Mi cuerpo aún vibraba bajo la energía del agua cerrando una a una mis heridas, aún aturdido por la pelea sólo alcancé escuchar las últimas palabras de Quirón decía: —...Salve Perseus Jackson, hijo del dios del Mar. Y ahí selló mi sentencia. Mi destino. ¡Demonios! Y yo que empezaba a sentirme normal... Pero resulté ser anormal, entre los anormales.