los que ustedes se puedan imaginar.
    Miró a Michelle y le guiñó un ojo. Todos los niños empezaron a buscar entre la multitud al niño o niña a quien Albus le guiñaba.
    ―¡¿Qué esperan?! ¡Vamos! ¡De a cuatro!
    Michelle, Lucas, Bruno y Alexandra se miraron, y no hizo falta decir nada para dar a entender que iban a viajar juntos.
    Luego de navegar unos diez minutos, se escuchó la voz de Albus, que iba en el primer bote.
    —¡Niños, ya estamos por llegar!
    Y era cierto, desde donde se encontraban se podía ver el enorme castillo, al que cada vez se acercaban más.
    Unos cinco minutos después, todos los niños bajaron de sus botes, y se volvieron a formar, uno detrás del otro.
    “¡No lo puedo creer! Hace una semana no sabía de la existencia del mundo mágico, y ahora… ¡Estoy en Hogwarts!”
    Pensaba Michelle.
    El castillo se divisaba orgulloso e imponente.
    Michelle, como todos los niños hijos de muggles, estaba tan asombrada como confundida. Aunque a decir verdad, los hijos de magos también lo estaban. Además, la mayoría de los ex alumnos, preferían no detallar todo con respecto a Hogwarts, para que sus hijos no perdieran la capacidad de asombro. Algo considerado muy valioso a esa edad.
    Esas cosas hicieron olvidar a los cuatro amigos, al menos por el momento, de la incipiente discusión entre la joven Mercier y Lucas Lunagan.
    Los botes pasaron por una cortina de hiedra, que desembocaba en una abertura amplia.
    Albus Severus Potter hizo silencio por un largo rato, mientras pensaba en lo maravilloso que era que algunas cosas no cambiaran.
    Él mismo destruyó su ensimismamiento cuando llegaron a un túnel oscuro que pasaba por debajo del castillo. Y creyó correcto decir algo, ya que se dio cuenta de que se había quedado demasiado abstraído de la realidad y no sabía por cuanto tiempo.
    —No se asusten niños —comentó el hijo de Harry—. Ya hemos llegado. Síganme por las escaleras de piedra. No se queden atrás.
    Los niños lo siguieron por un pequeño pasadizo de roca y enseguida por las escaleras.
    Alexandra, Michelle, Lucas y Bruno se mantuvieron juntos. Todos los demás también habían llegado.
    Michelle reconoció a dos de los alumnos que había visto antes de elegir el compartimiento en el tren. Gabriel, que había llevado un sapo y Mike, quien dijo que le habían comprado una lechuza.
    —Esperen aquí, niños —dijo Albus—. Ya vendrá un profesor a recibirlos. Espero que nunca olviden este primer día en la escuela más grandiosa del mundo. Sepan que son muy afortunados.
    Todos los niños lo saludaron con gran admiración.
    Albus se acercó a Michelle y le dijo algo breve al oído, que nadie más pudo escuchar. Y se marchó.
    —¿Qué te dijo? —preguntó Lucas entre intrigado y molesto.
    —Es un secreto —respondió la joven sonriendo.
    Lucas puso cara de enojo.
    —¡¿No nos vas a decir?! —exclamaron Bruno y Alex al unísono.
    —Sí, claro que sí. Pero luego. Es una sorpresa.
    Ambos se sintieron satisfechos e intrigados por la respuesta.
    Y Lucas cambió la cara de enojo por la de expectativa.
    Pero lo más importante, era que la vida de muchos jóvenes estaba dando un giro completo.
     
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    El sombrero






















    Una pequeña figura humanoide, con orejas como las de un murciélago y enormes ojos, apareció ante los jóvenes.
    —¿Es una enana? —preguntó Michelle en voz baja.
    —Es una elfa doméstica —respondió Alexandra con el mismo tono—. Aunque ahora no todos los elfos realizan tareas domésticas como hace tiempo. Ya te contaré la historia.
    Todos miraban expectantes a la elfa.
    —Síganme, niños —dijo la elfa—. Mi nombre es Winky.
    Mientras caminaban, la elfa les iba hablando con una voz calmada y tranquilizadora. No obstante, el efecto era difícil de conseguir.
    Alex y Michelle se miraron entre sí, con rostro que denotaba incertidumbre.
    Se escuchaban muchas voces a unos pocos metros, al final de un pasillo. Pero Winky los llevó hacia un cuarto vacío para darles algunas instrucciones a los nuevos alumnos.
    —En unos momentos —volvió a hablar la elfa—, se reunirán con el resto de los alumnos de esta maravillosa escuela. Pero antes deben pasar la prueba de las casas. Ellas son Hufflepuff, Gryffindor, Ravenclaw y Slytherin.
    Les explicó que cada casa sumaba puntos con sus triunfos y los restaba con las infracciones que pudieran cometer. Y la casa que más puntos obtenga, recibirá la copa de las casas. Lo cual es considerado algo fantástico.
    —Todas las casas tienen una importante historia —prosiguió Winky—. Enorgullézcanse de pertenecer a cualquiera de ellas. Y hónrenlas con su presencia.
    —Sí, sí —se escuchó una voz gruesa para un niño de esa edad—. Pero yo quiero estar en Slytherin.
    Algunos se animaban a decir en voz alta a qué casa querían ser asignados.
    —Yo quiero ir a Gryffindor —dijo Lucas a sus tres amigos—. Pero mis padres me dijeron que no me enoje si me tocaban Ravenclaw o Hufflepuff.
    A mí cualquiera me da igual —dijo Michelle—. Ojalá nos toque juntos.
    —Pues quisiera que nos toque juntos en Ravenclaw —agregó Bruno—, de ser posible.
    —Pues yo quiero ir a Gryffindor —afirmó Alexandra Francis—. Sin embargo, quisiera que sea con ustedes —añadió con una sonrisa.
    Los niños pasaron al gran salón, el cual estaba iluminado por miles de velas flotando en el aire; repleto con los alumnos de todos los demás cursos. Estaban separados en cuatro secciones, que representaban las cuatro casas de Hogwarts.
    —El subdirector Longbottom —dijo Winky con respeto, mirando a un hombre joven, con cara de bueno y de buena estatura que se acercaba a ellos— será el encargado de la selección.
    —Gracias profesora —contestó el subdirector.
    Detrás de ellos se encontraban en una mesa larga, varios profesores y, en el medio, la flamante directora de la escuela, Sophia Weasley. Ella daba la sensación de tener unos treinta y cinco a treinta y siete años y tenía una estatura media. Su piel era muy blanca, de rostro con facciones agradables y ojos marrones claros. Su cabello lacio y castaño claro, apenas pasaba de los hombros.
    —¡Longbottom! —exclamó Lucas a sus tres amigos. Seguro es el nieto de Neville Longbottom y Luna Lovegood.
    —¡Es cierto! —Agregó Alexandra—. Creo que se llama Neville al igual que su abuelo.
    —Por favor guarden silencio —pidió Neville con amabilidad.
    La profesora Winky acercó un taburete con un sombrero puntiagudo de mago. Realmente no daba un buen aspecto. Parecía sucio y estaba remendado.
    Todos lo observaban.
    De pronto se abrió una rasgadura cerca del borde y como una boca empezó a hablar.
    —Ya no canto —dijo con una voz suave y segura—. Desde los tiempos en que Harry Potter, junto a sus amigos y aliados, vencieron a Voldemort, a los mortífagos y fuerzas del mal colaboradoras.
    Los niños estaban estupefactos.
    —Las cuatro casas voy a describir y contentos y orgullosos deben ir.
    El silencio en los jóvenes se generó sin que nadie tuviera que pedirlo.
    —Si sois valiente y osado —continuó el sombrero—, entrar en Gryffindor no te resultará pesado. Si eres perseverante, justo y leal, Hufflepuff no te sentará nada mal. Si son razonadores, lógicos e inteligentes, en Ravenclaw encontrarán a su gente. Si eres astuto y odias la decadencia, entrar a Slytherin te dará excelencia. He terminado.
    Todos los alumnos y profesores aplaudieron el corto discurso.
    Longbottom abrió un pergamino y comenzó a llamar a los alumnos.
    —Rachel Bellemare.
    Una niña rubia de cabello largo y lacio que llamaba la atención.
    La joven se acercó.
    —Siéntate por favor —pidió Neville—. Y ponte el sombrero.
    Luego de unos pocos segundos el sombrero seleccionador gritó.
    ¡Ravenclaw!
    La sección de Ravenclaw festejó y Rachel fue a sentarse a esa gran mesa.
    —Mike Bird.
    Michelle recordó a ese niño algo relleno que había visto en el tren. Cuando le dio vergüenza entrar al compartimiento en el que estaba con otro compañero.
    ¡Hufflepuff!
    —Gabriel Boiti.
    Un niño alto, delgado, rubio y con muchas pecas, que viajaba con Bird y llevaba un sapo.
    ¡Hufflepuff!
    —Thomas Burdock.
    Obeso y de piel muy clara.
    —¡Slytherin!
    Cada vez que elegían una casa, el niño se dirigía a esa mesa en medio de los festejos de sus nuevos compañeros.
    —Bruno Callahan.
    —Suerte —dijeron Michelle, Alexandra y Lucas al unísono.
    Bruno se colocó el sombrero.
    —Tienes muchas cualidades —susurró el seleccionador—. Pero una inteligencia sin par. ¡Ravenclaw!
    “Me gustaría que estuviéramos todos juntos”. Pensaba Bruno. Mientras se iba feliz por la casa que le había tocado.
    —Joanne Collage. ¡Slytherin!
    Una joven de bellas facciones y hermoso cabello castaño fue hacia la mesa y se sentó al lado de un chico mayor.
    —Lucas. ¿Ese no es el molesto del tren? —preguntó Michelle.
    —Sí. Ahora que los veo, tienen un parecido. Deben ser hermanos.
    —Aunque ella es bonita y él definitivamente no —agregó Alexandra sonriendo.
    —Ángela Crambel.
    Una joven de buena estatura y tez morena.
    —¡Hufflepuff!
    —Michaela Crease.
    Una niña de piel trigueña y pelo castaño claro.
    —¡Gryffindor!
    Los niños seguían pasando.
    —Jacob Ferris.
    Pasó un niño con cara agresiva y pelirrojo. Era el niño que Michelle escuchó anteriormente querer ir solamente a Slytherin.
    Y recibió lo que deseaba.
    —Alexandra Francis.
    —Suerte Alex —le desearon Lucas y Michelle.
    —Interesante… —le dijo el seleccionador cuando esta se lo colocó, y de manera que solo ella podía escucharlo—. Podrías ser una grandiosa Ravenclaw, o ser una líder en Slytherin. Pero espero no equivocarme. ¡Gryffindor!
    —¡Sí! —gritó Alexandra—. Y se fue contenta mirando a sus dos amigos, y dirigiéndose hacia la mesa asignada.
    Lucas Lunagan fue el tercero de los cuatro amigos en ser llamado.
    —Suerte Lucas —lo animó Michelle.
    —Gracias, igualmente para ti.
    Lucas se sentó y se puso el sombrero.
    —Veo que tienes muchas cualidades. Pero necesitas aprender a conducirte a ti mismo. Aunque no lo creas hoy. Estoy seguro de la casa a la que te enviaré.
    —¡Hufflepuff!
    Lucas no lo podía creer.
    “¿Por qué me dijo eso?”
    El niño se fue dubitativo aunque aceptando de a poco la decisión del sombrero.
    —Michelle Mercier.
    La niña se sentó y se colocó el sombrero.
    —Hmm. Estás muy contenta de estar aquí, puedo ver. No sabes la casa ideal para ti. Pues yo sí. Sin duda. ¡Gryffindor!
    “La misma que Albus. En cuanto pueda iré a presentárselos a mis amigos”. Pensó Michelle.
    Se fue sonriendo para sentarse al lado de Alexandra quien sonreía aliviada de que al menos uno de sus amigos estuviera en la misma casa que ella.
    La selección terminó rápidamente con algunos alumnos más. Empezaron su nueva vida en Hogwarts.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Fantasía
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    936
    Quidditch






















    Hacia ya una semana que vivían en Hogwarts. Michelle se despertó por el ruido que hacían los alumnos de Gryffindor en la Sala Común. Se vistió, pero antes de bajar las escaleras que llevaban de la habitación de las chicas a la Sala Común, fue a despertar a Alexandra, que dormía como tronco.
    ―¡Alex!.. ¡Alex! ―primer intento: Fallado. ―¡Alexandra, despierta!
    —¿¡Qué pasa!?
    ―¡No sé! Vamos levántate y vístete que escucho murmullo abajo.
    ―¡No puede ser tan importante! Deben haber puesto el anuncio de las pruebas de Quidditch o algo asi…
    ―¡Quidditch! ¡Sí! ¡Me voy a anotar ya!
    ―¡No tan rápido, amiga! ―la frenó Alex― Somos de primer año, a partir de segundo te dejan unirte al equipo…
    ―Ah… ―dijo Michelle, un poco desilusionada.
    ―Lo que si tiene primer año son algunas clases de vuelo ―insistió Alexandra, tratando de levantarle el ánimo a su amiga. Y tuvo éxito.

    Después de que Alexandra se vistió, ambas bajaron a desayunar al Gran Salón, donde se encontraban todos los días con Lucas y Bruno.
    ―¡Hola! ―exclamó Bruno al verlas― ¿Ya se enteraron de la gran noticia?
    ―¿Cuál? ―preguntó Lucas que recién llegaba― ¡Ah! Y por cierto, ¡hola!
    ―¡Jajá! ¡Hola! ―dijo Michelle― ¡No! ¿Cuál gran noticia?
    ―¡De las pruebas de Quidditch! Son mañana… yo me anotaré, ¿ustedes?
    ―No, Bruno, se ve que tu tampoco sabes… ―interrumpió Alexandra― Los de primer año NO podemos jugar en el equipo.
    ―Ah…―Dijo Bruno esta vez.
    ―Pero lo que si tenemos son unas clases de vuelo ―repitió Alexandra, esta vez, para levantarle el ánimo a Bruno. ―Me sorprende que no lo sepas, ya que eres lo más parecido a Hermione Granger que conozco.
    Los cuatro amigos se rieron.
    Minutos después, todos los alumnos estaban en el Gran Salón, así que se tuvieron que ir a sentar cada uno a su mesa.
    La primera materia que tuvieron las chicas fue Pociones, la que al igual que en otras materias, compartían con Slytherin. A Michelle le encantaba esa asignatura, porque era muy parecida a “Química”, su preferida en el colegio muggle, pero no le gustaba tenerla en simultáneo con Slytherin. Para Alexandra era mucho peor, porque no le agradaba estar junto a Slytherin y tampoco Pociones.
    Bruno tuvo Encantamientos, que cursaban con Hufflepuff, así que, como cuando tenían Pociones, se sentaba con Lucas. Bruno amaba esa materia, le encantaba aprender los hechizos, saber para que le podían servir; todo. A Lucas también le gustaba, pero prefería “Defensa Contra las Artes Oscuras”. Según él, era la única que servía para el mundo que había fuera de ese colegio, y mantenía su opinión aunque sus tres amigos le dijeran que no era exclusiva.
    Tres horas después, ya era la hora del almuerzo, donde se volvieron a ver los cuatro juntos, por primera vez desde el desayuno, ya que mientras los niños disfrutaron de un recreo común y corriente, las niñas fueron a la biblioteca. Cada día se hacían más amigos, y más enemigos. El peor era Colin Collage. Cada vez que pasaba los molestaba con alguna broma o los golpeaba. Lucas se enojaba, y quería devolvérsela, pero Bruno lo retenía, y todo el tiempo repetía “la próxima vez le decimos a algún profesor”.
    Durante el almuerzo, Michelle y Bruno, no pararon de hablar de Quidditch.
    ―He leído que se juega con cuatro pelotas: una quaffle, dos bludgers y la snitch dorada. Cada equipo tiene siete jugadores: un guardián, dos golpeadores, tres cazadores y un buscador. Me imagino que sabes cuál es el objetivo, ¿no? ―preguntó Bruno.
    ―Sí ―respondió Michelle―, los cazadores tienen que introducir la quaffle a través de los aros del equipo contrario, los golpeadores son los encargados de repeler las bludgers y proteger a su equipo, y el buscador tiene que atrapar la snitch (que vale ciento cincuenta puntos) antes que el equipo rival. De esa forma, termina el juego. Gana quien más puntos tiene, independientemente de quien agarre la Snitch.
    ―¡Te estuviste informando! ―exclamó Bruno.
    ―Sí ―dijo Michelle, con un poco de vergüenza―. ¿Sabes si podemos por lo menos ir a ver las pruebas?
    ―¡Claro que sí! ―interrumpió Alex.
    ―¿Podemos hablar de otra cosa? ―pidió Lucas, ya cansado de la situación.
    ―¿Cómo qué, Lucas?
    ―¡No sé! ¡Como que hay un niño que nos molesta cada vez que nos ve!
    ―Lucas… no se lo tenias que decir, ahora se van a preocupar… es obvio, son chicas ―le susurró Bruno.
    ―¿Qué? ―preguntaron las dos niñas.
    ―Te lo dije…
    ―¡Sí! ―respondió Lucas― ese tal Colin Collage, el que molestaba a Alex en el tren…
    ―Ese niño… ¡Lo voy a matar! ―gritó Alexandra.
    En ese momento, todos los alumnos se empezaron a levantar, el almuerzo había terminado, y empezaban las materias de la tarde. Pero ninguno se quejó… ¡Tenían la primer clase de vuelo!
    Por suerte para Michelle y Bruno, Gryffindor y Ravenclaw la tenían en la primera hora.
    ―Ok, ahora, estoy nerviosa ―le susurró Michelle a Bruno.
    ―¡No lo estés, será genial! Ya verás… ―le expresó Bruno y sostuvo la mano de la joven.
    Primero, les enseñaron a tomar sus escobas. Éstas estaban en el suelo, y los alumnos tenían que poner la mano lo más bajo que puedan, sin agacharse, apuntando a ellas y gritar “¡Arriba!”. Solo el 40% de la clase lo había podido hacer en el primer intento, entre ellos, Bruno y Michelle. Del resto, algunos lo hicieron en el quinto o sexto intento, otros más tarde, y los demás terminaron en la enfermería.
    Luego les enseñaron a montarlas, y más tarde les mostraron todas las pelotas y los informaron acerca del rol de cada uno de los jugadores, cosas que tanto Bruno como Michelle, sabían.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    1541
    Competencia de magia






















    Luego de terminar la clase de vuelo con la profesora Soledad Grimm, la jefa de la casa de Ravenclaw, una mujer de unos cincuenta años de edad, con el pelo castaño oscuro, de tez blanca, de un carácter fuerte y que demostraba una gran capacidad y solvencia en sus conocimientos; Bruno, Alex y Michelle, se dirigieron a su siguiente clase. La que agradablemente también cursaban juntos. Defensa contra las artes oscuras.
    —¿Quién será el profesor de esta materia? —preguntó Bruno intrigado—. A lo que sus amigas respondieron con un gesto que denotaba la misma duda.
    —Si no están ocupados y tienen ganas —dijo Michelle mientras iban a clase—, luego de esta materia, podríamos ir a la cabaña del guardabosques. Ahí me dijo Albus Potter que me esperaría para saludarme y que le presente a mis amigos. Porque después tiene que marcharse.
    —¡Genial! —contestaron al unísono Alexandra Francis y el joven estudiante fanático de Hermione.
    El aula era como la de una escuela muggle. Con bancos para dos, el techo a unos tres metros de altura y las paredes pintadas de un color crema. Había una ventana de vidrio amplia que se abría hacia ambos lados y daba mucha luz al lugar.
    —Buenas tardes, alumnos. Soy el profesor Neville Longbottom.
    Se escucharon murmullos de aprobación entre los estudiantes.
    Luego de pedir silencio, el profesor continuó con la clase.
    —Muchos profesores prefieren empezar con la teoría. Sea lo que sea que piensen sobre eso, conmigo tendrán todo lo contrario. Para su suerte o desgracia.
    Los niños miraban con admiración y expectación a Neville. Y este prosiguió.
    —Hoy vamos a trabajar con un hechizo de desarme, que quizás muchos de ustedes conozcan —dijo en tono de consulta— por quién…
    —Por Harry Potter —respondieron la mayoría de los alumnos.
    —¿Es cierto qué Harry Potter les enseñó ese hechizo a su abuelo —preguntó entusiasmado un niño moreno que cursaba en Ravenclaw—, Neville Longbottom y a otros varios estudiantes, en épocas en que se había prohibido?
    —Sí, claro —respondió Neville con orgullo—. Sin embargo, no fue Harry quien inventó ese hechizo, solo que lo utilizó muy bien y fue parte de sus características. Él supo transmitir sus conocimientos con elocuencia y buena voluntad. Pero esas cosas pregúntenselas a la profesora Winky, en Historia de la magia.
    —Pues bien, expelliarmus es un hechizo de desarme. Voy a demostrárselos.
    —A ver, usted.
    El profesor señaló a Michelle Mercier.
    —Pase al frente.
    “Espero no hacer el ridículo”.
    Pensaba la niña mientras sentía el calor en sus mejillas.
    —¿Cuál es su nombre?
    —Michelle. Mercier... Michelle Mercier.
    —No se preocupe —expresó Longbottom sonriendo, notando el temor en la niña. No le va a pasar nada. Este es uno de los hechizos que se aprende sin mucho riesgo. Sostenga la varita como si me estuviera apuntando.
    —¿Así? —preguntó Michelle dubitativa, mientras apuntaba correctamente.
    —Sostenla sin temor. ¡Experlliarmus! —manifestó el docente fervorosamente y la varita de Michelle salió despedida por el aire, golpeando la cabeza de Michael White, el joven que había preguntado si Harry le había enseñado al abuelo del profesor, ese hechizo.
    ¡Wow! —exclamó Michelle con admiración—. Es fantástico…
    El profesor emitió otra sonrisa.
    —Ese es el espíritu que quiero ver. Espero nunca lo pierda, señorita. Gracias por su colaboración. Tome asiento.
    Mientras Michelle iba hacia su varita, el niño alcanzado por la misma la levantó del suelo, luego de comprobar que no tenía ninguna herida en su cabeza y se la alcanzó a la joven Mercier amablemente.
    —Ahora júntense de a cuatro —pidió Neville—. Antes que comiencen a practicar, les cuento que hace ya un par de años, se agregó una competencia de magia a la copa de las casas. Es por equipos de diez. El tema es que en primer año no pueden participar junto con los demás cursos. Sin embargo este año, gracias a la nueva directora, Sophia Weasley, los de primero participarán de un torneo solo para los del mismo año. Y eso será un buen entrenamiento para que cuando estén en segundo, puedan entrar sin tanta desventaja a la competencia.
    —Profesor —preguntó Bruno Callahan—. ¿Cómo son las competencias?
    —Ambas se desarrollan en la sala multipropósito. El campo de “juego”, es como un laberinto pero con algunos espacios amplios para poder confrontarse mejor en grupos. Está preparado para que no funcione ningún hechizo riesgoso. Es decir, funcionarían, pero automáticamente bajarían la intensidad para hacerlos inocuos. Está muy controlado y de hecho, nunca hemos tenido heridos de alta ni media gravedad.
    Los alumnos se interesaron y seguían las palabras atentamente.
    El profesor siguió con la explicación.
    —El torneo es después de navidad. Incluso el de primer año, que como les dije, se realiza por separado. Pero el mes que viene, ustedes tendrán un campeonato previo, con solo un hechizo de petrificación habilitado. Es el “petrificus”. Una versión preparada para funcionar solo en ese torneo. Pero para petrificar necesitarán entre dos y tres blancos plenos, dependiendo de cada hechizo y persona.
    —¿Cómo se elegirán los participantes de cada casa? —volvió a consultar Bruno.
    —La semana que viene cada jefe de casa elegirá a los diez participantes de primer año. En los cursos mayores, los propios alumnos seleccionan. Generalmente hay un capitán.
    La clase fue muy entretenida. Los tres jóvenes formaron grupo con Michael White.
    La práctica del expelliarmus terminó rápido.
    Michelle, Alexandra y Bruno, fueron a buscar a Lucas y cuando lo encontraron le comentaron lo de ir a la casa del guardabosques. Este aceptó con agrado y allí se dirigieron.
    La cabaña del guardabosques, era una pequeña casa de madera en el límite del bosque prohibido.
    —Golpea tú —sugirió Alexandra a Michelle—, Michu. Eres a la que invitaron.
    —Está bien.
    La niña golpeó sin mucho empeño y rápidamente se abrió la puerta. Ante su sorpresa, una enana salió a atenderlos. Aparentemente tenía unos cincuenta años de edad. Sus ojos eran grandes y negros. Su cabello largo, algo ondulado y colorado. La cara no era muy agraciada. Sin embargo poseía una mirada clara y sincera. Era bastante ancha de hombros y sus brazos eran bastante robustos, al igual que sus piernas. Medía alrededor de un metro de estatura.
    —¿Qué necesitan? —consultó la enana ante la mirada sorprendida de los cuatro niños.
    —Disculpe —dijo Michelle—, me llamo Michelle Mercier y el señor Albus Severus Potter me dijo que viniéramos aquí para verlo.
    —¡Ahh, haberlo dicho antes, niña! —Respondió la enana—. Albus, están aquí.
    Desde adentro salió la figura del hijo de Harry Potter y la sonrisa se generó instantáneamente en la cara de los niños.
    —¡Hola Michelle! —Dijo Albus con ternura—. Imagino que estos son tus amigos.
    —¡Sí!
    —Como veo que esto va lento —se apresuró la enana con su potente, aunque femenina voz—, me presentaré yo primera. Me llamo Kana.
    —Mucho gusto —respondieron los jóvenes a la vez.
    —Kana es una gran amiga —agregó Albus Severus sonriéndole—. Ella enseña Cuidado de criaturas mágicas.
    —Yo me llamo Alexandra Francis.
    —Bruno Callahan.
    —Lucas Lunagan.
    —Es un placer conocer a los amigos de Michelle —dijo Albus con total humildad.
    —Pues si son amigos de Albus —agregó Kana—. Son amigos míos.
    —¿Qué tal los trata mi querida escuela? —les preguntó el tío de la directora.
    —Muy bien. ¡Me encanta! —confesó Michelle.
    Hablaron por unos minutos más y luego Albus se despidió, recomendándoles que ya era hora de volver a la escuela.
    —Adiós Michelle, nos veremos. Adiós Alexandra, Lucas, Bruno.
    Los jóvenes se despidieron muy contentos y volvieron a la sala común.

    Una semana pasó y aparecieron las listas de los alumnos de primer año, que representarían a cada casa en la competencia de magia.
    Alexandra y Michelle fueron a ver la lista rápidamente, la cual estaba en la sala de Gryffindor.
    —¡No lo puedo creer! Entramos las dos. ¡Y tú eres la capitana! Te felicito Alex.
    Las jóvenes se abrazaron con alegría.
    —Yo tampoco me lo creo —contestó la joven de cabello marrón y ojos verdes—. Mi padre va a estar muy feliz. Vamos a buscar a los chicos para ver cómo les fue.
    Fueron hacia el gran salón.
    En ese momento llegaba Bruno.
    —¿Cómo les fue?
    —Entramos las dos. Contestó Alexandra.
    —Y Alex es la capitana de primer año de Gryffindor.
    —¡Wow! Felicitaciones a ambas por entrar y a ti por la capitanía.
    —Gracias —contestaron al unísono—. ¿Y a ti qué tal te fue?
    —Entré en el equipo de primer año de Ravenclaw —manifestó con alegría.
    —¡Y te aguantaste de decirlo hasta que terminamos! —dijo la joven Francis mientras Michelle asentía—. Eres un gran amigo.
    —Gracias. Respondió sonrojándose.
    En ese instante llegó Lucas.
    —¿Cómo les fue? —preguntó aceleradamente.
    Le respondieron lo que había sucedido y el joven se alegró.
    —¡Pues yo también entré!
    Los tres lo felicitaron.
    —Tengo que admitir —agregó Lucas—, que nunca pensé que una hija de muggles podría entrar tan rápido al equipo.
    Michelle cambió su cara por una de tristeza.
    —¡Lucas! —exclamaron Alexandra y Bruno al mismo tiempo.
    —No lo digo como una ofensa —se disculpó Lucas. Al contrario, me parece admirable.
    El rostro de Michelle Mercier cambió de una tristeza completa a uno de duda.
    “No puedo deprimirme por estas cosas. Estoy viviendo algo maravilloso y tengo que aprovecharlo”.
    Fue lo último que pensó Michelle antes de despedirse y que todos vayan a descansar.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    689
    Historia de la magia






















    —Bienvenidos a Historia de la Magia —saludó afectuosamente la profesora Winky.
    Al ser la primera clase, la compartían todos los alumnos de primer año.
    El aula estaba abarrotada.
    —Sé que es un poco incómodo, pero solo será por hoy —agregó la profesora—. Y será solo una clase de repaso general por la historia, de los grandes magos y brujas que más adelante, estudiaremos con mayor detalle.
    Alexandra, Michelle, Bruno y Lucas se juntaron para escuchar a la profesora. A pesar de pertenecer a diferentes casas, ellos eran muy amigos, cosa que por lo menos, llamaba la atención de otros alumnos.
    La profesora hizo un repaso histórico de grandes magos antiguos y la atención se hizo mayor cuando llegó al momento de la creación de Hogwarts.
    —Se conoce que los magos fueron temidos e incomprendidos a través de la historia. Pero un evento fue crucial para terminar con eso.
    Todos se miraron y algunos sabían la respuesta, pero hicieron silencio respetuoso.
    Winky continuó.
    —Se cree que fue en el año 992, que los cuatro magos más importantes de la época, se decidieron a fundar un colegio de magia, que diera refugio a los magos perseguidos y que pudieran transmitir sus conocimientos a las personas con el potencial necesario.
    —Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin.
    Efectivamente eran los nombres de las cuatro casas de Hogwarts.
    —Los tres primeros querían que se les enseñe a todas las personas con potencial mágico. Y Salazar Slytherin, no quería a hijos de muggles. Esto los llevó a una ruptura posterior, pero los cuatro fueron importantes para la historia. Y los estudiaremos en detalle a lo largo de su estadía en la escuela.
    La profesora siguió avanzando cronológicamente. Pasó por Albus Dumbledore (para muchos el mago más poderoso de la historia), Grindelwald, McGonagall, Tom Riddle (conocido como Voldemort, quien para otros tantos fue el más poderoso, a pesar de su derrota con Harry) y llegó la historia hasta Harry Potter, Hermione Granger, Ronald Weasley, Luna Lovegood, Neville Longbottom y Giny Weasley.
    —Aquí también se hará un estudio exhaustivo —dijo Winky.
    Los cuatro amigos se miraban entusiasmados, al igual que la mayoría de los alumnos.
    —Hasta aquí llega la enseñanza de hoy —dijo Winky—. Estos últimos quince minutos, quiero que de a uno y levantando la mano, digan cuáles son sus tres personajes favoritos. Pueden, si lo desean, nombrar a alguien que a mí se me haya pasado. Como deseen.
    Muchos alumnos levantaron la mano.
    —A ver usted —dijo la profesora sonriendo mientras señalaba a Bruno Callahan—, que se lo ve muy entusiasmado.
    —Hermione Granger, Harry Potter y… —Bruno, con cara de felicidad, hizo una pausa— Albus Dumbledore.
    —Con quien dudó —preguntó Winky.
    —Dudé con Dumbledore y Ron Weasley.
    —Ese era un torpe —dijo alguien de la zona de Slytherin.
    —Claro que no —se escuchó del lado de Gryffindor.
    —Dígame señorita… —señaló la profesora a la niña prodigio.
    —Joanne Collage —respondió la niña.
    —¿Cuáles son para usted?
    —Hermione Granger, Harry Potter y Voldemort.
    —Interesante, extraña y confusa elección —declaró la profesora—. Quizás aún no tenga claras sus ideas.
    —Sí las tengo, profesora. Pero admiro o no a las personas no por sus ideas, si no por lo que hacen para defenderlas.
    Los cuatro amigos observaron a la niña prodigio de Slytherin entrecruzando miradas.
    Muchos más opinaron.
    La gran mayoría nombraba a Harry Potter. Casi todos a Hermione Granger, un poco menos a Ronald Wesley y los demás se dividían. Algunos Ravenclaw agregaban a Luna Lovegood y algunos Slytherin a Voldemort. Incluso alguno agregó a Bellatrix Lestrange. Tampoco faltaron los Gryffindor que nombraran a Hagrid, los gemelos Weasley y “ojoloco” Moody.
    Había críticas y aprobaciones cada vez que algún personaje era nombrado.
    —El último es… usted —dijo Winky mientras señalaba a Lucas.
    —Harry Potter, Sirius Black y Severus Snape.
    —Muy interesante y particular elección —respondió la profesora.
    Las opciones de Lucas no trajeron críticas, pero sí llamaron la atención de todos.
    —Fue muy original, aunque creo que no podría discutir a ninguno —le dijo Alexandra.
    Los cuatro amigos se miraron felices y salieron de la clase de Historia de la Magia.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    35
     
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    Competencia de magia 2






















    Y llegó el día del torneo inicial para los alumnos de primer año. La directora Sophia Weasley, comenzó un breve discurso con su firme y melodiosa voz. Los alumnos y los profesores jefes de casas estaban presentes y escuchaban atentamente en la puerta de la sala multipropósito.
    —Voy a darles una serie de reglas. Tengan en cuenta que esta es una primera prueba para que lleguen a la competencia semestral con algo de experiencia. Así que traten de hacer lo mejor posible, pero no se vuelvan locos si algo no les sale como quieren.
    Incluso Peeves el poltergeist se había acercado a curiosear, pero al ver la presencia de la directora no se atrevió a jugar ninguna broma.
    —Los puntajes serán iguales que en los demás torneos. Y les paso a detallar.
    Junto con los alumnos de Slytherin estaba el profesor Raymond Harris, que enseñaba Pociones, un hombre calvo de unos cuarenta y cinco años de edad, que había adquirido fama de gran mago. Tenía una mirada dura con sus ojos grandes y negros.
    Con Hufflepuff se encontraba la profesora de Transfiguración, Daiana Light, de corto cabello negro y tez blanca. Rondaba los sesenta años de edad y poseía una mirada tierna en sus ojos marrones.
    Además estaban con Gryffindor y Ravenclaw, Longbottom y Soledad Grimm respectivamente.
    —Cuando un equipo tenga todos sus jugadores inmovilizados, perderá el encuentro. El ganador sumará diez puntos por el triunfo y dos puntos más por cada jugador que quede habilitado. El perdedor quedará en cero por la derrota y restará un punto por cada jugador “sobreviviente” del rival.
    La directora continuó.
    —Sin más preámbulos, que comience el juego. Slytherin contra Ravenclaw.
    Bruno saludó disimuladamente a sus dos amigas de Gryffindor antes de ingresar a la sala multipropósito y a Lucas que estaba con Hufflepuff. Los tres le hicieron señales de buena suerte.
    La sala en ese momento parecía un laberinto como el de Hogwarts, pero con techo alto y espacios amplios para ayudar a la confrontación grupal.
    Los dos equipos ingresaron.
    La profesora Grimm les señaló a sus alumnos una puerta frente a la de ingreso que los llevaría al otro lado del laberinto, para poder comenzar. Luego de usarla, esa puerta desapareció. Y así sucedería antes de cada encuentro.
    Dentro de la sala, había un tablero que decía los nombres de los equipos y la cantidad (en ese momento diez) de jugadores activos.
    Las tribunas se accedían desde adentro, pero tuvieron que ir por un pasillo lateral para poder subir. Se veía todo el campo de competencia desde arriba, no obstante, había una muralla invisible que separaba las tribunas del terreno de lucha.
    —¿Para qué es esto Alex? —Preguntó Michelle.
    —Creo que es lo que evita mágicamente que se puedan hacer hechizos no deseados dentro de la competencia. Además, nosotros desde afuera podremos ver y escuchar lo que sucede adentro, pero no al revés. Es para evitar que nadie de la tribuna pueda ayudar a alguien de adentro. Por ejemplo si hay alguno de tu casa que está por caer en una trampa, desde aquí se podría ver y quizás podrías ayudarlo mediante gritos o señales.
    La batalla empezó.
    —Tenemos que organizarnos, pidió Bruno.
    —Claro —dijo el capitán de Ravenclaw—. Vamos a esperarlos y a ir de contraataque.
    Pero mientras hablaban, algunos integrantes del equipo de los cerebros, comenzaron a avanzar.
    Rápidamente y liderados por su capitana, Joanne Collage, Slytherin dejó fuera de combate a cuatro miembros rivales.
    Bruno la observó atentamente.
    Sintió rabia y admiración. Pero no había tiempo para eso. Había que responder.
    —Petrificus —gritó junto con el capitán— y detuvieron a dos de los Slytherin.
    Sin embargo Joanne junto con otros dos miembros, eliminaron a otros tres compañeros de Bruno en ese lapso.
    Michael White pudo petrificar a un enemigo y luego cayó ante la varita de la capitana de Slytherin.
    En ese instante, aparecieron dos socios de la joven Collage, de cada lado de Bruno y el capitán de Ravenclaw.
    Bruno Callahan llegó a desactivar a otro. Pero Joanne y sus compañeros fueron demasiado. Seis fueron los sobrevivientes de Slytherin en ese primer encuentro del torneo.
    —No estuvo mal Bruno —le comentó Alex a Michelle.
    —Y Michael White al menos sacó a uno —agregó Mercier.
    —Vamos por Lucas y Hufflepuff —dijeron ambas amigas al unísono.
    “Tengo muchas ganas de participar. Al fin llegó el momento”.
    Pensaba Lucas Lunagan.
    Dieciséis puntos tenía Slytherin y menos seis Ravenclaw.
    El combate siguiente comenzó de inmediato, apenas desalojaron los anteriores competidores.
    Este se desarrolló de manera diferente al anterior encuentro.
    Ambos bandos comenzaron lanzando Petrificus desde su sector. Y generalmente daban en los lados del laberinto que usaban los jugadores para cubrirse.
    —¿Qué hacemos Alex? —Preguntó Michelle.
    Hubo un momento de desconcierto en el equipo, pero ella, viendo lo que estaba por pasar, lo resolvió con un grito.
    —¡Nadie avance hasta que le diga!
    Todos las escucharon y mantuvieron posiciones.
    —Michu, lleva a esos cuatro hasta la mitad. Que es el campo donde se va a entablar la batalla. Si llegamos bien hasta ahí, vamos a tener una leve ventaja.
    Mientras Michelle avanzaba disparando con otros compañeros, Alexandra los cubría con el resto desde atrás.
    El capitán de Hufflepuff estaba confundido.
    —Capitán —pidió Lucas—. Tenemos que avanzar también y jugarnos a luchar en el medio con ellos. Si no, va a ser casi imposible luego. Pero las órdenes no eran claras y los Gryffindor eran mucho más hábiles.
    Una vez que llegó el grupo de Michelle, este cubrió al de la capitana Francis hasta que llegó al sector medio. Desde ahí dominaron más aún a los Hufflepuff.
    En pocos minutos, Alexandra había sacado a dos y Michelle a uno. Mientras entre los demás habían dominado a cuatro más.
    Lucas petrificó a dos Gryffindor.
    Quedaban ocho contra tres.
    Alex a la distancia acertó dos veces en el capitán contendiente y lo dejó fuera.
    Lucas volvió a quitar a un Gryffindor que intentó un ataque sorpresa por el costado izquierdo y que casi lo sorprende.
    —¡Vamos a atacar! —Gritó Lucas a su único compañero activo—. Estoy harto de estar encerrado.
    Los hechizos de Alex, Michelle y el resto de los Gryffindor no dejaban asomar a los Hufflepuff.
    En la tribuna, Joanne Collage pensó que esas chicas eran buenas. Sobre todo la capitana. Y también parecía hábil ese Hufflepuff. Pero se preguntaba si era posible que estuviera en esa casa.
    —Michu —dijo Alexandra—. Voy a avanzar con ellos tres y tú por el otro lado definirás la pelea—. Lucas es bueno, pero no importa si me dan, podemos ganar así.
    Alex fue con tres compañeros al ataque y derribó al coequiper de Lucas. Pero este salió veloz como un rayo y dio en el blanco varias veces sobre dos de los guerreros de Alex. Ella acertó en el torso de Lucas y este perdió algo de movilidad, pero seguía en pie. Entonces Michelle y los dos miembros restantes lo atacaron por el otro flanco, e hicieron blanco en él. No sin antes caer un Gryffindor más.
    Cuatro sobrevivientes de Gryffindor.
    Hubo aplausos en las tribunas por el hermoso espectáculo de habilidad, brindado por los “descendientes” de Godric, especialmente de Alex y también una buena ayuda de Michelle; y Lucas en el lado de Hufflepuff.
    Hubo una pausa de una media hora para descansar.
    —Excelente trabajo —felicitó Neville a sus alumnos.
    No hubo mucho tiempo para descansar o planificar.
    En la segunda ronda, entraron Gryffindor y Ravenclaw.
    A pesar de que Bruno intentó armar una estrategia por todos los medios, el capitán no supo manejar un equipo que no era tan hábil individualmente como Alex, Michelle y sus compañeros.
    Solo Michael White y Bruno eliminaron a uno y dos respectivamente de los Gryffindor. En tanto Michelle Petrificó a dos y Alex a tres, entre ellos a su amigo, Callahan.
    A la salida se saludaron a la distancia. Ya que no podían juntarse hasta terminar el torneo.
    —¿Son tus amigas, Callahan? —preguntó un compañero de Ravenclaw.
    A lo que Bruno contestó afirmativamente.
    Posteriormente ingresaron Slytherin y Hufflepuff.
    —Pan comido, dijo una de las niñas del equipo de la serpiente—. Ninguno vale ni la pena.
    —Primero no hay que confiarse —contradijo severamente la capitana Collage—. Quiero ganar de la forma más amplia posible. Y además hay uno que es bueno. ¿No observaste el combate que tuvieron con los Gryffindor?
    —Eso es porque los Gryffindor se confiaron. O quizás no son gran cosa tampoco.
    Esa actitud enojó mucho a Joanne.
    —¡Basta! —con esa actitud, solo vas a quedar fuera del equipo para el próximo semestre. Y eso va para todos los que piensen como ella—. Gritó mirando a la cara a sus compañeros.
    Nadie se atrevió a contradecirla. Sabían de sus habilidades y también querían ganar.
    La lucha con Hufflepuff fue como ella preveía. Los rivales caían fácilmente, excepto por Lucas que había derrotado a tres Slytherin.
    Joanne era tremendamente hábil y manejaba los hilos del equipo. Ella misma venció a tres, quedando solo Lucas contra siete Slytherin que lo estaban rodeando.
    “No aguanto más”. Y salió gritando y disparando Petrificus con su varita.
    Joanne lo observaba desde la distancia y veía como sus compañeros le disparaban al Hufflepuff sin poder acertarle. Este eliminó a dos, luego a otro y fue alcanzado por un hechizo que lo frenó un momento.
    Antes que pudieran terminarlo, el joven valeroso, volvió a acertar contra otro Slytherin. Incluso un hechizo pasó cerca de la capitana, lo que hizo que esta despertara de su ensimismamiento y diera dos veces en el cuerpo del agotado Lucas.
    Nuevamente hubo aplausos en las tribunas.
    Por el tercer y cuarto lugar, entraron Hufflepuff y Ravenclaw.
    Ambos equipos estaban desorganizados. Bruno intentaba armar algo, pero al no estar como capitán y no ser muy hábiles individualmente, se le hacía difícil de dirigir ese equipo. Solo Michael White lo acompañaba en las propuestas.
    En tanto Hufflepuff era algo similar, pero al menos reconocían a Lucas como un líder, más allá de no ser capitán.
    El encuentro fue cerrado y Hufflepuff venció con dos sobrevivientes. Entre ellos Lucas, que derrotó al final a Bruno y a Michael White con mucha destreza.
    Luego la directora, anunció el comienzo de la batalla final.
    Gryffindor y Slytherin ingresaron al recinto.
    Como era de esperarse, la batalla fue muy pareja. Se disparaban hechizos a la distancia y Gryffindor, como solía hacer, se dividió en dos grupos, comandados por la capitana Alexandra Francis y por Michelle.
    Gryffindor comenzó a sacar una leve ventaja. Aunque no podía ampliarla demasiado.
    Alex petrificó a dos Slytherin y Michelle a otro. Mientras La niña prodigio (como estaban empezando a llamar a Joanne Collage), había eliminado a dos rivales. Pero otros dos miembros del equipo de la serpiente habían caído a manos de compañeros de Alexandra.
    La batalla seguía planteada en medio del laberinto y ninguno retrocedía. Se mantenía siempre Gryffindor con dos o tres jugadores activos por encima.
    Y al final, solo quedó Joanne contra Alex, Michelle y dos más.
    Ambas amigas se miraron y se entendieron perfectamente. Se dividieron nuevamente en dos grupos y atacaron desde ambos flancos. La niña prodigio lo sabía y las atacó con una velocidad espasmódica. Dando en el blanco y eliminando a los otros dos compañeros de Gryffindor y tocando a Michelle en el brazo. Pero también fue alcanzada por dos hechizos que la dejaron casi fuera de combate y con la varita caída. Michelle Mercier y Alexandra Francis se miraron y terminaron de petrificar a una dura rival.
    Luego llegó el tiempo de las felicitaciones, saludos, reconocimientos y abrazos.
    Y así, se dio por terminada la primera prueba de la competencia de magia. Ya vendrían competencias más complejas y en la que las diferentes casas, se prepararían mejor.

    Unas horas después, las chicas se juntaron con Bruno y Lucas. Los que las felicitaron también.
    —Los quiero invitar a tomar algo —dijo Bruno—. Un té súper genial.
    —¿Qué té?
    —Un té remoto —respondió el joven.
    Todos rieron.
    Sí —respondió Lucas—, claro. Un no té creo… Jejeje.
    —Es cierto. Sacó un termo mágico, que puede mantener caliente las cosas muchísimo tiempo y les sirvió a sus tres amigos.
    Ellos miraron con extrañeza. Pero bebieron.
    —Me tiembla todo el cuerpo.
    Era cierto. El té remoto, una bebida nueva que la madre de Bruno había conseguido en Hogsmeade, hacía temblar el cuerpo unos segundos y era muy sabroso.
    —¡Es genial! —coincidieron todos y rieron por un rato más.
    Fue la despedida de una jornada fuera de lo común, incluso para Hogwarts y el grupo de inadaptados.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
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    588
    Navidad






















    Los exámenes previos a la navidad, no fueron de mucha dificultad para los cuatro amigos. Lo importante era, ahora, que tendrían tres semanas para ir con sus familias.
    Michelle llegó al gran salón, en donde no había llegado ninguno de sus tres mejores amigos. Y decidió esperarlos ahí. Después de todo, los cuatro habían decidido visitar a sus respectivas familias para navidad. Además de concordar en juntarse un día como niños normales, fuera de lo que es Hogwarts.
    Mientras esperaba en el gran salón, tres niños y una niña de Slytherin se acercaron a la joven.
    —Miren —dijo la niña en tono sarcástico—, es la gran ganadora del concurso de magia. Basura de sangre sucia.

    Lucas apareció del otro lado del salón y observó la situación.
    “¿Debo intervenir?”

    Michelle quedó anonadada por la agresividad de la joven y tardó en responder.
    —Miren —agregó uno de los jóvenes—. No se ve tan fuerte ahora que no está con su amiga. Supongo que una ridícula muggle no podría haber ganado por su cuenta.
    —¡Basta imbéciles! —gritó Michelle con efusividad.
    Los cuatro rodearon a la joven Mercier.
    Uno de los niños le enrolló su varita en el pelo y ella se soltó con fuerza.
    “No debo llorar”.
    Se repetía en su mente.
    Otro la acosaba con la varita en la cara y Michelle sacó la suya, pero los cuatro la apuntaban.
    —Vamos —manifestó con tono de desprecio otro de los niños—, roñosa muggle.
    —Defiéndete —volvió a hablar la niña de Slytherin—, a ver si sirves para algo más que para peinarte ese pelo asqueroso. Y le tomó el cabello con dureza.
    Michelle gritó y trató de zafarse.
    —¡Expelliarmus!
    La varita de uno de los niños voló por el aire.
    —Tú eres de sangre limpia —exclamó el niño al que le habían volado la varita de las manos—. ¿Por qué defiendes a esta …?
    —Petrificus totalus —manifestó Lucas antes de que el joven termine su insulto, dejándolo petrificado. —Lávate la boca antes de insultar—.
    A todo esto, Michelle aprovechó la distracción de los dos varones de Slytherin y se soltó con fuerza de la niña.
    —Expelliarmus —dijo Michelle—. Y la varita de la joven Slytherin salió despedida.
    Los otros dos se quedaron perplejos.
    —Ya nos la van a pagar —dijo uno de ellos sin mucha convicción.
    —Uhhh —respondió Lucas de manera irónica y sonriendo—. Y supongo que debemos de estar asustados, de cuatro cobardes que necesitan ese número para molestar a una sola persona.
    Los Slytherin tomaron a su compañero petrificado y huyeron del lugar.
    —¿Estás bien? —consultó Lucas a Michelle.
    —Sí, gracias.
    —Ven —dijo Lucas con aprecio en su voz—, te invito un té, que te hará sentir mejor.
    Michelle tenía los ojos un poco llorosos, pero manifestando cierta alegría.
    —Creo que el té te lo voy a ofrecer yo.
    Lucas miró extrañado.
    —Un té “agradezco” —manifestó la joven y ambos se abrazaron por unos segundos.
    Esto parecía poner fin por siempre al tema “muggles” que los había tenido ocupados algunas veces.

    Diez minutos después llegaron Bruno y Alexandra y se enteraron de lo sucedido.
    Pero ya era pasado. Partían hacia sus hogares y todos estaban muy contentos.

    Luego de subir al hermoso tren, consiguieron un compartimiento para los cuatro. Y conversaron hasta más no poder.
    Todos coincidían en que los compañeros de sus respectivas casas, no entendían como eran tan amigos siendo de diferentes equipos.
    —Creo que somos un grupo de inadaptados en Hogwarts —comentó Bruno.
    —Me gusta como suena eso —agregó Alexandra.
    Todos rieron. Pronto estarían en casa.
     
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    Navidad 2






















    Llegando a King Cross, se tomaron unos minutos para arreglar el encuentro planeado en la ciudad.
    —Entonces quedamos así —comentó Bruno—. El 27 de diciembre nos vemos en la casa de Alex.
    Todos asintieron.
    —Yo voy directamente —dijo Lucas—, ese día voy a estar con mis padres por la zona, así que les pediré que me alcancen.
    —Veré si mis padres me llevan —manifestó Michelle—. Espero que no tengan otras cosas para hacer.
    —No te preocupes —pidió Bruno—. No estoy tan lejos de tu casa—. Si no te molesta, puedo pasar a buscarte e ir juntos a la casa de Alex.
    —¡Molestarme! ¡Es genial! Así podré ir, seguro.
    Los cuatro jóvenes se despidieron con cariño y fueron al encuentro de sus familias, apenas bajaron del tren.
    La estación estaba como la recordaban, pero parecía muy en el pasado. Mucho más de lo que imaginaban.

    Como cada casa es un mundo, los niños tuvieron su bienvenida particular con sus familias.

    Bruno fue recibido por su madre, la cual estaba orgullosa de que su hijo sea un Ravenclaw. Su padre, fue debidamente informado de lo que cada casa significaba y por ende, también se alegró de la inteligencia que se le reconocía a su hijo al seleccionarlo en Ravenclaw.
    Pero no todo puede ser perfecto.
    —Así que entraste a la casa de los cerebritos —dijo con tono algo despectivo Ronnie, la hermana de Bruno.
    Él entendía lo que ella debía de sentir, por lo que no hizo caso del tono de la misma y solo se limitó a abrazar a su hermana mayor.
    Ella reblandeció aunque sea un poco el rostro y retribuyó el abrazo.
    Michelle tuvo que salir sola de la estación, ya que ambos padres eran muggles. Pero los dos la esperaban con una enorme sonrisa del otro lado.
    La joven de cabello rubio enrulado, corrió como pudo con sus maletas, a saludarse con sus padres, Johanna y Peter.
    —Los extrañé mucho.
    —¿Cómo es la escuela? —preguntaron al unísono.
    —¡Es maravillosa! Ya les contaré camino a casa.

    Mientras Lucas Lunagan fue recibido por sus padres.
    —Hijo —comentó Nayla, la madre—, nos enteramos que has hecho un papel fabuloso en el torneo de magia de primer año.
    —Sí —agregó Carl, el padre de Lucas—. Varios de los padres de tus compañeros de primer año, de diferentes casas, hablaron de ti.
    Lucas se sonrojó y sorprendió al mismo tiempo por la dimensión que había tomado su actuación. Después de todo, su casa, Hufflepuff quedó tercera. No pensó que así y todo reconocerían su papel. Pero se puso muy contento al escuchar esas palabras.

    La noche buena llegó con sus sorpresas, brindis, alegría y recuerdos nostálgicos. Y dos días después, una joven rubia y ojos marrones, esperaba la primera visita de un compañero de Hogwarts.
    —A ver —dijo Peter—, ¿quién es este compañero que viene a buscarte?
    —No seas ansioso —respondió Johanna, la madre de Michelle—, si viene a la casa, no debe ser tan malo.
    —Ya veremos —respondió el padre de la niña con un dejo de sobreprotección.
    Se escuchó el timbre de la casa de los Mercier.
    Michelle se apresuró a abrir la puerta, ante la mirada expectante y disimulada de sus padres.
    Ante la sorpresa de los progenitores de Michelle, Bruno estaba vestido y aparentaba ser un perfecto muggle.
    Saludó a la joven con un beso en la mejilla y fue invitado a pasar por la misma.
    —Mamá, papá. Él es mi amigo Bruno.
    Johanna se apresuró a saludar cordialmente al joven.
    Peter, simulaba que leía el periódico y que dejaba de hacerlo para lentamente acercarse al joven y estrecharle la mano. No sin dejar de observarlo.
    —Es un gusto señor —dijo Bruno mientras estrechaba la mano de Peter.
    Al padre de Michelle, le agradó ese respeto, pero siguió como si eso no fuera así.
    —Pensé que los niños hijos de magos —continuó Peter—, eran… no sé… Diferentes.
    —No en todos los casos, señor. Además solo mi madre es bruja. Mi familia y yo vivimos como muggles, aunque claro, interactuamos bastante con el mundo mágico.
    La mamá de Michelle fue a buscar dos vasos con jugo de naranja para los niños.
    —Papá, deja los interrogatorios. Quiero charlar un poco con Bruno, antes de partir hacia la casa de Alex.
    —Está bien, hija.
    Bruno se sonrojó un poco con la situación y ambos partieron hacia la habitación de la niña, con las bebidas que Johanna les había traído.
    —¿Cómo te ha ido en casa? —preguntó Bruno.
    —Extrañaba mucho a mi familia. Y tuve muchísimo que contarles.
    —Claro, ellos no conocen nada del mundo mágico.
    —Tal cual.
    Bruno se acomodó en una silla muy acolchada que Michelle tenía en la habitación. Y la joven se sentó en la cama.
    —¿Qué tal estás con lo qué ocurrió con esos torpes Slytherin?
    —Realmente ya lo superé. Aunque admito que estuve muy triste. No pensé que alguien podía ser tan malo.
    —En eso ambos mundos tienen similitudes —recalcó Bruno.
    —Por suerte apareció Lucas. Y yo que empezaba a creer que no me apreciaba.
    —Lucas es un buen chico. No dejaría que te hagan algo así. Solo ocurre que no está acostumbrado a los muggles.
    Ambos jóvenes asintieron.
    Bruno terminó su bebida.
    —En Ravenclaw no comprenden mucho el que mis mejores amigos sean de otras casas —comentó Bruno como al pasar.
    —A Alex y a mí nos pasa lo mismo.
    Estuvieron conversando unos cuantos minutos sobre sus cosas.
    —¿Vamos saliendo? —consultó la joven Mercier.
    —Sí, claro. Pero antes déjame mostrarte lo que me regalaron para navidad.
    Michelle puso cara de ansiedad.
    El niño sacó de un pequeño bolso, algo que parecía ser una filmadora.

    Lejos de ahí, en la casa de Alexandra Francis, se escuchó sonar el timbre.
    La joven esperaba a tres amigos, y no sabía cuál de ellos sería.
    Al abrir, vio a un joven de cabello negro y ojos marrones que la miraba con una sonrisa.
    —¡Hola Lucas!
    —Hola Alex. ¿Soy el primero en llegar?
    —Sí. Calculo que Michu y Bruno llegarán pronto.
    “Quizás pueda aprovechar y hablarle de mi sueño. Espero no sonar muy raro”.
    —Hola —dijo recién aparecido John, el padre de Alexandra—.
    —Es un placer conocerlo —respondió cordialmente Lucas Lunagan.
    Luego de saludarse, los niños fueron al cuarto que los Francis utilizaban para ver películas, equipado con moderna tecnología muggle.
    —Estuviste muy bien al defender a Michelle. Para serte sincera, creí que ella no te caía bien.
    —Para nada. Solo que a veces hablo sin pensar —comentó el niño sonrojándose.
    Hablaron por casi media hora hasta que Lucas encontró la oportunidad de contarle el sueño a su amiga.
    —¿Puedo contarte un sueño qué tuve, sin que te burles de mí?
    —No lo creo —respondió con una sonrisa, mientras bebía una gaseosa—. Es decir, no me malentiendas. Puedes contarme, pero no te aseguro no reírme.
    El joven quedó pensativo, mientras también tomaba la gaseosa que esta le había servido.
    —¡Hey! Te hice la broma porque sé que no eres introvertido y que tenemos confianza. Pero te pido disculpas, por supuesto que puedes contarme.
    En ese momento golpearon la puerta de la habitación y seguidamente se abrió.
    —Hola —se presentó una mujer de unos cuarenta años, bellas facciones y cabello rubio y ondulado, aunque no muy largo—. Soy Laura, la mamá de Alexandra. Y sí, soy la única muggle aquí, dijo sonriente.
    Luego de saludar cortésmente, la madre se estaba retirando, cuando se acercó John Francis a comentar algo al paso.
    —¿Se enteraron de las desapariciones? —Continuó el padre de la niña—. Varios magos y brujas han desaparecido. Creo que van seis casos en total. Me pregunto si tendrá que ver con las misteriosas muertes de muggles que vienen sucediendo desde hace un mes.
    Ninguno tuvo respuesta.
    —Quizás no sea nada más que sensacionalismo periodístico —siguió John Francis—, pero por las dudas, habrá que ir con cuidado.
    Los padres de Alexandra se retiraron, dejando a los dos amigos continuar con su charla.
    ¿Tendrá algo qué ver? Pensaba Lucas.
    —Por favor, Lucas. Cuéntame tu sueño.
    —Soñé que estaba…
    En ese momento sonó el timbre. Y se escucharon las voces de Michelle y Bruno saludándose y presentándose con los padres de Alexandra.
    Luego se escuchó la puerta de la habitación y entraron los dos amigos restantes.
    Luego de saludarse entre sí, los cuatro amigos hablaron de los regalos recibidos. Los menos interesantes eran los de Michelle, ya que eran solo objetos muggles; como una laptop de última generación. Y el que llamó más la atención era Bruno, quien lo había llevado.
    —¡Es fantástico! —Exclamó Michelle.
    —Antes de que lo probemos —interrumpió Alexandra—, no quiero dejar a Lucas con la palabra en la boca. Luego lo vemos tranquilos.
    —Es que… —Lucas Lunagan no sabía cómo salir de la situación, ya que no tenía pensado contar lo del sueño a todos juntos.
    —¡Cuéntanos! —se sumó Bruno.
    Lucas sin más remedio, relató todo lo sucedido en el sueño, excepto cuando llegó a la parte en que aparecía Alexandra. Ahí, solo comentó que había una niña.
    Al terminar, todos quedaron en silencio. El que rompió Bruno.
    —¡Increíble! Está para una película. ¿No sabes quién es esa niña?
    —Otro día que recuerde algo más, les cuento. Ahora veamos tu filmágica. He oído que son grandiosas.
    —En estas ranuras —dijo Bruno señalando unos pequeños orificios circulares de unos diez centímetros de diámetro y alrededor de doce de profundidad, se insertan las varitas de los que van a participar. Esta tiene cuatro, pero las mejores pueden tener hasta ocho.
    Todos ingresaron sus varitas.
    —Bien —continuó Bruno—. Ahora hay que elegir la película. ¿De qué quieren que trate? Hay cien películas en esta, pero como les expliqué, hay algunas mejores que contienen hasta quinientas. Además, nosotros mismos podríamos filmar algo y grabarlo, para luego participar como si fuera un filme pregrabado.
    —¿Hay suficiente espacio en este cuarto? —Preguntó Alexandra.
    —Sí, la misma filmágica, tiene un hechizo de expansión que dura lo que la película.
    Eligieron un filme de acción del mundo mágico.
    Luego de elegir la película. En una pequeña pantalla lcd, salió un cartel que decía “Retiren sus varitas para poder comenzar”.
    La filmágica emitió una luz y transformó el cuarto en la película. Como si fuera un cuarto holográfico, pero era totalmente real. Como si estuvieran en otro lado. Estaban los personajes de la película como si fueran personas reales y gracias a la filmágica, los cuatro amigos podían hablarles a los personajes e inducirlos a que hagan tal o cual cosa.
    Bruno los iba guiando.
    —No se puede decirles cualquier cosa, porque la ignorarían. Por ejemplo, si un personaje está entre elegir arriesgar su vida o no. Se puede influirlo para una de esas dos opciones. Pero no para que se vaya a la playa. Además, hay distintas filmágicas. Cuanto más importantes, más variedad de opciones puede tener la película. Y en la mejor de todas, se puede participar físicamente de la misma. Es decir, podrías luchar contra los personajes o tocarlos.
    Los niños estaban realmente felices. Lograron que el personaje principal pudiera vencer al malvado y terminara en pareja con la doncella.
    Luego de finalizar, se quedaron unas horas más conversando y tomando diferentes bebidas. Incluso algunos “té remotos”, como los que había llevado Bruno a Hogwarts.
    Antes de anochecer, partieron. Bruno volvió a acompañar a Michelle hasta su casa, como había prometido a los padres de la niña. Y se fue saludándolos desde la puerta.
    —¿Cómo la pasaste, hija? —Preguntó su madre.
    —¡Genial!
    Y pasó a contarles algunas cosas, sin por supuesto omitir la filmágica.
    Cuando fue a su cuarto, ante la cara apenas severa de Peter, Johanna le consultó si le había caído mal Bruno.
    —No. Tengo que admitir que me cayó bien.
    Como lamentando eso.
    Y Johanna sonrió. Suponía que a su esposo le hubiese resultado mejor, sentir algo negativo frente al primer amigo mago de su hija. O al menos, al primero que él conocía. Ya que no era el único.
     
    Última edición: 21 Febrero 2016
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    561
    Desapariciones






















    Los días pasaron y los cuatro amigos se encontraron nuevamente en King Cross. Pero esta vez, para su esperado regreso a Hogwarts.
    —Nunca me cansaré de ver el periódico mágico —comentó Michelle—, mientras observaba como lo llevaba Lucas.
    —Y yo espero no encontrarnos de nuevo con esos molestos Slytherin —agregó Bruno.
    —Pues la verdad —exclamó Alexandra, quien era muy impetuosa—, es que quisiera verlos para enseñarles modales.
    Todos rieron mientras se encaminaban a una cabina vacía.
    En el viaje siguieron charlando. Lucas se distrajo un poco observando algunas noticias de “El Profeta”.
    —¡Hey! —exclamó Alexandra Francis—. Despistado. Lucas. ¿No me oyes? Últimamente no pareces tú.
    Lucas levantó la mirada y vio que los tres amigos lo observaban.
    —Es que me distraje con el periódico. No se sabe nada de las desapariciones.
    —Pero es que tú eras —dijo Alexandra—, no sé, más parecido a mí. Me refiero al carácter, claro. Y estos últimos tiempos te pareces más a Bruno o a Michu.
    Todos rieron.
    —Es que me quedé pensando —mencionó el joven Lunagan.
    —¿En tu sueño? —Preguntó Bruno, con su habitual percepción—. Digo, ¿piensas qué puede haber sido algún tipo de premonición?
    Lucas se quedó sorprendido.
    “¿Cómo puede entender tanto con lo poco qué les digo? Es momento”.
    —Hay algo que todavía no les conté —dijo Lucas en voz más alta de lo normal. Como si tratara de darse ánimos a sí mismo.
    Todos miraron expectantes.
    —Ya di lo que tengas que decir —exclamó Alexandra con un tono de ansiedad—, que la impaciencia me está matando.
    —Pues bien, mi sueño fue muy real. Pero hay algo que me hizo pensar que todo podía ser cierto.
    —¡¿Qué?! —los tres amigos al unísono.
    Lucas hizo una pausa que casi hace explotar a sus tres amigos
    —La niña que me ayudaba en el sueño…
    Otra pausa.
    —Era Alex —finalizó Lucas mirando hacia abajo.
    —¡¿Qué?! —nuevamente los tres a la vez.
    —Pero Lucas —dijo Alexandra, tratando de hablar y aclarar sus ideas al mismo tiempo—. ¡Nosotros no nos conocíamos!
    —Lo sé —respondió el joven.
    “¿Qué está pasando?”
    Pensaba Alexandra.
    —Pensaba que era solo un sueño —continuó Lucas—. Si bien muy real y extraño a la vez. Pero claro, eso fue hasta que te vi aquí en el tren, el día que entramos a Hogwarts.
    —Pero —volvió a consultar Alexandra—, ¿por qué no lo dijiste ese día?
    —¿Y qué iba a decirte el día que te conocí? “Oye disculpa, hoy soñé contigo”. ¿Qué hubieras pensado de mí, si te hubiese dicho todo esto?
    —Sí —respondió ella—, seguramente no te hubiese creído.
    Los tres amigos de Lucas estaban asombrados. De la misma forma que él lo estuvo el día que vio a Alexandra Francis por primera vez. Y supo que su sueño podía tener algo de cierto.
    Los cuatro siguieron conversando al respecto hasta el final del viaje. Con leves interrupciones de otros temas.

    Esa misma noche, en Londres. Una pareja de unos treinta y pico de años volvía a su casa, luego de visitar a unos amigos a unas tres cuadras de allí.
    —Frank —dijo ella tomando su varita—. Creo que alguien nos sigue.
    —Lo mismo digo —respondió él, quien también sacó la suya.
    Un sonido bajo y veloz se acercó a la pareja.
    —Creo que son dementores —alcanzó a decir Frank.
    —¡Expecto Patronum!
    La figura oscura se acercó a ellos y luego el silencio.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
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    832
    Combate






















    En la clase de Pociones, en la que claramente se destacaba Bruno Callahan, él mismo y su amigo Lucas Lunagan, esperaban el final del curso.
    Es que en pocos minutos se reunirían con Alexandra y Michelle, sus amigas de Gryffindor, e irían juntos a tomar unos sabrosos y divertidos té remotos, al hogar de Kana. Quien los había invitado para esa tarde.
    Los dos jóvenes salieron para ir al lugar de encuentro, cerca de la casa de la guardabosques.
    —Lucas —dijo Bruno observando el mal estado del clima—, espero que las chicas lleguen pronto, o nos vamos a enfermar del frío.
    —Sí —respondió Lucas mirando el rocío—, tal cual. Realmente necesito más de un té.
    Se puso las manos en los bolsillos para cubrirlas de la interperie.
    Podía sentir el pasto bajo sus zapatos. Era una sensación que el joven Lunagan disfrutaba.
    De pronto ambos jóvenes escucharon una voz —Expulso— y Bruno salió despedido unos tres metros en el aire y cayó al suelo.
    Respiraba agitado por el dolor, acumulado por la caída y el hechizo que lo había golpeado.
    Lucas como acto reflejo sacó las manos de sus bolsillos y rápidamente tomó su varita.
    —¡Expelliarmus!
    Escuchó el joven antes de divisar a varios jóvenes mayores que ellos.
    El hechizo no pudo golpear a Lucas, ya que este lo esquivó con gran velocidad.
    En ese momento, pudo ver que eran cinco los jóvenes de Slytherin que se le acercaban desde todas las direcciones. Uno de ellos tenía unos prominentes dientes. Era Nicholas Nieche. Otro que Lucas reconoció, era Colin Collage. Quien desde el primer día en el tren, no paraba de molestarlos. Y fue él mismo quien les habló.
    Mientras tanto, Bruno se acercó como pudo al lado de Lucas.
    —La venganza es un plato que se sirve mejor frío —dijo el hermano de la niña prodigio, sonriendo despectivamente—. ¿Ahora que van a hacer?
    Los cinco jóvenes mayores de Slytherin se les seguían acercando, con las varitas apuntando hacia Lucas y Bruno.
    —Desmaius —gritó Bruno Callahan—. Acertándole a uno de los otros tres amigos de Collage y dejándolo en el suelo.
    Rápidamente comenzaron a lanzarse hechizos. Pero eran mayores y los superaban en número.
    —¡Sectum! —Colin embistió en la pierna derecha de Bruno, hiriéndolo y haciéndolo caer al piso.
    Luego volvió a lanzarle el mismo hechizo, pero Lucas se interpuso con el “protego”, para que su amigo no sufra más daños.
    Los cuatro intentaban dañarlos a la vez. Pero el joven Hufflepuff se defendía con valentía. Sin embargo, no le alcanzaba el tiempo para contraatacar.
    —Petrificus totalus —pronunció Bruno mientras se ponía de pie—. Y petrificó a uno de los agresores.
    —¡Incarcerous! —lanzó Nicholas Nieche, atrapando a Bruno. Quien como ya estaba lesionado, cayó con facilidad, golpeando su rostro con el pasto y la tierra. Quedando atrapado y tirado en el suelo. Visiblemente dolorido.
    Nadie reparó en los pasos que se acercaban.
    —¡Expelliarmus! —se escuchó.
    Alexandra y Michelle, quienes observaron la escena desde lejos, llegaron corriendo y esta última golpeó muy duro a Nieche.
    —Inmobulus —Alexandra Francis inmobilizó a otro de sus rivales.
    En el momento de mayor ferocidad del combate se escuchó un grito muy potente.
    —¡¿Qué están haciendo?!
    Pararon de combatir al ver que era Kana, la guardabosques. Quien era muy respetada en la escuela.
    —Ustedes —exclamó la enana mirando a Colin Collage y sus amigos—. Váyanse para la escuela o los reportaré.
    Michelle y Alexandra soltaron a Bruno de sus amarras.
    Los jóvenes de Slytherin se marcharon como pudieron, haciendo señales a los niños, demostrando que no habían acabado.
    —Episkey —dijo Michelle apuntando a la pierna herida de Bruno—. Luego hizo lo mismo con el rostro de su amigo, el cual estaba lastimado por la caída.
    —Gracias —expresó Bruno con una sonrisa débil.
    —¿Estás mejor? —preguntó Michelle con aflicción.
    El niño asintió con la cabeza.
    —Me impresionas —dijo Alexandra con tono de admiración—, Michu. ¿Aprendiste un hechizo de curación?
    —No demasiado bien —respondió la niña rubia y de cabello ondulado. Pero sí, los estoy practicando. Es que como no puedo ser tan buena como ustedes en otras cosas, quiero serles útil si algún día pasa algo como esto.
    —¡Tonta! —exclamó Alexandra con cariño—. ¿Por qué crees que no eres buena? No te dejes acomplejar.
    —Igualmente agradezco que hayas pensado así —acotó Bruno sonriendo y levemente recuperado.
    —Si aún quieren venir —interrumpió Kana—. Se mantiene en pie la invitación. Claro, si es que no están lastimados. Si no, por supuesto, tienen que ir a la enfermería. Ya habrá tiempo para el té.
    —Estoy mejor —dijo Callahan ante la mirada de sus amigos—, gracias.
    Los cuatro amigos fueron a la casa de Kana, y se quedaron tomando el té y conversando con ella por un par de horas.
    Al fin, luego de contarle el origen de los problemas con Colin Collage y hablando de varias cosas más, volvieron a Hogwarts y quedaron con la enana, que la visitarían sin necesidad de invitación previa. Y siempre serían bienvenidos por ella.
     
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
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    663
    Pociones






















    El cambio de turnos en la clase de Pociones, encontraba nuevamente a los cuatro amigos. Michelle y Alexandra de Gryffindor, habían compartido la clase con Slytherin. Y ahora ingresaban Lucas con Hufflepuff y Bruno con Ravenclaw.
    El cruce les dio solo unos segundos de conversación.
    —Nos hizo intentar una poción re difícil —dijo Michelle visiblemente decepcionada.
    —¿Alguien la pudo hacer? —preguntó Bruno entusiasmado. A él le encantaban los retos de una de sus materias favoritas.
    —Había que hacer una poción que da invisibilidad por una hora —agregó Alexandra—. La única que hizo algo parecido fue esa “niña prodigio”. Le duró solo un minuto. Pero según el profesor Raymond Harris, es la primera vez que ve a un alumno de primer año conseguir esos resultados.
    —Igualmente —agregó Michelle—. Parece extraña, pero no creo que sea como su hermano.
    —Ya sé Michu —respondió Alexandra—. Es que a veces fastidia, porque parece que esa niña hace todo bien.
    —¿Y qué dijo Harris? —volvió a consultar Bruno.
    —Que estaba excelente y que no se relaje —respondió Michelle—. Ahí te nombró a ti.
    —¿A mí?
    —El profesor dijo que eran los dos mejores alumnos que tenía de primero. Y que si no fuera por Joanne Collage, sería la peor camada de Slytherin en su materia en muchísimo tiempo. Ya que normalmente, los niños de Slytherin son los que más se destacan en Pociones.
    —Nos vemos luego —dijeron al unísono.


    En un sitio oscuro, tétrico y lejano; un grupo de seres espectrales, hablaba con vos rasgada, grave y pausada.
    —Ya somos más… —dijo uno de ellos que miraba a todos como dando un discurso—. Pronto… ¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!
    El grupo gritó de la misma manera. Levantando sus varitas…


    El profesor Harris les dio las explicaciones del caso. Los alumnos tenían que hacer una fórmula de invisibilidad.
    Al cabo de cuarenta minutos, el profesor dio por terminada la prueba.
    —Vamos a comenzar la revisión —expresó Raymond Harris.
    Inició la prueba.
    —Mal. Muy mal. Pésimo. Mal. Mal. Regular, que parecía una excelente nota, luego de ver los primeros resultados.
    —No está tan mal —le dijo a Lucas—, para ser un Hufflepuff, quizás, solo quizás, podría decir que está bien.
    El joven Lunagan se llevó la mirada de la clase por ese comentario del profesor.
    Siguió avanzando paso a paso por el aula.
    El ante último fue Bruno.
    —¿¡Qué es esto!? —dijo Harris como contrariado.
    Olió la poción dudando.
    Miró la del último compañero de clases, el cual tenía todo sobre su banco, y le dijo que la suya no funcionaba, pero que pruebe solo un pequeño trago de la de su compañero Callahan.
    El niño no estaba muy entusiasmado con la idea, pero ante la mirada inquisidora del profesor, no tuvo más remedio que hacerlo. Se acercó al pupitre de Bruno y tomó un pequeño trago.
    A la vista de todos, el joven Carter se desvaneció unos segundos después de haberla tomado.
    —Díganos algo Carter —infirió el profesor—. Para que sus compañeros sepan que está aquí. Y vivo, claro.
    —¡Soy invisible!
    —No se preocupe, Carter. Le durará solo una hora.
    Todos miraban a Bruno, quien se encontraba un poco avergonzado por tanta atención.
    —Sesenta puntos para Ravenclaw —dijo Harris, como si no fuera importante.
    Bruno sonrió al igual que todo Ravenclaw.
    —La clase termina aquí —dijo el profesor—. No se deje estar, Callahan. Usted tiene futuro si sigue con ese entusiasmo. Por curiosidad. ¿Cuáles fueron los tres referentes que nombró cuando se los solicitó la profesora Winky?
    —Hermione Granger, Harry Potter y Albus Dumbledore.
    —Bueno, no más preguntas. Llévese la poción. Es suya.
    El profesor dio por finalizada la clase.


    En otro lugar, en Londres. Dos mujeres y tres hombres con capucha, dialogaban misteriosamente.
    —¿Están todos informados? —preguntó suavemente una de las mujeres.
    —Sí, hay que reunir a todos. Parece que va a empezar algo siniestro. Todavía no sabemos la magnitud. Nos reuniremos aquí, todo el grupo, en tres días.
    Y las misteriosas personas se marcharon, tan sigilosamente como habían llegado.
     
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    Exámenes y fin de curso






















    El año escolar llegaba a su fin, y los alumnos de Hogwarts hacían lo imposible para aprobar sus exámenes de la mejor manera.
    Los cuatro amigos no tenían demasiado tiempo para verse. Al menos no todos a la vez.
    Lucas Lunagan estaba visitando a Kana, en un corto tiempo libre que se había tomado, más allá de los exámenes.
    —¿Qué tal te va en los exámenes?
    —Están por empezar —respondió Lucas—, pero creo que estoy bien preparado.
    —Pues ya hace rato que nos conocemos, y das la sensación de preocupación, Lucas.
    —Ah…, es que —el joven Lunagan volvió a dudar—.
    Se lo notaba incómodo en la silla, aunque parecía más fastidiado por no poder expresarse con elocuencia.
    —Bueno.
    La silla se arrastró en el suelo e hizo un chillido molesto.
    —Estoy un poco confundido con la casa en la que estoy.
    —Hufflepuff ¿verdad?
    —Sí.
    —En mi opinión todas las casas son muy valiosas. Cada una se destaca en algo. Pero claro, no quiere decir que no tengan cualidades generales.
    —¿Qué quieres decir, Kana?
    —Por ejemplo —respondió la enana—, Ravenclaw se destaca en inteligencia. Pero eso no quiere decir que no sean valientes.
    —Ah. Pero yo creo que por mi forma de ser, no sé. Me hubiese gustado ser un Gryffindor. Para aprender a ser un líder temerario. Como lo fue Harry Potter. Claro, salvando las distancias.
    —Son personalidades. Pero mira. Te haré una consulta. Es cierto que por lo que sé, tú serías un gran Gryffindor. Pero quizás el sombrero pensó algo. ¿Es más fácil que aprendas a ser líder dentro de un grupo de líderes o de un grupo que lo necesita?
    —No comprendo muy bien.
    —Lucas, quizás por tu forma de ser, el sombrero seleccionador, dedujo que tu aprenderías a ser el intrépido mago que estás llamado a ser, por la necesidad de ello que tenga la gente a tu alrededor. Quizás si está lleno de valerosos, tú te relajarías y no explotarías tus condiciones. En cambio, como se vio en la competencia de magia por casas, Hufflepuff no tenía, sin ofender, grandes dotes. Y eso impulsó tu heroísmo interno y te hizo brillar.
    La cara de Lucas se iluminó de alegría.
    —Muchas gracias, Kana.
    El joven se paró y abrazó a la enana. Luego se marchó hacia el salón común de Hogwarts.


    Unos días después, comenzaron con los exámenes. Y se encontraron a la salida de los primeros de ellos; Encantamientos y Pociones.
    —¿Cómo les está yendo? —Consultó Bruno.
    —Hasta ahora muy bien —respondió Alexandra con seguridad.
    —La verdad es que no lo sé —esgrimió Michelle.
    —Pero Michu —manifestó Alexandra—, yo vi que escribías mucho.
    —Sí. Lo que pasa es que no tengo idea de cómo califican.
    —No te preocupes —se sumó Bruno—, no hay nada mágico en las calificaciones.
    Todos rieron.
    —A ti —volvió a hablar la joven Francis mirando a Bruno—, ni te preguntamos por Pociones.
    Bruno sonrió.
    —Y creo que en Encantamientos también me fue bien —comentó sonrojándose.
    —A mí también me fue bastante bien —comentó Lucas Lunagan.
    —¿Tienes algo diferente, Lucas? —Preguntó Alexandra.
    —¿Diferente? —Repreguntó Lunagan—. ¿Porque creo qué me fue bien?
    —No, no. No me malentiendas. Es que, no sé. Pareces ser más el de antes. O sea, más el Lucas original.
    Lucas sonrió ante la mirada de sus amigos.
    “Supongo que Kana tuvo que ver con eso”.


    El resto de los exámenes pasó sin grandes contrariedades para los cuatro amigos.
    Claro, Bruno Callahan fue el primero en Pociones, dejando segunda a la niña prodigio de Slytherin. Mientras Lucas y Alexandra se destacaron en Defensa contra las artes oscuras.
    Michelle tuvo una muy buena performance en todas las materias. Y así todos terminaron el año escolar en Hogwarts sin problemas. O al menos, sin inconvenientes referidos a los estudios.
    Y nuevamente se dirigieron a King Cross. Al menos por ahora, había paz y alegría.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Palabras:
    1097
    Vacaciones






















    Las vacaciones para Michelle Mercier tuvieron sentimientos encontrados. Por un lado, la alegría de estar con su familia después de tanto tiempo; y de poder contarles las cosas maravillosas que había visto y hecho en Hogwarts. Y por el otro, se sentía algo extraña al no poder hacer magia, ni ver a sus amigos.
    —Vamos Johanna y Michelle —clamó Peter Mercier—, se nos hará tarde para el vuelo.
    —Tranquilo Peter —respondió la madre de la niña—, ya estamos listas. Y nuestra hija prometió que en las vacaciones nos contará todas las grandiosas cosas que hizo en la escuela.
    Los Mercier tomaron un avión que los llevó a Valencia, España. Luego tomaron un taxi hasta Cullera, un hermoso lugar turístico de la Comunidad Valenciana. Sus grandes y hermosas playas están bañadas por el mar Mediterráneo.


    Bruno Callahan, con su hermana Ronnie y sus padres, viajaron a Toronto en el segundo mes de vacaciones.
    —Ya estoy harta de escuchar hablar de Hogwarts —esgrimió Ronnie, ante la emoción de su hermano—. No quiero escuchar más nada sobre esa escuela. Ni de Lucas, Alexandra o Miguel.
    —¿Miguel? —Preguntó extrañado Bruno—. ¿Te refieres a Michelle?
    —Eso. Da lo mismo.
    —Pues para ti dará lo mismo. Pero Miguel sería un chico y Michelle no. Y además los tres son mis amigos.
    —¡Ya basta! —Intervino la madre—. No quiero escuchar discutir tanto en nuestras vacaciones. Bruno nos contará cuando no esté Ronnie. Aunque creo que ya deberías ir superando el tema, hija.

    Al mismo tiempo que Bruno, Alexandra Francis se iba de vacaciones con sus padres. Solo que en su caso, el lugar elegido fue California, en Estados Unidos.
    En el hotel donde se alojaron, Laura y John le preguntaron a su hija sobre Hogwarts, pero más interesados estaban en saber sobre sus amigos. Si bien sabían que había hecho un grupo, temían por el carácter de Alexandra
    —¡Es genial! —Respondió la niña—. Además conocí a uno de los hijos de Harry Potter —lo cual tuvo un gesto de asombro de John, y también de Laura, ya que sabía la historia gracias a su marido—. Albus Severus. El llevó la carta de mi amiga Michu. Así que gracias a eso nos lo pudo presentar. Es muy agradable. También a Kana…
    Laura y John estaban gratamente sorprendidos de como había progresado su hija en cuanto a socializar. Y eso les reconfortaba.


    Lucas Lunagan, fue con sus padres, Carl y Nayla, a Inveraray, un pueblo en Escocia. Relativamente cerca de Glasgow. Es un lugar donde viven muchos magos y brujas.
    Lo que podía contarles Lucas a sus padres, difería un poco de sus amigos. Ya que al ser ambos magos, se interesaban más en los detalles.
    —Hijo —preguntó Laura en un momento de tranquilidad, mientras recorrían de manera turística el Castillo de Inveraray—. ¿Qué tal estás llevando el estar en Hufflepuff? Para mí está bien, pero sé que no estabas muy convencido.
    Subieron las escaleras para llegar al primer piso, donde está el imponente hall de entrada.
    —Pues la verdad es que ya lo asimilé. Si bien me gustaría estar ya sea con Bruno; o con Michelle y Alex. Pero creo que ya entendí la razón por la que el sombrero me envió a esa casa.
    Los días pasaron y Lucas en un momento de soledad, recordaba hechos del año escolar.
    Decidió ir solo al Castillo. Que por alguna razón le recordaba a Hogwarts.
    La entrada estaba abierta, así que sintió deseos de volver a recorrerlo.
    Lucas recordó que en la guía turística, le habían dicho que ese castillo, fue el hogar de los Campbell, duques de Argyll. Y pensó que seguramente se vería diferente cuando ellos lo habitaban.
    No podía dejar de observar el bonito castillo, que combina el estilo paladino, con el gótico y el barroco. Aunque el joven Lunagan no sabía esas denominaciones. Pero podía distinguir la belleza del mismo.
    Se dirigió hacia la escalera que lo llevaba al primer piso. No parecía haber más personas, ya que estaba muy silencioso. Apoyó su mano en el barandal y sintió que estaba algo húmedo. Si bien no era muy extraño, eso le causó una desagradable sensación. Y por un momento, sintió que no era divertido estar recorriendo él solo, ese Castillo.
    “De hecho, no tengo la más pálida idea de que hago aquí”.
    Le pareció escuchar un ruido desde el subsuelo. Lo que infundió temor en el joven, quien instintivamente y a pesar de la prohibición de usar magia fuera de Hogwarts, sacó su varita.
    Bajó por la escalera y presintió que lo observaban. Le pareció ver una sombra y deseó fervientemente no ser la única persona en el lugar.
    —Lucas —el llamado lo sorprendió—. Y giró viendo con alegría que eran Michelle y Alexandra.
    Se sintió aliviado, asombrado y confundido.
    —¿Qué haces con la varita en la mano? —La voz provenía desde otro costado. Y eran sus padres.
    Escuchaba risas y voces que le eran familiares.
    Había compañeros de la escuela. Michael White, el niño de Ravenclaw; también Ángela Crambel, compañera de Hufflepuff; Joanne Collage, la niña prodigio de Slytherin. Estaban Kana y también los padres de sus tres amigos. Pero las imágenes eran confusas. Y Lucas se sentía mareado.
    De pronto oscureció. Como una noche sin luna. Apariciones espectrales, similares a los dementores, pero con algo de humanos y con varitas; comenzaron a volar persiguiendo a sus familiares y amigos.
    El intentó contraatacar, pero no podía hablar y los hechizos no le funcionaban.
    En cuestión de instantes solo quedaban con él, Bruno, Alexandra y Michelle. Quienes lloraban también por la pérdida de sus padres y el resto de sus compañeros.
    —Vámonos —le dijo Bruno—. Y los cuatro corrieron hacia la salida del castillo.
    Ya no podía ver a los espectros pero escuchaba gritos agudos que le aterraban y afectaban sus oídos.
    —¡Lucas! —gritó su madre.
    De pronto pudo ver bien y estaba su madre con cara de susto, sentada al borde de la cama, en la habitación, donde se alojaban en las vacaciones.
    —Mamá —el joven abrazó a Nayla con fuerza.
    —Me asusté, hijo. Fue una pesadilla, pero gritabas desesperado y no podía despertarte.
    Lucas estaba mojado de transpiración. Pero se alegró de que todo haya sido una horrible pesadilla. La ducha matutina le vino bien para poner sus ideas en claro y comparar ese sueño con el que tuvo antes de comenzar las clases. Sin duda eran los mismos seres espectrales.
    Los días pasaron con tranquilidad y el joven Lunagan, deseó más que nunca que las vacaciones terminaran, para comentar con sus amigos el sueño que le afectó tanto.
     
  19.  
    rompe

    rompe Iniciado

    Piscis
    Miembro desde:
    9 Septiembre 2012
    Mensajes:
    37
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    500
    Reencuentro en la estación






















    Y llegó el día del reencuentro. Un día soleado y especial para los cuatro amigos. Comenzaban el segundo año en Hogwarts. Y esta vez llegaron con mayor tranquilidad que cuando comenzaban primer año.
    Los padres de los niños, fueron presentados entre sí por los amigos. Los Mercier estaban un poco más cohibidos, ya que eran la única pareja de muggles de las cuatro. Ya que en los demás casos, al menos uno de los dos era mago o bruja.
    Los niños saludaron muy alegremente y fueron a ocupar un compartimiento vacío, en el tren.
    —Lucas —pidió Alexandra—, cuéntanos tu primero lo que soñaste. Luego hablaremos los demás de nuestras vacaciones. Porque te escuché muy ansioso el día que nos comunicamos.
    —Sí, lo siento. Es que quería contárselos a todos a la vez.
    Los niños se acomodaron, luego de saludar a varios de sus compañeros en el camino.
    Seguía siendo muy particular, que fueran los mejores amigos, siendo, a excepción de Michelle con Alexandra, de diferentes casas.
    —Pues aquí estamos —respondió Bruno.
    Lucas Lunagan les contó su sueño.
    Los otros tres escucharon atentamente sin interrumpir.
    Cuando finalizó, llovieron las preguntas. Pero ya nadie tomaba el segundo sueño de Lucas como algo natural.
    —Sigo pensando —dijo Bruno—, que de alguna manera, es como una premonición, o advertencia relacionada con las desapariciones que ocurren cada vez con más frecuencia.
    —Si fuera este solo —opinó Alexandra—, yo diría que es una simple sugestión. Pero teniendo en cuenta, que Lucas tuvo otro sueño en donde, por ejemplo, aparecí yo, siendo que él no me conocía; me inclino por lo mismo que Bruno.
    —Yo estuve veraneando en Cullera, en España. Conocí una pareja de unos veintipico de años. Se llaman Andrea y Fernando. Ambos magos. También estaban preocupados por las desapariciones. Ellos me decían que parece ser algo que está pasando en todos lados. Aunque en pequeña escala.
    —Si esto es lo que parece —comentó Bruno con tono pausado—, realmente es para preocuparse. Quizás debiéramos contarle a alguien más lo de esos sueños.
    —Pero no es algo que pueda hablar con cualquiera —exclamó Lucas un tanto ofuscado.
    —¿Qué tal la directora —preguntó Bruno—, Sophia Weasley?
    —No lo sé —respondió Alexandra—, ella se ve grandiosa. Pero me parece un poco complicado el que podamos llegar a ella sin que nadie se entere. Y es un tema difícil.
    —¿Y si le preguntamos a Albus Severus Potter? —Consultó Michelle. Es muy comprensivo.
    —Eso puede ser una buena idea —respondió Lucas entusiasmado—. ¿Sabes cuando vendrá a Hogwarts?
    —No… —la joven Mercier respondió decepcionada con voz baja, mientras sin darse cuenta se desenredaba uno de sus rubios rulos.
    Se hizo un breve silencio.
    —¡Ya sé! —Exclamó Lucas—. En cuanto pueda voy a hablar con Kana. Ella es genial y siento la confianza como para decírselo.
    Con la falta de otra alternativa superadora, todos estuvieron de acuerdo.
    El resto del viaje pasó sin mayores sobresaltos. Y llegaron por fin, a su querido destino. La grandiosa escuela Hogwarts.
     
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    Escritor
    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1233
    Directora






















    Sophia Weasley, la directora de Hogwarts, tenía treinta y seis años y una estatura media. La piel muy blanca, de rostro con facciones agradables y ojos marrones claros. Su cabello lacio y castaño claro, apenas pasaba de los hombros.
    Muchos se preguntaban cómo había llegado a ser directora de esa prestigiosa escuela, con esa juventud. E incluso se comentaba que era por su ascendencia directa. Pero lo cierto es que Sophia Weasley era una bruja extraordinaria. La mejor de la descendencia de Ronald Weasley y Hermione Granger. Y eso no era poca cosa, ya que todos ellos eran muy bien considerados dentro del mundo mágico. Quizás de toda la familia, la única que podría estar a la altura, o quizás por encima de la brillante Sophia, era su abuela, Hermione Granger; por supuesto, comparándolas a la misma edad. Pero eso era algo difícil de comprobar, ya que su abuela, tenía alrededor de ochenta y cinco años. Además, la misma directora, admiraba tanto a su abuela, que cuando alguien insinuaba una posible comparación, ella la desestimaba, alegando que no podía equipararse con su abuela.


    Los cuatro amigos llegaron a Hogwarts. Comenzaban el segundo año. Luego del discurso del sombrero seleccionador y el reparto de los alumnos de primero en las diferentes casas, habló la directora, dando la bienvenida a la escuela. Y posteriormente disfrutaron del banquete.
    En su primer momento libre, Lucas Lunagan y Bruno Callahan, se dirigieron a la casa de Kana, la guardabosques. Esperando tener suerte y poder hablar con ella. Ya que no la habían visto hasta ese momento.
    Lucas golpeó la puerta y luego de unos instantes, vieron a Kana con su largo, ondulado y colorado cabello, recibirlos con una sonrisa.
    —Hola niños —dijo eso con su potente voz—. Que bueno verlos después de tanto tiempo.
    Los niños abrazaron a Kana cariñosamente.
    —Pasen a tomar un té.
    —Gracias Kana —respondió Bruno.
    Ambos sonrieron y pasaron.
    La casa de la guardabosques estaba tal cual la recordaban.
    Los jóvenes se sentaron y la silla de Lucas hizo un ruido molesto al sentarse.
    —¿Que los trae por aquí?
    —Además de querer verte —se apresuró Lucas—, quería contarte algo.
    Kana sirvió los té y se sentó con los niños.
    —Pues bien —comenzó el joven Lunagan, mientras entrelazaba sus manos incesantemente.
    —Cálmate, Lucas. Te escucho.
    Lucas le relató el primer sueño con todas las circunstancias. Como por ejemplo, que él no conocía a Alexandra. Y luego el segundo, que tuvo lugar en el Castillo de Inveraray, en Escocia.
    Kana hizo silencio, pero su cara denotaba preocupación.
    Se hizo un breve pero profundo silencio.
    —¿Crees qué pueda significar algo? —Preguntó Lucas—. Nosotros pensamos, aunque parezca una locura, que esos sueños pueden relacionarse con las desapariciones que están ocurriendo.
    Esto último lo dijo cada vez con un tono menor. Como si se avergonzara de lo que estaba diciendo. Le sonaba muy tonto al consultarlo con un adulto. Y pensaba lo torpe que debería estar viéndose para los demás.
    Kana mantenía un silencio que ya comenzaba a molestar a los niños.
    —Les pido que vengan a verme apenas terminen las clases —manifestó ella—. Por favor no lo comenten con nadie.
    —Ocurre que Michelle y Alex ya lo saben.
    —Está bien. Ellas que vengan.
    —No sé si podremos —respondió Bruno—, porque no creo que nos permitan salir después de clases.
    —No se preocupen por eso —volvió a decir Kana—, yo hablaré con Sophia. Pero por favor, recuerden que esto tiene que ser un absoluto secreto.
    Después de finalizar el sabroso té remoto que preparó Kana, los jóvenes se marcharon.
    —¿No crees que lo tomó muy en serio? —consultó Bruno.
    —Sí. Está claro que algo le preocupó mucho.
    La intriga fue mayor, luego de contarles a las chicas lo sucedido.
    —¿Seguro qué estará bien que vayamos después de hora? —Preguntó Michelle.
    —A mí también me preocupa —respondió Bruno—. Pero parecía estar muy segura.
    —¡No puedo con esta intriga! —Exclamó Alexandra.
    Al terminar las clases, los cuatro amigos se juntaron con una velocidad asombrosa, producto de la gran expectativa, en la puerta del colegio. Y fueron rápidamente hacia el hogar de Kana.


    En una taberna en la ciudad de Londres, dos amigos magos de unos dieciocho años, terminaban de beber unas copas y salían de la misma.
    —Que lástima que no pudieran venir las chicas —se lamentó uno de ellos.
    Sus pasos resonaban en las desiertas calles de esa noche londinense.
    —Seguramente hubiese bebido menos y ahora no me sentiría tan mal.
    —¿Tú crees? —se rió su amigo, el cual estaba en un estado de ebriedad un poco menor.
    Dieron algunos pasos más y comenzaron a sentir frío. Las luces de la calle se volvieron más tenues.
    Ambos jóvenes se detuvieron y sacaron sus varitas. Casi de golpe se pusieron en guardia. El estado de alerta pudo contra el alcohol consumido minutos antes.
    —¿Qué está pasando? —preguntó uno con voz tensa.
    Mientras tanto las luces se desvanecían por completo.
    —Parecen dementores —razonó uno de ellos.
    Una sombra negra, como un espectro, se acercó volando velozmente contra los dos muchachos.
    —¡Expecto patronum! —gritaron al unísono—. Apuntando con sus varitas al espectro.
    Pero quizás por el temor infundido, no salió el patronus de ninguno de los dos jóvenes.
    El espectro abrazó con fuerza al amigo más bebido. Y este luego de luchar unos segundos, se fue desvaneciendo ante la vista aterrada de su compañero. Quien estaba en el suelo. Luego de caer sentado ante la envestida. El temor no le daba movimientos fluidos a su cuerpo y le costaba incorporarse.
    —¡Expecto patronum! —Se escuchó una voz muy firme—. Y un rinoceronte plateado se avalanzó contra el espectro.
    Este fue lanzado para atrás, pero rápidamente volvió a la carga. Pero ante la sorpresa del joven encapuchado que lanzó el patronus, el supuesto dementor sacó una varita.
    —¡Ahhh! —el grito del espectro fue aterrador—.
    Un rayo oscuro salió de la varita del mismo y cuando iba a impactar en el joven encapuchado, una joven vestida de similar forma, se arrojó quitándolo del camino del hechizo.
    Ambos cayeron al suelo y el enemigo se les acercaba.
    —Expecto patronum —una ardilla luminosa golpeó por la espalda al aterrador rival—. Esta vez lanzada por otra compañera que se había mantenido oculta.
    —Vete de aquí y por favor no cuentes nada hasta que te contactemos —le dijeron al joven que aún estaba en el suelo, incrédulo de lo que veía.
    El muchacho se levantó asintiendo y agradeciendo y huyó del lugar.
    —Stella, John ¿están bien? —preguntó preocupada la última de los tres en aparecer en escena.
    —¡¿Qué les dije sobre no decir nombres?! —reclamó el joven encapuchado.
    La muchacha, que parecía ser algo menor asintió. Aunque velozmente tuvieron que volver a lanzar sus patronus contra el espectro que nuevamente se acercaba, amenazador.
    Un ornitorrinco era el patronus de Stella.
    El espectro tenía una cara de maldad pura. No era un dementor. Parecía una mezcla entre estos y una calavera.
    El impacto de los tres patronus hizo retroceder algo al mortal enemigo. Pero no lo derrotaron.
    Los tres jóvenes encapuchados tomaron un teléfono que el joven tenía y se desvanecieron. Era un traslador.
    —Cindy —dijiste nuestros nombres.
    —Lo siento John —respondió ella mientras ya estaban a salvo y lejos del lugar.
    —Está bien —agregó Stella—. Por suerte no escuchó nadie. Además, creo que nos salvaste.
    John también asintió.
    —Hay que llevar la información a los demás —concluyó John.
     

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